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LOTROLADO DELESPEJO LA rAZÓN dE LO fANTÁSTICO
REVISTA DE RELATOS, CUENTOS Y OTRAS HIERBAS
nÚMERO dOS
aNTÓN cHÉJOV óSCAR sIPÁN aLBERTO iNFANTE gIOVANNA rIVERO mUHSIN aL-rAMLI jUAN pARDO vIDAL rOXANA pOPELKA j. j. mUÑOZ rENGEL déborah vukušić fRANCISCO jAVIER iRAZOKI nACHO aBAD
c/ San Vicente Ferrer 34 - 28004 Madrid
RCE (1842-1914)
Diccionario del diablo, aMBROSE bIE
“Espejo, s. Plano vítreo sobre el que aparece un fugaz espectáculo dado para desilusión del hombre.”
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ingredientes al puchero. Tranquilos, sin malos humos, el doctor CHÉJOV nos vigila y por si fuera poco también cata del plato otro doctor, el doctor Alberto Infante, que en Brothers fotografía la realidad de uno inmigrantes en cualquier esquina de nuestro os ha salido un guiso de rechupete. país. Él pega la oreja, suelta un flashazo y ya está: ste número 2 de la revista tiene un relato directo al hígado. Com o el de el aroma de los buenos guisos RoxaNa Popelka que con su estilo y el chop-chop de la cocina de la sencillo y derecho nos recuerda a esos abuela. Los cocinillas de “Al boxeadores con oficio y buen juego de cintura, Otro lado del espejo” nos observamos unos a de esos que llevan más de cien combates. Y aún otros y nos lamemos los dedos (hay confianza) hay más. Para los que gustan de las emociones mientras nos oímos decir: nos ha salido un guiso de fuertes JUAN PARDO VIDAL es capaz de rechupete. subiros la líbido al ritmo de Erik Satie. Y no podía ser de otra manera con Otro ingrediente de peso: Óscar los ingredientes que nos han ofrecido nuestros Sipán cortado en rodajitas, escaldado, sofrito queridos amigos los escritores: CHÉJOV y siempre airoso; en la entrevista, en el ejerce de maestro de ceremonias con Historia cuento que publicamos y en el libro que hemos de un contrabajo, genial. Y luego, Giovanna cocinado a fuego lento: Avisos de derrota, un Rivero, la pimienta de este número 2, que placer. nos ofrece un relato intenso, insaciable, de los Seguimos experimentando con que revuelven el estómago con marejadas que escritores de calidad pero poco conocidos que creíamos perdidas, pero así son las especias… nos ofrecen sus textos y nos lo ponen difícil. que Giovanna Rivero solo tenga Menos mal que la alacena es grande y podemos publicado en España un libro es un vergüenza conservar como tesoros los relatos de nuestros torera que solo Bartleby parece dispuesto a amigos que no nos cogen en este número. cocinar. Paciencia. Los que incluye el nº 2 de “AOLDE” Irazoki trae su aroma cantábrico, pertenecen a escritores maduros, en su punto, ese caldo denso y reposado de la buena cocina que a nosotros, tras probarlos, nos han del norte. “La nota Rota” a través de su relato encantado. Sabicas aporta a nuestro guiso el reposo, la paz Por si nos quedamos con hambre la del tiempo necesario para todo caldero que maravillosa cocinera Déborah Vukušić se precie. También la música, el tono de fondo nos prepara Lengua2 con un relato a la parrilla, que suena en cualquier cocina donde abunde vuelta y vuelta, ahora en gallego ahora en la grasa. Irazoki vuelve de París y trae su castellano, y que sin duda tendrá toques de los recetario. Celebrémoslo, bon apetit. Balcanes. Todo guiso requiere un ingrediente Nuestro menú madura con el tiempo, secreto. J.J. Muñoz Rengel nos ofrece y buena mues tra de ello es nuestro primer ese toque misterioso y profundo que, como especial, un brote tierno que nos ha salido buen cocinero, no incluye en la receta y que desde lo profu ndo del bosque. Cuentos escritos hace que su cuento sea especial, irrepetible. Para por niños de todas las edades e ilustrados por compensarnos luego, en la sección de Teoría del colaboradores a los que nunca estaremos Cuento, J. J. Muñoz Rengel nos descubre suficientement e agradecidos. El resultado, sus mejores trucos. Se muestra generoso y de un menú infan til tierno y espectacular que forma magistral nos descubre los ingredientes se ofrece en una publicación separada, de cómo guisar un cuento de misterio. dulce y entrañable. Cocinado con mucho cariño Y más esencias, esta vez de oriente. por REYES MONJE y compañía. Las mil y una noches ya no tienen el esplendor de Y hay más, añadimos de postre antaño, pero mientras haya historias que contar una nueva expe riencia, un relato gráfico de y un pueblo al que mantener vivo, existirán Esteban Gutiérrez GÓMEZ y narradores como Mushin al-RaMLI. Daniel Orviz, ver para comer, porque Una gota de lluvia, una tormenta de los guisos también entra n por los ojos. arena es lo que añade a nuestro guiso Nacho En fin que lo dicho; los que hacemos Abad. Relato corto, intenso que calla más de “Al otro lado del espejo” estamos más que lo que dice como los caldos con ingredientes satisfechos de este número 2 y lo ofrecemos secretos y un sabor a no sé qué. ilusionados, con nuestras mejores galas, solo Y podemos seguir añadiendo nos queda decir: Que aproveche…
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OJEPSE LED ODAL ORTO La
Año 1. Número 2. Revista multidisciplinar y estacional orientada al cuento y la ilustración. Edita: Asociación Cultural LA VIDA RIMA. Madrid.
(al otro lado están)
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e-mail: revista.alotroladodelespejo@gmail.com Arte y Diseño: Luis Morales José Naveiras Daniel Orviz Equipo lector: Reyes Monje Rosa Naveiras Mª Jesús Silva Asesores literarios: Esteban Gutiérrez Gómez Miguel Ángel Martín Coordinador: Gsús Bonilla Todos los textos y obras publicadas son propiedad de los autores. aL OTRO LADO DEL ESPEJO y LA VIDA RIMA no tienen por qué hacerse responsables de ninguna de las opiniones publicadas, ni identificarse con ellas. aL OTRO LADO DEL ESPEJO y LA VIDA RIMA no se hacen responsables de ninguna suplantación de identidad o autoría de las obras publicadas. Impreso en INFOPRINT (c/ Dos de Mayo, 5 - 28004 - Madrid) Tfno: 915212009 Ilustración de portada: gSÚS bONILLA http://gsusbonilla.blogspot.com
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tEORÍA DEL CUENTO
LA RAZÓN DE LO FANTÁSTICO (por j. j. mUÑOZ rENGEL)
mAESTROS
HISTORIA DE UN CONTRABAJO (aNTÓN cHÉJOV)
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eSTE TIPO ES UN CUENTISTA
(por eSTEBAN gUTIÉRREZ gÓMEZ) óSCAR sIPÁN
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rELATOS
BROTHERS (aLBERTO iNFANTE) PERROS Y SOLDADITOS (gIOVANNA rIVERO) LOS ZAPATOS DE TACÓN (bATANIA) RISUEÑA NOCHE DE BOMBARDEO (mUHSIN aL-rAMLI) LA BOTELLA (aLBERTO gARCÍA sALIDO) ALLEGRO (jUAN pARDO vIDAL) UNA SEÑORA BIEN (rOXANA pOPELKA) TONI (fUSA dÍAZ) EL PESCADOR DE ESPONJAS ( j. j. mUÑOZ rENGEL)
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LENGUA2 (TEXTO A DOS LENGUAS) (déborah vukušić) MUSTAFÁ (CASTELLANO) MUSTAFÁ (GALEGO)
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iMAGOCUENTO (UN RELATO GRÁFICO) (estEban gUTIÉRREZ gómez & dANIEL oRVIZ) LA SIRENA (Cuadernillo a 4 páginas)
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mICROS
COLMILLOS (yOLANDA cALAHORRA) SIN TÍTULO (jAVIER dAS) SABICAS (fRANCISCO jAVIER iRAZOKI) TORMENTA DE ARENA (nACHO aBAD) RETOQUES (mANU sÁNCHEZ) SIN TÍTULO (jARA bEDMAR) SIEMPRE TE ENCONTRÉ (jOSÉ áNGEL bECKETT) PEDIR PERDÓN (bEGOÑA LEONARDO) LA SIESTA (sOLEDAD dAVIA)
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hEMOS LEÍDO (RESEÑAS)
RELATOS DE KOLIMÁ DE vARLAM sHALÁMOV (por mIGUEL áNGEL mARTÍN)
eN RED
ESPACIOS WEB Y BLOGS DEDICADOS AL CUENTO
LOS iLUSIONISTAS
ILUSTRAN ESTE NÚMERO
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Fragmento adaptado del prólogo de Perturbaciones. Antología del relato fantástico español actual (Salto de Página, 2009)
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(teoría del cuento)
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LA rAZÓN
fANTÁSTICO
(Sillón-librería diseño de sTANISLAV kATZ)
El concepto de la realidad en Occidente ha ido cambiando a lo largo de los años, de los siglos, de las edades. Lo cierto es que desde que el señor Descartes tronchara en dos la sustancia existente, dividiéndola en materia extensa y materia pensante, la cosa se ha complicado. Al virus del solipsismo le siguió el del idealismo, y el señor Kant, el señor Fichte, el señor Schelling y el señor Hegel, todos a una, nos dejaron aún más solos con nosotros mismos al recluir toda la realidad dentro de los márgenes de nuestra mente. Ya nos advertía Borges sobre la labor de estos señores 1 . Desde esta perspectiva todo es real. O, según se mire, todo —el libro que sostienen entre sus manos, sus manos, la teoría de la relatividad— es ficción. Pero no se fíen nunca de nadie, y menos de alguien que escribe. Porque mientras en el ámbito de la filosofía el señor Wittgenstein llevaba todo este asunto a su extremo —haciendo corresponder el mundo con el lenguaje—, al mismo tiempo, en literatura, era precisamente Borges quien estaba inoculando un virus de semejantes repercusiones. Sin que podamos saber qué fue antes, el huevo o la gallina. Donde, por razones obvias, el huevo es Borges y Wittgenstein la gallina. Pensemos si no en el relato del argentino «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius». Ese relato, que todos ustedes recordarán, en el que una sociedad secreta de científicos y prohombres se dedica a la elaboración de la historia, la metafísica, la teología, el álgebra, la geometría, la lengua, la geografía, de un planeta inexistente. Y ese planeta ficticio, Tlön, acaba afectando al mundo real, o incluso siendo más real que él.
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ué es la realidad hoy? Es una ambiciosa pregunta, sin duda. Pero de qué otra forma se podría responder a la cuestión de qué es lo fantástico sino comenzando por concretar qué es lo real.
(teoría del cuento) Y es que si hoy entendemos el mundo como el mundo físico y, además, como todo aquello que aparece en nuestra vida —cultura, historia, sociedad—, es decir, si es todo lo que existe para nosotros tal y como lo percibimos, entonces el mundo por supuesto también es ficción. Y también forman parte del mundo los unicornios, las gorgonas, el leviatán, el monstruo del Lago Ness, el golem, el vampiro, los marcianos y demás hombrecillos verdes, la nave Enterprise, la Antorcha Humana, el aleph, el doctor Jekyll, los viajes en el tiempo, la presciencia y la inmortalidad. La realidad hoy, nuestro mundo, más que nunca, es Tlön. Aún así existen diferentes niveles de realidad. Y sólo gracias a que podemos transgredir estos distintos planos de lo real, es posible seguir hablando de literatura fantástica hoy. Lo fantástico literario necesita de la irrupción de un fenómeno sobrenatural en el contexto de un universo real, de forma que transgreda, perturbe y cuestione las leyes naturales. La literatura fantástica es un género en debate con la ciencia de su tiempo, y, a diferencia de los demás géneros, tiene por tema precisamente las anomalías que nuestro paradigma científico de la realidad no puede explicar. Por lo tanto, en este punto, estamos en situación de afirmar que uno de los rasgos esenciales de la literatura fantástica es su interés epistemológico. El relato fantástico muestra, sin duda, una inclinación por sondear los recovecos de la realidad, se siente tentado por descubrir sus fallas y por comprender los mecanismos ocultos de su funcionamiento. No pretende, sin embargo, ofrecer una explicación del mundo, sino que más bien pone a prueba nuestro paradigma de la realidad escudriñando sus anomalías. Es por ello que los motivos de lo fantástico están siempre en los límites últimos del paradigma, indagando en las sombras de lo que no es explicable.
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(teoría del cuento) En otras palabras: la literatura fantástica mantiene un pulso constante con los límites de nuestra idea de realidad. Y todo esto, que nadie se engañe, lo hace desde el propio paradigma. El relato fantástico imita y refleja el paradigma, y lo cuestiona desde dentro, desde sus propios principios. De ahí que —como todo lector del género sabe— el texto fantástico recree pormenorizadamente un contexto real y verosímil. El relato fantástico busca ante todo verosimilitud, construir un escenario lo más parecido posible a nuestra habitual interpretación del mundo, porque sólo en ese universo de leyes naturales podrá cuestionar el alcance y la validez de éstas. El autor fantástico, de hecho, se valdrá también de todos los mecanismos narrativos a su alcance para reforzar incluso la credibilidad de su narrador o de sus personajes. Porque sólo en ese contexto y con esas garantías de autenticidad, sólo ahí, podrá reproducir la sensación de inquietud y fascinación que él mismo siente ante las fisuras de nuestra quebradiza realidad. El escritor fantástico es un francotirador epistemológico. Pero tira desde dentro. Se camufla en el sistema bajo un modelo de apariencia realista, elige su blanco, sólo un blanco, y, entonces, dispara. Ahí está la clave. En el rifle de precisión, en elegir un solo blanco. Al simular una apariencia de normalidad, y al concentrar todo su interés en un único objetivo, en una única anomalía de nuestro paradigma de la realidad, lo fantástico consigue intensificar el efecto deseado: provocar la inquietud en el lector. Pero se trata de una inquietud intelectual, de vértigo cognitivo —y no de terror, como a veces se ha afirmado— o, en términos del señor Kant, se trata de provocar la perplejidad de la razón.
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Si se disparase con ametralladoras o con armas automáticas de repetición, si no se eligiese un único objetivo y se lanzasen ráfagas a una multitud de anomalías del paradigma, entonces no se conseguiría el mismo efecto de vértigo intelectual, y estaríamos hablando de otros géneros emparentados con lo fantástico, como lo son el realismo mágico o la literatura maravillosa. Cuando se elige un único objetivo, cuando el texto hace tema de una sola anomalía de la realidad, se obtiene un singular y distintivo efecto de perplejidad. Por eso no importa si son el protagonista o los personajes los que se sienten asombrados ante la perturbación que introduce el fenómeno fantástico, como exigía Todorov, o si es el lector el que se sorprende ante esta transgresión de la realidad, y ante la propia pasividad de los personajes, como supo ver Susana Reisz. Al escoger un único objetivo, la inquietud y el asombro intelectual están asegurados en la mente del lector. Y será una inquietud de naturaleza distinta a la que suscita el resto de los géneros allegados 2. La clave está ahí. En el único blanco, en la mira telescópica. Por eso Borges tenía tan buen ojo para lo fantástico, a pesar de su estrabismo. 1 «Yo he compilado alguna vez una antología de literatura fantástica —decía Borges—, pero delato la culpable omisión de los insospechados y mayores maestros del género: Parménides, Platón, Juan Escoto Erígena, Alberto Magno, Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley. En efecto, qué son los prodigios de Wells o de Edgar Allan Poe confrontados con la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del tiempo?», en la reseña sobre el libro After Death , de Leslie D. Weatherhead. 2 El doctor Jekyll es el primer sorprendido por su transformación en el señor Hyde, al igual que se sorprenden los demás personajes de la historia que van descubriendo el insólito fenómeno; mientras que en cambio Gregorio Samsa, o sobre todo el resto de su familia, muestra cierta naturalidad ante su respectiva transformación. Por otro lado, ninguno de los Buendía revela asombro ante los prodigios que se van sucediendo a su alrededor, como tampoco lo manifiestan por supuesto los elfos o los hobbits. Y no obstante, la inquietud y la vacilación intelectual que las dos primeras lecturas provocan en sus lectores es distinta a la sensación que promueven las obras del realismo mágico o de la literatura maravillosa, respectivamente. La perplejidad es, entonces, independiente de la conducta de los personajes, porque radica en la concentración, en la forma de focalizar unas anomalías concretas.
