Darynda jones segunda tumba a la izquierda 2

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Segunda tumba a la Izquierda

DARYNDA JONES

—¿Qué dices? Claro que no. —Sacudió la cabeza como si le hubiera preguntado si comía niños para desayunar—. Ya me habían colgado el sambenito de rarita. No tenía la más mínima intención de confirmar sus sospechas. —Joder, Par —repetí. —Dímelo a mí. —Y ¿qué te hace creer que se trataba de un demonio? —Nada, no era un demonio. O, bueno, no creo que fuera un demonio. Era otra cosa. —¿Cómo lo sabes? Retorció las pulseras de cuero que llevaba en una muñeca. —Básicamente porque sé cómo se llamaba. Me quedé de piedra. —¿Podrías repetir eso? —conseguí decir al cabo de unos instantes. —¿Te acuerdas del accidente del que te hablé? Me miró, con el ceño fruncido. —Sí, por supuesto. Pari había muerto en un accidente de tráfico cuando tenía seis años. Gracias a Dios, un diligente sanitario de urgencias consiguió reanimarla. Después de aquello, Pari podía ver las auras, incluidas las de los fallecidos. Con el tiempo aprendió que las auras de tono grisáceo que veía y que no podía atribuir a ningún cuerpo correspondían a las almas de los fallecidos. A un fantasma. —Cuando morí, mi abuelo estaba esperándome. —Lo recuerdo —dije— y menos mal que te devolvió a este mundo. Le debo una cesta de fruta cuando vaya al cielo. Adelantó el cuerpo y me apretó la mano en una rara muestra de aprecio. Un poco embarazoso. —Solo lo había visto una vez —dijo, rodeando el botellín de agua con ambas manos—. Lo único que recordaba de él era que tenía grandes daneses más altos

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