Nunca renuncies a tus suenos

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incomprensibles. Aceptó a personas dignas de total rechazo. Uno de los ladrones que se hallaba a su lado se sorprendió al oír esa frase. El dolor había suspendido su raciocinio, sus ojos estaban turbios, se ahogaba. Pero al oír la exclamación de Jesús tuvo un acceso de lucidez. Abrió los ojos. Volvió la cara y, tras el cuerpo delgado y torturado de Jesús, vio a una persona fascinante. Poco después, sin ya apenas fuerzas, el criminal le pidió: «Cuando estés en tu reino, acuérdate de mí». Los gestos de Jesús lo hicieron soñar con un reino más allá de los límites del tiempo, un reino benévolo que trascendía la muerte. ¿Qué clase de hombre era ese que, aun torturado, era


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