Cuento El gigante egoísta

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TALLER DE COMPRENSIÓN LECTORA

ÁREA DE LENGUAJE DOCENTE: AMPARO DUSSÁN GRADO SEXTO


COMPRENSIÓN DE LECTURA:

EL GIGANTE EGOÍSTA AUTOR: OSCAR WILDE

PROPÓSITOS DE LA CLASE: •

Fomentar la cultura de la lectura como un hábito de vida que redundará en nuestra expresión, redacción, ortografía y fluidez verbal.

Disfrutar de uno de los cuentos del gran escritor, Oscar Wilde.

ÓSCAR WILDE Oscar Wilde, fue un escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés. Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres, además, fue una celebridad de la época debido a su gran ingenio. Nacimiento: 16 de octubre de 1854, Dublín, Irlanda Fallecimiento: 30 de noviembre de 1900, París, Francia


EL GIGANTE EGOÍSTA Cada tarde al salir de la escuela, los niños se metían a jugar en el jardín del Gigante que estaba ausente. Era un vasto y bello jardín tapizado de hierba verde y suave. Aquí y allá, entre el césped, crecían flores brillantes como estrellas y había doce albaricoques que durante la Primavera florecían con delicadas flores rosa nácar y en el Otoño se cargaban de ricos frutos. Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan dulcemente, que los niños suspendían sus juegos para oírlos.


-¡Aquí somos dichosos!- se gritaban unos a otros. Pero un día el Gigante volvió. Había ido a visitar a su amigo el Ogro de Cornualles y había permanecido con él siete años. Después de tanto tiempo ya se había dicho todo lo que se tenían que decir, porque su conversación era limitada y el Gigante quiso volver a su mansión. Apenas llegó, vio a los niños jugando en el jardín. -¿Qué hacen aquí? Rugió con voz áspera. Los niños huyeron corriendo aterrorizados


- Mi jardín es mío- gruñó el Gigante-; todo el mundo debe entender eso y no permitiré que nadie juegue aquí. De hecho levantó un muro altísimo y puso en la puerta un letrero que decía: “SE PROHÍBE LA ENTRADA BAJO PENAS LEGALES DE CASTIGO”. Era un Gigante ciertamente egoísta… Los pobres niños ya no tenían donde jugar. Trataron de jugar en la carretera era polvorienta, estaba sembrada de peñascos y no les gustó. Con frecuencia rondaban alrededor del muro del jardín del Gigante y hablaban de lo que había detrás.


- ¡Tan bien que solíamos pasarlo ahí!- se decían unos a otros. Pero cuando llegó la Primavera y toda la comarca se llenó de pájaros y flores, en el jardín del Gigante Egoísta, el Invierno se negó a marcharse. Como no había niños, los pájaros no cantaban y los albaricoques olvidaron florecer. Una vez una flor muy hermosa se asomo entre la hierba, pero apenas vio el cártel, se sintió tan triste a causa de los niños, que volvió a meterse bajo tierra y se durmió de nuevo. Los únicos que allí estaban eran la Nieve y la Escarcha.


-La Primavera se olvidó de este jardín- decían entre risitas-, así que viviremos aquí todo el año. La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió los árboles de plata. Invitaron también al Viento Norte, para que pasara una temporada con ellos. Y vino el Viento Norte. Iba envuelto en pieles y tras rugir por el jardín durante todo el día, derribó las chimeneas con un soplido glacial.


-¡Qué lugar más delicioso!dijo-.Tenemos que pedirle al Granizo que nos venga a visitar. Y el Granizo vino. Todos los días por espacio de tres horas tamborileaba en los tejados del caserón hasta que rompió la mayor parte de las pizarras. Después se ponía a girar alrededor lo más velozmente que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo. -No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar- decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía blanco su frío jardín-, espero que el tiempo cambie pronto.


Pero la Primavera no vino jamás, ni el Verano tampoco. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero el jardín del Gigante no le dio ninguno. -Es demasiado egoísta- dijeron. Así siempre fue, Invierno en el jardín del Gigante y el Viento del Norte, el Granizo, la Escarcha y la Nieve bailaron sin cesar entre los árboles. Una mañana estaba todavía en la cama cuando escuchó una música encantadora que llegaba desde su jardín. Le sonaba tan dulce en los oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad, no era más que un jilguerito que cantaba frente a su Ventana.