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rocedente de la ciudad, el músico Smichkov se dirigía a la casa de campo del príncipe Bibulov, en la que, con motivo de una petición de mano, había de tener lugar una fiesta con música y baile. Sobre su espalda descansaba un enorme contrabajo metido en una funda de cuero. Smichkov caminaba por la orilla del río, que dejaba fluir sus frescas aguas, si no majestuosamente, al menos de un modo suficientemente poético. “¿Y si me bañara?”, pensó. Sin detenerse a considerarlo mucho, se desnudó y sumergió su cuerpo en la fresca corriente. La tarde era espléndida, y el alma poética de Smichkov comenzó a sentirse en consonancia con la armonía que lo rodeaba. ¡Qué dulce sentimiento no invadiría, por tanto, su alma al descubrir (después de dar unas cuantas brazadas hacia un lado) a una linda muchacha que pescaba sentada en la orilla cortada a pico! El músico se sintió de pronto asaltado por un cúmulo de sentimientos diversos... Recuerdos de la niñez... tristezas del pasado... y amor naciente... ¡Dios mío!... ¡Y pensar que ya no se creía capaz de amar!... Habiendo perdido la fe en la humanidad (su amada mujer se había fugado con su amigo el fagot Sobakin), en su pecho había quedado un vacío que lo había convertido en un misántropo. “¿Qué es la vida? -se preguntaba con frecuencia-. ¿Para qué vivimos?... ¡La vida es un mito, un sueño, una prestidigitación...!” Detenido ante la dormida beldad (no era difícil ver que estaba dormida), de pronto e involuntariamente sintió en su pecho algo semejante al amor. Largo rato permaneció ante ella devorándola con los ojos. “¡Basta! -pensó exhalando un profundo suspiro-. ¡Adiós, maravillosa aparición! ¡Llegó la hora de partir para el baile de su excelencia!” Después de contemplarla una vez más, y cuando se disponía a volver nadando, por su cabeza pasó rauda una idea: “He de dejarle algo en recuerdo mío -pensó-. Dejaré algo prendido en su caña de pescar. ¡Será una sorpresa que le envía un desconocido!” Smichkov nadó suavemente hacia la orilla, cortó un gran ramo de flores silvestres y acuáticas y, después de atarlo con un junco, lo enganchó a la caña. El ramo se hundió hasta el fondo, pero arrastró consigo el lindo flotador. El buen sentido, las leyes de la naturaleza y la posición social de mi héroe exigirían que este
cuento acabara en este preciso punto; pero, ¡ay...! El designio del autor es irreductible... Por causas que no dependen de él, el cuento no terminó con la ofrenda del ramo de flores. Pese a la sensatez de su juicio y a la naturaleza de las cosas, el humilde contrabajo estaba llamado a representar un papel importante en la vida de la noble y rica beldad. Al acercarse nadando a la orilla, Smichkov quedó asombrado de no ver sus prendas de vestir. Se las habían robado. Unos malhechores desconocidos lo habían despojado de todo mientras él contemplaba a la beldad, dejándole sólo el contrabajo y la chistera. -¡Maldición! -exclamó Smichkov-. ¡Oh, gentes engendradas por la malicia! ¡No me indigna tanto la pérdida de mi vestimenta, ya que la vestimenta es vanidad, como el verme obligado a ir desnudo, atacando con ello la decencia pública! Y sentándose sobre el estuche del contrabajo se puso a buscar una solución a su terrible situación. “No puedo presentarme desnudo en casa del príncipe Bibulov -pensaba-. ¡Habrá damas! ¡Y, además, los ladrones, al robarme los pantalones, se llevaron al mismo tiempo las partituras que tenía en el bolsillo!” Meditó tan largo rato que llegó a sentir dolor en las sienes. “¡Ah...! -se acordó de pronto-. No lejos de la orilla, entre los arbustos, hay un puentecillo... Puedo meterme debajo de él hasta que anochezca, y cuando sea de noche, en la oscuridad, me deslizaré hasta la primera casa.” Con este pensamiento, Smichkov se caló la chistera, cargó el contrabajo sobre su espalda y se dirigió con paso vacilante hacia los arbustos. Desnudo y con aquel instrumento musical sobre la espalda, recordaba a cierto antiguo y mitológico semidiós. Y ahora, lector mío, mientras mi héroe está sentado bajo el puente lleno de tristeza, volvamos a la joven pescadora. ¿Qué había sido de ésta? Al despertarse la beldad y no ver en el agua su flotador, se apresuró a tirar del sedal. Este se hizo tirante, pero ni el anzuelo ni el flotador salieron a la superficie. Sin duda, el ramo de Smichkov, al llenarse de agua, se había hecho pesado. “O bien he pescado un pez muy grande o el anzuelo se me ha enganchado en algo”, pensó la joven. Tiró unas cuantas veces más de la cuerda y al fin
decidió que el anzuelo se había, efectivamente, enganchado en algo. “¡Qué lástima! -pensó-. ¡Se pesca tan bien al anochecer...! ¿Qué haré?” La extravagante joven, sin pensarlo mucho, se quitó la ligera ropa y sumergió el maravilloso cuerpo en el agua hasta la altura de los marmóreos hombros. No era tarea fácil desprender el anzuelo del ramo enredado en el sedal; pero la paciencia y el trabajo dieron su fruto. Poco más o menos de un cuarto de hora después, la beldad salía resplandeciente del agua, con el anzuelo en la mano. Un destino funesto la acechaba, sin embargo. Los mismos granujas que robaron la ropa de Smichkov se habían llevado también la suya, dejándole sólo el frasco de los gusanos. “¿Qué hacer? -lloró la joven-. ¿Será posible que tenga que marchar de este modo?... ¡No! ¡Nunca! ¡Antes la muerte! Esperaré a que oscurezca, y en la sombra me iré a la casa de la tía Agafia, desde donde mandaré a la mía por un vestido... Mientras tanto, me esconderé debajo del puentecillo...” Y mi heroína, escogiendo aquellos sitios por donde la hierba era más alta y agachándose, se dirigió corriendo al puentecillo. Al deslizarse bajo éste y ver allí a un hombre desnudo, con artística melena y velludo pecho, la joven lanzó un grito y perdió el sentido. Smichkov también se asustó. Primeramente tomó a la joven por una ondina. “¿Es tal vez una sirena venida para seducirme? -pensó, suposición que lo halagó, pues siempre había tenido una alta opinión de su exterior-. Mas si no es una sirena, sino un ser humano, ¿cómo explicarse esta extraña metamorfosis?” -¿Por qué está aquí, debajo de este puente? ¿Qué le sucede? -preguntó a la joven. Mientras buscaba una respuesta a estas preguntas, la beldad recobró el sentido. -¡No me mate! -dijo en voz baja-. Soy la princesa Bibulov. ¡Se lo ruego! Lo recompensarán con largueza. Estuve dentro del agua desenganchando mi anzuelo y unos ladrones me robaron el vestido nuevo, los zapatos y las demás ropas. -Señorita... -dijo Smichkov, con voz suplicante-. A mí también me han robado la ropa, y no sólo eso, sino que, además, al robarme los pantalones se llevaron las partituras que estaban en el bolsillo. Los contrabajos y los trombones son, por lo
general, gente apocada; pero Smichkov constituía una agradable excepción. -Señorita -dijo, pasados unos instantes-. Veo que la conturba mi aspecto; pero estará usted de acuerdo conmigo en que, por las mismas razones suyas, me es imposible salir de aquí. Escuche, pues, lo que he pensado: ¿aceptará usted meterse en la caja de mi contrabajo y cubrirse con la tapa? Esto la escondería a mi vista... Diciendo esto, Smichkov sacó el contrabajo del estuche. Por un momento le pareció que al cederlo profanaba el sagrado arte; pero su vacilación no duró largo tiempo. La beldad se metió, encogiéndose, en el estuche y el músico anudó las correas, celebrando mucho que la naturaleza lo hubiera obsequiado con tanta inteligencia. -Ahora, señorita, no me ve usted. Siga ahí echada y quédese tranquila. Cuando oscurezca la llevaré a casa de sus padres. El contrabajo volveré a buscarlo más tarde. Una vez anochecido, Smichkov se echó al hombro el estuche que contenía a la beldad, y cargado con él se dirigió a la casa de campo de Bibulov. Su plan era el siguiente: pasaría primero por la casa más próxima para procurarse ropa y proseguiría después su camino... “No hay mal que por bien no venga -pensaba mientras levantaba el polvo con sus pies desnudos y se doblaba bajo su carga-. Seguramente, por haber intervenido con tanta eficacia en el destino de la princesa Bibulov, seré generosamente recompensado.” -¿Está usted cómoda, señorita?preguntaba con el tono de un galante caballero que invita a bailar un quadrillé-. No se preocupe, tenga la bondad, acomódese en mi estuche como si estuviera en su casa. De repente, se le antojó al galante Smichkov que delante de él y ocultas
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en la sombra iban dos figuras humanas. Mirando con más detenimiento, se convenció de que no se trataba de una ilusión óptica. Dos figuras caminaban, en efecto, delante de él, llevando unos bultos en la mano. “¿Serán éstos los ladrones? -pasó por su cabeza-. Parecen llevar algo... Con seguridad, nuestras ropas... Y Smichkov, depositando el estuche al borde del camino, salió corriendo en persecución de las figuras. -¡Alto! -gritaba-. ¡Alto!... ¡Atrápenlos! Las figuras volvieron la cabeza, y al notar que los iban persiguiendo, echaron a correr... Aun durante largo rato escuchó la princesa pasos veloces y el grito de: “¡Alto!, ¡alto!” Por último, todo quedó en silencio. Smichkov estaba entregado a la persecución, y seguramente la beldad hubiera permanecido largo tiempo en el campo, al borde del camino, si no hubiera sido por un feliz juego de azar. Ocurrió, en efecto, que al mismo tiempo y por el mismo camino, se dirigían a la casa de campo de Bibulov los compañeros de Smichkov, el flauta Juchkov y el clarinete Rasmajaikin. Al tropezar con el estuche, ambos se miraron asombrados. -¡El contrabajo! -dijo Juchkov-. ¡Vaya, vaya! ¡Pero si es el contrabajo de nuestro Smichkov! ¿Cómo ha venido a parar aquí? -Esto es que a Smichkov le ha ocurrido algo -decidió Rasmajaikin. -O que se ha emborrachado y lo han robado... Sea como sea, no debemos dejar aquí el contrabajo. Nos lo llevaremos. Juchkov cargó el estuche sobre sus espaldas, y los músicos prosiguieron su camino. -¡Diablos! ¡Lo que pesa! -gruñía el flauta durante el camino-. ¡Por nada del mundo hubiera consentido yo en tocar en este monstruo! ¡Uf! Al llegar a la casa de campo del príncipe Bibulov, los músicos dejaron el estuche en el sitio reservado a la orquesta y se fueron al buffet. En aquella hora ya se habían empezado a encender arañas y brazos de luz. El novio (el consejero de Corte Lakeich), guapo y simpático funcionario del Servicio de Comunicaciones, con las manos metidas en los bolsillos, conversaba en el centro de la habitación con el conde Schkalikov. Hablaban de música.
-En Nápoles, conde -decía Lakeich-, conocí a un violinista que hacía verdaderos milagros. No lo creerá usted, pero con un contrabajo de lo más corriente lograba unos trinos... ¡Algo fantástico! Tocaba con él los valses de Strauss. -¡Por Dios! -dudó, el conde-. ¡Eso es imposible! -¡Se lo aseguro! ¡Y hasta las rapsodias de Listz! Yo vivía en la misma fonda que él y, como no tenía nada que hacer, llegué a aprender en el contrabajo la rapsodia de Liszt. -¿La rapsodia de Liszt? ¡Hum!... ¿Está usted bromeando? -¿No lo cree usted? -rió Lakeich-. Pues se lo voy a demostrar ahora mismo. Vamos a la orquesta. Y el novio y el conde se dirigieron a la orquesta. Se acercaron al contrabajo, desataron rápidamente las correas y... ¡oh espanto! Pero ahora, mientras el lector da libertad a la imaginación y se dibuja el final de aquella discusión musical, volvamos a Smichkov... El pobre músico, no habiendo podido alcanzar a los ladrones, volvió al lugar en que había dejado el estuche: pero ya no estaba allí la preciosa carga. Perdido en suposiciones, pasó y repasó varias veces por aquel paraje y, no encontrando el estuche, decidió que había ido a parar a otro camino. “¡Esto es terrible ! -pensaba mesándose los cabellos y presa de un frío interior-. ¡Se asfixiará dentro del estuche! ¡Soy un asesino!” Ya había entrado la medianoche y Smichkov continuaba dando vueltas por el camino, buscando el estuche. Por fin volvió a meterse bajo el puentecillo. “Seguiré buscando cuando amanezca”, decidió. Al amanecer, la búsqueda dio el mismo resultado y Smichkov decidió esperar debajo del puente a que llegara la noche... “La encontraré -mascullaba, quitándose la chistera y tirándose del pelo-. ¡Aunque tarde un año, la encontraré!” Todavía hoy, los campesinos que habitan los lugares descritos cuentan cómo por las noches, junto al puentecillo, puede verse a un hombre desnudo, todo cubierto de pelo y tocado con una chistera. Cuentan también que, a veces, debajo del puente, se oyen roncos sonidos de contrabajo.
© aNTÓN cHÉJOV
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LOS personajes atribulados por sus propios sentimientos que CREA CHÉJOV DESCRIBEN A LA PERFECCIÓN LA IDIOSINCRASIA SOCIAL de la Rusia zarista de finales del siglo XIX y principios del XX.
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ace unos meses Óscar Sipán pasó por Madrid para presentar su nuevo libro de cuentos, Avisos de derrota, en la librería dedicada al cuento Tres rosas amarillas. Aprovechamos la ocasión para charlar con él de su nueva propuesta narrativa.
En Avisos de derrota existe un tema recurrente que se desprende de la mayoría de los relatos del libro y que es el desamor. ¿Podríamos decir que es el desamor el motor que guía estos relatos? Citando a Olga Bernad, creo en los hombres desesperados, no encuentro otra manera decente de estar en el mundo. Y en Avisos de derrota encontramos muchos personajes así. En realidad todo parte de una experiencia vital. Hace dos años sufrí lo que denomino un tsunami sentimental, una ola gigante que arrasa la superficie visible e invisible de tu vida. En ese momento estaba ayudando a mi prima Laura a poner en marcha un cortometraje, El talento de las moscas, y descubrí un corto que se llamaba Ana y Manuel. En él, Elena Anaya pronuncia una frase maravillosa: “Tener un gran perro cuando se es joven y no se quiere estar solo es ya un aviso de derrota”. La frase se me quedó enquistada en la memoria. Pasé un tiempo sin poder escribir, escapando de mi pasado, viajando por Chiapas y Oaxaca con un título: Avisos de derrota. Pero además los cuentos tienen una vertiente digamos “mágica” muy próxima al boom del cuento tradicional en Latinoamérica. Ese efecto mágico, ¿cómo surge en tu escritura? Simplemente alejándote y mirando las cosas con ojos curiosos. Te voy a poner un ejemplo: en mi segundo libro, Pólvora mojada, se trata el tema del xenotransplante -trasplante de
corazón de cerdo a humano-. ¿Dónde queda la poesía? Este corazón que late, es un corazón de cerdo. La protagonista dice “yo leo a Pablo Neruda y él trasplanta corazones de cerdos, el mundo es tan raro como eso”. Me gusta esa definición que dice “que un cuento es una imagen que razona”. El otro día un telediario abrió con la imagen de un piano abandonado en el claro de un bosque. Es un ejemplo de dónde parten los mecanismos de la ficción que yo suelo utilizar. Eres un escritor muy profuso: las imágenes de tus cuentos, las metáforas, las comparaciones como ésta: “Los domingos rezaba como rezan los chapistas al dios del granizo”. ¿Dónde está el manantial? Esos son pensamientos caminados. A mí me ocurrió. Acababa de comprarme el coche y una granizada me dejó la chapa como un campo del golf. Me dije: alguien le está dando las gracias al dios del granizo. Esos pensamientos caminados, esas historias vividas, duelen más y se aproximan a mi Biblia particular, el canon de John Cheever: primero, la historia tiene que ser interesante y ese interés se compone de misterio o algo similar que atrape al lector. Segundo, la historia debe reflejar algo personal. Tercero, tiene que darse una tensión narrativa. Con esos tres mecanismos bien empleados pones en marcha un cuento. Y luego está la responsabilidad de escribir, de enfrentarse a una historia, algo que la gente de la profesión suele olvidar.
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(este tipo es un cuentista) Vamos a hablar de “La Jaula de Faraday”, uno de los cuentos más logrados y con mayor trascendencia de este libro. ¿Cómo se te ocurre ese cuento?
“La Jaula de Faraday”, como título, surgió en un viaje a Madrid junto a mi amigo Óscar Sanmartín. Faraday es un personaje que todo lo que aprendió encuadernando libros, y de esa curiosidad, tenía que salir un relato. Pero, luego, descubro la historia de Nelson Marra, que me afectó de forma plena y no tardé en identificarme con ella. La vida literaria pasa muy rápida y más en los concursos. La mayoría de la gente hace lo que yo llamo “música para catedráticos”, está escribiendo lo que quieren leer los jurados, catedráticos, escritores frustrados o escritores. Yo reniego de eso, y siempre intento poner en los cuentos algo subversivo, algo que se aleje de lo políticamente correcto, abandonar la senda de lo políticamente correcto. En este cuento apliqué un mecanismo muy sencillo, muy de Saramago: ¿qué pasaría si Onetti no premia a Nelson Marra? De ahí surge el cuento, como homenaje a una historia (que me gustaría editar en Tropo) que le costó cuatro años de su vida a un escritor y el exilio. Hay otro cuento maravilloso en el libro, un cuento esférico, “El sonido de matar y el sonido de morir”. Cuéntanos la intrahistoria de este cuento. Ese cuento surgió a mitad del rodaje del cortometraje de mi prima Laura. Se estaba rodando en Los Monegros y aprovechando esa localización, descubriendo ese mundo tan extraño, el trabajo en equipo, las escenas repetidas, surgió la historia. Recordé una cita del escritor portugués Peixoto que hablaba del sonido de matar y del sonido de morir, y enseguida supe que tenía el cuento. Decía Onetti que los títulos iluminan la historia. Sólo faltaba escribirlo.
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En este cuento y en “Cuarenta días de niebla” y en “El dios de las camareras” haces flashback, partes la historia en pedazos y le muestras al lector un anticipo de lo ya pasado antes de meterle en la corriente actual de la historia. ¿Eres consciente de que haces eso, planificado de antemano, usado como técnica narrativa o es algo natural? No, no soy consciente. Mis cuentos nacen de una imagen o de un desasosiego. Empiezo a ser conciente de los mecanismos que uso, ahora, compartiendo en los talleres literarios. “Si quieres aprender, enseña”, que decía Cicerón. Veo la escritura como una forma de estar despierto. Para acabar la entrevista me gustaría que contases a los lectores las lecturas que te han influido y tus próximos proyectos. Empiezo por el final. Ahora no publico nada, pero he dado a luz un cortometraje, junto a Mario de los Santos. Se llama Il Mondo Mio. Pero siempre hay proyectos. Yo intento alternar un libro realista con uno fantástico. Ahora le toca al fantástico: estamos preparando el segundo volumen de Guía de hoteles inventados (libro ilustrado cuyo primer volumen obtuvo el Premio de Libro Ilustrado para Adultos que convoca la Diputación de Badajoz y del que Óscar Sipán y el fotógrafo e ilustrador Óscar Sanmartín son coautores. En este primer volumen se refirieron a ciudades de interior, ahora le toca a las ciudades en guerra). Y en referencia a las lecturas que me influencian, cada época de tu vida tiene un escritor y un libro. Patricia Highsmith y Marguerite Duras siguen despertando mi admiración. Creo que el libro que más me ha marcado es El extranjero, de Albert Camus e Industrias y Andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio.
Hace un tiempo tuvo un gravísimo accidente de tráfico que le hizo replantearse su vida. Podría haber muerto y no hubiese hecho nada de lo que en verdad deseaba haber realizado. A partir de ese momento decidió apostarlo todo por lo que en verdad le llenaba: la literatura. Se dio un margen de un año para lograrlo. Hace ocho años de ello y, hasta ahora, está viviendo su sueño. Óscar Sipán es un escritor clásico, hecho a sí mismo a base de lecturas, capaz de sacarle punta a cualquier tema porque tiene la facultad de ver más allá de lo que realmente hay en una realidad. De esa realidad, su realidad, obtiene el material de sus cuentos.
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Ó
scar Sipán es un fabulador nato, un hombre nacido para crear ficciones, una persona acostumbrada a ver la realidad con ojos de escritor, a deformarla, a divisarla desde perspectivas inusuales.
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con el relato “El guardaespaldas”, cuyo personaje es un torturador de la policía política en un país latinoamericano. Juan Carlos Onetti es miembro del jurado que lo premia. La situación política del momento es complicada y la dictadura uruguaya se refuerza con el miedo. El 9 de febrero de 1974 Nelson Marra es detenido por haber escrito el relato. No será liberado hasta 4 años después, torturado, marcado para siempre por un cuento. Una vez en libertad, se exilia, primero en Suecia y luego en Madrid. Onetti es capturado en la misma fecha, por ser jurado de un premio literario que otorga el premio a Marra, y es liberado el 14 de mayo de 1974. Se exilia en España. Sipán altera la realidad y utilizando a Onetti como personaje, no premia el cuento de Marra. A partir de esos hechos surge la ficción. Es un homenaje a Marra y a Onetti, y me atrevería a decir que es un homenaje a la libertad de expresión y al poder de la literatura, a esa facultad que tiene la ficción de hacer ver la realidad, porque sin la ficción la realidad no existiría, como el yin no existe sin el yang, como no se comprende la bondad si no se opone a la maldad.
Avisos de derrota, su nuevo libro de cuentos surge de lo que el denomina tsunami sentimental, una ola gigante que arrasó su vida de nuevo hace dos años. Por eso el desamor presente en la mayoría de los relatos. Por eso los cuentos de Óscar Sipán contienen gotas de la esencia de su alma. Un alma buena, inquieta, que continuamente se cuestiona el mundo que le rodea. Los relatos son, de alguna manera, un exorcismo.
Otro relato en el que Sipán parte de hechos reales y circunstancias vividas es “El dios de las camareras”, con el que abre el libro. Aquí aprovecha un viaje en la búsqueda de los restos que queden en Moraira del escritor Chester Himes para narrar un desamor. Pero es más que eso. Sipán se muestra otra vez metaliterario, habla de lo que le gusta (la literatura) y de lo que le llama la atención en este mundo de lo narrativo, y todo eso lo adereza con una gota de su alma, porque esa historia de desamor es muy posible que sea la suya o se le parezca.
Contiene cuentos dotados de realismo mágico, como “Il mondo mio”, “La jaula de Faraday”, “El sonido de matar y el sonido de morir” o “Memento mori”. Son cuentos que nos muestran la realidad paralela, en la que introduce al lector con naturalidad, de modo fácil. Con lo complicado que es hacer parecer fácil lo difícil.
“El sonido de matar y el sonido de morir” es uno de mis relatos preferidos. Utiliza el flashback, alterando los tiempos reales de la narración y muestra un Sipán mágico que se repite en otros muchos de estos cuentos. En “Cuarenta días de niebla”, utiliza la misma técnica y cierra el relato de modo magistral.
Tiene cuentos esféricos, con final cerrado y que golpean la mente del lector; y cuentos abiertos que dan que pensar. Trasciende una documentación propia de las personas curiosas, que le lleva a descubrir la chispa de inicio del relato, la semilla que lo contiene en su totalidad, que se revela en su cabeza.
Estamos, pues, ante un libro muy recomendable, con un autor asentado en una poética del cuento firme pero que no desdeña experimentar con distintas técnicas para lograr el objetivo de asombrar al lector. Un libro de cuentos que rinde homenaje a la literatura, a la magia de la ficción, y que se sedimenta en un desamor vívido que impregna casi todos los relatos.
“La jaula de Faraday” es una ficción preciosa que parte de alterar en un momento determinado la realidad de un suceso verídico. Nelson Marra gana un premio literario
E ÑA D Z E S E E Ya saben, hacer fácil lo difícil. A Y R EZ gÓM T S I R EV R ENTR N gUTIÉ BA eSTE
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ELSONIDODEMATAR ELSONIDODEMORIR deóSCARsIPÁN y
“Con el otro brazo, hizo que el puño atravesase el aire dos veces y acertó por detrás de la cabeza del conejo. Se oyó el sonido del puño en la carne y un chillido tímido, el sonido de matar y el sonido de morir” JOSÉ LUIS PEIXOTO
P
ERMANECER EN LA OFICINA después de la noticia le pareció tan inútil como intentar retardar la eyaculación en el primer encuentro con la mujer de tu vida. La llamada del agente de Arturo Travelier aceptando el papel supuso una inyección de adrenalina y futuro. Desde que Jael se marchó, su recuerdo deambulaba por su cabeza sin hacer ruido, como una geisha descalza en un desván. Se marchó una semana antes de cumplir los treinta, en un maremoto anunciado, a otros brazos que bailarían en bodas y comuniones, que lograrían desterrar para siempre esa rabia y matar al padre, que la llevarían a la gloria y al altar, que le darían hijos y estabilidad. Los regalos del cielo, al cielo regresan. Él, con el corazón cansado de pensar, se refugió en la escritura del guión de un cortometraje, El sonido de matar y el sonido de morir, que sirviera como bisagra entre la gris oficina y la ausencia de Jael: Jael y su coreografía de traiciones, Jael y su falta de empatía, Jael y el redescubrimiento de la noche, Jael y su doble contabilidad sentimental, Jael y las playas nudistas, Jael y todas aquellas mentiras hermosas que en su boca sabían a esperanza igual que el turrón sabe a Navidad. Dedicó todo su tiempo libre al guión, reescribiendo y sobrehilando hasta la locura, buscando la pureza para darle sentido a aquellos años de ternura, sexo espaciado y mala convivencia, para transformar un tiempo de melancólica invisibilidad en algo de luz. Terminar aquel proyecto se había convertido en lo único bueno de su vida en Madrid.
