Juan Eizaguirre 2.005

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Presentación

En las “Reglas generales” de su Del Cubismo al Clasicismo, publicado por primera vez en el París de 1921, un converso Gino Severini -alejado ya del nerviosismo y las estridencias futuristas-, enumeraba los múltiples síntomas del drama de nuestra época moderna como un conjunto de desviaciones que, arrancando del despego a la tradición, invariablemente condujeron al arte y a los artistas de su propio tiempo al desvarío errático y balbuciente de la Academia de la extravagancia que, su mismo texto, como su obra por aquellas fechas, se empeñaban en reconducir una vez más al diálogo con la savia nutricia de los ancestros y las grandes voces del pasado. En su caso, como para muchos de los artistas que participaron en el retorno al orden de aquellos años, el código para llevar a cabo tal plática fue, infatigablemente, el del número y la medida, con su composición geométrica en la planificiación de lo visible: la restauración de una nueva razón aritmética. Así, uno tras otro, en ese momento nos encontramos como buena parte de la antigua avanzadilla estética se retiraba del campo de batalla de la modernidad radical para planificar sus nuevas estrategias abatidas sobre un mapa; cartografiando o planificando, aquellos viejos vanguardistas lucharán, ahora en retaguardia, por reconstruir el universo según las mismas leyes que lo rigen, proyectando, sobre las ruinas y los escombros de la Europa postbélica, el hipotético orden metropolitano de nuevo cuño del que, ya sin remisión, su habitante primero habrá de ser Madame Malinconia. Latencia del número y lo constructivo que, de igual manera, estructuran desde el fondo las imágenes de Juan Eizaguirre, como aquellas leyes, fijas e inviolables, tan amadas por el italiano, quien aseguraba: Se ha podido reconstruir los templos y las estatuas de los egipcios y de los griegos porque se ha podido descubrir su unidad de medida, el “unísono”, y formular su norma reguladora. Y con los cuadros debe suceder lo mismo. De su larga experiencia profesional como arquitecto parte, qué duda cabe, el aire ordenado y trabado ene la visión de nuestro protagonista hoy: la íntima comprensión del andamiaje tectónico y la planimetría de cada uno de los elementos que él elige como protagonistas de sus pinturas o 1


dibujos, incluso en los menos proclives a ello, como los toldos ondeando al viento y las lonas replegadas, o las sombrillas recogidas, tan característicos todos en su repertorio más conocido. Pero, donde semejante disciplina en su manera de ver se ha puesto de manifiesto con mayor claridad es, sin duda, en la larga serie que Juan Eizaguirre ha dedicado a la escollera de la Zurriola en San Sebastián. Con su alineamiento arbitrario de inmensos cubos de cemento gris -que su pintura, de súbito atenuada en el entusiasmo cromático, recoge con todo su carácter-, en espontánea combinación de rigor geométrico y azar expresivo, el motivo parece haber conquistado al artista de manera casi obsesiva, hasta el punto de imprimir en su quehacer nuevas maneras mucho más analíticas y menos sujetas al orden de la representación que las mantenidas hasta su descubrimiento. Sometiendo las masas y los volúmenes a encuadres forzados –ora comprimidos en un fragmento vertical inusualmente estrecho, ora dotándolos de una narratividad exagerada en su despliegue horizontal-, Juan Eizaguirre explora las combinaciones modulares que le ofrecen las formas del rompeolas artificial hasta despegarse por completo del arranque figurativo de sus intereses. Así, en numerosas ocasiones, el pintor ya sólo parece preocupado por la comprensión de los hexaedros amontonados unos sobre otros en cuanto que ofrecen un punto de partida idóneo para el estudio de líneas y planos en relación con las coordenadas del soporte elegido. 1, 2, 3, 4..., cada vez más aséptica y distanciada de su modelo, la mirada cercana atiende antes al repertorio completo de lo cuantificable que a todo ese otro registro emocional que los elementos básicos de la plástica parecen desatender, pero que, con gran control y equilibrio, el artista vuelve a introducir en escena de mano de su caligrafía –un recurso expresivo más, bien que de los más versátiles- y su leyenda. Todo paisaje surgido de la mano de Juan Eizaguirre explora el misterio de un mundo habitado sin la huella humana del hombre, en dechiriquiana expresión, donde sólo resten los signos herméticos de una nueva melancolía. Ya lo detectó así, con gran claridad, mi colega José Marín Medina al hablar de sus obras: Paisajes sin figuras, paisajes ciudadanos, sólo los pueblos del alma del pintor. De ahí su letanía, su soledad, su simplicidad, su pureza. 2


