CARTAS A ANTONIO MUÑOZ MOLINA

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IES SANTÍSIMA TRINIDAD BAEZA CURSO 17/18

EXPOSICIÓN BIOGRÁFICA.

ANTONIO MUÑOZ MOLINA DE ÚBEDA A MÁGINA, LA FORJA DE UN ESCRITOR


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SELECCIÓN DE BIOGRÁFICA:

TRABAJOS

SOBRE

LA

EXPOSICICION

ANTONIO MUÑOZ MOLINA DE ÚBEDA A MÁGINA, LA FORJA DE UN ESCRITOR

Textos elaborados por el alumnado de 2º de Bachillerato B-C en la materia de Educación para la Ciudadanía


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Título del panel: Los trabajos y los días Texto principal: «Mi padre había comprado con mucho esfuerzo y mucha ilusión aquella huerta que era su vida, y que podía ser también la mía cuando yo fuera haciéndome mayor. Era una huerta con buena tierra y mucha agua, y cada día sacábamos de ella una gran carga de hortaliza que luego mi padre vendía en el mercado […]. Mi padre había conocido de niño el hambre de la posguerra: la huerta era para él una garantía de que si trabajábamos mucho no nos faltaría de nada.» Referencias de citas: Querido Luis. Suplemento Semanal de El País (3 de abril de 2016)

CARTAS A UN ESCRITOR Baeza 22 de Febrero de 2018 Estimado Antonio Muñoz Molina ¡No entiendo cómo podías vivir en aquellos tiempos sin móvil!. Sería porque en aquella época habría que cubrir otras necesidades más básicas que la de comprarse un móvil, por ejemplo como vestir y comer (aunque hoy en día el móvil se ha convertido, sobre todo para los jóvenes, en un producto de primera necesidad). Por otro lado, me ha llamado mucho la atención las historias que narras en tu libro, porque muchas de estas historias han sido vividas por nuestros padres y en mayor medida por nuestros abuelos. Muchas veces mi abuelo me cuenta las fatigas que vivió él de pequeño y ahora se enorgullece de que yo no esté pasando por las circunstancias de aquella época, por las que él sí que pasó. Hoy en día casi todo lo de la época de nuestros antepasados se ha perdido, como la matanza en las casas, las casas pintadas a cal y empedradas, cuadras en las mismas casas para meter al ganado...


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Unas de las historias más enternecedoras y que más me ha gustado ha sido cuando el padre llevó a su hijo a ver unas tierras que había comprado y que tanto trabajo le había conseguido adquirir y nunca su hijo lo había visto tan contento. Me ha gustado porque yo soy de una familia del campo y sé lo contento que se pone un padre diciendo que ha comprado un pedazo de tierra. Aunque esto ocurre en general, siempre que adquieres algo que te ha costado mucho trabajo conseguir. También menciona que desde su mirador contemplaba el monte de Aznaitín, de cuyas laderas colgaban caseríos blancos y por la noche las luces parecían las velas de la inglesa. Esta descripción que ha hecho me encanta, ya que desde el mirador de mi pueblo se ve exactamente esa misma descripción y es más bonito contemplarlo un día de verano por la noche, ya que se ve el Azanitin en la oscuridad como si fuera una sombra y los pueblos como si fuera luciérnagas. Nuestros abuelos y padres nos recuerdan que la vida de antes era mucho más sana que la de ahora por varios motivos: todo lo que ellos comían sabían de donde salía (huertas, matanzas, crianza de conejos, gallinas...) y su infancia era más sana ya que estaban jugando desde bien temprano y hoy en día solamente estamos enganchados a la play, a los móviles... cada vez desde edades más tempranas. Atentamente, Manuel

Al célebre Muñoz Molina: Pues sí, aunque parezca raro en los tiempos que corren y en esta sociedad, a algunos jóvenes, como a mí y a tantos de mis compañeros, aun nos interesa la lectura y aún más la lectura de un escritor tan cercano como usted para nosotros; cercano ya que muchos de sus escritos describen a la perfección cómo era la vida hace algunas décadas en La Loma… esto ha sido principalmente lo que ha despertado el interés entre nosotros y lo que ha provocado una especie de ansia por conocer más sobre usted.