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En todo eso pensó el director y guionista en el momento en que se apagaron las luces del teatro y dio comienzo la gala donde El sonido de matar y el sonido de morir estaba nominado a Mejor cortometraje del año; el ganador, además, representaría a España en la preselección de los Oscar. Aquella anarquía controlada, como la había bautizado uno de los gurús de la crítica cinematográfica, estaba literalmente arrasando en los festivales. Y medio centenar de premios así lo atestiguaban. El sonido de matar y el sonido de morir era una puerta de escape para no encanecer en una oficina sin ventanas, para superar esa maldición de quincenas inocuas, esa larga temporada en la mediocridad, para dinamitar Madrid y sus circunvalaciones en obras, sus familias con raigambre y sus recién llegados, los centros comerciales y los conventos vacíos, el aeropuerto de Barajas y los ministerios, las salas de rayos uva y el Santiago Bernabeu, las urbanizaciones vigiladas por cámaras y las colmenas de trabajadores, la tristeza secuencial del metro y los sex shop, el Círculo de Bellas Artes y todos esos noviazgos sin esplendor en la hierba, las calles del Rastro y los anarquistas vencidos, el aburrimiento de los gimnasios y los japoneses escapando a través del visor de sus cámaras, las putas de la Casa de Campo y el Palacio de la Zarzuela, los cristianos exaltados y los parques intentando disimular el horror, aquel horror. Amaba Madrid, una ciudad a escala de su infierno, pero tenía que dinamitarla. Dinamitar su cielo para no perder la fe. Y encender
la mecha era adentrarse en el siniestro despacho de su jefe y despedirse. Abrir las ventanas y dejar correr el aire. Despertar. Porque el verdadero calvario no era llevar la cruz; el verdadero calvario era no hacer nada por remediarlo. Jael lo había hecho; incendiándolo todo y causando un dolor innecesario, pero lo había hecho. El guión despertó el interés de varias instituciones y los mecanismos de producción se pusieron en marcha. Cuando Arturo Travelier, un mito de su infancia y el actor para el que había escrito el papel, quizá escaso de efectivo o agobiado por las deudas de juego, dio su consentimiento por una módica cantidad, se dedicó de lleno al proyecto. Organizó el plan de trabajo. Abusó de los estudiantes de la escuela de cine como en otro tiempo habían abusado de él. Se rodeó de técnicos de reconocido prestigio que, tras leer el guión, aceptaron. Y por último localizó, casi por casualidad, una casa en Sena, un pequeño pueblo de Los Monegros, que parecía estar construida expresamente para el texto: una casa en las afueras de una pequeña población rural, con un pozo bajo tejado, jardín con árboles frondosos y fachada mediterránea. Los Monegros, entre paisaje desnudo, paraíso de aves de paso, laberinto de aspersores traicioneros, carreteras secundarias y mar calmo, era una tierra donde los peces debían de caminar durante kilómetros hasta alcanzar el agua. Las ruedas en el camino de grava atrajeron a las veinte personas del equipo hasta la puerta de entrada. Era el primer día de rodaje. Arturo Travelier había llegado a Zaragoza a las diez de la mañana, y la jefa de maquillaje se había prestado voluntaria para recogerlo en la Estación de Delicias y trasladarlo a Sena. Abrió la puerta, descendió del coche y los miró con sus ojos azul oscuro diluido en aguarrás, haciendo visera con una mano y arrugando la expresión: desaliñado y ojeroso, los bajos de los pantalones deshilachados, dos botones de la camisa sin abrochar y una brecha mal curada en mitad de la frente, una auténtica autopista para las infecciones producto de una pelea, una mala caída o un culatazo de Kalashnikov, quién sabe. Poseía un rostro estéticamente muy interesante. Les pareció un caníbal somnoliento atrapado en un cuerpo con graves carencias afectivas y vitamínicas. Asiduo cliente de todos los vicios, contrahecho por
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(este tipo es un cuentista) sus garbeos y adicciones en distintas épocas a la morfina, la benzedrina, los ansiolíticos, el alcohol y la heroína, Arturo Travelier era un superviviente del lado salvaje de la vida y uno de los mejores actores españoles de todos los tiempos. Un camaleón del cine y del teatro con tantos registros como cicatrices. En algún momento de su existencia se había apoderado de aquella mirada, entre cuerda y desquiciada, de los hombres de mar que han visto la luz artificial de un quirófano en ayunas. Le entregaron un ramo de rosas rojas, sus preferidas según una entrevista que había guardado hacía años. Lo recogió sin dar las gracias, con unas manos grandes de uñas descuidadas y ambarinas. Antes de dejarlo caer al suelo, pronunció: Soy alérgico al polen. Uno a uno, los miembros del equipo se fueron presentando, dándole la mano cariñosamente y recibiendo a cambio indiferencia. Le mostraron los distintos espacios que habían acondicionado: el huerto, el jardín, las habitaciones, y el catering: termos de café, refrescos, pulgas de jamón y queso, pasteles emborrachados, tarta casera de arándanos y tarta de manzana, pastas y fruta del tiempo. No quiso tomar nada. El jefe de vestuario hizo una magnífica caracterización del personaje, tomando como referencia al protagonista de El extranjero de Albert Camus. Siéntese, Señor Travelier, pronunció con dulzura la maquilladora: veinticinco años, boina parisina, ojos pardos y limpios, sonrisa con especias, facciones bonitas, rodillas de porcelana rusa, un piercing de alpaca en la nariz y abalorios en el cuello, fecundable, no demasiado inteligente; un monumento a la carnalidad y al éxtasis al que sólo le faltaban las ligas de Jessica Lange en El cartero siempre llama dos veces, experta en horóscopos y felaciones, dientes perlados para mordisquear orejas y prepucios, y un vestido en el que se adivinaba un cuerpo fibroso bronceado en Boca Ratón, Florida, en las últimas vacaciones con su último novio, unos pechos liberados de la tiranía del sujetador y un sexo algebraico: todo lo que un hombre del siglo XXI podía desear. Arturo Travelier se dejó caer gruñendo y resoplando y la maquilladora comenzó su trabajo abstrayéndose, concentrada en el rostro del actor como un jugador de ruleta rusa aliñando una ensalada.
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(este tipo es un cuentista) Dios era trino y uno. Arturo Travelier, también: el caballero refinado con vestigios de galán y cierto aire de beatitud daba paso al monstruo egocéntrico y despótico, y éste, al animal de escena con más talento que había pisado un plató. Se quejó de la potencia de los focos, como un fakir con el umbral del dolor demasiado bajo, y luego, para hacer una prueba de sonido, repitió una frase del guión escogida al azar: Esta tediosa paz que nos hace añorar la guerra. Se hizo un silencio de tormenta veraniega y todos los presentes sintieron la necesidad de aplaudir. Parecía Marlon Brando en Apocalipsis Now. Intuyendo que la admiración crecía por momentos, leyó el guión sin carraspeos ni dudas de principio a fin, quedando registrado en una grabación antológica. Arturo Travelier arrastraba las palabras con una de esas voces, herederas de Jhonny Cash, con las que enamorar princesas borrachas y matar a disgustos a la familia. No tenía salvación: era uno de esos tipos que sentían un miedo atávico a morir en paz. Antes de iniciar el rodaje, quiso tomar un café. ¡Me cago en las siete colinas de Roma y en el noveno mes lunar de los mahometanos! Está frío, rugió haciendo restallar sus palabras como un látigo. Dejadme solo, pandilla de inútiles. Salieron de la habitación mientras Arturo Travelier, recostado en el sillón, ejecutaba una tonadilla de otro siglo. Luego se hizo el silencio y todo el mundo lo interpretó como que se había echado una cabezadita. Estaban fumando un cigarrillo en el jardín con la espalda apoyada en el pozo, repasando las distintas escenas con el director de arte y el de fotografía, cuando se desató la tempestad. Tienes que ver esto, le dijo el auxiliar de cámara con los antebrazos tatuados. Lo repitió cinco veces, cariacontecido, sin cambiar un ápice el tono de voz.
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No tenía pulso, así que el dictamen no podía ser más claro: la muerte se lo había arrebatado. Arturo Travelier se encontraba en el limbo de los actores o en el infierno de los humanos. Las pupilas de cuarzo gastado, el cuello rígido y blando al tiempo, las manos alejadas del cuerpo como si la muerte le hubiese sorprendido en mitad de un aspaviento, azuzando moscas o trinchando un pavo, aterido de ese frío que emana de lo que estuvo vivo. No pudo evitar acordarse de Jael, de sus caricias en aquella playa luminiscente de Chacahua y del frío
de Stalingrado que transmitían sus ojos en los últimos tiempos, y en cómo la añoraba y la maldecía escribiendo, bajo la luz del flexo, la historia que debía redimirle de los años tristes. El destino le había quebrado las piernas y ahora le arrastraba a la más negra depresión. Intentó sujetar las arcadas de angustia, pero le fue imposible. Vomitó en un rincón del cuarto imaginando los titulares de la prensa: El conocido actor Arturo Travelier fallece durante un rodaje en el desierto de Los Monegros. Sus esperanzas estaban depositadas a plazo fijo en El sonido de matar y el sonido de morir; había invertido en él todos sus ahorros, y lo que era peor, todo su entusiasmo. Ese Dios caprichoso y bromista, ese Dios que creaba vientos furiosos para estrellar aladeltas contra montañas y barrancos, le había arrebatado lo que más deseaba. Estaba a punto de aprender a mirar como un vencido, cuando la cólera degeneró en un calambre, y éste, en una idea que trepó desde lo más hondo, desde los confines de un universo poco explorado y fue tomando forma: guardaba una última bala en la recámara, pero era una bala subversiva y desasosegante. Debía saltarse las reglas, hacer la revolución. Levantó el cáliz de los iluminados y bebió de él. Arturo Travelier era su asalariado. Durante los dos días de rodaje le pertenecía en cuerpo y alma. Si los veintiún gramos que decían pesaba el alma se habían evaporado, todavía podía disponer del cuerpo. Que el único actor, el personaje sobre el que recaía todo el peso de la historia, hubiese traspasado el arco de triunfo de la muerte, no era excusa para no hacer la película. La capacidad de adaptación era la virtud más preciada en los cortometrajistas: así le habían aleccionado en la escuela de cine. Pero una cosa era sofocar pequeños incendios y otra muy distinta adentrarse allí de donde nadie vuelve, mirar a los ojos a la que nunca descansa y decirle: Me lo llevo dos días y te lo devuelvo. Reunió al equipo en el porche y les explicó su propuesta. Se debatió a todos los niveles y hubo quórum. Decidieron continuar con la película hasta sus últimas consecuencias, cumpliendo la primera norma de un rodaje: terminarlo. Tuvo que secarse las lágrimas con la manga, conmovido por su compromiso y su lealtad. Entró en el cuarto y le encajó la dentadura postiza, que se había desprendido con los primeros esterto-
res mortuorios. Le levantó la cabeza y contempló al mito de su infancia desde una perspectiva casi escultórica. Tenían que ponerse manos a la obra: dentro de muy poco, los líquidos empezarían a manar por todos los orificios de su cuerpo. El director de arte, un conocido ilustrador aragonés que firmaba sus obras con el seudónimo de Richard Upton Pickman, improvisó un invento articulado que consistía en un arnés sujeto a las vigas de madera y que les permitía mover al fallecido con total libertad por las estancias. En la primera escena lo situaron de espaldas a una ventana: había que evitar a toda costa los primeros planos. Cumpliendo un estricto plan de rodaje consiguieron terminar en un tiempo record; la grabación de la voz recogida esa misma mañana y un arriesgado montaje harían el resto. Cavaron una zanja en el jardín, junto a una palmera que desentonaba en aquel paisaje monegrino como un rabino en un concurso de pulsos, y luego transportaron el cadáver en una alfombra, para depositarlo cuidadosamente en la oscura oquedad. Cada miembro del equipo dejó caer una palada de cal y luego brindaron con vino por Arturo Travelier, el Cid Campeador del cine español. La maquilladora, dejándose llevar por una corriente de profesionalidad, prensó la tierra con el puño y retocó varios guijarros hasta conseguir la armonía con el resto del jardín. Los muertos despiertan la ternura. Un galgo infestado de garrapatas, descendientes de las mismas que picaron en las trincheras a George Orwell no muy lejos de allí, les miraba con la respiración agitada y el hocico húmedo manchado de babas. Contempló la ceremonia de enterramiento sobre sus cuartos traseros, inmóvil, respetuoso, y luego se marchó siguiendo un rastro imaginario. Desde aquel día desarrollaría cierta querencia al lugar y volvería para aullarle a la luna llena y a los restos de Arturo Travelier. Regresó bruscamente a la realidad. --…y los nominados al mejor cortometraje del año son: Dióscoro Galindo, de Eva Vargas, Ni por todo el arroz de China, de Alberto Pelegrín, Underworld desde la cama, de Jesús Calvo y El sonido de matar y el sonido de morir, de José Luis Peixoto.
--Y el ganador de esta vigésima edición es………… ....¡¡¡EL SONIDO DE MATAR Y EL SONIDO DE MORIR!!! El director se levantó de la butaca, se abrochó la chaqueta de sport y salió al pasillo central.
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--Entrega el premio………ARTURO TRAVELIER.
Se quedó paralizado por el miedo, a mitad de camino del escenario, entre la nube de aplausos de la gente, contemplando a cámara lenta cómo una sombra emergía de las cortinas laterales y cómo esa sombra se materializaba, al situarse bajo el foco, en un Arturo Travelier con las mangas sucias de polvo monegrino y cal y una brecha mal curada en mitad de la frente, una auténtica autopista para las infecciones, observándole con aquella mirada, entre cuerda y desquiciada, de los hombres de mar que han visto la luz de un quirófano en ayunas. “El sonido de matar y el sonido de morir” es un cuento perteneciente al libro Avisos de derrota (Onagro Ediciones)
S e N É I qU
óSCAR sIPÁN (Huesca,1 974) ha publicado cuentos en diversas re vistas de ámbito nacional e internacio nal y ha sido galardonado en numer osos certámenes literarios. Autor de los libros Ro mpiendo corazones co n los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998 , Edisena), Pólvora Moja da (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputa ción de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (2 006, Tropo Editores), Guía de hoteles invent ados (IX Premio de Lib ro Ilustrado 2007, Diputa ción de Badajoz) y Leyendario. Criatura s de agua (Libro mejor editado en Aragón 20 07, Tropo Editores). En 2008 publicó su úl timo libro de cuentos, Avisos de derrota, en On agro Ediciones. EN LA RED: http://www.ficticia.com/autores/sipansem.html
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BROTHERS de
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(relatos)
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aLBERTO iNFANTE
- Me da fuerza, tío. Me da coraje, tío. - No sé. Yo sólo veo lo que veo. Que te humillan. Que si la jerarquía. Que si el “amor de hombre”. Al final, te pasas el día dándoles el dinero. - Sí, pero pronto seré como ellos. Y entonces, yo pondré las reglas. - ¿Y porqué quieres ser como ellos? Yo prefiero estudiar, tener un empleo, hacer mi vida. - No jodas, tío. No hay nada ahí fuera. No para nosotros. Trabajos de mierda, vidas de mierda. Eso es lo que hay. - Puede, tío. Pero es vida. En ese rollo tuyo, un día te trinca la bofia o te dejan inválido, o te pegan un tiro. Y ahí se acabó todo. - O no. Mírale al Ñato Carrera. Tiene plata. Tiene chicas. Hasta un deportivo tiene. Pasó por el correccional y salió. Pasó por la cárcel y salió. Y míralo ahora. Ese es alguien, eso es vida, tío. - El Ñato es un rey, tío. Un cabrón. Un puto capo. El juega las grandes ligas. Para vivir como viven, cada uno de ésos necesita cuarenta o cincuenta pringaos como tú. - Pero si llegas, a los veinte estás listo, tío. Cinco años tío, sólo cinco años. Madrid está lleno de oportunidades. Y si lo ves muy chungo, pues te abres. Te conviertes. Te haces Mormón. O Testigo. O del Opus. Te arrepientes y te quedas limpio. La religión está pa´ eso ¿no? - Si te dejan. Abrirse no es fácil, tío. ¿O es que no piensas, o no vas al cine?
(ilus
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RIL O mO
(relatos)
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- Sí, sí. Siempre sí. Lo que pasa es que eres un cagao, tío. Un mierda, tío. - Claro, yo un cagao y tu un cabro, tío. Estás rayao, tío. - Pues desde ya, no te cruces en mi camino. Desde ya, cada uno a lo suyo ¿entiendes? - Descuida. No pienso. - Hasta nunca, tío. - Hasta entonces, tío… Ah, ¿quieres algo para la vieja? Esta mañana me preguntó por ti. “Cuídale a tu hermano” me dijo “No sé cual es su vaina pero no me gusta” - Dile que ni me viste. Que no sabes. - Está bien… Bye, hermano. - Adiós, brother… Joder, qué duro… Mierda, tío… Adiós. [De No son fantasmas y otros (mini)cuentos. Inédito. Madrid, mayo de 2009]
aLBERTO iNFANTE cAMPOS (Madrid, 1949) es doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense y experto en salud pública y administración sanitaria, y trabaja en el Ministerio de Sanidad y Política Social en Madrid.
Hizo crítica de poesía en la revista “La Luna de Madrid” en la década de los años ochenta. Ha publicado Dicen que recordar (relatos, editorial Ex Libris, Madrid 2003), La sal de la vida (poesía, ediciones Vitruvio, Madrid 2004), y Diario de ruta (poesía, ediciones Vitruvio, Madrid 2006). Ha dirigido numerosos talleres de escritura creativa. También ha publicado Miniaturas: Pequeños cuentos mestizos en el portal “Madrid entre dos orillas” (http://www.entredosorillas.org) . Recientemente, ha visto la luz Circunstancias Personales (relatos, Ex Libris, Madrid, 2008). La próxima primavera saldrá Los poemas de Massachussets (poesía). Buena parte de sus trabajos, muchos inéditos, pueden verse en la página electrónica: www.albertoinfante.es.
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PERRAS Y SOLDADITOS de
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(relatos)
gIOVANNA rIVERO
A
cababa de cumplir nueve años cuando ocurrió lo que voy a contarles. Mi abuela había comprado a Yerka para que inspirara respeto a los soldaditos del Control Político de García Meza. Yerka era grande y peluda, y cuando sonreía, porque les juro que antes de que ocurriera lo que ocurrió, la perra sonreía, mostraba unos colmillos tan blancos que me provocaba envidia, porque aunque yo le daba duro con el kolinos, nunca pude conseguir ese brillo. Después de que Yerka hiciera lo que hizo, mi abuela empezó a envejecer; a veces uno se identifica con los animales más que con las personas, y es posible que mi abuela se hubiera sentido culpable. No sé de qué modo ella podría haberse sentido culpable por lo que ocurrió, pero es una impresión que me salta cada vez que pienso en ese asunto. Después de eso, nunca más hubo animales en la casa de mi abuela,
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nunca hubo, por decirlo de algún modo, ninguna criatura cuya forma de proceder se volviera incomprensible para la inteligencia humana. Los motivos de los animales son siempre extraños y si tratas de entenderlos puedes enloquecer. Sin embargo, hasta mis nueve años, los más felices de mi vida, teníamos a Lucía, una gata de ojos bicolores, a Yerka, la perra sonriente, y tres gallinas ponedoras que alegraban mi infancia. En el caso de las gallinas, y aquí el lector puede pensar que me contradigo en cuanto a mis apreciaciones sobre los humanos y los animales, la razón para mimarlas y darles de comer de la propia mano era diabólicamente benevolente: la idea era engordarlas, engordarlas y engordarlas para desplumarlas en Navidad, a ellas y sus pollitos. Confieso que esto no me hacía sentir mal. En cada bocado que me metía a la boca, una alegría ácida me hacía salivar,
Lucía, la gata, siempre fue más astuta. No confiaba demasiado en los humanos, sospechaba que éramos seres crueles, del modo en que se puede ser cruel cuando eres humano. Quiero decir que hay formas de ser cruel y que los otros, estos seres a quienes creemos domesticar, también pueden ser crueles. Cuando a Lucía le tocaba parir elegía tejados ajenos, sus crías eran bolas diminutas de pelos blancos y ojos bicolores que decían con un precoz cinismo: “los venden en óptica El Ojo Maldito”. La extradición de los gatitos era imposible. Los vecinos del lado izquierdo de la casa – donde casi siempre Lucía decidía alumbrar– se enternecían y caían en la trampa del amor. Allá ellos con los dominios felinos a los que acababan de rendirse. Los vecinos del lado derecho de la casa, bueno, ella, la gorda enorme, sólo tenía un loro, un loro eterno y verde, y odiaba al resto de los animales. El loro decía “¡judíos, judíos!” en cuanto veía a uno de nuestros animales, fuera la gata, la perra o las gallinas. Pero no es del loro que quiero contarles, esto se trata de Yerka. Ese verano, Yerka ostentaba una panza enorme y seis magníficos pezones, toda una madre. Por las tardes, Yerka se despatarraba sobre la losa fría del umbral para soportar el calor. Ese verano, los soldaditos sufrieron más que nunca, entraban a las casas y miraban bajo los catres y en los roperos por si encontraban a algún traidor a la patria. Con el tiempo, llegué a pensar que los traidores a la patria eran hombres que se acostaban con mujeres casadas y con viudas, una imprecisión, sin duda. Una vez realizada la inspección, los soldaditos exigían agua, bebían desaforados, se mojaban la nuca y seguían con la siguiente casa. Esto podía ocurrir cualquier día de cualquier semana de aquel verano. Tío Pinocho acababa de volver de La Paz, donde estaba terminando Sociología, y el pequeño infierno lo esperaba para cocinarle las tripas. Era la forma en que mi abuela se refería al futuro de sus hijos y sobrinos que habían preferido los estudios universitarios a los cupos para sembrar caña. Ese verano tío Pinocho no quiso llevarme aúpa sobre sus hombros. Se sentaba bajo la parra de uva a pensar, eso decía, “quiero pensar”, y pensaba. Pensar cansa. Tío Pinocho sudaba, pero no de la
(relatos) forma en que el verano te hace sudar, sudaba por las manos y por la frente, con gotitas frías y perfectas, canicas de cristal para jugar a las guerras. Eso era pensar. Tío Pinocho abría las palmas de las manos y Yerka se las lamía. – ¿Por qué no tienes uñas? Tío, ¿por qué no tienes uñas? ¿Por qué, por qué, por qué? Los tíos no son lobos feroces. No mi tío, él no era el tipo de persona que fuera a contestarte: “para limpiarte mejor los oídos”. – ¿Van a crecerte de nuevo las uñas? Pero pensar te atonta. Pensar te quita las ganas de tener amigos. Por lo menos mientras te crecen las uñas. Yerka lo lamía como toda una madre, esa panza era su tercera camada y ella ya tenía experiencia. Aun ahora creo que a tío le crecieron de nuevo las uñas por las lamidas de Yerka, la entrega con que Yerka lo cuidó, como toda una perra, una amiga verdadera y leal, alguien que no tiene un solo pensamiento de crueldad hacia ti.