Efectivamente, sin duda que buena parte de la inquietante belleza que desprenden (profundidad habitada) reside en este punto, en esa soledad desértica que, a quien contempla, expone con toda violencia al encuentro del vacío o su propio estar a solas consigo mismo. Herencia romántica del paisaje y la comprensión de la naturaleza, cuyos espectadores, de espaldas a nuestros propios ojos – caso por excelencia del Monje frente al mar, de C.D. Friedrich-, hacen comprender, de pronto, que la mirada siempre está afuera, y que las voces que habitan el universo son ecos, desplegados hasta el infinito, de la nuestra interior. Y es que, en todas las vertientes que adopte su pintura -tanto en sus playas de iluminación encendida, salpicadas de elementos arquitectónicos y mobiliario urbano que las pautan rítmicamente, como en sus vistas del malecón comentadas, o, incluso, en sus primeros planos de toldos y casetas, en las cuales impera la línea como ordenamiento de planos-, Juan Eizaguirre se muestra consciente de su prioridad a la hora de establecer las coordenadas espaciales para la habitación, antes que dispuesto a mostrarnos el camino de cómo ésta ha de llevarse a cabo. Pero, lo que asombra, como dijera Carlo Carrà, es su voluntad de intentar, mediante un estudio en profundidad de la materia, devolver al cuadro aquella atmósfera ideal que nace únicamente de la sustancia específica de los contornos. Óscar Alonso Molina Madrid, diciembre de 2003

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Las Tres MarĂ­as, Parallel. Ă“leo sobre lienzo. 90 x 70 1985

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Jorge Juan 12. Carbon y acuarela. 35 x 28 1980

Juan Eizaguirre es –ya es un hecho- otro de los cordiales pintores de Madrid, al que ve en esquemas urbanos que podrían relacionarse con los de Esplandiú, o de las geometrías coloreadas, cierto que sin el acompañamiento costumbrista de su antedecesor. Eizaguirre acota un amplio barrio madrleño (Salamanca y aledaños) y lo resume en una serie de fachadas y tiendas características, componiendo una crónica fiel de un Madrid exterior y, por su soledad, lleno de melancolía. Hay que suponer que la reciente exposición “Madrid visto por sus pintores” está estimulando el testimonio y la interpretación de nuestra ciudad por parte de no pocos artistas, entre los que hay que incluir a Eizaguirre, arquitecto y acuarelista, sobrio pintor y expresivo dibujante. La crónica plástica de la Villa lo incorpora con gozo. Y a esperar ese Museo de Madrid que no nos cansaremos de pedir y que, a lo que parece, están a punto de conseguir Ramon Florez y sus ramonianos. A.M. Campoy

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Barandilla. Lรกpiz y acuarela. 35 x 28 1999

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El Molino, Parallel öleo sobre lienzo, 55 x 46

