Graciela Iturbide

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Graciela Iturbide Miguel Cervantes

En 1969 Graciela Iturbide ingresó en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Uno de sus maestros fue el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, gracias a él entonces encontró la evidencia de su vocación en la fotografía en blanco y negro. Como estímulo y reconocimiento a sus trabajos iniciales, Manuel Álvarez Bravo la invitó a ser su asistente personal. Maestro y discípula predilecta. Encuentro y elección mutua en que se comparte una íntima forma de la simpatía, comunión intelectual y sensible, que entre artistas, es la más antigua forma del aprendizaje, vía de transmisión de una herencia artística. ¿Qué fue esta herencia para Graciela Iturbide sino la transmisión de la tradición de la fotografía moderna? Las cualidades de las miradas de Álvarez Bravo son de las más lúcidas y refinadas de la fotografía en blanco y negro del siglo XX. La herencia de esta tradición ha sido continuada en el trabajo siempre personal, renovador y, por tanto, original de Graciela Iturbide hasta alcanzar hoy su destacado lugar en la fotografía contemporánea en blanco y negro. De 1971 a la fecha, la obra de Graciela Iturbide se ha exhibido en más de noventa muestras individuales y numerosas exposiciones colectivas en museos, galerías e instituciones especializadas en la fotografía moderna y contemporánea en América, Europa y Asia. Su obra ha sido publicada y reproducida en diversos países, en libros monográficos y de género, catálogos y revistas. Son abundantes los premios, becas, comisiones de trabajo con los que su obra ha sido distinguida y reconocida. Abundantes textos críticos y literarios, así como poemas han sido dedicados a su obra. En el año 2008 la obra fotográfica de Graciela Iturbide fue distinguida con el más alto reconocimiento en el mundo de la

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fotografía moderna y contemporánea, el Premio de la Fundación Hasselblad. El acta del premio dice: “Graciela Iturbide es considerada una de las más importantes e influyentes fotógrafas latinoamericanas de las últimas cuatro décadas. Su fotografía es de la más alta fuerza visual y belleza. Graciela Iturbide ha desarrollado un estilo fotográfico basado en su fuerte interés por la cultura, el ritual y la vida diaria de su México nativo y de otros países. Iturbide ha ampliado el concepto de la fotografía documental, para explorar las relaciones entre el hombre y la naturaleza, el individuo y lo cultural, lo real y lo psicológico. Ella continúa inspirando a una joven generación de fotógrafos en Latinoamérica y más allá”. Este acontecimiento fue unos de los motivos para que el Museo Amparo se propusiera presentar esta exposición, como celebración y reconocimiento al trabajo de la artista. La intención curatorial de esta exposición fue la revisión de la obra de los últimos quince años. La abundancia y riqueza de los archivos ofrecen trabajos que son poco difundidos, a pesar de las exposiciones y publicaciones recientes, y abundantes inéditos, de alta calidad artística. En compañía siempre de la artista, su inspección y revisión se prolongó por varios meses. En la fotografía moderna y contemporánea, el viaje, la incursión en lo “otro”, ha sido una forma privilegiada del “encuentro” para muchos fotógrafos: un nomadismo. La obra de Graciela Iturbide ha implicado itinerarios transcontinentales: América, Europa, África y Asia. Durante los años recientes mi proximidad a ella y a su trabajo me inclinó a intuir paulatinamente un cambio en su sensibilidad con la que parecía dejar de frecuentar ciertos “objetivos” de su mirada. La presencia del cuerpo humano tantas veces confrontado como centro y focalización de sus imágenes, parecía desvanecerse o llegar sólo a estar presente, paradójicamente, en formas de la ocultación. Parecía tratarse de una agudizada sensibilidad que hacía parecer imágenes más complejas, reflexivas, irónicas y contradictorias.

