CASCARITA Nº 2

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Hacia suroeste buscamos la calle ahora llamada de Justo Muñoz que nos lleva hacia el río; en la parte derecha subsiste el edificio que fue carpintería del “tio Gabriel”: ruidos de sierras y otras máquinas, virutas, olor a pintura y barniz, algún lápiz gordo en l oreja…; y a la izquierda hay un pequeño “casuto” que fue la fragua de “el Cocón”, herrero que se marchó a finales de los años cuarenta. La explanadilla de la fragua –allí herraba las caballerías-marcó el nivel, nunca superado ni igualado, que alcanzó una “yasa” en la primavera del año 36, riada que en Pobar arrastró y causó la muerte a una yunta. Llegados al río, que ahora apenas se percibe entre la maleza, encontramos el lugar donde las mujeres se arrodillaban para lavar en todo tiempo, aprovechando a veces la llegada de la “reprisa”. Por el pequeño vado se pasaba a los huertos de “enfrentelpueblo”. De regreso, en el cruce con la calle Bajera, alguien alude a la cárcel. Y, en efecto, vemos una puerta de arco en una casa muy bien arreglada que, junto a la base de su jamba derecha, conserva parte de lo que pudo en su día ser el rollo o picota, testimonio de la jurisdicción de la Villa de Magaña, lugar donde se haría justicia. Y entonces el autor de estas líneas recuerda algo que Julia Herrero, mi madre, nos decía a Nuri y a mí en alguna ocasión: que allí, a principios del siglo XX, expusieron a vergüenza pública a dos mujeres jóvenes por haber robado un par de gallinas...por hambre. Si cogemos la calle Bajera podremos ver varias casas de interés; la que fue de Luisa y Pablo, ahora de la Fundación, luce placa en recuerdo del Comandante Luis Rodríguez de Córdova, nacido en Soria pero siempre habitante de Magaña, que murió en la guerra en Belchite luchando en el bando Nacional; tuvo calle en Zaragoza junto a la Aljafería y recuerdo cómo mi madre, al pasear por allí, nos evocaba la cualidad de magañés de aquel señor. La casa que fue de la tia Sebastiana y el tio Torongón perteneció en su día a Celestino Córdova (otro Córdova) y una que hay debajo, cercana,, fue sede de antiguas escuelas. (Estas informaciones me las dio en el “Recorrido” Alfonso Heras. Ascenderemos hasta la casa del cura, ahora de Arsenio y Angelines. Era, en efecto, propiedad de la iglesia y allí vivía el cura acompañado de la familia del “tio Zacarías” y “la tia Delfina”. Zacarías ejercía allí el oficio de barbero –y también peluquero- . Mirando atrás dejamos la casa que hicieron “el Juan y la Paca” en la que ubicaron la fragua nueva, sustituta de otra de la que hablaremos después; casa en la que vivieron Ángel y Faustina cuando se responsabilizaron del teléfono, además de la electricidad. Continuando hacia la carrera la casa de la familia Delso que fue algún tiempo panadería de las familias del Castillo y Andrés . La “carrera” era lugar donde tomar el sol, pasear, montar la hoguera de San Antón; también era el camino de la ermita y del camposanto. Procesiones y entierros quedan grabados en nuestra memoria. Retrocediendo encontramos la iglesia –el “centro” de la vida del pueblo- con su atrio, lugar de juegos diversos: la pita, la garza, las gallaras o gállaras, , la tanguilla, la piola y el correcalles, pasar los estribos, etc. Y también punto de reunión de la cabrada cuando ”el Lauterio” -o sucesores- tocaba el cuerno de aviso por la mañana. Saliendo del atrio hacia la calleja hay una plazuela con el empedrado reconstruido del juego de rayas; allí se herraban las caballerías. El edificio principal muestra una placa en recuerdo de Buenaventura Herrero, quien, en 1931 sufragó su construcción como casa consistorial, vivienda del secretario y, en el bajo, la “casa concejo”, lugar de encuentro, juegos y bailes, vivitoques, etc. También sirvió de calabozo ocasional. De la plazuela hacia el rincón se hallaba la casa del sastre y la fragua de Miguel Gómez –“el tio Cigones”-, más tarde del Juan. La calleja fue escenario de pasos de procesiones -con caída milagrosa del badajo de una de las campanas sin daño para las personas – y el espectáculo de ver desmontar y bajar la campana pequeña para que la llevasen a fundir: sogas, bardal de leña y voces de los hombres ante el asombro de todos. Esta es la campana pequeña, la que perdió el badajo en pleno volteo durante la procesión del Encuentro del domingo de Resurrección sin que nadie resultase dañado. Barrio de arriba desde la carrera Cerca de treinta personas recorrimos, con ánimo de aprender, las calles de Magaña. Y algo aprendimos . El juego de pelota era entonces de tierra y quedaba delimitado por sendas filas

de piedras finas en los laterales y en la “falta” de saque. Era el lugar de recreo natural de los escolares, de juegos diversos, del “rodillo”, de bailes en las fiestas, de parada de muchos vendedores, etc. Así hemos vuelto a la pl. de B. Herrero. La plazoleta albergaba en fiestas el puesto de “el Piturro”, señor que, procedente de Fuentes de Magaña, amenizaba con el tiro de carabina y la venta de todo tipo de chucherías y entretenimientos a niños y mayores de la Magaña en fiestas. 2


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