1984

Conversación irrepetible en Donosti Óleo sobre lienzo, 65 x 54 1985

Entre la construcción y el ensueño Edorta Kortadi Olano

Construcción y surrealismo son los dos caminos principales, sin olvidarnos del simple realismo, por los que parece discurrir en este momento la creatividad de este arquitecto-artista. Desde la captación del más puro y limpio realismo, "Koruko Andra Mari. El Puerto" (1968), "Casa de la Parte Vieja. Bajando hacia el, Puerto" (86), y la serie de Dibujos al pastel, "Farola", "Barandilla", "El tolete., "Grua", auténticas crónicas de la realidad cívica, Eizaguirre discurre por poéticas a primera vista tan contradictorias como el Constructivismo y Surrealismo, pero que en la mente y en la plástica de este artista presentan una convivencia de opuestos bien avenida. Eizaguirre asegura amar .entre los primeros a Hockney, Mondrian, Moneo, Bauhaus y los Neorrealistas, y no oculta tampoco sus preferencias por Magritte, Dalí y los Surrealistas en el segundo grupo. 8


Enrique Granados, Barcelona Ă“leo sobre Lienzo, 36 x 28 1984

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Contraventana, Donosti Óleo sobre Tela, 36 x 28 1984

Realismo y Conceptualismo.

Su obra realizada febrilmente a lo largo de 19986 discurre así entre la realidad popular y cotidiana de su quehacer, proyección de casas y arquitectura, ensoñadas y sublimadas y el concepto que de las mismas y de su entorno posee este artista. Obras un tanto "naif", cargadas de un cierto surrealismo son "Llenos y vacíos. Plaza de Guipúzcoa" (1985), una de las más equilibradas de la muestra, "El funicular, La ilusión", obra sutilísima y "El Termómetro del Banco Guipuzcoano" (85). Obras más conceptuales y constructivas son "Iparralde Viento del Norte" (86), "Al principio había mar , playa, monte; después el Naútico, mis padres, yo" (86), "II y III Konstituzio Enparantza. Lo de dentro y lo de fuera" entre las primeras; la serie de "Estructuras", camino bello y fecundo y en el que se hallan algunos de sus mejores aciertos como "El Puerto" y "Fuenterrabia", entre las segundas.

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Zaraut, Dos Elementos Óleo sobre Lienzo, 34 x 26 1997

Eizaguirre, en sus comienzos de artista plástico posee altibajos técnicos en su pintura, pero ésto es lo de menos. Lo importante es su visi6n ensoñada y surreal de la realidad cívica donostiarra, distante y conceptual, pero al mismo tiempo popular , casi infantil e ingenuo. Eizaguirre es un surrealista, de esos pocos que ha producido el País Vasco, aunque pase más meses en Madrid que en la Donostia de sus sueños. Edorta Kortadi Olano

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Estructuras, El Puerto Donosti Ă“leo sobre lienzo 1987

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Kantauri Itsaso Eta Hondartza Ă“leo sobre carton, 90 x 15 1994

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Carpa Aislada Carbón y acuarela, 25 x 30 1994

Referencias espaciales Comenzó buscando las consecuencias de los elementos arquitectónicos sobre los paisajes y se enMaria Aurora Villoria contró con los juegos plásticos de los toldos y las carpas en la playa. Ahora, Juan Eizaguirre se ha enamorado de las orillas y las escolleras. JUAN Eizaguirre es arquitecto y su profesión está de muy diferentes maneras, siempre presente en su obra, una singular abstracción de la realidad que mejor conoce. Ahora presenta en la galería Castilla de Valladolid una colección de pinturas y dibujos de 1993 y 1994 en la que casi siempre aparece el mar, aunque sea como elemento secundario. El pintor nació en Madrid, en 1944, pero sus raíces son vascas y en San Sebastián, ciudad a la que vuelve constantemente, pasó su infancia. Arquitecto desde 1971, ahora es responsable del departamento de identidad corporativa de Repsol.