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me abría el apetito. Comer lo que tú mismo has alimentado es un aderezo irresistible.
Yo estaba feliz de tener nueve años aquel verano. No me importaba vivir en el pequeño infierno, no sabía que eso era un pequeño infierno. Cuando seas grande, me recomendaba mi abuela, vas a irte de aquí, no vas a volver, aquí no hay nada para nadie. Pero por ese entonces yo era feliz y me gustaba ver pensar a mi tío bajo la parra de uva. Además, Lucía nos había traído un gatito asustado. Los ojos bicolores no le servían para nada, le había nacido ciego. Nos enteramos de que todos los gatitos le habían nacido ciegos cuando vino la gorda de la vecina con una bolsa movediza, vociferando, gritándole a mi abuela acerca de ciertos abusos de confianza que ciertas personas se mandaban como si tal cosa. Su cocina, dijo la gorda, no era un lugar para que las gatas ajenas vinieran a parir ensangrentándolo todo, qué asco, decía la gorda, y vociferaba sobre la educación y por qué estaba de acuerdo con García Meza y los soldaditos que transpiraban como chinos para recuperar el mar y poner algo de orden en la nación. Dijo que su loro había empezado a gritar “¡judíos, judíos!” y que si un loro podía darse cuenta de las cochinadas de otros, cómo era posible que una persona no pudiera ser considerada con los demás. Un abuso de confianza. En ciertas casas, dijo la
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(relatos) vieja gorda, indicando con el índice cuál era esa cierta casa, y por supuesto apuntando a nuestra casa, no había diferencia entre las personas y los animales. No había ninguna diferencia, vociferaba, todos éramos unas bestias. Y este es el punto donde Yerka crea un problema. Porque Yerka le salta a la vieja gorda y le arranca un pedazo de mejilla. Nadie vaya a creer que Yerka se comió el cachete, esto, en honor a la verdad, no ocurrió nunca. Que luego la vieja gorda dijera que Yerka era una perra muerta de hambre porque mi abuela era un puñete de avara, es una exageración. Yerka le arrancó la mejilla y se la llevó a su escondite como si llevara un hueso. En honor a la verdad, mi abuela acompañó a la vieja gorda hasta el hospital y luego estuvo pagando la curación durante largo, largo tiempo, incluso después de que llegaron los sures, el invierno, la primavera, la Navidad y yo cumplí diez años y luego once, doce, y el pequeño infierno se hizo todavía más pequeño. El verdadero problema, sin embargo, no fue la mejilla arrancada, sino la venganza de la vecina gorda. La vieja “Máscara de plata” – que así empezaron a llamarla los chicos de la cuadra– avisó al Control Político que mi tío Pinocho se pasaba la tarde “craneando”, así dijo la gorda, “craneando” un modo de tomar el poder. Los soldaditos vinieron una tarde, la más calurosa de todas las tardes, e hicieron todo al revés, es decir, primero exigieron agua, mi abuela les dijo que ahí estaba el grifo, que se sirvieran todo lo que quisieran pero que a ella nadie le exigía nada de mala manera. Uno de los soldaditos la golpeó en la cara pero ella ni se movió, ni siquiera lloró, sólo dijo: “eso se llama ser machito, ¿no?”. Lo estoy viendo, clarito, como si tuviera nueve años otra vez, como si fuera aquel verano: el soldadito bajó la cabeza. Por suerte, porque si todos los soldaditos llegaban a enojarse, es seguro que venía el segundo paso: mirar debajo de las camas, abrir los roperos, y ahí, en el ropero que olía naftalina y polvo Maja, estaba escondido mi tío Pinocho, sudando, sudando harto, de calor y de miedo.
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Los soldaditos se fueron sin tomar agua. Y recién cuando ellos terminaron de irse mi abuela se largó a llorar. Tío Pinocho salió del ropero, le habían vuelto a sangrar los dedos y Yerka no estaba cerca para lamerlo como toda una perra, se
había escondido porque la hora de tener a los cachorros había llegado. Todo junto esa tarde de verano, los soldaditos, mi tío sin uñas, los soldaditos, Yerka, los soldaditos, mi abuela que no pone la otra mejilla. Y de fondo, del lado derecho de la casa, el loro eterno que gritaba eternamente “¡judíos, judíos!”. Qué inteligencia, qué vivaz. Mi deseo de escribir esta historia tiene, sin embargo, otro corazón. No sé si es de mi abuela que quiero hablar, de mi tío que al principio era como un perro bravo y luego fue aprendiendo a ladrar despacito, de mí, que pese a todo, pese al verano hirviente, a los ladrillos desiguales del patio, a los gusanos gelatinosos de la parra de uva, a la vieja “Máscara de plata”, al aburrimiento de cada tarde, al miedo suavito, a todo, todo, era feliz, no sé si es de mí, digo, o de Yerka, que era otra forma de ser yo, porque la respiración de Yerka me gustaba, me daba aire. El corazón de esta historia siempre estuvo en la panza de Yerka y ella fue la única que lo supo de esa manera salvaje. Yerka se comió a sus cachorros. Eran cinco, tres hembras y dos machos. Todos tenían ese color que las mujeres piden a sus peluqueras: chocolate beniano hervido a fuego lento. Los vimos una sola vez. Al día siguiente del nacimiento, un olor a carnicería te hacía picar la nariz. Por un instante mi abuela temió que a la vieja gorda se le hubiera gangrenado la cara. Pero la “Máscara de plata” estaba en su mejor momento, gozando su venganza. Los motivos por los que Yerka se comió a sus propias crías, sólo ella podría explicarlos. Pero no es cosa de andar pidiendo explicaciones a un animal. Así que los restos, pelos color chocolate, pedacitos de corazón que más parecían de pájaros que de perros, fueron echados a la basura. Desde ese momento, Yerka nunca más quiso entrar a la casa, aun cuando las tropas de soldaditos pasaran trotando y jugaran a amenazarla con sus escopetas de mentira (ahora ya sé que no tenían balas, que las habían heredado de la Guerra del Chaco y estaban todas oxidadas por dentro y todo era una pose, una pose de machitos, como decía mi abuela). Había que servirle su plato en el corredor, bañarla con manguera en plena calle y hacerle caricias alguna vez, con cuidado, porque en
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el fondo, lo más triste, y es lo que desde el principio de este relato quería contar, es que a Yerka empezamos a tenerle miedo. No el miedo natural que se le tiene a un perro, miedo a que te muerda, era un miedo distinto, miedo de mirarla a los ojos, miedo de reconocer a alguien atrapado en esos ojos. Es bien triste tenerle miedo a alguien que has amado mucho. De todas las cosas de este mundo, les juro que ésa es la más triste. [Extraído del libro de relatos Niñas y detectives. Y otros cuentos con sangre dulce. Narrativa Bartleby, Madrid, 2009]
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gIOVANNA rIVERO (San ta Cruz, Bolivia, 1972). Su obra incluye los lib ros de relatos Las best ias (1997, Premio Nacional de Literatura), Sentir lo oscuro (2002), Contra luna (2005), Sangre du lce (2006) y las novelas La s camaleonas (2001) y Tukzon, historias cola terales (2008), y el lib ro de cuentos para niños La dueña de nuestros sueños (2002). Sus rela tos “El secreto de la vida” y “Dueños de la arena” obtuvieron el premio de cuento del periódico Presencia (19 93) y el Premio de Cuento Franz Tamayo (2005), respectivamente. A tra vés de la beca Fulbright-LASPAU hizo una Maestría en Literat ura Hispanoamericana en la Universidad de Florid a, USA. Participó del Iowa Writing Program en el otoño del 2004, en la Un iversidad de Iowa City . Recientemente su cu ento “Camas gemelas ” fue seleccionado para pa rticipar de la antologí a latinoamericana El fu turo no es nuestro (200 9) y fue invitada como uno de los cuastro escrito res latinoamericanos para compartir el program a “Escribir en residencia ” que la Universidad Alcalá de Henares ausp ició durante todo el m es de abril del presente año. Acaba de publicar su primer libro en Espa ña, Niñas y detectives , con el sello Bartleby Ed itores (Madrid, 2009). El cuento que aparece en la revista forma parte de este libro. .
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LOS ZAPATOS TACÓN
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quí en Madrid me lo callo, porque decirlo no es muy levantado para una mujer, pero no era otro mi sueño, allacita en Morazán, que comprarme unos zapatos de tacón de aguja. ¿Me creerá vos si le digo que caminaba como totoreca los treinta kilómetros hasta la capital, sufriendo guardias de horas, sólo por revolver en las papeleras de los millonarios? Todo eso hacía y algotras que no cuento por conseguir un número de Elle o Cosmopolitan. ¡Si me viera, después de quitar peladuras de tecomate y restos de tamales, recortando con tijeras de cardar ovejas las últimas tendencias de Milán y París! Las amigas se reían de mis ínfulas y me llamaban Marcela Preaporté; a mí me daba igual, pero me encachimbaba reconocer que tenían razón. Bien mirado, ¿en qué cabeza entraba que pudiera comprarse los zapatos de la Keit Mos una pobre guanaca como yo, que no untaba más salsa que la del hambre?
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Por eso, despuesito de llegar a Madrid, al conseguir el primer trabajo en Goya, me faltaban dedos en la
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mano para contar los días hasta la primera nómina. No me importó que los jefes me hablaran golpeado, ni que algún hijueputa me pellizcara en el culo, ni que todos me mirasen raro cuando el conserje echó en falta su cartera (apareció más tarde, se la había dejado en casa, qué gracia), ni que a la mínima queja el de la eteté me recordara el pequeño fleco que faltaba para legalizar mis papeles: nomás recibir la nómina, decidí comprarme los zapatos de mis sueños. Y no era cualquier sueldo, no, que eran setecientos euros, ¡setecientos euros por trescientas horas de nada, que en Morazán eso no se levanta un teniente! Con esta sola idea en la cabeza, vestida con la ropa que me daba mejor fachenta, agarré mi bolso y me planté toda fufurufa en la primera zapatería de la calle Serrano. Como su puerta no se abría, hube de llamar a un timbre, teniendo aquel día primera noticia de tiendas con timbre. Pero nomasito cruzar, ¿qué le diré? ¡Púchica! ¡Pues no me sale a recibir un jovenzón con unos dientes que ni en Jolibú!
A partir de ahí me falla la memoria: no recuerdo cómo supo que me llamaba Marcela, ni quién le dijo que era de Morazán. Sin tiempo a pedirle ningún zapato, él me los fue sacando, y no permitió que yo hiciera nada, no: con sus propias manos me los calzaba, mientras me seguía hablando dulcito y enseñaba dientes, muchos dientes. Sí sé que, tras envolverme aquel rojo con tacón de once centímetros, me pidió la dirección y mi fecha de cumpleaños. ¿Vos se lo puede creer? ¡Mi cumpleaños! Salí de la tienda bola de alegría, con los ojos como dos estrellas pispileantes, y no me importó haberme gastado sesenta euros más de los que imaginé, porque estaba enamorada, ¿sabé?, enamorada, y sólo faltaban tres meses para mi cumpleaños... Pasé ese tiempo entre hojas de calendario. Me latía muy dentro que esta vez era un amor para toda la vida. Cuando llegó el día, me notaba como puma detrás de la presa. Abrí el buzón. Allí estaba la carta. Esto decía:
(relatos) Esto me sucedió hace cinco años. Como no hay caldo que no se enfríe, y en este tiempo no me he encontrado otro coyote del mismo cerro, hoy vivo toda tranquilona, aunque cada vez que me acuerdo de aquello me viene como una reventazón en el alma. De todo se aprende, y ahora soy una experta distinguiendo entre la gente que habla con el corazón y la que solamente lo hace del diente al labio. Eso sí: desde entonces a este sol, nunca he ido a tiendas preaporté. Lo que necesito lo compro en los chinos, feliz de la vida, aunque he de reconocer que, hace tres semanas, casi pierdo los nervios: –¿De cuántos centímetros quiere el tacón? –me preguntó el chino. –¡Púchica! –le grité–. ¡Nada de tacón! ¡Zapato plano! ¡Zapato plano! ía
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Era un morenote con dientes y tantos dientes, no es un exagere, y con un tono de voz tan chévere, como de zumo de papaya, que, casi sin darme cuenta, sentí un fuerte temblorcito aquí dentro del corazón.
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udónimo de Alberto se ), 74 19 a, ay izc (V A NI Sentí como una patada de mula en la trompa, bATA cido como el poeta errechea, mejor cono st Ba como si un veneno me fuera cayendo en picada hae que escribe con rabioso, es un hombr or ne lee cia la tripa y luego se levantara hacia la cabeza. De tercera categoría, y de o nt le ta e es o, ni un pestañazo lo comprendí todo: aquel tono, aquel inge s sin preocuparse de o cinco bibliotecario m co s lambisconeo, aquellos miles de dientes. ace atacar a todas la pl Le . io ac sp de rlo hace ¡Comedia, purita comedia! ¡Cabro, hijueputa, y territoriales que le s sociales, familiares se í ba cerote! Me vino una lloradera tal que tiré la carta la literatura, y aún as a ón ci ca di de su n permite es que al fuego. Mientras veía arder las palabras, me juré eguido hasta ahora ns co ha e qu o ic ún lo be entre hipos que a partir de entonces andaría con tal manera que no sa llamen honrado, y de le el ojo bien pelado, que no iba a consentir nuevas . / si es insulto o elogio bandidencias. rabioso.blogspot.com EN LA RED: http://neor
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RISUEÑA NOCHE DE BOMBARDEO de
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uando se intensificó el bombardeo sobre Bagdad mi primo Sultán y yo, desertores del ejército que invadió Kuwait, decidimos emborracharnos, no por miedo a la muerte, sino por oponernos a participar en hacer el ridículo. Nunca habíamos probado el alcohol.
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El desertor es condenado a muerte por el Gobierno, pero el Gobierno no se ocupará de nuestro pueblo, tan pequeño y olvidado en la llanura, por eso lo llaman “la Rata”: un puñado de casas que vive de un pozo de agua salada, cuyo fondo está cubierto por ladrillos. En su agua nadan bonitas serpientes de muchos colores que tienen un mordisco ligero, como el pellizco de una madre a la mejilla de su niño. Cuando muerden no matan, no tienen veneno ni sirven para nada, excepto para otorgar unos momentos de diversión
a los chavales que rodean el pozo con las miradas fijas en el cubo que sube. Sube con el chirrido de polea de madera carcomida en el centro por la cuerda de lana. Nadie ha visto el alcohol en nuestro pueblo excepto mi primo Sultán y yo, porque estuvimos en el ejército, y el profesor Musa, porque estudió en la ciudad. Él se convirtió en el único maestro de la escuela de adobe construida por la gente del pueblo: dos cuartos pequeños, uno es para Musa (la Dirección) y el otro, un aula donde se aglomeran los alumnos de los seis cursos, que son seis, un alumno en cada nivel, sentados sobre dos alfombras que bordó mi abuela adornadas con dibujos de pajaritos, estrellas, perros y ángeles. El maestro Musa llena su cuarto con botellas y libros y no se limita a enseñar a los estudiantes sólo
Candiles apagados, la gente duerme y los perros dan vueltas alrededor de las casas sin ladrar, porque sólo ladran a los extraños y a los lobos, o a una vaca, o a un burro que se suelta de su atadura. Nos dirigimos a la casa del maestro Musa y al cruzar la parcela nos acercamos a la tarima donde duerme, rodeado por biombos de caña. Oímos la radio, que emitía las noticias del bombardeo, y la voz del maestro blasfemando: ¡Hijos de cerdo, hijos de puta! Sultán me tiró del brazo y me susurró al oído que nos volviéramos, pero yo me negué, le conduje hasta la tarima y grité: ¡Maestro Musa, maestro Musa! Entonces se dejó de oír la radio y bajó el profesor abrochando sus pantalones y, acercando su rostro a nuestras caras para identificarnos bajo la luz de la luna. Olfateamos el olor del añejo en su aliento. Nos callamos sin saber qué decirle hasta que oí a Sultán atragantándose con una frase dolida, como si estuviera a punto de echarse a llorar: ¡Están destruyendo Bagdad, profesor! Musa agachó la cabeza por un instante, pensativo. Se volvió y subió a su tarima/ cama. Escuchamos la voz de su mujer que le preguntaba: ¿A dónde? y a él contestando: ¡A la escuela! Bajó. Llevaba en una mano la pequeña radio y una camisa y en la otra, una botella. Nos dijo: !Vámonos! Anduvimos juntos por las sigilosas calles del pueblo, sólo entorpecido por el chasquido de los guijarros bajo nuestros pies. Dándome la botella para ponerse la camisa me dijo: ¡Pobrecitas!, mi mujer y la botella, las machaco cada vez que se intensifica el bombardeo.
(relatos) Llegamos a la escuela, que queda al lado del pozo. El profesor abrió el candado de la puerta de su cuarto (la Dirección) con una llave atada a su muñeca con una cadena fina. Empujó la hoja y sacó de detrás una piedra del tamaño de un zapato, la puso enfrente para que la puerta quedara abierta, encendió una cerilla y avanzó hasta la pared del fondo. Alumbró un candil colgado por un clavo largo, ya negro, igual que la mancha que lo rodea, por el efecto del humo. Una mesa de madera, dos sillas, estantes de libros, fotografías de caras desconocidas, de rostros serios y pensativos, un antiguo mapa del mundo, cuadros y, en el rincón, amontonadas, las cajas de las botellas, la mayoría vacías y algunas sin abrir. Se puso detrás de la mesa, arrastró una caja vacía y me la dio. Me senté sobre ella. Sultán se sentó enfrente de mí en una silla y el profesor en su silla. Puse la botella que tenía en la mano sobre la mesa, él cogió una nueva botella, la puso al lado y sacó de la oscuridad tres vasos, una jarra de agua, un plato, una pesada olla y un cenicero. Los puso uno detrás de la otra. Sultán y yo nos pusimos a ordenar, pero él volvió a descolocarlo todo para dejar espacio a la radio, a un paquete de tabaco y a un libro. Abrió la olla, llena de habas cocidas. Cogió de las habas con la mano hasta que llenó el plato. Bajó la olla y se secó los dedos con una toalla colgada en la esquina del respaldo de su silla. Vertió en los vasos alcohol de la botella y agua de la jarra, los distribuyó entre nosotros y los acompañó con cigarrillos que nos encendió. También nosotros sacamos nuestras cajetillas de tabaco y las pusimos sobre la mesa. Encendió la radio y empezó a mover la aguja entre las emisoras que hablaban, todas, del bombardeo de los Aliados sobre Bagdad. El maestro llenaba su vaso y lo vaciaba en su boca de golpe. Aumentaba ese ritmo al intensificarse el bombardeo. Mientras, nosotros bebíamos despacito de nuestros vasos, olfateando, saboreando... y tomando habas.
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los asignados por el Ministerio de Educación, sino que les hace aprender de memoria “la milenaria de Ibn Málik“ y la poesía de Abu Nuaás, por eso la gente aquí conoce a Abu Nuaás más que al Presidente de la República. Y cuando alguien le pregunta por las botellas que trae en cajas cada vez que va a la ciudad en su moto –todos los fines de mes al cobrar su sueldo– les contesta: Es una medicina, sufro de jaquecas. Sólo mi primo Sultán y yo sabemos que es alcohol, porque hemos convivido con soldados de todo el mundo iraquí. No hemos revelado el secreto a nadie del pueblo que se conforma con conocer su nombre, y odiarlo, gracias a las prédicas del imán de la mezquita, que les advierte contra él cada viernes, mientras que ni él mismo lo conoce.
