Fuego extrano macarthur, john

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floreció en las primeras décadas del siglo veinte».39 Sin embargo, nos guste o no, los pentecostales contemporáneos (y por extensión, todos los carismáticos) están vinculados con Charles Parham como el arquitecto teológico de su movimiento.40 Anthony Thiselton explica: «Charles Parham es ampliamente considerado el fundador del pentecostalismo clásico […] Parham formuló las cuatro marcas clásicas de la teología y la experiencia pentecostales: la salvación, el bautismo en el Espíritu Santo, la sanidad y la expectativa de la “segunda venida” de Cristo».41 Todo esto plantea preguntas importantes acerca de las declaraciones del movimiento pentecostal moderno, debido al carácter dudoso de sus comienzos: desde los testimonios contradictorios de los involucrados, la naturaleza absurda de las «lenguas» que se hablaron, hasta la mala reputación del primer líder del movimiento. Sumado a esto, el pentecostalismo surgió de la soteriología defectuosa del movimiento de santidad del siglo diecinueve, del que Charles Parham y William J. Seymour fueron parte. 42 A pesar de pasajes como 1 Juan 1.8–10, la teología de la santidad afirma erróneamente que los creyentes pueden experimentar una «segunda bendición» en algún momento después de su conversión, momento en el que alcanzan un estado de «perfección cristiana» en esta vida.43 Algunos líderes de la santidad del siglo diecinueve también enseñaron una «tercera bendición», que se identificó con el «bautismo del Espíritu Santo», y que el pentecostalismo posteriormente vinculó con el hablar en lenguas.44 Sin embargo, he aquí el punto de toda esta historia: si el Espíritu Santo quisiera recrear el día de Pentecostés, ¿sería esta realmente la forma en que lo haría? Incluso una comparación básica entre lo que sucedió en Hechos 2 y lo que tuvo lugar diecinueve siglos después en Topeka, Kansas, pone de relieve grandes contrastes entre los dos sucesos. El día inicial de Pentecostés no surgió de una soteriología defectuosa, ni tampoco dio lugar a testimonios contradictorios. El don apostólico de lenguas no era una forma de vocalización irracional. Más bien, los apóstoles hablaron milagrosamente en auténticos idiomas que nunca habían aprendido (Hechos 2.9–12). Por otra parte, el poder del Espíritu no solo se exhibió en la predicación ferviente de ellos, sino también era evidente en su carácter piadoso, mientras el Espíritu continuaba santificándolos a lo largo de todas sus vidas. El «nuevo Pentecostés» del movimiento carismático no podría haber sido más diferente. Surgió de la soteriología deficiente del movimiento de santidad, se caracterizó por testimonios incoherentes de testigos presenciales, produjo experiencias religiosas falsas y fue iniciado por un líder espiritual de mala reputación. Estos factores ponen su legitimidad en tela de juicio.

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