TODOS LOS REGRESOS - SELECCIÓN

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Juli谩n Alonso

TODOS LOS REGRESOS (Selecci贸n)


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Cuándo empezó a pasar, de qué manera, quién constató el primero lo que empezaba a ser erosión y destierro, aguanieve de frío, lenta demolición de quienes se sabían inmortales y ahora se preguntan en qué vereda fue, en qué curva qué cruce de caminos, que mañana comenzó el deterioro a plantar sus banderas, a surcar con arrugas el mapa de unos cuerpos que atrapaban la luz como quien coge un pájaro y echaban a volar sin miedo a la caída. Quién constató el primero que lo eterno no existe, en qué espejo miró, en qué rostro aterido sintió su propio frío y ya lo supo.

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"Quedará de vosotros lo que queda de los que vivieron antes"

(Lucrecio)

Descubrimos un día que todo es ya recuerdo, que el presente es un roce fugaz, imperceptible; el futuro, aquel aire que acaso trajo lluvia.

Y yo a merced del tiempo a la deriva mi cuerpo naufragado.

Preguntamos entonces qué será de nosotros, si permaneceremos en alguna memoria o seremos ceniza sólo, paja al viento que abonará la tierra, el eco de un sonido perdiéndose en la noche.

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"Me pregunto qué queda, pues, de todo o de tan poco como fuimos". (J. A Valente)

Éramos tan ingenuos que dejamos marchar todos los trenes. Desde nuestra ventana vimos pasar la vida tan ajena a nosotros, tan cercana, que no supimos verla hasta que ya era tarde para cogerla al vuelo. ¡Lo lamentamos durante tanto tiempo!. Ahora, más tranquilos o acaso ya rendidos al fin a la evidencia, nos hacen sonreír tantos recuerdos esperando su turno para entrar por sorpresa en nuestro corazón.

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Porque en el fondo somos unos sentimentales y eso es algo que aumenta con los a単os.

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REGRESO

Regresar a esa patria donde aún éramos niños, a los cielos tan altos, a las tardes de rojos infinitos, a esos años de bendita inocencia donde los días eran dulces frutas recolectadas del árbol de la vida y alcanzaban las manos sin esfuerzo a las ramas más altas de la felicidad. Cruzar el paraíso sin morder la manzana. Ser para siempre puros, sonreírle al pájaro que pasa, al que se posa cerca de nuestros dedos, al que anida frente a nuestra ventana, al que nos trae noticia de lo que un día fuimos.

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Nunca hubo horas más vivas que aquellas horas muertas de verano, cuando el horizonte era inabarcable, la risa franca y una ilusión azul las largas tardes, que el ocaso desteñía de rojo. Las noches infinitas que ahuyentaban el sueño al canto de los grillos bajo la luna llena, las vecinas hablando sentadas a la puerta, los rincones oscuros, tan propicios a descubrir un mundo que era todo un misterio revelado en el tacto, nuestras risas nerviosas perdiendo una inocencia que ahora echamos de menos.

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Llegaban como llega la luz -cálida y para todosy se marchaban para no volver. Eran el viento fresco, el tacto suave, el sabor dulce, el gozo de los días a su lado y las noches a solas pensando en ellas, pero siempre se iban y no decían adiós. Acaso ni sabían que existíamos, que nos alimentábamos con sus tibias sonrisas de algodón de azúcar. Eran la imagen viva de un deseo incipiente en aquel tiempo oscuro que sólo su presencia de cometa iluminaba. Nunca se despedían. Sufríamos por ellas –ahora puedo decirlopero permanecieron habitando el recuerdo,

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como el sueĂąo intangible de dĂ­as muy lejanos. No lamento su marcha porque hicieron posible este poema.

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Envuelves de fatiga las palabras que una vez fueron cĂĄlidas y hoy tiritan al hielo de tus labios, a la intemperie azul, al desvalido sol que nos trae el invierno. “Nada puedo hacer yaâ€?, te dices tantas veces con palabras vencidas y miras a la niebla, las figuras difusas que intuyes entre sombras, como buscando lo que no has de encontrar porque es ajeno

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La verdad es un desnudo de mujer. Nada hay mรกs bello, nada hay mรกs cierto que el cuerpo que se muestra al viento y a la luz. Con las manos queremos moldearlo -alfareros del cuenco de la vida-. Con los ojos sabemos su fulgor, su calidad de fruta. Intuimos lo dulce en la saliva que se forma en la boca al pronunciar su nombre.

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TRAS LA VENTANA

¡Qué habrá tras la ventana!. Mirar hacia lo oscuro y ver el mar o el imposible sueño de un paisaje imposible. Cabe la luna en una habitación, el color, el deseo, un papel arrugado, la peor pesadilla de dioses furibundos. Todo cabe tras ese cristal roto.

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LA PALABRA FELICIDAD

La palabra Felicidad es una palabra avara, celosa de sí misma, esquiva, difícil de capturar. Uno sale a su encuentro con no mucho optimismo, con la esperanza del escéptico, pero esperando, al fin y al cabo. Se sienta junto a la puerta para verla pasar y, si la caza al vuelo, encerrarla en la jaula que forma con sus manos. Deja la casa abierta y sin cerrojos, con un café caliente esperando en la mesa y la sonrisa puesta como un niño con traje de domingo. Pero la palabra Felicidad,

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ya lo he dicho, no se prodiga mucho. Casi siempre la vemos caminando por la acera con sus piernas de escรกndalo, su cabellera al viento, su risa de Gioconda; pararse a nuestra puerta, mirar, dubitativa, hacia ambos lados, su dedo junto al timbre, a punto de llamar mas, se arrepiente, reanuda el camino sin mirarnos siquiera y duele descubrir -implacable certezaque es a otro a quien busca.

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A dónde vas, me digo cada día al levantarme y ponerme esta piel a contrapiel, que me queda pequeña y me hace abrir los ojos desmesuradamente, como el niño asombrado en la sala de cine. Te podrías romper y no lo sentirías hasta que fuera tarde para pedir auxilio, me digo en el espejo. Y me palpo despacio a ver si se ha quedado alguna arruga incontrolada o tiran las costuras más de lo soportable. Siempre encuentro una nueva y juro, por mi vida, que ha de ser la última, pero este cuerpo arisco no me hace ningún caso, envejece por libre sin atender razones.

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Muerte repentina quería, muerte piadosa, entrega pura, alegría cotidiana, no raposa para el sueño en este ahora ¿Sostiene insomnios, memoria esperada, aire inédito? No hay signo en lo que huye, símbolo en la idea, nebuloso mar, ángel del tiempo hacedor de olvidos, recuerdo de vida, ave, halcón en vuelo.

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Yo, hijo de la noche y de los años, hablo en soledad como un inválido -es invierno tras los cristales-. Aquí me quedo, mientras afuera silban las balas. Nadie se acerca. En vano espero cielos y noches, niños corriendo por la calle. Escucho el agua pero no hay nadie. Nadie se acerca ¡y estoy tan solo! Rompo cristales y nadie acude.

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Altísima geometría, concepto eras, intocable y eterno. Mi presencia se hacía irreverente entre la música de un alma recién hecha. Era ceniza aventada en la tarde. Entonces me deshice y ya no supe.

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