Mirábamos al profesor en silencio: despeinado, la camisa abierta, la cara desencajada y encendida, no tenía el aspecto que conoce la gente y respeta. Su rostro se parecía ahora más que nunca a los rostros de las fotos en las paredes. Pero él no tenía barba ni llevaba gafas ni ponía un dedo en la sien, ni se apoyaba la mejilla en una mano como se veía en algunas de las fotos: “qué alegría vivir si eres de piedra /te traspasan los eventos y sigues entero”. Las arrugas de su cara parecían, a pesar
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(relatos) de su agudeza, indicar claramente que su edad excede los cuarenta. Sultán y yo sentimos un ligero mareo después de tomar dos copas y un plato de habas y un número infinito de cigarrillos, mientras él se enojaba más y más y golpeaba el borde de la mesa con su puño o martilleaba su muslo a medida que se intensificaba el bombardeo, sin que cesen sus dedos de perseguir las emisoras. Después de un rato –no podría precisar cuánto duró- rompió el silencio y empezó a hablarnos sobre Bagdad en la época de Abu Nuaás y sobre otras personas, de las que habíamos oído sus nombres aunque no sabíamos nada de ellas. Él hablaba de ellas como si las conociera de toda la vida, con sus secretos, los detalles de su biografía y sus ideas. Habló mucho de Abu Nuaás, sus anécdotas (nos reímos), sus poesías sobre la bebida y los mozos. Después cambió de tema para hablarnos de la época en la que estudiaba en Bagdad y su encuentro con los poetas El Saiáb y Hussein Mirdan, en las Cafetería de Hassan Ayme o la de Bagdad, en la calle de Abu Nuaás, a las orillas del Tigris, donde asistió a un concierto de Yousif Ómar. Me encontré volviendo a contar los días en que Sultán y yo alquilamos una habitación semiderrumbada en el Barrio de Alfadl y entrenábamos en el campo de Alrashid, y mi eterna historia de amor por Fahdila, la Bagdadeña. Sultán repitió la misma frase que decía cada vez que yo hablaba de Fahdila –quizá esta vez hablara con la intención de aliviar mi preocupación por ella-: ¡Su madre es más guapa que ella! ¡Cállate, amante de viejas!, le grité. Nos reímos y el profesor rellenó el plato con habas a la vez que mascullaba: Las viejas tienen su propia belleza.
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Vimos una rata que se acercaba a oler las cáscaras desperdigadas por el suelo. Sultán intentó ahuyentarla: Hesh..., hesh heshshsh..., pero no escapó: ¿Por qué no huye? ¿A dónde va a huir?, le contestó el profesor. Ésta es su patria. Es una rata y el nombre de este pueblo es “la Rata”. No recuerdo si nos reímos entonces pero volvimos a callarnos para seguir las noticias del bombardeo, y ya nos bebíamos nuestras copas de golpe, como él. No escuchábamos claramente y nuestra vocalización se nos resistía. Sultán preguntó por el significado de la palabra ‘alianza’ que se repetía mucho en las noticias y el profesor empezó explicándole las alianzas de las guerras mundiales; el Cordero Negro, el Cordero Blanco y el Hombre Enfermo, pero Sultán le dijo que no entendía. El maestro se quedó callado un
momento, se levantó y se puso debajo del candil. Se bajó los pantalones, sacó su miembro, lo movió con la mano hasta que se extendió y su sombra, del tamaño de un cañón, se reflejó sobre la pared de enfrente. Entonces dijo: ¡Venid aquí y haced como yo! Nos levantamos, nos bajamos los pantalones y movimos nuestros miembros. Entonces nos dijo: ¡Acercaos! Nos acercamos hasta que se rozaron. Los cogió en su mano y dijo a Sultán: ¿no te parece que si metemos todas estas cosas juntas en tu agujero, en tu cero, no te parece que reventará? Sultán dijo: Pues sí. Entonces dijo el profesor: ¡Ésta es la alianza! ¡Subiros los pantalones! Después de abotonarnos, escuchamos unos pasos acercándose a la puerta. Nos quedamos callados y empezamos a mirarnos y mirar a la puerta acechantes y a la espera, hasta que se asomó la cabeza de un burro pequeño que erguía sus orejas. El profesor comentó: Tal vez también quiera participar en la alianza. Nos reímos y yo añadí: ¡O tal vez quiera emborracharse! Musa dijo: ¡Ah, es verdad, seguro que tiene sed! Nos quedamos mirando al burrito y el burrito mirándonos a nosotros durante un rato, hasta que el profesor nos hizo una señal para que cogiéramos una caja de botellas. La levantamos y le seguimos camino del pozo. Él llevaba la radio sintonizada en una emisora de canciones extranjeras con música bailable. Subimos el cubo del pozo, lo desatamos de la cuerda y empezamos a abrir las botellas y verterlas en él jubilosamente hasta que estuvo a punto de llenarse. Lo acercamos al burro, que metió todo su morro dentro, lo olió y no bebió, levantó la cabeza y se quedó en su sitio mirándonos. Lo cogimos y sumergimos sus narices en la bebida por la fuerza. Se tomó unos tragos, se sacudió, se enfureció y se quedó quieto. Nos sentamos al borde de la acequia donde el suelo está cubierto de estiércol y huele a lana de cabras. La luna sorteaba entre las nubes, iluminaba y desaparecía, y Bagdad, lejos de nosotros, era la imagen más presente en nuestras mentes. El burro estaba en su sitio, giró la cabeza y se puso a mirar a la escuela que estaba aproximadamente a diez metros de él. De repente salió disparado hacia ella hasta cabecear la pared con toda su fuerza y caerse de espaldas sobre el trasero. Nos echamos a reír y lo aplaudimos. Se levantó lentamente y volvió a ponerse donde estaba y miró fijamente a la escuela durante unos segundos. Entretanto, el profesor
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subió el volumen a las canciones extranjeras. El burrito salió corriendo otra vez a gran velocidad: ¡Turbuk... turbuk... turbuk... traaáj...! Golpeó la pared con toda su fuerza y se volvió a caer sobre el suelo. Le aplaudimos riéndonos a carcajadas hasta que caímos de espaldas, apretándonos las barrigas y rodando sobre los guijarros, la tierra y el estiércol. El burrito se levantó de nuevo, se detuvo donde estaba y nos pusimos a bailar al son de las canciones, meneándonos, y el burrito repitió sus cornadas a la pared una y otra vez. La pared se quebrantó y nosotros nos meamos en los pantalones de tanto reír. Caíamos y nos levantábamos. El burrito miraba fijamente, corría, cabeceaba, se caía, se levantaba y volvía a la carga... Siguió así hasta que se quedó quieto sin poder moverse. Cogimos la radio y el cubo y decidimos buscar a todos los burros del pueblo, uno a uno, hasta que soltamos a todos los burros borrachos. Corrían: ¡Turbuk... turbuk... turbuk!, cabeceaban las paredes: ¡Traaaáj! y los perros ladraban detrás de ellos: ¡Guau... guau... guau...! hasta el alba. Por la mañana, cada dueño, con su perro, perseguirá a su burro y se reirán al encontrarse tras las esquinas.
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español. mUSHIN aL-rAMLI escribe en árabe y en o, ic ém ad ac y r to Filosofía uc 1995. Doctorado en Escritor, poeta, trad e sd de ña pa Es en . Reside 2003, tema de Nació en Irak en 1967 Autónoma de Madrid d da si er iv Un la ño pa . y Letras, Filología Es lámica en el Quijote is ra ltu cu la de s la su tesis: Las huel al árabe. s clásicos españoles emio de los escritore pr el n Traductor de varios so s lo el de s de cuento, do edio), la revista (Oriente M Obtuvo tres premios de el es ro ot el y , y 1989 jóvenes, Bagdad 1988 , turco, glés, alemán, francés Londres 1996. in : al os id uc ad tr s han sido Algunos textos suyo y kurdo. ués, albano, catalán os) 1995. italiano, ruso, portug glo que viene (Cuent si l de lo ga Re : as uentos) ad s lejanas del Tigris (C De sus obras public ja Ho . 97 19 o) tr ea (T r zón vivo nsas (EE.UU.) 2002 po ka Ar En busca de un cora io em Pr , 99 19 eo idas (Novela) noches del bombard es 1998. Migajas esparc lic fe s La ). bs um Cr Scattered a) 2005. la versión inglesa: ( s respuestas (Poesí la de os ud vi os m so dos ltural ALWAH. (Narración) 2003. To itor de la revista cu ed Co . 08 20 a) el iversity, ov Dedos de dátiles (N icana Saint Louis Un er am d da si er iv un or en la Actualmente, profes .com/ sinalramli.blogspot uh Madrid. m :// tp ht D: RE LA EN
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LA BOTELLA de aLBERTO
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gARCÍA sALIDO
edio vacía la botella espera sobre la mesilla de la habitación. El agua en su interior parece invisible y tan sólo la luz de la lámpara permite intuir su presencia en el interior del recipiente de plástico. A su lado el despertador deja paso, diligente, a los segundos que viajan para hacer avanzar la noche convirtiéndola en madrugada.
mano derecha agita el recipiente y a continuación intenta quitar el tapón. Cuando lo consigue, a punto ya de dar un trago, él aparece en la puerta.
La puerta se abre y ella aparece llorando, nerviosa. Con el pijama puesto y el pie derecho descalzo tras perder en el pasillo una de las zapatillas. Se detiene un momento, dubitativa, y lanza después ferozmente las manos hacia la mesilla para coger la botella. Al realizar este movimiento percibe entre sus labios el sabor salado de las lágrimas que recorren su rostro tras huir de unos ojos enrojecidos por el dolor, el miedo y la pena. Con su
La mujer cierra la botella, sin haber bebido, y la pone de nuevo sobre la mesilla. En su interior el agua se tambalea emitiendo pequeños destellos que parecen querer llamar la atención, pidiendo quizá incluso ayuda.
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Vestido de traje. Despeinado.
El hombre se acerca mientras ella se deja caer lentamente al tiempo que va doblando sus rodillas. Pliega su cuerpo y se hace pequeña dejando tan sólo en su interior espacio para el miedo.
- No grites - dice tranquilo.
Sin tiempo para que pueda evitarlo se abalanza sobre él.
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Le empuja. Él cae sin cambiar su gesto y golpea su cabeza contra el suelo.
La mujer halla en su rostro una mueca siniestra. Descubre el rictus de un hombre que ya no conoce. Observa la cara de alguien que fue una vez y que con el paso del tiempo ha desaparecido.
Crack.
Arrastrándola del cabello la obliga a moverse. Tropieza con la mesa y hace caer la botella de agua medio vacía justo en el sitio en el cual ella antes cayó derrumbada.
La mujer se gira y cierra la ventana. Cuando termina de bajar las persianas empieza a escuchar los primeros gritos desde la calle. Regresa a la mesilla y comienza a buscar la botella de agua.
El hombre acerca los labios a su rostro y le da un beso en la mejilla. Un escalofrío atraviesa su cuerpo para clavarse como puñal en su pecho y crear un enorme agujero por el que ella se derrama para vaciarse, para convertirse en nada.
La encuentra tumbada en el suelo, esperándola.
- No tengas miedo – susurra él. Cuando están frente a la ventana el hombre abre los cristales. La coge después de la cintura y la obliga a mirar a la calle. Ella cierra los ojos, no quiere mirar, se marcha con este gesto muy lejos pensando que sus párpados son la frontera que él nunca podrá cruzar. - Observa. No soy el único que está en la calle a estas horas - sisea él junto a su oído.
Queda tirado, con la mirada perdida y una postura grotesca en sus cuatro miembros.
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Él lleva la mano hacia su cabeza y comienza a acariciarle el pelo. Ella se encoge como muerta y tiembla impotente al sentir que está rodeada de frío. A continuación su marido tira con fuerza de su cabello obligándola a ponerse de pie.
Su mente ahora parece ligera y en sus labios aparece una sonrisa que regresa desde un lugar casi perdido en la memoria. Agita la botella y antes de beber se detiene a observarla. Descubre entonces, sorprendida, que el recipiente medio vacío parece ahora algo más lleno. Quizá de vida. Quizá, quién sabe, tan sólo de agua.
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La mujer abre los ojos. La calle, desierta, le ofrece alberto garcía salido (Madrid, 198 un escenario perfecto para interpretar su final. estudios de 1) cursó Medicina en Detiene bruscamente su llanto y articula una la Universida de Henares y d de Alcalá realiza actua sonrisa. lmente la es de Pediatría pecialidad . Tras resulta r premiado e certámenes n varios de escritura , ver a sus re Da un paso atrás. parte en vari latos formar as obras rec opilatorias y ciones, cuen publicar narr tos breves y atextos poétic Mira un instante a su marido, de arriba abajo, páginas de in os en divers te rn e t re a alizó su debu s cómo si estuviera haciéndolo por última vez. literario dura t en el ámbit nte este mis o mo año con e El tipo que es l libro de rela cucha (edito tos Su marido. ri al Alfasur), actualmente a la venta la 2ª edición. EN LA RED: “N o pasa nada, d La ventana. e nuevo” http://citopie nsoluegoexis to.blogspot.c om. El vacío.
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ALLEGRO de jUAN
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e de reconocer que tras el concierto, justo en el momento de estrecharle la mano amablemente mientras nos presentaban, supe por su indiscreta mirada hacia mi caritativo escote, que esa noche si dios o Chopin no lo remediaban, nada iba a impedir que yo coqueteara con aquel hombre. Aunque fuese tan sólo para imaginar que hacía realidad una de mis fantasías sexuales más inconfesables: hacer el amor con un pianista enjuto y narigudo, de manos suaves y oblongas como una pintura del Greco. La música es mi pasión. Durante el cóctel, a la entrada del restaurante francés que la concejala de cultura había reservado para agasajar a aquel cenceño concertista, coincidimos gratamente en reconocer nuestra secreta debilidad por los Nocturnos de Chopin, y en especial por las Canciones para voz y piano que sobre poemas de Stefan Witwicki había escrito el músico polaco. Después de esa grata y elitista coincidencia sólo había que echar una ojeada a los invitados, o a mi escote, para comprender que seguiríamos juntos buena parte de la velada. Ya sentados a la mesa, y hacia la cuarta copa de vino, supongo que por los vapores del reserva y por el poco peligro que la actitud tímida de aquel hombrecito me transmitía, cometí la indiscreción de confesarle que no quería terminar mis días sin que alguien tocara sobre mi espalda desnuda las Valkirias de Wagner. -El protocolo no creo que nos deje mucho tiempo para un movimiento tan complejo- me dijo apoyando su mano derecha sobre mi muslo- pero si usted me lo permite me gustaría regalarle algunas notas de las Trois Gymnopédies de Erik Satie, soy un romántico.
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No pude sobresaltarme porque el momento elegido fue especialmente inoportuno, la concejala de cultura, sentada justo a mi izquierda, se había girado hacia nosotros irrumpiendo súbitamente en la conversación mientras me miraba directamente a los ojos. No sé si me sacudió el miedo a que aquella señora tan repeinada pudiera haber visto la mano del pianista en mi muslo o fue el espasmo que me produjo el contacto de mi pierna con la piel aterciopelada y pajiza de su mano, pero lo cierto es que intenté reaccionar de manera natural, poco brusca, proseguir sonriente la conversación con la concejala y el pianista de los dedos y las manos largas, para más tarde detener ese exceso de confianza de una forma natural y madura pasados unos segundos. A fin de cuentas me sentía alagada, pero ese momento de duda debió de ser definitivo. Por debajo del mantel, mientras yo sonreía en exceso a la inoportuna señora, el pianista comenzó a interpretar sobre mi pubis, púdicamente cerrado, las primeras notas de las Gymnopédies de Satie. Reconocí las notas al instante, reconocí los espacios y la música sorda que las yemas de sus dedos imprimían. Supongo que eso provocó una involuntaria contracción en mis abdominales que me obligó a entreabrir las piernas y supe, en ese mismo instante, que como en aquel poema yo era un piano brillante e inmóvil. El pianista se inclinó ligeramente hacia la izquierda para responder los comentarios de la concejala acerca del ritmo en el concierto. Impasible hablaba con insultante naturalidad, con la mano
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(relatos) izquierda se mesaba la barbilla mientras con la no sé qué nota perdida, el pulgar presionaba mi derecha, por debajo de la mesa había apartado, sin clítoris con violencia, y fue justo entonces cuando perder una nota, mis bragas hacia un lado y aucomenzaron los espasmos, empecé a dar carcajadas mentaba el nerviosas aprovechando un afortunado y oportuno ritmo del segundo movimiento. Reconocía las comentario de la señora concejala mientras él notas sobre mis labios mayores, las cesuras de la deslizaba, no contento con los aplausos del negra sobre mi clítoris normalmente con el dedo auditorio, su dedo meñique dentro de mi culo. índice, reservando el corazón y el anular para la La ovación duró más de lo previsto, segundos, melodía y para mis labios. Se descalzó y comenzó a minutos después, no sé, toda mi piel se puso en pisarme suavemente los zapatos de tacón a modo pie. Luego me quedé muy quieta, convulsionada, de pedal de cordura o de sostenuto. inspiré disimuladamente todo el aire de la sala Aprovechando la conversación que ambos para terminar de superar las contracciones mantenían yo intentaba reírme de vez en cuando abdominales cuando aún sus dedos, ya inmóviles, para participar de alguna manera, mantenerme así permanecían dentro de mí. Intentaba con todas un poco al margen y aliviar la enorme tensión que mis fuerzas mantener levantados los párpados sentía en las piernas estiradas con fuerza para mientras él hábilmente colocaba cada cosa en su facilitar su interpretación. La señora dijo que a sitio, las partituras, las bragas, la falda, el mantel. pesar de que me conocía desde hacía años aquella Suavemente, desde debajo de la mesa, sacó noche me encontraba radiante y que jamás había lentamente su mano y como en aquel cuadro de visto ese brillo en mis ojos, y es que la música Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, levantando el tiene ese efecto en mí, le respondí escuetamente dedo índice, educadamente llamó la atención del mientras él daba comienzo al último movimiento. camarero para preguntarle: -¿no sé si la señora Aceleró el tercer movimiento de las tomará postre?- refiriéndose a mí. Trois Gymnopédies utilizando sólo cuatro dedos y –No, no –dije precipitadamente-. Por ahora reservando el pulgar para mantener presionado estoy más que satisfecha –añadí pellizcándole la mi clítoris, incliné ligeramente los hombros hacia batuta. Quizá más tarde. delante para evitar, en la medida de lo posible, ería, 1967) jUAN pARDO vIDAL (Alm rsidad de que los pezones se me salieran por la blusa de Hispánica por la unive Licenciado en Filología s de seda como dos falanges. Con una sonrisa estúpida ucador social en Centro ed n ió es of pr de y a ad Gran contemplaba como ellos dos, uno a cada lado, . Protección de menores hablaban en silencio, moviendo la boca, pero Ha publicado: Salamanca, yo sólo escuchaba las notas de la música de Satie piedra, editorial Celya, Poemas de amor a una viero resonando en mi oídos, y me imaginaba que la ección de relatos), El Ga 2003, Tus Muertos (col 4 de sala, misteriosamente, se vaciaba de invitados y , La mujer sin brazos, Ed 04 20 , ía er m Al s, ne io Edic s, EPPUR, que aquel hombrecito diminuto me empujaba de Poesía para insensible agosto, Logroño, 2007, bruces sobre los platos de la mesa, y que mientras Málaga, 2009. itorial yo inútilmente me resistía él me levantaba la falda a actual almeriense”, ed Antologado en “Narrativ arrancándome la ropa interior e introducía sin Ríomardesierto. a Poética piedad su discreto pene en mi coño a la vez que rial Ópera Prima en Alde ito Ed la r po do ga lo to An metía en mi culo una brillante batuta que agitaba en España, 2005. III, Antología del haiku la suavemente para dirigir una extraña orquesta de tamiento de Almería en Antologado por el Ayun 07 sensaciones. Mientras tanto la conversación entre Zaguán, Almería, 20 uy colección Autores en el terior y otros relatos m in ar ellos dos se volvía cada vez más animada, m El n ió ic ed de e Pendient algunas contracciones en mi espalda debieron y feos. tas literarias impresas vis re avisar al experimentado músico de que había en al tu bi ha r do Es colabora eal y El sa La Voz de Almería, Id llegado el momento de terminar el concierto. en pr en o m co í as s, le digita riales y or –Está siendo una velada inolvidable – le ora también con edito País (Andalucía). -Colab ros. s de presentación de lib to dijo la señora. Yo asentí completamente ac en na zo la de os ganism s Letras) convencida de que, efectivamente, ella estaba .L (Centro Andaluz de la C.A l de r to au de ás em Ad ntros de en lo cierto. Él sonrió e introdujo a un tiempo s y conferencias en Ce impartiendo seminario su dedo índice y corazón en mi vagina buscando oción de la lectura. Secundaria para la prom
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UNA SEÑORA BIENrOXANA de
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armen, de 37 años termina de extenderse la crema hidratante por todo el cuerpo. Le gustaría parecer bella como Jean Fonda, aunque sea una vulgar mujer de clase media barata con aspiraciones truncadas. Ya en el internado anhelaba convertirse en miembro numerario de la alta burguesía. Pero la realidad le deparó un marido comercial dedicado los cinco días de la semana a la venta de productos farmacéuticos: viajante por las provincias de Castilla y León que conoce al dedillo, al igual que los clubes de alterne que frecuentaba, ahora precintados por orden judicial. Aunque Carmen, su mujer, de esto no sabe nada. Mejor, ya tiene demasiados problemas cotidianos con la asistenta y con los niños de colegio concertado, de uniforme devaluado por la baja calidad del paño de sus pantalones, y ese color azul oscuro rancio que mantienen las dominicas desde el descubrimiento de América.
