Dialéctica de la ilustración

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DIALÉCTICA

DE

LA

ILUSTRACIÓN

la criatura, en el extremo opuesto de la libertad, aparece irresistible la libertad como la vocación contrariada de la materia. Contra ello se dirige la idiosinsrasia que el antisemitismo aduce como pretexto. La energía psíquica movilizada por el antisemitismo político es esta misma idiosincrasia racionalizada. Todos los pretextos en los que se entienden jefes y seguidores sirven para ceder a la seducción mimética sin violar abiertamente el principio de realidad, salvando, por así decirlo, la decencia. No pueden soportar al judío, y sin embargo lo imitan continuamente. No hay antisemita que no lleve en la sangre la tendencia a imitar lo que para él es «judío». Por lo demás, se trata siempre de cifras miméticas: el movimiento de la mano que acompaña a la argumentación; el tono cantarino de la voz, que, independientemente del sentido del juicio, dibuja una imagen movida de la cosa y del sentimiento; la nariz, el principium individuationis fisionómico, casi una sigla que imprime en la cara del individuo su carácter particular. En las ambiguas tendencias del olfato sobrevive la antigua nostalgia de lo bajo, de la unión inmediata con la naturaleza externa, con la tierra y el fango. Entre todos los sentidos, el olfato, que es atraído sin objetivar, es el que testimonia con la mayor evidencia el impulso a perderse en lo otro y asimilarse a ello. Por eso el olor, como percepción y como percibido —-que se hacen uno en el acto de oler—, es más expresión que los otros sentidos. En el mirar se sigue siendo quien se es; en el oler el sujeto se pierde. Así, para la civilización el olor es una vergüenza, un estigma de clases sociales bajas, de razas inferiores y animales innobles. Entregarse a este placer es lícito, para el civilizado, sólo si la prohibición es suspendida mediante un razonamiento al servicio de fines real o aparentemente prácticos. Se puede consentir el impulso prohibido sólo si no hay duda alguna de que ello ocurre para destruirlo. Es el fenómeno de la burla y la broma. Es la parodia miserable del cumplimiento, de la plenitud. En cuanto actitud despreciada y despreciativa de sí misma, la función mimética es saboreada malignamente. Quien busca olores, «malos» olores, para eliminarlos, puede imitar a sus anchas el acto de olfatear, que tiene en el olor su placer no racionalizado. En la medida en que el civilizado neutraliza el impulso prohibido identificándose de forma incondicional con la instancia que lo prohibe, ese impulso es admitido. Si sobrepasa el límite, estalla la risa. Tal es el esquema de la reacción antisemita. Los antisemitas se reúnen para celebrar el momento de la exención autoritaria de la prohibición; sólo ese momento los constituye en colectivo, sólo él instaura la comunidad racial. Su clamor es la carcajada organizada. Cuanto más tremendas son las acusaciones y las amenazas, cuanto mayor es la cólera, tanto más efi228


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