los dias que ahora tengo

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LOS DÍAS QUE AHORA TENGO


ELLA LA DORADA ME HA DESINTEGRADO, LUCHA CONTRA MI IGNORACIA Y SU ALIENTO MODIFICA CONSTANTEMENTE EL FUEGO DE MI SUEテ前. ALINA

PRIMAVERA DEL 2007-03-20


I

Dentro de mí se destruyeron inmensas ciudades en mi furia de conquista, ahora habito un espacio donde continuamente me modifico pienso en lo que hasta aquí me ha traído y ya no es mi historia, la mujer o la energía en que estoy moviéndome ha vivido entre otros labios sorbiendo multitud de humedades al espacio, sintiendo entre mis huesos su látigo de miel cambiando paradigmas apartando de mis ojos todo lo que pudiese arrebatarme la visión. Ellas, las que se han alimentado de mi cuerpo, me devolvieron mi salvajismo, desenterraron mi nota discordante esa que no me permite utilizar el cansancio en su forma más sutil, cansancio, que te envuelve y te dice que eres feliz, que estás acompañada, que tienes cómplice para enmudecer o acatar, que todo anda bien porque es igual al día de ayer y al año anterior y que tú, como los demás, vas de la mano de alguien, pero no de la tuya, que tú como los demás describes el horizonte según lo que ves, pero nunca según lo que en verdad sabes del horizonte, que tú, como los demás, vives fuera de la peligrosa energía del amor porque si la miras, si decides unirte al torrente que es su poderío ningún segundo sería igual al otro, ni habría expectativas y te hundirías en la zonas donde la tierra todavía canta y nubes o silencios son leyendas como son leyendas los pájaros o las arenas que alguna vez fueron llamadas mares.


2 El más reciente de mis viajes, ese que en apariencias, no fue previsto y de acuerdo a las reglas no me fue deseado, ni siquiera exitoso ocurrió en mes de Enero, bajo una lluvia fina, aquí mismo en Manhattan, fue un viaje entre la curva del asfalto y mis huesos, sin testigos, ni gritos, luego llegó la gente para ver esas parte de mí que no habían visto, yo la primera de ellas, fuera de mí, sin movimiento alguno, recogiendo la imagen dentro de tantos ojos que no sabían mi nombre, ni el timbre de mi voz y preguntaban por parientes o amigos o amantes, sitios donde pedir auxilios, seguridades, tránsitos, borrón y cuentas nuevas curvando en los relojes encuentros con mi otra, esa que no quería fluir desintegrando inaceptables: así que di mis señas, me llamé al contra espejo de lo que nunca he visto, comencé mi camino de atravesar los miedos, de ver como las caras se iban deshaciendo despejando las estepas del corazón, dejándolas vacías, propicias para el viento, para el silencio o las tormentas o las cosas que vuelan porque vuelan, porque no tiene caso mirar lo que se extiende desde un punto tan fijo como el no o el mañana volveremos a vernos, a ignorarnos, a decirnos un sí cuando no queda nada entre los bordes de una taza de café y las sillas donde las sílabas del amor continuamente tendrían que abrirse a un horario de presentes que nunca se repite, porque allí, se sabe decir hola y adiós despertando los dientes a un radical espacio de amor desconocido.


3

De vez en cuando mi figura se mira largamente, como queriendo reconocerme y en el único espejo donde la casa guarda los reflejos, a veces aparezco, allí el azogue me observa quietamente con mirada que tuve quizá a los siete años, ligeras simetrías con mi padre o abuela pasean por mi rostro y me dejan saber que las ausencias también se hacen presente, que mi línea de tiempo con ellos no termina. Mi madre sigue viva, ella también se observa desde otro espejo que jamás he visto, dice que todavía me recuerda detrás de sus ojos o tal vez en las cosas que no dice, me cuenta que nací con aguaceros, a las seis de la tarde, en luna nueva dice que estuve muerta por tres días y que no me sacaron de su vientre porque mi abuela Nena en sus visiones, me había visto atravesar la zona de la muerte; dice también mi madre que al principio de estar junto con ella, yo me dejaba querer sin miramientos y le pedía me cantara nanas porque no me gustaba dormirle a los relojes de la sala, su cúmulo de horarios, fui, de acuerdo con ella, noctámbula y radical desde el comienzo. Yo no asimilo esas partes de mí que su memoria guarda, la mía se vació hace tanto tiempo que si no fuera por algún retrato de familia que tengo en las gavetas no podría afirmar que tuve entornos, geografías o espacios sobre el hueso. Pero recuerdo el mar donde jugué a la infancia y a ser parte de un todo inexplicable, recuerdo arenas negras y un sonido de barcos navegando mi espalda, la variedad del verde rasgando mis pupilas, el eco de la luz en mis pulmones y la fiereza radical con la que el corazón en mí devora vida.


4

De Campechuela ya no queda nada, ni siquiera la gente que me fue conocida, tampoco quedan casas donde creció mi infancia y desaparecieron los amigos, los que fueron parte de esa estructura, donde la vida supo moverse alegremente, contando papalotes, nubes o auras tiñosas, los dedos de los pies o de las manos, eran tiempos aquellos de mi pueblo donde se respiraba otro color más vivo y se tenía una cierta consciencia de personajes tocados por un aire de misterio, personajes que sólo por el nombre eran reconocidos donde quiera, como Zoila, la que vendía escobas, trapeadores, plumeros: negra como los culos de las ollas que se ponían directas sobre el fuego, también estaba Pepecito el loco, Cabrales con su saco de tubérculos y limones que los vendía de un extremo al otro y en una sola calle, para evitar dar vueltas como un trompo o quizás de manera inteligente discurría que el trópico jamás es elitista y puede derretir sin miramientos con su discurso de calor a un vivo. Mi pueblo que tenía un parque con glorieta estilo árabe y pinos y canteros de cortos, el busto de Martí, del General Massó, quizás el de Ignacio Agramonte, el de Maceo y algo conmemorativo para dar homenaje a las mujeres, por eso de parirnos; había dos cines que hacían muchas veces de teatro, allí me tropecé con Lola Flores, Sara Montiel, con Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendáriz, películas francesas, americanas, luego vinieron las rusas, las polacas y vinieron también esas películas que jamás se entendieron o daban pie con bola. En fin las cosas y la gente se fueron disolviendo y de ellas sólo quedan metáforas, cortometrajes indefiniendo el tiempo que a veces pulveriza la retina.


5 La luz es la otra forma que utilizan las proas de los barcos cuando en su furia de tocar los puertos y romper meridianos recrean vértices al agua trazando lo invisible de la marcha en los sitos del mar donde una aparente calma, es lo que impera y la espuma contiene una memoria de gigantescas criaturas marinas de Islas con estructuras de mujeres, Islas canciones, Islas a imperativos con esa parte del ojo que deshace la realidad y la razón a un tiempo que persiste en medio de su propia inexistencia. La luz es la otra forma que sostiene a paradigmas de un olor el texto que constante se escribe y se desteje detrás de mi cerebro, sin esfuerzo, allí tropiezo rostros ligeramente conocidos y otros de los cuales no tengo referencias, allí también se cruzan las cosas que se han ido con las que aún quedan, sin yo saber por qué motivo quedan dentro de mí, colgadas de mis vísceras, abiertas a escrutinios, abiertas a que yo las elimine o las regale lo mismo que una carta que no puede volver al remitente porque quien la envió se desplazó a otro país, con otro nombre y otro rostro y otras manos que cambiaron de huellas digitales, que cambiaron de oficio, que cambiaron el sonido de los pies y la manera de atravesar a la tierra su espiral de volcanes, los símbolos no escritos en mapas u horizontes y que jamás han sido retratados porque se desconocen. La luz es el espejo de la sombra antes de ser la luz o hacerse cuerpo, es anterior al gesto donde una mano puede cristalizarla a caricia a dimisión de cercanía, a llanto, a espejismo en las voces del silencio.


6 A veces me levanto en transparencias, en despliegues de cosas no descritas cosas quizás cercanas a mis retinas a otros modos de ver con mis pestañas, a veces el amor tiembla conmigo, conversa su marea entre mis dedos se curva entre mis besos y escala por mi hambre abiertamente alimentando huesos con la pasión en firme y a contra húmedo, a veces las ventanas de mi casa, transforman su experiencia de vacíos a los pájaros y le cambian al sol o a los planetas la geometría de sus paradigmas si en pensamiento logro rescatarte de esas partes de mí: las más antiguas para decirte que todavía mis piernas recuerdan la caricia de tus tobillos, la lentitud al gesto de tu lengua subiendo desde la axila hasta mi nuca, la manera de conversarme entre tus manos después que me has querido con tu cuerpo. A veces te recuerdo mucho mejor, cuando mejor te olvido, cuando lo conocido en ti juega a este juego de no haber sido nunca una respiración contra mi oído o un rastro de saliva marcando mi entrepierna, haciendo con mi piel ese otro mapa donde encuentro a intimidad ciudades del querer que se han rescrito sin esfuerzos: sitios donde es posible quererte nuevamente y sin reservas, quererte sin reclamos y olvidarte después sin que la pena se siente junto a mí o a junto mi silla, compartiendo el café o la sobremesa a una distancia de besos o silencios a la elocuencia de estar con un vivir sin apariencias, un vivir donde la vida es siempre, siempre con tus sonrisas o tus empeños de cambiarle a la casa su estructura, un vivir que conoce tus perezas, tus inconformidades, tu destiempo.


7 Desde las maderas del piso hasta los techos la casa le reclama a tus ausencias posibles cercanías al espacio que habita tu figura, las gavetas conversan la maravilla que sería si tu ropa interior y tus olores recrearan lo sensual de esa viva metáfora a tus íntimos, las toallas, como yo, reflejan el deseo de absorber tú humedad abiertamente queremos aprender tu biología, hundirnos en las mareas de tus ganas, cantar contigo esa canción que nace detrás de tus rodillas y con la punta de mi lengua recorrer tus pestañas o quizás simplemente acariciar de modo lento la pequeña hondonada al principio del cuello donde el latir del corazón o la pasión se reproducen si tu gusto por mí se hace presente y con firmeza tus caderas me invitan a su danza, a tu voracidad de ser entre las sábanas el hambre de las águilas estableciendo otra manera de fabricar volcanes a las cumbres más altas del planeta; entonces las ventanas y el viento que en mí viven te convocan y buscan al azul del horizonte imágenes de ti que entre las nubes describan el gesto de tus manos, el movimiento de tus cabellos, el sito de tu frente donde, sin tú querer, siempre me piensas o me llevas contigo a todas partes, consciente del querer con que me quieren: tus oídos, las ropas que te pones, el calor de tu piel en medio de tus viajes cuando la ciudad donde vives se despierta a su cotidiano quehacer hora tras hora y tú, junto con ella, de repente recuerdas que yo soy ese amor que te acompaña.


8 Hoy recuerdo una casa ya tenida amplias ventanas, brisa marinera un patio con olor a yerba buena y una mata de almendros, rosales tan variados como la risa de mi abuela Nena; recuerdo besos, altos como palmeras, y abrazos con sabor a enredadera, recuerdo las mañanas con su aguerrido sol y el olor a café recién colado, recuerdo el mar y su sabor isleño rodando por mi rostro, acrecentando mi pasión por el agua y lo salobre de sus intimidades conversando mi cuerpo. La muerte vino, como siempre viene, pues aún en su momento sorpresivo y violento, siempre llega sin prisa, para mirarte largo, largo como se mira lo que nos pertenece y lleva nuestro nombre bajo el brazo; la vi llevarse tanta, tanta gente, los amigos, mi familia, mi País, los retratos más finos que tenía la memoria, los amores, algunas huellas de mis pies, la mitad de lo izquierdo que acompañaba el ojo y mi copa de nubes para beberme el cielo.


9 Yo no te sé pensar de otras maneras te pienso así: como se piensan las cosas que se aman, esas que no requieren tiempo para estar y existir dentro del pecho, te pienso desde todas esas vidas que has sido junto a otros, contigo misma, te pienso como piensa el guerrero sus batallas o el alelí piensa su olor al viento, te pienso con pensares: los que tienen los bosques y las tierras que faltan a los ojos de los descubridores del planeta, te pienso sin pensar que te he pensado, te siento y pienso en la medida misma que habitan las maderas y los violonchelos, los pentagramas, el pulso de las rocas, las anémonas, los barcos cuando cruzan ecuadores, la solvencia de un beso sobre el labio y el silencio que habita de repente la cavidad en el tórax de los pájaros.


10 Este río de sangre que me atraviesa el marco de las sienes y me deshace a plena luz del día o desvela mis noches, iluminándome las cuatro esquinas del corazón lo mismo que una brasa, este clamor que me sacude: es dueño de mi tórax, mi cuello, mis entrañas, cincelador de todas mis visiones, espuela que se hinca en su fiereza de creación sin tregua, entre mis flancos; el que me llama auténtico y seguro a ese centro de mí que no descansa, el que no me permite andar entre los muertos ni me deja caminar entre vivos, el que constantemente, fragua entre mis papeles: consonantes de peces, iracundas orquídeas, un verde olor a monte con su inequívoco filo de destierro, la resaca profunda de los mares imantando mi boca, plagándola de sed interminable. Este es el ritmo de mi verso en siempre, es esta nota disonante y brava, la que no me permite aunque yo quiera, comer oscuridad o desesperanza porque me llena el pecho de luciérnagas y de rayos y truenos la garganta.


11 Son extranjeros, sí, estos ojos Dios mío que me viven. En ellos, como una marea, la visión atraviesa la tierra sin detenerse nunca a saborear los puertos o las encrucijadas, son golpes de otros vientos que carecen de nombres, no podría encontrarlos en uno de esos mapas que predicen tempestades, los cambios atmosféricos que visten lo boreal de alguna aurora sobre zonas ausentes de gente o pensamientos en medio de la noche. Viven en la naturaleza de mis córneas: un día son ojos de cóndor, otro día arrecifes, otros son la explosión de los volcanes, otros tienden a ser la espiral de una rosa, las fauces de los tigres y los lobos, de cuando en vez miran desde los ojos de la muerte y allí como un espejo reflejan todo el pulso de la espiga, sostienen a un radical de eternidad la vida o desdoblan el origen secreto donde nacen planetas.


12 Cruza por mis pulmones levemente un aire de presencias decretando a la vida que hoy me vive su pulso o paradigma, sembrándome los huesos de horizontes y palabras distantes donde puedo tocar las maravillas de una navaja, un ruiseñor un cactus, el gesto de mis labios y el curso que contienen los planetas antes de que la tierra configure el ecuador que vibra entre los polos, desenterrando a la memoria de lo que ya existe otro modo de ser con otros nombres que nos permitan atravesar vacíos y transformarnos. Hoy tengo la certeza que puedo conversar con cada muerte, las mías, las ajenas y aún aquellas que están por sucederse entre los pinos si un poeta se muere con destiempo de sílabas y espejos entre las piedras, quebrando otras barreras al sonido o los párpados de modo repentino si las cigüeñas y los cachalotes en sus viajes de alturas o mareas deciden desandar líneas, volúmenes. Hoy sé que para amar no se requiere, mirarse ojo a ojo y predecirse, sino mirar de frente y caminar el corazón sin prisas y estar a bien con aquello que te llama de modo radical y sin reservas.


Hoy sé que yo estoy viva y he vivido a iguales proporciones, por consiguiente comprendo que me habita, eterno, el movimiento de los soles, que mi nombre se sienta entre las sílabas donde el nombre del Dios desconocido, se mueve a creaciones infinitas borrándole semántica a los siglos, que entro y salgo en los saltos de lo quántico y nada en mí se pierde o se desdice y que los minerales y las plantas al igual que las razas y los mundos me contienen a natural espejo de sus centros y en la diversidad de sus pensares, pues soy también lo inesperado de sus sentimientos y sus deseos por la luz y el canto.


13 Reconozco que soy lo que tú sueñas en la metamorfosis de tu vivida muerte, allí donde el hilo de tu sangre reclama la caricia de mi cuerpo, reconozco también que en mí te estrenas cada vez que me voy entre otras bocas a ejercitar mi propia biología, la furia de vivir que me consume, el hambre que me quema cuerpo adentro, reconozco que no me es necesario acordarme de ti como de otras, esas que yo rescato de mi olvido pero que nunca logran seducirme a una repetición entre las piernas, esas que saben liberarme los dedos con sus ganas de espumas y arrecifes a contra vientre cuando montan mis olas de furor o se abren a la voracidad de ese otro orgasmo que teje su poder entre mis dientes para que yo me beba todo el infinito donde el hueso y la carne se someten a explosiones de tigres o volcanes a posibilidades o fragancias, estrategias que surgen de improviso por si acaso me miro en los espejos y no puedo sacarte del azogue donde hoy vives sin mí y en tus distancias.


14 Eran tan blancas en su blancura de ser que devoraban todo el azul al cielo y eran en lejanía tan cercanas que su color disolvía la luz entre mis dedos borrándole contornos a mi frente, mis pestañas. De tan reales que eran se establecían como otra arquitectura en los sitios donde se va tejiendo a un despertarle al sueño: los insomnios, las estaciones que aún esperan integrarse al planeta el paisaje imprevisto de los vientos, los soles, las ráfagas de olvido, las arterias que cantan las pautas que conviven detrás de los silencios. La raíz del peyote se forma dentro de ellas, es allí donde el ojo desintegra la densidad que a veces le petrifica al corazón la válvula donde el acto de amar sin condiciones se torna cotidiano como andar o comer o dar un beso porque la boca sin razón reconoce su inagotable condición de húmeda maravilla configurando a la geografía de la piel su mapa de caricias, puntos claves para encontrarle al cuerpo de la amada: ciudades, obeliscos, torreones, lunas, cráteres o cofres donde la gana de vivir es otro mar que nos espera siempre a ras de la cintura, entre los dientes, seguridad explicita que desconoce del no su contenido pues constantemente cincela a presente de partitura y ritmo las trece caras del reloj con su día que está fuera del tiempo.


15 Respirar un adiós que no se espera que jamás ha cruzado el pensamiento es sentirle a la veta de una roca lo que de manantial no brota en ella, es sentirle de pronto a los relojes del corazón un golpe tan extraño y decisivo que dentro de él se quiebran las orquídeas, las flores del naranjo, las estrellas que aún quedan por nacer, los besos que la boca guardaba para dejar sobre la tersa superficie de lo que más se ama a contrapecho por el sólo deseo de querer sobre esta tierra. Un adiós de ese modo nos encuadra fuera de la razón y en sentimiento desde un silencio tan voraz, tan duro que hasta Dios enmudece en desconsuelo y no hay llanto que sepa conversar con la pupila, ni existe la manera de llevarse las manos a la cara y sostener la navaja de tanto dolor en firme sin que la voz se ahogue entre los labios. Un adiós puede borrar de pronto a las mareas la inmensidad de todo un horizonte aunque uno se entienda barco y vela. Con un adiós se pierden estaciones a la miel, los olivos, los perales, las risas que resuenan como incansables cascabeles para adornarle a una ciudad sus piedras, los rostros que transitan por sus calles desterrando al oído la cadencia de palabras que ya no se pronuncian. Cuando un adiós nos mira y nos vacía uno comprende lo que significa beber todo el insomnio que desintegra la música del sueño, ese sitio donde es posible estrenar la garganta como un pájaro.


16 Sí, estos son los días que ahora tengo son como son, como tienen que ser como es posible que ahora sean, no me piden disculpas, me viven y los vivo sin reservas, comen mi pan, se acuestan en mi lecho, saben amarme bien, se levantan conmigo y como yo ignoran los relojes, cambian el curso a las mareas y saben soltarle al corazón los nudos y la velas. Sí, los días que ahora tengo han devuelto los meridianos a las nubes que me fueron prestadas por viejos marineros antes que yo pensase mi primer nacimiento, después que mis iones viajaran otras cosmologías y jugaran Dios a Dios con las miles de formas fabricando a los vientos y a las cosas sus símbolos de rostros y hermosuras, definiéndolas en nombres para que ellas entre ellas se llamaran y se reconocieran a partituras libres. Los días que ahora tengo saben reconocerme, con palabras o sin ellas caminamos sin prisas, sabemos detenernos frente a los árboles y contar una a una las hojas, las ardillas que corren por sus troncos, los anillos que en años hablan otra sabidurías de ritmo al crecimiento. Los días que ahora tengo y en los que soy tenida pueden romper la córnea al Ojo, desintegrarle a la razón sus equilibrios y crear paradigmas a lo fantástico que toca o se reparte en pensamientos fabricando la estera a mí presente.


17 De Este a Oeste camino galaxias al corazón como camino de Norte a Sur estepas al silencio, ninguna seña identifica los posibles lugares al encuentro, bebo en mi aliento un poco de su aliento y me muero de oxígeno, me muero y resucito al poderla pensar sin pensamiento. De vez en vez la seda de otra piel la hace presente, su mirada me busca en ojo ajeno y el más cercano de los rostros es capaz de tornarse en sus perfiles, espejos para toda una memoria de ese País que fue mi maravilla, mi modo de robarle a su sexo la cadencia que tiembla en sus entrañas y como un fuego se esparce a libertad, devora el cráneo. Juego a querer y dejo que me quieran, a nadie se parece y sin embargo todas esas mujeres que son o han sido humedad entre mis piernas, hablan de ella, la saben reproducir como un detalle de broche que se lleva en la solapa o el rizo que de pronto sorprende la mejilla y arrebata la frente jugueteando flexible con la brisa, otra manera de rendirme a petición de besos y de ganas. Ella a la que no es posible que yo regale rosas Ella la que ya no puedo esperar a la puerta de un cine Ella la que no tiene fechas en ningún calendario Ella de la cual no puedo decir que está visitando Inglaterra, Corea, Austria, Francia, los glaciales, las Islas del Pacífico y que vendría a mis brazos por una de esas estaciones que marcan en sus transformaciones el planeta; Ella la vivida por mí, la inexistente.


18 Enciendo con pereza un cigarrillo y acompaño el placer entre los sorbos de un café cubano, me acuerdo de José, de los inviernos que me da Manhattan, hago un itinerario para viajes y aprovechando lo bisiesto al año, usaré alguno de esos mapas que contiene la cara de mi madre o la parcial levedad que a mi hermano Jorge Alberto aún le queda después de su arrebato de cerebro. Disfruto los objetos y las gentes que sorprenden mi ojo como parte de esa continuidad que son las guerras, la vida, la bolsa de valores, la rapidez de las computadoras, mis amantes, las curvas precursoras de horizontes, la pasión de color que hay en las flores, el vértigo de algunas mujeres si es que desean como yo montar al mar su ola, la más profunda de ellas. Vivo con claridad mi biología y la paseo por mi piel con absolutas ganas y sin apego, maravillada de sentir su gusto moverse entre mis vísceras. Dos mil doce se acerca paso a paso devorando el calendario Azteca y el kundalini del planeta como serpiente blanca busca su nuevo centro codificando todo el poder en esa parte donde Chile se funde con su andina cordillera, allí los ejes que conforman el corazón a todo cuanto es vivo desplazarán los polos a otra gravitación de arritmias a otros modos de ser fuera del tiempo.


19 Algo se mueve en mí, no tiene nombre carece de perfiles y gravita las distantes esquinas del cerebro, hoy sé que la canción está conmigo no la puedo borrar y siempre llega de modo inesperado a mi garganta envuelta en esos soliloquios que los dedos ahora desperdician porque fuera de ella la maravilla de las mareas claras no pueden desplegar a espirales y lunas: los caracoles, las puestas de sol y la esperanza de algas marinas reclamando a mis pies las noticias de los acantilados y las sonoridades, las crónicas del planeta y sus presencias. Sé que a las ganas de mi cuerpo aún le quedan por estrenar el filo de los besos con que tocar la línea de los nardos o sentirle a los vientos: puertos, ventanas, el olor de la lluvia, otras conversaciones con las yerbas o beberle al encuentro las esquinas que alguna vez fueron espacios a otros amores, marcando a las cisternas inusitados rumbos, credenciales con las cuales nombrar las islas que desconozco si es que atravieso el mar en otros brazos, brazos que me alimenten la querencia de querer otra vez sobre esta tierra.


20 Los ojos que han vivido detrás de tus ojos, me los diste, sí, sin pensar me los diste para siempre. Así te adueñaste de mi corazón, así fue como atravesé tus vidas, tus visones, así me regalaste tus huellas, así le diste nombre a los orígenes que de mí desconocía, así sentí por única vez en este tiempo donde hoy vivo lo que significa caminar el sentimiento de tal modo que mis costillas como un instrumento desmigajaron la canción de tu propia existencia dentro de mi pecho, el azul con que se puede vestir todo el planeta cuando la marea lame incesante los bordes de los acantilados o turba las estrellas que como peces encienden las atmósferas y hablan los idiomas que componían tus pestañas, la levedad que se paseaba entre tus encías con la misma naturalidad con que los ríos se amontonan en los recodos entre los juncos y los cantos de las ranas despertando el regocijo de quien por vez primera sabe que ama y que aquello que ama le devuelve el amor a cuerpo abierto. Sí, yo sé lo que ocurre cuando el vuelco de la aorta hace temblar de intimidad la vulva de los espacios libres donde los álamos y las mandrágoras se reconocen en la aromática vena de los trigos y las azucenas, en la distancia que media entre la boca de los robles y el péndulo más fino que tienen para hablar los barcos y los pájaros a ras de un horizonte interminable. Yo sé lo que significa quebrarle a los espejos los reflejos, las curvas del azogue donde a ratos me miran tus imágenes, donde puedo visitar los residuos de tus cabellos o tus peines, la media sonrisa que dejaste para que yo nunca como los otros, a fuerza de hambre, tuviese que mascarle soledades al punto más concreto del cerebro, ése que no supiese conversar tus presencias, el arco de tus cejas, la pasión que habitó el lóbulo de tu oreja, los gestos con que a veces tu muerte me sorprende.


21 Hay instantes en los cuales el vivir se detiene y escucha otra canción, otro sonido, un silencio tan poderoso que es capaz de despertar: las piedras, el fondo de los mares, las raíces, el mármol, las vicarias, los polos donde todo el Universo es puro fuego atravesando a la raíz de la palabra su anchura, su verticalidad, eso que reprograma ocultas partituras al lóbulo frontal o desprograma lo pituitario y lo pineal para que el aroma ése que late entre las estaciones que marcan las agujas de una a otra estrella sepan almacenar para otros tiempos: la sabiduría contenida en el pico de las cigüeñas, en el hambre que habita la mandíbula de un pájaro carpintero cuando con la fuerza de su golpe enamora la corteza de los árboles estableciendo lo inaudito de una conversación con las ardillas o quizás escribiendo una carta en clave de Morse a las alturas. Hay momentos en los cuales la respiración como una llave abre la condición más fina de las manos y les enseña a resbalar sin prisa sobre el cuerpo de lo que se ama porque sí, porque se sabe que en la página del corazón no hay otro cuerpo para poder querer de esa manera, manera en singular y con propósito entre las costillas de tal modo que hasta Dios pueda saber en carne propia lo que es arrebatarse sin medir o mediar la consecuencia.


22 No puedo hablar de guerras las he vivido a tope, tampoco puedo hablar de genocidio los he vivido en grande, no puedo hablar de muertes o de hambres me he muerto muchas veces y otras más he mascado el vacío de mi estómago a contra dientes y sin saber que hacerme con las ganas. No quiero caminar el mismo espacio ni repetirme por piedad o culpa pues no entiendo la culpa y la piedad sólo produce mascaras. Sé que el planeta siempre se recicla por encima del hombre, de los árboles por encima de todo lo creado y lo de creación que aún le queda. Más allá de cualquier profecía la vida siempre me convoca en firme para quererme y querer a otros sin diplomacia y con cerebro libre de explicaciones y mareos. No me interesa reafirmar el mismo patrón de lo que me enseñaron porque a mis padres le dieron a comer la misma historia de asesinos y víctimas. Prefiero hablar del viento y de las aguas del amor, del deseo, de probabilidades y de estructuras que me queden por ver, por ser vividas.


23 Si cinco veces repito sus sonidos en medio de mi día cinco mil veces mi inconsciente la reconoce hasta en el sueño y entre el obelisco de la Azul y las almenas de Sofía el ojo de mi espíritu encuentra a la sin par y escucha el aromático sonido de sus úteros llamando a los luceros de la tarde y sosteniendo los planetas más recónditos, abriendo el costado de lo que hoy se autonombra Capadocia, como si fuese un platillo de calabaza y cabello de ángel para ser degustado entre los sorbos del té y el perfumado humo de los cigarrillos; para poder nombrarla con exactitudes los gusanos develaron el secreto de la seda y así diseminaron parte de su hermosura, pues todo el que ama comprende que un amante se rinde cuando sus rodillas se doblan buscando lo inesperado de una caricia, de igual manera que un paladar se abre al misterio y sabor de las especies cuando irrumpen en la marea de la sangre estimulando el verbo de las ganas a su elocuencia de pasión y furia.


24 Mis días se aproximan a tu boca sin ningún pensamiento, se aproximan de modo singular como le sube a un jazmín su aroma en un golpe de amor a contra verde o el horizonte se arrebata de vientos o quizás del lenguaje de los alcatraces cuando sobre los muelles de algún puerto tejen la leyenda del viaje y de la pluma. Mis días que te saben sin saberte, días que guardo para ti días donde tú nombre y tu cuerpo viven entre mis hambres de tu lengua, días que crecen entre los dedos de tus pies en el sudor de tu espalda, días que se acomodan al calor de tu entrepierna y cantan el contralto donde el deseo te busca abiertamente y te pronuncia. Mis días que te viven y auto viven días donde puedes ser para mi paladar albaricoque, piña, mango dulce, festín enardeciéndome el deseo de tenerte a mi modo y sin reservas, días donde te encuentro en los espejos, en una obra de teatro, entre las páginas de mi poeta favorito o en el morder una naranja fresca.


25 Hay cuartos que sostienen en medio de sus ruidos la raíz de un silencio tan profundo que los relojes enmudecen y hasta los calendarios son capaces de perder el conteo de los días, vaciando entre sus páginas los símbolos que definen facetas a la luna y los espacios de la voz o las manos haciendo de la respiración otro instrumento donde eliminar sonidos a la garganta robando al plexo solar su maravilla, su pasión de vida. Hay momentos donde las coordinadas del cerebro pierden latitudes y longitudes y pierden estructuras de olores, cadencias que despiertan y transforman los códigos que avisan al corazón sus aceleramientos de humedades en cada golpe donde lo izquierdo de la sien construye su arrebato de presencias. Hay instantes que no tienen memorias, instantes devorándole a la boca el gesto que vistiera una saliva al resbalar despacio la clavícula de lo letal eso que ha sabido deletrearle al deseo su filo de expansión a consecuencias de espliegos y premuras. Hay instantes que simplemente nos descartan los ojos y las vísceras.


26 Hoy sé que no es posible regresar a Toledo en primavera ni atravesarle a Ávila secretos y mucho menos visitar a Granada por la tarde para mirar el cuerpo de la Alhambra cuando sus almenas se transforman en rojo bermellón frente a la luna. No he de volver a Cádiz en primavera ni he de cruzar la garganta de despeñaperros con la niebla mimándome los ojos. Sí, no me será posible habitar primaveras en Andalucía ni recorrer Sevilla y permitirle a las gitanas pasar la yerba buena entre las palmas de mis manos tratando de mirarme los futuros o quizás el pasado. No, no podría mirar serenamente la belleza de Ronda cuando la lluvia resbala entre sus piedras y mucho menos podría caminarle a Madrid lo antiguo de sus calles. Cómo mirarle el rostro a la Señora, La esperanza de Triana sin que el golpe del corazón se quiebre en mis adentros igual que una saeta en viernes santo. No, no he de volver bajo la primavera a pisar otra vez los pueblos blancos.


27 Yo sé que te recuerdo sin quererlo no te recuerdo con dolor de ausencias ni con dolor de lo que ya no existe, te recuerdo como algo ya vivido algo que en un momento me trajo la alegría dejándome un sabor de naranjas y aceitunas entre los dientes, te recuerdo quizá, sin darme cuentas ni razones cuando tú figura repentina desplaza mi memoria, recuerdo tus principios y tus finales. Te mezclas al recuerdo de las otras que he sabido vivir y me han vivido, ellas y tú, las queridas por mí en carne y hueso amantes de mis días para poder existir sin el olor de la mujer amada, la que murió con desencuentros y fuera de mis brazos, la que supo hacer temblar su nombre entre mis labios y llenarme de música los besos o echar a andar mi frente entre sus pechos en absoluta entrega al sentimiento.


28 Venía borrándole a mi vida los posibles destiempos. Venía en los descuidos de una rosa entre las pasionales cisternas donde el pétalo sabe guardar secretos al perfume y es capaz de cambiarle a las tormentas sus sílabas de truenos y relámpagos. Venía como vienen los jazmines entreteniendo del corazón, el ojo, rescribiendo la cadencia letal con a veces una navaja nos acompaña el lado más sensible de la aorta. Venía dibujándole al vientre sus esdrújulas, provocando al azul de las mareas diálogos imprevistos con la lengua y las manos. Venía con la búsqueda a quemarropa sabedora de mis nombres y mis espacios. Abierta venía, sí, como llega el deseo cuando nos mira de frente y nos desnuda sin pensarlo, hasta que entendemos lo que es temblar de ganas y arder sencillamente más allá de cenizas o de brasas pues te transformas en fuego sin extinción en un ritmo carente de relojes, en esa orfebrería que constantemente te multiplica el arco de la espalda y las caderas de forma inacabable, incomprensible.


29

Quién te dirá de mí después que yo me vaya quién sabrá recordarte que mis palabras quemaron tus oídos desde siempre. Quién amor te dirá mis voluntades por tus azules o tus inversos verdes escondiendo al color toda su gama para desenredarla sorpresivamente entre las buganvilias o las ramas más altas del almendro, aquel que quizás exista todavía en los espacios donde mi recuerdo no sabe ya siquiera recordarte pues las dos sin borrarnos nos hemos ido transformando en este éxodo interminablemente silencioso. Pero yo todavía me emociono si es que puedo pensarte, aun cuando ya casi no recuerdo tu olor y la medida de tu luz irrumpiendo entre mis párpados, mis párpados que no saben ni han sabido llorarte a la intemperie. No fue el tiempo propicio entre nosotras tanto sentir dentro del pecho tu salitre tanto saberme a tus mareas agua no pudo sostenernos a geografía de dos sin más sustancia que el verbo entre nosotras para entender que yo soy boca tuya y en disonante y consonante esdrújula ya somos la raíz de una infinita marca en el destiempo.


30 Hoy llenaré el frutero de la casa con pétalos de naranjas y de orquídeas, por si llegas. La llenaré, mi casa, con toda la luz que puede contener un beso. La he de llenar con estrellas que tengan más de seis puntas, con el olor de los higos y esos mapas que lleva entre sus patas el albatros de cejas negras: vagabundo de océanos, marinero por excelencia, conocedor de barcos y corrientes y espumas, dueño y señor del éxodo de los interminables lugares donde la tierra es sólo otra manera o tránsito para vivir en las zonas más altas de los vientos y conversar atmósferas a otro nivel de realidades; realidades que pudiesen resbalar de tus hombros a mi lengua y mi tacto como un regalo en único de las mixturas de tu piel o el sabor que te habita cuando se abren tus ojos casi después que el sueño se descuelga de tus almohadas y de tus cabellos. Voy a llenar la casa de acertijos y fábulas de historias que contengan la imaginación que arrebata a los músicos y los pintores, a los poetas como yo, que tienen el corazón abierto a la esperanza, a la risa, a las ganas de querer simplemente todo lo que por vivo me recuerda tu rostro, el eco de tus pasos, la vida que hoy te vive.


31 Te regalaría uno de esos días repletos de pereza con olor a yerba buena, te regalaría un platillo de higos con un toque de miel y canela. Sí, me gustaría regalarte mi libro predilecto, el que nunca se separaba de mis manos cuando tendida en las frías baldosas del traspatio mi infancia se llenaba de mundos por ser vistos; también me gustaría regalarte el sentimiento de tanto mar rodeándome el corazón y las risas que me acompañaban al saltar desde el muelle queriendo ser una alga marina más entreteniendo el agua. Me gustaría regalarte la primera emoción del primer beso que me supo a beso, el que no pude compartir contigo, ése que yo sabía que en tus labios tendría todo la antigüedad de paisajes a contra ojo y campos de amapolas o quitrines. Me gustaría regalarte nuevamente la parte de mi piel que de tan tuya esperó por la elocuencia tus manos y por la suavidad de tus cabellos para darse a tus deseos de un modo tan definitivo que no hubo más memorias en mi cuerpo que las que tu dejas con tu aliento y tu saliva. Me gustaría, amor, murmurarte al oído lo que aún te amo y lo que aún me falta por enseñarle a tu amor otras maneras de enamorarte el vivir en esta vida.


32 Estas mis noches han comenzado a llenarse con el intermitente canto de las cigarras; con el canto regresan los olores del otoño y las corrientes del río Hudson que fluyen desde otras perspectivas entre las quillas de los barcos y los hurones que viven en sus orillas, noches como éstas que me acompañan el fumar y se mezclan con los sabores de un café cubano, noches donde los fantasmas de amigos ya tenidos se sientan junto a mí, coloquiales y abiertos a lo innumerable de vivir como vivo: en este mundo y los otros que me fueron donados como herencia por mi abuela Nena y por mi abuela Blanca. Noches que vienen cambiando lunas de verano por lunas asequibles al tacto y los oídos, al parlotear de las ballenas y los atunes a las charlas de los patos salvajes y de los abedules, noches con espíritu viajero, porque sabemos que las noches también emprenden viajes antes de verse vestidas de otro invierno. Noches estas las mías que se visten de azul como un bolero o como una ojera de mujer que ha sido querida plenamente y en el color del párpado nos deja ver su marca de placer abiertamente y nos pide por más y más querencia.


33 Hoy recuerdo a mi abuela como nunca: recuerdo su moverse entre las cosas de la casa y los patios. Mi abuela Nena hablaba siempre con las yerbas, entendía sus misterios y sus curas, les otorgaba capacidad para alegrar las ollas dándole buen olor a la comida. Mi abuela que sabía como nadie entretener las maderas de los escaparates con mixturas de aromas que sus dedos en intuitivo hacer confeccionaban con absoluta perfección entre los pétalos de nardos, pedacitos de vetiver y de canela, a los que de vez en vez ataba con gajos de albahaca o yerba buena porque decía que el monte siempre cabe en las gavetas y que una persona nunca debe de andar huérfana de belleza o esperanza. El arco de su ceja, el ojo izquierdo, ése que sabía mirar los otros mundos, ojo que veía y hablaba con los muertos a la par que deambulaba entre los vivos; me regalaba siempre profecías me miraba de frente, me atravesaba el hueso y me decía, tú, eres como yo, tú, miras lejos, tú, escuchas, lo que no tiene sonido y sabes como suenan sus adentros. Mi abuela y yo jamás nos despedimos porque la gente que engendró su sangre sabía que la muerte no existe en esta tierra que es sólo espejo de humo para observarle al sueño su semblante; y yo soy parte de esa orfebrería, de esa línea sonámbula que desconoce límites al cuerpo.


34 Después de mi accidente, cuando el dolor conversaba con mucha más fiereza en mi clavícula y se sentaba firme en mi hombro izquierdo con esa autonomía de pertenencia puliéndome la capa de metal, los siete clavos, las costillas, el fémur, las rodillas y hasta las muelas para ser precisa; me dediqué a mirar nubes, espacios, la geometría que media entre aleros y pájaros cuando el viento se transforma en pianista de plumas y piruetas y sólo el corazón puede lanzarse a la aventura de andar los arrebatos y las querencias que enamoran las atmósferas llenándolas con ráfagas de besos, con esas ecuaciones que adquiere la saliva cuando un boca teje por sobre el cuerpo espasmos y tu vientre reclama la viva resonancia de una lengua que sabe cómo hacerte cantar con la gana entre las piernas y todos los vocablos conjuran la laringe a una ausencia de sílabas para sentirle la espiral al cielo, porque sabes que el amor te devora abiertamente y te bebe las vísceras y te llama con filo de propiedad sobre la carne. Hoy también sé quererme con mis manos, hoy sé darme a esos gustos de saberme fabricadora de esa humedad mojándome los dedos, pues he aprendido a saborear la alquimia que es marca de mi orgasmo entre mis dígitos y a saciar esas hambres de mí, conmigo misma, y en deleite he aprendido a gritar también mi nombre, no solamente el tuyo.


35 Hoy extravié las llaves de mi casa y visité las últimas librerías en español que quedan en Manhattan. Me doy cuenta que tengo el corazón en otro sitio que me sobran los besos y las ganas, me doy cuenta que el otoño se sienta en mi ojo izquierdo y el derecho se echa a volar igual que un papalote buscando el horizonte y compitiendo con los pájaros y las ventiscas. Me doy cuenta también que ando en la búsqueda de algún indicio que me descubra un poco de tu piel, de tus presentes. Me converso y respondo en monosílabos, pienso en la poesía y en los desiertos y pienso texturas en las rosas y las piedras. Dios me mira y se mira en mis perfiles, nos movemos los dos entre los números y las simbologías del planeta de un modo apasionado y sin reservas. Hay partes de mi ser donde el aliento se transforma y escapa más allá de los relojes, más allá de los silencios donde vivo, más allá del olor a mis espasmos, más allá de mí misma si es posible. Esta noche, es noche con otras compañías, noche donde mi padre y yo, junto a mi abuela, sorbemos el café y fumamos juntos.


36 Las dieciséis geometrías que contienen los perfiles donde yo escucho a tus ojos conversación y sonidos: residen en lo izquierdo de tu cuerpo y son también el misterio de lo implícito que habita en la parte derecha de tu pie, en la fuga de tu espalda o el temblor de tus vísceras. En tus hombros es posible encontrar aquello que fue escrito marcando la dirección donde el cuenco de tus manos señala el muro de la Qibla, esa longitud imaginaria que orienta el movimiento de todos los deseos de mi boca hacia la Medina de tus besos, para que mis labios jamás se queden ausentes de tus sabores. Hoy comprendo el silencio y sus estancias, las livianas esquinas de los verbos disueltas en el mar de lo no dicho y comprendo que a ratos el prodigio del oído sabe albergar la otra simetría de tus agudos relieves y oquedades.