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El inicio de esta historia se encuentra en la exposición que recibimos de la Fundación “Huerta de San Antonio” y que lleva por título “Cartas a Muñoz Molina” y gracias a algunos de los paneles colocados en nuestro centro, el I.E.S Santísima Trinidad, pudimos leer fragmentos de sus escritos, conocer ciertos datos de su biografía, … y si a esto sumamos una recopilación de fragmentos que nuestros profesores nos proporcionaron, ya se explicará que la tierra de la lectura estaba bien abonada. Personalmente, tras haber leído algunos de sus fragmentos y los paneles que le comentaba anteriormente, he de decirle que multitud de historietas contadas por mi abuelo hace ya algunos años, al lado de la lumbre en una fría tarde de invierno a mí, a mi hermano y a todos mis primos, han invadido mi mente. Aquella tarde, mi abuelo (que ponía toda su ilusión), nos contaba innumerables recuerdos de su infancia y juventud… fueron tantos que aún siendo joven y teniendo una buena memoria, es imposible que los recuerde todos. Sin embargo, al haber leído sus fragmentos y los paneles, los he recordado y en especial dos de ellos: “La recolecta de aceituna”: nos contó que nada era como ahora, que antes, todo el trabajo era manual, sin nada de maquinaria y que la única ayuda que tenían, eran las bestias. Nos contaba también el frio que hacía y la escarcha que se creaba en el suelo y en los olivos durante la noche. “El corto paso por la escuela”: era aquel lugar al que todos los niños llevaban un pizarrín que les cabía en el bolsillo, en el que escribían letras con una tiza atad a éste. Nos contó también que únicamente tenía dos conjuntos de ropa con los que ir a clase, y que cuando uno se ensuciaba, utilizaba el otro. Recuerdo que se rio diciéndome que no sabría qué hubiese sido de mí por entonces… Y por todo esto, quiero darle las gracias por haber escrito estos textos y fragmentos gracias a los que he podido recordar aquella tarde tan memorable con mi abuelo. Que su mente siga creando textos tan mágicos,

Gema.


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Baeza, a 21 de febrero del 2018 Querido Antonio Muñoz Molina: Después de haber leído algunos de sus libros, entre ellos

¨El jinete

polaco¨ tengo que decir que lo que más me ha llamado la atención, es un fragmento de este libro en el que encuentro una gran relación con la infancia de mis padres. En él, habla de su infancia, contaba que con ocho o nueve años de edad montaba a caballo, agarrado de su padre, por órdenes expresas de su padre para evitar que se usted se cayera. Para trabajar estos fragmentos tan interesantes y amenos de su libro, tuve que sentarme a hablar con alguien que cuenta con la misma edad que usted y que en mi vida, es una persona de gran relevancia: mi padre. Criado en la provincia de Jaén, la infancia de ambos, tiene muchas cosas en común. Él también montaba a caballo, agarrado de la espalda de su padre, pero, a diferencia de como usted cuenta en esta parte, mi padre no se agarraba por obligación, sino por miedo. Es una anécdota sin importancia pero me apetecía señalarla porque me resultó muy divertida. Algo que también guarda similitud es que mi padre, muy unido a su abuela, prácticamente pasaba los días en casa de esta. Para él, los abuelos, siempre han contado mucho y por eso cuando no los voy a ver, aunque sea por razones justificadas (estudio, trabajo...) me da una pequeña ¨regañina¨ Las albercas, que también aparecen en el texto, es lo que mi padre menciona siempre como el ¨antecedente ¨ de las piscinas que es más fácil ver en una casa hoy en día. En definitiva, quise coger este fragmento porque tanto mi padre como yo, le encontramos mucho parecido con los recuerdos que él tiene de sus primeros años de vida, esos tan importantes que te llevan a formar tu carácter, pasiones... y, además, porque un texto así te hace apreciar las diferencias que hay entre una época y otra. Aunque solo hayan pasado 50 años. El líneas generales, tengo que destacar que todo lo que he leído escrito por usted, tiene un estilo brillante y está muy bien redactado. Un lenguaje


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sencillo y cercano y ahí reside su verdadero arte. En hacer sentir a las personas que están siendo partícipes de la historia que está contando. A parte, esta obra en concreto, proporciona sentimientos de nostalgia que evocan al pasado, al mundo de nuestros progenitores. Para concluir esta carta que he escrito con gusto, tengo que darle mi enhorabuena por su trabajo y las gracias, por desempeñarlo tan ejemplarmente. Manoli