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Hoy es un día normal para Carmen. Se levanta a las 8:30 y después de la ducha se aplica crema para pieles normales en su baño azulejado en tonos pastel, adosado a la habitación matrimonial. Sus hijos de 7 y 5 años desayunan en la cocina. Se están tirando migas de pan por debajo de la mesa y
escupiendo cereales al chocolate. Los cereales caen al suelo. Viene consuelo y los recoge. La asistenta de Carmen se agacha sin decir ni pío, y junta uno a uno los cereales que tiran los hijos maleducados de colegio concertado, donde aprenden a rezar el padrenuestro –de memoria-, que canturrean ante las monjas solitarias que cuelgan sus bragas blancas en el tendal, al anochecer, para que nadie las vea. Y piden una ayuda económica una vez al mes en concepto de obras de caridad para después adoctrinar a su antojo. Aunque Carmen y sus amigas se sienten orgullosas de mandar a sus hijos al concertado, con los uniformes bien limpios y planchados por asistentas procedentes de Colombia o de Ecuador, que llaman a sus hijos una vez a la semana desde locutorios que llevan el nombre de Amazonas o Paraná, y guardan las fotografías de sus familiares en monederos cuadrados forrados en piel de imitación, y se reúnen los domingos en parques y jardines del extrarradio de la ciudad donde se citan con sus compatriotas, y hablan de las horas extras y de las puñeteras manías de las señoras bien para las que trabajan, como frotar los calcetines a mano antes de meterlos en la lavadora, o fregar el parquet con vinagre y limón, al menos dos veces a la semana.
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(relatos) Pero Carmen, no nos engañemos, no es feliz, percibe que su vida es una auténtica mierda, aunque disponga de una visa oro, o de un Mazda MX – 5 Roadster Coupe descapotable para ir a Mercadona. Siente un vacío existencial incapaz de llenar ni siquiera con sus clases de pintura de los martes por la tarde, y a veces, como ahora, se deja llevar por un sueño inútil, por un sueño inalcanzable: convertirse en una artista comparable a Frida Kahlo. Y cuando sus hijos están en el concertado y Consuelo tiene el día libre, Carmen rOXA NA pOPELKA hojea el diario de la artista editado por el Círculo Ha publicado los libros de poesía Ciudad del Norte de Lectores y piensa en el aparatoso accidente (1989) y Simplemente nada común (1991). sufrido por Frida Kahlo que le rompió el cuello, Poem as y relatos suyos han sido incluidos en las las costillas, la columna vertebral y la pelvis, y siguientes antologías : Gijón Exprés (1995), El comprende que el dolor es algo que no se puede en último morir que apague la lu z (2001), Cuentistas (2 compartir. 004) Poesía astur de hoy (2 006), todos ellos en ed iciones del Ateneo Obrero de Gijón. La verdadera hi [Pertenece al libro de relatos Hotel] st or ia de los hombres (Eclipsado s, Zaragoza, 2005). Trip ulantes (Eclipsados, Zaragoza , 2007). 23 Pandoras: po es ía alternativa española (B aile del Sol, Tenerife, 20 09). Ha publicado el libro de relatos Tortugas acuá ticas (Baile del Sol, 2006). Re cientemente ha sido in cluida en la antología de rela tos homenaje a Bukows ki: Hank Over (Caballo de Troya, 2008). Dirige la revista literar ia “Lunula” del Ateneo Obrero de Gijón. Actualmente colabora en las revista s “Calle 20” y “El duende de Ma drid”. Todo es mentira en las películas es su primer a novela, publicada en la editorial Baile del Sol, 2009. Próximamente aparec erá su libro de relatos Hotel y la antología de poesía Cu mpleaños feliz, esta úl tima en la editorial Baile del So l. Desde el año 1996 se dedica, paralelamente , al arte de acción, realizando numerosas performan ce s dentro y fuera de Espa ña. Es codirectora y guioni sta de varios cortomet rajes: La vida en un corto (2003) . El aparcamiento (200 5). Este último ha resultado ga nador en la edición 20 05 del Festival de Cine de Gijó n (día de Asturias), y se leccionado en el festival de cine independiente de Canadá. 38 Toneladas: documen tal artístico sobre la de saparición de la escultura de Richard Serra, fue premiado por la Comunidad de Ma drid, edición 2008. roxanapopelka@yaho o.es EN LA RED: www.roxanapopelka.b logs
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TONI de fUSA
ue mi madre sobre todo la que se encargó de mi boda: no de los preparativos ni de los invitados. No. Del novio. Se encargó de buscarlo y de encontrarlo sin importarle lo que yo pudiera pensar o sentir. Por suerte, dio con Toni. Me acuerdo de cuando mi madre apareció con él por la puerta de casa, mientras yo, con unos pantalones de dormir cortos, tendía la ropa en el patio. Vino mi hermana pequeña corriendo a avisarme. Me dijo: y quítate esos pantalones que va a pensar que eres demasiado fácil. Y yo pensé, aunque no se lo dije, que qué más daba lo que pensara de mí y que cómo no le iba a resultar fácil si todo estaba acordado sin mi consentimiento. Más fácil que eso, dime tú qué hay, ni unos pantalones cortos ni nada. De todas formas, me fui a cambiar porque sabía que ese comentario nos nacía a todas de dentro por la educación que nos ha dado mi madre, más que porque mi hermana lo pensara de verdad. Me cambié y me puse una falda larga y ancha hasta el suelo. Se me olvidó cambiarme la parte de arriba del pijama, así que, cuando llegué, él me miró aguantándose la risa. Es guapo, pensé, y cuando sonríe parece un niño pequeño. Desde que en casa se hablaba de mi boda que yo andaba baja de moral. No me podía creer que fuera a abandonar mi casa y mi infancia y fuera a vivir con un desconocido con el que seguramente tendría que dormir y tener hijos y hasta fingir que me gustaba. Pero apareció Toni y sonreí por dentro, pensando que, al final, la cosa no iba a ser tan cruel. Mi padre, en cambio, cuando vio a Toni, cuando le tuvo cara a cara, s uspiró como diciendo: se acabará enamorando de ti, me la robarás. Se organizó la boda para una semana más tarde. En aquella semana yo podía ver a Toni sólo en compañía de nuestras familias.
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Además teníamos que hacer varias ceremonias antes. Una en la que mi madrina, que fue mi hermana mayor, tenía que hacer un baile para todos en mi honor. Otra en la que la madre de Toni me invitaba a su casa y me entregaba el anillo con el que ella se casó. Otra en la que tenían que comprobar que yo era virgen. Cuando me dijeron aquello, me fui a hablar con mi padre. Le dije: tienes que ayudarme. Me dijo, llorando, que no podía. Que además era yo quien tenía que ayudarle a él porque lo estaba pasando muy mal, que estaba sufriendo mucho por culpa de Toni. No pude contar con él y, no sé por qué, me sorprendí de que así fuera. En aquel momento, cuando mi padre me negó su ayuda, crecí. Fue en un segundo, o en menos, crecí, me hice mayor, comprendí. Un día en el que no había ceremonia de nada, le pregunté a mi madre qué les pasaba a aquéllas que no habían llegado vírgenes al matrimonio. Me dijo: toda su familia y la del novio, el que iba a ser el novio, porque la boda se suspende, todos, le tiran piedras. Después me dijo: pero tú no te preocupes, ni siquiera has tenido novios antes, como otras que sí y que después han dado la sorpresa. Y tenía razón. Por un momento me tranquilicé: ah, no había tenido novios. En esas reuniones en las que Toni y yo nos veíamos con la compañía de nuestras familias, imaginaba cómo sería mi vida con él. Se lo dije. Le mandé un papel y le dije: me pregunto qué tal esposa seré. Y él me miró y me sonrió como un niño pequeño y decidí que le quería. Fue igual de rápido que cuando crecí. Horas antes de la boda, se hizo la ceremonia de la virginidad. Mis hermanas, con una sábana blanca y grande, me rodeaban. Entraba conmigo el padre del novio, de Toni, que tenía que meterme los dedos en la vagina para comprobar si era pura,
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como oí decir una y otra vez. Pura, pensaba yo. Noté cómo el padre de Toni metió sus dedos dentro de mí y cómo los movía como si buscara algo que se le hubiera perdido. No puedo decir que aquella sensación fuera nueva para mí, hacía tiempo que había descubierto qué se siente al ser penetrada, pero aquella vez fue diferente. El padre de Toni no buscaba darme placer. Se notaba. Tocó y después yo sólo sentí gritos y más gritos. No sé qué pasó. Yo tenía los ojos cerrados, estaba pensando en esa leve diferencia, en los dedos de mi suegro, en el leve mareo que sentía. Mi madre vino, me miró a los ojos, después me abofeteó con una fuerza desmesurada. Toni lloró en silencio, mirándome muy serio. Después me llevaron al patio de mi casa, me pusieron contra la pared, desnuda. Me tiraron piedras. Todos. Una vez que miré, vi a mi madre loca, desesperada, tirándome las piedras más grandes, Toni tenía una en la mano que apenas le cabía y en ese momento, cuando se encontró con mi mirada, la alzó. Me tiraron todos fUSA dÍAZ Nunca sé muy bien qu piedras. Todos. Menos mi padre. Allí, tan solo, é decir de mí. Nací en 1988 en Ba rc el on a. Y ah í si go: aquí. Siempre digo ajeno. Arrepentido, quizás. qu e estoy estudiando Filología hi spánica porque entie ndo que eso justificaría de algu na manera mi pasión por la literatura: escribirla, o intentarlo, y leerla. He publicado cuentos en “Letralia”, “Tierra de Letras”, “Narrativas”, “Toreteo ” y “Agitadoras”. Escrib o a ocho manos reseñas de lib ros en “La librería de bo lsillo”. Tengo un blog: fragmen todeinterior.blogspot.c om. Y sigo en esa casa para siempre que es el arte de inventar e imaginar.
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EL PESCADOR DE ESPONJAS de jUANjACINTO
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mUÑOZrENGEL
ntró en la cantina, buscó con la mirada, evitando los cuerpos de los feligreses que se desparramaban sobre las mesas, se acercó al capitán y le dijo: —Soy un pescador de esponjas. El capitán rio de buena gana. —¡Todo el mundo en Kalymnos es pescador de esponjas! —Al reír descubrió la doble hilera de dientes podridos, y las encías ulceradas, enmarcadas en una barba gris. Luego la sonrisa volvió a sumirse en las comisuras de una boca torcida, y se bebió el vaso de un trago, como para cauterizar las llagas que lo mortificaban.— A ver, muchacho, ¿de cuántas expediciones has vuelto ya con vida? —De ninguna todavía, señor. Pero puedo contener la respiración durante mucho tiempo, soy fuerte, no me importa el riesgo y aprendo rápido. Y si he venido hasta estas islas es porque quiero ser un pescador de esponjas de Kalymnos. —El pecho desnudo del joven precipitaba su ritmo conforme avanzaba en su discurso, y sus grandes pulmones parecían querer escapar a algún otro sitio.
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—Comprendo —dijo el hombre, volviendo a encajar la mirada entre las botellas que se alineaban tras la barra—, eres todo voluntad. Esa noche el capitán llevó al joven a su casa, y le ofreció hospedaje y alimento a cambio de unas pocas monedas, hasta que partieran para la siguiente expedición. Mientras tanto, esos días practicarían la pesca de esponjas en la orilla, a tres o seis metros de profundidad, le dijo, algo que necesita tanto de técnica como de astucia, y de mucho tesón. Aquella misma noche comieron sardinas con pan y aceitunas, sobre una mesa de madera ennegrecida por el hollín y la grasa. Antes de que el joven se retirara a su alcoba, la esposa del capitán le pidió que le diera la mitad de las monedas como señal. El muchacho así lo hizo, y la mujer contó una a una cada pieza de cobre, y las envolvió en un pañuelo manido que fue a parar a su seno. Cuando subía las escaleras, el joven miró hacia el calor del hogar, y vio al hombre y a la mujer allí de pie, siguiendo sus pasos fijamente, con ojos redondos y chispeantes, como dos gatos que cazan en la noche.
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(lengua2) —Pero son más bien como verrugas, enormes y llenas de escamas. Principiaba el otoño, la estación en la que —¿Te duelen? —preguntó la mujer. comienzan las partidas de pesca a lo ancho del La esposa del capitán era achaparrada y obesa, tenía Egeo, para luego alcanzar las costas de Túnez, la nariz torcida y pegada al labio superior, y llevaba Libia y Egipto. El joven tendría que aprender el pelo grasiento recogido en un moño. pronto el oficio de buzo, si quería hacerse rico —No. Pero no dejan de crecer, y se me empiezan recolectando las esponjas que todos conocían como a extender por todo el cuerpo —continuó el joven, el oro de Kalymnos. En su primera jornada, nadando señalando con el dedo algunas erupciones que le con un cilindro de metal entre los brazos, cuya base rodeaban el codo. de vidrio le permitía ver el fondo marino, apren—Tonterías, eso son tonterías para un mozo sano dió a distinguir la acaracolada y porosa psilo de la y fuerte como tú. Se te curarán solas —zanjó la esponja lagophyto, que era más bien como un gran mujer, frotando con ambas manos los hombros trozo de seta, o de la tsimoucha, que parecía alargar desnudos del apuesto muchacho. sus dedos anaranjados hacia los cuerpos de los Más tarde en la cama, el joven pescador de pescadores. esponjas soñó que estaba en el fondo del mar, —Es cierto que estos animales valen su peso y que no podía librarse de la piedra que los en oro —le dijo el capitán, sentado junto a las buceadores usan como lastre para mantenerse capturas—. Pero no te engañes, ningún buzo de pegados al lecho marino. Arriba, en el sueño, de las islas del Dodecaneso se hace rico pescando pie sobre la cubierta de un barco, deformados esponjas. Con mayor probabilidad se dejará aquí por las ondulaciones de una masa de agua verde, la vida, prendida de cualquier arrecife. O quedará estaban el capitán y su esposa, observando cómo paralítico. Ni siquiera yo, con un pequeño barco de se ahogaba sin que ninguna onda conmoviera la no más de seis tripulantes, llegaré nunca a escapar expresión de sus semblantes, con ojos grandes de la miseria. En estos fondos no hay ninguna como platos. piedra filosofal. —Pero mucha gente se ha hecho rica con las *** esponjas... —decía el muchacho, siguiendo al capitán por las rocas, tratando de distinguir dónde Cuando las esponjas son sacadas del agua, son pisaba el marinero para apoyar él su pie en el de color negro y tienen un aspecto poco atractivo. mismo sitio. Apenas el muchacho arrojaba sobre las rocas las —Unas cuantas familias, sí. Pero ellos no pescan, esponjas que había amontonado en su cilindro ellos tienen sus empresas en Londres, en Kiev y en de metal, el capitán las pisoteaba con fuerza, hasta Moscú. ¿Has visto la casa de los Vouvalis, aquí en romper los tejidos internos. Luego, entre ambos, Pothia? las sumergían en el mar en una red, y las dejaban —Sí —asintió el joven, con un suspiro preñado de allí durante horas, para que se les desprendiera sueños. la membrana exterior y todos los tejidos, y se —Pues tú nunca tendrás una casa así. —El capitán quedaran en la mera fibra del esqueleto. El se volvió para mirarle.— Tú morirás aquí — muchacho era tenaz e incansable, sonreía por sentenció con la línea negra de su boca, y al torso cualquier motivo, y cada jornada sus proporciones bronceado del muchacho lo recorrió un escalofrío clásicas de efebo se sumergían en el mar dos disfrazado de húmeda brisa del crepúsculo. veces más que el resto de los aprendices de buzo que practicaban en la orilla. A pesar de que la *** enfermedad que le atacaba las manos y los pies lo estaba deformando por completo. —Me están saliendo unas extrañas durezas en las Cada atardecer, al final de la jornada, los dos manos y en los pies— dijo el muchacho, sentado en hombres golpeaban las esponjas capturadas con la mesa de la oscura cocina, anegada por el humo las ramas de una palma, para eliminar cualquier de las sardinas asadas. cuerpo extraño trabado entre las fibras, una vez —Es normal —le contestó el capitán—, habrás desechados los tejidos. Pero aquel día lo hubo de cogido hongos. hacer el capitán sin ayuda, porque los dedos del ***
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(relatos) muchacho se habían convertido en un manojo de bultos chatos, como una ristra de mórbidos berberechos, que no le permitía coger nada punzante. Más tarde, al regresar a casa, el joven se tuvo que apoyar en los viejos hombros del capitán, porque sus pies regastados no le permitían ya desplazarse por la tierra firme. —Las tenderemos en el patio, y cuando estén secas las prensaremos —le decía el capitán, para hacerle pensar en algo distinto que su dolor—. Luego el comerciante al que se las vendamos las recortará en su taller, y les dará formas de fantasía, y las bañará en agua y ácido hasta que se tornen doradas. En la casa, la mujer ayudó a su marido a subir al joven a su alcoba, y sumando las fuerzas de ambos lo consiguieron introducir en la cama; los peldaños quedaron manchados por un rastro blanquecino, como la baba de un molusco gigante. Una vez bien arropado en su jergón, los ancianos permanecieron un rato mirándolo, complacidos. El lecho del joven era blando y confortable, tenía el poder de sumirlo en el sueño apenas lo tocaba, meciéndolo con el vaivén de las algas acunadas por la marea; y sin embargo, luego, el joven acababa siempre arrastrado hasta pesadillas angustiosas, pesadas, con la forma de un remolino que se hunde y se hunde en las profundidades. A la mañana siguiente, las piernas del muchacho terminaban donde empezaban sus rodillas.
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está en otra isla, pero es muy buen médico y pronto llegará. Duérmete. La mujer lo ayudó a meterse en la cama, estiró la sábana sobre el colchón deforme, que cada día se mostraba más y más grande, y revistió los extremos de membrana que habían quedado al descubierto. Allí, arropado, el perfil del joven pescador de esponjas parecía una cordillera de arena deshaciéndose bajo el agua, un hatillo de sangre, carne y esperanzas filtrándose sobre un tamiz de millares de poros. Los viejos, sin perder detalle, se abrazaron. [Relato extraído de De mecánica y alquimia, Salto de Página, 2009]
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jUAN jIACINTO mUÑOZ rENGEL (Málaga, 1974) ctorado en Filosofía y ha es escritor. Cursó el do España y en el Reino ejercido la docencia en dirige el programa Unido. En la actualidad ña Radio Nacional de Espa Literatura en Breve de ión de relato corto de El (RNE 5), conduce la secc de profesor en la escuela Ojo Crítico (RNE 1), y es Madrid. escritura Fuentetaja de relatos 88 Mill Lane Es autor de los libros de *** ogo de Pablo De Santis, (Alhulia, 2006), con pról ). ia (Salto de Página, 2009 y De mecánica y alquim —¡No tengo piernas! —lloró el muchacho venido do y prologado los Asimismo, ha coordina del norte en busca de fortuna. (Traspiés, 2008), una volúmenes Ficción Sur tas —No te preocupes —le tranquilizó el viejo presentativos cuentis antología de los más re marino—, para bucear no son estrictamente idad, y Perturbaciones andaluces de la actual necesarias las piernas. Podrás seguir haciéndolo ), una antología de la (Salto de Página, 2009 en cuanto te recuperes. tica española. Como última narrativa fantás s —¡Pero no podré andar! ¡Ya no puedo andar, ya recibido decenas de lo autor de relato corto ha io ar no hay nada ahí abajo, mis pies no están! ¡Y puede del panorama liter premios más relevantes que pierda mis manos! Entonces no podré pescar, ellos el Fernando en nuestra lengua, entre de ni coger nada, no volveré a ser una persona normal zar de Cuba, el Miguel rtá Co lio Ju el , es on iñ Qu nunca más... elatos para Leer en el Unamuno, el Premio «R —Vamos, tienes que ser fuerte —dijo la vieja, venes Creadores, o el Autobús», el Premio Jó acompañándolo de nuevo a la cama—. Acuéstate y Felguera, el certamen Premio Internacional La pronto estarás bien. de nuestro país, en dos de cuento más antiguo —¿Han llamado a un médico? —preguntó el ocasiones. muchacho. nscritos al braille, y Sus relatos han sido tra al ruso. —Sí —respondió ella—. Pronto estará aquí. Ahora traducidos al inglés y
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LENGUA2 LINGUADOUS dÉBORAH
(un texto a dos lenguas) qUIÉN eS
vukušić
é N E U q
dÉBORAH vukušić Licenciada en Filoloxía ½ galega e ½ croata. Nace en Ourense no 1979. ares e en Interpretación Hispánica por a Universidade de Alcalá de Hen ática). Exerce de por a R.E.S.A.D (Real Escuela Superior de Arte Dram entadora…. escriactriz e de coach, traductora, animadora, pres 2008); Guerra de Identidad Publicou Guerra de Identidad (Ed.Baile del Sol llas” (Ed.Baile del Sol 2009); 2ª Edición revisada e ampliada: “Cuaderno de Bata de Vicente Muñoz Álvarez 23 Pandoras, poesía alternativa española, Edición a del Madrid Contemporáneo, (Ed.Baile del Sol 2009); Poesía Capital: Antologí Edición Pepe Ramos (Es.Sial, 2009). O seu blogue é o da abella con orellas de lobo, un panal constante de guerras e ouvidos http://vukusic.blogspot.com/
(fotografía y estilismo de raulgmakeup.com)
dÉBORAH vukušić ½ gallega y ½ croata. Nace en Ourense en 1979. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alcalá de Henares y en Interpretación por la R.E.S.A.D (Real Escuela Superior de Arte Dramático). Ejerce de escriactriz así como de coach, traductora, animadora, presentadora…. Sol Ha publicado Guerra de Identidad (Ed.Baile del y 2008); Guerra de Identidad 2ª Edición revisada ampliada: “Cuaderno de Batallas” (Ed.Baile del Sol 2009); 23 Pandoras, poesía alternativa española, Edición 9); de Vicente Muñoz Álvarez (Ed.Baile del Sol 200 Poesía Capital: Antología del Madrid Contemporáneo, Edición Pepe Ramos (Es.Sial, 2009). , Su bitácora es la de la abeja con orejas de lobo un panal constante de guerras y aullidos http://vukusic.blogspot.com/
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
(lengua2)
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MUSTAFÁ de dÉBORAH
OJEPSE LED ODAL ORTO La
(lengua2)
vukušić M
i mujer es rubia. No es guapa en general; pero para mí es la más guapa. Es española, de un pueblo de Segovia. En mi país los mercaderes la cambiarían por un montón de ovejas y camellos. Sólo por ser rubia. Yo la vi. Me gustó. Y entonces la regalé flores. Regalaba flores. Todos los días compraba una flor para ella. Me perfumaba, y la esperaba en la puerta del trabajo. Todos los días una flor, y la acompañaba a casa. Le pedía ir a tomar café todos los días. Flor. Trabajo. Café. “Por favor estoy enamorado de ti” le decía. “Una flor para una flor” le decía. “Vamos a tomar café.” le decía. “Eres como pájaro que canta” le decía. Y ella se ponía seria de repente. Yo seguí, seguí, seguí. Y un día dijo que sí. No volvió nunca más a tomar café. Yo le enseñé el sabor del té. Ese día confesó que tenía alergia a las flores compradas. Sólo las quería si yo se las robaba. La noche de bodas me coronó ladrón de orquídeas. Llevo quince años con mi mujer. Ayer me dijo que de pequeña tenía un canario. Murió de frío. El canario. Y por eso no le gusta que le llame pajarillo. ¡Quince años! Todos los días robó una flor para ella, y le digo “buenos días, pajarillo” “No me gusta que me llames pajarillo. Ahora ya lo sabes. La culpa es del canario, por el frío”
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Yo le dije que no era un canario. ¡Que ella un ruiseñor! La conozco. Le dije que iba a dar calor a ese frío. Son quince años. Ella rió como nunca. Parecía que tenía 18, igual que cuando la conocí.