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Atardecer Puente Kursal รถleo sobre lienzo, 90 x 90 1992

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Itxalak Ă“leo sobre lienzo, 100 x 100 2001

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Caminando hacia el descanso Óleo sobre lienzo, 40 x 60 1995

Las otras playas

Al principio le interesaba mucho cómo el hecho arquitectónico transforma el paisaje y pintaba barandillas, farolas, huecos, ventanas abiertas a la bahía. Son obras de una singular belleza, que nace de la armonía, plasmadas en suaves tonalidades de blancos y grises. Pero, poco a poco, fue abandonando estos cuadros, en los que está más presente que en ninguno su otra vocación de arquitecto, y comenzó a interesarse por las playas de San Sebastián y de Hendaya. Sin embargo, Eizaguirre transmite al espectador otra forma de ver el mar, que ha perdido protagonismo, porque lo que a él le interesa son los juegos plásticos de los toldos sobre la arena. Y los plasma en bloques, aislados, recogidos, en movimiento, dotándolos de una vida propia para reflejar esa otra vida de las playa que cambia con las horas del día, mientras, muy al fondo, aparece el mar.

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Hondaraitz Acrílico sobre Lienzo 150 x 150 1996

Al tiempo, juega con sus colores, con los rayados y con los lisos, con el blanco, el azul y el amarillo. Porque parte el pintor de la realidad, de la que toma apuntes del natural, para pasar luego al óleo pequeño y de allí al de gran formato. También en esta serie hay elementos arquitectónicos, referencias espaciales, "porque renunciar a ello sería como suprimir una parte de mí mismo. No sé si es una virtud o un defecto, pero entiendo que es lo que yo debo hacer". Junto a los óleos sobre lienzo, papel o cartón, cuelga en la sala Castilla dibujos al natural, tintas chinas o realizados con acuarela o pincel fino y también algún pastel.

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Zaraut en Fila Óleo sobre lienzo, 34 x 26 1997

Las Gemelas Hendaya Tinta China sobre papel, 30 x 25 1996

Son toldos aislados, playas e, incluso, algunos árboles muy queridos, que tienen la extraordinaria frescura del apunte al natural. Sus obras son figurativas, porque la realidad está allí, y, sin embargo, resultan abstracciones ya que el artista busca la expresión del elemento por sí mismo, el aislamiento de las cosas de su entorno. Desde los toldos ha pasado a apasionarse por las orillas, a buscar en ellas la diagonal, el juego, esta vez, de las líneas paralelas. Y, como el último paso, por el momento, en su personal camino, han aparecido las rocas y las escolleras. Así se ha encontrado con la plasticidad de los bloques de hormigón en masa mezclados con continuas referencias arquitectónicas.

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Escollera Óleo sobre cartón, 100 x 30 1995

Bloques de Hormigón Óleo sobre cartón, 100 x 30 1995

Le interesa la unión de los elementos, que se ha ordenado en una perfecta obra de ingeniería. Con ellos, al revés que con las orillas que no tienen final porque siempre hay algo detrás de la línea, juega hacia dentro en lugar de hacia fuera porque, una vez más, le interesa el bloque por sí mismo.

Eizaguirre, dice, pinta sólo lo que conoce y, al hacerlo, lo trasforma en una diferente realidad que llega hasta el espectador a través de la perfección del dibujo y del color, para sugerirle lecturas que están más allá de estos juegos de indudable resultado plástico.

Maria Aurora Viloria

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La Escollera Prohibida (ZURRIOLA) Pastel 100 x 120

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Hacia Arriba AcrĂ­lico sobre lienzo, 220 x 160 1197

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Emerge de la noche en la que estoy (1) Pastel 165 x 35 1999

Emerge de la noche en la que estoy (2) Pastel 165 x 35 1999

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ZURIURDIN Óleo sobre lienzo, 40 x 40 1998

Horiurdin Lau Óleo sobre lienzo, 40 x 40 1999

La obra de Eizaguirre está repleta de reminiscencias del País Vasco, tal vez incluso con la melancolía y con la serenidad que sólo un alejado de su tierra puede aplicar a su obra. Los cuadros de Eizaguirre nos devuelven a las costas de San Sebastián con nuevos ojos, nos hacen preguntarnos si realmente hemos estado allí alguna vez o han sido un sueño las distintas visiones de la Concha. Eizaguirre trae a esta muestra un delicado equilibrio de paisajes urbanos declarando su predilección por todo tipo de elementos arquitectónicos: puertas. ventanas. paseos. arcos... Una sabia mezcla, en definitiva, del sabor local y la delicadeza de los recuerdos junto con elegantes y tranquilas percepciones urbanas. Jesús Encinar