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Título del panel: Recuerdos de mi infancia, al calor del hogar Texto principal: «Yo nací en la buhardilla que mis padres alquilaron al casarse. La llamaban “el cuarto de la viga”» «Me gustaban mucho los tebeos, los libros, las películas, los seriales de la radio y los programas de discos dedicados» «Las canciones de la radio y los villancicos de las mujeres de mi familia fueron las emociones musicales más intensas de mi infancia». Destacado Título: Así lo conté en El jinete polaco Texto: «Hacía tanto frío en el cuarto de la viga y tú eras tan poca cosa que pensábamos que te nos ibas a morir. Tu madre, la pobre, ya sabes como es, te veía tan chico y se echaba a llorar. Me parece que te estoy viendo cuando te lavó la comadrona, a la luz de una vela. Hacía tanto viento que se habían caído los postes de la electricidad»

Título: Mi primera escuela Texto: «Aprendí a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. Nos sentábamos en pequeñas sillas de anea que habíamos traído de nuestras casas y escribíamos en pizarras individuales con marcos de madera, con pizarrines de tiza blanca que se partían si uno apretaba demasiado» Referencias de citas: Autorretrato. http/www.antoniomuñozmolina.es El jinete polaco. Pág. 381.


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Carta a Don Antonio Muñoz Molina Estimado Don Antonio Muñoz Molina: he leído su libro” El jinete polaco” y me ha parecido una magnífica historia en la que cuenta la realidad de esa época hasta hace unos pocos años. Un fragmento que recuerdo trata de su vuelta al pueblo donde se crió y como recordaba usted su infancia. Decirle que yo me siento totalmente identificada con sus palabras, ya que vivo en un pueblo muy pequeño en el que las costumbres y los barrios poco cambian, solo se aprecia el paso de los años de las personas que aquí viven. Como bien dice usted: “la viuda de Bartolomé, que era en mi infancia una mujer opulenta y con la cara cremosa de pinturas y ahora está ciega y paralitica” se puede apreciar que el dinero y el estatus social no hace que los años se paralicen, sino que todo el mundo muere por muy rico que sea. Los tiempos han cambiado y eso se ve sobre todo en los juegos y en la forma de comportarse de niños, jóvenes y mayores. Antiguamente y hasta hace relativamente pocos años en los pueblos, los niños jugaban en las calles hasta el anochecer, todos se divertían en la plaza del pueblo jugando a la rayuela, la comba, el escondite, las guerrillas… mientras los padres trabajaban en el campo y las madres preparaban la casa para su marido y sus hijos. Y los ancianos tomando el fresco en la puerta de la calle con su silla de esparto, hablando entre todos y contando los chismes del vecino. Parece que el tiempo no pasaba, todo estaba igual, hasta que un día te das cuenta de que no, que todo ha cambiado, que aquel barrio en el que te criaste casi ha desaparecido, y eso ocurre cuando echas en falta a muchas de las personas que vivían en él. Me siento afortunada de haber nacido en un pueblo como este, de haber tenido una infancia sana y fuera de la tecnología que hoy en día nos rodea y aunque se sigan celebrando las mimas fiestas tradicionales, nada volverá a ser igual. Me identifico con usted cuando dice que de pequeño escuchaba a sus mayores hablar, porque yo también me quedaba muy atenta escuchando e intentando entender todo sin que se me escapara ningún detalle. Muchos niños de hoy en día se preguntan cómo podíamos vivir sin un móvil, Tablet, ordenador….pero lo que ellos no saben es que nosotros éramos mucho más felices antes, con unas cuantas cosas teníamos para jugar durante semanas. A mi personalmente me da pavor pensar en lo que nos hemos convertido, somos esclavos de esta sociedad consumista en la que cada día necesitamos un nuevo juguete tecnológico para sentirnos bien, en la que nos sentimos desprotegidos por salir a la calle sin móvil porque


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creemos que el mundo se acaba y no sabemos la cantidad de cosas que estamos perdiendo por tener nuestros ojos fijos en una pantalla. Pero esto no solo les ocurre a los niños y los jóvenes, sino que las personas más mayores también tienen una grave adicción a las tecnologías. Soy consciente de que no podemos vivir estancados en el pasado y debemos evolucionar, pero no a este precio. Deberíamos educar a los niños de un modo diferente del son educados ahora, porque es evidente que algo está fallando, deberíamos de inculcarles que las tecnologías son una ayuda para hacernos la vida un poco más fácil, pero no hacernos sus esclavos, que podemos no tenerlas y poder seguir viviendo con toda normalidad. También deberíamos enseñarles los valores morales que existían antes y que ahora se han esfumado como si de magia se tratara, el respeto, la solidaridad, la compresión… pero ahora solo hay rencor, envidia y el poder de sentirse superior a las demás personas si tienes un poder adquisitivo más alto. Para terminar me gustaría decirle que su texto me ha hecho reflexionar y me siento orgullosa de decirle que somos afortunados por haber crecido en un pueblo, y vivir una infancia sana, libre y plena llena de felicidad.