37 Me levanto a una casa tersa y clara, primer día de Octubre 2008 y son las diez y diez de la mañana, mi biología en pie: vagina húmeda, duros los senos y la carne elástica, buenos indicadores de vivir esta vida con ganas y a sabiendas, me siento a gusto porque sé que ser Alina es ser consciencia y saber que mi energía continuamente se transforma y habla su lenguaje de luz con el planeta y con lo que se mueve en las atmósferas. Abro computadora y me saludan dos bailarinas de Degas, instantánea de tul rosa e inusuales zapatillas, mujeres suspendidas en un tiempo de música y silencios, en un verso de líneas y colores de otro siglo que sin saber se repite a sí mismo en este siglo veintiuno donde lo clásico apenas es mirado por miedo a que te tilden de romántico, cuando en verdad para querer en serio todavía las flores y los chocolates, resultan ser tan conmovedores como una serenata a medianoche o un beso que se da en la comisura de los labios, quizás entre la nuca y el lóbulo de la oreja: banderillas de lujo para que el deseo, en pensante, nos quiebre el respirar y nos convoque a pasos de verónicas y giros contra un fémur. Por encima de mis metálicos andamios, siento una juventud efervescente y me siento Mujer libre y sonora capaz de enamorar y enamorarse con fuerza de huracán hasta los tuétanos. Hoy también se celebra un año nuevo de acuerdo al calendario de los judíos, el 5770 ha llegado con su significancia de sabático donde no ha de plantarse nada y se ha de comer aquello que crece por sí mismo en esta tierra de todos y de nadie en particular, como los bosques y las creencias donde Dios tiene tantos nombres, como moléculas tienen la luz y las hormigas.


38 Siempre supe que las tormentas guardaban sus secretos, los que entre las atmósferas y las corrientes eléctricas van vistiendo o desvistiendo a debilidades y portentos las esquinas más bellas del planeta. Siempre tuve de niña esa consciencia, ese querer atravesar lo torrencial de un aguacero para encontrar razones entre la ausencia de la luz que precede al pleno día cuando las nubes se cargan a propuestas de apasionada humedad hasta romper como una lengua en líquidas ecuaciones sobre la tierra, saturando arrebatadamente todas las superficies para poder alimentar o enamorar raíces a espasmos, hasta estallar en luces engalanando la oscuridad como un regalo abriéndonos las córneas a esas otras señales que sólo son posibles entre amantes, cuando el instante entre los cuerpos es un perfil definiendo el hambre de querer a propósito de magia entre las vísceras y el cerebelo, coordinando a la marea de la sangre lo ilimitado de una milésima de segundo a diálogo de bocas y caderas. Pero ese poder de descubrir lo indescriptible de las tempestades llegó detrás los sabores que se esconden en el hueco de tu ombligo o la suavidad de tu nuca, en la manera con la cual tus hombros saben robarle a los cedros y las azucenas, lo perfumado de sus átomos o sus elocuencias de alturas y vitrales, en esos sitios de oligarquías donde el corazón reserva y enumera sus ventrículos para una entrega en único de ciclones contra el hueso. Y es ahora, contigo, donde soy dueña de los torbellinos y las centellas, donde como un relámpago estallo en tus espacios y me adentro a esa ausencia de claridad cuando el orgasmo nos reúne y redefine, designando el sonido de la palabra Dios, a un nombre: el nuestro.


39 Sostengo mi corazón en el centro del ojo y me asombro de su propia belleza, de su eterno lenguaje, lo observo en movimiento y reflejando como espejo infinito lo que me es conocido y aquello que hasta ahora desconozco; lo lineal de este tiempo se evapora pues todo lo que soy viene en mi búsqueda y como una sola ecuación me reconoce y dice que pasados y futuros respiran mi presente que este hoy donde habitan mis días y mis noches es en verdad la música de esa raíz donde los universos describen a los cosmos: las estrellas, los átomos, los cedros, las ballenas, los sicomoros, los módulos donde un beso se fabrica y nos canta imantándole al cuerpo melodías inéditas para soltar desde ellas los abrazos, las liquidez que guardan en su interior las rosas, los péndulos, los chapiteles, los ciclones, las perlas, los dientes de los tiburones, las espigas, cuando a la luz se rinden enamoradamente y hacen de tu frente un balcón para mirar como bailan cocuyos o luciérnagas, cuando la luna se abre igual que una gardenia en apasionamiento de mareas y espasmos. Sí, sé que dentro de él se forjan a multitud, perfiles del vivir que se anteceden antes que un nombre pueda darles sonido y forma para que la pupila registre los aspectos en libertad de naturalidades al convexo de mi cóncavo.


40 Sé que te amo en siempre porque a los 28 años de vivir esta ausencia de ti sobre el planeta todavía conservo remanentes de tu olor del sabor de tus besos, de la franja de luz en tus pupilas. Te amo sin egoísmos porque sé que te hubiera regalado, estos 28 años desde donde sin palabras aún te nombro por saberte simple y sencillamente viva. Sé que preferiría verte respirando en brazos de otro amor que pusiese a tus caderas, los ritmos y alegrías con los cuales la pasión, nos enseña el temblor que arrebata el bronce de una campana o quizá el estado perfecto de las proas cuando en su fuerza reúnen los horizontes a un deseo de íntimos: turbulencias de espumas como ganas rompiendo mar adentro, arcos que aún me recuerdan tu modo de quererme cuerpo a cuerpo saboreando los residuos de ti sobre mi piel, la maravilla de nuestros sudores o el lujo del orgasmo: pintándote los dientes, la barbilla, sabiéndote a la locura de mí deseo ese principio donde no hay finales, puesto que para ti no tengo dimisiones ni actos que pudiesen desdecirte frente a las mujeres que con enajenamiento, después de tanto tiempo he podido y he querido querer, desde esas partes de mí que reconocen una parte tan tuya en mis adentros.


41 Me muevo entre las estaciones de mis días soy mapa que delinea los países de mis emociones: ríos que viajan mis costillas hasta encallar en los innegables mares del corazón, transformando el terreno de mí presente: creando otros volcanes y otras selvas redefiniendo lo inusitado de parajes vírgenes al olfato o a la sabiduría que contiene el labio cuando se rinde a perfección de curvas y camina despacio sobre un vientre, sobre el temblor de un seno o sobre la maravilla que se debate entre los dedos cuando la humedad se vuelve un contra punto al penetrar la pulpa del deseo, ese lugar donde no se requieren las palabras pues la respiración se manifiesta como único coloquio a la fiereza de la piel y el hueso. Mis estaciones que saben mucho mejor que yo: la devastadora dirección que desata un tsunami en su pasión hambrienta por la tierra, el preciso minuto cuando la yugular es manjar y destino entre los dientes vistiéndote con un lujo implacable la vagina, los intestinos, todos los huecos que posee tu organismo mientras devoras y eres devorada, haciendo de tu espina dorsal un fino Stradivarius para sacar a melodía el secreto donde el acto de amar te rediseña las fibras más profundas que archivan la verticalidad de los tendones a vértigo de puro horizontal sobre las sábanas.


42 Murmura a contra oído su pasión cuando me dice: enséñame de nuevo la fuerza de tu aliento desintégrame la razón y redúceme a un temblor infinito: la vagina, los senos, el cerebro, ese espacio entre atmósfera y tierra donde mi corazón tiene su idioma. Déjame andar las horas de tus días entre los gestos de tus manos, mientras mi desnudez se sienta contra tu mulso y te digo en voz baja contra el cuello: que no me importan los amores que se abren con ganas a las implacabilidades que afilan tus deseos cuando rompes espasmos a novedad de sudor, porque estos días tuyos me escriben y me marcan el final de la espalda con tu lengua a un vocablo de fuego y me alimentas de estas hambres de ti que me arrebatan y me definen la vida al instante que quieras y como tú lo quieras y cuando tú decidas para sentirme tuya, tuya en tu disfrute de mí y entre tus sábanas. Quiero que me fragmentes a monosílabos de incoherencias, quiero que me reclames, deseo ser querencia a tu apetito y sin esfuerzo saborearme contigo abiertamente.


43 Propongo todo aquello que me llama a vivir entre el aire y las cisternas, propongo rehacer las melodías y el lugar donde la muerte nos enseña a vivir abiertamente fabricándole espacios: a la tráquea, la córnea, los espejos, las distancias, algunas cercanías y esas conversaciones que tiene mi cabeza con los peines. Propongo a los posibles monólogos que existen en cada abecedario potestad a la S que es parte de tu nombre, que su sonido reine por sobre las vocales y toda consonancia de palabras no escritas para que cuando sean símbolos en papeles en un solo sonido te reúnan y entiendan que tú, eres su origen, su oculta trascendencia. Así es como se forman los días y se conjuran en misterio a presente, a momentos insólitos, movimientos que abarcan lo inanimado para prestarles vida: a las sillas, los jarrones, el marco de las puertas, los zapatos, las velas, las reglas de medir y los balcones. Propongo que me beses después que hayas cenado para que yo comprenda el sabor de las especies al tocar con mi lengua tus encías, tus dientes, al sentirle a tu lengua esos contentamientos de paladar que ocurren en seguida que el hambre se nos queda satisfecha y el café es un preámbulo sobre el mantel para rastrearle a tu cuello o tus hombros su sobremesa de caricias con la punta de mis dedos, orquestando el temblor de tu querencia a insoluble codicia entre tus piernas.


44 Como mis días, no quiero que te parezcas a nada ni a nadie. No….No puedes parecerte a los ríos ni a las sombras de vidas que dentro de ellos cantan no puedes parecerte a ninguna criatura que se mueve en los mares ni al mar mismo siquiera podrías parecerte. Hoy sé que los perfiles donde antes te encontraba con intención de brújula entre mis pensamientos, eran sin duda alguna, alucinantes cábalas pretendiendo ser parte de tus orfebrerías. No…No puedes parecerte a las rosas ni al péndulo que sabe alinear: techos, barcos, cinturas, manos, pestañas o besos si el corazón decide evaporar orquídeas a formas de aguaceros para que los paraguas puedan sentirse útiles de vez en cuando frente a los nubarrones y sus alegorías de humedades y espejos. No puedes parecerte a ningún Universo, qué estrella? o qué planeta? podrá sentirse origen del color de tus ojos, si el color desconoce tu propio colorido? cuál de las estaciones? podría predecirte a calores o fríos, tiempo templado o seco, si para ti no existen estaciones ni espacios de alfabetos que puedan traducirte a sustancias o sonidos?. Por eso es que no quiero que tengas parecidos con nada ni con nadie, yo te sé en permanencia de todos mis insólitos: sitio de ese no sitio donde respira el pecho.


45 Confieso que he cambiado los ojos de mis días. Hoy los dejo mirar incertidumbres a lo ya conocido, les digo que no deben seguir a punto, el Norte, y mucho menos el Sur que habitan los espejos ni lo izquierdo al Oeste que marca paralelos, tampoco han de ajustarse a un Este sobre el eje de las constelaciones. Los ojos de mis días deben vivir al margen de lo que ya es sabido por magos y filósofos o aquellos que recuerdan como leerle a las cosas antiguas que caminan los cielos o las cúpulas, sus secretos de aparentes ausencias porque sus soledades saben estar a solas sin que hayan manos que puedan contener el tamaño del éxodo al oído o la tráquea. Lámparas y campanas despiertan una porción a los sentidos y evaporan la otra mitad que los contiene, allí no existen los lugares para guardar memorias, allí se coexiste sin retener imágenes y el olfato es la única estructura que puede definir las retinas a esferas de una palabra o nombre, a juegos sobre el párpado que ciego se desdobla y para recordarte te disuelve y te suelta para al fin recogerte detrás de lo que pudiese llamarte a la apariencia de lo que crees que eres.


46 No pueden darte nombre las navajas , los cerros, no sabrían llamarte los tigres, ni las rosas, ni el dolor ni siquiera la tristeza o la duda, ningún alcázar puede sostenerte a sonido no hay ciudad en el mundo ni pueblos que pudiesen describirle a tus pasos el ritmo con que cubres las distancias y mucho menos podrían hablar de ese momento cuando el polvo de ellos, te sigue, como siguen los niños o las campanas la algarabía del juego. Los números tampoco pueden contar tu esencia, no existen propiedades para apresar tu historia y así poder decirte que eres ella o la otra, porque aquello que los otros llaman amor no alcanza en mis palabras jamás a traducirte. Qué guinda o cuál manzana puede contar la historia de labios y de dientes que marca tu mordida? qué fruta tiene ahora ese conocimiento? con el cual tú reduces saliva y paladar a un estreno de vida a un impensado estreno de ganas satisfechas?. Para poder llegar a tus abecedarios te digo: extraña mía y te siento conmigo desconocidamente porque la consciencia de lo que yo pensaba se deletreaba con la palabra amor, es en ti indescriptible, quizás podría acercarse a un espacio de fractales que nacen a partir del silencio cuando sueltas lo que andaba en sus propias ausencias las que repentinamente se enteran de que están en compañías de sus propias leyendas y entran en la zona de otras soberanías. Por eso es que mis días sin ti o contigo, no pueden ser descritos solamente vividos desde otro movimiento.


47 Sin reflejos meditan los espejos en igualdad de luz sobre el espacio no hay perfiles desdibujando el marco que sostiene azogues a los límites del ojo y la vida circula libremente desintegrando a la rutina su arquitectura de análogos, esos puentes que son a las memorias y sus posibles cálculos epidermis acelerando al envés de los dedos sus lecturas de huesos como versos o como espadas. Aquí se puede mirar sin la mirada, se podría vivir como los ciegos leyendo entre relieves los azules, los blancos, los naranjas, las delicias del verde, el crepitar del ocre y el sentimiento que arrebata un cuerpo al describirle al tímpano la ardiente seda que se produce en contralto de respiraciones si la lengua acaricia su espiral de cartílagos y hormonas a puro bermellón, haciendo que lo púrpura platique sin ambages entre las piernas cambiando a cualquier nombre el sonido y la pauta, porque allí dejas de ser lo usual y te conviertes en el origen de una zarza ardiendo donde Dios y tú son a iguales la misma maravilla, y los pies y la mente se descalzan a radical de inevitables líquidos.

1-1-2009.


48 Colecciono las tintas de otros pueblos a través de mi tálamo, las piruetas del azul y el negro ampliándole a los símbolos esa respiración que le cambia a una letra su estructura y habla con un ángel o una serpiente con la propia soltura que la tierra traba conversaciones entre los átomos y las mujeres: sin ningún mediador traduciendo a los códigos su esencia de energías y espacios no previstos. Colecciono también esos sonidos donde la pituitaria piensa la marca de Caín sobre la frente de los fenicios y los arameos, antes que hubiese un Alfa y un Omega conteniendo en un visual de nombres lo inconsciente, prestándole a los huesos de la frente el portal donde toda resonancia descubre su perfil fuera de un tiempo que jamás se asigna. Mi tráquea simplemente colecciona la espiral de silencio que sabe moverse entre las sílabas de una ventana o las resacas que viven en las proas de los barcos y el ojo de los alcatraces a manera de péndulo, tratando de ganarle al horizonte su secreto de éxodo, para poder robarse su cita de derecho con las tormentas y acariciar sin miedo el asesino instinto de una ballena blanca cuando se entrega en júbilo a su hambre y la carnicería es una sobremesa entre la costa de las islas de Corzet y el agua.


49 La casa y los espejos que la viven se levantaron con olor a lirios, deshabitándole a mi pensamiento esas maneras lógicas que tengo de mirar apariencias o simetrías a contra ojo; en mi plexo solar viven azogues alimentando el marco a otros espejos, espejos que he heredado de mi abuela porque ella sabía mirar sin prisas los perfiles y hablar tranquilamente con las diversas caras de la muerte y aún esas muertes que me faltan vivirle a las interminables facetas de mi vida. Ahora comprendo esas partes que a ratos me disuelven, esas zonas a piel de radicales donde el amor es sólo una querencia pero no la pasión que derramada podría enamorarme el punto más difícil de la aorta y abrirme al gesto que sabría despertarme las ganas y los lujos entre una boca, hambrienta boca que podría borrarle a mi estructura la lujuria que sabe humedecerme la vulva a consonancia en otras biología que beben de mi cuerpo y entre sus dientes sostienen abiertamente mi dureza.


50 Puedo dejarte ahí entre las cosas que se saben sentir llenando el pecho de claridades y vicisitudes sobre un campo de lunas abstraídas, allí, donde el dormir sabe llamarse insomnio y el color de la luz habla consigo. Puedo sin duda alguna disolverte a secretos sabores en mi boca y sin hablar de ti puedo nombrar tus consonantes, los ligeros sudores de tu axila, el espacio que media entre tus vértebras cuando entonas una que otra canción detrás del aire y las dejas caer como un descuido sobre las piedras o acaso entre los árboles. Puedo decirte a veces los azules que gobiernan códigos y singularidades a tus párpados, tus sonrisas, tus desganos. Puedo llamarte entre los otros nombres los que sabes usar si es que deseas que la ciudad borre huellas a tus pasos hasta que tú decides desbordarte a presencias electrizando con tu olor a mujer, los techos , las ventanas, alguna que otra fuente o el horizonte donde mis ojos alimentan el perfil de la vida o la devoran.


51 Sombra que abierta sube y simplemente puede medir: el calor, las alegrías o beberse sin prisas las caderas, sombra que a veces conversa entre pezones y deja sobre el cuello un lenguaje de barcos rompiendo los azogues del espejo o las ventanas. Sombra quemando las ingles a preferencia de sonido en arco cuando la espalda sin pensar sorprende esas proposiciones a contra hueso de un arte en humedad, sin compromiso. Sombra que sabe perfilar las vísceras hasta que el sexo entre las piernas canta lo inenarrable del orgasmo caminando la piel, rompiendo en los ovarios tenazmente calafeteando a mezcla de sudores y perfumes esas partes donde conviven los adioses o las cercanías a furores de gestos que marcan para siempre las rutas del cerebro a un querer tan entero y tan antiguo, que las rosas, se llenan de vergüenzas y deseos en su ambición de aprisionar el secreto lenguaje de la vulva, la condición de ser que tiene a tiranía de libertad, una boca, cuando sin prisa redefine a la razón su sinrazón en bordes y la vida destila ese paisaje de lo extraordinario donde todas las cosas son posibles.


52 No, no creo en Dios, lo digo abiertamente pues sé que la Divina Masculina se hace presente en la ausencia de luz y en la luz misma, en cada arco donde la belleza habla y despliega detrás de cada humano su experiencia de guerras y de olvidos. No, no creo en Dios lo digo abiertamente sé que existe en los rostros que yo he amado y en aquellos que he de aprender amar conscientemente. No, no creo en Dios, lo digo abiertamente pues sé que vive en perfección del hambre que habita entre los dientes de los tiburones o la delicadeza de una orquídea, en los abrazos que se dan a cuerpo y en la pasión donde los besos nacen para que el corazón se nos desvista al pecho y reúna el singular sonido donde un nombre puede reconstruir a paradigma de excepciones la pupila o el lugar donde el tímpano fragua un horizonte de respiraciones conjugando a matriarcado de lujo las caderas dirigiendo tu boca a esos lugares donde una vulva te reconecta a experiencia de esa humedad con que se viste el agua de ranas y de juncos y de peces. No, no creo en Dios, lo digo abiertamente sé que es parte del todo que me habita.


53 No se cansan las cosas y los objetos de sentirme la vida de prestarme paisajes hambrientos de sonidos y tampoco se cansan de escribirme los ojos con agua de lluvia o de pintarme las venas con un azul marino que fulmina en su furia los puertos donde gentes o espacios desean reposar y hacerse fijos como pueden ser fijas las veletas que giran en los techos junto a los nidos de las cigüeñas y los relámpagos pretendiendo ser ese movimiento al comienzo de un viaje donde crecen y se escriben cartas que no esperan contestas pero que cruzan la lejanía de los párpados y a ratos besan sin prisa las palmas de unas manos o reposan sobre los escritorios y las cajas de seda para que los que desconocen migraciones emigren por instantes y toquen otros cielos, otros mutismos donde la percusión es un sabor exacto despertando la gana que habita en los tobillos o te muele la frente lo mismo que un trapiche. Hay días en los que sólo soy posible conmigo y mi lujuria, días donde no quiero que mis amantes me degusten, me mojen ,me abran como una fruta entre sus labios o sus dedos pintándome con sus humedades la cara , la vagina , la espalda , las costillas, mujeres que me otorgan de modo generoso geografías en vivo para que yo me arrebate hasta la decadencia al sentir mis pulmones configurando oxígeno. Pero hay días en que sólo soy de Alina, con intención de serlo, días en que mi cuerpo enfrenta a un radical de espejos lo izquierdo del hueso temporal y el lóbulo.


54 Me tatúas las vísceras sin prisas y me cuentas como una historia entre tus manos hasta que tus dedos deshacen mis contornos, hablas de mí contigo sin cuidados y me derramas por los abismos de alturas que viven en tu vientre, recopilas mis días y sus luces entre tus párpados luego como un halcón me sueltas en los cielos donde tu tórax se desprende a tormentas y rabos de nubes, otras maneras de vaciarle a las sombras sus misterios y enseñar a las cosas que destellan las rutas de esa ausencia donde la luz es lo que oculta el perfil a cada vida: las miniaturas del sonido, el canto donde habitan los silencios. Pretérito de las consciencias de tu boca, conoces las quebraduras contenidas en mi clavícula, la formación de mis tendones cuando emigran hacia tus decisiones de quererme las formas de mujer que me conviven, mundo con propiedad de femenino, espejo para que tú te peines o te desvistas a tus innumerables de ti misma ejerciendo la curva de lo auténtico en tus caderas, mar bravío donde el pensar no tiene consecuencia porque sólo es posible sentir los remolinos en el trasfondo de la piel y entre las uñas. Soy el despierto ojo donde pájaros y ventiscas te saben recordar nombre por nombre sorprendiendo a tus consonantes y prefijos esas caligrafías que mueven tus pezones a punto fijo entre mis huellas digitales con hambre de apasionarme en tus pasiones porque el amor se traga las orillas y nos propone otras profundidades otras naturalezas de respirar oxígeno sin branquias.


55 Las cosas y la gente que se quieren querer dentro del pecho carecen de sufijos y prefijos no pueden ser nombradas o descritas no saben adherirse a configuraciones carecen de rescates a través de los símbolos. Las cosas y la gente que se quieren querer fuera del tiempo ocupan dimensiones al silencio de la tráquea o la lengua y son reconocibles en esas sutilezas que contienen las uñas y el chocolate quizás se hacen presencia entre los sorbos del café o los meridianos que viajan en la columna vertical de un mástil. La gente y las cosas que queremos querer carecen de tropiezos porque los besos viven en sin razones de cabezas o leyes, son simplemente otras naturalezas de ríos o paisajes otras maneras libres de entender equinoccios y solsticios descubriendo propósitos que decantan mareas y relojes lunares al ojo de los tiburones o el cráter de un planeta. La gente y las cosas que queremos querer a veces se perfilan en las visiones que Moishe sacaba de sus pinceles y sus éxodos entre Rusia y New York si sus oídos miraban el pájaro de fuego de Stravinski aunando los recuerdos del cuello de Bela o el último abanico desordenando el aire entre los dedos de Valentina.


56 Ay, amorosa mía ,inesperada mía, qué manera la tuya de buscarme los ojos y estremecer los hilos más finos de mi vida, qué manera la tuya de tomarme los días y las horas que escondía mi pecho y lanzarlos al aire que te sigue y se viste con todos tus presentes. Sabes? si alguna vez me pierdo, solicítame, encuéntrame no me dejes a solas en un distante mundo que no tiene tus formas, llámame con la dureza de tus pezones háblame con tus dedos, con tu pincel de labios, con ese sentimiento que mueve tus vestidos de modo apasionante, enrédame en tu pelo, que cada hebra sea sobre mi cuerpo un sello de esos que tú fabricas sin pensar y me dejas como un regalo húmedo en las partes más íntimas para que yo recuerde como son las mareas y el sabor de sus aguas. La única política a la que yo respondo reside entre tus brazos, mis guerras sólo ocurren cuando tu lengua avanza en busca de la mía, no hay tiempo en este tiempo para otras banderas ni otras balas ni para aquello que no sea quererte sin descanso. No me permitas malgastar los signos de tu existencia entre ideas inútiles de cosas o de multitudes que debieran dedicarse a sentir la belleza desesperadamente y olvidarse del miedo de la desesperanza o de aquello que el odio desiguala y destruye. Que tus hombros me dicten el movimiento de los trapecios quizás las distracciones de un clavel o una fuente, que tus cabellos enseñen los matices que habitan este enamoramiento con el cual dentro de mí te reconozco. He vuelto a la alegría resbalando las curvas de tus caderas, despertándome en las neblinas que habitan tus pestañas, en el olor ardiente de tu cuello y tus nalgas, en esas propiedades de libertad que tienen tus axilas, tus muslos cuando me abrazas fuerte y me estrenas de nuevo la memoria de amar por vez primera y sentirte los besos escalar las esferas donde enloquecen a vuelo y horizonte los pájaros- violines y las hambrientas visiones de los tigres.


57 Si me miro al espejo dos mil quinientas caras me devuelven dos mil quinientos paradigmas que hablan la vida que me vive y abiertamente me fabrica el hambre de vocalización a contra pecho. Los días se pronuncian arbitrarios, se dejan perfilar sobre el azogue de los huesos del cráneo hablan sin mí de mí, despronuncian mis nombres, mis ausencias, los desayunos, hasta el silencio con que a ratos me desintegro al aire. Soy espejo que guarda los destierros y el olor a café junto al sabor del tabaco y los abrazos que saben completarme y expandirme entre disímiles o similitudes a fuerza de contrapunto sobre la sien izquierda, ésa que desconoce la gana de dormir que tiene el ojo, la que me filtra la visión en seco porque me enfrenta el corazón a filo de memorias, a pie de Cábala. Dos mil quinientas muertes definiendo los puntos a las dos mil quinientas vidas donde la A de Alina no da tregua y la P de pasión mueve la ingle a un querer por encima de las guerras o el hambre que devora este planeta; porque dice la gente que para liberar países es preciso matar en nombre de un dios: específico dios a esos lenguajes de las religiones y los ismos implicadores de una humanidad tan nueva que nadie pueda recordar su propio nacimiento o el ajeno, porque tenemos que imponer las igualdades y quemar lo diverso como si fueran libros para reproducir en firme inquisiciones, beligerancias con posibilidades de holocaustos que esperan detrás de los oídos, en las suelas de los zapatos, en un coche bomba, en las protestas donde la paz es delegarle a otro tirano el mando porque es mucho más fácil quejarse al poco tiempo y comenzar a trabajar entierros para poder favorecer un cambio de asesinato colectivo donde sentir que la razón nos acompaña y absuelve la consciencia; y así creamos otras dos mil quinientas reproducciones de Noé que hacen de cada pueblo dos mil quinientas arcas para poder sobrevivir el tsunami de sangre con el que vamos a crear justicia, porque sabemos justificar las acciones por eso de llegar a la meta,


segĂşn los que comentan y se sienten, justos liberadores de las masas. Yo he resuelto darme de baja en estos colectivos prefiero ver diversos en mi espejo, llenarme la cabeza de improbables, encontrarme la mĂşsica entre las piernas de una mujer hermosa, empinar papalotes, aprender el secreto que redefine el curso de los rĂ­os, conversar de repente con la lluvia, ser partitura del trueno o el relĂĄmpago sobre una boca que se preste a crear tempestades sobre las cuatro esquinas de mi cama y me levante con aroma de cuerpo en la garganta.


58 La madre que ahora tengo es la misma y es otra entre las muchas de las cuales he sido nacida, no me levanta como en otros tiempos en antiguo lenguaje judío ni tampoco me levanta en lenguas arameas, ni siquiera en un árabe olvidado que todavía tiene resonancias entre los dientes de mis tatarabuelos o en esas otras lenguas de los que pasan sin saber que sus sonidos también me pertenecen y que me viven por encima de mis presentes apellidos. La madre que hoy coexiste o a ratos me reconoce en sus perfiles en sus maneras de doblar las sábanas, de acariciar un libro con los ojos de echar a andar diseminando de la cabeza pensamientos, rumbos, me cuenta ensimismada los giros de su infancia, lo insólito de vivir junto a mi abuela Nena mi abuela que sabía leer en el aire los pasados el futuro y los pliegues del presente a cualquier rostro que tuviese cerca. La madre que ahora tengo conoce cabalmente los exilios y los puede nombrar uno por uno en los claros arroyos de su cara si se mira al espejo recordándose. La mujer que hoy por hoy yo llamo madre a la que puedo nombrar nombre por nombre sin equivocaciones de mi parte, me ha otorgado como último regalo en esta tierra mi pasaporte para el no regreso a esta heredad de lo azul donde he vivido innumerables existencias a tope. La madre que convive en mi cerebro y canta al corazón nanas o adagios para que yo no olvide la eternidad de esta raíz que llevo como una trepadora alimentando el golpe de mis vísceras entre la aorta mayor y el punto frágil de mi sien izquierda, ha vuelto de visita con esta alineación de los planetas. Esta mujer y yo representamos la serpiente que se muerde la cola y resucita.


59 Un día como hoy es imposible observarme las manos sin pensarte, mis manos que horas antes recorrían tu cuerpo y sostenían los arrecifes y las extraordinarias geografías que conforman tus milagros sobre el hueso, dedos míos que ostentaban la humedad de tu vagina, el fuego que la hace vibrar en contracciones cuando a placer me hundo entre tus piernas comprendiendo la furia de los mares o sus aparentes calmas. Huelo mis huellas digitales y soy tu aroma de mujer satisfecha, de mujer que me brinda su canción a hermosuras y arrebatos, mujer que sabe decir mi nombre de modo sorprendente y demorarlo entre sus dientes repitiendo mis sílabas como clave del orgasmo que te levanta a cresta de pasión, a una destreza líquida, perfecta. Un día como hoy es imposible que no te llame Amor y te convoque a igual silencio con las encinas o los espacios vivos, un silencio tan lleno de sonidos que todos los silencios se miren entre sí y se saboreen a escándalos y fiestas con las flautas y los entrepaños de las ventanas, con el trotar de los caballos y la agilidad de los peces que cubren las distancias pegándole a las quillas de los barcos la alegría de ser en mar abierto un filo de horizontes al sentimiento de lo interminable. Hay días como hoy que es imposible no saberme al espejo de tus ojos, porque soy parte de esa fragilidad cuando frente a ti: te arreglas los cabellos, te perfumas las orejas o delineas los labios con el pincel cuyo color me reclama a vivir entre ellos y va diciendo al mundo sin decirlo la marca de mis besos, de las palabras que le he dicho a tu boca en voz tan baja que sólo las panteras y los alcatraces conocen el movimiento que las cristalizan , endureciendo a vértigo sin prisa, tus pezones.


60 El gobelino de mi rostro describe tus colores a presencia y si me miro en el único espejo de la casa las ojeras despliegan a morados y azules los arrebatos de tu posesión cuando a punta de lengua me cuentas las pestañas vistiéndome los úteros con el aroma de los azafranes, mordiéndome los labios con un verbo de besos donde la viva furia de estos días que vienen con tu nombre, van marcándome la piel y los huracanes del corazón entre los líquidos arabescos de tu vagina o tu espalda. De tan mujer que eres, la mujer que yo soy, se va escribiendo entre las estaciones de tus risas y los tornados que habitan tus caderas desordenando el pulso de las noches o las conversaciones que residen entre las serpientes de agua y las yaguasas de pico rojo, a plena luz del día. Caminar tu secreto de caricias a sabores y vértigos es poder descifrar los códigos donde bestias y prodigios pueden reconocerse y cambiar la genética en que hasta ayer vivían o se pensaban como seguras e incombinables formas de estructuras. Ahora sé que las garzas y el pájaro de las tempestades contienen a magistralidades de plumas y de tránsitos los sitios más profundos donde abrazar es un acto de pura valentía deshaciendo la frente, rompiendo las cisternas donde la sangre traza su arrebato de ganas sobre tu sien izquierda y mi boca o mis manos son la única consciencia para saciar conmigo el viaje de tus hambres.


61 Hay lugares tan imprevistos que pueden disolver a un barco sus memorias o prestar a las huellas digitales un canto de sirenas, quizás decirle al aire cadencias tan antiguas que sólo las ballenas pueden saber lo atemporal del código donde cosas y gentes intercambian perfiles con demonios o ángeles: febril asignatura de atravesar espejos y clavicordios a fractales para que las costillas del Dios desconocido cobren sustancia y forma. Hay gravitacionales construyendo el espacio donde sólo es posible respirar entre las caderas y la fuerza de la vagina rompiéndole a la suma de los ángulos todas sus coordenadas y haciendo de las partes que conforman los cuerpos, espacios geodésicos donde la curva en arte de teorías o cálculos puede ser explicada en la punta del pico de un bebedor de mieles o en las conversaciones que a ratos acontecen entre los huevos de tortugas y las mareas de acuerdo con las fases de la noche y sus lunas. Por todo lo antes dicho reconozco amor mío que eres tan sorpresiva, tanto, que las selvas podrían respirarte cual si fueras oxígeno, tan sorpresiva, tanto, que en algunas regiones donde las manta rayas tienden a ser la espina dorsal de los corales se recrean los sitios donde puedo llamarte a latitud del pecho de un modo tan completo que todos los espejos y los influjos de agua imantan las gargantas de los despeñaderos con orquídeas o pájaros perfilando en las rocas la visión más auténtica que tienen las atmósferas cuando trazan al aire destinos o tormentas y la vida se hospeda entre tus claridades, cuando en mis dedos tiemblas.


62 La lluvia complica lo izquierdo de mi hombro: un reloj, la baranda, el secreto que guarda mi sombrero, todos esos destierros que se viven cuando no se ha podido amar en geografías, fuera de los paréntesis o quizás de esos meses donde lo antepenúltimo que espera repetirse o repetirme irrumpe en desigual hacer y a contra cuerpo su abismo de orgásmicos ventanales o puertas al cerebro. Son quince las naranjas que viajan o seducen el corazón del Ebro reubicando otras estancias donde el tiempo deja de ser punto de referencia porque el ojo contiene su específico asunto de memorias: inesperado éxodo de un sentir que descoloca los puertos más insólitos o talla los arrecifes que abiertamente crean tifones a la tráquea porque soy un decir que desconoce al silencio su límite determinando lo vertical de páginas o portales cuando la lengua piensa su derecho a sonidos decantando furiosas navajas como besos. Qué alcatraz es capaz de morirse con nostalgias de costas si en las alas retiene litorales a número sin lógica? o qué historia devela detrás de sus conquistas, lo inexacto del hecho, cuando un campo se llena de inmóviles retinas mientras la tierra espera su reserva de huesos que alimenten raíces, allí donde la geometría de lo azul contrasta a otro rigor de valores la esencia del aroma?, en qué lugar del mundo ha de esperar la vida conversando su más oculta línea ,la que no tiene rostro, la que sabe nombrarnos de modo tan antiguo que el nombre donde vivimos se siente adolescente y hasta se ruboriza detrás de la pregunta que gira entre costillas, acariciando vísceras?. Cómo explicar lo que es inexplicable cuando se sabe que son quince, sí, son quince, las únicas naranjas que sin piedad enamoran con el azahar de su fantasma el Ebro, que son quince, sí, quince, los quince planteamientos coqueteando, lo amoroso de ser, entre juncos y peces, encandilando a los dientes y la lengua la otra experiencia del agua mimando agallas a los tiburones que habitan en las inesperadas mareas donde el sexo, nos abre, sin pensar, como un Domingo, la fiesta del corazón y nos reclama.


63 Mañana por encima del calor iré a buscar tabaco y cigarrillos, me he de cortar el pelo a ras de nuca, homenaje a los códigos del samurái que he sido en otros tiempos, iré también a caminar los claustros y quizás le haga una visita a los gobelinos del unicornio que cuelgan entre frescas paredes y estancias silenciosas. Mañana voy abrir el comienzo de este Lunes, como si fuera Sábado, caminaré conmigo: asumiré una cita tan esperada como inesperada con amigos o amantes o con encuentros propios, en fin, vivir el día , sin las explicaciones de un reloj ajustando las articulaciones del brazo por discrepar lo izquierdo de mis huesos, acaso los tendones que cruzan mis rodillas, como ríos revueltos, buscando el espectro que habita casualmente las orillas del Hudson entre los barcos del adiós o el hola que intercambio en las aceras de mi vecindario, aquí en el alto Manhattan. Mañana ,que ya es hoy, terminaré el poema y mediré las pautas donde el vivir conversa perezoso un potencial de lluvia que rompa alegre y fuerte para sacar la cara por la abierta ventana y sentirme lo líquido con premura voraz lengüeteándome el cuello, las pestañas mientras los albañiles que apuntalan la fachada de mi edificio resumen sus tareas de revisar ladrillos y recorrer andamios como si fueran equilibristas sobresaltando con sus idas y venidas alguno que otro pájaro, los diálogos que ocurren entre el vacío y parte más frágil del alero antes que un cuerpo escriba su sentimiento al aire.


64 Insostenible el hambre que me cerca. Insostenible balancear la espera a pulso de trivialidades. Cómo saben la hormiga o el geranio conversarle a una ráfaga de viento el movimiento que fabrica a una raíz su sístole ?, cómo pueden tallarse a calidad de hallazgos con las torres más altas o con el viaje implícito que habita entre las garras de un cernícalo o un ave de rapiña?, con qué sabor se explica o bajo qué mordida se puede simplemente tocar gana a la gana en esplendor de oscuridades, de eso que rompe a tormenta de soberanía deshaciéndole al ojo su intuición de cristales a fuerza de eléctricas descargas ?. Me levanto caliente entre las piernas, caliente, porque sí, porque estoy viva conmigo y mis adentros, instantes de mis hambres con esto de ser mujer y ser poeta. Intolerable el hambre que me cerca y me olfatea la plenitud de ser con esa gracia que tiene una pantera de rastrear sangre fresca a la orilla más quieta de una nuca , antes de hundir las fauces y rasgarla, fehaciente del júbilo que implica comer hasta saciarse, comer siempre. Enciendo un cigarrillo y me deleito, cuento las horas que me faltan para irme a Cape May para untarme la piel de arena oscura y vivir respirando entre las aguas bajo noches temibles, centelleantes, noches sin más sonido que el preciso acariciándome los huesos, las grietas de la clavícula, los espasmos que como una marea se agolpan de repente a contra fémur.


65 Hay búsquedas que habitan lo inexacto, búsquedas que descartan la pupila ,el viaje del olfato, la transparencia de un golpe de viento, el grito que atestigua la fuerza de la cópula cuando el cuerpo se junta con deseos de querer a ras del pecho. Hay búsquedas tan persistentes que son capaces de reubicar radicales espacios al cerebro desintegrando a la garganta su potencial de verbos y cristales hasta sentir el pulso donde nace un arte de besar tan diferente que el labio se estremece en puro vértigo evaporando esas otras distancias capaces de quebrar todo el planeta si una boca no encuentra la ruta que preside la levedad de un cuello, quizá la partitura que define la avidez de un colmillo si la lengua se presta a la caricia. Hay búsquedas tan necesarias, tanto , que un arcángel podría cual demonio, en igualdad de hambre, dimitir los lugares de cielos que conoce para mirar el rostro a la curva del deseo y masticar la gracia de vivir a una conciencia de temblores o espasmos donde hasta el mar envidie ese conocimiento en el cual Dios a ratos también se desconcierta cuando un ángulo, uno, en forma de mujer se hace presente y la belleza es zona de lo desconocido quemando la retina, hablando sin palabras las radicalidades que saben existirle a un clítoris cuando se viste con el color del azafrán y los días que me viven pueden ser contenidos en un sólo segundo de rigor a vorágine. Yo camino mis días sin justificaciones, los camino a sabiendas de que no tienen límites ni pueden ser nombrados , son planetas que cambian mis huellas digitales, el aire en mis pulmones y el filo más agudo que me habita la frente.


66 Desnuda la ciudad me reconoce. Habito entre sus formas un borde de silencios, allí como un deseo me abro a sus perfiles la sostengo a memoria de mi ojo. Entonces: ladrillos, adoquines, cosas secretamente vivas o aparentes, consienten, como yo, al primer movimiento de su vientre al segundo, al tercero, al cuarto, al quinto, y me transformo a multitud de orgasmos entre las piernas y soy el Kundalini de su gracia en arte, cada vez que me estrena a escribanía de cuerpos entre los cuerpos donde respira hasta lo inverso la potestad de una caricia en firme estrenándole un marco diferente al verbo des-amar cuando mis dientes muerden y beben la plenitud de geometrías al cóncavo de un sur y sus convexos, eso que se despliega abiertamente y no pide mi nombre ni necesita ser más de lo que es: blanca sangre del sexo que tatúa su incinerante furia apasionando el cartílago a espasmos y estallidos para que la divinidad se sienta satisfecha devorando la vida simplemente.


67 Aquí está mi garganta: que todas las gargantas se reúnan en ella, mi laringe no tiene fronteras para el canto, que todas se reúnan como el polvo a la tierra , como la mano misma que a su ritual de presentes tiembla sobre la carne y la levanta justo porque está viva y porque piensa el sentimiento de la piel, su voluntaria sensación que puede escribirse a perfil de sonidos configurando el labio. He heredado cisternas a la vulva del desierto, camino con soltura vacíos y silencios también sé caminar lo inesperado que teje o nos desteje, lo que sido nombrado y lo que no se nombra. El sonido que canta debajo de las piedras escala por las grietas que forman mis pupilas: otro mar para peces que pueden ser descritos cuando la luz converge lo mismo que un tsunami tensando las orillas que enmarcan el planeta. Mañana no es palabra para este diccionario de humanas conexiones, para este diccionario la palabra es Ahora, es el instante mismo de todos los pulmones, es la exacta palabra para vivir de frente y amar sin restricciones, es la medida ilimitadada de sístoles y diástoles donde todo es posible y todo nos convoca. Hoy mi ojo derecho como un látigo estalla su visión al espinazo que sostiene el horario de este día.


68 Como una vieja canción los días de tu presencia se acercan y caminan mi cabeza, así te hospedas en mi garganta que tararea las consonantes de tu nombre a recuerdo, yo que no hablo de ti ni te delineo en ninguna estación, porque, quién podría, atrapar lo que se ama a cúmulos de horarios o de meses por fabricar un edredón de cotidianos al espacio que hoy me llama a itinerarios con la tersa fragancia de tu sexo después que te he bebido desde una profunda lentitud. Hay momentos que surges de mis manos a través de los gestos que prodigo cuando cuelo el café y me deleito con su sabor o aroma, también cuando me acuesto y el cansancio me rinde cual amante y me entrego a ojos cerrados y la noche se mueve en mis pestañas tejiendo pesadillas o visiones de inesperados mundos con otras gentes y otras dimensiones expandiendo al cerebro la espiral de los verbos aun no escritos. A veces es mi espalda quien se conecta a esas rugosidades de tu lengua buscándome las nalgas, la entrepierna el ombligo, los tobillos para después dejarme boca adentro sabores de mi piel y mis orgasmos recreando de vuelta intimidades que dichas sin vocablos se tornan en otras de mis conversaciones entre tus piernas o cuando mis dedos peinan tus cabellos y soy el manerismo de tu laringe mientras dices mi nombre y lo paseas con gusto en tus encías. Hoy, en este día, estreno tu singularidad sobre mi cuerpo y simplemente mujer, te digo, que te amo.