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Zuriurdin Ă“leo sobre lienzo, 90 x 90 1996

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Cubos de Hondaraitz Óleo sobre lienzo, 40 x 40 1997

Eizaguirre y la mirada del arquitecto

José Marin Medina

En los paisajes más líricos de Cézanne todo se organiza y se desarrolla a partir de lo que él llamaba su «pequeña sensación», es decir, a partir del abandono al mundo de las sensaciones y sentimientos que le producía la contemplación de la naturaleza. Olvidado entonces de todos sus saberes, pintaba como un místico: en confrontación íntima con el asunto, hasta que su espíritu -algo más que su estilo- se hacía presente sobre el lienzo. Desde esa actitud debe pintar Juan Eizaguirre (Madrid, 1944), cuya presencia espiritual habita sus paisajes, dejándolos para el comtemplador envidiables en su silencio y apartamiento. Paisajes sin figuras, paisajes ciudadanos, sólo los puebla el alma del pintor. De ahí su lejanía, su soledad, su simplicidad, su pureza. Una luz y una paleta de finezas agrisadas colaboran en su expresión poética y psicológica.

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Previo al despegue Óleo sobre lienzo, 90 x 90 1997

De otra parte, los cuadros de Eizaguirre, dedicados esta vez mayoritariamente en su ciudad familiar, San Sebastián, son pintura de arquitecto, pintura que responde a la óptica interior de un arquitecto. El referente arquitectónico está siempre presente, sirve para organizar el cuadro. obliga a ajustar la escala del color general. y ef1 ciertos detalles balaustradas. barqr1dillas, herrajes- arrastra a una minuciosidad dibujística muy -o demasiado- objetiva. A pesar de esto, Eizaguirre no se define como «un arquitecto que pinta'>, sino como un pintor autónomo, que -eso sí- deja ver en sus cuadros la mirada del profesional de la arquitectura que también es. Y es pintor radical, porque por encima de los referentes impone una sensible orquestación cromática, así como la captación de la luz, de la atmósfera. Su paisaje no consiste en la descripción arquitectónica, sino en la interpretación de una naturaleza grandiosa y sentida, en la que toma parte la ciudad con sus construcciones.

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Bat,Bi, Iru,Lau, Bost, Sei, Zazpi,...Real Óleo sobre lienzo, 70 x 50 1997

Palos y Sombras, S’Agaró Acrílico sobre lienzo, 90 x 90 1998

La mirada del arquitecto elige, racionaliza, dibuja y ordena los elementos formales y compositivos. La esfera de los afectados de Eizaguirre se apropia de esos elementos y los expresa en color, imponiendo los azules encalmados, los grises reposantes, las tonalidades frías que señalan la lejanía. Y de la pugna entre mirada y sentimiento se desprende esa tensión simbolista, esa aspiración al infinito, ese platonismo que trasciende la experiencia física e incluye en la pintura una particular constancia de los , misterioso. José Marín Medina

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Ondarreta AcrĂ­lico sobre lienzo, 220 x 180

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Hondartza Óleo sobre lienzo, 65 x 50 1997

ABC de las letras

Todo, en estas obras que presenta Juan Eizaguirre, respira inteligencia sensibilidad y sinceridad artística. Cada uno de estos óleos sobre lienzo y sobre papel es una fiesta para la mirada, una mirada que nos conecta continuamente con admiraciones estética, selecciones de la memoria personal, y que puede remitirnos a situaciones anímicas comunes e individuales inapreciables. Juan Eizaguirre se interesa por algunos elementos que el hombre aporta alas riberas, a las ensenadas, a las playas, con el mar siempre al fondo o el horizonte que comparte con el cielo. Casetas de baño, toldos, bloques de hormigón, sombrillas, tomadas en serie o destacados en su singularidad, y siempre con un equilibrio que resulta emocionante. Carmen Pallarés