María Elena Casado Rus 2º Bach B Querido Antonio Muñoz Molina: Después de leer El jinete polaco, recuerdo muchas anécdotas que me contaban mis abuelos sobre la forma de vida que tenían ellos y sobre sus costumbres. Como bien dice en algún fragmento, recuerda a las mujeres con calcetines de lana abrigados, con sus zapatillas de paño y vestidas de negro. Mi bisabuela la recuerdan, mi madre y mi abuelo, con vestimentas oscuras. Recuerdan también, que cuando moría alguien, se ponían un velo en la cabeza negro y que los velatorios eran en las casas. También un velo negro para ir a misa y el pelo recogido con un moño. No existían los tintes para teñir el pelo. El pelo sería de su color propio hasta volverse blanco. Se dedicaban a coser, bordar, hacían bolillos y ganchillo. También bordaban sus propias dotes. Y así, era la vida de mi bisabuela.


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Tenían que ir a los lavaderos públicos a lavar y a las fuentes a por agua. Otra gente tenía la suerte de tener pozos en sus casas. Recuerdan también los braseros de ascuas y como usted menciona, sacar el brasero a la calle para que prendiera antes. Las calles eran empedradas. Morían muchos niños chicos en aquellos tiempos, por ejemplo, a causa del sarampión. A las niñas las enseñaban a coser y bordar. Algunos iban al colegio y otros era analfabetos y los que iban al colegio, iban poco tiempo. Cuando los niños se confirmaban, tenían a una madrina para seis o siete niños. Las bodas y comuniones se celebraban en las casas. Las noches eran frías y con niebla. Las calles solas. Cuando hacía buen tiempo, las mujeres se salían con sus sillas a la puerta de la calle a conversar con las vecinas. Las luces eran candiles de aceite o de gas. No había lavadora, así que lavaban en acequias o en lavadoras. Guisaban en lumbres de palos. Todas las comidas eran caseras: galletas, dulces… Cuando mi bisabuelo llegaba a casa, ataba a las bestias en las rejas de las ventanas o en la fachada, en la que había una anilla de hierro de tamaño mediano y ahí se ataban. Después los llevaban a las cuadras. Actualmente, hay algunas casas que todavía conservan esas anillas. Mi abuelo se ha emocionado al recordar a sus padres haciendo éstas simples labores, las de la vida cotidiana en esos tiempos. Recuerdan ser muy pequeños y ver a sus padres tal y como estaban, contándome su vida, como si pudieran verlos. En las casas criaban conejos, cerdos para la matanza para el tiempo de la aceituna, cabras para la leche, gallinas para huevos… También sembraban huertas. Había gente que vivía en casa de vecinos y compartía la cocina y el retrete. Al retrete lo llamaban un ¨pozo ciego¨. No había cuartos de baño. Las casas también tenían el portal empedrado y era ahí donde sacaban el brasero al aire. Con la ayuda de la lectura del libro, mis abuelos y yo hemos podido rememorar muchos momentos de sus vidas que hacía tiempo que no las recordaban y me han contado muchas cosas sobre ellos.


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Gracias por escribir estos textos tan bonitos. Muchas gracias de corazón, de mi parte y de la suya. Un saludo. Ana Garzón Cruz.

Estimado Antonio Muñoz Molina. Le escribe un alumno del I.E.S. Santísima Trinidad estuve leyendo unos fragmentos de su obra “El Jinete Polaco”, y uno de ellos me llamó mucho la atención, especialmente por los cambios que pude ver y notar tanto sociales como tecnológicos… Me llamó la atención un pasaje en el que hablaba de mujeres paseando al atardecer con mandiles, zapatillas negras y sus rebecas abrochadas. Sentí curiosidad de ver cómo estas señoras paseaban con el delantal puesto, y aún más fuera de casa. Hoy en día sería imposible ver a una mujer con un delantal colocado paseando, y todo por cómo la sociedad y las tendencias se han modificado. Tendencias provenientes de otros países, en la actualidad puedes ver a chicas de 3º de E.S.O maquilladas, algo que antes sería un disparate. Es cierto y me alegro de todos los derechos que la mujer ha conseguido. Me gustaría saber si el perder esa costumbre para usted supone un progreso por parte de la mujer o no. Y por qué. Me llamó la atención mucho el “truco” de sacar las ascuas al quicio, es algo que nunca había visto ni escuchado. Y supongo que se debe a todos estos avances (mi madre dice que donde se ponga un brasero de ascuas y la calor que este desprende, que se quite lo demás). Me gustaría saber si le gustaría volver a vivir lo ya vivido o por el contrario haber nacido en el siglo XXI y tener todas estas “ventajas”. ¿Piensa que hoy en día las cosas son más fáciles por todos los avances o más difíciles por todas las actividades de ocio creadas? Reciba un cordial saludo, de parte de Jose Carlos Sánchez Gutiérrez.