69 Desde el principio, era el amor esa obediente causa de la revoluciones en mi pecho. Era lo que ya es hoy: la raíz que sostiene todo un bosque de abedules el vertical azul de las atmósferas esa respiración entre la muerte de un halcón y el aire que camina los riscos y se disuelve en las interiores estancias de mis ojos. Era desde el principio, el entrecejo donde el espejo vive a naturalidades y sin azogue sorprendiendo las rutas de fuentes o de labios. Era, desde el principio, esta causa obediente que rompe la brutal hermosura de los párpados cuando se es, ese perfil de otro país donde existen los impensados mapas para que las ballenas y los relámpagos conversen toda la luz que habitan las mareas. Era el amor, desde el principio, ese lugar que está fuera del tiempo, era el amor esa obediente causa que cantan las hazañas de los alcatraces, poetas de los viajes a contra horizonte. Era desde el principio esta obediente e irrefrenable causa que sin esfuerzo planta su furia sobre la piel en vértigo marcándome la frente abiertamente.


70 Un caballo relincha en mi ojo izquierdo y la tormenta sube a mi garganta, no hay espejos mirándose a horizontes y el olor de la piel canta despacio anunciando una raíz azul y terca que se parece un poco a esta distancia de mar donde me hundo ciega y sordamente. No hay regresos que apresen la pupila, ni tampoco es posible hablar sin prisas el vacío geográfico en que hoy vivo. Soy éxodo de piel, tan sólo eso.


71 El cristal de los vasos desintegra la mesa no hay aire a contra labio, un plato de distancias sobre el mantel, descansa, sólo un verbo decanta en la pupila, los reflejos se mecen simplemente desarreglando el cielo o las cisternas y lo desconocido en mí pare sus símbolos. Con qué sonido estrenaré la médula para poder llamar lo vivamente vivo entre el coral de una navaja y este invierno hasta que el corazón converse diente a diente?. Quién puede ser en esta noche un filo ventana ? quién un trozo del Hudson quebrándome los ojos? quién podría borrarme las huellas digitales y escribirlas quizás sobre otros cuerpos para poder nombrarlos eliminando esas muertes que cuelgan de los hombros?. Mido el olor y mido la ternura y mido el espacio de lo breve y no es posible entender a volumen tanta respiración sobre el planeta, porque nunca es posible desplazar la consciencia de lo que sin respiración nos acontece y nos dice que un pino también puede guardarnos desde una sombra más densa e inoportuna a seis pies de insalvables lejanías para el beso o la risa entre las sábanas.


72 Ni el cielo ni los bosques se conversan, hoy es un día en que el azul ha devorado la playa de los Gigantes, dice Blanca. No puedo resistir tanta hambre suelta caminando el planeta y afilando las pupilas de otros en la arena . Quién puede disolver la marejada que ha cortado el espacio simplemente dispersando la luz entre la ausencia de su propio destino y sombra a sombra. Pero la vida se reparte leve, yo bebo mi café, aspiro mi tabaco con deleite y vivo sin relojes, sin cartografías para conferir rutas que me permitan un viaje a Estambul o un viaje a Petra, quizás algún itinerario por transitarle lo más antiguo a Viena. Las cosas se transforman y a ratos me padecen abiertamente lo mismo que un amor que después de la caricia se levanta y nos mira el vivir detrás del cuerpo.


73 Para Blanca Balbastre. Quién comprende la luz y sus esquinas cómo es posible entretenerle al aire sus sonidos si los juncos despliegan el verde de tus ojos y en tu interior residen las marismas que decodifican las cosas complicadas a una ecuación tan simple y tan querida, como si fueran peces estableciendo los otros equinoccios para que tus fragancias queden nombradas por los ríos. Yo te recuerdo desde esas latitudes que he vivido a mansiones y cristales donde mi corazón conoce el lenguaje de las nubes y la dinastía donde el nácar fabrica su espiral de caracoles. Si un día en apariencias no me encuentras mírate en los espejos, conversa con Magaly deja que las orquídeas reconecten los más livianos puntos de tus ojos donde las imágenes saben reconstruirse como si fuesen barcos o pelícanos y allí me reconectas como un viaje a estación de ciudades infinitas.


74 Para Ester y su magia Existen partituras en tus manos donde el ojo descifra abiertamente los rumbos que fabrican volcanes y estructuras a volatilidades entre el fuego y el aire. Tu ceja guarda espacios a conversaciones o mutismos allí es posible deletrear invisibles, lo oscuro de una rosa y la fragancia de un color tan azul que se parece en su matiz al negro, Pacífico de un Mar en su lenguaje de profundidades. Puedo caminarte esas rutas que guardan los espejos de tu cráneo, la caída del cuello cuando piensas y el eco que fabrican tus pisadas si paseas las calles de tu ciudad chilena y te enamoras de algún farol que parpadea lo mismo que un cocuyo a contra yerba. Tus abuelas a ratos me visitan el corazón contándome tus leyendas de infancias y de balas suspendidas bajo el golpe de cintura de tu madre y el silencio que encuadró la sonrisa de su útero antes que tú nacieras.


75 Cuando el agua se viste con el sabor del mate te puedo recordar tranquilamente y sé que tu nombre Ana María se inunda con olores que contienen lejanías y vihuelas columpiándose en la ramas de un Ombú, como una infancia que jamás abandona la risa cuando juega a jugar en la garganta como juegan los niños para que baile un trompo y la tierra se colme de sonrisas. A ti te nace la ternura de un modo abierto y ancho, la sabes repartir como un buen vino y la sabes sentar sobre tus hombros igual que tu pañuelos para una danza telúrica y querida. Te abrazo en mis palabras y te abrazo con esa intimidad que tiene sobre las manos una rodaja de pan caliente con buen queso a la sombra de un árbol donde crecen las frutas y los nidos .


76 El cerebro derecho en mi ojo izquierdo sabe la contraposición de los planetas cuando las ballenas esparcen su canción por los océanos y la vida es un sutil espacio calibrando mis venas a otras respiraciones impensadas. La pupila derecha sin embargo cuando utiliza su cerebro izquierdo puede atravesar moléculas que vibran entre las hojas de los árboles o la garganta de los petirrojos cuando la fase de luna es nueva y la luz es quizás el puro movimiento de las rocas cuando un colibrí es capaz de confundirlas, a memoria de dulzuras que la piedra recoge si una orquídea o un romero consienten a una transformación de átomos que realineen sus conocimientos de suavidades a expresión de dura exquisitez entre los dedos. La parte más distante de mi cráneo juega a nombrar los besos que he dejado con soltura entre la cabellera de las mujeres que he sabido querer y las que ahora quiero con apasionamiento cada vez que regalan a mis huesos intimidades a pura voluntad de espasmos y a contra vientre. Mujeres que me dicen en voz baja que me aman o esas otras que sin amarme me desean y me retienen con gusto entre sus piernas volviéndose notas inesperadas con que llamar las lluvias, mientras roban a los caracoles todas sus resonancias para ir dejándolas entre el olor de sus orgasmos y los míos.


77 Las mandrágoras caminan mi entrecejo desconectando el tímpano. Soy el País de Alicia y otras muchas mujeres. Soy la elocuencia de un oragami, soy las huellas digitales que fabrican sus singularidades sobre el hueso. Los zorros intercambian mis espejos y algunas alucinaciones son posibles si me saben mirar los eucaliptos. Hay espacios que pueden deletrearme, otros que no me han visto todavía, algunos aún me esperan sin saberlo. La ciudad donde vivo siempre cambia, es tan añeja como una memoria, a ratos logra mudar la percepción del aire entre mis omóplatos mientras cuenta las notas de un tsunami entre las piedras. La antigüedad de un libro me acaricia los ojos con la misma intención que mis amantes saben acariciarme, haciéndome temblar de puro gusto las rodillas humedeciendo mi vagina a esos empeños de sudores y encantos cuando vivir es respirar los olores de un cuerpo sentirlos reposar entre los dedos, recreando al sabor de la lengua otros orígenes con que marcarle al cielo de la boca la partitura de lo inconcebible.


78 El corazón descansa en el presente, algunas veces, regresa a esos perfiles que guarda la memoria. Las únicas fotografías que conservo, si quiero conversar con lo que ha sido o lo que puede ser, desde estos tiempos donde los cambios son tan inminentes como una taza de café o un cigarrillo después que me levanto a un pulso transparente sobre el día. Nunca he aprendido a verme definida en instantáneas que develen mis viajes ,mis amores, las despedidas, las circunstancias que me salen al paso aquí en Manhattan. Me doy cuenta que a ratos soy un ojo devorando el paisaje, las pausas del vivir, los kilómetros dejados entre abrazos y ciudades, pausas que saben mis reseñas a cotidianos momentos fuera de los relojes y las expectativas, pausas que saltan como liebres diseñando el planeta, sus guerras o las posibles democracias que para hablar descuartizan de raíz la razón y resultan ser tan feroces, como un golpe rompiéndote las vísceras. Los rostros que he querido me atrapan los párpados, me sorprenden a esquinas de ternura y saben caminar abiertamente esa brújula antigua donde guardo a una pura emoción el sentimiento de seres que no están pero persisten lo mismo que un aroma entre mis huesos.


79 Un sonido de cedro camina por la casa abiertamente sube por mis vísceras, oxigenando el corazón, la tráquea y los espejos. Hoy es Diciembre, 12 del 2009 y es también Enero,9 del 2010. Me siento en compañías, lo azul y las orquídeas me sostienen el pecho, describen la más antigua médula del hueso, la que sabe el misterio lunar donde la Gran Femenina puede desarrollar su ritmo impregnando la vida, sosteniéndola. Soy la línea que mueve el espacio de lo extraordinario, el canto que conocen los ciervos y las garzas, los bosques, los arroyos, las mareas, soy el símbolo que esparce y alimenta el círculo a su fuego y su trinchera de alegre humanidad fuera del límite. Soy una órbita en fuga sustentando ventanas, picaportes, los gestos que me nutren también me miran de cerca, no hay razones ni tampoco hay proporciones o esperas para que las cosas digan lo que jamás se devela, a nada ni a nadie escribo con intención por la vena porque hay momentos sin aire que simplemente conversan tan fuera de mis pulmones que soy un mar sin arenas, lugar donde no es viable rozar fondo, tocar tierra. Los posibles emiratos que caminaban mi esencia se desintegran del todo y no existen las secuencias. Ni números o alfabetos son partes de esa materia donde antes se conjugaban manos, besos, transparencias, maneras de un por nombrar a resonancias de aspectos que casi se percibieran inmutable escribanía con que hablarle a las cabezas: verbos que de nada sirven para lo que ahora llega integrando las retinas a su visión más completa.

12,12,2009. 01,09, 2010.


80 Si el azul se te escapa de los dedos no le preguntes a tus uñas el espacio secreto donde el cian y el magenta tienen sus conferencias para crear los mares, las lagunas ,sus cielos, quizá la peregrina sensación de los pájaros cuando la luz es esa fina línea demarcando al planeta su sueño entre los cosmos y el conocido mundo es ya la otra manera de ser: una partícula del vuelo liberando la consciencia de un átomo, simetría a prodigios donde los tigres y las mariposas son una misma especie, como lo son los tiburones y las hormigas, los adioses, los labios, las aproximaciones, la intimidad de un seno, el aroma que reside como un canto sobre la epidermis explicando a la dermis la textura de un lirio, el sabor que contienen los higos y las peras la estructura que habita un árbol de canela cuando está listo para la cosecha y es la fragancia de ser fragancia en vivo. Si el rojo te retoza las caderas y te llamase a una centuria entre los azafranes píntate las mejillas y la boca con su canción, haz que todas las campanas avisen a las piedras que tú estás en presencia de tu auténtica forma, que todos los poetas del color te contienen y te llaman desde todos sus nombres: los que han sido disueltos y aquellos que están por fabricarse, los que han vivido ocultos detrás los perfiles y las marismas, desde las geografías donde lo indivisible es tan diverso como la variedad del beso o la risa y el verde.


81 En los bordes de una hoja habitan los silencios, allí se multiplican o se disuelven de la misma manera que un aguacero irrumpe sobre una geografía y luego se diluye intoxicando la tierra con su canción más pura. En los bordes de un párpado se encuentran y deslíen las formas y los gestos que nos hacen presente o nos reclaman, fantasmas de sus propias simetrías, dentro de las asignaciones de nombres ajenamente propios y aquellos que fabrican nuestra vigente hechura. En los bordes que habitan las huellas digitales podrían reconocerse a ilimitado número los cencerros, las curvas, una humedad que habla: orgasmos, bicicletas, escaleras, solsticios, equinoccios, diluvios, trampolines ,espejos, partituras de infancias ,éxodos repentinos quizás esos veranos que se quedaron solos porque nadie los vino a recoger a tiempo antes que la primera mañana de un otoño se hiciese manifiesta. Los bordes son paréntesis para ese salto quántico que pone al corazón en un presente tan rotundo y preciso, tan real e impensado como el calor de un beso, interminable ritmo entre lenguas y labios haciendo un verbo de silencio a unicidad de únicos. Lo letal que contiene a espacios o silencios la espiral de belleza puede hacer que las fauces de alguna tintorera al estrenar su hambre, nos recuerde los pintores dadaístas, la magistral fiereza de un Braque , la voluptuosa entrega de un Matisse, lo exuberante de un Stravisnky, la voz de María Callas si el Egeo decanta la costa de Turquía y Grecia la devora como si fuese un galatobúriko o un baklavá degustados entre la playa de Kartela o un fresco té de menta.


82 Los días se fabrican con luz propia, fuera de mí, ausentes de mis uñas, mis sonidos, ausentes de esas cotidianidades que resbalan sin prisa la casa y sus paredes o el hospital donde mi madre estuvo porque se emociona al no saber desandar el torbellino a sus internos. Los días se fabrican con luz propia, fuera de toda muerte, fuera de todo entendimiento u orden que alivie las visiones devorando el centro de mi ojo y sus alternos. Puedo con un sólo dedo marcar sobre los mapas el próximo temblor de tierra, el próximo deslizamiento en las capas tectónicas de los mares, puedo archivar las cifras de los cuerpos a un futuro de tránsitos tan específicos que la respiración se paraliza en mis pulmones y no existen palabras para el código genético configurando su improvisación de extrañas geografías para aquellos que aun existan después de tanta pérdida que habrá de redefinir a otro nivel de cuerpos y volúmenes el sentido de ser otra vez bosque de humana medula acariciando lo que quede de vida sosteniendo perfiles, ecuaciones para estrenarle al amor la otra desconocida música que rompa pecho adentro y nos vuelva a dar nombres que puedan ser escritos sobre tierras y aguas, nombres tan irregulares como son los relámpagos cuando nombran los cielos a nuevas tempestades.


83 Con deleite aspiro los aromas de su cuerpo un verbo de vagina despertando en mi lengua movimientos tan feroces en medio de este invierno que la tierra despierta sus propias primaveras aturdiendo la garganta de los pájaros a un arrebato tan sin límites que los cerezos al frente de mi casa florecen. Ella deshiela el Hudson asombrando los hurones que habitan sus orillas en New Jersey y Manhattan descompone a su antojo las esquinas de mi vecindario puede cambiar las frutas transformándolas en tarros kéfir llenando de perplejidades los ojos del Coreano porque no puede dar explicaciones a sus marchantes de tan insólitos cambios entre sus mercancías. Su cabellera entre mis dedos decide ser marea, un árbol de eucalipto, la tensión en las orejas de un caballo, una perdida consonante que salta intempestiva de mis uñas y se esconde en mis libros como si fuese un duende. El amor tiene en ella sus marcadas cadencias sabe abrirlo o cerrarlo igual que un abanico con lenguajes tan propios que los sumerios desconocen las cuneiformes sílabas para poder traducirlos a esos presentes donde ella es ya la historia de sus primeros símbolos y de esas otras letras que aún deben ser escritas. Si ella cierra los ojos enmudecen las ráfagas donde el eco camina todas las geografías y el mundo queda ausente de su propias acústicas, de esos leves lugares que saben fabricarse entre sus pasos o sus vestidos otorgándole nombres a cada superficie.


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La voluntad camina entre los dientes pasea el hambre y me desviste en firme la región más antigua del cerebro, ese lugar donde se vive al margen de toda latitud, lugar donde los días desgastan las navajas y aniquilan los péndulos, las breves simetrías que componen el ojo y lo destierran. Días donde la luz es un inverso momento devorando las vísceras, cambiándome la línea de los labios. Me muevo sin consciencia de relojes, sin consciencia de planos donde estrenar ventanas donde respirar la presencia de los otros, el eco de sus risas o sus conversaciones. Qué fragmento podría rescatarse a sabiendas de la inminente pérdida que ocurre si el minuto de ser sobre esta tierra desaparece irreversiblemente sobre la faz del tiempo cuando el rostro se aquieta y nos convoca fuera de todo entendimiento o causa. A quién se le dejan los encargos que nos permitan repartir los recuerdos, los besos , los abrazos, la esquina más hermosa de la ciudad que amamos, el sabor de higos dulces, las noches donde el Hudson canta contra las piedras del puente de George Washington y el Fort Tyron aromatiza el aire en el alto Manhattan.


85 Hace tres días que mis huesos conversan con la lluvia, tres días donde el agua pone a pensar la calle , los aleros, los mendigos, el autobús, otro metal que me recuerda el mío. Tres días de implacables humedades que no tiene que ver con mi vagina ,ni con la ópera que escucho, ni con el hecho de que has venido porque necesitas en verdad, tocarme, verme. Tres días contándome los dedos de los pies porque me resisto a recontar los clavos y las grietas de la clavícula, tres días de hablar poco o casi nada porque el dolor es un lenguaje mudo, un lenguaje que existe boca adentro. Tres días en los cuales mi padre se adueña de mi silla predilecta y mi abuela Blanca se sorprende de verme nuevamente en esta ciudad que nunca visitó estando en vida. Pienso en José Corrales y lo invito a café, a un insomnio, a una película francesa, lo invito a que me cuente lo que le cuesta ser fantasma en la isla de Manhattan o en el parque central o en un teatro y le digo que extraño su sonrisa y la plática con sus espejuelos que echo de menos su voz y sus poemas. Mañana dicen los noticieros que habrá sol , un cielo despejado y quizás pueda verme con Oswaldo, almorzar en el Mambí, tomar sopa de pollo, comer tostones, aguacate, flan de queso y comprar cigarros perfumados.


86 Sabe bien el café que estoy bebiendo, combinación de lo letal con mi cigarro. Para mí las cosas resultan letales por la belleza con la cual me buscan el paladar, el cuerpo, la memoria, la inconveniencia de un botón que me mantiene fuera de un espacio a degustar o me deshabita de golpe la posibilidad de un mamey fresco rompiéndole el perfil a los esquemas que me viven desde esta geografía anglosajona. Paseo con soltura las esquinas de mi vecindario, me dejo llevar por este cielo azul, sin una nube, un aire de frescaldad mueve árboles que aún no han retoñado porque la primavera viene lenta en su engranaje de pimpollos. El Hudson como un vals cabriolea en búsqueda del mar, en busca de veleros, de alcatraces, en busca de tiburones. Pienso en las antológicas mujeres que se escriben y rescriben frente a mis ojos como esas cartas que venían con olores de ciudades y puertos para comerse las pupilas de quien, como yo, las aprende a leer con la parte más tierna del lóbulo frontal, mujeres que me recuerdan a un galán de noche estremeciendo el corazón de los zaguanes, desplegando con sus presencias un tiempo tan sonoro y tan exacto donde el arte de ser puede borrar relojes a las horas.


87 Como una forma del color, la vida me corteja la pupila, asignatura de un estar antes que el día llegue nombrando a otro sonido mi cabeza. Abro mis manos como si las cosas pudiesen ser tocadas de nuevo por mis dedos, un tacto de memorias me sube hasta la boca, allí mis labios sostienen las dimensiones donde el aire es un constante éxodo, un pronunciar la curva donde los nombres devoran o diluyen a otra naturaleza el tímpano para evitar distancias insalvables porque el amor nos reta y nos prodiga la noria del corazón y sus razones. Me desbeso en la sombra de los labios me desabrazo con igual medida y aprendo lo que cuesta ser fantasma en medio de esta ardiente primavera que retoma voraz la raíz de los higos convirtiéndola en movimiento y mar sobre mis ingles. Cuento todos los rostros donde amo a libre matemática los cuerpos, la percepción de un párpado, la lluvia, los silencio que tiemblan entre mis dedos cuando el amor se entrega y define mi nombre o mi estructura a una perfecta voluntad de barca porque la piel es brea fina calafateando su viaje de pasión sobre mi espalda.


88 Cuídate de lo que escribes sobre la piel de tu amante porque el tiempo es incapaz de borrar esa caligrafía, cuídate de las formas que tu ojo recoge cuando tu amante se acerca porque tu ojo recordará las facetas de sus emociones y las verás reflejadas en los cuerpos que saldrán a tu encuentro. Cuídate de las caricias que fabrican tus manos sobre la espalda de tu amante porque ellas hablarán de tu pasión sobre las espaldas que vendrán a tu búsqueda cuando menos lo esperes. Cuídate de las palabras que repites en el oído de tu amante porque tus palabras en otros oídos hablarán el secreto que nunca quisieses develar frente a los desconocidos. Cuídate de tu lengua cuando su rugosidad sabe moverse detrás de la oreja de tu amante o en sus partes más íntimas porque tu lengua de modo singular le irá diciendo a otros cuerpos la voracidad que sientes por los sabores de tu amante cuando solo la respiración conversa de modo entrecortado con tus vísceras y la fuerza de su sexo. Cuídate mucho de pensar que el golpe favorito de tu corazón no se refleja sobre el pecho de tu amante porque sus pezones saben como interpretar los temblores de la aorta en sus sístoles y diástoles con una precisión tan profunda que los mares duplican sus cadencias a tormentas y disparidades convocando animales marinos tan antiguos que no existen los libros para identificar la biología de esas inauditas y fantásticas formas que viven en su genética. Pero sobre todo dile siempre a tu amante de la preferencia que sientes por sus modos de amarte, por la manera íntima con la cual te despliega sobre sus labios o entre sus dedos.


89 Hoy, mis dedos, que nunca son casuales comprenden lo imprevisto de verte sin tocarte y sostenerte detrás de las palabras o mis pupilas con aproximaciones fotográficas. Eres como un lugar, casi paisaje, desde donde escribir a los amigos una tarjeta postal escrita a mano por sorprender al cartero y dejar atónita a mi computadora personal en esta tarde de Domingo. Pienso en las corrientes del río amarillo moviéndose sin prisa, en la primera vez cuando el rostro de Li Po se reflejó en sus aguas y el río lo pensó como si fuese un pez de jade o quizás como un desdoblamiento del vestido de la señora Liu la que sabía el misterio de los abanicos y el lenguaje de la seda entre sus muslos. También hago reseña de mi escalera de incendios, de la planta de azalea que compré el otro día de la lengua de vaca con hojas como espadas y de una familia de cactus que vive junto a ella pintándome el marco de la ventana con un verde tan explosivo como la voz de Monserrat Caballé cantando La Traviata. Mañana iré al dentista y me veré con Gladys porque es bueno repartir los abrazos cuando nos dejan el cuerpo con olor a pan recién horneado. Mi casa es un silencio calibrando las vísceras, llenando los espacios que me viven de modo solidario para poder sentir el pulso transparente de la vida y recordar sin rastros de nostalgia otras memorias, otras conversaciones, quizás las clandestinas presencias con las cuales es posible andar o desandar fisonomías que estando sin estar me salen al encuentro.


90 Lo insondable respira entre las sábanas, mi aliento recorre levemente los contornos bebiendo los sudores que destila. Pájaros y lugares que no he visto conmueven espacios a las retinas intercambiando escrituras, símbolos, las fases de la luna, descubriendo el sabor de ese color que habitan las encinas, el sonido de las vocales donde aprendo a nombrar las delicadas cosas que caminan el párpado, las frutas, los tranvías, ciertos rostros, un teatro que puede crear respiraciones cuando los dedos se atreven a rastrear los cabellos como esos pensamientos donde el azul podría pintar el arco de la ceja, inusual partitura para sentir los ritmos alimentar un bosque o hacer temblar las piedras como si fuesen peces pariendo entre las aguas sus propias existencias a pura maravilla.


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Para Sandra.... A partir de este tiempo que entre las dos ocurre espero te acompañe la presencia de agua que sostiene mi vida a través de los siglos, espero que tus ojos encuentren las mareas donde puedas hundirte a corazón abierto. A partir del lenguaje que tienen las tormentas espero que te sientas siempre por mí querida, que sepas que me fumo un puro a nombre tuyo y te invito a un café cubano alguna que otra madrugada. A partir de ahora espero que ya puedas nombrarte desde esas ternuras que tienes cuerpo adentro y que al fin reconozcas la implícita belleza de ser esa mujer preciosa con signos firmes para el amor, la risa o esas cosas que por inesperadas nos llenan el cerebro de asombros y alegrías.


92 Huele la casa a yerba buena y huele a reidora y compartida lluvia entre mi ojo y los tejados adyacentes, sube el aroma como una enredadera llenando mis oídos con palabras tan líquidas que puedo contenerlas en el azul de mi vaso predilecto. Comprendo que hay un instante donde puedo nombrar las cosas y las gentes como si fuesen mías, yo, que sé que no hay nada ni nadie en esta tierra que pueda ser de pertenencia alguna, yo que sé que las marcas del querer son tan libres como el viento o las bocas, cuando uno lanza el amoroso tacto para que de la vuelta a este planeta y regrese de nuevo a colgarse a mi labio, a mi latido arrítmico reconociendo el secreto color de una amapola, una naranja, un pino, matices que me permiten rescatar otras memorias al cuerpo. Sé que las aguas siempre buscan el centro de mi corazón y saben despertarme la cintura como una marea detrás de las imágenes. Yo que vivo en propósito de vida pues soy lo que sostiene el espejo y el canto, el temblor en el pecho de los pájaros, cuando las corrientes de aire, los llenan de horizontes y de fraguas, borrándole al espacio la marca donde existen los horarios en línea, porque mi presente sabe existir más allá de todo itinerario. Mis perfiles se observan y reconocen: observados, mirados, retenidos, amados a distancias y cercanías, esquemas en los ojos de los otros escribiendo retratos de mensajes donde puedan encontrarme de un modo repentino.

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93 Tu muerte nunca atravesó mis dedos mis manos no pudieron sostener la quieta transparencia de tu perfil, fueron otras la manos cerrándote los ojos, otros los labios que quizás te dijeron las últimas palabras al oído, yo sólo supe que te habías marchado porque mi corazón sintió aquel golpe quebrándome de pronto las costillas dejándome sin luz y sin palabras para poder llorarte abiertamente. Tanto tiempo sin ti pero contigo caminando estas calles que nunca conocieron tus risas, tus palabras, el otro movimiento de tus pasos, los olores de tu cuerpo mezclándose entre los edificios y los parques de esta ciudad que amo. Estabas tú tan lejos y a la vez sin saberlo vivías en las opuestas orillas de mi Este, allí tomabas el café, regalabas ternuras, el envés de tus manos, quizás las estructuras más suaves de tus hombros, aprendías este idioma a singular fonética, tú que eras Isla y aromas de galanes de noche, tú que eras la memoria del río Almendares una tarde de Octubre corriendo por mis labios como una canción única y en fin irrepetible, nunca seré capaz de volver a esos sitios donde estrené tantas primeras veces mirándole a tus ojos ese secreto a voces que contienen los gestos cuando se dan frontales a quien reconocemos como el Amor, ése, que sienta su firme precedente, para que otros amores nos llenen de belleza los sitios más inhóspitos cuando el espejo interno se nos vuelve un azogue triturando las vísceras.


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Me gusta conjugar esas trivialidades que viven en mis dedos cuando sostengo una taza de café, los libros, un lapicero, quizás un mango, una sombrilla, para dejarlas resbalar sobre los hombros de esta tarde que redefine lo que otros llaman insustancial porque aún desconocen esas profundidades que nacen sin razones y nos buscan el arte de vivir sobre esta tierra tan repleta de azules y de verdes. Yo quiero conocer superficies de incontables presencias, sostener entre mis manos esos rostros amigos como si fueran las lecturas de un ciego aprisionando a escribanía de afectos pasionales, los puntos más endebles de las fisonomías, reconociéndolas a ojos cerrados y a corazón abierto. Hoy como nunca comprendo que soy puntal de éxodo, que mi tierra carece de estas raíces mías, las que se han desplazado a través de los viejos horcones donde creció y aún nace el caudal de mi sangre continuamente libre, que todos los presidios me han marcado a pautas de silencios, dándome autonomía en gracia para seguir viviendo. Me sé hija del aire y por tanto dueña de los sonidos donde el mar, fabrica al pensamiento, otras arquitecturas, destino de esa espuma que toca todo puerto y a nadie pertenece, pero a todos acuna. Residente absoluta del país donde tiene bandera la ternura, donde el amor es causa multiplicando el pecho.


95 La distancia se vuelve endecasílabo despronunciando a otro rigor las vértebras, vértebras que reproducen los antojos, las ganas que me visten las caderas. Soy el ojo de un pájaro, retina en vuelo que jamás se cansa, soy ventana que enmarca las atmósferas, puerta donde planetas cambian sus configuraciones, soy la novena estación para un alumbramiento de intuiciones y diásporas, soy la otra geografía que se construye en los mapas del insomnio cuando el vivir desnombra todo el perfil donde la gente vive demarcando el origen de sus propios países para darse al sonido entre sístole y diástole atravesando los gestos que viven entre ceja y espalda como si fuesen mares o continentes para un descubrimiento que trastorne la forma de querer a los dientes, el tímpano, la tráquea. Hoy mis dedos dirigen con descuido absoluto, las manos de mi amante, enseñándole el pacto con que a ratos el deseo de mi misma, consiente a esas pasiones, de Alina con Alina de modo electrizante, mientras toda la noche rompe por la garganta donde el río Hudson, toca la sal del mar, su movimiento, cuando atraviesa la isla de Manhattan en su viaje de océanos y búsquedas mientras una lengua, la suya, escribe sobre mi piel su ardiente soliloquio, su inigualable escribanía; entonces soy metal que se conecta al hueso mucho antes que el espejo me deje ver sin miedo el oscuramente-luminoso símbolo donde todas las formas se reconocen, dejándome así, platicar con el calor de su nuca, dejándome contarle a su cuerpo la historia de mi entrepierna, el placer de lo húmedo, lo inequívoco de saborearle entrándole de golpe, a contra espalda, llenándole, cubriéndole de modo elemental para que mi amante comprenda lo que es enmudecer y sostener dentro de sí el hambre que camina el filo de mi espacio hasta que mi nombre, como una caligrafía, le marca los ojos por tiempo indefinido y otra vez intuya de memoria lo que cuesta ser un Lunes o Martes en esos calendarios donde yo perpetuamente vivo respirando la extraña autonomía de estar siempre a horarios de un Domingo, degustando inesperadas cavidades a la gramática del paladar.


96 Ya son las siete y veinte de esta noche de Agosto que acaso signifique un lapso sobre mi ojo, quizás una estrategia a mitad de la boca. El olor de los lirios que compré el otro día todavía conversa las breves sutilezas que habitan entre la pared y los libros, en el gusto con que a veces mi sentir se convierte en esas sensaciones que son sus preferidas maneras de regalos: cuando a lengua, en idioma de lo húmedo, rastrea la curva de mi ceja, o la línea de fuego que separa mis nalgas estableciendo así sus propias decisiones de desearme sin prisas fabricando las pautas que viven en el ritmo de sus dedos reinventando en mi cuerpo los sudores y espasmos a título de posesiones y empeños. Buen comienzo de Agosto mimándome las zonas a tormentas y espliegos. Cuando el calor resulta, como ahora, agobiante, sabe jugar entre mis muslos con un trozo de hielo, llenando mi cabeza de glaciales, quebrando todo el pulso del norte que me habita, hasta tocar la intimidad del sur que me fabrica en perfección de tigre al hambre donde existo. Dentro de mes y medio será el mar de Maine quién se invite a mi cuerpo, puro antojo de sal acariciándome las interioridades, lamiéndome con intención las ingles, los pezones; todo el mar en mi boca hablando ese lenguaje de amantes y horizontes repitiendo mi nombre y mis excesos entre espumas y arenas, consciente de mis apetitos y furias, mientras tanto, hoy resido, en ese otro mar donde su piel me busca la lujuria detrás de las palabras.


97 Anoche he comprendido que ahora aprendo a besarte detrás de cada beso con los que te he besado, también he comprendido que no quiero dejarte sin ellos algún día, dejé que hoy se escaparan del centro de mi pecho y los eché a rodar sobre montes y ríos sobre cielos sin nubes y sobre toda nube que todavía existe antes de hacerse nube; si algún momento falto a esta cita contigo, no quiero que despiertes sin que puedas sentirlos rodar sobre tu cuerpo, mordiéndote la boca buscándote esas partes tan íntimas, tan mías, en las que me regalo a este afán de quererte; que tú, amor mío, nunca sepas, lo que te costaría vivir sin el explícito contacto de este verbo en saliva con el cual te conjugo como un abecedario de todas mi palabras. Yo vivo en los espacios de este enamoramiento que tengo por tus formas, las que pueden ser vistas y aquellas que los otros de ti aún desconocen. Yo vivo entre los gestos que cotidianamente resbalan por tus dedos como si fueran hábitos marcándole a los bordes donde crece el planeta esos inexplicables itinerarios de singularidades para que tiburones y garzas, claveles o campanas encuentren sus caminos y puedan sostenerse como conversaciones entre el horizonte y los ojos de las nutrias o quizás de los nardos. También me encontrarías en todos tus descuidos, en esas negligencias de peinarte sin prisa, de comer pan caliente y mermelada fresca, de llamar al cartero si crees que alguna carta de esas que yo te escribo, no te ha llegado a tiempo o quizás la ha robado una de esas personas que necesita la pasión en presente deteniendo las manillas cuando el reloj es incapaz de eliminar el vacío a las horas si es que el cuerpo del amor no atraviesa la puerta y nos devora en vivo.


98 Me enamoras y te digo que me enamoras en serio, que me gusta mirarte atravesar la calle comprar el pan, hablar con los vecinos peinarte los cabellos con tus dedos y sostener mi cara entre tus manos mientras conversas descuidadamente de la última obra de teatro que vimos y planeas ir al parque de mi brazo un sábado en la noche para mirar el río o saborear mi cuello debajo de los árboles. Son todas esas cosas que descuidadamente aparentas no hacer pero que siempre haces, buscándome la vida como si no supieras que ya te pertenece por derecho y por ganas. Te sientas en mi silla favorita, tomas de mi café, me quitas el cigarrillo de la boca como si tú lo hubieses encendido y me lo das lo mismo que un regalo. Así me vas mimando de manera rotunda consciente de que todo lo que yo creo mío son pertenencias tuyas, cosas que tú me obsequias de modo imprevisible. Yo que te miro hacer de mi vida, esta otra escribanía: poesía de carne que me busca de frente los silencios, la brújula que marca mi deseo, mis orgasmos, el lujo de quererte cuerpo a cuerpo, todas esas ciudades que graban tu entrecejo, la línea de tus hombros, la comisura de tus labios, el envés de la palmas de tus manos y la medida exacta donde fabricas el arte de nombrarme que existe entre tus besos.


99 Escucho esa canción y nadie sabe que tú vives en ella de un modo tan concreto, que podría respirar los perfectos aromas que componen tu cuerpo, la exacta maravilla que fabrican tus párpados si los abres o cierras, dejando que las cosas sean sueños o pesadillas rondando tus ojeras, el marco de tus hombros, la sinfonía que adquieren tus caderas cuando me llaman al quererte en firme. Nadie conoce esa canción que convive moviéndose en tu espalda entre mis manos haciéndome tu música en directo, prestándole a mi garganta los inesperados idiomas que te forman y desasiéndoles como una saliva más entre mis dientes. Hundo mi rostro en tus cabellos y me quedo sin voz me quedo sin preguntas, me quedo abierta a un aire diferente entonces soy mantarraya dentro de tu marea, pez espada atravesando el mar sin fondo de tu orgasmo donde es posible respírate como si fueras oxígeno, donde como un arcángel o un serafín soy la lengua del fuego que hace temblar los alelíes, una serpiente cascabel, un toro, las pupilas de un ciego, el tímpano de un sordo, mientras con un pezón delineo los contornos de tu boca de tu cuello, tus hombros, tu entrepierna y me bebo tus ganas para que luego al besarte descubras la intimidad de tu sabor, lo sorpresivo de la canción que reverbera entre tus muslos y el repetido gesto de amor que me convoca, electrizando los letales balcones de tu lujuria.


100 Cómo podía imaginar que aquella tarde no volvería a verme con tus ojos o que mis brazos se quedarían solos de tu figura en esta tierra, cómo podía yo saber entonces, que todos mis relojes se quebraban y hasta los calendarios quedarían borrados para siempre que yo tendría que habitar ciudades, otros cuerpos a furias y desvelos, la exacta geografía donde mis ganas de sentir contigo sería esta otra libertad tan dura aprisionándome los úteros bajo el recio grillete de tu ausencia. Hay días en que beso a mis amantes y no te pienso, días donde mi ser, en medio de la amnesia de no querer llamarte, te llama sin espejos a la memoria más ciega y más rotunda de mí misma, la que jamás me da cuartel y es filo de navaja acariciando el pulso a mi vagina; labia menor en esdrújulas de mi labia mayor sin que yo pueda negarte o detener el sentimiento de amarte, porque sí, de amarte en siempre hasta romperme el pulso donde existo. Sin embargo ya ves en medio del sin ti donde gravito consigo estremecerme entre otros besos y decir otros nombres en voz baja viajando el laberinto de una oreja o ser la apasionada mordida marcando a un cuello el golpe de la aorta, escribiendo sobre la piel que se rinde a mi locura ese irreversible vocabulario de lo húmedo. Aun así, lo reconozco, contigo yo aprendí a no despedirme, aprendí que el centro del corazón no tiene límites que no conoce pérdidas y que es capaz de ahogarse sin morirse.


101 Al final me resulta que todo lo aprendido en las filosofías se reduce a tenerte en mis brazos y moverme en tus besos. Hay Dioses que residen en la suavidad de tus pantorrillas y todos los movimientos que existen entre galaxias caben en la falange de tu dedo meñique, quizás en un bostezo si te rinde el cansancio. De todas las ciudades que sigo visitando no he encontrado ninguna que tenga esa belleza de perfiles y espacios que habitan tus respiraciones o el hambre de tu boca cuando me estás queriendo, ninguna se asemeja a esas particularidades que emergen de tus pasos, o el roce de tus manos caminándome el cuerpo como si yo fuese tu calle favorita. Las cosas más sencillas resultan impensables cuando lo que haces o dices convierte el mundo mío en fractales duplicando la vida que te vive de modo tan distinto que pájaros y bahías aprenden, como el viento, a cantar nuevamente y algunos sicomoros sueñan con parir higos o albaricoques por ver si te sorprenden a una estación de fieros azafranes para sentirte las ingles, como yo te las siento, desplegando el curso de todas las mareas desde un mar sin orillas. Violines y marimbas lo mismo que guitarras enmudecen de pronto si descruzas las piernas descubriendo el secreto deseo de alguna orquídea reclamando el aroma de tu sexo, ese lenguaje que reside en las páginas del Zohar en los versos de Rumí o entre las piedras de la Alhambra, quizás en la memoria de quien en el silencio de la madrugada llama a los creyentes y nombra la maravilla de lo que reside fuera de todo nombre.


102 Si piensas, el arte de lo repentino, ése que te emociona, se diluye; así puede perderse por siglos alguna contradanza que esperaba en esas interioridades donde existen los pianos, las ráfagas de viento cuando enamoran techos, la copa de los pinos, el agua de una fuente. Yo vivo en ese centro donde pensar es la otra manera de registrar el pulso de un gavilán bebiéndose los cielos, de ir contando las gotas de cualquier aguacero como si fueran números desatándose en formas donde todas las cosas pueden ser contenidas como una mano contiene entre sus huellas digitales, adioses, bienvenidas, un trompo, una sombrilla, lo infinito de un beso, una guinda, una carta que nunca ha sido escrita, el puro sentimiento de saber transformarnos sin dolor porque el amor sabe la dirección de tu casa y te toca las puertas del corazón sin prisa sabiendo que las pautas de los relojes no tienen primacías para marcarle a la soltura de este vivir sin tiempo un segundo siquiera. Atravieso el espejo como si fuera un noveno mar buscando extravagancias de arrecifes o perlas, sirenas que respiran mi cuerpo y lo atraviesan con sus propias visones de barcos o tormentas moldeando la retina, el tímpano, los huesos bebiéndome el poema que me ronda el cerebro, ese que redefine lo de mujer que tengo cuando te miro y entiendo cómo es que tú me invitas sin que medien palabras expresando el deseo porque al final me observas en medio de la gente y echas a andar sabiendo que te sigo de un modo tan esdrújulo que el silencio de un rayo es capaz de romperse sin esperar el trueno.


103 Olvido que tu ojo me piensa abiertamente comprometiéndonos a cercanías, olvido las memorias de tus manos algunas calles, el café de enfrente, la cotidianidad de cepillar los dientes, olvido todo esto porque cuando te encuentro quiero sentirte en vez primera, siempre. Mi olvido, es esa lógica itinerante devolviéndote besos a plena luz del día abriendo los mercados a la perfumería de tu ropa interior y sus quehaceres recogiendo tus sudores, tu excitación cuando te sientas a enamorar la silla o el sofá con esa indiferencia de felino que habitan tus placeres. Olvido casi siempre, lo mismo que tú olvidas, arreglar las gavetas, esperar el cartero, las noticias, los muertos, los boletos de avión, los espejos compactos; me olvido de olvidarnos tan descaradamente de la misma manera que tú olvidas ésos espacios donde no nos vemos, simplemente los borras a fuerza de codiciarme de un modo tan concreto porque vivir es buscarnos los encuentros como quien espera un telegrama que podría llegar desde un país inesperado por ejemplo, Indonesia o la Isla de Pascua quizás Berlín o Atenas. Me pierdo en los discursos de tu piel, soy esa exploradora de sus mapas eróticos parte de sus continuos movimientos marcando tu avidez de sentirme el deseo. Soy marea que de golpe te inunda las caderas y sube por tus flancos arrebatadamente, allí también me olvido de respirar, de hablar con Dios de hablar entre tus brazos y soy ese silencio donde sentirte dentro de mí, estructura los desiertos, las tierras prometidas, la antepenúltima nota de Mozart o el último color que escapó de la imaginación y los pinceles de Julie Manet inesperadamente.