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Horiurdin Ă“leo sobre lienzo, 65 x 50 1998

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Toldos de Gelpi Díptico Acrílico sobre lienzo, 50 x 100 2002

Cuando hace unos años presenté otra exposición de Juan Eizaguirre, lo figurativo daba el tono de su producción. En ésta de ahora lo formal y lo metafísico han sustituido a aquel ingenuismo. Ya sean rocas o elementos urbanos -una carpa, un trozo de tela, una escultura-, el análisis se impone, convirtiendo la preocupación formal en juegos con el espacio, donde la perspectiva, el eje o el símbolo adquieren protagonismo. La naturaleza no desaparece por completo, ya que eso sería desvirtuar el sentido profundo de su vocación artística, pero esa presencia se reduce al mínimo: un trozo de mar, de montaña o de playa apenas entrevista en el horizonte. Adivinamos, mediante esa breve presencia, que el autor está en la naturaleza y preocupado por ella, quizá contemplando un paisaje, pero esa impresión inmediata se traduce en una inquietud casi filosófica donde el encuentro con lo conceptual es evidente: el juego con los volúmenes, con los colores, con la perspectiva y la combinación misteriosa entre esos elementos. Hay,desde luego, una preocupación por el misterio de un hombre que se siente vasco: la presencia de Donostia es evidente en toda la muestra, yeso incluso cuando su pupila se fija es esas rocas que se acumulan en la zona costera para proteger los muros de un acantilado o de la desembocadura del Urumea. En esos bloques de hormigón vemos la arena en que se asientan o el mar que los azota, aunque al pintor lo que le preocupa es la investigación sobre la materia inerte: las grietas y su misteriosa formación, el extraño matrimonio entre el color y el volumen, lo que en la materia hay de virtual. Quizá esa preocupación alcanza un nivel paradigmático en esas breves chapas, donde el juego plástico con el color se hace protagonista. La pupila ingenua del niño que hay en este pintor hace su presencia lúdica, juguetona, traviesa. Aquí, una vez más, la mirada profunda del auténtico creador se nos impone por encima de todo y hace que nos inclinemos con reverencia ante un artista de cuerpo entero.

José Luis Abellón Presidente. Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid

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Ondarraitz AcrĂ­lico sobre lienzo, 90 x 140 2002

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Escollera Nº 1 Acrílico y collage sobre madera, 50 x 37 2003

Juan Eizaguirre.

La obra de este vasco trasterrado a Madrid hay que mirarla y admirarla. No hay que leerla. No dice nada. Sólo transmite, como corresponde a un buen artista, una sensación. La del autor frente al modelo. Nosotros, los espectadores, podemos cotejar si nuestra sensación coincide con la suya o no. Si nos aporta algo nuevo, o no. Si merece llevarla a casa o dejarla en la sala de exposiciones. Porque, a la vista está. Eizaguirre no quiere convertirse en el portavoz ni en el interprete de una ciudad. Simplemente aporta su visión personal al acervo común. No da su opinión. De ahí que su pintura llegue al espectador suavemente, sin gritos ni imposiciones. Y se cuela en el interior y se queda ahí. Porque pinta intentando huir de lo fácil, de lo anecdótico, de todo aquello que el tiempo ó la moda arrastran tras de sí. Lo que queda en el recuerdo de un visitante no es tanto un objeto, como una impresión, una idea, un ambiente. Un "aire" que decimos por aquí. Y ahí es donde Juan acierta plenamente, en saber dar con el amiente peculiar, particular. JOSE Mª ARENAZA Catedrático de Bellas Artes

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Horiurdin Óleo sobre lienzo, 45 x 45