Entonces el bebé empezó a llorar, y la cara le cambió. Seguro que me pedirían de nuevo camellos y ovejas los mercaderes quince años más tarde. Cuando el bebé se durmió la recogí en mis brazos. Estaba tan pequeña, tan cansada, que parecía un pajarito malherido. La besé en la boca. Note cierto sabor amargo. Mi mujer me engaña. Café. Sabía a café. Dudé. Mi mujer me engaña. Granos. Molido. Arábiga. Colombiano Mi mujer me engaña. Encargué todas las flores de la ciudad. Las compré. Dicen que murió de alergia aquella misma noche, pero murió de cafeína. Y yo me hice una capa con los pétalos.
De MUJERES CUENTISTAS –Antología de Relatos( Baile del Sol, 2009)
MUSTAFÁ de dÉBORAH
vukušić
M
iña muller é loura. Non é linda en xeral, pero para min é a máis linda. É española, dunha vila de Segovia. No meu país os mercadores trocaríana por unha morea de ovillas e de camelos só por ser loura. Eu vina. Gustoume. E daquela ofrencille flores. Ofrecía flores. Todos os días mercaba unha flor para ela. Perfumábame, e esperábaa na porta do traballo. Todos os días unha flor, e acompáñabaa a casa. E pedíalle para ir tomar un café todos os días. Flor. Traballo. Café. “Por favor estou apaixonado por ti” dicíalle. “Unha flor para unha flor” dicíalle. “Imos tomar café” dicíalle.. “Es coma un paxaro que canta” dicíalle.. E ela poñíase seria de súpeto. Eu seguín, seguín, seguín. E un día dixo que si. Non volveu nunca a tomar café. Eu amoseille o sabor do té. Ese día confesou que tiña alerxia das flores mercadas, que só as quería se eu as roubaba. A noite de vodas corooume ladrón de orquídeas. Levo quince anos coa miña muller. Díxome onte que de cativa tiña un canario. Morreu de frío. O canario. E por iso non lle chista que lle chame paxariño. Quince anos! Todos os días roubo unha flor para ela e dígolle “bo día paxariño” “Non me chista que me chames paxariño. Agora xa o sabes. A culpa é do canario, polo frío” Eu díxenlle que non era un canario. Ela un rousinol! Coñézoa. Díxenlle que lle ía dar calor a ese frío, son quince anos. Ela riu como nunca, e parecía que tiña 18. O mesmiño que cando a coñecín.
Entón o bebé rompeu a chorar, e mudoulle a cara. De certo que me pedirían de novo camelos e oevellas os mercadores quince anos máis tarde.
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
(lingua dous)
Cando o bebé adormeceu recollina nos meus brazos, estaba tan pequecha, tan cansa, un paxariño malferido. E biqueina na boca. Notei certo sabor amargo. Miña muller engáname. Café. Sabía a café. Dubidei. Miña muller engáname. Grans. Moído. Arábiga. Colombiano. Miña muller engáname. Encarguei todas as flores da cidade. Merqueinas. Dis que morreu de alerxia aquela mesma noite, pero morreu de cafeína. E eu fixen para min unha capa cos pétalos.
De Perversiones y ternuras /Perversións e tenruras ( Baile del Sol, 2009)
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OJEPSE LED ODAL ORTO La
(imagocuento)
ESTEBANGUTIÉRREZGÓMEZDANIELORVIZ TANTO MONTA, M O
COMO GOSCINNY
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RECE, REZ gÓMEZ Y dAN IEL oRVIZ HAN SACADO SUS ARTES Y SUS MAÑAS PARA ENFRENTA A RELU RSE A ESTE NUEV
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O RETO PROPUES
“AL OTRO LADO D
esteban gutiérrez gómez (Madrid, 1963) es un escritor español. Imparte talleres de creación literaria especializados en narrativa breve (cuento, relato y microrrelato), es asesor literario de “Al Otro Lado del Espejo”, dedicada en exclusiva a la narrativa breve, e impulsor del “Manifiesto por el cuento” que pretende que los medios de comunicación escrita españoles dediquen de forma permanente al menos una columna semanal a este género literario, tan desprestigiado en España. Su blog El laberinto de Noé está por entero dedicado al mundo del cuento. En 2008 publicó su primer proyecto literario, mistura de novela y cuento, El laberinto de Noé, intentando abrir una nueva vía de conocimiento hacia el cuento por parte de los lectores. En 2009 publicó El colibrí blanco, narración breve que resultó finalista del Premio Felipe Trigo de novela corta 2008.
EL ESPEJO” :
CONTAR UN CUEN TO EN IMÁGENES. EL PRIMERO HA PU ESTO EN PIE LAS LE TRAS A MODO DE RELATO Y EL SEGUN DO HA SABIDO PA RIRLO CON SU MANO ILUSIONIS TA. CALENTITO, DEL H ORNO A VUESTRAS MANOS, ESTE CUADERNILLO EN EL QUE SE PRES ENTA
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NTA TANTO, COMO ISABEL Y FERNAN DO, BONNIE & CLYDE, SI ASÍ O
Y UDERZO, COMO
LA SIRENA.
dANIEL oRVIZ nació el 22 de Noviembre de 1976. En su faceta ilustradora es completamente autodidacta. En este sentido ha publicado y auto publicado cómics en los fanzines más desastrados y roñosos y también ha trabajado para clientes como la Academia de Televisión Española (ATV), el Instituto de Cooperación y desarrollo ISCOD y el Colegio Público “El Parque”. También ha desarrollado una ingente carrera como cartelista de espectáculos poéticos. Fue elegido por el “New Yorker” para realizar su portada de la edición de Septiembre de 2009, pero luego la rechazaron.
COLMILLOS de yOLANDA cALAHORRA
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Nombre: yO LANDA Primer Ape llido: cALAH ORR Segundo ap ellido: hERN A ÁNDEZ Sexo: hEMB RA Lugar de na cimiento : á VILA Hora de na cimiento: L A S CINCO Día: 9 Mes: sEPTIE MBRE Año: MIL NO VECIENTOS SES Nombre de l padre: bER ENTA Y CINCO N AR Nombre de la madre: m DO ARINA (Tomo 0012 6- Página 3 13)
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rOSAL)
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
(micros)
_ “Oye tío, ¿tienes tiempo?” _ “Claro, ¿cuánto quieres? _ “Media eternidad. … Y le clavó un solo colmillo.
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(sin título) de jAVIER
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(ilustración de mARÍA cOUCEIRO)
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n hombre pasea por el puerto con los cordones de los zapatos desatados. Fuma en su pipa preferida al tiempo que observa como las olas rompen en las rocas. De repente, descubre un gran pez rojo y verde que ha sido arrojado al suelo. El pez trata de respirar y cuando mira al hombre se echa a llorar. Éste, dándose cuenta de que ya es demasiado tarde para devolverlo al agua, le propone un trato, intercambiar sus vidas. Y de esta forma, el hombre, tras desnudarse, se arroja al mar. Y el pez, que poco a poco se pone en pie, se viste con las ropas del hombre y agradecido continúa su camino. El tiempo pasa, y para ambos su nueva vida se convierte en algo que odian. Uno no soporta la monotonía del fondo del mar, y por otra parte, el ruido, el humo y el caos de la ciudad desmotivan al otro. Un día, sin saberlo, tras un mes en su nueva vida, ambos deciden suicidarse. El hombre, una mañana, salta del agua para arrojarse a tierra, y el pez, paseando por el puerto, se arroja al mar.
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jAVIER dAS Nací en Madrid hace 29 años. Esto de escribir me vino tarde. De pequeño no leía casi nada y nunca gané el concurso de redacción de mi colegio. En vez de ello me dediqué a jugar, a montar en bici, a vivir muchas de las historias que ahora me gusta contar. Con 18 años empecé a escribir mis primeros poemas, pero no fue hasta los 23 que me di cuenta que estaba totalmente enganchado. Hace dos años publiqué En estas 4 paredes (autoeditado) y este año No hay camino al paraíso con la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker compartiendo libro con José Ángel Barrueco. Desde hace ya unos años mantengo en internet un blog: www.callados.blogspot.com
C
iRAZOKI (Texto incluido en el libro La nota rota, Hiperión, 2009)
asi todos los días, durante tres años, pasaba por delante de la casa donde nació el guitarrista. Muchas veces me detuve frente al número 7 de la calle Mañueta de Pamplona. En su infancia, a Agustín Castellón Campos (Pamplona, 1912 – Nueva York, 1990) le ponen un sobrenombre, Sabicas, por la glotonería con que come habas (“las habicas”) crudas. Ese golpe humorístico lleva el sello de la pobreza de su familia gitana, y el niño busca en la música un techo contra la penuria: pide al padre la guitarra flamenca que ve en un escaparate. A solas aprende a tocar el instrumento, y con once años da el primer concierto. Al principio de la adolescencia gana el jornal en Madrid, en locales donde el arte es solamente un adorno del jaleo. Lo ha visto y retratado un testigo que describe el milagro musical del mocito en medio de la indiferencia de los clientes. “¿A qué aspira?”, pregunta el cronista. En España, únicamente los piojos son alegres en los divertidos años veinte, y el chico se conforma con llenar su plato. Por esas fechas ya no basta el cante con las percusiones rítmicas del martillo de la fragua. Las guitarras de Ramón Montoya, Manolo de Huelva y Niño Ricardo acompañan a las mejores voces, o suenan en solitario, y Sabicas aporta la imaginación. El muchacho admira a Montoya, su pariente, pero introduce las variaciones de un talento renovador: la técnica del alzapúa, los picados de los bordones, los trémolos que imitarán las generaciones siguientes. Durante una década, hasta el 18 de julio de 1936, colabora con varios cantaores. Huye de la guerra civil española y se une a Carmen Amaya, la gitana que, nacida en una barraca, viste un pantalón de talle y con braceos y zapateados briosos innova el baile. Él responde con el mismo lenguaje revolucionario. Su pasión amorosa de nueve años los guía por diversos países de Suramérica. Es el mejor momento de la vida de Sabicas, y a mí me impulsará a escuchar su música una fotografía que por entonces le hacen en Argentina. En ella se le ve atildado y risueño, contemplándose en la guitarra que sujeta como si fuese un espejo. La
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
SABICAS de fRANCISCOjAVIER
(micros)
imagen de hombre feliz que los dos amantes rasgan al despedirse en México. Actúa para el presidente norteamericano Franklin Roosevelt y, cumplidos los cuarenta años, fija su residencia en Nueva York. Se relaciona con los más notables jazzmen (Thelonious Monk, Miles Davis, Gil Evans, Charles Mingus), que a su lado asimilan el flamenco. De tarde en tarde lo visitan los nuevos artistas españoles. Así conoce a un jovencísimo Paco de Lucía, quien se replantea su carrera porque descubre “una limpieza de sonido que yo nunca había oído, una velocidad que igualmente desconocía hasta ese momento y, en definitiva, una manera diferente de tocar”. Sin embargo, en el diálogo, el veterano aconseja esquivar la larga sombra de los maestros. Gracias a esa sugerencia, Paco de Lucía empieza a componer música. La discografía de Sabicas es extensa, abarca trabajos con Mario Escudero y versiones de obras del ruso Nicolai Rimsky-Korsakov o del cubano Ernesto Lecuona; también un álbum con Enrique Morente y una chocante alianza rockera con Joe Beck (Rock encounter). Rafael Riqueni y la Orquesta de Córdoba le estrenan su Gipsy concert. ¿Nos acordamos de él? En su tierra de origen, que es la mía, truenan la jota y las murgas futboleras. El orgullo racial no es capa leve. Entierran a Sabicas y un amigo echa al aire las cenizas del hermano Diego. Y debemos hojear enciclopedias o ir a Andalucía para que el nombre del guitarrista tenga todo su significado. Fue en abril, el mes odiado por el poeta T.S. Eliot. Volví a pararme ante la casa del músico cuando él murió lejos de nuestro abandono.
qUIÉN eS
fRANCISCO jAVIER iRAZOKI (Lesaka, Navarra, 1954) fue periodista musical. Formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas. Cielos segados (Universidad del País Vasco, 1992) recopiló toda su poesía hasta 1990. Hiperión ha publicado sus dos libros más recientes: Los hombres intermitentes (poemas en prosa, 2006) y La nota rota (semblanzas de cincuenta músicos de estilos variados, 2009). Desde 1993 reside en París.
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TORMENTA DEARENA de nACHO aBAD
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A
yer fui a la presentación del último libro de poemas de Emma, una vieja amiga. Fue en una pequeña librería de Chueca, en la que no conté a más de veinte personas, porque Emma nunca publicita ese tipo de actos. Yo mismo me enteré por pura casualidad, ya que ésta es una de mis librerías habituales. Y aun sabiendo que ella prefiere no encontrarse conocidos entre el público, me quedé, porque hacía mucho que no la veía y tenía ganas de saber cómo estaba. Y la encontré bien, un poco más flaca, pero tan guapa como siempre, guarecida bajo esa pose de timidez que le sale al hablar en público, y que le llevó a ser sucinta en sus palabras y a no leer más de un par de poemas. Ella no es una gran poeta –al menos eso pienso yo- o nunca lo había sido, pero había algo en aquellos nuevos poemas que emocionaba y que asombraba. Al terminar, un grupo de personas se acercó a que le firmara el libro. Yo compré un ejemplar y esperé en la cola. Pero ella prefirió que saliéramos de allí. Quería invitar a sus lectores a una copa, quizás como muestra de agradecimiento. Cuando nos quedamos solos ya habíamos tomado tres o cuatro vinos. Ella me contó que llevaba unos días deprimida. Cosas de amores. Le pregunté si ya no estaba con aquel chico, y me respondió que sí, que seguía con él. Y también me dijo que ella le quería pero que había tenido una relación con otro hombre durante algún tiempo. Un lío. Un amante. Al principio empezó como una tontería, como una noche de la que olvidarse. Aunque pronto se convirtió en algo más serio. Y al final se veían siempre que tenían la oportunidad. Pero él es también un hombre con pareja y esta semana se presentó a nuestra cita con la cara dividida -creo que esa fue la expresión que usó Emma, la cara dividida. Y le dijo que su mujer estaba embarazada, que iba a ser padre. Y no añadió nada más. Animé a Emma un poco. Pero ella es todo orgullo, y cambió de tema al ver en mí compasión. “¿Quieres que te dedique el libro?”, me dijo. Y pidió un bolígrafo al camarero y me escribió unas palabras cariñosas y dibujó un sol y una maceta antes de firmar. Nos despedimos con promesas de llamadas, de cenas o cafés. Llegué a casa y hojeé un rato el libro. Me apené al comprobar que Emma sigue siendo la misma poeta de siempre, demasiado común. Quizás fuera su voz lo que me engañó, el tono en el que leyó. Me hubiera gustado oírla recitar más. Oír cómo sonaba en su voz el último verso que leí antes de acostarme: La lluvia nos ha marcado como si fuésemos de arena.
qUIÉN eS
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nAcHO aBAD (León, 1980) es autor de los poema rios De las palabras palomas (ILC, 200 1) y Comunicado (Ed.Leteo, 2006), así com o de la novela El empleo (Ed. Eclipsado s, 2009). Ha sido incluido en diversas antologías, como Hank Over, Escrito en el año de la fiebre, Poesía para bacter ias o Tripulantes, entre otras. Formó parte del equipo editor de la revista de cre ación literaria “The Children´s Boo k of American Birds” y del jurado del Pre mio Leteo, desde el año 2000 hasta el 2006.
RE TO QUES de mANU sÁNCHEZ
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H
elena pensó que ya era la hora de hacerse algún retoque. Llevó un dibujo de su actriz favorita y le cambiaron la nariz aguileña por otra respingona. Le cogió el gusto a esa belleza a la carta, así que concertó otra cita, a la que acudió con un retrato de una famosa cantante. Le pusieron sus labios. La adicción a los cambios se acrecentó. Se hizo las orejas más pequeñas, igual que la mujer de un influyente senador, se cambió los pómulos a lo Cleopatra, se injertó el pelo moreno de Nefertiti y le copió las tetas a la musa de moda. Helena siempre fue una seguidora acérrima del canon de belleza griego, así que pidió que la convirtieran en una diosa. El maestro le cortó un brazo a la altura del hombro y el otro por la mitad del cúbito y el radio. Helena se miró los muñones y sonrió encantada: “Señor Fidias, es usted un genio”.
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mANUEL sÁN CHEZ vICENT E (Salamanc Periodismo a, 1974) es li y máster por cenciado en RNE. Lleva on guionista. C ce años trab omenzó en R ajando com adio 3 y ha p Antena 3 y T o asado por Te elecinco, do le madrid, TVE, nde trabaja premios lite actualmente rarios, entre . Ha ganado ellos el de la cual publicó varios editorial Gru su libro de re pobuho, gra latos El desg premio de m cias al uace, y más icrorrelatos recienteme de la SER. Tie colectivas y nte, el ne cuentos e una obra de n publicacio teatro. Adem por favor (Te nes ás, es coauto mas de hoy). r de Un poqu Tiene un blo ito de g, “La espad a oxidada”: w ww.manues pada.blogsp (ilustra ot.com ció
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(sin título)jARAde
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yer me acosté en una cama rara pero mi cuerpo no la notó diferente. Borracha por el licor del cielo el sueño me alcanzó tarde. Y sin más, en el duermevela, dije un nombre. Enferma de culpa te miré para comprobar si seguías dormido. Tuve suerte. Siempre te ha costado escucharme. Me tapé los ojos para encerrarle de nuevo y evité mostrar la resaca de mi boca. Borré el rastro que habían dejado las lágrimas en nuestra almohada. Y esta mañana, mientras el microondas hacía girar al café, en mi cabeza daba vueltas la atolondrada idea de confesarte quién era.
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jARA bEDMAR pECELLÍN (silberia) (Madrid, 1980) Periodismo en un centro es licenciada en C. C. de la Información. Estudió Tras un largo etcétera adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. alidad dirige el en empresas del sector periodístico, en la actu a nacional, colabora con departamento comercial de una revista de tirad y empresas en las diferentes medios - periódicos digitales, revistas - y compagina su labor áreas de Comunicación, Marketing y Publicidad s, talleres y tertulias profesional con la participación activa en recitale literarias. da al mundo de las Artes Escribe cuentos y poesía desde los 9 años. Liga Vida todo lo ésta le da. y las Letras, considera necesario devolverle a la al, como forma de Quizás por eso su poesía puede catalogarse soci a la felicidad y el amor ofrecer amparo, de reparación, de búsqueda haci perder el tiempo en este pero, sobre todo, de llevar al lector hacia un no espacio que nos ubica hoy y ahora. os Pintados del Café Gijón, Miembro de la Fundación Artístico-Literaria Vers de la Asociación La Vida de la Tertulia Gerardo Diego del Café Oriente, y Ven ¿eh? No será su Rima, todas ellas de Madrid, se considera poeta. primera obra publicada.
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S
iempre son las 8,45. Dejo a mi madre delante de mi casa. Levanta el brazo y me dice adiós. Yo corro hacia el autobús. No me gustan los espacios abiertos. Me dan miedo y tengo ganas de gritar.