104 Te sientas en esa silla, que ya es tú favorita, piernas levemente abiertas, te quitas los zapatos ojos cerrados, cabeza echada hacia atrás, destilando indolencia, yo me sirvo una copa de oporto, enciendo un cigarrillo, mis manos coquetean con el contorno de tus piernas sirviéndome estaciones que jamás podrían ser descritas, recorro tu piel y acaricio tu sexo sin moverme a específicas cercanías no preciso besarte todavía o sentir tu desnudez moviéndose en mi cuerpo, entonces la vena más profunda de mi Sur se endurece a infinitas maneras de apasionarte el cuerpo, cuando así me apasionas; lo demás es la espera de vivir el tsunami de tu orgasmo en cuestión de segundos, segundos en los que puedo romperle los esquemas al sistema solar, ser parte de la cópula y como un pura sangre convertirme en tormenta y hacer temblar cielos, las superficies del planeta, ser demonio o arcángel, la raíz que conecta las palmeras, los robles, un bosque y las sonoridades que contienen tus huesos. Ya sabes que me gusta sentirle a tu placer las ganas de tus ganas tensándote la espalda como un arco de puente por sentirte humedades buscándome de frente detrás de las puertas, en la oscuridad de un cine, en los elevadores, en un parque cualquiera, en la cama de un hotel o en la nuestra. Cualquier sitio contigo es un descubrimiento donde mi piel conecta su fuerza al Kundalini que mueve las galaxias y hace que yo responda con todas mis presencias vibrando entre las tuyas, porque el amor es ese paradigma dialogando la ardiente arquitectura de lo insólito, es caminar espacios que carecen de límites es fabricarle al pecho un macramé de marineros gestos que desplieguen a júbilo el vuelo de los alcatraces y transformen los mármoles en campos de azafranes para un morder en besos las letales esquinas de tus formas.


105 Es tarde de boleros para mover el corazón, las vísceras la quietud con que a ratos la marea que me habita puede relampaguear en dirección contraria y tatuar como un fuego la memoria. Es tarde para estar sin pensamiento, sintiendo como el vivir me rompe las costillas y me deja una experiencia de menguantes de eso que tu cerebro no quiere visitar con más frecuencia porque de pronto puedo eliminar las huellas de mis pies, el aire que respiro, toda una taza de café cubano o los besos que anoche he repartido por el cuerpo de una de mis amantes. Es tarde de finales de Agosto y es tarde de otros finales y otras lunas; tarde que toca a mi puerta y sin pedir permiso se invita a mi presente atraviesa la casa deteniendo la noche sin mediar comentario, dándome a conocer el significado de la palabra inexorable; tarde que carece de una lobotomía improvisando atenuantes, improvisando la fantasía de cerrar los ojos para poder reconstruir gardenias en medio de esta isla que es Manhattan y que es la única isla que sostengo con sus abecedarios anglosajones y su perfume a jazz, a whiskey, a hembras. Louis Armstrong y yo tenemos esta tarde” Todo el tiempo del mundo” para escuchar boleros y visitar New Orleans por encima de todos los fantasmas: los nuestros, los ajenos y los que van a nacer inesperadamente desconcertando el ojo. Es Jueves, esta tarde y porque es Jueves la puedo transformar en cualquier tarde escuchando boleros, tarde con calidad de madrugada, con calidad de cualquier día de la semana, tarde que podría vestirse de Lunes, desayunándome el vivir como si fuesen las tres de la mañana, tarde que se sienta conmigo en aquel café griego de la calle novena que hoy por hoy, ya no existe, tarde extraña y llena de belleza en esta ciudad que como yo deshace las esquinas y puede fabricar repentinos espacios al espejo por encima de todo lo aparente.


106 Me gusta adentrarme en el mar a cualquier hora sentir que sus corrientes me caminan la piel a una cadencia única, candencia donde puedo marcar las estaciones que mueven mis caderas a un sin razón de impares, mudando a un pez martillo, el norte, sus mareas. Me gusta abiertamente que mujeres y hombres me mimen cuerpo y alma que en mí se reconozcan a pura biología de instintos y de cábalas que hueso a hueso me hablen sin palabras y a lengua me recorran las querencias, que entiendan a movimientos la fuerza del Kundalini que reside en mi vagina cuando al orgasmo me rindo y explota mi cabeza como una súper nova cortejando al planeta potenciales tan vastos como el pétalo de una orquídea la voluntad de hambre que habita entre los dientes cuando el amor nos despierta la gana y no hay alternativas más que rendirse al hambre. Me gusta un tabaco dulce de hoja húmeda erotizándome los labios entre los sobros de un café cubano a pleno mediodía. Me gusta como hoy levantarme caliente entre las piernas mojar mis dedos y comprobar que estoy caliente que podría esperarte o no esperarte o en fin que podría lo que puedo, porque puedo porque me llamo Alina y soy Galliano y soy un punto en G paralizando las notas musicales a Chico Buarque o dejando sin voz a Cecilia Bartoli, al mismo Andrea Bocelli cuando así me levanto, letal en el conocimiento que al sexo me convoca. Me gustan los boleros, la rumba, la marimba ciertas piezas de Mahler de Stravisnky o Tchaikovsky el blues, el jazz en todo el clasismo de Piazzola y la contundente presencia de Pauline Oliveros; me gusta andar sin prisas porque uno llega a tiempo al lugar donde viaja, no hay país que se mueva a otras latitudes, en mi viaje de vida, sólo mis pies avanzan, los mapas o relojes carecen de importancia, lo significativo es vivirle al camino sus propias contradanzas saciar en el trayecto todas mis apetencias de estrenar a portento cada amante, cada verso que irrumpe marcándome el cerebro, el corazón, las vértebras expresando que Soy, que Soy Alina.


107 Amante como no tengo lugar donde morir como otra gente quiero vivir mi muerte colgada de tus besos quiero morir mi vida, su alucinante paso, enredada a tu cuerpo, quiero que besos, cartas, lugares que ya he visto, nogales, siemprevivas almendros, pastizales, la casa de mi infancia que ya es irrepetible sea una línea en tus hombros; que pueda yo encontrar estos tesoros míos cuando te mire el rostro cuando tus manos y tu voz me acaricien detrás de las palabras, quiero encontrar el trueno y el relámpago de todos mis poemas moviéndose en tu ombligo repitiendo la marea de todos mis sonidos dentro tus cabellos después que me has querido. Amante, que tú seas mi álbum fotográfico, justo, porque no tengo esas fotografías para observar los rostros que amé y que me han amado. Quiero encontrar, amante, dentro de tu estructura los juguetes que me llenaron de alegrías: columpios, papalotes, pelotas, bicicletas, mi caballo, el mar, que ha sido siempre, juguete favorito, la muñeca de tela que me hizo mi abuela Nena, el perro que más quise que se llamó Negrito, el abrazo de Loly cuando me fui del pueblo, del País, de las cosas que parecían mías. Las canciones, amante, las que mejor me gustan, también quiero encontrarlas cuando muerdas mi boca cuando te rías alto y tu risa me despierte la médula del cráneo hasta que mis huesos florezcan y se expandan a un rigor donde el sexo como un revuelto río haga temblar las sábanas y de un golpe, abra de par en par las puertas y todas las ventanas donde otros no se atrevan a querer de este modo tan radical y fiero entre pecho y espalda.


108 Como el mar yo recuerdo y olvido en igual tiempo, cuerpo de agua que constantemente se transforma a infinitas ausencias y presencias, soy espacio donde las formas nacen o se deslíen el intenso lenguaje donde las arquitecturas del sonido y las distancias que median entre ellas mueven los misterios de la aorta, sus causas. Soy rostro del amor donde la gente se reconoce y ama, el espacio donde cantan las sirenas y los tifones marinos el sueño que otros sueñan cuando quieren aprisionar la vida porque no se puede vivir en un aliento que se niega a respirarme como oxígeno, a gritarme como una verdad que irrumpe abiertamente desde el centro del pecho y hace temblar todo el planeta. Mastico una naranja mientras espero abres la puerta y no existen preámbulos solamente mi hambre te recibe y la necesidad que soy abruptamente te precipita sobre la cama y me siento sobre tu rostro: así es como Dios y yo conversamos sin palabras y tú eres ese aleluya que irrumpe en mi garganta cuando los nudillos de mis manos se tornan blancos en mi esfuerzo de sostener el ritmo que me devora, el ritmo con que tu mano izquierda mueve mi cadera mientras los dedos de tu mano derecha, me penetran, por detrás, la vida; luego comienza el viaje de mi apetito sobre tu cuerpo, dentro de él, contigo allí tampoco existen los vocablos, allí, el sudor y el silencio es el otro diálogo que puede sostenernos a radicalidades el impensado idioma del corazón, verbo en presente sin explicaciones, un verbo en porque sí, un verbo en firme, un verbo ardientemente inconmovible.


109

Es casi otoño en mi ciudad el aire habla un idioma de ocres y morados: hoy no preciso recordarte, te dejo en libertad, te dejo en los lugares donde mis ojos dejan de ver paisajes, turbulencias, hoy me deshago de esas fotografías que mi cabeza guarda de tu espacio, me deshago también de los momentos que querías dejarme, me deshago de todo aquello que podría anticiparte desvisto de mensajes las calles que pudiesen decirme donde vives, te dejo en mí no estar y un mar me desintegra y otro mar me fabrica. Lo que está por suceder ya se ha formado, confeccionando la línea de otros labios sobre las superficies de mis deseos: confeccionando otras maneras de abarcar lo inabarcable dentro de mi estructura, porque hay cosas tan momentáneas como un golpe de viento fragmentando al paisaje sus perspectivas de nubes o serpientes: alucinante belleza asombrando neuronas al cerebro, incandescente temblor que sólo puede ser descrito quebrando la garganta del corazón a un sin palabras tan rotundo que el aire se desviste de sonidos y las cúpulas o los barcos se trasmutan detallándole al señor Einstein el envés de su fórmula de relatividad más allá de los campos gravitacionales, porque los universos pueden ser contenidos en los espasmos de la vagina y el clítoris, al encender un tabaco de hoja dulce en la absoluta consciencia de que el espejo carece de memoria y no es capaz de retener reflejos a los fantasmas que viven sin vivir en el azogue.


110 Manhattan y yo sabemos recordarnos, reconocernos: ella y yo somos energía cruzando las pupilas de todo el que camina nuestros espacios de transformaciones. Bajo el puente George Washington recuerdo una noche clara y una boca bebiéndome el orgasmo, recuerdo y conservo la delicada furia de vivir sin miedo, recuerdo la calle cuatro del West Village abrazando una mujer hermosa en pleno día, sintiendo sus pezones acariciar mis costillas mientras conversábamos de una película francesa: Teresa e Isabel basada en la novela de Violette Leduc: La bastarda, recuerdo la voz de Ana cantando una canción de amor en una taberna griega, la recuerdo frente a mi mesa entre las copas de vino, recuerdo su cuerpo y sus sudores sus palabras de pasión quemando mis oídos invitándome al amor en su recamara, también recuerdo a Athina, rubia, como una nota de Oblivion de esas que se desprenden de los dedos de Regina Carter cuando el violín la invita a percusiones inimaginables entre la curva del sonido y sus huellas digitales, recuerdo mis hambres de Pablo y de Roberto, de Dominick, el guitarrista de la 57 escribiendo su música en mis tendones una tarde de lluvia en jueves santo, recuerdo a ugly George y sus documentales eróticos, recuerdo mis antiguos amantes, sus decantamientos a contra hueso, ahora me deleito también en mis amantes de estos días y noches amantes que me llaman el vivir a poderío de pasión saboreando cada éxtasis y cada nombre que no digo. Manhattan y yo hemos crecido juntas en amores y en esos tiempos donde el amor es el reclamo de lo breve, porque breve es el agua de las orillas cuando un mar reconoce que es la fuga espejeando regresos o despedidas. Manhattan como yo tiene otros seudónimos ocultos entre los labios y los cuerpos que hemos tenido y que hoy tenemos ensanchándonos la parte más auténtica de las vísceras: infierno y cielo de un lenguaje en único para sentir la vida explotar en centellas y adoquines o en las marquesinas que relatan la historia de Broadway conectadas a los musicales como Gypsy o The Sweet bird of youth de Tennessee Williams. Manhattan eternamente clásica en sus diálogos y sus conversaciones con los espectros y los aspectos que hoy nos viven creando concordancias


111 Una vez más regreso a los espejos y sus presencias mi aliento penetra la superficie donde habitan las despedidas, la ausencia de palabras, las cercanías que sostienen a otro nivel el cuerpo, los sonidos que asumen las mareas y es largo este deseo de navegar los imperdibles puertos que deshacen esas antigüedades contenidas en el ojo. Hoy me atrevo a mirar abiertamente todo el reverso que reúne el espinazo de lo alucinante a otras conversaciones con la médula. Consiento a ser La Cábala, consiento a ser la respiración de este planeta, me visto con la piel de cada bosque y resurjo en el espíritu del agua; como una sola voz hago temblar los cosmos y cambio cada golpe a la aorta donde residen los nombres para que nadie quede sin ser reconocido. El amor resbala por mis flancos dictando los designios donde las orquídeas estremecen los cielos como si fueran águilas y vivir, es saber fabricar la maravilla de los días y sus noches a cómputo de fuegos y de visiones. Soy la perfecta línea donde Dios se reconoce y habla, soy lo que incita el vuelo entre los pájaros y el vacío, soy el primer contacto de los besos y el hambre de besar que habita el labio, soy el gesto de un ciego, cuando sin ojos, sabe mirar el horizonte y sueña: veletas, alcatraces, fisonomías de rostros disueltos entre sus dedos, soy el silencio en vivo reclamando al corazón su irresistible melodía para estrenar la vértebra donde la pasión conjura la cadera a interminables movimientos, iluminado las entrañas, soy el momento justo que en cada ser viviente se llama a la presencia fuera de todo límite.


112 Hoy sueña el mar Adriático con visitar el puerto de Santa María y aprender como viven allí los pescadores que quedan todavía calafateando navíos con acentos diversos, coexistiendo en un país donde las gentes se pronuncian con dejes anglosajones. Mañana 30 de Octubre recordaré la fuerza de aquel Miguel Hernández capaz de soltarle al corazón sus nudos y ser la melodía de estrenarse la frente a vuelta de verónicas. También sé que en dos días entrarás por la puerta de mi casa con tu canasta de invisibles besos esos que me saben a Buñuelos de Viento rellenos de chantilly para celebrar conmigo todos los santos conocidos y por conocer y hacer memoria de los judíos sefardí que fueron los primeros en elaborarlos allá por el siglo x: dulzuras que ellos llamaron bimuelos, tan populares como los churros en el Madrid de entonces y en el de ahora. Me doy cuenta que me levanté con un indicio de llanto en la garganta: me desperté a sabiendas que este Octubre que es casi ya Noviembre hace que los fantasmas de José Corrales, Juan Ibarra o su fantasma, conversen con mis sillones y se sienten a mi mesa saboreando alguna que otra taza de café cubano o ayudándome a escribir este poema que sin prisa se mueve entre mis tendones y la respiración de mi sangre. La semana que entra ya viene repartida, el Lunes al dentista, el Martes iré a votar, el Miércoles caminaré el vecindario con una buena amiga, el Jueves almorzaré con Maya y visitaré los claustros, el Viernes con Oswaldo iré a comprarme un nuevo refrigerador de esos que son ecológicos y ahorradores de energía, el Sábado acostaré mi cuerpo sobre otro cuerpo que amo y el Domingo quizás abra el tv blog Magapalabras para leer poesía si el dolor de la mandíbula así me lo permite; en fin que La Galliano estará ocupadísima para estos tiempos donde debo de estar en compañía de mi persona y sin entretenimientos según dicen mis muertos cuando hablan conmigo de las cosas que ocurren y han de ocurrir en medio de las horas y días que forman y desintegran las capas del planeta. Sueño volver a Murcia para poder comer algunas Picardías, visitar Zaragoza por degustar un Adoquín del Pilar, darme el gusto del gusto en Logroño con unas cuantas Viudas de Solano con las cuales acariciar el paladar, sus ganas, quiero que la lengua vuelva a estremecerse con hojaldres de Astorga y recordar la magia que cantaba en las manos de mi abuela Materna, mi abuela Nena, mi incomparable abuela de cuentos y sabores, de manos que sabían como un arcángel o un serafín sacar todo el misterio de las telas:


bordĂĄndole a las blusas, los paĂąuelos, las faldas, vestidos o edredones un movimiento de espumas y de barcos enajenando las gavetas, los armarios y quiero que mi abuela me despierte la casa apasionadamente al encantado aroma de Cocos Prietos, de Cremas Catalanas, de Torrijas, de Chochos de Yema, de puro arroz con leche, regalĂĄndome un gusto de mascar lo impecable a punto de exigencia. Hoy quiero porque quiero, porque me da la gana, colgar el ojo izquierdo de cada poeta que amo en las diversas ramas de los cerezos que crecen junto a los edificios donde vivo, en el alto Manhattan.


113 Las líneas en el rostro de mi madre son tan legítimamente tajantes y profundas que algunas partes de su perfil hoy pueden reubicar cada éxodo que ha surcado el planeta centuria por centuria y aún quedarían espacios dentro de sus líneas para unas cuantas e irreversibles formas de explicar los dialectos que tiene la existencia para medir: las pérdidas, la ternura, la ira, el desgate de muertes que sus ojos han visto, el amor, cuando a ratos le ha tocado la frente, la risa que le irrumpe la garganta de prisa o el silencio que a veces le extermina su esfuerzo de crear cercanías en el círculo efímero que ella llama familia. Mi madre es como la fórmula de Albert Einstein o la teoría de Hawking, porque en ella es posible ir de un punto a otros puntos de Universos y espacios sin tener que atravesar el camino de ida o vuelta. Mi madre habla con Dios de igual manera que habla con su abuela Catalina, con mi padre Simón Galliano Iglesias, con mi bisabuela Solita, la gallega y con mi abuela Blanca, mi madre contiene en su interior esas herencias de conversaciones donde su abuelo Nazario todavía le enseña a leer la historia y le regala geografías capaces de atravesarle al horizonte de sus ojos esquemas; su madre Nena siempre está con ella, como si fuera un bálsamo, aliviándole las causas que le queman el pecho y que no dice. Mi madre que ama los libros y las compañías que a ella le estimulan el verbo de pensar y disentir fuera límites, mi madre que tiene ese conocimiento de hacer crecer lo verde entre sus dedos entendiendo el lenguaje de gardenias o jazmines o cualquier planta que le quede cerca. Hoy sé que su ojo izquierdo se inunda de nostalgia por la gente que ha sabido querer sin pautas o remilgos y aquellas de las cuales no pudo despedirse. Mi madre es una caja china con delicados trazos donde existen misteriosas compuertas sorprendiendo los dedos que sin saber a ratos son capaces de abrirlas y dejan escapar ciudades nunca vistas por ella o por los otros que aún no sabrían verlas espléndidas, rompiendo, todo el arco de un cielo en esos continentes donde respira: Australia, Ulan Bator, Lisboa, la India.


Mi madre, que es, a ratos, una ni単a plagada de recuerdos y fragancias, una ni単a tenaz en su memoria de barcos y veletas a contraviento, una ni単a capaz de deleitarse cuando escucha el arte de cantar que tienen las mareas o el viaje de los puertos cuando una proa nos hace parte de los caminos del instinto y la espuma.


114 Miro desde los ojos de mis muertos y el planeta regresa a sus orígenes de una manera tersa, pronunciada; entonces mis retinas peinan la copa de los árboles que habitan el parque Fort Tyron o beben todo el desquiciante aroma que tienen las gardenias cuando se abren sin pensar estremeciendo el aire y las piedras de los claustros, quizás los granadinos jardines que como un tesoro, observan, impasibles, el paso del río Hudson, la orilla de New Jersey. Yo soy el puente entre esta vida y la respiración de los que marchan; ellos me platican lo que habrá de pasar sobre la tierra, el engranaje que tienen con sus vivos, también saben decirme lo que debo de hacer para ayudar a restaurar los cuerpos que necesitan nuevas energías. Habla sin voz la noche su curso de asteroides, su inexorable espacio de horizontes, espejos, la retraída huella que dejan en el aire: las cuchillas, los cóndores, las alhajas, un cuello, los tactos que me buscan irremediablemente, los besos que aún me faltan por abrir sobre el cuerpo reclamando ese gusto de nublar un espejo, exigiendo a deleite la invitación en arte de una firme querencia sobresaltando las puertas del corazón, sus símbolos.


115 Hay un hueso que es cóncavo y convexo, hueso en el que mi laringe desata un lenguaje de canciones un movimiento tan marítimo, tanto, que los barcos rehacen el contrapunto de las bitácoras a una ruta que está fuera del tiempo; es tan impar que su textura se entrelaza como si fuese un beso con mi lengua, allí es posible fabricar los anillos más inesperados los vértices que tienen las alas de los cuervos, la madurez del trigo cuando huele a vendimia y todo un caserío podría recordar el sabor de pan horneado untado de queso fresco, acompañado con un vino dulce que es capaz de sostener el paladar de la vida a otros asombros. Cada vez que pronuncio tu nombre, mi hueso te acaricia, como acaricia el aire: los caminos, los ancladeros, las hojas de un ciruelo, los silencios que conmueven tus dientes o esos leves temblores que nacen en tus pestañas cuando la noche es fría. Hay momentos tan líquidos detrás de mi reborde que sólo entre tus dedos pueden ser descubiertos haciendo que las corrientes del Bósforo tiriten frente al deseo de saber esos secretos que tu cuerpo me dice sin voz cuando conmigo te entregas de modo repetido y el acto de querer es mucho más espléndido que el sabor de los buñuelos o las altas mareas que despliega el Egeo cuando la luna es casi nueva, mientras el mar de Mármara acaricia fronteras entre Asia y Europa.


116 Giro el rostro, cierro los ojos y el mundo me respira lentamente, soy entonces exhalación e inhalación recreando el misterio de lo vivo, soy lo que elimina y manifiesta a portento los elementos: las huellas que conforman todo el llanto, el último terror de quién mira su muerte en cada muerte fabricada con sus manos, la risa que esparce la caja del tórax extendiendo el verde en cada árbol cuantificando milímetro a milímetro las escalas de todo el universo avergonzando a Mozart, a Mahler o al mismísimo bronce de un campanario gótico en similar medida, cuando la voz de Jessye Norman, hizo temblar las piedras de Saint John The Divine en 2009. Quién es capaz de eliminar de un golpe el sentimiento de amar sin condiciones? quién a consciencia puede borrar entre otros perfiles la interminable cadencia de lo que se reconoce por encima de todas las querencias, lo que sin posesión invariablemente nos llama y nos dice que tenemos que ser sencillamente el perfecto movimiento del amor en mayúscula?, el instante donde lo humano se proclama a divinidad en toda tesitura. Cierro los ojos y mi rostro gira espejeándose en miles de facetas pues soy abecedario donde el Cosmos fabrica desde el sonido las formas de lo físico y lo etéreo, las palabras que aún no han sido dichas, ésas que no han cruzado las respiraciones que todavía se desconocen porque duermen en la placenta de lo extraordinario a futuro de un inmediato ahora, ahora en siempre; ahora, que soy la resonancia Alina con la cual puede nombrarse, la interminable línea de ese verbo que fuera de todo número me habita más allá de este tiempo y sus orígenes.


117 Uno se marcha en busca de destierros, en busca de aquellas cosas que van marcando la vida; hoy quisiera una campana hecha de barro y con leña, una campana nacida en manos de quien respira esos aires de Cantabria cuando la mar conjetura sonidos quebrando el aire entre espumas y marismas, quiero una mujer quesera que sepa hacer mantequilla como la hacía mi abuela, cuando yo era muy niña, y el pan caliente me hablaba de manera peregrina entre la lengua y las ganas igual que una redondilla aguzando la cabeza como una fina saeta. Quiero comerme un hojaldre, mil hojas de gelatina y que su mosaico haga un Duomo en la boca mía donde Ángeles y Arcángeles cometan la fechoría de regalarle a algún diablo un poco de maravilla; cielos e infiernos marcando de una dulzura, la misma conversación que establecen, las faldas y las sombrillas, cuando mujeres y espejos abiertamente se miran, apasionando el espacio del azogue y las cortinas y el mediodía te invita a caminar sin medida la humedad de una vagina, sabiendo que Dios se siente contigo correspondida.


118 Hoy es una de esas noches y el corazón se inscribe diferente, aprende a conversar dentro del pecho. Hoy es noche de estar frente a mí misma y deletrear todas las sílabas que saben disponerme: las grietas de los huesos, los silencios, las risas, el encanto de ser sobre esta tierra parte de todo aquello que se pronuncia en vivo. En noches como este recuerdo ser un pájaro, un dragón, una larga tormenta, un ojo de horizonte, una mano, una flauta, los ojos de quien ama y ser también los ojos de un ciego enamorado que sabe ver las formas del color sobre el negro donde a ratos su párpado se desviste a una legítima hermosura y el sabor del aroma puede hablarle de pieles y marismas. Una noche como esta soy Merlín y Morgana, soy la afilada hoja de Excalibur y el canto de La Thora, soy la voz que se eleva desde los almuecines y llama simplemente con voz propia la luz del día que llega, porque llega para que Dios comprenda que sigue transformándose. Una noche como esta transfigura mi oído y la boca de Krishna me nombra caracol predilecto con el cual, él, convoca galaxias y universos desatando de un golpe la canción de mi espíritu y apasionando al viento que la riega como una luz que sabe despertar el planeta. Una noche como esta no consigo rescatar de las sombras, como en otros momentos: el color de tu pelo, tus sonidos, tus posibles insomnios, porque soy un reloj carente de manillas para marcarte a un tiempo de memorias sobre la comisura o entre labios ajenos, sobre la taza donde bebo lo cubano de un café y eres la pesadilla más bonita que tengo cuando el sueño de ti me embarga las pestañas aunque no pueda suponerte recorriendo las calles de Manhattan estas calles que me deleitan y que yo amo porque nunca resultan ser símil de otras calles; una noche como esta es posible contener todo número en mi dedo meñique y cambiar lo barroco que establece el ángulo del Cero en la pirámide roja de Seneferu o Menkaura.


119 Hay días en que me digo: debieras fumar menos o días en que me reto a caminar dos horas o pasarme 12 horas en un cine cualquiera y repetirme la película más de cincuenta veces; hay días en que sólo estoy para tenerte para sentir tu piel y los temblores que te mojan abasteciendo el hambre de mi lengua, mis dedos mientras mi nombre constantemente se renueva en tu garganta cada vez que te vienes orgásmica, sin límites, pues soy lo que te sabe convocar la pasión a viva gana entre las piernas. Hay días donde vivo solamente de noche me levanto muy tarde y me acuesto temprano en pura escribanía, hasta que mi razón se vacía de palabras o imágenes y todo mi esqueleto se viste de sonidos y de puentes de imprevistos espacios para que el sueño venga lo mismo que un relámpago. Yo suelo despertarme cuando el cerebro canta un bolero o una ópera de Puccini, carezco de relojes, tampoco tengo alarmas que me indiquen que debo despertarme como otra gente lo hace para llegar a tiempo a un trabajo, a un restaurante, a comprar alimentos en un supermercado, qué sé yo, a hacer las cosas que todo el mundo hace porque tienen que repetirse hasta el cansancio viviendo en una rapidez tan asesina que el ojo es incapaz de enamorarse de las formas que les salen al paso como salen los besos a buscarnos los labios inesperadamente cambiándonos el mundo que nos rodea hasta que el mundo igual que un tiovivo nos convida a la alegría a dejarnos llevar entre risas por lo desconocido que en nosotros habita y nos cambia las sílabas que componen un párrafo entre el pecho y la espalda. Un día como hoy que ya es de noche despiértame en la cama a viva lengua que mi ingle responda a tu deseo, de un modo irreflexivo con la misma soltura que sabes devorarme sin pedirme disculpas o permiso para hacer lo que quieres hacer siempre conmigo, dime que tienes hambre sin palabras y sin palabras invítame de nuevo a responderte.


120 Mi casa tiene un orden impecable, huele a cedro y tabaco: los dinteles, los marcos de ventanas, las plantas, los floreros, la luz de la mañana, y el rumor de la noche establecen los Nortes a los Sures que la habitan a esas maravillas de campanarios y veletas para conversaciones con el aire. Mi casa es esa pura transparencia que sostiene a los amigos, a los amores sostiene este planeta abiertamente y lo impulsa a sus transformaciones. Las particularidades que en ella se fabrican, son zonas de lo quántico, aspectos donde mares y misterios conjugan la temible belleza de los tigres, de una recién parida orquídea o un geranio, la codiciada flor de los azafranes o el hambriento mensaje en la flor de un higüero; en ella también se alojan el pájaro Siete Colores, las águilas, los pelícanos, que son mejores que una brújula conversando ese viaje que tiene el horizonte con el ojo y la parte perceptiva del cuerpo cuando la gana es ópera encantándote el vientre a líquidas certezas de tocar lo inaudito porque te sabes viva. El copal, es ese otro lenguaje de mi casa cuando escribo un poema, activando al cerebro su línea más profunda e inequívoca, aquella donde todos saben reconocerme y nombrarme porque soy la raíz de toda escribanía y la que aún hoy falta descubrirle al sonido donde cada presencia se designa y converge de forma interminable. Mi casa es ese espacio que carece de límites es la espiral que surca y rediseña a creaciones y espejos: los ojos de Tonantzin y sus constelaciones cuando el solsticio del invierno llega y el sol nace de nuevo a través de su boca como la flor náhuatl de cuatro pétalos; dorada proporción donde se agrupan los átomos a exquisitez de extraordinaria hechura marcando el centro donde la luna sella el ciclo de lo femenino fecundando el planeta y los mundos dentro de las galaxias y el vientre de lo cósmico. Mi casa, es para Tzinitzcan, su bosque de neblina, su palacio de pino, su encina predilecta; también es el maguey de donde brota el pulque para que los ancestros nos revelen el sitio de todas las memorias donde fuimos naciendo.


121 Regreso por el amor y en el amor regreso, regreso por azules y naranjas, regreso como un líquido elemento, golpeando fuerte las puertas del corazón y la cabeza. Regreso porque es imposible vivir sin regresar, regreso, por ser lo que ya soy: este pozo de agua enamorada que no sabe secarse y desconoce la palabra olvido. Regreso, Habanera imposible, rompiendo la garganta de la Alhambra cuando la lluvia a paso lento camina albardillas en calles que huelen a romero. Regreso por los fieros volcanes de los besos regreso por las anchas ventanas de la risa, y regreso a buscarme sobre el cuerpo de la consciencia más desconocida. Regreso como un mar donde aparecen los ojos de Federico y otros ojos como los de Jalal ad-Din, ib’n Arabi, Hatshepsut, Neferusobek, los ojos del Señor poeta Xiconténcatl, los de Miguel, de Juana, de Salinas; regreso con manos que han tocado una centuria de amapolas porque tres mil centurias fabricaban mi voz desde otras frentes asignadas a mí de siglo en siglo. Regreso, sí, regreso, porque la línea del amor jamás se desperdicia o se termina de escribir sobre el pecho; regreso, de la misma manera que un águila escribe su regreso al ojo del horizonte y sin medidas.

12-31-10


PARTE NÚMERO DOS: LAS INFINITAS NOTAS

HAY ESPACIOS QUE SÓLO PUEDEN SER VIVIDOS EN ESE LABERINTO DONDE TÍMPANO Y LABIO COINCIDEN POR DERECHO. ALINA GALLIANO @ DICIEMBRE 25-10 - ENERO 1-11


122 Si lirios o panteras copiaran tu envoltura ellos tendrían el gusto por las mareas y los golpes de viento; ellos, los lirios y las panteras sabrían las razones de esas tan sinrazones que van estrenando a ritmos de profunda hermosura: tu cabeza, tus labios, tu cintura, la fuerza inenarrable que tiene tu entrepierna cuando de mí te acuerdas o extrañas mi calor sobre tu piel, enajenándote los huesos; sabrían las panteras y los lirios el innato valor que tiene un beso cuando se da con boca enamorada y la divinidad es capaz de sorprenderse activando lo tántrico del orgasmo cuando sube y de pronto estalla en el cerebro como estallan los jazmines o los nardos abriéndose al filo de las noches, cuando las noches llegan diseminando astros, energías, voluntades para poder querer sin compromisos y de un modo tajante a ras del pecho. Si estas vivas criaturas, aromáticas y salvajes, pudieran un instante unirse a tus perfiles el planeta cambiaría de formas y pensamientos lo líquido sería una criatura sólida y lo sólido tendría preferencias por ser esos sonidos que todavía viven en la frente de Mahler, de Tchaikovsky, de Tan Dun o Chen Yi para que equinoccios y solsticios giren eternamente sobre cielos y atmósferas. ENERO 1-11


123 Hay Nortes en los Sures que habitan brújulas a tu entrepierna, tan memorables, como una partitura de Ravel, tan memorables, como esas premoniciones que tienen las mareas cuando las mantarrayas y las ballenas asesinas conversan con las últimas estrellas sobre el Pacífico, tal vez con las memorias de los acantilados o el puerto de Sariyer, porque las gentes y lugares carecen de distancias cuando se alojan en las geografías del corazón y la cabeza; también he contemplado moverse en tus espaldas esa fina canción que tiene un pura sangre cuando cabalga las llanuras y acaricia con sus belfos el verdor de los pastos o mastica alguna flor silvestre de modo sorpresivo. Hoy sé que los azules adquieren proporciones inéditas debajo de tus senos porque detrás de tus costillas yo he visitado las fases de la luna y entre tus caderas las tempestades me hacen sentir la fuerza de los relámpagos, el precursor destino de las nubes rasgando las atmósferas a pasión de aguaceros, haciendo que el fantasma de Tesla enamore de nuevo su cerebro a teorías y eléctricos encantos; por eso cuando mi aliento reconquista las vueltas de tu oreja comprendo los temblores que tienen los olivos, el sabor que contienen las peras, la mermelada de pétalos de rosa, la magia de un aljibe cuando la sed se siente en la garganta y el agua nos permite paladear la realidad de un beso a la francesa: boca en abierto desnudo al puro sentimiento de querencias. En ti existen mañanas para ser descubiertas detrás de las cortinas, en un parque, en el Subway, en paseos bajo la lluvia para estrenar sombrillas, en una marquesina de teatro donde las obras de alguna dramaturga escocesa nos sorprenda el pensamiento que puede residir de modo inesperado entre los dedos la mano ,cuando menos lo esperas, y la vida se transforma en un preciso rasgo de la belleza contenida en tus ojos o tus respiraciones. ENERO- 1- 11


124 Un cuadro, como una mujer, puede esperarte toda una vida, cambiándole colores y texturas a los espacios de la piel sin que puedas desconocerlo o evitarlo; una mujer, como un cuadro, puede romper el esquema del ojo, ahogarte de tristeza o descubrirte las zonas más torrenciales donde la belleza es humedad cruzando las mejillas para encallar sobre la boca como si fuera un beso o un eco de palabras conversado su idioma de silencios entre calles y obeliscos que escapan por las manos cuando el aroma después del sexo te convida otra vez a forjar un noveno arrebato entre las sábanas: ardiente simetría de los depredadores cuando el hambre es incapaz de tocar fondo y el abismo o la cima son ese itinerario de lo análogo que sin asomo de piedad o culpa redefine tu nombre como cuando el pulso del invierno determina sus propias primaveras, sus otoños la imperativa fuerza que tienen los veranos entre un sol o un ras de mar y las arenas. Un cuadro, como una mujer, es siempre sorpresivo al tacto, a las distancias, a los filos más nítidos donde la intimidad pudiese devorarte con su propia hermosura, respirándote en firme hasta volverte oxígeno: en el pulmón de un cedro, de un jaguar, de una serpiente cascabel, de un campanario gótico. Una mujer y un cuadro son un arte tan vivo que siempre quedan gestos para poder llamarlos con el golpe más firme que define la aorta o en ese ardiente relámpago que fabrica una lengua recreando en su avidez lo innato del deseo. 1-2-11


125 Un día como hoy, me sorprendió tu muerte mientras yo dormía hasta que el repentino dolor de la mareas me pronunció tu nombre en el centro del pecho y una orquídea dejó de ser sobre mi mano. Yo te lloré de modo tan rotundo y tan fiero que me quedé sin lágrimas para llorar mis muertos, los que vendrían luego a dividirme el ojo donde el amor puede ser contenido cuando uno es un interminable éxodo y no existen regresos o puertas para abrirlos. Nunca más he podido decir tu nombre al aire ni siquiera es posible escribirlo al poema de esta memoria en siempre, donde aún vives conmigo. Hay instantes que puedo soñarte y levantarme esperando que me beses o me digas que me amas y vuelve a repetirse este agudo dolor que carece de olvidos y no existen las cajas, los armarios, ni siquiera los tiempos, en estos universos que puedan contener este padecimiento de no tenerte cerca. Ahora sólo es posible quererte en otros cuerpos, besarte en otros labios, acariciar tu espalda desde ajenas espaldas, guardarte en mis silencios para que nadie sepa que te sigo sintiendo orgásmica y espléndida, como la vez primera, y eres ese fantasma irreversible que de vez en vez me mira como un perfil, en el revés del rostro de todas mis amantes. Hoy no puedo reunirme con otra piel que no sea la tuya ni podría decirle a nadie algún te quiero, hoy sólo, tú y yo, y tu muerte, pueden sentarse junto mí y sostenerme el corazón, lo que de él me queda.

1-3- 11 DFF


126 Soy el Sura que todavía no ha sido escrito en las páginas del Corán, los versos que le faltan a La Biblia, La Cábala, La Thora; yo soy ese lenguaje que continuamente cambia las estructuras, soy ese pensamiento que buscaba la frente de Confucio para soñar su sueño de revivir Huaxia y la Dinastía Zhou, soy la última de las sonrisas de Albert Einstein antes de hacerse luz y establecer sus otras travesuras, descolocando arcángeles y jugando con Dios a los fotones como si fueran trompos o acaso bicicletas entre las equivalencias de masa y energía. Soy el enlace de lo imprevisible que unió el ojo de Galileo a las montañas lunares, a las manchas solares, a las nuevas estrellas, a los satélites de Júpiter, a las fases de Venus; pero también, mi vida, soy tu dolor de cabeza y tu aspirina, tu ataque al corazón, la nitroglicerina debajo de tu lengua para abrirte la vena y oxigenarte el alma, soy esa deliciosa pesadilla que tú quieres soñar constantemente en la necesidad que de mí tienen: tus costillas, tus huesos, tus pezones la humedad que se activa en tu entrepierna, soy eso que no puedes explicarle a tus razones y lo que tu sinrazón comprende de repente; soy también la pasión que sientes por Beethoven, por Arthur Rubinstein, por las Mazurcas de Chopin, por las mazorcas de maíz azadas, por el queso de cabra fresco con mermelada de higos cuando masticas la pereza a las dos de la tarde de un Domingo, en un hotel de Hamburgo, al sentir el vacío de mi ausencia. 1-4 11

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127 1-5-11 Yo rescato palabras que apenas son usadas en los tiempos que corren, por ejemplo: Apuchincharse: cuyo significado implica que estás saciado de comer, Bayadera: o mujer de la india que es cantora y bailarina, Cabuya: que significa cuerda para hacer girar los trompos Chitón: para hablar de un molusco diminuto o pedir que alguien guarde repentino silencio, puedo describir el higo colorado con la palabra: Doñigal Epiciclo: si quiero hablar del movimiento que tienen los planetas, Flojel: cuando se trata de un pelillo de paño, Garmejón: que es el trípode sobre el cual se espada el lino, Heliograma: cuando quiero puntualizar telégrafos, Idus: por describir el quince de cualquier mes del año, Jaquero: que es un peine pequeñito y antiguo, Kéfir: que es una forma de leche fermentada, Lampuga: para nombrar a un pez, casi desconocido, Manubrio: que puede referirse a un mango o la manija de algunas herramientas, Navaja: cuando quiero nombrar a los cuchillo cuyo filo se esconde entre las cachas, Oraje: para nombrar estaciones de viento o de lluvias que resultan difíciles, Peralte: la medida que en una bóveda o una armadura excede del semicírculo, Queda: para hablar de esa hora por decreto donde la gente se recoge, Repisar: lo que describe, el volver a pisar un mismo sitio, apisonar la tierra o guardar una memoria para siempre, Salsifí: para hablar de una planta de raíz comestible, Talaya: que describe la juventud de un roble, Ultramar: para hablar de un nación que esta de la otra orilla del mar o hablar de los azules que integran ciertas formas, Vicaria: que define a una flor o una monja, Whisky o Whiskey: otra manera de fermentar la avena y la cebada, y también es la palabra que describe ciertas voces de mujeres que conocen mi cama, Xilografía: que es el arte de grabar la madera, Yaya: otra manera de decir, abuela, Zarcillo: o pendientes: lo que ilumina a magia el perfil de una oreja. Todos estos sonidos y vocablos los rescato del espacio donde viven dormidos sin que nadie los use o los suelte como una partitura dentro de algún poema; la única palabra que jamás deja el labio, es tu nombre, porque sé que no puedo retenerlo en las escribanías que me asaltan el ojo diariamente; tu nombre es un sonido, tan justo a la medida de mi tráquea que sólo me es posible, guardarlo, voz adentro.


128 Hundo los dedos en mis cabellos y suelto el pensamiento; poco a poco me asaltan las imágenes: el rostro de mi madre, los movimientos en las ramas de los árboles que viven en Fort Tyron, el aroma del río Hudson en medio de este invierno, el color de la música de Bach y su Fantasía en G mayor, acariciándome el sentido común con el rigor del amante que conoce mis puntos débiles momentos antes que el orgasmo consuma por entero los últimos controles que saben habitarme la espina dorsal hasta que me derramo como un golpe de mar sobre las sábanas; mis dedos me desvisten el cráneo con propuestas de letras que no digo al sentimiento, formas que me retienen las arterias con una exquisitez de inmediata locura, exquisitez que habla con mayúsculas las insostenibles esdrújulas del alma; entonces la perspectiva me rompe el cerco de lo cotidiano con la rara intensidad de una preciosa cúpula cuyo mármol alimenta todo el azul del cielo y la blancura de los cirros, enardeciendo el aire a una condición avasallante, triturándome el párpado sobre la piedra de la perfección y su belleza; mis dedos siempre saben vivir sobre los cuerpos, respirarlos, saben escribir en sus páginas el curso de los estremecimientos saben el misterio de las hambres, comprenden a precisión los giros que acontecen incitando a delicias el pulso de los cráteres, la feroz maravilla de tactos y favores que someten el hueso a su viaje más íntimo, inexorable itinerario hacia una cruz del sur que busca de modo irremediable la garganta y sin términos, la arrebata o avariciosamente, la despierta. 1-6-11


129 Siento el calor de un cuerpo junto al mío, despacio abro los ojos, otra voz, otro rostro, me saludan y caigo en cuenta de que no es tu forma la que con pereza se pierde entre mis sábanas o mi entrepierna y el dolor, en justicia, me reclama la parte más díscola que tengo en el cerebro a realidad de brecha incuestionable y sin marcharme de la fisicalidad de este momento camino en las memorias de tus brazos, me encuentro con tu lengua nuevamente: piano forte de una partitura inexplicable para este arte de besarte en los besos de otra boca sin que medien palabras explicando esas parte de mí que tienen todas tus percusiones y compases. Renuncio a no probar la gana que me quiebra y me consume, porque el gesto resulta innecesario; yo existo en un vivir de elocuentes mareas subterráneas de fantásticos barcos y tiburones, de largos corredores, tajantes espacios que rompen las acústicas de sirenas que habitan mi occipital a fuerza de respirar estas pasiones. No hay dimisiones que nublen mis espejos; una Sota de Bastos, otra de Espadas, se sientan a mi mesa y el duende de las cartas habla sus esotéricas visiones de párpados acariciando labios y caderas pero el deseo de este amor es ciego e insalvable y retoza en mi frente, hasta que eres, brocado en esta historia que me pronuncia el cuerpo abiertamente. Este enero resulta, indiscutiblemente letal, dentro del cráneo.

