Markus Zusak
La ladrona de libros
—¿Qué tal ha ido por ahí? —preguntó alguien. Hans tenía los pulmones llenos de cielo. Horas más tarde, después de ducharse, comer y vomitar, intentó escribir una detallada carta a casa. No lograba controlar las manos, por lo que tuvo que abreviarla. Si encontraba las fuerzas para hacerlo, el resto se lo contaría de viva voz cuando volviera a casa, si es que volvía. «A mis queridas Rosa y Liesel», empezó. Tardó varios minutos en escribir esas seis palabras.
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