Cuento para reflexionar

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LA ESENCIA DEL MAESTRO

ALVARO UMPIERREZ



En un país no muy remoto, en plena capital, se presentó hace muchos años un chico que provenía de una comarca cerca de las montañas. Aficionado de los deportes de contacto, se le daba muy bien golpear, tanto es así que, había entrado en una federación de su pueblo y tenía muchos deseos de destacar. Al poco tiempo de hacerse miembro se encontró limitado por la inferioridad de sus competidores, pues su talento superaba a cualquiera que enfrentara dentro de su comarca. Necesitaba crecer y expandir sus horizontes. Asesorado por su entrenador, supo que en la capital había muy buenos luchadores y grandes posibilidades de ganar más campeonatos y trofeos, y le aconsejó viajar hasta la gran ciudad para aprender de los mejores y desarrollar al máximo sus talentos. Como era un joven muy ambicioso decidió contactar con una federación mayor y dado su evidente potencial los directivos lo aceptaron. Así pudo conocer rivales mucho más poderosos de lo que estaba acostumbrado. Los enfrentamientos cada vez eran más duros y lejos de su tierra las dificultades para la supervivencia no le permitían mantener un equilibrio adecuado entre entrenamientos, dieta y descanso. Así pues, comenzó a extrañar a su familia, en la cual no había reparado tanto mientras estaba en su ciudad natal. El estrés de la gran ciudad le estaba volviendo cada vez más irritable y sólo por su motivación de llegar a la élite de luchadores se hacía cada día un poco más agresivo en todas sus facetas. Usaba su arte de combate como excusa para liberar todo su estrés y no le importaba ocasionar algún daño si eso le permitía avanzar un poco más. Se tornó más engañoso en el ring y en su vida diaria, no quería perder. Como no podía dedicar tiempo a reflexionar sobre lo que hacía, cualquier


situación que lo desenfocara de su meta triunfadora la desechaba como una pérdida de tiempo. El campeón de la federación, considerando que todos eran de su condición, adoptó el sistema de combate del joven. En el ring ambos sacaban lo mejor de sí, pero el joven cegado por su ambición perdió definitivamente la visión de lo que estaba sucediendo. Según pasaba el tiempo, el joven parecía perder cada vez más del talento prometido, mientras que el campeón aumentaba sus aptitudes. Quienes observaban esa situación, decían que el novato intentaba parecerse al campeón en sus movimientos pero carecía del talento y brillo del experto. Consideraban imposible igualar la técnica del campeón, pues llevaría muchos años dominarlas con tanta precisión y era necio tratar de igualarla, pero lo que los inadvertidos observadores no podían imaginar era que quien imitaba era el campeón. La tranquilidad del experto al enfrentar los combates con las técnicas copiadas al joven propiciaba una aureola de implacabilidad en su presencia, mientras que los miedos del novato por no saber lo que sucedía y los deseos desenfrenados de ganar, hacían que cometiera demasiados errores. Tres años después, el joven aún no había conseguido su tan deseado triunfo y había visto al campeón cambiar su estilo de combate cinco veces más en todo ese tiempo. Una tarde, hablando con uno de sus compañeros del club, el joven confesó su frustración y la poca esperanza que tenía de lograr el sueño que le había traído a la gran ciudad. Su compañero le aleccionó diciéndole que su mayor error había sido tratar de imitar al campeón en su estilo de combate, sabía que él jamás aplicaba formas rígidas de desenvolverse, sino todo lo contrario, adaptables, y que de haber buscado su verdadera forma de luchar quizá ahora no estaría disgustado. El joven ofendido se defendió diciendo que el campeón había


robado su estilo de lucha, y el compañero, incrédulo ante lo que decía, le dijo que se calmase si no quería que pareciese que había perdido el juicio y la razón. El joven decidió enfrentar al campeón para reclamar el derecho de ser reconocido por su estilo y se dirigió a su casa, pero éste le recibió extrañado, parecía no recordarle. El joven, algo intimidado por la presencia del campeón, solicitó pasar para explicarle el motivo de su visita. Una vez sentados en el sofá, el joven dijo algunas palabras que rápidamente fueron comprendidas por el sapiente anfitrión y floreció una cálida sonrisa en él. Le había hecho rememorar dónde le vio por primera vez. Recordó que, en aquellos días, esperaba una nueva inspiración para seguir creciendo y dispuso entonces toda su atención al más mínimo detalle que revelase aquel conocimiento que anhelaba encontrar. Luego le dijo: - Si te matas a ti mismo puedes hacer que el sol se oscurezca, tan brillante es la luz interior que opaca la luz del sol eclipsándolo-. Mientras el campeón recitaba su frase como una mantra armonioso, el joven, dejó caer, una por una, las infinitas flechas hirientes que apuntaban hacia afuera y que no le habían ocasionado otra cosa que dolor. Las palabras pronunciadas sonaron dulces y muy profundas, entendió que el campeón había aprendido de él porque su intención no había sido ganar. Humildemente, el joven le pidió que le instruyera en el arte marcial. Ya no deseaba combatir más. El campeón gustosamente le permitió acceder a las clases que impartía y durante tres años se convirtió en su discípulo. De vuelta a su tierra natal, el joven volvió a encontrarse con su antiguo instructor y éste le preguntó por todos sus logros. El joven sonrió con gratitud al recordar la pregunta que el campeón le había hecho en una de sus clases ``¿Entiendes lo que vienes a ganar?- ´´. Durante un año le llovieron ofertas de torneos, su reputación pasada le perseguía, pero él, ahora, las


rechazaba, y sólo competía por causas que consideraba nobles y justas, como los eventos de caridad, donde contribuía a la mejora de su comunidad. Entendía muy bien que su éxito en los torneos atraía más participación y en consecuencia más beneficio para la causa noble, y, por eso, seguía siendo el mayor acumulador de trofeos de la comarca. Abrió su propia escuela de artes marciales. Al igual que él en sus comienzos, muchos novatos se acercaban para lograr la supremacía en el combate, pero todos terminaban hallando el verdadero secreto del Campeón.


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