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130 Los vitrales se miran con Amelia recreando otros juegos con la luz y las sombras con los perfiles de algunos tomeguines que escapan de las uñas de los pies y las manos; los vitrales que te visten, llegan abiertamente: conspiran con mi ojo, me seducen lo izquierdo donde resido sitiada por tus deleites, conversan del deseo que persiste en mis gavetas por tu ropa dejándome saber que siempre eres, el insuperable y último tren en las plataformas del corazón, de las ingles. Los vitrales conjugan un País inexistente del que apenas recuerdo los sonidos, el azul, los portales, los galanes de noche, las vicarias, los crotos, la risa de mi padre o de mi abuela Nena, los besos que me diera una mujer hermosa persiguiendo la línea de mi cuello y humedeciéndome la vagina hasta trasformarme en oleaje de mar sobre su cuerpo. Los vitrales, a ratos, emergen desde el impar espejo que posee mi casa descuartizando toda propuesta de cordura que alberga mi cerebro: entonces soy en movimiento al pecho la letra musical de alguna contradanza, un danzón, una rumba, uno de esos boleros que te llegan al alma, una noche sin reglas que me permita saborear con propiedad la entrega de una boca, que quiere, porque quiere, el extremo cuidado que tiene un majá cruzando carreteras, la manera que tienen los caimanes de ir despacio a su presa o el instantáneo arte entre viento y palmera. Hoy la luna de Enero se viste de lujuria en medio de la vida. 1-8-11


131 Que mirada tan larga y tan consciente me han dejado tus ojos esta noche, que manera de hurgar entre mis vértebras cruzando los imposibles espacios que me nombran y me disuelven, que manera de repetirme las sílabas del pecho y la garganta con sólo el movimiento de tus manos subiendo por mis piernas deletreando entre tus uñas el fragor del deseo que me asalta, y dejo que me quieras sin reparos que me retengas hueco a hueco sin clemencia sin que ninguna palabra entre nosotras se permita porque para la voracidad que nos reclama hasta la respiración se hace difícil. Hoy no quiero acordarme de otra boca que no sea la tuya ni quiero otra saliva marcándome desde la punta de los pies al cráneo; hoy quiero ser la cúpula de Notre-Dame bajo tu lluvia, proa en las humedades de tu barco, el peine que más quieres, la canción que se pierde en tu laringe, el calor de tu nuca cuando duermes, el flequillo que roza lo izquierdo de tu frente y tu gesto de apartarlo sin prisa hacia la oreja; hoy me antojo de ser, sólo contigo, ese increíble invento que le destroce al fantasma de Leonardo todo un mundo de bocetos para volverme entre tus sábanas un Renacentismo tan completo que Italia entra, se trastorne, ante tanta belleza y los mares que la circundan se emocionen ambicionando ser junto a nosotras: peces, caracoles, serpientes oceánicas, vientos alisios, curva en el ritornello al final de tu espalda despertando de nuevo la oreja de Telemann o Handel, despertándole acordes a Giovanni Gabrieli para que de improviso regrese de los espacios donde se había disuelto por vivirse de nuevo en esta veintiuna centuria y trazar esos otros madrigales que no consiguió de cuerpo al pentagrama.

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132 Hay países que sólo pueden ser recorridos entre los apetitos de una mujer hermosa: una mujer, es siempre un País, su memoria, los antiguos lugares que tienen ese encanto de calles por ser vistas, restaurantes para ser degustados, museos que contienen curiosidades o miniaturas de lo impensado, teatros que estremecen la imaginación, un palacio de ópera con cartas de Puccini para estrenar amores, un ballet, una bahía, un puente, una guitarra, el aroma de las uvas, estaciones de trenes que resultan románticas; una mujer es siempre, la pasión subversiva, que se mueve, definiendo las geografías insospechadamente, es ,ese raro espacio, de un anón o un felino, una mujer es siempre el indiscreto minuto donde vientos y alcázares saben impresionarse a peculiaridades si la dureza de sus deseos llama desde un corpiño a una ardiente oración entre el verbo y la boca, ella es un discrepante espejo definiendo la otra voz de tus caderas cuando la vida avanza y aprendes a contar los números que habitan en sus huesos, sus pestañas. Un país se define en la curva que tienen sus rodillas, en ese inverosímil perfume que fabrica su sexo cuando está lista para darse y gozarte a un nivel de presencias que no es sustituible. Una Mujer – País, es caminar lo múltiple, es sentir ese punto donde águila y abismo hablan a intensidad un mismo idioma. 1-10-11


133 Hay gestos que resultan inusuales, gestos que cambian todo un cuarto gestos que pueden romper la luz en una lámpara, desarticular la respiración de los pulmones, gestos que sin palabras pueden rasgarte el corazón y deshacerte de un golpe la garganta; hay gestos tan tercos que levantan paredes infranqueables, gestos que en su seca dureza pueden, sin duda alguna, espejear duna a duna los desiertos que habitan el planeta; son gestos donde la muerte se repite como una nota discordante, gestos donde no caben el vuelo de los pájaros, la alegría de una rana chapoteando en lagunas, azules y tranquilas, gestos donde un bala sabe hablar sobre el pecho o la sien de una amapola, de un lobo, de una abeja, de un ciempiés o una oruga con la misma arrogancia de saber que es posible aniquilar la vida que circunda el espacio de un segundo cualquiera; son gestos tan agudos que el tímpano de Dios se queda sordo y hasta el infierno mismo puede temblar de angustia porque hasta las tinieblas saben la implicación que tiene desperdiciar la línea que nace al centro de la belleza si no existen los ojos que puedan rescatarla; así puede perderse para siempre lo humano de un abismo, la ternura, la fuerza de una boca, los besos, un ojo de huracán, una pieza de Mahler, la alegría de los barcos cuando salen del puerto, el sonido del quinto que tiene una guitarra, la absoluta pasión para decir te quiero. 1-11-11


134 Si de pronto el silencio que me habita, se marcha, como una vez marcharan los ojos de mi abuela, o tal vez se escapara de la raíz de un roble la memoria infinita que tengo de otras vidas, como cuando era un pez en medio del Adriático y mi única querencia era desnudar el verde- azul, atravesar corales; es posible que antiguos mercaderes salieran de nuevo a los caminos buscando claras señas de esas identidades que ocurren entre el movimientos de los peces, mi silencio y los robles, es posible también que haya un robo masivo de tulipanes en Holanda, que algún violín en Viena olvidase que el banco en una plaza de Beirut aún le espera y también es posible que una mandarina se transforme en semáforo, sorprendiendo esa inquietud que vive en los albaricoques. Si de pronto, los deseos, que existen en mis dedos encontraran la oculta vibración en que viven tus arranques de gozo, tus desconsuelos, la tormenta que escala tus senos, tu vagina cuando nadie te mira y te abres y te tocas y te acuerdas de que eres mujer a sustantivos y te acuerdas que te gusta repetirte a ti misma radical en directo de esa naturaleza que tú y yo conocemos, como conoce el mar el cauces de los ríos y es capaz de nombrar el sito donde nacen, todos esos lugares que ellos han recorrido desde el Tíbet hasta el confín más lejano de la tierra del fuego: un diamante podría convertirse en pelicano, los cedros en el Líbano brotarían del cráneo de Salomón para hablarle de amores a la Reina del Saba, la dinastía Ming le daría a este mundo la otra mitad de todos los añiles que no fueron pintados en jarrones y sedas y se abriría de nuevo la metáfora de los poetas chinos; si mis dedos te ocurren, como ayer, ahora mismo, la Alhambra y Juana Vargas despertarían de un golpe la frente a Federico. 1-12-11


135 Eres tan exótica y rara como la caligrafía china tan antigua y espléndida como la cultura Yang Zhao, tan llena de misterio como el I-Ching y tan aguda como una acupuntura recalibrando energías sobre un cuerpo; como el Yangtsé conoces las palabras que guarda la entraña de Nankín y en ti existen ejércitos que hacen palidecer las huestes de Xi’an, las que aún guardan el espíritu del poderoso Qin Shi Huang, el primer emperador de la linaje Qin el que supo reunir a la raza amarilla en la palma de su mano; como el jardín del Mandarín Yu, tú tienes estructuras donde la serenidad se sienta entre las piedras y los peces conversan sus diálogos de aguas con las flores, el aire y los silencios, por eso la añeja cuidad de Tongli recuerda con estremecimiento la fuerza de tu vida y el Gran Canal cuenta tus historias en el jardín de la Política de los Simples, en el Museo de la Seda, en el Palacio de los Niños o en la Torre Perla de Oriente, para que el firmamento de todas estas ciudades no te sientan ausente y los emperadores continúen despertando el aliento de los Dragones y las criaturas mágicas que todavía caminan las nieblas ancestrales de Catay, el linaje de Liao. Los sonidos musicales del Guqin brotaron de tu consciencia para que poetas, militares, filósofos, sabios y emperadores entendieran a perfección lo que significa: el sonido disperso, el flotante o el corto donde los dedos reproducen las mil setenta técnicas sacando las canciones de las maderas y sus cuerdas para hacerlas girar sobre la faz del mundo. PARA MI CARMINA BENGURÍA 1-13-11.


136 Ayer conté seis blancas hebras en uno de tus rizos, seis razones de vida que te habitan el alma como las profecías, seis consonantes que platican la música producida en el tiempo que sigues caminando sobre el planeta tierra, seis misterios hablando el ritmo de tus atemporales con las criaturas marinas, los cuervos, las acacias, un bosque de encinares y las raíces de los eucaliptos; son seis invitaciones a un quererte de profundas certezas con mi existencia, a quererte las líneas que crecen en tu rostro, la ligera caída de tus senos, el insomnio que sabe tocarte las pestañas, el añil de tus ojeras después que me has amado hasta el cansancio. También debo decirte que en ciertos continentes el gesto de tus manos, el eco que se esconde en tu ombligo, el lugar más inédito que contienen tus risas, son parte de leyendas o canciones que se cuentan y cantan cuando la noche es larga y la cintura de los desiertos bailan a ritmo de darbuka una antigua canción árabe que dice: Habibi ya noor el- ain: Querida mía eres la luz de mis ojos, Kalbak nadani wkal bithibini: Tu corazón me llamó y me dijo que me querías, Allah a’alake Allah: que Dios esté contigo; a veces te fumo como una pipa de agua o me recreo bebiéndote en el medio del día, igual que un té de menta caliente y dulce que envuelve mi paladar con su errante misterio de plazas o jardines donde el amor alimenta el corazón y el cuerpo. Eres por mi querida, con un querer tan firme que tu nombre es la sílaba que me despierta el pecho y fabrico un besarte con besos tan legítimos que hasta los higos se humedecen y tiemblan encantados en el conocimiento de esos incomparables cuando mi boca baila de modo irresistible entre tus labios o tu lengua. 1-14-11


137 Entiende que soy lo indiscutible de tu vida. Córtame los cabellos, aduéñate también de los relojes, de mi caja de música, triza mi vaso de agua favorito y enciéndeme la casa con todas tus presencias que no quede un rincón de mi memoria sin esas señas de identidad que sostienen la curva de tu placer en todos mi espejos. Dame el nombre que tu garganta reconozca como el único nombre entre nosotras, porque soy el sonido capaz de atravesarle a tu cerebro: sus volcanes, sus tierras prometidas, la mirada del ángel o el demonio que conoce el lenguaje de los cuchillos, la furia de lo imperativo; aprende a convivir con los abismos que habitan mis costillas, porque yo sé vivir como una zarza ardiente para que Dios comprenda lo que implica descalzarse frente a la eternidad donde respiro la experiencia de ti sobre este mundo. Vísteme con el húmedo aliento de tu sexo, desvísteme también de todo aquello que no te reconozca plenamente, dile a las estaciones del planeta, que tú eres, esa undécima estación, que en mí fabrica lo desconocido, diles que he aprendido el precio de querer bajo tu cuerpo que mis insomnios se mueven sobre ti como lenguas de fuego, que soy dentro de ti lo inesperado. 1-15-11


138 Ciertas canciones viven en tu piel, vida mía, viven como un milagro rescatando mi tímpano para que nunca pierda la sorpresa de este amor que contigo me nace tan fácil, tan sin tiempo; si regreso a este mundo, después que me haya ido, una canción, de esas, que ruedan por tus hombros me llevaría de nuevo al lugar donde vives, me daría las señales para encontrar tu ventana y tu puerta; la calle donde vives se llenaría de voces para que tú supieras que te estaba esperando en medio de las noches y los días cuando tú andabas buscándome desesperadamente para tocar mi rostro y mirarte en mis ojos para dejarme en la boca todos los besos que me pertenecían desde el origen mismo de tu propia existencia. Una canción, mi vida, me haría recordarte apasionadamente, desatándome el pecho, para que el más profundo y largo de todos mis te quiero hiciera de las tormentas una repartidora de mis sílabas para que comprendieses que sigo enamorada, que contigo los besos, los abrazos, los orgasmos se repiten al sentimiento, como la vez primera, que soy dentro de ti, esa alegría implícita, cuando te ríes profundo o el silencio que te sigue al caminar un parque, que soy parte de tus perezas, de tu gusto por el café, de las ganas que te entran cuando deseas desayunar en la cama chupando entre tus dedos la mermelada de naranjas o higos sobre tostadas de pan negro y queso crema. Una canción mi vida, si vuelvo a este planeta, sería lo suficiente para que te encontrarás nuevamente conmigo. 1-16-11


139 Escríbeme en tu cuerpo como una larga y enamorada carta, entre tus manos escríbeme a un sin fin de emociones que sean repetidas por todos los halcones en las orillas del río Hudson y que luego las dispersen en sus viajes de bosques por todo el continente; en las partes de ti, las breves, las difíciles, escríbeme también como ese largo abrazo que se da abiertamente porque ya no estás sola y te sientes querida en medio de las trombas marinas que te asaltan cuando sientes nostalgias de cosas imprecisas; escríbeme en los tonos que penetran tu tímpano cuando escuchas la música de Liszt o de Piazzola en esas tardes cuando la lluvia es otra manera de hablar con tus internos y es casi necesario que tú te sientas mía sin más razón que ésa de sentirte en presencia del amor que te tengo. Ven a bailar conmigo sin música o con ella, ven a moverte al ritmo de todas mis caricias y deseos deja que yo te vista de pasión las caderas que tu sexo me regale humedades a un máximo de lujuria y belleza, que tu abierta hermosura me desnude la vida; hazme saber la gracia de todos los misterios que habitan tus cabellos, la vuelta de tu cuello, el sabor de tus senos, tu boca, tu estructura, sé mi lirio, mí albardín, la sombra de mi casa cuando el calor apremia, sé mí vara de nardos, sé el espacio sonoro donde canta mi vena; escríbete conmigo a radicalidades que sólo son posibles cuando Dios siente y piensa; ámame, amor, constrúyete conmigo a un para siempre que presida en mi boca los Nortes y los Sures donde tú me deseas y me sabes cambiando las mareas y los vientos que te habitan. 1-17-11


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Una serpiente cruza el centro de la retina, desquiciándome el ojo: ahora soy el Uno Caña, la medida del pulque, la boca de la cobra, la casa del jaguar, el espejo sagrado donde los universos despliegan la infinita forma de Quetzalcóatl, el camino de Tezcatlipoca, soy el dos veces reconocido, soy el sitio del lugar donde se piensa, soy el lugar del corazón, soy el códice donde el aire guarda el sonido de aquello que no puede ser pintado ni puede ser visto sobre la faz de los mundos y sus cuerpos astrales, soy el origen de lo náhuatl en cada ser viviente la flor de cuatro pétalos, el arco del Popocatépetl configurando las pautas del regreso entre el espacio de la estrella viviente y dos solsticios; soy el sueño que tuvo Frida Kahlo, la historia de su útero sobre el canvas, su amor por las antiguas palabras; soy también el colibrí izquierdo y el derramador de sangre en el gran templo de Tenochtitlán. El inventor de sí mismo me mira y se reconoce, me llama con su nombre y encuentra nuestras similitudes porque somos Tecutli-Cihuatl: el Señorío del Cerca y Junto, el canto de lo que florece y crea, lo que da origen al Señor del espejo negro, a la Serpiente emplumada, al Señor del viento y al Señor de la lluvia. Soy lo que se sienta y conversa con la Vieja Princesa Llamatecuhtli, soy el filo incomparable de la Reina de Tomoanchan, soy el vacío de lo que roba el aliento de toda nariz, soy la Señora de Mictlán la borradora de perfiles y soy la Abuela Toci y la Señora Oxomoco, soy el espíritu Náhuatl que da tutelaje a cada cabeza y habla con sus consciencias; soy la amada y la amante indiscutible de Xochiquétzal, soy la que se mueve entre sus piernas bebiendo a placer el alimento, de ella, a la que llaman Flor Preciosa. 1-18-11


141 Perfilo con mi lengua tu barbilla, recorro la medida de tu cuello, abro la boca sobre tus pezones y escribo mis razones en sus durezas; yo que conozco el verbo que habitan las mareas, el sonido infinito en el vientre de los caracoles, la secreta expansión de los cuerpos celestes y sus giros bordando la espiral donde el tiempo deja de ser y se disuelve en polvo galáctico, en fórmulas que surcan la visión de los dioses y sus causas; comprendo que contigo vivo en inexplicables proporciones: atravesando el corazón de todos los abismos el secreto solsticio donde nacen los pájaros, las leyendas que conocen y guardan en sus profundidades la recóndita presencia contenida en un partícula de arena, pues incluye la memoria de todo lo que es agua y el aliento que se mueve sobre lo líquido para crear las formas a sus universales texturas y apariencias; tengo el conocimiento de lo que te compone como un cuerpo concreto y de lo que nunca fuera de ti es posible retener en los signos donde la vida constantemente se procrea y se nombra superlativamente: sobre huesos, sobre ausencias de luz y la luz misma. Para decirte que te amo no me basta el lenguaje ni me basta la glándula pineal de mi esencia, a ti tengo que hablarte sin ningún paradigma que igualen los sonidos en mis cuerdas vocales, a ti tengo que amarte tan decisivamente que las raíces se piensen parte del movimiento que converge en el letal espacio que reside entre la mandíbula de una leona y su presa. 1-19-11


142 Allah, el misericordioso, el compasivo, el vaso de la dulzura y la sabiduría, la energía que contiene 99 maneras para ser nombrada e infinitos sonidos que aún se desconocen sobre la faz de lo creado, el Señor de lo que es par e impar, el calígrafo del cero, el hacedor de la música, el fabricador de las palabras y sus hechos, me permita construir contigo el Sura 125. Donde otros soportan las penurias y elevan sus voces reclamando consuelo: yo doy lectura a un Corán más profundo yo canto desde el almuecín más hermoso y despliego las letras vivas que te habitan el cuerpo y el espíritu para que Allah se regocije y enseñe sus rostros, para que Allah me deje ver sus femeninos y masculinos en perfecto balance sobre el semblante de todos los planetas. Cuando mi boca se abre sobre la tuya Allah se transfigura y crea nuevas huestes de arcángeles y santos, si me hundo en tus cabellos, Allah, llena la Medina de rosas y de dátiles, cuando duermo junto a ti, Allah, hace que la noche fulgure, cargándola de estrellas y de un extremo al otro sobre la extensión de los mares hace que las ballenas crucen los ecuadores despertando en su júbilo a los osos polares, a los búhos, a los zorros, a todos esos seres que tienen la esperanza dormida sobre el pecho porque todavía el amor no ha tocado a sus puertas y no saben, como yo, que el amor jamás nos abandona. Cuando mi manos te acarician sin prisa o te acarician por hambre de tenerte y dejarme tener por tus instintos Allah es verbo de fuego, escribiendo en el aire la melodía de lo imposible, el Sura enamorado, cuya respiración hace que la vida se reconozca y se mire en su verdad más honda. Que Allah haga de ti mi libertad y mi cárcel que Allah el benevolente haga de ti mi jardín y mi encinar, que yo sea para ti tu vino favorito, la almohada que más quieres, aceite de jazmín sobre tu nuca, los vestidos que te pones, el carmín sobre tu labio, que Allah el magnífico me permita mirarme en tus pupilas, que la muerte venga, por designio de Allah, a buscarme con tu rostro que la muerte, por decreto de Allah, con tus voces me llame a otro tiempo sin cuerpo y que Allah, con tu imagen, me reciba, en el último de mis días sobre la tierra. 1/20/11


143 Estos son comienzos desintegrando el equilibrio donde existen: memorias, espacios, muertes, puentes, rascacielos, ciudades alterando el esquema que irrumpe frente adentro. Hay cuchillos que articulan mi nombre sin reservas, cuchillos que conocen mis huellas digitales pues saben mis antiguos rituales con la guerra y la sangre mi perfecto concepto de exterminar sin discreción, ni pautas, de vivir en zonas tan desérticas que ni siquiera el Bautista podría hoy caminarlas; también tuve esas zonas donde la ausencia de la luz, era persistente, inequívoca; entonces una clave de sol rompió la arteria atravesando el corazón, las entrañas, inundando el lóbulo frontal como un relámpago haciendo de mi cráneo un campo de azafranes, un lugar para toda una vendimia de cósmicas entregas. Hoy por hoy, vivo en las corrientes de los abrazos, en los sonoros tiempos del amor, en el gesto sencillo de un peral, de una cesta de naranjas, en los largos presentes de las uñas que avanzan cohabitando humedades a perfectas resacas sorprendiéndole al tímpano su acústica de espejos desde un registro de notas que sólo fueron posibles en las gargantas de Farinelli o de Alessandro Moreschi, el hijo predilecto de Monte Comparti, el que hizo sollozar de belleza los frescos de la Capilla Sixtina y la basílica papal de San Juan Lateran con una sola nota de su Coloratura. Yo vivo en explosiones de nacimientos y consciencias soy todos mis pasados, mis presentes, mis futuros soy el aquí y el ahora, el momento oportuno de radicalidades la visión más completa de mi propia estructura soy el libre albedrío en cuadratura a los cosmos, a las nuevas galaxias que sin cesar se forman, soy el DNA de los nísperos, de los heliotropos, del Dong Quai, del Mudam De Cor, soy el ritmo que transformó las cuerdas vocales de Regina Mingotti, de Vitoria Tesi, del mismísimo Antonio Bernacchi una noche en Bologna, soy la fuerza de la creación expandiéndose en toda su energía, soy el sello pineal y pituitario, el salón infinito del cerebelo la resonancia del número donde el corazón expresa su verdad y su centro. 1-21-11


144 Las corrientes del Bósforo contienen memorias de navíos y viejos mercaderes: sedas, especias, espejos montados sobre marcos de plata, ecos de la Mezquita Azul, la de Eyup, la de Solimán el Magnífico, el Palacio de Topkapi, la catedral de Santa Sofía, el Gran Bazar o el puente de Gálata, el gran río también recuerda las voces de los instrumentos musicales como los platillos Zildjian creados en Estambul por Avedis el armenio, platillos que saben despertar al Mar Negro sus Alcibíades en noches sin estrellas por contentar el fantasma de la doncella de Estambul, la incomparable Kiz Kulesi cuyo perfil ha visto pasar y borrarse la huella de los siglos en la ciudad de los alcázares y los sultanes. También, yo, como el Bósforo contengo a infinitas variaciones: el movimiento de tus cabellos, tus simples ademanes cuando abres un libro, el gozo que te embarga, cuando el pabellón de tu oreja se apasiona con Cecilia Bartoli, el gusto de comerte una frambuesa mojada en licor dulce o esos días que piensas de cara a la ventana, conversando los cirros, las distancias existentes entre un pájaro y tus intuiciones, también guardo el secreto que respira entre tus manos, cuando mondas naranjas y comparas esa delicadeza que contiene la pulpa al Concierto No 3 en G Mayor de Mozart, cuando el violín, sostiene el corazón a un arpegio de fuego en medio de la frente.

1-22-11


145 Tu ceja, es una enajenación que mi lengua reclama cuando la voy acariciando de un extremo al otro, entonces soy vestigio de saliva que se torna un aleluya sobre tu ojo, un extenso derecho que tus ingles demandan a puro horizontal de vértigos y espasmos; existes en mis gestos más sencillos, cuando doblo las sábanas, cuando me bebo a sorbos un café cubano entre las bocanadas de humo de mi tabaco favorito, cuando camino el parque en su momento más solitario y el día tiene esa línea de luz imperceptible al tacto, una luz que recuerda la soñolencia de tu rostro, la turbulencia que habita en tus respiraciones, si me sientes o piensas recorriéndote a cuerpo lo profundo a tus íntimos y la vida es un darse y un tenerse sin prisas, es el minuto exacto donde Dios se transforma en un coral, en un verso de Rumí, en el mutismo que media entre el punto de una nota de Clara WiecK o la Duquesa de Sajonia-Weimar; también soy navegante redescubriendo puertos a la geografía de tu piel, a las ensenadas de tus caderas, donde puedo encallar y explorarte a consciencia y quedarme por siglos que resultan instantes cuando la maravilla de tu orgasmo me pinta la barbilla, los senos, la plural experiencia de entrepiernas y labios: espejeando las rutas de Marco Polo, del primer movimiento de la ópera Carmen en la garganta de Célestine Galli-Marié, espejeando el misterio de una ostra y sus perlas el ardiente lenguaje que existe entre las Boas y las inmensas corrientes donde el río Amazona va sorprendiendo el párpado de la cordillera de los Andes o despertando la memoria del océano Atlántico sobre las costas de Brasil, como sólo podría despertarte un amante bajo la incinerante fricción de vientre contra vientre. Enero- 23- 2011


146 La punta de mi lengua descansa brevemente en tu tobillo, subiendo lentamente por tu pierna hasta que hundo mi rostro en el calor de tu sexo, y te respiro y te tomo con mi boca diciéndote mis ganas de ti en un símbolo de ardiente escribanía donde mi saliva y tu humedad recrean a los mares auténticas bellezas, irrepetibles superficies que sólo son posibles cuando al amor se rinden expresando el vivir igual que un piano forte; si te pienso entre la gente de este modo soy instantáneo líquido y siento tu poseerme de manera inequívoca, soy un intenso espasmo sobre un sofá o una silla soy el deseo abierto de una mujer que quiere lo que quiere; entonces, tú, sin prisas te acercas, me tomas de la mano, me llevas a otro cuarto, me desvistes a medias y contra la pared me acaricias el clítoris, me penetras de un golpe mientras me dices ahora, aquí, conmigo, y yo soy la vibración que te busca sin tregua. Después vienen esas conversaciones de sobremesa, con los otros, los que desconocen que todavía estoy húmeda y que te siento adentro de un modo improcedente al lugar y al espacio donde las dos estamos compartiendo el licor y los postres, tan descaradamente, que el mantel se sonríe y la silla se calienta impertinentemente. Enero -24-2011


147 La nieve cae de un modo tan inexorable como este dolor que tengo en la mandíbula, apenas puedo pensar, pero lo siento taladrándome la espina dorsal, no me son suficientes las pastillas: 6oo gramos de Motrin cada seis horas, me dispersa el cerebro, pero no logra disipar la agudeza de este dolor tan fijo. Dos días sin poder escuchar el poema, el otro, el que habita la médula a pura desobediencia quebrándome los párpados, caminándome las articulaciones. Tengo que utilizar más ropas que otras veces porque el dolor no me permite hablar claramente con mi cuerpo no me permite comer con gusto, no me deja saborear el café ni fumarme a placer el tabaco que me fumo y deseo que sea Jueves o Domingo por palpar el alivio que vendría con el paso de los días. El dolor es capaz de cansarte sin ningún movimiento de tu parte, es capaz de cambiarte el nombre, el apellido, los discursos que tienes con los pies o las manos, con la amante de turno, a la que olvidas, porque el dolor te ocupa todos los espacios y todos los vacíos que te albergan de forma indiscutible, el dolor te sostiene de tal modo que no es posible una negación, un pequeño respiro frente a los minutos y las horas entre pastilla y pastilla, entre los demonios que habitan tu mandíbula o los vestigios de tu inexistente paciencia y la incineración de todos tus controles. Enero-26-11.


148 Mi madre vive en éxodos masivos, su cabeza constantemente la exila del momento que vive, el presente a ratos suele ser su vacío más severo donde la frágil condición que habitan sus emociones le cincela los párpados a infinitas razones con las pérdidas y como otra mujer de Grecia, conoce a perfección los telares donde a consciencia, sus múltiples, la tejen y destejen con suma maestría. Mi madre es la otra cara de sí misma que vuelta en su revés pierde o aumenta sus presencias, en ella pueden verse los estratos de indefinidos lapsos: espejos donde el perfil de su madre y de mi padre se hacen presente, allí también aparecemos mis dos hermanos y yo cuando éramos chicos y mi madre tenía otras películas rondándole el cerebro: norias, donde ella, se retraía de los posibles cambios en su vida. Mi madre es renuente a las permutas y dialoga con Dios por evitarlas, mi madre gusta de una armonía tan fija y tan segura que Stephen Hawking se quedaría perplejo frente a las ecuaciones que su espíritu fabrica y una mudanza de ventanas o puertas pueden ser para ella catastróficas. Yo respeto el sonido y las emergencias que habitan su frente, el paraje de diásporas que surge entre sus ojos, las palabras que guarda cuerpo adentro y el gesto que las deja al descubierto sin que ella pueda, a veces, remediarlo. 1-27-11


149 Es un cielo plomizo, huele a nieve, huele a tormenta y huele a hermosuras tan líquidamente frágiles como el sudor después de una gran fiebre; huele a momentos que no son posibles, huele a posibles estaciones donde el ojo retiene: fisuras, estalactitas, trapecios, alacranes espejos que se desconocen y viven de un azogue imaginario; los espacios desvisten superficies, respiran el azul como si fueran una ballena blanca, como si fueran esas pasiones que tienen las articulaciones de las mareas cuando acarician los dientes de las tintoreras y el Mar de Azov es una lengua oculta entre Rusia y Ucrania cantando canciones imposibles a la península de Crimea; los ojos de mi amor se parecen a la bahía de Kerkinit cuando la luna se eclipsa sobre el Mar Negro y el silencio se traga el istmo de Perekop como si fuera un delicioso Babka o un fino Kokosh recordando las pastelerías de los judíos cuando todavía el holocausto no era una palabra desmembrando la médula de Europa. El cielo se respira a sí mismo y se acuerda de ser atmósfera, de ser el perfil de las nieblas, de haber inhalado, por última vez, la dinastía Rurik y con ella el trono de Kiev; yo, como el cielo, respiro y retengo tu boca como una larga historia de amor cuyo linaje es escrito y cantado desde las entrañas del Ciclo de Fenian, generación por generación, para que la Gran Brigid, la que nació con una llama de fuego sobre su cabeza nos reconozca como un golpe de su corazón en Cill Dara. Enero -28-11


150 Sinfonía número 29 en A mayor de Mozart desarticulándome el cerebro y el dolor se sienta en mi mandíbula derecha devorándome la concentración, la capacidad de escribir, de pensar mientras el insomnio me rompe los párpados. Un cuervo me domina la sien izquierda y las palabras se deslíen, sólo me queda la visión y el centro de mi glándula pineal rasga los códigos de la lluvia y los vientos que me habitan. El amor es un círculo y un punto de referencia preparándome la vena comiéndome las vísceras, alimentándose de mis presencias y el azogue que es mirado por mí, en mí se mira. Quién puede decirle a Dvorak nuevamente que el interno lenguaje de los pianos esperaron por sus dedos para sentir el golpe de su Concierto en G menor, enamorando las cincuenta y dos teclas blancas de sus cuerpos, o desatando a las treinta y seis teclas negras un marítimo sonido para anegar el tímpano del planeta a singularidades y bellezas. Yo inscribo mis palabras sobre tus hombros, las cuelgo de tus cabellos, las esparzo íntimamente por tu espalda, las suelto en la comisura de tus labios y eres la otra partitura que saca de mi lengua sinfonías cuando bebo de ti sin miramientos; hay lámparas que en mí jamás se apagan, lámparas capaces de mantener los tabernáculos de cada ciudad ardiendo para siempre, porque yo vivo en el Tu Be’av sin interrupciones pues soy tu vestido blanco y soy quien te corteja bajo la luna llena: el corazón de Metatrón es testigo de este destino que tienes con mi historia, por eso sé que tu nombre y el mío están gravados desde el Tau hasta el Aleph en el Árbol de la vida. Enero -29-11


151 Puedo sentarme a conversar con los fantasmas de la Casa de los Medicis: recordar junto a ellos, traiciones, asesinatos, el poder detrás de los tronos, y también el amor aunque parezca extraño; podríamos recordar, ellos y yo, el sereno horizonte de Toscana y los ojos de la última duquesa, la hermosa Anna María Luisa de´ Medici, el extraordinario talento de un Donatello o un Fra Angélico, el fuego renacentista que transformó Florencia y cinceló el mundo con un arte explosivo, efervescente cambiando la faz de Europa y el planeta. Los Medicis y yo sabemos lo que cuesta el poder y lo que cuesta callar entre los frescos de la capilla Sixtina, hemos sabido el precio de la guerra y lo frágil de la paz, si es que esta existe; sabemos de la Casa de los Albizzi, del rostro de Giovanna degli Albizzi sorprendiendo las paredes de la capilla de Tornabuoni con la elegancia innata de una mujer extrañamente bella, cuya vida duró lo que una orquídea y que aún nos llena el párpado de puro sentimiento; me gusta aspirar el aroma de tus dedos cuando has sostenido entre ellos un mazo de salvia fresca, me gusta llevármelos a la boca y con los ojos cerrados saborearlos, caminar de tu brazo es otro de mis gustos, como lo es sentirte una respiración entrecortada cuando estoy cerca y la vida podría ser descrita como una partitura de Los Conciertos de Brandemburgo o quizás una pieza de Jean-Phillipe Rameau para clavicordios. Enero-30-11


152 Livianas estructuras recomponen el ojo con la córnea escucho la conversación de las hormigas, de los peces espadas, de los cóndores, escucho los silencios que habitan en los robles en los bosques de pinos y en el líquido hacer de ríos y mareas; hay lugares en mí que pueden ser descritos cuando tu boca me piensa y tus manos me llaman a un vivir de cadencias sobre el hueso y la sangre; existen otros sitios donde sólo es posible vivir entre tus piernas sentirte los cabellos acariciándome la espalda igual que un ritornello, ser contigo un barroco de tus propias barrocas maneras de tenerme y saborear las curvas que tienen tus caderas cuando bailas conmigo a puro horizontal entre las sábanas, entonces el quererte de esa manera única, es como rescribirle a Strauss El vals de los Cuentos de los Bosques de Viena y asombrar toda la geografía Alemana con una precisión lindante a la locura. Para hablarte de amores enloquezco las piezas que usaba Capablanca cambio el rumbo que tienen los pájaros, despierto nuevamente a Pessoa y sostengo en el centro del pecho una ópera de Verdi o la voz de Ángela Gheorghiu cantando La Habanera de Bizet para que los serafines entiendan lo que significa arder sin quemarse cuando la garganta de una mujer hermosa nos reclama y nos tiene hasta que somos el perfil de lo inusual calibrando los polos que conforman la tierra. Enero-31-11


153 La ciudad se estremece bajo una lluvia helada y las raíces de los árboles sueñan una futura primavera; en las márgenes del río Delaware el silencio se sienta cerca de los abandonados nidos de algunas golondrinas que habrán de regresar a mediados de Abril junto a los primeros petirrojos; mi río, el Hudson, habla con los hurones que se atreven a salir de sus cuevas y el más antiguo faro que tiene la isla de Manhattan mira con impasibilidad como transitan los témpanos de hielo cuando cruzan la garganta de la bahía de New York en sus viajes hacia el océano Atlántico. Es una noche donde la quietud se respira en grandes bocanadas, una noche que sabe caminarle al invierno lo blanco de sus secretas pasiones y arrebatos, una noche que tiene sabor a dos dedos de whiskey a un buen puro fumado lentamente, una noche que entiende la palabra: travesía y la deja creciendo cuerpo adentro, sosteniendo las sílabas entre el curso de las aguas, la Estatua de la Libertad y las Naciones Unidas. Mi puente, el de George Washington, parpadea entre luces sustentando el sonido de los cinco condados que conforman el estado de New York donde hoy vive esta mujer que ahora se llama Alina: Isla de Islas en la configuración de otra Isla global e irreverente, Mujer-Alina que comprende lo que significan 830 kilómetros cuadrados donde todas las lenguas son posibles; hace diez años, en la calle Chambers, la voz de Isa Kremer se despertó angustiada cuando el azul de una mañana de septiembre se tornó un gris plomizo y la séptima pieza de piano de Frank Liszt: El Funérailles estremeció a los vivos y a los muertos porque, ese día, la Isla de Manhattan, sintió calle por calle, la sombra del terror por vez primera. Febrero -1-11


154 Brahms siempre convoca lo irreverente de mi párpado izquierdo con la misma insistencia que una mujer hermosa puede hacer que mi cabeza gire regodeándome en el movimiento de sus caderas, una pieza de Mendelssohn como su Canción Sin Palabras puede atravesar océanos a mi cerebro con la primera nota y hacer que mis pezones se vistan de puras sonoridades recreando los labios que han sabido quererme cuerpo a cuerpo; Stravinsky y su Petrushka me recuerdan un tiempo de primeros amores, de jugar alegremente entre bocas o encontrar esos espacios entre dedos y cinturas para ingeniosos juegos detrás de las mamparas en un mediodía lleno de travesías y travesuras, explorando las fuentes donde el sexo es pura maravilla de olores y sabores, decretando su justo sitio de divina experiencia. Es el primer día del año nuevo chino: el año del conejo y la casa está llena de flores y de frutas de cascabeles y de galletas de almendras, de monedas de chocolate con coberturas doradas llamando la riqueza del año que comienza, en fin estoy de fiesta. Hoy tengo la certeza de estar en primavera porque el sol ha salido y el frío, que es intenso, parece inexistente frente al azul del cielo; hoy también yo recuerdo la Rusia de los Zares, el sello indiscutible que fue el reino de Prusia antes de disolverse entre el verde y el silencio de los bosques polacos. Febrero-2-11- Febrero-3-11.


155 Si mi cerebro retiene tus contornos con la belleza implícita en las notas del Claro de Luna de Debussy, el corazón como un Capricho Italiano de Tchaikovsky comprende la pasión de tu piel rodando por mi cuerpo estableciendo acotaciones tan inusitadas que aún en la distancia las paredes del conservatorio de San Petersburgo se estremecen y se enamoran nuevamente de las estepas Rusas, del río Volga, de la inusitada elocuencia que tiene el golfo de Ob en su ruta de nortes siberianos; cuando penetro los orígenes de tu atmósfera, la fuerza de tu gravedad, la radiación de tus ultravioletas, días y noches pueden ser una línea de Kármán estableciendo o desatando límites desorientando astronautas y satélites, creando los territorios donde un desplazamiento te puede conducir a otros universos o puede simplemente hacer de mis retinas infinitos binarios para conjugarle a tus épocas: lluvias, desiertos con olor a dátiles, tormentas solares, el rugir de los océanos que existen en el cosmos, la turbulencia exacta donde residen los cascabeles y las calandrias, el ojo de los buitres, el murmullo de las colmenas, la trayectoria de los tiburones, el específico juego de los espejos y la trombas marinas cuando el planeta se carga de portentos y brújulas en sentido contrario y lo ya establecido, deja de ser dentro de mí, estructura, para que tú te asombres al mirar tus aspectos, de horizontes, penínsulas, estrechos, geográficas infinitas, a una historia de vida que te vive y transforma de modo cotidiano. En el calor de tus labios el fantasma de Nijinsky recrea los movimientos Del Pájaro de Fuego, de La tarde del Fauno, del Espectro de la Rosa o el compás de sus pasos caminando las calles bajo el cielo de Viena, llenándolas de asombro, haciendo del asfalto un extraño momento de silencio y de magia. Febrero -3-11


156 Tus almohadas poseen como único contexto la misma pesadilla: me piensas y el momento de no saberme cerca le cuesta a tus relojes, igual que a tus pestañas la equivalencia de un año en un solo minuto, es un conocimiento tan duro en tu consciencia que es capaz de borrar las teclas de los pianos, y un clavicordio entero puede desintegrase sin esfuerzo ninguno en una iglesia Belga, incinerando altares en medio de la misa; también hay situaciones cuando buscas mis manos creando los casuales de un roce intempestivo, sólo para tocarme sin tener que explicarte la gana de mis ganas que cruza entre tus piernas aun sin vivir que te habla de mí a contra oído, dictándole a tu frente imágenes eróticas cosas que tú te mueres por iniciar conmigo y yo sigo tu juego como un Adagio en fuga de Bach, Toccata al pentagrama que cincela la línea de tu cuello o de tus hombros; eres tú quien me invitas a caminar las calles de un extraño lenguaje donde surge la música al colgarte de mi brazo mientras hablas de la última película que has visto, aunque no puedas recordar el guion ni siquiera me puedas hablar de los actores y conversas sin textos, porque el texto es pegarte a mi cuerpo y demorar la despedida, es no saber qué hacer con el beso que cuelga de tu boca y el deseo de entregarme la llave de tu casa por verme abrir tu puerta como si fuera la mía; entonces el cerebro se te quiebra pensando en tus adentros cómo sería mi cama, si ella, se desayuna la mañana en mi cuerpo?, me cambiarían la sílabas del nombre que ahora tengo?, sabría mi pastelero o el vendedor de periódicos que yo me reconozco, amante de sus días, los que ahora, la viven, despreocupadamente?. Febrero-4-11


157 Schubert y su Cuarteto Número 15 en G Mayor puede secuestrarme en la espalda de una de mis amantes o detrás de la curva perfecta de unas nalgas pegadas a mi vientre cuando el orgasmo comienza su descenso de la cabeza hasta los pies enloqueciendo el orden donde vive mi cuerpo hasta que la pasión me rompe los espejos y la calma y la vida es un largo momento de sabores y texturas liberando los volcanes de mi cráneo, pintándome la vida con el letal color que reside: en los azulejos de una aljama, en una hoja de albahaca o de romero, en los espacios donde la luz puede ser devorada como pastel de hojaldre rebosando guayaba por los bordes; Mozart y su Concierto Número 3 en E Llana Mayor es otro movimiento desde donde se sueltan los ecos que han quedados prendidos de la piel y los sudores, porque eres un aroma sexual ya compartido inundando la casa, estremeciendo el marco de las ventanas, acumulando de improviso un silencio de lámparas con el que puedes despertar catedrales, conversar con sus piedras, acumulando el ritmo que te crece por dentro para que piedra y boca se reconozcan parte de ese ritual donde el amor te sujeta las entrañas con maestría y te dice que eres Mujer a maravillas porque puedes y quieres intempestivamente; así es posible ser: la indiscutible energía de un huracán, el exacto momento donde los tiburones se cortejan a biología de fieras estaciones en medio de un océano, o el insólito perfume de los apareamientos rompiendo los esquemas al ojo del planeta. Febrero -5-11


158 Yo recuerdo el primer movimiento del mar sobre mis huesos, recuerdo un largo y lento escalofrío subirme por la piel y definirme, luego vino el calor, la persistencia de lo húmedo, la maravilla de la posesión, reclamando los huecos de mi cuerpo, enseñándome a puntualizaciones la impredecible magia del orgasmo; el mar me hizo mujer desde muy niña, me llamó desde siempre a la entrega sin luchas, al lujo de sentirme, abierta, viva. El mar es una líquida nota de La Appassionata de Beethoven cuando Valentina Lisitsa recrea la partitura de lo inusual sobre los pianos y un cuarto puede llenarse intempestivamente con el sabor de una mujer y los aromas que cantan en su sexo, o las maneras que tiene de desear cómo y a que profundidad quiere sentirte dentro de ella atemperando o deshaciendo el ritmo donde sus caderas hablan con las orquídeas y los alacranes, donde su clítoris es dureza en perfección pidiéndole a tu boca un acto de hambrienta clemencia que la deshaga, en repentinos llantos sobre las almohadas y los despeñaderos de tus hombros, hasta que sus calcañales espoleen tus espaldas y te escriban una carta de amor con cada espasmo; el mar es la otra manera de nombrarme a espacios y centrifugas, es el otro contexto del Concierto de Grieg en A menor marcando mi laringe a una raíz de fuegos y de fugas empalmándome el centro del corazón y la cabeza, despertando a iluminaciones mi entrepierna, fabricándome faunos, criaturas de leyenda, o sosteniéndome en el hilo de una sola e interminable nota que me bebe en absoluta tempestad de lengua redefiniendo al final de mi espinazo los sorprendentes recintos de la lujuria. Febrero-6-11.