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Los meses de trabajo hicieron posible aproximarnos mutuamente a una nueva valoración de su refinada poética visual. Poesía visual compleja, plena de analogías, paradojas e ironías en la que la identidad misma de las cosas parece ponerse en juego, es sorprendida en un “equilibrio inestable”, en un instante de tránsito entre su ocultamiento y su evidencia. La fotografía para Graciela Iturbide ha sido siempre una forma profunda del conocimiento: el instante de la revelación. En la visión tonal, acromática, de la fotografía en blanco y negro, la poesía visual de la artista alcanza refinamientos de alta significación: la tonalidad como forma enfática de “ver”: poética de la luz y la sombra. Por ello, en la impresión de las fotografías en formatos de 16 x 20 pulgadas y de 20 x 24 pulgadas estuvo siempre presente un alto rigor y exigencia La selección de exposición se estructuró en la incursión compartida en sus archivos, su prolongado estudio y revisión que nos permitieron una aproximación al trabajo profundamente autocrítica para la artista, y crítica en mi caso, que dio por resultado un conjunto de muy amplia diversidad, novedad y excepcional sensibilidad visual. Finalmente, esta exposición nos invita a compartir los viajes visionarios de una gran fotógrafa, Graciela Iturbide: imágenes que sólo se revelan a la más alta forma del “ver”: la categoría de lo poético.

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Donde se queda la historia Rosa Casanova1

Somos voraces consumidores de imágenes y cotidianamente, con constantes envíos desde el celular o actualizaciones en las redes sociales, contribuimos a acrecentar ese universo inabarcable: una suerte de ruido blanco en el que ocasionalmente nos detenemos cuando alguna foto nos atrapa por lo insólito del tema o la perspectiva, o porque toca algún rincón de nuestra memoria afectiva. Aunque rara vez reparamos en el proceso creativo o el vínculo entre la imagen y el medio en que la miramos (¿un cartel publicitario, un monitor, una impresión digital, la pantalla del televisor o acaso un libro?), quienes dedican su vida a la fotografía piensan siempre en el encuadre, el tamaño, las tonalidades, el marco o el espacio en el cual se inserta su obra, aun si solo pueden controlar todas las variables en una exposición, un libro de autor o su página web. La reflexión respecto a cómo el medio incide sobre las formas de ver viene a cuenta por la muestra de Graciela Iturbide con la que el Museo Amparo abre sus nuevas instalaciones. La colección reúne sobre todo su trabajo de los últimos años que evidencian las obsesiones cambiantes de su mirada: no los íconos, símbolos de una cultura común2 adoptados por disímiles movimientos y grupos sociales, los cuales se han ido desvaneciendo ante paisajes solitarios. En este contexto surgió la idea de dedicar un espacio para pensar en su manera de trabajar, vinculada a la tradición fotográfica que hoy se denomina analógica. Su formación con el maestro Manuel Álvarez Bravo y su conocimiento de la obra de los grandes fotógrafos del siglo XX

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Investigadora en el Museo Nacional de Historia, INAH.

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Alejandro Castellanos pone en evidencia este aspecto en “Graciela Iturbide: el tiempo, la vida, la muerte”, en Connie Todd (ed.), Graciela Iturbide, Eyes to Fly With, Austin, University of Texas Press, 2006, p. 175.