Juan Eizaguirre y el mar Leticia Martín Ruiz

Juan Eizaguirre ya es un habitual en la galería Peironcely, desde 1990 sus obras aparecen aquí periódicamente y van mostrando la evolución artística y personal de este artista madrileño. Lo primero que nos llama la atención de estas pinturas es que nos trae en estos primeros fríos otoñales otra vez la luz del verano que ya llevamos a nuestras espaldas y casi sentirnos lejano. El protagonista incuestionable de estos lienzos es el mar. Las playas de Donostia, sus carpas, sombrillas, que dejan la nota de color; pero también las rocas de los espigones, llevadas allí por el hombre, que dan aspecto de paisaje casi lunar, árido y extraño. Cada una de esas figuras parece cobrar vida propia independiente de cualquier significado anterior que nosotros les podamos adjudicar. Es como si hubieran encontrado su verdadero sentido convirtiéndose en formas y en pintura.

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Rojo y azul. Óleo sobre lienzo, 60 x 60 1999

En realidad eso es lo verdaderamente novedoso de estas obras, el tratamiento de algo ya arraigado en el arte como es el mar. El hace que lo dominante sean las formas contundentes y los colores contrastantes. Aunque sepamos perfectamente qué es lo representado, la forma llega a tener tal fuerza que podemos ignorar las figuras y mirarlo casi como si de una pintura abstracta se tratara. Colores planos, extraños puntos de vista, geometrías que parecen sacadas de un libro de dibujo técnico pero que han sido atravesadas por la mano y el pincel de este artista, dándoles otra vida Pinturas realistas pero que aparecen lejos de toda realidad. Parecen vistas a través de un filtro para convertirlas en lo que ahora son: verdad plástica. Ese acto de intelectualización de lo cotidiano es lo que hace de los cuadros de Eizaguirre algo interesante y no un ejemplo más de pintura realista, costumbrista. José Luis Abellán habla de la "mirada profunda del auténtico creador que se nos impone", me gustaría pensar que no es sólo la mirada lo que nos muestra sino que lo que en realidad nos quiere enseñar es una nueva manera de mirar. Leticia Martín Ruiz 36


Cabo de Higuer Ondaraitz Pastel, 180 x 130 2003

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Ondarreta-Ondaraitz, a la Real Loneta a rayas tintadas y acrílico sobre DM Composición de 183 x 220 + 210 x 110 2003

Juan Eizaguirre

Debo confesar que escribo con mucho gusto algunas notas de crítica sobre la personalidad y la excelente calidad de la pintura del artista español JUAN EIZAGUIRRE, para que en las atmósferas, pintadas siempre con sobriedad y elegancia formal, vibren su sensibilidad y su capacidad de síntesis. Su pintura, por algunos aspectos, podemos inscribirla en la corriente metafísica, por el soplo de poesía que advertimos en las sugestivas obras, mas sobretodo por aquella vaga llamada a superar el aspecto natural de la escena, privada de los elementos particulares, mas viva en otra realidad, propia de aquella metafísica. En algunas obras prevalecen, auque los símbolos, códigos y signos, nos induce a considerar la personal abstracción de JUAN EIZAGUIRRE, revelando una notable capacidad de síntesis, y nos implica con su lenguaje poético en sus agradables composiciones, que, por la simplicidad y ligereza del signo y por la presencia de un ritmo constante de líneas y figuras geométricas podríamos hablar de composiciones "abstractasgeométricas".

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Serie color Hendaya AcrĂ­lico, 120 x 30 2003 - 2004

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Esker - Eskuin AcrĂ­lico y cera. Diptico 50 x 30 2004

Esker - Eskuin Irreal Lona impresa y cera. Diptico 50 x 30 2004

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Zuriurdin Bat - HVHVZUZUZ PVC 3 MM impreso y acrílico s/troquel de PCV de 2 mm, 92 x 92 2004

Zuriurdin Bat - HVHVUZUZU PVC 3 MM impreso y acrílico s/troquel de PCV de 2 mm, 92 x 92 2004

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1, 2, 3, 4 Técnica mixta, 35 x 58 2001