159 Primero fue el fragor de los encajes tocándome la puerta, luego los tañedores de todas las campanas despertaron los campanarios de un extremo al otro del planeta repicando en mis oídos el lenguaje secreto del sonido: sólo porque venias en unísonos golpes transmutándome el corazón, a contratiempo de campana menor y a volteos de campana mayor transformándome las costillas, decretando a presencia tu estructura en mis tímpanos; hubo un asombro en masa sobre las superficies de antiguos gobelinos, las fuentes de los parques y hasta los parques mismos parecían criaturas regresando de un éxodo masivo para que yo supiera que tus pasos caminaban las calles de la isla de Manhattan, para que yo supiera que tu línea de amor venía ya en mi búsqueda que tenías el compromiso de quererme sin pautas de escribirte en mi cuerpo como una letanía tensando las atmósferas de mis deseos con la misma fiereza de Dvorak creando la melodía Del Nuevo Mundo en El Cuarto Movimiento de su Sinfonía Número 9; el invierno me avisa como un I Ching de las cosas que sientes o que piensas, habla de los secretos de tu piel con el aire que llega a mi ventana, desmenuza sin prisa el eco de tus risas entre mis libros y murmura de modo inteligible la fecha de un horario que tengo con tus ojos, a mí, que vivo sin relojes o calendarios; lo demás es tan sólo respirar los momentos, entretener la casa con orquídeas, claveles, con espacios que contengan la fuerza de tu vida.

Febrero-7- febrero- 8 -11


160 Dedo índice sobre mi boca y el mundo simplemente se derrumba porque existo en la presión de tu dedo solamente, allí, en ese gesto, me condensas como una nube de verano a un prodigio de líquidas molduras y el hambre me conjuga las entrañas, dominando los espacios de mi espalda como una partitura de Héctor Berlioz en la voz de Anne Sofie Von Otter; hay momentos tan irreversibles sobre la frente que borran el pasado y el futuro dejándote en un marco de presentes tan ineludibles que el corazón se conecta a todo cuanto es líquido y humano, instantes que conjugan el desierto en el espectro de una rosa; hay milésimas de segundos donde la respiración inhala la médula como si fuese oxígeno y eres el texto y el subtexto de los besos, eres la incinerante escribanía reclamando a las ingles y al cerebro la temible geografía de un cuerpo que te llama sin tregua para que tú, extiendas sobre él, un largo poema de saliva donde la lengua hable sus consonantes de caricias sus penetrantes invitaciones a ésa otra música del vientre; ahora duermes junto a mí mientras tu sudor como un perfume se mueve por el cuarto y vuelve a humedecerme sin reparos; respiro tu sudor, que sobre mí camina a paso lento y hace de mí una brasa inextinguible, tu sudor que me envuelve y me convida a vivir entre tus piernas, bajo el imperativo de tu boca, tu boca que sabe de mis debilidades y mis gustos con una precisión incuestionable, tu boca que sabe sostenerme indefinidamente el orgasmo o dejarme caer en el abismo de un placer donde tú eres la que decides, cuándo y cómo me rompo en mil pedazos. Febrero- 9 -11.


161 La historia de tu cuerpo me invita y me contempla me escribe nuevamente parte de ese brocado que se mueve entre tus dedos y tus labios; la historia de tu ojo es otra arquitectura que habla de mí igual que la membrana de los melocotones que hemos degustado hace unas horas, la ciudad es ése otro espacio donde los ecos confortan el oído porque allí eres tan sólo lo entrecortado de las respiraciones: el chasquido del vientre, el olor de la noche, un mapa en exclusivo para encontrar los parques, las calles favoritas, el sabor de las piñas o los albaricoques o el timbre de tu voz describiendo el mar Báltico y los yacimientos de ámbar que viven en su útero como un largo y enamorado gesto cristalizado en la transparencia de lo amarillo; tu cuerpo sabe cantar canciones para despertar las arterias de Florencia, canciones que hacen que los aceituneros de Grecia se estremezcan o que la isla de Míkonos recuerde los sabores de un melomakarono, porque tu piel tiene esas tesituras de naranjas, brandy, canela y hierbas olorosas que trastornan el paladar con su belleza de sabores; entre Tesalia y Macedonia existen memorias de tus cabellos, el istmo de Corintio recuerda la sensualidad de tus tobillos la curva de tus pantorrillas, la redondez de tu ombligo pero en tu boca se puede descubrir todo un imperio Bizantino restaurando el clasicismo en cada beso o mordida de tal manera que el Oráculo de Dodona puede llenar de voces nuevamente las entrañas de la isla de Corfú y el monte de Tomaros cada vez que tu lengua me degusta.

Febrero 11-11.


162 Este día que es jueves se viste de domingo en mi cerebro, un día luminosamente frío que me habla al corazón de modo simple y profundo, es un día terciario que se sienta en el código de mi mano izquierda un día que me asalta el ojo con la memoria de rostros que no puedo explicar enteramente, un día en que me encuentro con mi espectro, con mis múltiples vidas, con el horario de los que se han muerto, los que hablan conmigo sus historias sus pesadillas o el sueño más dotado de hermosura que tuvieron entre pecho y espalda hace ya tanto. Es un día donde mi abuela Nena me observa escribiendo el poema y se sonríe, un día en que mi padre es una inmensa nostalgia catalogando la ternura como un alucinante cuchillo que busca repetirse en mi costado; un día en que mi madre también pesa de modo riguroso en la garganta pues sin decir me enseña de modo silencioso sus tristezas, el desamparo de vivir sin aquellos que supieron amarla con largueza. Es un día temible y bestialmente hermoso, un día que se acuesta a lo largo de mi espina dorsal descomponiendo ritmos y fabricando enunciaciones entre Dios y los círculos de Dante, es un día perversamente bello atravesando la parte más inédita del tímpano. 3-3-11


163 Me estreno a un silencio inenarrable un silencio que vive entre el golpe del mar y los acantilados desafiando la rutas de los barcos, las brújulas, el ojo de los huracanes; un silencio que camina el éxodo de mi boca y mis pestañas un silencio que rasga el horizonte de mis costillas pronunciándose a un imprevisible ritmo en mis arterias; allí es posible contener todos los desiertos, el viento que transfigura las arenas describiendo los símbolos que se van despertando en el planeta. Mi casa es una aguda zona franca donde el pensamiento es lámpara intercambiando el verde de los árboles, la oscura lucidez de las raíces, el eco que converge entre ríos y cigüeñas la última carcajada de Albert Einstein el paraguas que usó Tagore durante el festival de Durga Pooja cuando Shakti nos deja ver la línea del esplendor y Durga pasea por tres días sus atributos estremeciendo el Ganges hasta que Lakshmi montada sobre un búho despliega su riqueza como una bendición sobre la tierra dando paso a la energía de Saraswati cuyo conocimiento transforma espacios al cerebro. Mi corazón celebra la luna nueva de los cielos de Marzo, celebra a los encantadores de serpientes, celebra a los titiriteros, a los que cantan baladas de amor, de valentía, celebra también a los acróbatas, a los que conversan con las estrellas y entienden el sonido del Santur, del Tanpura, cuando la noche alarga el sentimiento de la garganta enamorando las vastas extensiones del Gran Tahar, llenándolo de risas y de voces que recuerdan la mirada de los antiguos señores que sabían leer en la brillantez de las arenas los inalterables códigos de la existencia. 3-6-11


164

Me levanto con Rued Langaard y su Sinfonía Número 9: La Reina de la Ciudad de Dagmar, aquí estreno una parte de mi cerebro que vive de modo irreversible entre la música y el sonoro silencio de sus pautas donde se puede atravesar el corazón al cosmos y reír con los labios de Albert Einstein cuando supo mirar entre las aguas el cuerpo de su propia teoría; las horas, como la ropa, pueden ser acomodadas en mi maleta de mano la que llevo a Miami para estar por unos días con Roberto y Carmina, con mi Madre y la Madre de Bibi que ha venido de esa Isla que no me pertenece ni me deja nostalgias colgando de los hombros; me doy cuenta que una maleta es tan breve como un pedazo de pan o una limonada que en días de calor te refresca la boca, tan breve como un adiós, tan secretamente elástica como un chiclet de menta, tan misteriosa como una mujer porque uno nunca sabe a ciencia y a ciertas lo que ella guarda de sí frente a los espejos y las ventanas; una maleta es como un precipicio, letal en sus bellezas y profundidades, es como entrar en el mercado de lo inesperado y ver las cosas que crees te pertenecen como un regalo de esos que te da alguien, alguien que te reclama desconocidamente para espolearte la curiosidad de modo esdrújulo a mitad del pecho desatando todo el infantilismo del que eres capaz frente a ti misma, una maleta puede sumarte el tiempo a cifras de lo ilícito, puede proporcionarte salidas imprevistas en el cuarto de un hotel o detrás de la puerta en un baño de avión cuando un cuerpo te invita a probar una nueva forma de energía gravitacional y eres la esencia de pájaros, de volcanes, de las notas que nacían en la frente de Ernesto Lecuona, de Vivaldi, de Enrique Morente, de Juana de Ibarbourou, de Juan Clemente Zenea cuando la luz les devoraba el lóbulo frontal abiertamente. 3-14- 11


165

Definitivamente Vuelvo a leer a Cortázar y sus Papeles Inesperados prodigan los espacios de mi cerebro con frases luminosas mientras Martinu y su Piano Concierto Número 3 me desquician el paladar del oído a singularidades; así es que me doy cuenta que estoy hecha de éxodos al máximo: se me exilan las manos, las rutas de mis zapatos, los libros de mis estanterías saben también marcharse como si fueran rarezas de pájaros en un constante viaje con mi ojo y mi frente, se me exilan besos por entre labio y labio, los verbos que me habitan son un constante exilio lo mismo que mis insomnios y mis siestas a las tres de cualquier madrugada en esta ciudad que amo de un modo fulminante. Hay momentos que de mí se transforman inesperadamente junto con las paredes de mi casa y el bosque de Fort Tyron, momentos que también cambian mi patio y lo llenan de árboles inexplicables, árboles que entretejen la brisa del puerto de Manhattan como si fuesen peces; pero lo más agudo es ésa energía de lo inenarrable desbaratando en mi plexo solar viejas memorias fracturándome la cadencia del corazón con una apasionante ternura por llenarme los días a vocabularios de novedades a estructuras que pueden enseñarle a las gargantas de agua la configuración de los corales cuando los dientes de los tiburones se aparean en medio de los mares incendiando en su furia de vivir la médula de los océanos a ese preciso espacio donde nace el deseo, la quántica increíble que rige el universo cuando el amor o la gana nos rinde sin pautas y por derecho para abrirnos sencillamente a las facetas de lo inminente, porque la vida se expande implacable y segura de sí misma enajenando todas las superficies que habitan el planeta, trastocando las rutas donde la muerte es su igual y su inverso, reflejándose en los espejos de los huesos a incontables bellezas y reproduciendo los sonidos de la antigua canción de Guangling San entre los dedos de Liu Fang bajo un cielo parisino. 3-21-11


166 Ayer me levantó del sueño una voz ya lejana al sentimiento, venía por un borde quizá tierno conjugando en su esfuerzo de premura y fiereza, un deseo en sus ganas por salvarme la vida, por darme los mensajes para que la otra tierra, ésa que está formándose, transformando consciencias al planeta y a lo humano que camina su cuerpo guardase mis perfiles en la memoria akasica sembrándome al futuro de nuevos horizontes. Yo vivo en la alegría de las transformaciones en el curso perfecto que habita el universo, vivo en la transparencia serena de mi espíritu ése lugar del corazón dotado de las preciosidades que respiran las galaxias y las placas tectónicas donde el Mar configura espacios no antes vistos; me conecto al lenguaje donde los caracoles son parte del sonido de mis ojos, mi boca, entonces soy la música en el pecho de los pájaros, en el viaje de las ballenas cruzando las fronteras de lo líquido, en las manos que saben arpegiar los violines y sacarle a los pianos el ritmo de un silencio capaz de hacer que el fantasma de María Callas regrese al Lincoln Center por cantar La Traviata en esta primavera que todavía camina lenta al encuentro de Manhattan. Abril es esa zona donde la luz se arrebata a un fractal decisivo haciendo que Stravinsky le escriba a Tamara Kasarvina una partitura tan inusual que su espectro como un fénix resurja y las notas le vuelvan a acariciar el cuerpo lo mismo que un amante, para que las aceras de New York o de Londres tiemblen en el deleite que atravesó la sala de San Petersburgo cuando su pie formase el primer movimiento del L´Oiseau de feu devolviéndole a Rusia y al espíritu de Europa la dinastía de los Zares. 4-2-11


167 La voz de Virginia Tola rompe el silencio de mi casa inundando la memoria con el sabor de las naranjas dulces, repitiendo en mi oído un lenguaje de líquidas respiraciones, un lenguaje de tiburones y gardenias erotizándole al mar partituras y resacas que viven abismos de sus profundidades marcando los compases que tienen los corales y las fugas de oxígeno cuando acarician las quillas de los barcos o las alas de un marinero pájaro, pájaro que sabe codiciar horizontes y desarreglar las brújulas al menor movimiento que pudiese ocurrir entre su ojo y la sombra de la luz que lo guía en su búsqueda de puertos, de neblinas o de faros que esperan en Terra Finís las historias de pescadores-fantasmas que recuerdan a Safo y sus poemas de amor escritos en las espaldas de todas sus amantes. Hoy la vida se ha pronunciado a humedad de vagina, se ha pronunciado despacio entre mis dedos contralto de Alina con Alina, sabiéndome también, amante con propiedad de radiantes entregas para el rapto, rapto, que simplemente me toma y me define la ingle abiertamente, entonces soy El Cuarteto de piano número 1 en G de Brahms navegando mis sábanas y soy el contramarco de mis ventanas, o el ancho y largo del caracol que vino desde Vietnam a iluminarme el tímpano con un rumor de exóticas visiones. 4-3-11


168 Dos y cuatro de la madrugada mientras Haydn y la lluvia sorprenden mi cabeza de modo irrebatible de la misma manera que tienen ciertos labios de llamarme a deshora el gusto por la vida; después converge Lilbrun con su suite para orquesta perfilando lo bizantino del edredón, las sábanas, el espacio que irrumpe sobre mi sien izquierda concretándome el hambre a lujo visceral entre las piernas; pienso en el mar que rodea la Antártida y en ese punto medio donde se bifurca entre Sudáfrica y Australia, pienso también en las corrientes del océano Pacífico la extensión de sus rutas desde las costas orientales de Asia, pienso en el abismal relieve de su náutico cuerpo enajenando las occidentales orillas de América hasta tocar nuevamente la Antártida en un temible juego de espumas que conectan los espejos de hielo del océano Ártico para que Dios, como mujer que es, al fin y al cabo, se peine los cabellos haciendo que las vibraciones de un pez martillo reproduzcan un lenguaje de estrellas y leones marinos; también pienso en Bizet y su Pescador de Perlas naciendo en la garganta de Sabina Puértolas una tarde en Pamplona despertando con las sílabas más ardientes del pecho, la letal y aromática casta de los toros de Miura a otras sinfonías entre el llanto y los ruedos, porque los pitones de los toros recuerdan el encuentro de Islero y Manolete, la precisión del Miura sobre su muslo derecho y el giro decisivo para romperle el cráneo con un golpe de muerte, ruedos que todavía sienten a Jofinero perforar el pulmón de José Dámaso Rodríguez con magistral destreza, que pitón no recuerda a Granadino cincelando la pierna de Ignacio Sánchez Mejías aquel once de Agosto quebrando el corazón de la arena a la Plaza de Manzanares y dejando a la Viuda de Ayala sin color en el rostro. En Abril es posible morir y enamorarse al mismo tiempo. 4-4-11


169 La lluvia es demasiado persistente para dar un paseo con el Dr. Fernández e irnos a almorzar como quisiera; mi ventana conversa con el agua con los cascabeles que compré en México, conversa con los pájaros que esperan quietamente detrás de las cornisas resguardándose de tanta agua y la primavera sigue sin sorprendernos con la explosión de los cerezos que todavía duermen su invierno al costado de mi edificio, frente al río Hudson. Tengo ganas de caminar sin rumbo fijo mi vecindario, llegar hasta los Claustros y sentarme en sus patios que tienen una memoria de patios sevillanos, granadinos; en días como estos puedo entender el lenguaje de Turandot la voz de Brigit Nilsson en su In Questa Reggia o La Giulietta de Jessye Norman; Hoffman y sus historias de amor siempre resultan un misterio al encanto del oído, en verdad es un día para escucharle a la cabeza de Offenbach o Puccini sus estremecimientos de galaxias y novas en el centro del pecho. Una mujer resulta luminosa cuando la ves sonreír al recordar, sin palabras, un gesto de su vida tan distraídamente que los abecedarios que viven en el cuerpo de los cedros se llenan de blancos papiros, papiros más blancos que las nubes del cielo del antiguo reino de Kush, o se tornan en azules tinteros, tinteros más añiles que los mares que se abrazan con las costas de Grecia; una mujer es irrevocable en sus presencias en sus gustos por una cena deliciosa o un postre tan inusual a su paladar que su ceja izquierda se alce lentamente frente al goce de lo sorpresivo mientras su lengua conecta con la glándula pineal sin esfuerzo y su ojo discurre otra manera de morder el deleite, masticando el regodeo que la retiene sin miramientos a infinitos fractales entre dientes y saliva enajenando la mesa, los manteles, las ventanas y las aceras de la ciudad que la sabe vivir de forma explícita. 4/5/11


170 Anoche la memoria implacable del accidente tomó como un volcán el lóbulo parietal sentándome en el trono del dolor sin pautas y como una bola de fuego tensó los tendones de la pantorrilla con un padecimiento tan fiero que mi propio grito me sacó del sueño y mi mano, aún en mi desorientación, sujetaba los ligamentos de la pierna mientras un sudor frío me recorría sin piedad la piel de extremo a extremo; imposible levantarme, imposible organizar la fuerza en mi cabeza, la voluntad que me ayuda a moverme entre las exigencias que viven en mis huesos y mis músculos de manera perenne a contra juicio, cuando me fui a observar en el único espejo de la casa este me devolvió el rictus de un fantasma con similaridades que mi ojo apenas reconocía; cuando el dolor nos marca abruptamente la sangre se marcha del rostro igual que una resaca vaciándonos la frente. Durante todo el día y parte de la noche acaricio mis formas lentamente con mis dedos les digo que lo peor ha pasado que podemos andar el largo de la casa sin derrumbarnos sin tener que ir a un médico todavía. Respiro y no me ayuda el golpe del oxígeno tampoco me ayuda leer ni ver películas o contar los ladrillos, las ráfagas del viento ni siquiera los pájaros con sus algarabías consiguen repatriar la tremenda presencia de un enero 14 rompiéndome los huesos, la clavícula, llamándome a un lugar tan descarnado, tan absolutamente indigerible que el corazón a ratos se convierte en fragmentos que yo no reconozco; allí no tengo retrocesos ni tampoco es posible invalidar ese horario desintegrándome las brújulas y algunos para siempre que mis dedos pensaban eran en mí invencibles: como eso de cocinar, de cargar bolsas, de llevar cuatro libros bajo el brazo, de levantar a mi amante y darle vueltas sosteniendo el peso de su risa sobre mis hombros desordenadamente o llevarla sobre mi espalada hasta la cama para poder reinventar La Danza Árabe de Edward Grieg a otros movimientos de luces y de hambres. Hoy el dolor me tiene y me sostiene de modo inexorable. 4-7-11


171 Quiero que tu ojo derecho me regale el mármol de Carrara que lleva dentro, la cúpula de iglesia que lo llenó de asombro, el otoño que aún guarda después de tantos años, el libro que pasea tan distraídamente en tu memoria que la corteza del cristalino es capaz de reproducirlo mientras duermes; tu ojo izquierdo debería regalarme lo que aún le falta por fabricar a la experiencia de tu vida, de lo izquierdo de tu ojo deseo todas las vías aferentes y eferentes los secretos que contienes en tu área de Broca y también las simbologías de tu Afasia de Wernicke, los rasgos de la luz que le programa las foto-receptoras a los reinos de tu nervio óptico, donde coleccionas, el holograma de los catalejos, las tempestades nocturnas, el frasco de tu perfume favorito, salvavidas con sabor a fresa, mandolinas, espejos, un kiosco, el rostro de Kwan Yin, aretes y collares que rara vez te pones, los movimientos del pájaro Diamante Mandarín, el borde de un edificio gótico, la tenue oscuridad dentro del cine compartiendo película con el fantasma de Daniel Mann y Ana Magnani por recrear el sueño de su Rosa Tatuada o un espacio imprevisto en La Casa de té de la Luna de Agosto, porque todos los años de una pupila guardan dentro de sí lo vivido de futuros impensados y fabulosos, futuros que navegan al fortuito encuentro de tus huellas digitales proponiendo a tus manos el roce de las superficies y las elocuencias que dentro de ellas viven esperando el acorde de tu presencia para soltarse en ritmos de espirales que sepan arrebatarte el tímpano y escriban dentro de ti los anónimos pentagramas para el beso y los silencios que demarcan la erótica moldura de tu boca. 4-8-11


172 Soltaré ciento ocho plomas para que nunca nos separemos, de este modo el oído de Buda escuchará mi plegaria contra el azul del cielo para que tu corazón esté a mi lado y siempre me deje saber el lugar favorable donde tus perfiles, como si fuesen infinitos mensajes, inunden el interior de mis pestañas a temblores que contengan las cartografías de tu cuerpo los profundos abrazos que tu piel fabrica sobre la tierra y sus aguas; hay canciones que guardan algunos instrumentos de cuerdas imitando el sonido de tus pulmones cuando el aire golpea tu laringe, deliciosas canciones despertando los fuegos de mis ternuras en ése poderío de lo tántrico que habita mi deseo contigo, desatando la antigua serpiente conocedora de las revoluciones en mis caderas o del pulso donde mi útero te busca y te retiene. Mis días son plurales e igual que tus cabellos descansan, bailan, vibran detrás de tus oídos, en tu frente, en tu nuca, conversan con tus hombros, se besan con tu espalda te pronuncian a verbo de modo sustantivo para que todo el universo comprenda que eres mi Bien-Amada, la que puede otorgarme esas características de hambres contenidas en el cerebro de los tiburones, de hambres que manifiestan al pecho de una pantera el canto incluido en toda sangre, hambres que inventan la intensidad del verde a proporciones únicas, hambres que hacen que el copal quiera arder constantemente despertando mi olfato y la consciencia para pensarte y fabricar lo de ti aún increado. Mis noches establecen el puente donde los muertos hablan y establecen también la zona donde tú ,quieres, puedes y sabes desearme, la zona, donde me dices siempre, que tú también me amas. 4-9-11


173 Tengo ganas de decirte que te amo, de mirarte los ojos, de mimarte la boca y las pestañas, de compartir un helado de níspero, en fin, tengo ganas de estar, de andar contigo, ganas de oler tu ropa, de ocultar mi rostro en tu cuello y contar las gotas de agua en esta tarde tan líquida que pudiese moverse entre tus cabellos y las calles de Manhattan vistiendo tus perfiles de imprevistos espacios para quererte contra todas las distancias donde viven tus reflejos y mareas; ahora es tu voz la que recorre los rincones del corazón, la que despierta tus singulares tonalidades entre mis pezones, tu voz la que resuena entre mis piernas y me llama al lugar donde soy tu sentimiento, el aroma que marca tu piel, tus pensamientos; Bizet y Las Habaneras se parecen un poco a tus silencios tan llenos de movimientos y de profundas pautas como la luz que llega en medio de la noche y atraviesa los pórticos del plexo solar como un Adagio de Samuel Barber enamorando las costillas, recalibrando el Minuette que habita mi falange izquierda ése que espera la caricia de tu lengua, para que la succión de tu boca lo lance en un vuelo delirante fuera de las teclas de los pianos o de las cuerdas de los violines en medio de la vida, sobresaltando la ingravidez de la lluvia, que cae sin tregua, sobre las arterias de esta ciudad alucinante donde el amor simplemente me respira, tallándome, fractal, en ritornello con tu espalda como si yo fuese un madrigal de Giovanni Gabrieli despertando la basílica de San Marco di Venezia, inesperadamente. 4-12-11


174 Como una canción de amor escrita por Tagore despiertas el halcón que vive en mi corazón lanzándolo a las atmósferas que te respiran, como yo, sin descanso; lo lanzas por los despeñaderos, por las altas montañas, lo liberas de su carga de cosas inservibles, le enseñas a mi corazón como ser una lengua de río, la quietud de una piedra que conoce el movimiento de los siglos y en eterna serenidad los guarda dentro de sí como un regalo, lo llenas con tu aliento y lo dejas escapar una vez más entre tus besos porque tú sabes el misterio de besar a libertades, tú sabes que para retener un corazón es preciso vivir en la consciencia de los horizontes, en el sonido irrepetible de los caracoles, en la punta de las alas de los ruiseñores y las abejas; ay, Amor mío, desde que la canción de tu vida atravesó mi puerta soy lo que florece de modo interminable sobre la faz de la tierra, soy la música exacta de toda mandolina, el golpe de las cítaras y los tambores, soy esa algarabía que conecta a un papalote entre las manos de los niños, soy la belleza implícita en el rostro de las mujeres que están enamoradas, las que se sonrojan cuando el amor dice sus nombres en voz baja y no saben qué hacer con tanta dicha endureciendo su pezones, forjando a las paredes del sexo en medio de la noche el símbolo de lo tántrico, el inigualable perfume de la entrega. Mis días se estremecen cuando tus manos hablan de mí entre tus habituales menesteres, también saben estremecerse dentro de los silencios donde tu risa hace que el azul o el verde de este planeta no se extinga, tus silenciosas risas que despiertan las semillas de higos y granadas a impensadas cosechas, tus silenciosas risas que le enseñan a los mares una existencia tan antigua sobre sus aguas que Dios vuelve a pensarlas a novedades de fluidez y encantos. 4-13-11.


175 Me disperso en boleros, en canciones rancheras, me disperso en los cielos que no han visto mis ojos, me disperso en trapecios que guardan a reminiscencias la luz sobre los muelles y los sillones, sobre gestos que no conocen la proporción de un puente ni tampoco conocen el lenguaje que tienen las guardarrayas o los trenes que saben marchar de todas partes para volver de todos los lugares: cambiados, diferentes; me disperso en consciencia de estarme dispersando, me disperso en la voz de Pasión Vega, en la voz de Martirio, en la lejana voz de Federico, en la de Camarón de la Isla, me disperso, ya ves que me disperso para ver si te atreves a encontrarme; me disperso detrás de alguna ráfaga de viento, de alguna marejada quebrando la garganta del río Al-Furat cuando define la Mesopotamia, conversándole al Tigris los antiguos secretos de Turquía y sus legendarios amores con la bella ciudad de Carquemis; me disperso, mujer, en el misterio de las confluencias que fabricas desde una maestría que hace palidecer de envidia al río Shatt al-Arab, ése que reúne a tres países contra su enardecida lengua de agua, el que siente predilección por la cuidad de Al-Basra: la Sultana del maíz, del arroz, del centeno, del trigo y de los dátiles que recuerdan los labios de Roxelana la predilecta de Suleyman, El Magnífico, la impecable Gobernadora de los cabellos rojos, la que construyó La Mezquita de Estambul cambiando los perfiles de Jerusalén y La Meca; me disperso, mi vida, me disperso escuchando en la voz de Simone Simons, su inigualable Quietus; y me disperso mujer, definitivamente, me disperso contigo, me disperso.

4-14-11


176 Me siento el corazón como una cuerda: tenso en la proporción del sentimiento que me habita el cerebro; cuerda inflexible hablándome un idioma de íntima crudeza con los párpados, con la fiebre del agua que ahoga mis pupilas y zozobro entre las curvas de esta marea que no me da tregua ni me permite tener un momento de olvido en medio de la frente; cómo puedo borrar de mi piel las zonas que siempre saben reconocerte en implacable médula de mis días y mis noches?, qué Dios, tuyo o ajeno, puede darle a mi tímpano un momento de descanso desde el cual yo no pueda escuchar el ritmo de tus respiraciones o tus risas?, cómo podría convencer a todas las guitarras de la tierra para que sus formas no trajesen a mi retina los sonoros contornos que viven en tus caderas, los que yo quiero sentir entre mis manos y mi boca?; hoy sé que mi corazón conoce el verbo donde la ausencia se torna a sustantivo en el centro del pecho, en la reminiscencia, entre mis uñas, en las inverosímiles calles de mi arrebatada ciudad; hoy sé que mi corazón está conmigo como un regalo tuyo, porque nadie es capaz de existir sin ese golpe alimentando las costillas, el fémur, instigando la respiración de los pulmones, diciéndote que puedes y debes digerir la existencia, moverla entre tus muslos, pasearla de tu brazo porque de lo contrario desdices el Amor de tal manera qué demonios y arcángeles perderían la posibilidad de tocar el Paraíso, de verle a Dios el rostro y mantener el Árbol de la vida intacto para que la sabiduría escrita a través de los tiempos no pueda ser borrada y el alma del Universo continúe pariendo el ciclo de lo inenarrable; pero mi corazón, es como es, como sólo puede ser que sea: barroca consonancia, decapitando la aorta, vaciándome sin ninguna piedad los flancos, desintegrando pistilo tras pistilo los secretos espacios de la sangre, el posible lugar donde los azafranes, en mí ,despliegan su fragancia estremeciendo las distancias entre los lirios y las profundidades del Planeta. 4-16-11


177 No puedo recordar cómo podía haber sido yo antes de amarte ni puedo recordar cómo eran mis abrazos antes que tú me los pidieras, tampoco puedo recordar ciertos azules moviéndose en el pecho a manera de una gran marea estremeciendo los océanos del planeta, no, no puedo recordar las plataformas de los trenes de la misma manera porque cualquiera de ellas es un lugar de encuentro entre mis intuiciones y tus manos; antes de amarte, la esencia del amor que me compone, desconocía todas las vibraciones que vivían dentro de ella, te estaban esperando sin saber que te esperaban como esperan los árboles: la lluvia, el sol, los pájaros, las nocturnas criaturas que casi nadie sabe construir a verbo de la boca apasionando cuerpos de aire y cuerpos tan sutiles que solamente pueden ser sorprendidos como largas caricias buscándonos a condición de humedades los párpados, la espalda; antes de yo quererte mi nombre contenía ciertas secretas sílabas para que tu garganta me pronunciase entera sobre la faz del mundo y dioses o demonios quedaran aturdidos ante el ritmo infinito de mis sonoridades naciendo entre tus labios como un fractal en único, rompiendo estatutos y relojes al tiempo de un no tiempo donde se es todo cuanto se puede ser y aún después de ser todo aquello que puedes ser te transformas en lo que del amor se desconoce porque los otros puedan reconocer la belleza sin límites, lo que habita en universos y galaxias deslumbrando eso que crea sin parar a perfiles: las sombras, la genética de los caballos árabes, de las guindas, los espejos, las raíces de los heliotropos, de los jazmines de Madagascar, de las glicinias; mi eternidad sabía mucho mejor que yo el ímpetu que venía contigo a desatarme en altas percusiones por todas las ciudades y en esta ciudad mía para que me encontrase de frente con mi propia existencia, la que tú me devuelves, como se da un regalo, rotundo y generoso desde el centro del pecho. 4-23-11


178 Dentro de mi existencia no habitas en nostalgias, las que otra gente puede tener de tus presencias. No preciso esas curvas deteniéndome el ojo a imágenes que a ratos sabes soltar al aire: peces de una marea de aromas o sonidos caminando la tierra, vistiendo los temblores de las garzas y los caracoles con la luz que se escapa de tus respiraciones haciendo de los ríos y las escalinatas un joyero infinito para que los amantes puedan al fin quererse con las bocas, los cuerpos, los silencios, enseñándole al mundo lo que significa amar igual que yo te amo tan por encima y tan dentro de mí que mi amor se parece a tus gavetas, a tu mesa de noche, a tus ropas, a tus risas, al llanto que no dejas rodar por las mejillas, también a los olvidos que tienen tus adentros cuando te desconoces y te llamas como si fueras otra; en tu desconocida de ti, yo estoy presente, resbalo por su rostro como una línea más de su estructura creando los paisajes, las canciones, los marcos de tus apetencias de tal modo y manera que Benedetti vuelve a escribir sus poemas dentro de los fotones que rodean sus espacios, de tal manera, tanto, que Cavafis nuevamente se estremece de amor frente a los cíclopes y los lestrigones recordando los cuerpos que supieron amarlo en su ruta hacia Ítaca; tampoco es necesario para mí retenerte, a ti, a quien no es posible que nueve mil jerarquías de arcángeles pudiesen contenerte, a ti, a quién el Árbol de la vida te detalla dentro de sus 10 esferas y 22 senderos, a ti a quien Shajarat al –Hayah, el verde entre los verdes, te reconoce como su misterioso manantial, a ti, que eres en mi corazón desde el Maljut hasta el Kéter: el fresno perenne, el Yggdrasil, lo que en mí resume miel y cobija un águila sin nombre que lleva dentro de sus ojos un halcón, una ardilla, un dragón, cuatro ciervos y de cuyo linaje emana la corriente que colma el pozo del conocimiento donde los mundos se mantienen unidos y conscientes en sus naturalezas y destinos, a ti, que sin rodeos, me descubres lo que ha ocurrido, lo que ocurre en el ahora y lo que es necesario que suceda sobre el telar de cada vida


que todavĂ­a me espera desde otros nacimientos. 4-24.11


179 Una y cuarenta de la tarde, miércoles, la vida simplemente me responde y conversa con mis pies, con mis manos, con los clavos de mi brazo y de mi hombro con las izquierdas partes de mi cuerpo; no quiero recordarte, nunca, nunca, recordarte sería hacer lo que otros hacen yo simplemente quiero, cuando puedo, mirarte en presentes de ti, de tu figura; mi corazón es hoy por hoy: un muelle, una cornisa, una plaza de toros, un andén, un cúpula, la mitad de tu ojo, una mesa, una cítara, el más recién nacido huevo de una tortuga, El Adagietto de La Sinfonía Número Cinco de Mahler, La Sinfonía Incompleta que nació entre los pianos y los dedos de Schubert, el antepenúltimo movimiento de La Danza de las Horas desquiciando el cerebro de Amilcare Ponchielli, pues soy lo que atraviesa el tímpano de manera elocuente, soy una zona de amor sin cuantificaciones, un espacio absoluto, movible, incandescente donde existen los verbos que definen: el galope en los cascos de los caballos un ciempiés caminando el perfil de una hoja, los manteles, el oporto, una salvaje orquídea, el tacto de las letras, sus imparables símbolos, lo que despierta un cuerpo molécula a molécula; para las estructuras donde vives, te envío, de manera inequívoca: El Concierto de Mozart Número Cinco tocado por las manos de Janine Jansen, el lujo contenido en un higo maduro, la palabra que hiciese lo imposible, posible, el fragor de las nubes cuando se sienten mares, la consciencia, en las partes de ti, donde contienes el pensar y me piensas aún sin tu saberlo cuando escuchas la fantasía de Carmen conjugando el violín en los dedos de Itzhak Perlman. Hoy escucho a Viktoria Mullova como a un ojo de agua donde soy la estructura de un trapecio entre el lago Baikal y el mar de Kara.

4-27-11


180 Quizás hoy me levanto con el paladar huérfano de sabores porque me hacen faltan los mimos, me hacen falta los cotidianos de esas formas que llevan dentro de sí y consigo a tersas maravillas las querencias. Dios siempre me convence que darme en la caricia es mi liberación: es transformarme en águila, en un puente de aire, en la esquina más inimaginable de mi ciudad amada, es desatar los ritmos que tienen las ardillas, sostener sobre el pecho abrazos tan profundos que las estrellas puedan conversar mis sudores, mis apasionamientos con todo cuanto es bello y que por bello siempre, siempre, me sabría pronunciar nombre por nombre en medio de esta vida que me vive de modo tan consciente. La voz de Simone de Brasil llena la casa con sus modulaciones como el gris desde todos sus matices se derrama en los marcos de todas mis ventanas, de modo perezoso, igual que un gato. La pereza también me viste con un lujo brutal porque en verdad mi cabeza camina los bosques de Fort Tyron y estoy que quiero y que no quiero lo que quiero, estoy falta de mimos, estoy con una falta enorme de respírale la boca como si fuera la última bocanada de oxígeno, estoy en falta de escucharle los silencios y esas cosas espléndidas que sus pasos saben marcarle a las aceras lo mismo que una nota del violín de Vanessa Mae cuando toca La leyenda de La emoción Del Diablo; música que puede hacer reverberar el planeta y el espasmo de esta curva de agua ocupándome el cuerpo. 4-28-11


181 Una sola palabra te define, eres sin que lo sepas, sencilla e inevitablemente: inolvidable; yo re-escribo con todas mis ternuras las anchas avenidas donde tus habituales marcan a tus horarios: compromisos, ausencias, las lluvias, alguno que otro invierno, un domingo que no tenías previsto, el día de la semana que te sale al encuentro y se mueve en tus pasos, en tu aliento, en el modo que tienes de descartar las cosas que no quieres contigo o de llevar contigo las cosas que no deseas perderle a tus retinas; hoy pongo el sentimiento de tu existencia en un lugar tan neutro de la mía como única manera de poder recordarte sin apegos para que el corazón no se me quiebre en el medio de esta noche donde convivo contigo y sin poder tenerte a un apasionamiento en el temblor de estos besos y estas manos que te quieren querer abiertamente y sostenerte a precisas voluntades de adagios y de fugas en la garganta. Neutro son los lugares donde poder sentirte para que la frente no se me llene de tristezas, porque a ti no es posible que yo pueda quererte desde un espacio tan desértico que me impida sentir la alegría de tu vida tan cerca de la mía; si no te pienso en neutro perdería la consciencia del verde, el azul movimiento de mi cuerpo el deseo de los mares que siempre me conjugan: a ser un pez, un caracol, la espuma blancas o negras arenas, las orillas, los mármoles; si no te pienso en neutro las criaturas fantásticas se harían invisibles a mi tacto, mis ojos, perdería horizontes de un golpe y con la pérdida: dejaría de ser un halcón, un colibrí, un tiburón en mar abierto, una pantera, la risa que estremece un Duomo en Italia o en Bélgica, la raíz de un olivo, el distraído roce de tus manos; hoy, me es ineludible vivir neutral de ti, de todas tus presencias.

4-29-11


182 El sol irrumpe sobre la cama, las ventanas, el caracol vietnamita, los cascabeles mejicanos, irrumpe en mis oídos y fragua entre mis dedos su coloquial cadencia; hay espacios tan nítidos devorando mis ojos que algunos peces pueden atravesarme el párpado como si fuera un arrecife de coral quizás una bahía, un canto de sirenas o el perfecto arrebato de espumas contra un faro; los días se suceden marcándome las vísceras con remembranzas tuyas y algunas remembranzas de calles, picaportes, de helados con sabor a chocolate con sabor a ron y pasas, con sabores que hablan de mi abuela perfilando los tiempos donde sus manos organizaban a las mesas y a todos sus quehaceres una ternura implícita; los días, como el sol, conversan con mis huesos y mi tráquea estructuran poemas mucho antes que mis manos consigan hacerlos volátiles o fijos en la computadora. Sin que apenas lo sepas tu corazón comienza a extrañarme, me piensa entre las cosas que haces o que dices y de repente sientes que estoy contigo de modo sorpresivo cambiando los perfiles de los espacios que te rodean reubicando los bordes de aceras, parques, tiendas porque un sentimiento de alegría te espera en cada vuelta de esquina lo mismo que un abrazo de esos que no se olvidan; el domingo me iré a pasear un rato, a contemplar las nubes y caminar mis claustros, quizás me vaya al cine porque me resulta fascinante que entre la oscuridad y mi retina se muevan las visiones y los rostros que otros han creado como una gran historia de vida propia o ajena. Este sábado es terso, me sabe al violoncello acariciado por las manos de Sifei Wen mientras La Suite Número Cuatro de Bach va despertando al silencio espacios no previstos. 4-30-11


183 Camino lo interminable del cerebro allí encuentro memorias indestructibles, trompos, bicicletas, papagayos, playas, dolores tan profundos que las raíces se entrelazan con mis venas transformando mis sístoles y diástoles sin que yo pueda detener el movimiento que inequívoco me rompe alguna vez la tráquea; a ratos también me encuentro con mi padre y converso con él de cosas que redefinen universos y de esos sitios que rompen la visión dentro del ojo; la consciencia me ocupa todo el cuerpo me ocupa el pensamiento, las huellas digitales me ocupa abiertamente a pura pertenencia distancias que el corazón respira gradualmente; el hambre me resulta inexplicable porque no existen puntos desde los cuales acercar los besos, los abrazos las zonas del querer lo que yo quiero que me ilumine las vísceras con un azul electrizante, único. La noche se reparte y se repite como una ardiente cábala Midrash y Talmud quemando mis oídos reivindicando sueños, pesadillas, remedios, llenándome la boca de amuletos marcándome la lengua con el sonido de lo esotérico descubriéndome los nombres de Dios, de los arcángeles, allí la voz de Vereviel reconstruye mi glándula pineal, la pituitaria y soy el tercer libro que no puede escribirse o contenerse en la conciencia de los que tienen multitud de ojos ni en los ojos de los Señores de la llama ni en aquel a quien llaman la mano izquierda de lo femenino ni en los de aquellos que mantienen la armonía de universales leyes; mi espíritu se mueve entre las resonancias contenidas en los caracteres del Binah-Chochmah desde donde una idea desarrolla el entendimiento de la otra y la creación se hace presencia en los siete atributos del corazón. 5-3-11


184 Sería tan simple amarte, tan simple, como montar en bicicleta, lavarme la cabeza o irme al parque, tan simple como andar descalza por la casa; amarte sería tan simple como comprar helado de chocolate y nueces tan simple y tan hermoso como resulta un beso a plena luz del día, pero también amarte podría en un instante cambiarme la estructura y en vez de ser cabeza, sería, por amarte, un corazón viviendo en todos los contextos de tus respiraciones. Amarte, así, sería transformar conocidas texturas a mis manos en puras novedades sobre espalda, entrepierna, clavícula y ombligo, amarte así, sería, devastadoramente luminoso, de tal manera, tanto que podría despertarme a las ocho de cualquier mañana o año yo que vivo de noche ya casi por entero; amarte así, sería tan complicadamente simple como lo es Manhattan, como lo es un viaje de tren a san Francisco quizás tan complicadamente simple como lo es mirarte, sería tan simple amarte como es simple un domingo o un martes o algún sábado que desconoce que es sábado porque siempre se piensa que es un jueves o un viernes y asusta en su simpleza de naturalidades a cualquier calendario. Sería tan simple amarte las sonrisas, la intención con que vives, el silencio que llevas sobre tu dedo índice, la vigilia de sueño que te asalta los párpados, tan simple sería amarte, porque sí, porque quiero que amarte por completo sería radiantemente simple a tal extremo y tanto que aquellos desamores, donde otros, aún existen jamás me alcanzarían; tan simple sería amarte como es de simple a veces atravesar las calles, los espejos, los puentes o devorar con gusto mi postre favorito. 5-3-11.


