4. Hasta luego y gracias por el pescado.

Page 57

- ¿Adónde se fueron? - preguntó. - Nadie lo sabe. Eso es lo que significa «desaparecido» - explicó Fenchurch, que añadió -: Bueno, hay uno que afirma saberlo, pero todo el mundo dice que vive en California y que está loco. Esta ha pensando en ir a verle porque parece la única pista que tengo de lo que me pasó a mí. Se encogió de hombros y luego le dirigió una larga y silenciosa mirada. Le puso la mano en la mejilla. - Me gustaría mucho saber dónde has estado. Creo que a ti también te ha pasado algo horrible. Y por eso es por lo que nos reconocimos mutuamente. Echó una mirada por el parque, que estaba cayendo presa de las sombras. - Pues ahora ya tienes a alguien a quien contárselo. Arthur dejó escapar lentamente un largo suspiro de un año. - Es una historia muy larga - confesó. Fenchurch se inclinó sobre él y acercó su bolso de lona. - ¿Tiene algo que ver con esto? - preguntó. El objeto que sacó del bolso era viejo y estaba baqueteado por los viajes, como si lo hubieran arrojado a ríos prehistóricos, expuesto al calor del rojísimo sol que brilla en los desiertos de Cacrafún, medio enterrado en las marmóreas arenas que orlan los embriagadores y vaporosos océanos de Santraginus V, congelado en los glaciares de la luna de jaglan Beta, usado como asiento, pateado en naves espaciales, arrastrado y maltratado en general, y como los fabricantes habían pensado que ésas eran exactamente las cosas que podrían ocurrirle, lo enfundaron precavidamente en una caja de plástico duro donde, con grandes y amistosos caracteres, habían escrito las palabras: «No se asuste.» - ¿De dónde has sacado esto? - preguntó Arthur, quitándoselo de las manos. - Ah - dijo ella -. Creía que era tuyo. Te lo dejaste aquella noche en el coche de Russell. ¿Has estado en muchos de esos sitios? Arthur sacó la Guía del autostopista galáctico de la funda. Se trataba de un ordenador pequeño, fino y flexible. Pulsó unas teclas hasta que la pantalla se llenó de líneas. - En unos cuantos. - ¿Podemos ir juntos? - ¿Qué? No - respondió bruscamente Arthur, que luego se ablandó un poco y añadió -: ¿Quieres ir? Esperaba una respuesta negativa. Fue un gesto de gran generosidad por su parte no decir: «No quieres ir, ¿verdad?» - Sí - contestó Fenchurch -. Quiero descubrir el mensaje que perdí, y de dónde procedía. Porque no creo - añadió, poniéndose en pie y observando la creciente penumbra del parque - que viniera de aquí. - Ni siquiera estoy segura - prosiguió, pasando el brazo por la cintura de Arthur - de saber qué significa la palabra aquí.

21 57


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.