Juan Eizaguirre, frente a la montaña de hormigón

Hay en esta exposición dos series de técnicas mixtas bastante reveladoras: los grandes bloques de hormigón de una escollera que protagonizan todos los cuadros de esta individual de Juan Eizaguirre (Madrid. 1944) están pintados sobre unas chapas metálicas y de ellas se escapan algunas líneas, que dan formas a unos planos de color, pintados sobre el amplio espacio que las circunda. Dios no juega a los dados y por tanto, esos bloques que la mano gigante de la grua ha desparramado sobre las aguas necesariamente han caído en un cierto orden, y éste existe por alguna razón. Al prolongar algunos de sus perfiles, construyendo con ellos unas figuras geométricas misteriosas, el artista poetiza el azar y da forma indefinida a lo informe: sabedor de que las razones de Dios, no por más poderosas son, menos incomprensibles, cualquier intento de hallar un orden en lo aleatorio es para él una causa desesperada y, por tanto, una aventura necesaria y digna de interés

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Beltza Pastel, 40 x 45 2004

Hori Pastel, 40 x 45 2004

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Teres贸polis, Brasil Rollerball, 29.7 x 21 2001

1, 2, 3, 4, 5 Acr铆lico sobre lienzo, 125 x 35 2003

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Desde casa de Pili. Pastel, 60 x 106 2000

Resultan oportunas las referencias que Oscar Alonso Molina hace en su texto de presentación al reteour á l'ordre, un reencuentro con lo geometrico - que hace poco lo recordábamos a propósito del muy actual y riguroso arte constructivo que cultivan hoy muchos jóvenes pintores - siempre ha salvado al arte en tiempos de crisis, de agotamiento y de vagabúndeo errático, algo que - nos recuerda el crítico - presintió Giorgio de Chirico "el espiritu de la pintura griega es ante todo un espíritu lineal: se manifiesta más tarde en la pintura italiana del siglo XV y después hace alguna rata aparición en todas las épocas y en los diferentes países. También en estos últimos tiempos podemos observar algunas de sus raras apariciones". Y lo cierto es que Eizaguirre, que era conocido fundamentalmente por sus paisajes (en los que introducía algunos elementos que tendían a repetirse y a crear pautas en la superficie del cuadro), adopta en esta serie dedicada a la escollera de la Zúrriola de San Sebastián algunas actitudes bauausianas. sobre todo frente al color, que se entiende aquí como un ente autónomo -respecto de la forma- y que es estudiado en unas composiciones abstractas y vigorosas que discurren paralelas a ese sobrio dibujo de arquitecto (del azar). Javier Rubio Humblot 45


Dorset, Estructura proyectada Acrílico y técnica mixta sobre lienzo, 120 x120 2003

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Escollera Nº 1 Acrílico sobre lienzo, 50 x 150

Escollera Nº 2 Acrílico sobre lienzo, 50 x 150

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Nacido en Madrid, España, en 1944, es Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Madrid, obteniendo la titulación en la especialidad de Urbanismo el año 1971. Ha ejercido la profesión desde su inicio en 1971, trabajando como responsable de Arquitectura en Butano s.a. y posteriormente en Repsol y RepsolYpf como responsable de la Identidad Corporativa del Grupo. Comienza su actividad profesional como pintor en 1980, realizando exposiciones individuales principalmente en Madrid, pero también en Barcelona, San Sebastián, Manresa, León, Hondarribia, Zamora, Valladolid, y fuera de España, en Paris, Padova, Ferrara, Miami y Nueva York, poseyendo obra suya colecciones particulares y diversas entidades culturales y financieras.

Los textos han sido realizados con ocasión de presentaciones de exposiciones y los articulos, comentarios o críticas han sido publicados en diversos medios de comunicación. Coordinación y Montaje, Triangle Diseño, Juan de la Mata (www.juandelamata.com) y Triangle (triangle@trianglebcn.com) Fotografia, luis Valenciano (lvalenciano@inicia.e5) Papel. Burgo Silk de 150 gr. Impreso en Grafitex, SA. Servicios Digitales Barcelona, Junio de 2004

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