185 Hay cosas tan ajenas de ti que van conmigo como si fueran parte de algunas estructuras que son sólo posibles sobre ciertas distancias entre el ojo y los labios; hay ciertas lejanías con las que tú me sostienes a gestos tan esdrújulos que los prodigios viven dentro de mí sin luchas a sabiendas de que las distancias son cercanías capaces de cambiar la cadencia de Los Cuentos de Hoffman quizás exactitudes que viven en las garras de un águila o un leopardo; hay momentos que ruedan naturales al pecho a esos particulares que residen en la palma de las manos o tal vez en la esfera donde el silencio sabe conversar con los ríos, las centellas, los cuervos y algunos campanarios; la música y el sueño se juntan en mi frente como una orfebrería proponiendo al cerebro lo inusual que se marcha y regresa por instantes o días, re- planteando lugares que me saben sorprender los abrazos al voltear una esquina; también existen otros espacios que sin duda te nombran como pueden nombrarse los vientos planetarios, constantes o globales, espacios donde tú eres esa Escala de Beaufort en cuyas proporciones el aspecto de los mares y los efectos en la tierra dejan de ser misterios; tu belleza es un acto de salvaje conciencia rompiéndole a mi vida coordinadas y fugas invalidando todo cuanto yo conocía de esplendores o asombros, tu belleza es un acto de ingobernables bordes marcándome las vísceras.

5-5-11


186 Si tú, que eres la alegría de mi existencia no me hablas dime a quién podría escuchar yo sobre esta tierra?, si tú, que eres el latido más perfecto de mi corazón no vuelves tus ojos hacía mí, a quién voy a pedir la ternura que contenida en tus pupilas me devuelva el azul de los mares y los misterios de las atmósferas?; si tú no me llenas la boca, como debes, de besos cómo podría escribir entre mis labios el sonido de la pasión a una caligrafía donde los dioses y las criaturas fantásticas puedan leer la sabiduría que rediseña universos y tigres en la genética de las amapolas y los lugares de agua?; si tus manos no me retienen el rostro quién podría sostener mis contornos a un asombro de bellezas, si tú no colmas con tus resonancias mis oídos? Quién, sobre este planeta, podrá explicarme la orfebrería de formas incontables y magnificas?, quién, si no tú, podría develar a mi espíritu la singularidad de nísperos, alcatraces, gigantescas tortugas, milenarias encinas, brújulas, alacranes, tiburones, el color en las plumas de un cardenal de un cóndor, de un papagayo, la ecuación de los higos sobre lenguas y gustos de mascar lo indecible?. Si no haces de mi cuerpo y mi lugar de origen sitio de tu presencia, cómo podría yo adentrarme en el mar de lo tántrico y desde allí paladear el ímpetu del éxtasis desatando sobre las esferas, el poder del Kundalini, el sello de tus extraordinarios?, yo que estoy hecha para tus ritmos y sus propiedades porque tú lo has querido, yo que soy, por decreto de tu voluntad, el ánfora interminable donde los seres pueden beber a plenitud tus más recónditos aspectos, yo que soy el espacio del Loto que nace cada vez que piensas, lo de ti, inigualable y los mundos se prodigan como una parte de tus formas a hermosuras, yo, a quien tú llamas Habibti, desde todas tu representaciones, yo que por ley de tu esencia soy, perfil de tus perfiles, delineando el semblante del Amor en cada vida. 5/8/11


187 Búscame siempre en todo cuanto haces y aún en aquello que no has hecho, búscame, también, dile a tus pasos que todos ellos se encaminan a la puerta de mi casa, dile a tu boca que todo cuanto saboreas o dices guarda las sílabas de mi nombre porque yo soy lo que se escapa de entre tu labios y soy también lo que regresa a ellos por ley de tu corazón; la casa donde vives y sus interiores son parte de mi esencia, tus almohadas, tu ropa de cama, tus toallas tus jabones, tus perfumes, la ropa que te quitas o pones, son sólo préstamos de mis modos de quererte día a día de decirte sin palabras lo que eres a la altura del pecho; a veces me muevo en tus cabellos como una memoria que tú puedes y sabes acariciar cada vez que hundes tus dedos en ellos y sueltas tu pensar sobre las distancias o cercanías que regresan a tus pupilas como si fueran nuevas sensaciones de tu mirar, nacimientos y orbitas de las curvas del mundo que te rodea y conversa contigo desde sus sólidas formas hasta las más ingrávidas que puedan ser descritas; dile a tu lengua que soy el origen de tus paladares, el lugar donde el gozo te hace cerrar los ojos degustando delicias, dile, también a tu lengua, que soy el rapto donde se fabrican los besos y las ganas de besos que saben asaltarte de modo repentino en medio de la noche o cuando el día irrumpe despertando ventanas, contrapuertas, espejos, gatos y caracoles. Búscame siempre entre lo que conoces y lo que desconoces, búscame en las mandolinas, los perales, las ceibas, búscame en el color de caimitos, de rosas, de canisteles, de galanes de noche; búscame, siempre, búscame: en tus respiraciones en el arco de música que tiene los violines, las gaitas, los cerezos, las fuentes, las orquídeas en el extraño efecto de una gardenia o un crisantemo que juegan a ser barcos o columpios desordenando el aire con sus intimidades, belleza cuerpo a cuerpo, exuberancia a múltiple de sus propias razones ruborizando esta tierra como a una adolescente que por primera vez se siente enamorada y no sabe qué hacer con la canción de su cuerpo cuando lo que se ama se aproxima y le habla. 5-10-11


188 Es tan tarde esta noche sobre el párpado izquierdo que prefiero no hablarla conmigo ni con otros, es tan tarde lo tarde que resulta esta noche que el corazón se queda disonante y agudo en sus propias presencias; es tan tarde, mi vida, que esta noche se quiebra como un cristal al filo de palpables distancias, no hay un signo que diga si marchas o si llegas y soy ése papel entre tus manos que espera convertirse: en un oragami, en un bambú, en una garza, en un gesto cualquiera entre tus cotidianos; es tan tarde esta noche para hablarte siquiera, cómo puedo explicarte el color que me habita si alguna vez te pienso? cómo puedo decirte lo inminente que irrumpe igual que una marea, los espacios que me unen a ti desde esta ausencia donde te guardo: besos, respiraciones, verbos por si un día pudieses encontrarte conmigo caminando esta tierra?; que difícil resulta lo tarde de esta noche que me mira y me vive sin tu voz, sin tus risas, sin la belleza extrema de tu piel sobre el cuerpo, que distante, mi vida, estoy conmigo misma, tan distante que apenas puedo reconocerme tan distante en lo tarde de esta noche, tan tarde, donde no me es posible moverme a una caricia de bocas y de manos porque no son las tuyas y el cerco es puro fuego de ausencias tan complejas, comiéndome las vísceras, que no tengo respiro; que tarde es esta noche sobre el párpado izquierdo que tan tarde resulta, lo tarde de esta noche, cayendo sobre el pecho y que puntual resulta lo tarde de esta noche, su contundente golpe rompiéndome la frente. 5-11-11


189 El espejo que soy se mira quietamente, conversa mis insomnios, retoma los reflejos de cada superficie y los llena de barcos, los llena de abanicos, de quitrines, de hambres. El espejo que soy, contiene, en estructuras: una pestaña tuya, la niebla de tu aliento, el gesto que sustenta tu entrecejo, un contrabajo, una línea de tren, la fórmula de Tesla, el beso que perdiese María Callas una tarde en Venecia y un geranio que quiso ser un arco de puente por verte andar despacio una noche cualquiera. La esquina que más amo aquí en Manhattan guarda dentro de sí las notas del Capricho Árabe de Francisco Tarrega tocado por el duende que vive entre los dedos de Julian Bream, también tiene esta esquina el extraño concierto que tiembla en tu entrepierna cuando cruzas la calle y sin pensar me miras. Mi silla favorita reconoce mi cuerpo como si fuera un gato consiente a mis perezas, despliega tentaciones de siestas, de estaciones a raptos entre dedos y ganas cuando Alina es de Alina simple y sencillamente. Mi cama es un espacio abierto a irreversibles momentos de mares y tormentas, es un círculo de labios, de curvas tan perfectas como una antigua canción de amor que puede despertar la corriente del Bósforo entre mis sábanas marcando las cadencias para poder hablar con tus caderas de forma independiente y explosiva. Mi ventana es un punto de referencia innato donde ardillas y pájaros pueden orquestar a las nubes: una ecuación de verdes tan sorpresivos que el azul de la atmósfera se transforme en un campo de romero o albahaca y también son capaces de convertir la escalera de incendios en la primera fantasía de Los Seys Libros del Delphín compuesta por Luis de Narváez en 1538. La zona que sostiene lo solar de mi plexo es una flauta renacentista, un adagio en la voz de Miriam Stockley la canción Hallelujah en las cuerdas vocales de Kate Voegele las notas sefarditas que irrumpen en la garganta de Mor Karbasi o de Ofra Haza enamorando el desierto de Negev y el Mar Rojo o el inenarrable sonido de la cantora Umm Kulthum- Fátima Ibrahim al-Baltaji estremeciendo con su fuerza el misterioso corazón del Nilo. 5-15-11


190 Mi ciudad es perfecta y necesaria para vivir y ser vivida; sudar porque hay calor en un acto sobrado sobre un cuerpo, sudar con propiedad sólo es posible si un cuerpo te enamora la epidermis y hace que la dermis se transfigure desde un Renacentismo de sabores donde puede ocurrir que uno comprenda esas conversaciones que suelen sostener a cal y canto: la pulpa de los albaricoques, una tajada de melón de agua, la exótica fragancia que contienen los anones, las guanábanas, los mamoncillos, el membrillo, la pulpa de las peras quizás una ciruela o un caimito; por eso mi ciudad es perfectamente necesaria al cuerpo, a las fractales zonas de mi espíritu, es necesaria para que yo habite una volátil manera de sentirme los pulsos y las ganas sin perderme un instante del proceso que significa sudar la maravilla de mi cuerpo y otros cuerpos, saberlos caminar sin rumbo fijo y sentir el cansancio de haberlos caminado abiertamente a un júbilo fehaciente de símbolos y abstractos contra el hueso. Yo-Yo Ma ejecuta de un modo magistral La Sinfonía Sonata Número I, en F Mayor desde su cello y Ludwig van Beethoven, como yo, se emociona por encima de su sorda experiencia, con los arabescos de esas notas que este descendiente de raíz china y nacido en París saca de entre los malabares de sus dedos y su amor por Manhattan, en la cual tiene, su casi fija residencia entre contratos y contrastes de rascacielos o de esas geografías de aviones y de hoteles donde le da la vuelta al mundo con la música. Mi ciudad, es sin dudas, el perfecto lugar para vivir y ser vivida desde compases simples o compuestos. 5-16-11


191 Llueve con ganas de llover aquí en el alto Manhattan, llueve en igual manera que llueve la memoria: llueven por intuiciones: sonrisas, extrañezas, llueven mercados que residen en Finlandia, mercados chinos, polinesios, árabes, llueven mercados que apenas se están formando en las esquinas de cualquier ciudad o la mía; llueve porque hoy es un día hecho para la lluvia, un día hecho a la medida y pauta que se mueven mis párpados, es un día líquidamente bello en la conciencia de un pájaro, una ardilla o de un montón de árboles que viven en Fort Tyron; es un día en que mis ojos leen a Cortázar porque, Elena, ha querido mimar, porque ha querido, la retina de mis respiraciones con palabras estupendamente vivas dentro de cualquier siglo que un libro nos encuentre desde esa misma voracidad contenida: en el primer gesto, con el primer amante que tuvimos o quizás con el último que pudiese tenernos; es un día tan llovido en su razón de lluvia que manantiales, fuentes, ríos, barrancos, mares se sienten aludidos a ser un solo cuerpo con un sólo lenguaje rodando entre las cosas humanamente irrebatibles donde bocas y manos, ojos, pies y sombrillas, son una misma esencia enamorando la ciudad de extremo a extremo; no llueve porque es martes, es martes, porque llueve y en este mes de mayo, un martes como este, nace porque la lluvia ha querido parirlo a líquido arrebato por entre rascacielos y por entre las plumas de los halcones que viven en la quinta avenida, porque les da la gana de hacer la piedra un sueño de sonámbulos troncos e imperativos verdes, desquiciando el asfalto. Hoy llueve, porque la lluvia quiere, lloverse sin contratos. 5-17-11


192 Si pienso el sentimiento del poema, las manos atesoran formas, las uñas se reparten los prodigios que asechan entre sílabas el Minuette o el minuto de un momento en la ceja de Mozart y hay cantos de sirenas, en erupción, quemándome la boca. Los 500 volcanes activos de mi cuerpo consolidan en el Ahora los días que me inscriben y me escriben y frente a ti soy como el Etna o el Pitón de la Fournaise una continua erupción que hace estremecer las placas tectónicas y el aire de ese país donde a ratos recuerdas la fuerza de tu vida; si dejo de pensar el poema y lo suelto o lo olvido de igual manera viene seguro de sí mismo a buscarme: partes del corazón o del cerebro, lo antepenúltimo de un dolor cualquiera, puertas que cierro o abro sin perder la cordura, las tortugas, los pájaros, tiburones o perlas que archivan mis retinas para otros movimientos que pueden ocurrirme al cruzar una calle, encender una lámpara, despedirme a mi antojo, de contextos: los míos, los ajenos. Mi madre es un poema que no termina nunca, un poema, lo mismo que mi padre y mis abuelas, un poema carente de contratos y culpas, un extraño poema en los dispersos ritmos de mi Isla anglosajona, mi irreverente Isla con todos los idiomas que pueblan esta tierra, mi Isla que contiene partituras de jazz, de mambos, de mazurcas, de valses tan vieneses que Viena se apasiona como una adolescente, mí arrebatada isla con una estatua de Dante Alighieri y otra de Gandhi que saben cortejarla, esquina por esquina, como hacen los amantes cuando al amor se rinden desvergonzadamente. 5-18-11.


193 Como una mujer singularmente bella, mi ciudad coquetea bajo la lluvia con todos los semáforos; yo, como ella, me prodigo en discursos de agua en discursos de luces que me salen al paso, tan verticales, como un rail de punta cincelando el momento de todos los minutos en el perfil de los geranios que saben encontrarme, esquina por esquina, desconcertando el ojo, poblando la retina de impensables tesoros: la sombrilla y los brazos que tiernos me resguardan de un aguacero inclemente, luminoso y voraz, el arte de Suzanne Farrell, la voz de Ella Fitzgerald, la infinita presencia de Luciano Pavarotti en Lincoln Center cantando su Nessun Dorma, los temblores, los peces, que guarda el río Hudson cuando va enamorando el perfil de Manhattan y la Isla resuena viva y extraordinaria estrenando en las vértebras que saben componerla una ópera en único de sí misma y de toda criatura que la vive o la sabe sentir apasionadamente: en el arco de las costillas, los flancos, el envés de la manos, el cuello, las pantorrillas, en el filo que habita una pestaña, un gesto. Mi ciudad es electrizantemente femenina puede ser dulce, amable, tenerte a cercanías nunca antes conocidas pero también puede deshacerte o borrarte sin pensarlo dos veces, o logra hacer de ti, sin ningún raciocinio, su otra gran sinfonía: la que habita sus puentes, sus rascacielos, las nubes en su atmosfera, la pulsación de Broadway, del vecindario chino, el de la pequeña Italia, el del barrio judío, árabe, el europeo, el asiático o el de todas las Américas que saben convivirla junto las torres góticas de San Juan el Divino o la basílica de San Patricio. Mi ciudad es tan despampanantemente lírica como una tortuga de carey, tan explosiva como una tormenta de bolas de fuego, tan letalmente verde como los 5 millones y las 168 especies de árboles que la habitan.

5/19/11.


194 Un día con su carga de eternidad puede disolverse inesperadamente, rasgarnos la mitad izquierda del ojo derecho, fabricarnos en la frente una nueva fórmula de Hawking o de Mahler, romper todas las cárceles que habitan la cabeza, convertirnos el oído en una espiral de Arquímedes, en una versiera de Agnesi, en un copo de nieve de Koch o en el triángulo de Sierpinsky; una eternidad concentrada en un día puede oxigenar el horizonte a cualquier corazón, establecer otra manera de vuelo entre los pájaros y las hélices, otro marcado ritmo a cualquier piano o violonchelo; la eternidad de un día puede asombrar a un ciempiés, a una amatista, a lo verde de un jade, a un coral, un alacrán, a un espejo y todas las figuras que tocaron su azogue premeditadamente; lo eterno contenido en el minuto de un día puede sin duda alguna despertarle al silencio: un millar de campanas, todo un panal de abejas, una conversación entre el agua y los barcos que no se había previsto, los regresos o las idas que ocurren entre las cutículas de lo que amas y tu cuerpo; un día es tan eterno como lo es un segundo, como lo es el sabor de la menta o la albahaca como resulta de eterno un sorpresivo beso a mitad de la espalda a mitad de la parte interior, donde el muslo, es el otro sentido que te busca y te encuentra definiéndote el hambre. Un día con su filo de eternidad conlleva todo un desplazamiento: de ventanas, de trompos, de veletas que se piensan a igualdad de viñedos, de mamparas que saben soñar a pierna suelta los vitrales o el color de luz cuando nadie las observa; la eternidad de un día te devora de golpe sin que tú lo comprendas y te suelta lo mismo que si fueras todo un rabo de nube pariendo sus centellas, electrizando el cielo de la boca, las palabras que habitan tu laringe, los códigos contenidos en la Luna cristal del conejo, esos secretos códigos que existen en las estanterías de algunas bibliotecas o el código de Braille cuando habla entre las yemas de los dedos de un ciego. 5-19-11


195 Comprendo las endechas del silencio, las comprendo, como también comprendo el ruido pertinaz a tres metros de mis tímpanos porque los albañiles arreglan los ladrillos de esa pared donde se sostienen a infinitud de marcos mis ventanas; el tazón de café cubano, aun cuando es fuerte y dulce, como el deseo, resulta insuficiente para calmarle al ruido su compases y no puedo dormirme con Alina ni pensarme a derechas lo de Alina que tengo ni puedo hilar sin esfuerzo el pensamiento ni puedo leer debidamente el trabajo de Elena sobre La Poética de Espacio y La Política del Exilio Lésbico en las obras de Magaly Alabau y Silvia Molloy; me hace falta una corriente de aire que camine la casa abiertamente, todo cerrado, todo, porque el polvo es peor que los ruidos acaeciendo sin descanso rompiendo con su agudeza el lóbulo frontal, y mi cerebro se funde en la fragua de ruidos que me cerca. Las cortinas son un cine silente de figuras chinescas moviéndose entre herramientas y pájaros, que asustados, se esconden en los aleros sin dejar de curiosear lo que acontece; la tarde, imperturbable, se peina, igual que una mujer, prodigando el encanto y la estrategia con la cual te convoca y te contiene a reflejos de luz quebrando disciplinas ojo adentro, manifestándolo: memorias de bellezas implacables, minutos que fueron y siguen siendo inevitablemente fascinantes; pienso también en Gladys Triana, en Maya Islas, y pienso, en ti, otra vez, igual que pienso en las islas del océano Pacífico en la gran llanura Rusa, en los montes de Cárpatos, en el río Dniéster que fluye hacia el Mar Negro marcando la frontera entre Ucrania y Moldavia; suelo también pensar en las razones del azul en los mares azul sobre un azul efervescente devorando a la luz toda su gama, y otra vez, pienso en ti y pienso en el río amarillo, el gran río Huang-Ho, con su misterioso polvo de cuarzo pintando a vértigo de color la fuerza de sus aguas. Me doy cuenta, también, que con ruido o sin él el poema me tiene, me retiene, y a ratos me incinera la pupila. 5-19-11-5-21-11


196 Como lo azul es consecuencia del Señor Krishna, Krishna es la conciencia de los mundos y sus diversidades. El Azul, es mí, línea de amor que interminable me pinta los flancos, el centro del corazón, la pineal, la pituitaria; yo soy la residencia de la fragancia y soy la fragancia que nace perpetuamente de sus extraordinarios perfiles, soy la resonancia de todas las palabras contenidas en las pluralidades de sus formas, soy la respiración donde el Señor de lo Índigo fabrica el poder de su alegría y la despliega sobre cada criatura como un generoso regalo de su esencia; en mí no existen los olvidos ni las posibles pautas que puedan borrar: ternuras, lo que de humanidad en cada ser viviente busca la luz y sabe convocarme a una total presencia en el momento exacto donde besos y manos son una misma naturaleza conversando el lenguaje de lo único, el imprescindible verbo donde la vida estalla a su preciosidad más elocuente, a su imparable ritmo de creación y dicha para que los Universos puedan y sepan diversificarse a superlativo de sus propias sabidurías y espejos. Cuando cierro mis ojos y me adentro en el sueño Krishna me colma de inexplicables Cábalas, sus símbolos se mueven en mi sangre, en mis pestañas, en la inconsciencia y lo consciente, donde mi ser, es puro aprendizaje para que la transformación me ocurra siempre y yo sea lo tántrico que escapa de sus labios, de su mano derecha, de su izquierda diseminando portentos y estructuras de la belleza misma para que nada ni nadie quede ausente de mi Señor sobre la faz del mundo; yo me doy a su danza, sin pensar, por entero, soy ese movimiento de sus caderas y las sagradas marcas en las plantas de sus pies: soy la caracola, el disco, la maza, el loto, la bandera y el rayo y soy también su perfumada hoja de albahaca. 5-22-11.


197 No puedo desgastarme de modo tan concreto ni puedo eliminar del ojo este filo de sombra que lo envuelve robando por instantes el color, que es en sí, naturaleza de mi cornea; hay lenguajes que nos hablan cuerpo adentro, lenguajes capaces de triturar las vísceras con su golpe de distancias, de alejamientos tan difíciles, que de repente yo podría ser: otro espejo de mí, con otra designación, con otra incineración detrás del pecho vaciándome a nivel del sentimiento todo lo que debiera decir y que no digo; yo respiro un océano tan solo, que de por sí, se vuelve compañía, un océano donde a veces apareces, igual que un caracol, estremeciendo con su letal belleza un banco de arena a ras del pecho, paralizando el festín de una orca en medio del mar Ártico, diciéndome que de alguna manera eres capaz de recordarte como un latido de mi corazón que nunca se separa de tu vida. Ahora sé que hay momentos en mi existencia tan concretos como una fiebre y tan impares como un uno, un tres, un cinco, un siete, números tan impares como lo es un nueve deteniéndome la respiración haciéndome consciente de lo que se puede perder en un instante, yo que no tengo relojes para contar los tiempos entre un padecimiento y un segundo de luz o de aquello que queda suspendido en las cuerdas vocales cuando no hay palabras ni espacios para ellas; comprendo y no comprendo pero el camino del amor es largo, fiero, es una interminable contradanza rompiéndote la moldura del corazón y del cerebro deshaciéndote las épocas y las pautas donde pudiesen desarrollarse besos, de un específico nombre, sobre el labio; hoy, el Dios, que yo soy, pasa factura y me deja saber a precisiones lo que me cuesta que yo sea Alina, lo que me cuesta ser vertical en medio de la frente, lo que me cuesta ser sin estar siendo. 5-23-11.


198 Voy a marcharme tan conscientemente que hay arcángeles padeciendo de insomnios desde hace algunas noches y hay demonios dispuestos a reclamar misericordia porque ojos: exóticos y ajenos, desconozcan la falta que le harían mis perfiles al planeta en medio de ciudades, de tranvías o de espejos; se quedarían los calendarios tan vacíos de sí y de sus configuraciones que aquellos que fabrican almanaques tendrían que aprender un nuevo oficio, Dios también quedaría desconcertado e incapaz de entender el panorama de saber que me marcho de un modo tan rotundo y sin regresos, de saber que me marcho de algunas partituras del corazón por razones inversas, porque hay que ser generoso con aquello que se ama y sin voltear la cabeza programar a la frente un tiempo de distancias donde los pulmones se conviertan en branquias para ver si respiras o te mueres. Algunas rosas marcharán conmigo, lo mismo habrán de hacer, las orquídeas, los lirios, quizás también se marchen definitivamente: tiburones, tortugas, almejas, mantarrayas ,los arrecifes de coral o azules que habían sido pensado por los mares como una propiedad de su naturaleza; en fin, habrá una marcha, tan consciente de serlo, cuando me esté marchando, que todo diccionario perderá de repente acotaciones, sílabas, nombres, pronombres, los singulares hábitos de manos y sentidos hurgando estanterías donde ellos permanecen, esperando, que la luz de una lámpara resbale por sus lomos, por sus escritas páginas restableciendo esas conversaciones donde el silencio habla entre las yemas de los dedos y las lucubraciones que pueden ocurrir dentro de una cabeza en medio de los días y las horas que quiera dispensarse de sí misma. 5-24-11.


199 Sobre tu corazón he de poner el Sello entre los Sellos para que junto a ti siempre reine la justicia para que, tú, siempre me sientas como una protección de amor cobijándote el vivir; entre el cielo y la tierra yo soy el sello que marca y reproduce: la línea de la profecía, el poder de las palabras y el espacio de la dicha sobre toda criatura que ha sido concebida y aún en aquellas que no han sido nacidas todavía; yo soy la energía donde lo desconocido vocaliza su creación y la valora desde lo más pequeño hasta aquello que no cabe en los ojos o en las cabezas de dioses o de arcángeles, soy la energía donde demonios y serafines pueden entender hasta las lágrimas el efecto de la belleza en la molécula de un crisantemo, en una nota contenida en El Canon y Giga en R Mayor de Pachelbel, en la extraordinaria fosforescencia de un cocuyo o el sorprendentemente misterioso Mar de Ardora cuyas corrientes luminosas se concentran en el nordeste del Océano Índico atravesando el cuerpo de las aguas en un arrebato de inexplicable hermosura despertando la cábala del cerebelo a su infinito de sabiduría y gracia; por ley, soy, los sellos que componen tus siete chakras desde la base de tu sexo hasta la corona en tu cabeza donde el pozo de la comprensión está contenido para que todo ser se reconozca divino por esencia y derecho; soy la resonancia que se mueve en las semillas de las granadas en el golpe de alegría que resuena entre las palmas de los gitanos, soy el círculo y lo que, fuera del círculo ,sólo la divinidad conoce a plenitud, soy también el espejo donde toda imagen puede mirarse sin contraposiciones, soy el sonido desplegado en El Mahabharata, el sánscrito de toda escribanía, la caligrafía, en el leguaje de los sumerios, que hablaba de la época donde los destinos eran determinados para futuras generaciones sobre el planeta y soy la resonancia de Inanna, de Enki, soy, lo que puede ser en toda boca, un único lenguaje para el entendimiento o la voraz resonancia que determina lo contrario para que la misericordia sea practicada entre los seres vivientes como una gran regalo de sabiduría y magnificencia desde el plexo solar, generación por generación, hasta crear la vibración del Uno a un nuevo paradigma; por todo esto que soy, voy a poner sobre tu corazón, el Sello de los Sellos para que sepas que mi amor te sostiene y te acompaña. 5-25-11


200 Una rosa me mira con tal detenimiento, que sé que soy posible, porque me está pensando con tanta diligencia que su pensar, produce, la resonancia Alina a fragancias y signos cortejando el planeta, lo mismo que un amante, corteja lo que ama a música y esencias sobre el cuerpo de un beso, de un arrecife, de un encinar, de un barco en mar abierto; una rosa me come con la vista, igual que su raíz, se come un aguacero: voracidad en vivo reclamándome todas las moléculas como si yo fuese predilección del hambre que habitan las mansiones de rosas y rosales: por la luz, por el agua, por un ciempiés, una abeja, por el pico de un colibrí, el rastro acompasado de un gusano de seda o la desordenada caricia donde el viento la sabe desplegar como un aroma sobre la geografía de este y otros mundos que también nos contemplan. En una rosa, está escrita, la más antigua historia del principio y origen donde todo fue dicho, una rosa contiene la visión y la forma detrás de los perfiles posibles o impensados, una rosa es el Libro del Consejo, el Gran Tapir del Alba, una rosa es la Antigua Ocultadora, la Gran Engendradora, eso, que manifiesta, lo que estaba escondido sin que medien palabras entre atmósferas y tierras o mares y desiertos; una rosa es el péndulo que fabrica los ángulos del cielo, una rosa construye las palpitaciones y respiraciones de los cuatro rincones y del oculto espacio en el rincón del quinto donde los que saben y piensan vieron rasgarse el velo de la niebla y el Gran Maestro Relámpago cubrió lo por ser con su espíritu diseminando la magia de su poder con su magnífica Huella, con su faceta de Esplendor conjugando lo indivisible, la ley del átomo, en toda cosa por ser manifestada. Una rosa es capaz de dar asignación de sonidos a venados y pájaros, a jaguares, serpientes, barrancos, yerbas, alacranes, océanos y selvas, a todo cuanto es vivo; una rosa, sintetiza la línea de una mano y sus destinos; una rosa es el sitio de lo precioso, el lugar que conjuga la sabiduría de los hacedores de palabras, el sitio donde la garganta de los cantores florece, el espacio donde, músicos, pintores y joyeros junto a los voladores, aseguran la presencia de la lluvia sobre campos y ojos de agua para poder hablar frente a lo inextinguible. 5-24-11.


201 En la casa de Gladys los silencios no son tan inmediatos pero la luz puede tragarse un cuarto sobre las cinco de cualquier mañana, en la casa de Gladys hay presencias que caminan sin prisa y se entretienen mirándola dormir a pierna suelta, dictándole los sueños, algunas veces; la otra que convive en Gladys Triana atraviesa colores a las formas de los lienzos y cámaras fotográficas en singulares cábalas de ritmos donde pudieses tropezarte con Las Bacchianas de Villa-Lobos de una manera tan concreta que es capaz de cambiar lo original de la estructura al tímpano. En la casa de Gladys soy un espejo que abarca todo aquello que contiene a la Triana: el arte en el que viven ella y lo que respira en sus paredes, lo que su lóbulo frontal fabrica y disemina por techos, picaportes o ventanas, asombrando el balcón, los adyacentes patios, la calle veinticuatro y las cuatro esquinas de la segunda o primera avenida de un modo contundente. Gladys es capaz de tener un arrebato de corazón sin pestañear siquiera porque lo de escorpión que su naturaleza le permite atravesar esos proyectos con la vida, entre ella y yo se conservan de modo atemporal ciertos adagios, un puente, memorias de su padre y de su madre, la voz de Lyda, los perfiles contenidos en Chantal y Pepe, también de vez en cuando pueden aparecer de pronto otros perfiles. Gladys comprende que he muerto muchas veces pero puede entender que vivo mucho más de lo que he muerto pues sabe caminar tranquilamente lo atómico de ser, que es ser, Alina, sin que una explicación se haga presente. Gladys sabe quererme tan sostenidamente contra el párpado que trenes, bicicletas y aparatos hidráulicos han aprendido a puras novedades eso que algunos llaman equilibro entre la fuerza de un tifón y la tierra cuando el mar desordena sus enaguas y se arrebata hasta la decadencia, de ser mujer, porque le da la gana. Gladys, es en mí, esa ternura que no requiere causa para ser el efecto que siempre continúa rescribiéndose entre los saltos quánticos que han sabido construirme como razón entre mis sin razones y los que me construyen día a día. 5/ 28/11


202 Tu cerebro me piensa y me sostiene a un raciocinio de sutiles distancias que me resultan tan conmovedoras como el fumarme un tabaco de hojas perfumadas a mediodía aquí en bajo Manhattan; lo otro de ti, que me presiente y sabe que soy una marea incontenible marcándote a un vivir insospechado entre labios y espejos desordena las coordinadas detrás de todas esas palabras donde me nombras de un modo tan rotundo, sabiendo como sabes, que yo responderé siempre que llames porque así tiene que ser en estos tiempos que han de ocurrir entre garganta y pecho pronunciando las vísceras a fuertes consonantes sobre la voz del párpado; el amor que yo soy te reconoce y te conjuga igual que una Cantata, barroco en el barroco que se escribe en todas mis costillas desde esas dimensiones donde puedo rozarte en cada superficie que te toca precisándote entornos en los que aparentemente yo no existo; yo respiro tus olores, sostengo las leves impresiones de tus manos redefino el lugar donde el día puede hacerse posible al voltear una calle, porque sí, porque las cosas, como los instantes, son parte de ese interno soliloquio que es pura orfebrería de querencias; últimamente consiento que los emperadores chinos me hablen en mandarín o me hablen en el antiguo lenguaje de la ciudad prohibida, cuando Dios se vestía de amarillo y las fuentes de palacio rebosaban de majestuosos peces, de extrañas flores con nombres cuyos sonidos se han perdido en las corrientes de los ríos que habitan la provincia de Anhui a través de los siglos. Aquí en Manhattan los rascacielos son de una pedantería deslumbrante, pueden sin miramientos ignorar transeúntes, paraguas, autobuses o mover a inenarrables visiones las esquinas donde residen, Claveles silvestres, un Geranio trepador, una Hemerocallis, una Lunaria; porque, aquí en mi ciudad, la azulada luz es otro cielo que me come los ojos y es un techo de agua invertido conversando entre las ventiscas del aire o de las nubes a inexplicable alucinación el perfil de mi boca en tus perfiles, perfiles que se apasionan y viven inesperadas cábalas sobre el capricho de querer que habita, como en ti, el pétalo de un Crisantemo rojo.

5/28/11


203 Me vacío la cabeza y no me encuentro el corazón, todas las memorias se juntan y me hablan difícil, quietamente marcándome los pulsos a radicalidades sólo porque una boca, se escribe sin pensar, sobre sí misma diciéndome que yo debo vivir desde un distante oxígeno donde no se permiten otras respiraciones; entonces, la ciudad, se presta a ser mi amante: mi cuchillo, una brújula, una pena sin nombre, una alegría en medio de la pena, el verbo que los ojos han dejado a vuelta de una esquina, el hambre que también cuelga de los brazos los antepenúltimos espacios entre los hombros y la voz el movimiento de un andén, un extraño temblor dentro del pecho, la maravilla de decir un nombre de una manera, descuidada, tierna como quien nombra el sonido del mar o de la tierra, invalidando todas las distancias. Un perfil puede ser tan penetrante al ojo que no existen paliativos para poder deshacerlo en la retina; un perfil, por amor, se sostiene a presencia indefinidamente o puede hacer que un día, logre convertirse, en un mar sin orillas o que un violín, dentro del corazón, se olvide de ser música sólo porque la línea de unas manos no pueden responder a otras necesidades de producir arpegios; un perfil, por amor, es capaz de regalarte: mapas, calidoscopios, el júbilo que tienen los cocuyos, los grillos, las luciérnagas, un perfil es capaz de estructurarte todo un cielo de nubes, hacer que ellas parezcan: dragones, barcos, osos, caballos o triciclos, papalotes, jirafas, soldaditos de plomo, bailarinas; y por amor, puede un perfil desamarrar el llanto de modo fulminante o cambiar, sin esfuerzo ninguno, el latido sobre sístole o diástole, dejarte sin palabras o llenarte de ellas sin que puedas decirlas como deben ser dichas: detrás de la caligrafía donde el labio es una huella de agua marcada por el rugido de tigres o tormentas. 5-31-11


204 Los dedos se desorientan sobre esas superficies imprevistas, donde las huellas digitales, como una canción, alteran el silencio, y pronuncian las primeras imágenes donde despierta el sueño comiéndome las pestañas a singular escribanía; guardo para otros tiempos, por si acaso: lo imprevisto de una ráfaga de viento, quicios, ventanas, semáforos, ojos que me han mirado inesperadamente detrás de un agua verticalmente pertinaz junto al lenguaje de la noche; ahora yo simplemente espero que los ladrillos y los albañiles dejen de conversar por unas cuantas horas porque me estalla la cabeza , como me estalla el corazón, y de nada me sirve saber por qué me estallan cuerpo adentro: son diferentes voces, relámpago del trueno, que me devora larga, febrilmente; soy una tan viva muerte que camino las vísceras a puro sentimiento, y es tan viva la muerte donde me muero a ratos que hay mares dentro de mí moviéndose fuera de toda expectativa en la absoluta franquicia con que lenguas y de labios transitan sobre el hueso, furiosa, abiertamente deshaciéndome a intolerable condición los pulsos, y no, no hay tregua ni dimisión para otra cosa, que no sea escribirte a memoria de mi boca: los párpados, la espalda, las caderas hasta que seas el remolino de esa otra resonancia rompiendo los portales de mi frente.

6-1-11


205 Existen zonas tan atemporales en mi corazón y mi cerebro que puedes existir dentro de ellas, sin inquietarte: por los olvidos, las lejanías o pérdidas que toleras en ti, contigo misma; yo soy ese estuche donde tú guardas el tesoro que eres para ti y para los demás o para esas cosas que asaltan tu ojo, tus oídos y crees que no te dejan una espiral reconstruyendo tus párpados el lóbulo de la oreja algunos sentidos que de ti desconoces; yo camino sin prisas, devoro la belleza que me asalta, belleza que me dice, que la valentía, es marca de mi espíritu porque yo ejercito lo inagotable de vivir como vivo, a pecho descubierto, a sabiendas de que esto es para mí el único y más certero momento de mis respiraciones donde Dios y yo somos un mismo e inexorable latido preservando todo el amor que existe entre el cielo y la tierra para que nadie se sienta huérfano de sí o de los otros cuando el silencio se coma de repente todas las palabras que quedan por decir o que se han dicho; el mar es la otra parte de mí ,que sabe ,sin lugar a dudas lo que hoy eres y aún aquello que todavía te falta por construir a los futuros de tus presentes, por ejemplo: descubrir nuevamente el color de las peras, la frialdad de un azabache contra la piel, el sabor del membrillo recién hecho, el salitre contenido en una gota de agua y su remembranza de puertos y remotas ciudades, la tiranía de vuelo a imperativos que existen en las alas de los pájaros, la memoria en la raíz de un sicomoro, quizá de una tortuga que se creyó ser un golpe de viento desordenando el planeta con el júbilo de sus movimientos y percusiones o en el asombro de un crisantemo, que al mirarse, se pensó, marimba. 6-4-11


206 Hay frases donde no puedo traducirte al sentimiento cómo te digo en español: There you are creating the unusual in my memory, cómo traduzco a ratos lo anglosajón de mi cerebro cuando te piensa y dice: You have branded my heart with a scent of cinnamon and clover, sólo entonces comprendo que pensarte y sentirte conlleva a dos idiomas una estructura única para nombrarte sin prisa dentro del pecho, un espacio para poder quererte sin tener que explicar esos significantes donde existes en el punto más subversivo de mi vida, porque así tiene que ser en estos tiempos donde soy una resaca de mar, un viaje sin regresos una estación de trenes moviéndose a destiempo en todas las latitudes y longitudes que componen arterias, respiraciones, besos, perfiles, equinoccios, porque en verdad hay un solsticio en medio de esta primavera devorándome los espejos, hemisferio a hemisferio, hasta que soy el Tekufat Tebet que se registra como el primer día del paso del tiempo y la noche resulta inacabable sobre la faz de la tierra, en mis retinas; hoy voy a sostenerte en mi garganta como una antigua canción judía, la que se llama Mi Korason o aquella otra que es en sí un destierro y se titula Adió Kerida, porque a veces, como hoy, sólo puedo decir tu nombre como esas añejas resonancias que se respiran en el espíritu de los sefarditas marcando el sitio de los más agudos éxodos, ésos que pueden ocurrirnos rostro adentro y resultan ser el luminosamente consciente lamento de un quebrado aleluya, donde hasta Dios y los profetas pueden llorar sin lágrimas ni llantos para poder ser capaces de expresar tanto imposible desintegrando el pulso de la sangre sobre la sien izquierda. 6-5-11.


207 La penumbra se esparce por mis párpados, se come todo el horario de la luz en este día donde estoy como estoy porque no toco fondo en este mar tan inexorable que me anega el plexo solar y rompe en las costillas sin ningún miramiento, tsunami para toda una acústica tensándome la línea de los labios desbaratando hilo por hilo todo un pensamiento, porque pensar es caminar sobre el centro de todos los destierros que todavía me aguardan agazapados en la mejilla o quizás entre los clavos, que como un andamio, me sostienen a memoria: lo izquierdo de mi brazo, el desamparo de mis tendones y el último recuerdo que tengo de abrazar fuerte y lento el deseo en otro cuerpo sin tener que cuidarme, como ahora lo hago, cuando quiero abrazar sencillamente. Escucho a mis mariachis y la música resbala entre los dedos de mis pies, música que transita como si fuese una mano acariciándome el cráneo haciéndome temblar de puro gusto; sueño tu boca como sueño Las Habaneras que se cantan en Cádiz, Habaneras que me roban el corazón y me llenan de barcos, la cabeza, la frente, sueño también con tus perfiles como puede soñar el desierto de Atacama con la lluvia, los sueños, con la misma intensidad, que puede, el desierto de Gobi, soñar con una bocanada de aire tibio donde aliviar el frío que lo inunda noche a noche, sueño con tus respiraciones como sueñan los desiertos la sincronía de sus más verdes ciclos cubriendo sus desnudas superficies a explosión de brillantes colores; te sueño, sí, te sueño como el desierto sueña a imposible –posible un mundo de raíces, te sueño latente y viva moviéndote en mis adentros profunda y fuerte llenándome a una intimidad de algas, musgos, líquenes, alta humedad en permanencia para un sueño de torrenciales nubes, porque eres en mí esa zona de convergencia intertropical donde todo se conecta o se desplaza por voluntad del movimiento de los vientos monzones que en ti imperan cuando deseas habitar el Norte o el Sur a los polos del mundo que ahora soy, cuando me tocas. 6-6-11.