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Título del panel: La mili en el País Vasco Texto principal: «[...] había llegado octubre de 1979, yo era tan plenamente adulto como mis tíos cuando me contaban sus aventuras cuartelarias y estaba a punto de irme a la mili, y no a cualquier parte, sino al País Vasco, a Vitoria, al Centro de Instrucción de Reclutas número once, asaltado unos meses antes por un comando de etarras.» «Casi diariamente explotaban bombas y morían asesinados oficiales del ejército, policías y guardias civiles, y se veía siempre un cadáver tirado en la acera en medio de un charco de sangre y mal tapado por una manta gris.» «San Sebastián cobraba de golpe una grisura hostil de ciudad en estado de sitio, una tristeza de domingos militarizados y lluviosos en los que el silencio de una calle podía ser interrumpido por la trepidación cercana de una bomba, por un disparo que fulminaba a alguien sobre una acera y que se confundía de lejos con el petardeo de un tubo de escape.»

Título: Así lo he contado en Ardor guerrero Texto: Referencias: Ardor guerrero, págs. 37, 127 y 200.


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Querido Antonio Muñoz Molina: He estado viendo su exposición en el I.E.S. Santísima Trinidad de Baeza, al igual que en clase hemos leído algunos fragmentos de sus libros y, personalmente, el tema que más me impactó y se quedó en mi memoria fue el de la mili de su época en el País Vasco, ya que de pequeña yo misma estuve viviendo allí, en Irún, con mis padres, y además mi padre es guardia civil. Estuvimos destinados allí un año, si no me equivoco, y aunque yo no recuerdo bien esa época, le pregunté a mi madre. Ella me dijo que vivimos allí cuando la organización E.T.A. comenzaba a llegar a su final, pero también me dijo que, aunque nosotras viviésemos a las afueras del País Vasco (a uno diez kilómetros de Francia) y allí no hubiesen muchos atentados ya que era su vía de escape del país, todas las mañanas tenían que mirar los bajos de los coches, no podían ir de uniforme al trabajo y tenían que cambiarse en el mismo cuartel… Con lo que, aunque yo no era demasiado consciente como para comprender su temor de manera exacta, mi madre ha podido hacerme llegar ese temor constante cuando salía a la calle, o a que mi padre pudiera no llegar a casa, así que puedo sentirme reflejada en su libro, por su forma exacta de la descripción de la realidad.

Un cordial saludo.

Baeza, 22 de febrero de 2018.

Laura Gallego Moralo.


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Baeza, 22 de Febrero 2018

Estimado Antonio,

A mitad de enero de 2018 en el IES SANTÍSIMA TRINIDAD, nos llevaron varios profesores a una exposición de paneles a cerca de su vida general, experiencias y escritos. Nos llamó la atención a muchos de nosotros el hecho de que haya vivido tantas experiencias como la de tener que ir a la mili, como la gran mayoría de nuestros padres y abuelos. Respecto al caos vivido en la época del ETA, varios de los profesores nos contaron que vivieron esa terrible experiencia y de que los españoles tenían un temor constante por sus vidas sobre todo los que vivían como usted en el País Vasco. Por otro lado, la lectura de los fragmentos del libro “El jinete polaco”, me ha dado que pensar y reflexionar con los profesores el cambio que se ha producido desde hace pocos años hasta el día de hoy. Por ejemplo, cuando nos habla de la importancia de la radio y la curiosidad que suponía aquello en su momento. Hoy pocos de nosotros lo entienden. Ahora, apenas se escucha, a no ser que estemos en el coche, ya que tenemos fácil acceso desde los móviles. Lo tenemos todo tan accesible, tan inmediato que aquello que nos resulta algo más difícil, lo apartamos, nos quejamos y lo dejamos pasar. No estamos dispuestos a hacer nada que suponga algún esfuerzo, tanto físico como mental. Es el precio del desarrollo tecnológico.

Un saludo,

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El IES SANTÍSIMA TRINIDAD en agradecimiento a la Fundación Huerta de San Antonio por su trabajo y su amabilidad en la cesión de la Exposición.


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