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sellaron su predilección por la impresión clásica, en plata sobre gelatina, lejana de la inmaterialidad digital. No con el afán de mantener la tradición, sino porque forma parte integral de su lenguaje visual. Por más de cien años hacer fotografía suponía un proceso complejo con tiempos y espacios diferenciados: aprestar la cámara con la película adecuada al trabajo que se va a desarrollar; mirar a través del visor para encuadrar lo que está al otro lado de la lente, revisar la luz, “disparar” y llegar al laboratorio para revelar “los rollos”. Después, a partir de los negativos y hojas de contactos, seleccionar las que despiertan interés e imprimirlas como pruebas; examinarlas y decidir la técnica, la tonalidad y el formato de las impresiones finales. Un rito, dice Iturbide, que en ella es solitario, delicado y silencioso. En apariencia resulta obsoleto ante la inmediatez de la fotografía digital, si bien ésta implica un proceso y una disciplina similares; nada más se reduce el espacio de trabajo y se trastoca la presentación del resultado final. En pocos años nos hemos acostumbrado a mirar en un monitor cuya calibración y definición es fortuita, como es manipulable el tamaño que podemos dar a la imagen. Vamos olvidando que la impresión es una parte fundamental del ritual, pues solo allí la imagen concreta el carácter buscado por el autor. Ansel Adams, el fotógrafo norteamericano del paisaje monumental estadounidense, comparaba el negativo fotográfico con una partitura y la impresión con una interpretación de ella. En ese sentido se podría decir que cada impresión –cada foto– es única y cargada de subjetividad aunque la imagen pueda reproducirse infinidad de veces. Un autor suele imprimir una foto de manera diferente a lo largo de los años. Su vida misma cambia y va buscando otros acentos, otras lecturas; también es posible que “descubra” negativos que ignoró en un primer momento. Esta pequeña sección (catorce contactos de algunas de sus fotografías más conocidas que llevan las huellas de selección y edición, más cuatro impresiones en diversas técnicas y forma-

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tos) ofrece claves para entrar al proceso creativo de Iturbide: la estructura compositiva de los pedazos de realidad que desea someter a nuestra mirada, las posibilidades de grises, los negros profundos, los toques de luz o la percepción táctil que concretan sus representaciones. Y recuperar el sentido del objeto fotográfico, fundamental para esta fotógrafa mexicana. Mucho se ha escrito sobre su trabajo y en las entrevistas publicadas ella misma nos brinda pistas que, en un artificial montaje, nos aproximan a su quehacer. 3 “Hay un especie de trance cuando tengo la cámara entre las manos. […] Con la cámara, veo la realidad de otra manera. Por esa ventana, me asomo a otro mundo. […] Yo tomo lo que encuentro. Imprimo los contactos donde se queda toda la historia…” Un proceder casi automático, sustentado en la experiencia, las lecturas y la disciplina. “Cartier-Bresson decía que el momento decisivo consistía en tomar la foto. Yo creo en el momento en que tomas la foto y en la manera en que eliges tu contacto.” Sólo entonces ve lo que quedó plasmado en el negativo y se sorprende ante instantes que ni siquiera recuerda. Porque para Graciela Iturbide “la fotografía es un pretexto para conocer”.

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El montaje retoma fragmentos de la entrevista realizada por Fabienne Bradu, “Entrevista con Graciela”, en ibid., pp. 192, 189 y 187; de la publicada por Anitzel Díaz Álvarez para Milenio, 18 de agosto de 2012, en http://blogs.milenio.com/node/4089, consultada el 9 de enero de 2013; y del texto de Marta Daho, “Graciela Iturbide: en la línea de sombra”, en Graciela Iturbide, Madrid, Fundación MAPFRE, 2009, p. 11.

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Lista de obra Portada Ostia, Italia, 2007 p. 2 Contacto p. 6 Madagascar, 1991 p. 10 Tecali, Puebla p. 11 Desierto de Sonora, México, 2006 p. 12 Oaxaca, México, 1997 p. 13 Madagascar, 1991 p. 14 Mozambique, 1991 p. 15 Ostia, Italia, 2006 p. 16 Texas, Estados Unidos, 2001 p. 17 La mixteca, México, 1992 p. 18 Lugo, Italia, 2008 p. 19 Alemania Oriental, 1981 p. 20 Lugo, Italia, 2008 p. 21 Espinazo, México, 2000 p. 22 Tecali, Puebla, 2011 p. 23 Oaxaca, México, 2009

Curaduría Miguel Cervantes © Fotografía Graciela Iturbide

Graciela Iturbide 24 de febrero - 27 de mayo, 2013

2 Sur 708, Centro Histórico, Puebla, Pue., México 72000 Tel + 52 (222) 229 3850 Abierto de miércoles a lunes de 10:00 a 18:00 h www.museoamparo.com

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