Siempre me siento en el mismo sitio. Me gusta mirar por la ventana. Me gusta imaginar que el mundo se mueve deprisa y que yo estoy quieto en mi sillón. Me gusta imaginar que las cosas pasan deprisa delante de mis ojos y que yo no cambio. No me gustan las cosas que cambian. Me dan ganas de gritar. Miro los coches pasar. Leo las matrículas y sumo los números = 20. No me gustan las palabras, con los números me siento mejor. Es un mundo más perfecto. No entiendo las palabras. Significan cosas que yo no puedo descifrar. La gente habla y no consigo comprender lo que dicen. Un número no engaña, no miente, no cambia. = 26
bECKETT
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
SIEMPRETE ENCONTRÉ de jOSÉáNGEL (micros)
A mi lado siempre se sienta la misma joven de cada día. No sé su nombre. Nunca me lo ha dicho. Ella tampoco habla. Nunca ha hablado. Mira el techo azul del autobús y calla. Me cae bien. Ella como yo no necesita hablar. Ella como yo nunca ha hablado. Miro la carretera y sé que no estoy solo. La siento respirar. Pasa un coche… =17 No sé su nombre, pero que me importa. Sólo necesito saber que está a mi lado. Siempre son las 8,45. Me subo al autobús. Hoy es un día diferente. Hoy ella no vendrá. Mi madre me ha avisado. No vendrá nunca más. No me gustan los cambios. Tengo ganas de gritar. Hoy ya no la tengo a mi lado. No la siento respirar. Nunca he hablado con ella, nunca hablaré con ella. Pero ahora sé que me hubiera gustado decirle mi nombre. Me hubiera gustado acariciarle la mano. Me hubiera gustado decirle que las cosas pasan por nuestro lado y que nosotros nos quedamos. Que los coches tienen números. Que los números no engañan.
Miro la carretera. Me gusta creer que es un río que une mi casa y el colegio. Los únicos sitios donde me encuentro bien. Los únicos sitios donde la gente no pregunta. Los únicos sitios donde la Pero yo no hablo, nunca he hablado, nunca gente no me mira mal. Allí me aceptan tal como hablaré. Miro por la ventana. soy. Nadie tiene que explicar nada. No me gusta la =16 gente extraña. jOSÉ aNGEL bECKETT oriental, amante de la literatura, Soy licenciado en filosofía, doctorado en filosofía a tiempo parcial. Autor de Una novela viajero en busca de playas desiertas y escritor la trilogía Barcelona Blues y de un libro =12 negra, Entre las hojas muertas, primer libro de en alguna mesa de algún editor. de relatos, Donde habita el olvido, ambos perdidos o para esos soñadores que me miran Y hasta aquí puedo leer. Un saludo muy afectuos desde el otro lado del espejo. t.com/ EN LA RED: http://lanochedelnavegante.blogspo
qUIÉN eS
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PEDIR PERDÓN de bEGOÑA LEONARDO
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on un tacón de aguja...
Sonaba Alaska en todas las emisoras, yo la adoraba, la había visto varias veces. ¡Qué mal cantaba la jodía!... Pero, no todo es cantar, que decía mi abuela (mira mi amiga Elvira, que parecía un perro afónico y en sus tiempos, era la más afamada artista del tinglao ese de Barcelona, cómo se llamaba... y luego decía; claro que, de cantar nada, pero enseñando la pechuga... )Y le guiñaba un ojo a mi padre cómplice. Pero bueno, que no me quiero ir por las ramas, que lo que quiero es contarte, librarme un poco del pasado; no quiero justificar nada, que soy culpable y punto... Tú, no nos habías visto en tu puta vida, nosotros tampoco, pero ni un solo día he pasado y supongo que pasaré sin pensar en tí. Es que tengo conciencia. Pablo, Ramiro y yo. ¡Vaya trío! Éramos inseparables; aunque con lo tuyo, lógico, ya no supe más de ellos. La música nos encantaba, que si loquillo, que si Rosendo, y a todo volumen... También nos interesaba el derecho, pero poco; yo la verdad, que lo hacía por mi madre, que tenía tanta ilusión... Pero de ir a clase nada, el tiempo lo pasábamos en la cafetería de la facul y en el parque, con aquellos tipos que eran tan enrollados invitándonos, lo pasábamos tan bien y parecíamos tan modernos... A los pocos meses, todo cambió. Empezamos a estar demacrados, nerviosos, desesperados, pululando, buscando... Porque, estábamos enfermos los tres y por supuesto nunca más volvimos a pensar en la carrera.
Todos los días era lo mismo, con los libros debajo del brazo. -Venimos de la biblioteca, le decíamos a mi madre y paseo para arriba y paseo para abajo, con un libro de pega al que habíamos vaciado, creo que lo hizo Pablo, que no me di ni cuenta... Era muy habilidoso el tío. Y cómo sospechar, que de donde veníamos era de hacer negocios... Los mellizos eran los más escurridizos camellos de la zona, su cartera de clientes engordaba al mismo ritmo que adelgazaban sus cuerpos. Y yo, la más cariñosa, “La Mimitos” me llamaban, los que hacían posible mi dosis. Lo cierto tío, es que lo tuyo fue mala suerte, yo no tenía ni idea de que estabas allí debajo comiéndole el morro a aquella pava. Que no creas que quiero escurrir el bulto, yo era una yonki, sin nada más en la cabeza, que la heroína. Sólo recuerdo, tu puta cara desencajada; siempre tu puta cara, y cuando abres los ojos... Me cago, te juro que me cago, pero nada, que lo tengo asumido, eh... Ahora, sigue sonando Alaska, ¡fíjate! cómo ha cambiado, si parece que canta y todo... Han pasado veinte años, hoy salgo de la cárcel. Perdóname, no quise matarte. bEGOÑA LEONARDO Trabajadora de la palabra... Autónoma a ratos, madre a tiempo completo, poeta siempre y sin opción. Escribo para diferentes medios como freelance, y en formatos digitales, blogs, revistas literarias... Mi aportación a la causa: Respira y luego dime que estás vivo (poemario) Nadie dirige a las palabras ( poemario) No frenes la lengua de los pájaros (poemario) Ven, y te cuento... (relatos) EN LA RED : “Dad al aire mi voz” http://aquinohaycerraduras.blogspot.com
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i sillón de orejas, el que comparto con Belisario, es el más entrañable de los muebles de la casa. En invierno lo pongo pegadito a la chimenea encendida y en verano al lado de la ventana de los geranios.
Es mi mundo doméstico rodeado de sus satélites: el cepillo del gato, en el bolsillo de la derecha; los mandos de la televisión y el equipo de música, sobre el brazo; la estantería con libros y álbumes de fotos viejas, arriba; detrás, la lámpara regulable; una manta y un almohadón, sobre el asiento; en el suelo, al alcance de la mano, una cesta de mimbre con una labor de ganchillo que no quiero acabar y una camisa para recoser y en la mesita, las gafas, un lápiz y un libro de crucigramas que no me gustan, pero se están terminando.
Hoy me encontraba muy cansada, sólo así se explica el sueño tan extraño que he tenido. Estaba impregnado de visiones, sabores, aromas, sonidos y sensaciones tangibles, mis sentidos estaban exacerbados. Desde el sillón de orejas podía escuchar y hasta olisquear las moscas que se acercaban a la madreselva del patio. Estas percepciones tan vívidas me excitaban y me hicieron saltar de emoción. Trotando me acerqué al jardín y allí me quedé rígida. Un enorme mirlo al que creo que conocía de antes estaba posado, como siempre, en una rama baja del níspero, con esa insidiosa música risa que empleaba cuando me veía erizada e impotente debajo de el.
Inicio la ceremonia. Pongo en la mesita una taza de café que se quedará frío, sin tocar, acoplo el cojín entre los huesos más doloridos y estiro la manta sobre las piernas aunque casi estamos en primavera, pero es que a Belisario le gusta más así.
Estuve observándole un buen rato desde la frondosa hortensia que utilizo para el acecho. Esta vez no te escapas, asqueroso pajarraco.
Le llamo.
Fue todo tan cruento que nos despertamos bruscamente el gato y yo, con un regusto amargo y la garganta seca. Seguramente habré dormido con la boca abierta.
Debía estar esperando mi señal, porque enseguida oigo su cascabel. Aparece estirándose, despacito, disimulando que tiene tantas ganas de echarse la siesta como yo. Hoy sólo tele, ni lecturas, ni bordados, ni nada que precise usar el cerebro. El gato se duerme antes que yo, claro que si a mi me rascaran con mil dedos cariñosos también me dormiría así de rápido, pero aún sin masaje tardo muy poco en seguirle al universo de las quimeras.
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
LASIESTA de sOLEDAD dAVIA
(micros)
Cuando he pasado la mano por los labios, unas lacias plumas negras han caído. e, al que añoro, y persona por parte sOLEDAD dAVIA mORATILLA, artista por parte de padr a, me formé madrileña, y ahora soy getafense de madre. En 1958 nací jerezana, crecí alicantin o en filología inglesa, me he buscado la vida com por comodidad y alcarreña por amor. Licenciada para Dirección. Una vez que la encontré, la vida, vivo bibliotecaria, profesora de inglés y secretaria de s esentar teatro, recitar poesía y amar sobre toda repr os, cort tos rela ibir escr a, oper y ela zarzu cantar )y dicen que son demasiadas actividades (¿y qué? las cosas a mi esposo y a mis hijas. Algunos me que más me gusta…), debería centrarme. aunque las haga bastante bien (esa es la parte Quizá cuando me haga mayor, no sé. ales EN LA RED: http://www.youtube.com/user/madrid ersus troV /Tea http://www.youtube.com/user
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HEMOS LEÍDO OJEPSE LED ODAL ORTO La
(reseñas y otras hierbas)
tÍTULO: Relatos de Kolimá (Vol. I y II) aUTOR: Varlam Shalámov eDITORIAL: Minúscula aÑO: 2007 (Vol. II) y 2009 (Vol. II)
¿H
asta qué punto es necesario el sufrimiento humano para llegar a la excelencia artística?, ¿solo de lo peor somos capaces de sacar hermosas consecuencias?, ¿El arte necesita vivir en el abismo?
De toda esa miseria, del tremendo y frío sufrimiento de un pueblo en los campos de Kolimá, Shalámov extrae una obra de arte, una visión exacta, cortada con bisturí que milimétrico corta y sutura al borde del órgano sano ya a punto de necrosarse. Relatos de Kolimá son VII volúmenes de historias breves, relatos directos y serenos. Independientes, a veces con un yo narrativo conductor otras no necesariamente, pero siempre piezas de un puzle impresionante.
Un mosaico que configura la obra de un artista genial, heredero de Chéjov, Ajmatova, Solzhenitsyn... El tono científico, distante de un narrador inmerso en décadas de horror hace de estos relatos una experiencia aterradora. Capaz de comprender lo incomprensible, la maquinaria de los campos de concentración soviéticos, la lógica del terror a partir de su sinsentido. Allí donde una vez más, la medida del exceso humano parece no tener límites. Relatos de Kolimá es un libro lleno de sencillez. Lástima que ese tono formal digno de un pasante o un documentalista no nos engañe y nos haga creer que todo pertenece a la mente calenturienta de un escritor. La realidad es una pátina pegajosa y cabezota, ahí quedan la constancia de los hechos y la maestría de cómo narrarlos.
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(reseña de mIGUEL
áNGEL mARTÍN)
ento que recomendamos.
dicad@s al cu Espacios web y bitácoras de
Dos blog y una web unidos por su procedencia: Granada, uno de los epicentros de lo breve en España.
La Biblioteca Imaginaria
(http://www.labibliotecaimaginaria.es/) reúne un gran equipo humano capitaneado por Cris Monteoliva. Ofrece reseñas de lecturas del momento y entrevistas con sus autores. Da mucha cancha al cuento (no en vano muchos de sus colaboradores como Raúl Rubio Miralles o José Cruz Cabrerizo, son cuentistas). Se edita en versión digital y se actualiza los lunes y los jueves de cada semana con nuevos contenidos.
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
ENRED
(en red)
IoSonoValeria
(http://valeriatittarelli.wordpress.com/) es un blog, blog, una auténtica bitácora personal, un diario de abordo literario. Valeria Tittarelli desgrana las noticias literarias del momento, tanto lo que ocurre o sucederá en Granada, como en el resto de España (y del mundo). Valeria colabora con la revista hispano mexicana “En sentido figurado”. El cuento siempre está presente en el blog, tratado con importancia, tanta como la que se merece.
El clavo en la pared
(http://lacomunidad.elpais.com/jesusortega/posts) es un blog específicamente dedicado a la narración breve. Cada vez más breve, podríamos decir, dado el gusto de su administrador, el también cuentista Jesús Ortega, por la greguería y el aforismo, por la frase contundente, por la sentencia. Nido de contertulios cuasipersonjes de ficción, el surrealismo y la fantasía envolverán al lector que se atreva a mirar dentro del blog. No se depriman si toman la decisión de entrar y salen mermados intelectualmente. De ellos es de quién hay que aprender.
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LOSILUSIONISTAS
OJEPSE LED ODAL ORTO La
(ilustran este número)
UNA VEZ MÁS nuestros PARTICULARES prestidigitadores DE relatos. de la imagen ILUMINAN CON SU ARTE estE PUÑADO RIUM, ADMIRANDO GRACIAS A ELLOS NOS SENTAMOS EN EL SCRIPTO BEATO DE LIÉBANA. LA FACTURA DE ESTA REVISTA COMO SI FUERA EL , gracias por dejar UNA VEZ MÁS, QUERIDOS AMIGOS, ilusionistas LADO DEL ESPEJO. vuestro sello, VUESTRAS HUELLAS en al OTRO pOR ESO CONTAREMOS AQUÍ QUIÉNES SOIS. (g) gSÚS bONILLA (EN PORTADA)
G. es el alter ego de Gsús Bonilla, otra variante más de la compleja impersonalidad de Jesús Bonilla Mansilla(Don Benito, Badajoz 1971), ésta se debe al espacio tiempo en el que el lapicero interactúa con un trozo de servilleta, en el momento justo, cuando el verso ha de aparecer y es esquivo, entonces el trazo, la línea y el sinsentido se conjuntan para joderle la vida y lo que debería haber sido una excepcional obra de arte se torna en un gracioso monigote que hace gestos con el dedo corazón. A veces humaniza árboles con todas y cada una de las posturas del Kamasutra, pero eso es cuando bebe complejos combinados de cebada y otros cereales, ahora lo ha dejado. De vez en cuando ilustra cosillas para los colegas, y otras las publicas por el mundillo digital. http://gsusbonilla.blogspot.com/
pEDRO mORILLAS (nINO) (Páginas 22 y 23)
Nació en Mancha Real (Jaén) en 1984. Es ingeniero de telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Madrid. Dos años delegado del aula de literatura del colegio mayor Fundación SEPI. Escritor, poeta, pintor al aceite de oliva y locutor de radio por internet; parte de su obra ha sido divulgada en diversos medios y premiado en varios certámenes de poesía. Forma parte de la tertulia Poekas. Actualmente reside en Madrid donde imparte clases de Física, Matemáticas, Dibujo Técnico y Economía.
fEDERICO rOMERO gALÁN (Página 29)
Melillense convertido en madrileño, auditor contable convertido en fotógrafo. Practica el reportaje de calle, principalmente, aunque con una cámara en la mano no hace ascos a nada. Autodidacta, muchas horas de cuarto oscuro hasta la primera Nikon D, más horas de escaneo del archivo analógico. No entra en la discusión sobre si la fotografía es arte, la entiende como Información y Documentación y una mezcla de pasión y deseo.
dANIEL oRVIZ (Páginas 49 a 52) nació el 22 de Noviembre de 1976. En su faceta ilustradora es completamente autodidacta. En este sentido ha publicado y auto publicado cómics en los fanzines más desastrados y roñosos y también ha trabajado para clientes como la Academia de Televisión Española (ATV), el Instituto de Cooperación y desarrollo ISCOD y el Colegio Público “El Parque”. También ha desarrollado una ingente carrera como cartelista de espectáculos poéticos. Fue elegido por el “New Yorker” para realizar su portada de la edición de Septiembre de 2009, pero luego la rechazaron.intor.blogspot.com
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LAURA rOSAL (Página 53)
(Nacida en algún lugar del mundo, abril de 1988). A día de hoy estudia Periodismo en la Universidad de Sevilla. Fue miembro y coordinadora del grupo de poesía escénica La Maraña y ha participado en diversos recitales poéticos, como el ciclo Las Noches del Cangrejo (Sevilla). Sus fotografías han sido incluidas en libros, revistas (“La Teatral” Enero-Marzo 2008) y otras publicaciones periódicas (“El Correo de Andalucía”) así como en las portadas de la editorial SIM Libros. Sus poemas han sido publicados en revistas digitales como “Enredos y Madejas”, “Minotauro”, “Enfocarte”, y en la antología Las Noches del Cangrejo. Poetas en Platea (Cangrejo Pistolero Ediciones, 2008). Actualmente trabaja en su poemario que verá la luz a principios de este año.
mARÍA cOUCEIRO (Página 54) (A Coruña, 1978) Poeta y Diseñadora Gráfica. Autora del poemario ilustrado La Gran Actuación (Editorial Glayiu, 2009). Tiene también su propia marca de camisetas “Maleables” que ella misma cose a mano y que podéis ver en su blog www.lagranactuacion.blogspot.com.
aL OTRO LADO DEL ESPEJO
(ilustran este número)
áNGEL gONZÁLEZ gONZÁLEZ (Página 57) Ángel González González dos puntos (Artista/ Poeta/ Narrador corto y largo) -comanació con un boli bic atado al otro extremo del cordón umbilical. Desde entonces ha dibujado y dibujado y dibujado hasta el más redundante de los etcéteras. Allá por el 2000 de nuestra era, recibió el 1er Premio de Pintura en el I Certámen Otoño Cultural de Almaraz (Cáceres). Ha realizado diversas exposiciones por la orografía española y la última de ellas ha sido la Internacional y Colectiva “El Instante y la Diversidad”, en la Sala S. Morillo / Villavieja del Lozoya/ Madrid/ 2009). Ha colaborado como ilustrador en la revista “Color Albero” y no sabe tocar la guitarra eléctrica más allá de los acordes mayores y menores. http://angelgonzalezgonzalezpoeta.blogspot.com/
PETER JENSEN (vELPISTER) (Página 60) Pintor, pianista, compositor, escritor. Estudia piano en Ourense, continúa en Madrid mientras estudia Periodismo en la Complutense. En 2000 abandona su vida medianamente burguesa para dedicarse profesionalmente a la pintura y a la vida bohemia, viviendo a partir de entonces de lo que viven los artistas (¿?). Exposiciones por diferentes puntos de Europa, ofrece multitud de conciertos con obras clásicas y suyas. Dirige y escenografía espectáculos de música, teatro y danza. Actualmente está preparando las oposiciones de piano para el conservatorio, lo que añade amargura a su ya penosa vida. http://velpister.blogspot.com http://velpisterpinturas.blogspot.com http://elqaplaude.blogspot.com http://www.youtube.com/velpister
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OJEPSE LED ODAL ORTO La
(agradecimientos y recepción de textos)
y podemos hacer otra cosa que agradecer una Los integrantes de al otro lado del espejo no aventurada EN POS DEL CUENTO HA RECIBIDO MIL VECES el apoyo que este sueño, esta iniciativa IDO ESCRITORES E ILUSTRADORES QUE NOS HAN CED LOS A CIAS GRA MIL , CIAS GRA OS. TOD DE TE POR PAR ELLOS NO SERÍAMOS NADA. gRACIAS TAMBIÉN A SUS TEXTOS, FOTOGRAFÍAS Y DISEÑOS, PORQUE SIN O HAN DADO ESPACIO Y TIEMPO PARA LLEVAR A CAB LAS LIBRERÍAS Y CENTROS CULTURALES QUE NOS TRA HOMBRES Y MUJERES QUE HAN DIFUNDIDO NUES NUESTRAS PRESENTACIONES, A LOS MEDIOS, A LOS N ACCEDIDO DE ALGÚN MODO A LA REVISTA EXTRAÑA EXISTENCIA Y A TODOS AQUELLOS QUE HAYA . DOLA EN ALGO GRANDE. LO REPETIMOS BIEN ALTO HACIÉNDOLA CRECER CADA DÍA Y TRANSFORMÁN
al otro lado del espejo
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se alimenta de vuestros textos.
Es una ventana abierta para vosotros, cultivadores de lo breve. Envío de colaboraciones: revista.alotroladodelespejo@gmail.com Las colaboraciones deberán enviarse por correo electrónico como archivo adjunto y en formato Word. Los cuentos, microrrelatos y reseñas de libros, que serán originales (de eso se responsabiliza cada uno), tendrán una extensión máxima de dos DIN A-4 por una sola cara (cuento) y 200 palabras (microrrelato), escritos a 1,5 espacios en letra Times New Roman de 12 ptos. Cada autor podrá enviar cuantos cuentos o microrrelatos crea conveniente, aunque su envío no compromete a esta Redacción a su publicación. No obstante entrarán a formar parte de nuestro archivo de originales para próximas ediciones, previo consentimiento vuestro. En su momento, los órganos de selección de la revista decidirán sobre la publicación o no de los originales recibidos, independientemente de colocarlos en el blog. Los textos publicados en esta revista son propiedad de sus autores y están debidamente protegidos conforme a la legislación internacional. No pueden ser reproducidos sin permiso expreso por escrito de los autores.
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´ LA VIDA RIMA asociacion cultural
http://lavidarimablog.blogspot.com/