Pero hacía tanto que el Gigante no oía cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más melodiosa del mundo. Entonces el Granizo suspendió su danza y el Viento del Norte cesó de rugir y un perfume delicioso entró por entre los postigos abiertos. -Me parece que al fin llegó la Primavera- dijo el Gigante y saltó de la cama para correr a la ventana.


¿Y qué vieron sus ojos?. Un espectáculo maravilloso. A través de una brecha que habían abierto en el muro, habían entrado los niños y se habían subido a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan contentos de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre las cabezas infantiles. Los pájaros volaban cantando entorno de ellos y reían. En realidad era un hermoso espectáculo. Sólo en un rincón reinaba todavía el Invierno. Era el rincón más apartado del jardín y ahí había un niño. Era tan pequeño que no conseguía trepar a las ramas del árbol y daba vueltas alrededor llorando amargamente.


El pobre árbol estaba todavía cubierto de escarcha y nieve y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él. -¡Sube, chico!- decía el árbol y bajaba sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño. El Gigante sintió que se le derretía el corazón. -¡Cuán egoísta he sido!- exclamó-.Ahora sé por qué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre chico al árbol y después derribaré mi torpe muro y desde hoy mi jardín será para siempre el lugar de recreo para los niños. Es verdad había comprendido la torpeza de su egoísmo y lo lamentaba de corazón. Bajó la escalera, abrió sigilosamente la puerta de la fachada y entró en el jardín. A qué decir que apenas los niños lo vieron sintieron tal terror que salieron a escape y el jardín quedó en Invierno. Sólo el más pequeño no escapó porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante.


Entonces el Gigante se le acercó sin hacer ruido, lo tomó dulcemente entre sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas y el pequeño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Los demás niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malvado, regresaron corriendo. Con ellos volvió la Primavera. -Desde ahora el jardín es de ustedes, hijos míos- dijo el Gigante y empuñando una enorme hacha derribó el muro. Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, vieron al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto nunca. Todo el día estuvieron jugando y al anochecer los niños fueron a decir adiós al Gigante.


-Pero, ¿dónde está el más pequeño de ustedes?-preguntó el Gigante-, ¿ese niño que subí al árbol? El Gigante lo quería más que los otros, porque el pequeño lo había besado. -No sabemos- respondieron los niños-, se ha ido. -Díganle que venga mañana- dijo el Gigante. Pero los niños le dijeron que no sabía donde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste. Cada tarde, al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante en su jardín. Sin embargo al más pequeño, ese que el Gigante prefería entre todos, jamás lo volvieron a ver. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.


-¡Cuánto me gustaría verle!- repetía. Pasaron los años y el Gigante envejeció y sus fuerzas flaquearon. Ya no podía jugar; sentado en el enorme sillón, miraba jugar a los niños y gozaba de la vista de su jardín. -Tengo muchas flores hermosasdecía-, pero los niños son las flores más hermosas de todas. Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno pues sabía que el Invierno es simplemente la Primavera dormida y que las flores están descansando. De pronto se restregó los ojos maravillado y miró y miró….. En realidad era maravilloso lo que veía. En el rincón más lejano del jardín, había un árbol totalmente cubierto de flores blancas.


Todas sus ramas eran doradas y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba, de pie, el pequeño a quien había querido tanto. Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de cólera y dijo: ¿Quién se ha atrevido a herirte? Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos y también había huellas de clavos en sus pies. ¿Quién se atrevió a herirte?- gritó el Gigante-. Dímelo, para tomar la espada y darle muerte.


-¡No!- respondió el niño-. Estas son heridas del Amor. -¿Pero quién eres tú?- dijo el Gigante y un extraño temor se apoderó de él y cayó de rodillas ante el pequeño. Entonces el niño sonrió al Gigante y le dijo: -Tú me dejaste jugar una vez en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el mío, que es el Paraíso. Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron muerto al Gigante debajo del árbol, cubierto de flores blancas. FIN


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