208 Regreso para hablarte con las voces del antiguo Egipto, con mis palabras te dejo saber: que eres la pintura de mis ojos, que la flecha de tu presencia sobre mi corazón es superior en pericia a la habilidad de los arqueros de las tropas de Ramsés II en la gran batalla de Kadesh, que tu nombre para mí significa: La que sabe ver la belleza de Ra; con las palabras de mi Madre regreso y regreso con las palabras de mi Padre, porque mis engendradores desde el principio, juntaron mi vida sobre el cuenco de tus manos para que no te faltara el agua sobre los labios o sobre tu rostro antes de que tu voz elevase su plegaria frente al lucero del alba para que tu conversación con la divinidad hiciese que las riberas del Nilo vibrasen perpetuamente enseñando a los pájaros que vienen y regresan del país de Punt como desordenar la quietud del mar Rojo con sus acrobacias en el aire asombrando a los hipopótamos con sus algarabías; en la casa de mi Abuelos todos los azulejos me hablaron de ti, me contaban que los índigos eran origen del deseo desde donde tu lengua y la mía comprenden y comparten el lenguaje de los besos, que eran también iniciación del misterio en tus caderas, que yo estaba destinada a que tus azules me desnudaran de toda pintura que no fuesen tus añiles sobre el cuerpo de mi espíritu y sobre la vasija de mi pecho, porque nada podría venir a mis encuentros sino tenía la inigualable marca de tu radiante sueño bordando la visión de mis pupilas, acariciando con el sonido de tus respiraciones mis pestañas, untándome las cuerdas vocales con el extraordinario ungüento de tus enunciaciones; por eso vida tras vida, regreso con mis antiguas palabras a recordarte que soy dentro de ti todo cuanto has amado y amas que soy el principio y el fin de un inevitable camino cuyo destino de amor está escrito, para ti, siempre, conmigo. 6-9-11.


209 Tres horas y medias rompiendo cartas tan inservibles como esos anuncios de pantalones vaqueros que te salen al paso, aquí en Manhattan, tres necesarias horas y medias que me dejan exhausta de un modo tan esdrújulo que me niego a mirar otro sobre, otro papel, otra inútil revista porque he perdido el hambre con tanto papel suelto cruzando por mis manos; la tarde está en franquicias tan exclusivas consigo misma que no es posible hablar con los pájaros que asaltan mi ventana como tampoco es posible que hoy, yo, desee hablar con otros ni siquiera contigo que eres lo que eres entre estos días que vivo; escucho la poesía de Rod Mckuen, la nostalgia de amor y mar que en ella se resume adagio que sin tu saberlo me dice de tus formas y los tiempos que caminan el espacio de tus uñas, la línea de tus labios y esos otros rincones donde guardas mi nombre dentro de tu garganta; me digo que tengo que comprar flores para la casa que tengo que hacer un fortuito viaje sobre tu ceja izquierda y andar esos parajes que en tu ojo se mueven como un calidoscopio, también ahora me digo que sentirte cuesta mucho más que pensarte sobre todo cuando tus interioridades saben estructurarme mucho mejor de lo que sabe el viento estructurar las canciones de un árbol, sus estremecimientos entre una nube y un aguacero inesperado; una mujer leopardo, como yo, consiente a ser devorada con la misma pasión de devorar que es parte de mi naturaleza y orden: por las ganas, por la belleza, que letal me convoca a saciarme sin prisas, tan sostenidamente, que todo aquel que come se enamora del acto con el que yo devoro la vida a singulares momentos entre mi hambre y la fiebre de querer, lo que quiero querer, porque lo quiero; la música es el otro deseo que me habita la cavidad del tórax, ahí, te encuentro siempre, fantasía de la fuga de tus hombros, tu ombligo, del calor de tu sexo cuando se abre en mi boca y Dios es contralto en la voz de Emma Calvé o de Adela Juana María Patti rompiendo los cristales de este siglo y despertando inusitadamente los secretivos tímpanos al Lincoln Center, a Broadway, a la Octava Avenida cuando así te sostengo y te bebo y te nombro a partitura en vivo. 6-12-11


210 En tan sólo segundos puedo borrar una conversación con mis almohadas eludir todo el sueño que me pesa en los párpados, desintegrar las normas donde vive un espejo o adelantadamente existir cualquier lunes al año 2012 sin perder un instante de este trece de junio que ahora mismo yo tengo; quién comprende a derechas estos paseos quánticos donde todo es posible dentro de mi estructura y Manhattan florece su inaudita marea sobre rostros o espacios que me comen los ojos y me cantan despacio sus tremendas canciones alimentándome los huesos, el arco de las cejas, el oleaje del cuerpo?. Hoy la cita es conmigo, iré a almorzar, a comprar flores, iré a comprarme frutas a caminar despacio saboreando el entorno que me conecta al vecindario sin que medien palabras entre mis pasos y las aceras o la mercadería en la tienda del coreano; este verano mío tiene extraños arpegios: loros imaginarios, bicicletas en vivo, ventanas con geranios unos cuantos boletos de avión, el rostro de mi madre, también está tu rostro en medio del silencio, de los cines, del parque de este café que bebo a paladar de gusto, de cartas electrónicas y de cartas escritas de puño y letra para que mi computadora no se crea tan importante, como lo siguen siendo: el papel y la pluma, mis propios espejuelos, los de cerca y de lejos los de leer tan de cerca que uno puede marearse de modo repentino con tanta cercanía mirándonos de frente; ahora escucho la noche en la voz de Lila Downs como un pluque que sabe recorrer la garganta con su ardiente misterio donde hablan las culebras y las rosas a un tiempo, pues New York y San Miguel de Nepantla hoy son la misma latitud sobre el pecho, hablando con lo izquierdo de mis costillas sosteniendo mis clavos, mi útero, mi fémur. 6-13-11


211 Yo bailo con la muerte y con la vida en una gran marea de amapolas, en una gran marea donde se reúnen para bailar también junto conmigo la raíz del peyote ,las gardenias, tu voz, el beso que retines entre la comisura de tus labios y las palabras de amor que no han cruzado la zona del querer en tu garganta; yo bailo en una muerte que es tan viva, tan fulgurantemente arrebatada que hay dioses y lugares esperando las huellas de mis pasos para sentirse las respiraciones enamorando el aire y las cisternas; mi amor es toda una campana rompiendo los esquemas que residen en catedrales, en los parajes donde el agua es siempre: una caída vertical, el ojo de una tromba marina, el de una cobra, el temblor en las manos de Tagore cuando logra mirarse en las estrellas como un átomo más del universo, mi amor tiene también esa rareza que a veces te sorprende si me miras y te ves como parte de mi espejo al beberte de pronto mis perfiles, mi amor crece sus diez mil yerbas entre tus dedos replanteando perfumes que tú, desconocías en tu cuerpo y camina a puro aroma de contralto con tu espalda, mi amor, que ya es tu amor, se determina en las cosas que siempre te acompañan y en las cosas que de repente dejan ser, porque así lo decides, mi amor ese caracol que sueñas a contra- oído cambiándote la frente y lo que piensas, de tanto que me piensas y me sientes, calor de tu costado y tu entrepierna. Mi muerte, la que baila conmigo, con mi vida, es tan enteramente viva en su misterio de creación sin treguas ni medidas que hay un séptimo sol marcando nuevas connotaciones a la tierra, séptimo sol hablando las nuevas teorías que hoy por hoy van a ser configuradas por la ciencia y el arte de futuras mujeres que ya están creciendo en vientre de las Atmósferas, de Rojos Tulipanes, bajo las faldas de Ancestrales Abuelas en el Ojo de los Tigres y entre los Azafranes.

6-13-11


212 Es tan redonda y alta la luna en esta atmósfera que el corazón es una incontenible marea de mercurio asustando de un golpe a todos los metales del planeta; nada más que por eso, despójate , mi vida, de todos tus anillos, también de los zarcillos, del collar que acaricia tu garganta, de las pulseras, del reloj, en fin de todo aquello que contenga metales porque voy a tu encuentro desde un hambre tan líquida que hasta la sinrazón se queda anonadada; el poema te lo escribo de modo apasionado carta que irá diciéndote ,que yo , como la carta, quiero vivir dentro de tus pupilas en todos los minutos o los años que necesites no sólo para leerla, sino también para sentirla acariciarte toda desde adentro hacia fuera como lo hace mi lengua; es tan alta y redonda esta mezcla de éteres manifestando a luz la orfebrería del argento más vivo que hay criaturas fantásticas tropezando hacia arriba enloqueciendo faroles y luciérnagas con su andanzas de boca-arriba al aire; es tan redonda y alta tu presencia conmigo que todos los cristales que habitan mis ventanas comprenden el lenguaje que hablan las Calas –Lilas, los helechos, las tundras en medio de Manchuria, los vitrales que existen en Polonia o en Praga y los poco que quedan de la memoria histórica de Amelia, la cubana, que sabía como nadie, hacer la luz tan sólida que las puertas aún se sienten asombradas; es tan rotundamente profunda en esta noche la íntima figura donde te sé y te pienso marcándome la aorta que decirte , te amo, sería insuficiente, sería insuficiente, solamente decirlo, si no estás en mi brazos, como es de insuficiente estar sin ti y pensándote. 6-14 -11


213 Para y por mi Elena… No consiento que llueva ni ahora ni mañana. Ni siquiera consiento que llueva por los próximos meses, me niego a que paraguas, trenes, aceras o bordes, puedan humedecerse; no soporto la idea de que pueda lloverme tanta agua sin mirarte, no tolero y me niego a este desierto de agua saliéndome al encuentro de sombrero y sandalias como si todo estuviese en un orden perfecto entre mis costillas y las alucinaciones de mi ciudad, Manhattan; un gato como yo puede pulverizarse si la lluvia lo alcanza sin tus alegorías de toldos mitológicos para poder cubrirme de este incesantemente apasionado, caer sin condiciones, cuando las verticalidades que tiene un aguacero avanzan, impertinentes, poseyéndolo todo, haciendo de lo húmedo un arabesco de charcos que reflejan: algunos versos de Rumí de Celaya, de Salinas, de Dalí o Federico de la misma Sor Juana, sorprendiendo mis ojos, mi nariz, mis oídos, el chocar de mis pasos con la acera y el aire cuando andan mis retinas caminando distancias y hay un malabarismo conmigo y con las horas y no tengo relojes, ni tengo un calendario para escribirte a fechas o señales que digan lo que quiero que me digan estos días que me viven y respiran sin tregua; cómo ubico a esta Alina en un viceverseo entre el silencio y el agua que existe a paradojas de impensado diluvio comiéndose las alcantarillas y los semáforos asaltando las curvas de las calles y los puentes llovediendo la vida de una manera impropia. 6-16-11


214 No me ahorro las ganas de quererte ya que contigo tengo que despilfarrarme de un modo tan consciente, tan concreto, que la real academia rediseñe el verbo despilfarro a otras maneras porque el término esdrújulo ya se me queda corto con esto de quererte como si fuera brújula y tú lo que la mueve; hay extraños momentos que ocurren en tu boca si me miran tus labios y hablar es otra cosa, hablar es no decirme las ganas que entretienes, el momento en que todo dentro de ti consiente a mis hemerotecas: donde vivir, es siempre, un acto tan humano como comerme un mango o quizás una pera caminando Fort Tyron a las dos de la tarde un domingo cualquiera; quererte en despilfarros es toquetear la música, es salirme a destiempo de una siesta, una silla del reverso que tienen los rehiletes cuando se creen hortensias y no entienden la suspicacia de una abeja o una hormiga; quererte es una tarde serenateadamente prodigiosa que ocurre entre mis dedos cada vez que te toco, porque si no te toco Dios no puede con eso de que yo no te amé en un puro barroco o en lo churriburesco que me crece en las vísceras cuando te huelo y siento como a perfumerías de tu piel me convocas sin cuantificaciones; ya no tengo remedio con esto de quererte te guste o no te guste me ocurres simplemente de la misma manera que ocurren las ventiscas, los remolinos de agua, un pastel de manzanas, mi almohada favorita, Andrea Bocelli cantando a Verdi o a Puccini, un carnaval en Río de Janeiro o Venecia, de la misma manera que ocurres porque ocurres detrás de mis pestañas, en mi nuca, en mi frente y porque no decirlo, también en mi entrepierna. 6-17-11


215 Tu amor es lo más próximo a un caballo troyano asediando las vísceras. Tu amor que no consiente a estas líneas de fuego donde yo soy el pulso de todos los volcanes que tiene este planeta; tu amor que es un portento de gestos tan bien civilizados que Sócrates podría filosofar por siglos describiendo los diques donde tu amor conjuga parámetros y hermosas cárceles para vivir en zonas tan desquiciantemente quietas como puede ser desquiciante para una veleta sentir el movimiento irrefrenable del viento cuando la hace temblar sobre tejados y pone en sus metales el extraño deseo de ser un papalote cuyo hilo se ha roto simple y sencillamente para que papel y varillas se estrenen a un solfeo de abiertas libertades; tu amor es la otra parte, que tienes tú conmigo, para reconocerte cuando te encuentras sola y las explicaciones resultan innecesarias con todos tus espejos, con todas las señales de alerta sonando sus alarmas dentro de tu cabeza porque me reconoces como esa parte de tu piel, tus deseos, del corazón que tienes cuerpo adentro cuando te das permiso de respirar a razón de centésimas de segundos o apenas nanos inciertos segundos que se escapan del fondo de tus ojos aun cuando los cierras y tus párpados saben que estoy en ti y contigo; tu amor es una cobra y yo el sonido del Tumarit que la despierta a una perfecta danza con toda la energía de Kundalini que tienes vibrando entre tus vértebras a esa canción de gozo contigo y la galaxias que saben componerme para que Dios se haga presencia sobre el mundo; pero tu amor es todavía, porque así lo decides, un caballo sitiando las paredes troyanas de mis vísceras, es también una Ilíada, una Odisea, un dolor de estilete con la historia de tus propias batallas rescribiéndose en vivo, aniquilando oráculos, diseminando huesos, ignorando el anverso lugar donde me sientes.

6-17-11.


216 Hay momentos que me taladran la boca rompiéndome la respiración palabra por palabra sin que medie ni un eco; tu iluminada sombra muerde mis párpados, se bebe mis retinas, me desangra los besos que guardo en la garganta, como un sonido más para dejarlos moviéndose en tu boca; no tengo calendarios y sobre el corazón hay una brújula que no sabe decirme donde reside el Norte en que se revuelven las inabordables marea de tus ojos; el tan sin ti hoy me cobra como nunca la frente, me cobra los espacios y no sé cómo recordarte siquiera no sé con cuales líneas podría reconocerte o rescatarte, tampoco me imagino como decir tu nombre ni siquiera es posible que pueda responderte y el vacío es tan ancho, que me devora el pecho, me devora los pocos paréntesis que tengo de ti sobre mi cuerpo; con qué llanto te lloro en esta noche tan cortante y muda?, en esta noche donde soy el fantasma de un puente de un gladiolo, de una extraña marimba que se quedó sin manos para sacar el canto a singularidades. Tampoco sé morirme como los otros mueren yo padezco una muerte que día a día me resucita el cráneo, una muerte que sabe juntarme hueso a hueso, una muerte que lleva, dentro de sí, tantas cosas de ti, mujer, que no puedo morirme definitivamente porque tú ,desde otro tiempo, me reclamas como una vida tan en ti, tan tuya que Dios resulta un inexperto tratando de exigirte explicaciones y no quiero sentirme la tristeza merodeándome, oliéndome, repitiendo esas sílabas que se condensan sin mesura debajo de mi lengua, entre mis dientes; hoy no quiero soñarte, no deseo soñarte, hoy no quiero que mis almohadas te repitan como lo hacen mis sábanas, como te saben repetir las horas o los años de todas las ciudades y de esta ciudad mía, ladrillo por ladrillo, calle a calle. 6-19-11


217 Te coloco a este veinte de junio, sin motivos y te coloco aquí, porque hoy, es el único día que tiene el almanaque, es el único día para poder hablarte, olvidarte o decirte que eres imprescindible, que Junio tan disperso se mueve entre mis cejas, que Junio tan sin bordes para comprar claveles para comprar un viaje de trenes por tus hombros para trepar las finas distancias de tus muslos, de tus codos, de las hambres que saben despertar la ardiente Koloratur de tu vagina dejando a Beethoven sin aliento y despertando sus tímpanos para el asombro de Bonn y el río Rhine; y porque estamos a veinte de Junio simplemente te regalo: tres gusanos de seda para un pañuelo en único, el aire que genera un abanico chino, cinco naranjas dulces importadas de Valencia, un boleto para montar el carrusel de Central Park en Noviembre, un viaje en barco alrededor de Manhattan, diecisiete maneras de mirar una orquídea, las memorias que tienen las fuentes de la Quinta Avenida siete mil petirrojos que cambien los latidos de tu aorta y le enseñen a tus ojos el extraño lenguaje de los caleidoscopios, de las inéditas canciones que viven entre las raíces de los árboles y la yerba; es el único veinte de Junio que me queda en este dos mil once para poder decirte: que yo te estoy queriendo definitivamente que hay una sinfonía, de ti y conmigo, comiéndote y comiéndome los pulsos, desesperando los hurones y los barcos en las orillas del Hudson porque ellos también quisieran poder enamorarse de un modo tan rotundo, a pecho descubierto, desde la viviente razón de Amor de una naturaleza como la mía que te ama porque sí, porque esto es lo que yo puedo tener en mis adentros porque, hoy, a veinte de Junio simplemente eres mi clavicordio, mi marimba, mi cítara. 6-20--11


218 Pienso en el temblor y las razones de un clavel cuando el aire lo sabe cortejar y corteja a ese matiz donde las bocas crecen y llevan nombres propios devorando las sílabas porque un rostro, reside, para poder reunirlo sin restricciones a verticales gestos cuando la pasión de ser le reconoce y mira: espejo al contralto de otro espejo que reparte el azogue a indiscutible zona de deseos; hoy la luz me conmueve porque llega con todas tus presencias porque llega, hablándome de ti, sin parsimonias porque me dice que eres pensamiento al apetito de mi frente porque la luz, hoy tiene, tus propiedades y sustancias moviendo mis espacios de modo contundente como debe de ser cuando hay galaxias reconstruyéndome las venas de una manera insólita; hoy también crecen ciertas madreperlas dejando boquiabierto a los corales y a las algas marinas y hay corrientes distintas caminando el océano enloqueciendo peces, mis pestañas, las quillas de los barcos las ráfagas de espumas, también los arrecifes y porque no decirlo el fondo de esos mares que sólo las ballenas son capaces de verlos; hoy comprendo la línea que contiene el misterio conjugando la médula de una tromba marina, el espacio que ocurre entre pétalo y pétalo donde a color, el ojo, se viste o se desviste frente a lo inverosímil, conversación en vivo sin que medien palabras robando el sentimiento de lo que ya es sabido por aromas que nutren manos, caderas, lenguas a un ritual de incontables potenciales contigo. 6-26-11.


219 Me limito a cruzar los cuerpos que me viven reubicando las horas de este día entre las huellas digitales de mis manos, mis ojos, mis palabras y los gestos, que desnudos de ti, hoy caminan la tráquea de modo contundente; el poema tampoco se presta a mis espacios ni se presta a decirte lo que otros ya te han dicho, sin embargo hay ocultas canciones que entre líneas poblaran tus retinas con sus sonoridades de mareas y vientos de un lenguaje de besos, de mordidas que sin un roce existen sorprendiéndote el labio, ardiente oscuridad que avariciosa transita la secreta geografía de tus pasiones; tendida aquí en mi cama, con el dedo de otra mujer, escribo tu nombre sobre mi vientre, te escribo largamente y largamente te deseo con cada asignatura de músculos y espasmos desde donde eres nombrada a partir de los tiempos que tendrás con mi historia, porque así está dispuesto, porque soy esa zona de ti que te hace falta: respirar, devorar, ignorar, trajinar dentro de ti con tajante certeza que no se necesita pensar o razonar frente a ti o frente a otros; tu figura me desgarra como un halcón los úteros testigo soy del hambre con la cual me pronuncias y con la cual también me desintegras, tú, que ahora me sabes buscar con todo aquello que de ti olvidas porque soy el presente donde te reconoces a filo de cristal y a contra pulso.

7-1-11


220 Hoy ando, yo, de suerte. Como no conozco tu boca todavía, me la puedo inventar a mi medida, puedo sentir como se abre conmigo como camina lenta por mi cuello, mi oreja, puedo sentir la marca de tu boca, fría o caliente según la necesidad de mí en que te humedeces; puedo morirme en sus sabores con un placer tan vivo de poder saborearla que en algunas regiones surgen de modo insólito: sirenas, aves rapaces, caracolillos, espejos con cuentas regresivas, peines tallados en madera de naranjo y a mano, por antiguas mujeres que conocen el misterio para poder desenredar a una cabeza el más abstracto de los pensamientos; sí, hoy ando yo, viviendo en tanta suerte que puedo ser tu amante a mi manera, sin permiso de ti y con tu permiso, hoy puedo reunirte entre mis brazos beberte los espasmos y aprenderte a viva lengua y aprenderte también dedo por dedo o en conjunto de dedos todo el cuerpo y decirte los cosas que tú piensas conmigo, como si fueran mías, para que no te asustes o te asombres con esos sentimientos que vas acumulando dentro de ti como la noche sabe acumular cocuyos o planetas que hacen estallar a cualquier córnea frente a tanta belleza; hoy ,porque estoy de suerte, puedo, con mi interna visión, llamarte, con todos los vocablos que el sentimiento de quererte conjuga en mi existencia, puedo llamarte o decirte a descuido: cariño, corazón, mujer querida, mi vida, puedo también decirte: Amor, con todo lo que la palabra en sí conlleva porque, eres, mi amor, sin duda alguna; hoy, como puedes ver, ando de suerte. 7-3-11


221 El bolero irrumpe en este mediodía, melancólicamente, es tan tierno y lejano este bolero mío en las antiguas voces del trío Los Tres Aces y como Jacaranda te prendes al recuerdo sin más explicaciones; qué manera la mía de nómbrate y tenerte entre mis cotidianos al leer, doblar la almohada, colar café o fumarme un tabaco húmedo y perfumado que también sin quererlo, se me ocurre, trae un gusto a tu boca; el poema se filtra, como tú, en mi cabeza resbala al corazón, se sienta en mis costillas, da vueltas en mi ombligo y encalla entre mis piernas con su canción en único de ti, de tus presencias; es tan viva la ardiente melodía de tu cuerpo el contundente vicio de quererme y querernos las puntas de los dedos de los pies, los cabellos, los pezones, el arco arrebatado de la espalda, caderas, pantorrillas, que todos los amantes del planeta repiten cada acto de dedos y de lengua cuando estamos queriéndonos sin prisas y a sabiendas que todos los orgasmos nos van pintando a lujo de pura decadencia toda la piel y el alma; cuando apenas comienzas a decir que me olvidas que vivirás sin mí porque es lo razonable, hay un filo de navajas comiéndote la aorta marcándole al ruido de tus venas todas mis consonantes y en ese mismo olvido comienzas a pensarme, a sentirme y a sentirte de nuevo como algo ya tan mío y tan de ti contigo, que ríos y mareas desatan las paredes de tu sexo a vértigo de horizontales en tu cama, en tu silla, hasta en esos lugares donde caminas sin rumbo o del brazo de otros que junto a ti conviven sin saber que me sientes de manera profunda, quemándote las ingles. 7-3-11.


222 Estoy tan insoluble que presiento alguna parte de mí sentando las ausencias en la mesa de tus ojos y tus manos porque nunca he sabido desdecirme, y Alina sabe ser siempre esa Alina que vive sin ambages la curva de presentes moviéndose a compases de universos; transito las ternuras a viva piel entre mareas y espejos habló con las ventanas y me estremezco entre labios que saben pronunciarme a cábala de cráneo y me acompañan los besos y la medida con que cuerpo y espíritu en mí aman la canción del planeta y sus esferas en todo rostro que me sale al paso; la línea de lo azul es la otra marca que transfigura todos mis espacios alimentando verbos, resonancias, partituras que brotan de los cedros y sin pensar ajustan sueños o pesadillas a mis pestañas, allí puedo encontrarme la canción más antigua del relámpago, un Preludio de Bizet , la memoria de un melocotón, de un barco, la gracia de un tiburón en mar abierto, el temblor de un tulipán, cien otoños que yo creía perdidos, veranos que se fabrican entre mis sábanas, ciudades que aparecen en mis dedos de modo singular cambiando la luz de mis mañanas, como pueden cambiar cuatro dedos de oporto moléculas al cristal que lo contiene; y estoy tan insoluble en mi alegría de ser sencillamente Alina que es posible, desentenderme, de todas las paredes y las cárceles que tú, constantemente, en ti, fabricas y sin palabras, hoy puedo decirte, que para amarte no te necesito, que soy el trapecista y el trapecio, el momento infinito de la curva donde el espacio es otro cálculo rompiendo esquemas en la frente de Blaise Pascal o de Pitágoras, que al final de tus cuentas regresivas soy ese lenguaje de lo apasionado tensando la garganta de una tormenta de arena, de un geranio, de un pitón de cabeza negra, de una mujer, que por mujer, me deja degustarla hasta los tuétanos, porque desea quererse con mi querencia abiertamente. 7-17-11


223 Los chicos que apuntalan los ladrillos de todas las paredes de mi casa hoy limpian el cristal de las ventanas porque parece ser que han terminado su labores de ajustes a las fachadas; el calor es brutal, es sofocante y por unos días seré de nuevo, el fantasma de la Monja entre sus libros entre los ritmos del poema que camina mi cerebro imperturbable a mi desgano de no hacer o pensar cosas que quiero. Hablo con los amigos, las amantes, hablo también contigo, hablo contigo, tú, que eres quien eres y quien no eres; también escucho la música Rumana de George Enescu su Rapsodia en D mayor Op 11 No 2 cuya belleza me recuerda el borde de tus manos, tu boca, tus pestañas, el sonido de tus risas en mí oído o esas palabras que jamás te dices o me dices como por ejemplo: hoy la extraño de un modo fulminante me gustaría sentirla en mis adentros comiéndome el deseo sin compromiso; la tarde se reparte a su misterio de sirena, de duende, a su misterio de espejos que también te contienen, como yo, en mis pasiones, espejos con tu historia de azogues que todavía esperan para una ardiente experiencia entre mis dedos; me lleno la cabeza con la maestría de Werner Muller desgranando La Rapsodia Húngara no 2, la melodía Orquídeas bajo la luz de la luna, o la juguetona pieza El Reloj Sincopado, tan livianas como un merengue hecho a mano que entre las hambres del paladar se hace presente, como sabes tú hacerte a un presente de ti entre mis hambres. 7-19-11


224 En presencia de ti y tan sin contigo que la ausencia se torna otra manera de tenerte y sentirte; enmudecen los lirios, la yerba buena, los marcos de las ventanas y también los tranvías lo mismo que mis ojos; de vez en cuando tu boca me reproduce y soy un temblor en tus labios las palabras que dices, el extraño momento cuando tus manos sin pensar me acarician y tejen esa historia de tierna biología entre tus huellas digitales que sin querer conjugan sobre mi piel la absoluta belleza del Arabesque de Schumann inquietando a los pájaros, a los árboles, al río, reinventando los movimientos a la aurícula izquierda, también a la derecha, sobresaltando la cava superior y la inferior haciendo de mi ciclo cardíaco un contra punto de tu propio ciclo; allí en silencio converso abiertamente con todos tus costados, con tus pies, tus sonrisas, con lo que pudieses amar, con lo que amas, allí converso con tus estructuras, paseo tus fractales y me hundo en esos mares de ti que aún desconoces para ser, sin que sepas: un pez espada, un atípico coral, las memorias contenidas en el Norte del océano Pacifico o en el Sur del océano Atlántico, la conversación que sostiene océano Índico que habita entre tus cejas desenredando las canciones de los meridianos y paralelos delineando la Fosa de Java, la de kermadec, la de Cabo Verde para que todo el cuerpo de agua que soy, te reconozca, parte de su estructura, de sus giros oceánicos.

7-25-11.


225 Dos veces por decreto la lámpara que estaba sobre mi cabeza se apagó y encendió dentro del vientre de mi madre, dos veces el Ángel me llamó y a la segunda respondí; tocados dos veces fueron mis labios y dos veces se borraron mis memorias sólo por eso, dos veces y el infinito que lo conlleva es la medida que me fue otorgada para caminar el Planeta y entender su conexión con lo de afuera y lo de dentro; así me vistió con su aliento y con las palabras de esta superficie y de sus múltiples, para que todo cuanto debe de ser dicho y callado por mi boca se haga testimonio del sello sobre mi espíritu, acaso no está escrito: Mil años a sus ojos son un día de ayer, pues todo cuanto me ha sido dado a través de las palabras debo multiplicarlo de modo único para el beneficio de todo oído y todo entendimiento porque desde esta acción, mi corazón camina hacia su historia. En mi cabeza está su marca como su marca está en mi brazo, al costado del dintel de mi discernimiento encuentras su señal y dentro de mí están sus cuatro hebras, por eso soy amada y me cumplo en las palabras como se cumple la semilla en la tierra igual que se cumple el movimiento de los astros derramando lo interminable de la canción y sus silencios.

7-26-11.


226 Los relojes carecen de memorias porque es tu corazón el que recuerda, el que dicta un compás fuera del tiempo, sobre las palmas de tus manos, sobre tu aliento; soy tu éxodo más hermoso y el más difícil de ellos, la fragua que te forja las tierras prometidas, lo que sabe inventarte a ojo de horizonte ese vuelo de halcón que vive en tus costillas buscando el aire que soy para poder respirar desde adentro los ocultos deseos que habitan tus cutículas, el calor de tu sexo, los voraces lugares de tu lengua, la brutal preciosidad de quererme sin poder remediarlo cuando en la soledad de ti me haces presencia; hay ciertos aguaceros que jamás tocan tierra como hay ciertos sonidos que no tocan el tímpano y existen ciertos fuegos que arden tan letalmente que el agua se hace fuego en su misma medida ardiendo por encima de cualquier consecuencia, porque de nada vale entretener el cuerpo andando a los espejos sus otras biologías donde cuellos, caderas, antebrazos y espasmos son esa abierta línea que sin pensar nos busca a lujo de pasiones con la vida, que por vida, reclama avariciosa su marea de piel, su encuentro con el hueso; por eso soy el éxodo que más cuesta a tu historia ése, hacia donde caminas, inevitablemente éxodo que tú sabes, transformándote las vísceras, hablándote la contundencia que tienen tus insomnios cuando tus pestañas piden a sueño o pesadilla sentir como mi boca lentamente se mueve sobre ellas serenateándote los párpados con una belleza tan antigua que una guitarra puede sollozar frente al gesto de quererte tan largo, tan en firme, tan líquido.

7-27-11


227 Un lirio, un arrebato, una distancia comen del mismo pan y se alimentan entre sí reproduciendo, la tierna maravilla de un tiburón cuyo deseo, en mar abierto, se torna en un nadar sincronizado, en un círculo de cambios de color y mordidas electrizando el código de la mareas; a ratos un arrebato, una distancia, un lirio pueden inexplicablemente reproducir la llamada de un tiburón peregrino cuando se repite en actitudes tan complejas dando vueltas alrededor de aquello que desea y es parte de su naturaleza, sin esfuerzo; un tiburón, un lirio, un arrebato pueden atravesar cualquier distancia sin ningún movimiento perceptible cuadriculando el ojo o las respiraciones a un límite de branquias o de córneas, porque arrebatos, lirios y tiburones tienen dentro de sí: aletas transversales y branquiales, aletas pélvicas, anales, laterales y dorsales para poder atravesar el sentimiento del olor, del sabor, de la textura que habitan las corrientes del cerebro cuando el amor nos reclama a sus capítulos fuera de toda explicación o causa; una distancia tiene esa textura de un tiburón, un lirio o un arrebato sorprendiendo las brújulas internas, las que tú no pensabas que tenías plagándote los ritmos de la Aorta a esa frecuencia de lujo que es un interno lenguaje de gestos tan precisos donde el cayado aórtico despierta con sus espasmos la arteria ovárica, las ilíacas primitivas, que para amar resultan tan necesarias, como es de necesario estar contigo. 7-29-11.


228 A mi Madre se le quiebra la voz de vez en cuando si en nuestras conversaciones telefónicas ella comienza a hablar de sus abuelos y tatarabuelos desde esa conexión que sólo existe en el tubérculo del corazón a través de una inagotable escribanía de amor que vive en su cerebro a presente rotundo alimentando la brújula más antigua que tiene su memoria, la que define, el Norte de ternuras a su lóbulo frontal, sin miramientos; allí aparecen sus abuelos paternos Andrés Vidall y su abuela Andrea Beotto, sus tías Valentina y Ana, aparecen mi abuela Nena y sus padres Nazario Folch y Catalina Rabazza sus tíos Alfredo, María, Vicente, Armando y la mujer de su tío Alfredo a quien ella sabía llamar Mama Amalia; cuenta, mi madre, que en cada dedo de su mano izquierda ella tenía, como decían en Cuba, un teto o chupete para poder dormir a pierna suelta y me cuenta también que a sus cuatro años quemó todos sus tetos el día que murió su Mama Amalia porque su muerte fue el golpe que le trizó a su infancia la sien izquierda y supo prepararla para las otras pérdidas; mi madre habla con Dios y con sus difuntos con la misma soltura que habla conmigo y nos sabe contar sus alegrías, la pena que se sienta en su hombro derecho y la nostalgia que respira de modo repentino entre sus córneas cuando piensa a consciencia en mi padre Simón Galliano Iglesias, en el día en que mí Abuela Blanca o mí Abuela Nena murieron en sus brazos y ella les limpió el cuerpo y las vistió calladamente, con la firme certeza de que en algún lugar del mundo en días como esos había llorado el desierto estremeciendo todas las cisternas; mi Madre es también como un silencio tan lleno de canciones, que Dios cuando lo escucha se acuerda de ser Dios sencillamente y entiende de manera incomparable la maravilla de crear sin tregua la belleza y el hambre de belleza que mueve su creación y la transforma a infinitas mareas de su esencia; mi Madre sabe ser la impresionante curva que define la fuerza a una Katana y sus pupilas son capaces, con su fulgor o furia, de puntualizar línea por línea la historia de lo que significa ser raíz de Samurái sobre esta tierra. 8-3-11.


229

Suk con su Fantasticke Scherzo Op, 25,despierta el corazón, pero es el primer sorbo de café expreso, el que esta mañana sin remedios le dice a mi vagina que estoy viva, que el día habrá de ser fulminantemente bello porque llega comiéndome el cerebro, las horas y los minutos que vienen a mi encuentro, implacables, seguros de gozarme la presencias o ausencias de Alina con Alina a rajatabla; porque un día que viene dentro de estos excesos de estar como yo estoy, abierta y líquida sólo puede llegar de esta manera, rotunda, decisiva, devorando la luz ,creando un temblor de crisantemos cuya naturaleza estalla su relámpago en el tímpano, fiera consciencia, otorgando a mis dedos, su regodeo de ganas y maestrías, escribiendo sobre mi piel la melodía de sabores que pueden ser contenidos en la pulpa de los anones, en las consonantes donde saben residir, a biología de encantos, las peras , las albérchigas, el almíbar sobre buñuelos o torrejas acabaditas de hacer, que han sabido llegar, cortejándote la boca sin mesura; Rossini y su Maometto Li Overture se adueña de las paredes de la casa , resbala sus acordes entre mis libros, acaricia las ventanas marco a marco o se derrama por el patio con esa persistencia de aguacero que con su cadencia de humedades se adueña de todo aquello que le sale al paso, porque lo líquido es el secreto a voces que se dicen los amantes cuando creen que están solos y nadie más que ellos saben llamarse como una marea en único transformándose en una enardecida vuelta de agua donde Dios respira en cada uno de los gestos que conjugan el verbo de besos, las cinturas, las palabras que construyen garganta y entrepierna haciendo del Planeta una ecuación fuera de toda fórmula. 8-7-11.


230 Este Lunes, una mujer, que no eres tú, se adueña de mi cuerpo lo recorre sin prisas y me pronuncia entre sus labios de manera inequívoca, me llama con las voces que tiene su apetito y mi avidez responde de modo fortuito; mi biología sabe responder a sus causas de estar presente y viva aun cuando reconozco que eres tú, la que sostienes, sin esfuerzos, ciertos pulsos al ventrílocuo izquierdo del corazón ciertas cadencias que sólo en tu presencia toman forma y le dan a mi vida un espacio de infinitos temblores, de secretas corrientes marinas donde soy un tiburón, la canción de un Rorcual Azul en alta mar antes de hundirse en las profundidades camino a Sir Lanka, Omán o las Maldivas; Vivaldi puede traerte a mi reminiscencia con su liviano juego de notas contenido en El Concierto en A Menor ,RV463, entonces la casa , la ciudad, un mes entero, pueden reproducirte sin percances o pérdidas en medio de mis días, de los amores que me salen al paso de los que me alimentan tan subjetivamente, en igual proporción que el perfil de Manhattan y mis ojos se alimentan con la singular gracia de un cielo marsupial e irreverente, cielo en preñez de nubes. nubes que saben fabricar a las atmósferas su infinidad de signos dejando a pájaros , ventiscas, a personas como yo, en puro asombro de innovaciones y transparencias. Pero hoy ,como cualquier otro día, que me ocurra en el tiempo, otras mujeres ,que no son tú, me llamarán a capítulo de lenguas y fervores, me llamarán a una ruta de biología y afanes sobre el hueso y la gana, otras mujeres me llamarán y en mí tendrán respuestas, hasta que tú decidas, ser para mí y conmigo el portento de los abecedarios que pueblan las tormentas, la incinerante posesión de los alfabetos que habitan en el calor de tu boca, en tu gusto de amarme como a ti te apetece, como tú sabes que puedes y debes desearme. Khachaturian y su Violín Concierto en D Menor , sin que tú sepas ,me definen, ese lugar del No donde resides tratando de evitar el persistente, Sí , que ahora soy en tu historia. 8-8-11.


231 No me bastan los ojos, esta noche, para mirar, para absorber imágenes; son ojos sin pupilas que caminan un espacio tan vasto donde la luz se puede devorar a sí misma; son ojos tan capaces de atravesar los límites des- nombrando los códigos de universos y átomos que no existen arquetipos que puedan contenerlos, ni siquiera es posible poder desprogramarlos; qué hacer con estos ojos que hoy no sabrían mirarte, cómo puedo en palabras decirte, que aun así, me habitas la ternura y el deseo en medio de los implacables vacíos de mis córneas; tengo un abecedario despierto en las retinas, desplazando en mis vértebras los lugares comunes donde otros seres, miran, sin ver la maravilla de la raíz de los espejos, de los cráteres, del efecto inaudito de una rosa, de la estructura más fina contenida en un bergamoto, el extraño momento donde un gesto respira su belleza y sé sabe, una infinita línea, de todo cuanto es vivo; yo que me llamo Alina y en Alina respondo a todo cuanto sabe convocar sobre el pecho su propia resonancia, comprendo algunas veces que habito los lugares donde sólo mi espectro y mi voz son posibles, donde amar ,es esta marca, que me incinera las más antiguas válvulas del corazón y me sirven la mesa con una soledad tan decisiva que solamente yo puedo ser capaz de digerirla sin perder la alegría o la esperanza; sé que debo existir, instante, en cada instante, sin aquello que aprendo a desear desde el contexto de amor sin dar pie a que la pena me calcine las vísceras, ya habrá un tiempo que suba fácil por mi garganta para poder recalibrar la aorta sin perder equilibrios, sin perder la canción que gravita entre los abedules entre las ardientes superficies de los pianos o en el intuitivo instante donde me reconozcas en los besos y las risas que transiten las palmas de tus manos sin discreción alguna, un tiempo donde sentir la ávida hermosura, de poder ser contigo ese voraz presente transformando la vida. 8-9-11.


232 La mía cosa bella, camina de mi brazo, esta noche en Fort Tyron y mi puente, el George Washington se dispersa entre luces mientras el río Hudson, contiene, en sus nocturnas mareas, las canciones que vibran sobre el párpado izquierdo de esta tierna mujer que me regala su irrefutable presencia, la inusual maravilla que sabe componerla; yo escucho los silencios que habitan sus palabras el elocuente ritmo de sus pies y sus manos el delicado gesto de observarle a la esfera de su reloj las horas para decirme adiós sin que medien palabras entre ella y el tiempo donde la despedida es un silencioso diálogo tejiendo ,ese otro espacio, entre la acera y la entrada del Subway; la mía cosa bella, aprende los lugares donde yo a veces pienso, transita, la exacta ruta, donde mis pies platican con los árboles, con el sonido de los grillos y las inesperadas mofetas que nos salen al paso, hablando su misterio de poder como tótem que estremece el planeta; a la mía cosa bella yo la voy escribiendo entre los cotidianos que conforman mi vida, en mí ,ella ,tiene letras, espacios y cadencias, que sólo se conciben de cara a su figura; a veces es posible escucharle a sus huesos El Romance para Violín de Beethoven tocado por Tibor Vargas o el movimiento en claves que Tchaikovsky meditara al componer en 1812, su ballet, El Cascanueces; yo la llevo del brazo entre faroles de principios de siglo XIX como quien caminase alguna calle en Viena la noche de este sábado con aromas de domingo que distraídamente nos observa conversar, florecer, vivir en el presente. 8-13-11.


233 Mi infinita serpiente, el Muladhara ,desenrosca sus ritmos de manera inequívoca, entre mis piernas, toda la luz estalla desde mi plexo pélvico y el planeta se turba como una adolescente, lo vivo, que por vivo ,me pronuncia despacio saborea la línea de toda esa energía que vibra en mi estructura y hay secretos que escapan sin poder evitarlo de una orquídea , de una pieza de Schubert, de un minúsculo trébol del fondo de tus ojos o el temblor de tus flancos, de los hilos que existen en las cajas de música de un zaguán que respira su oxígeno de estrellas; el Svadhisthana, la morada de mi plexo hipogástrico, la zona genital donde la fantasía reprograma sin límites, el arte donde el Ser, se sienta y tiene trono, pronuncia abiertamente su filo de azafranes, comprende francamente los cánones que habitan en la cuerdas que se mueven con La Danza Española No 5 de Enrique Granados y sabe que las trombas marinas me conjugan; el Manipura que es franquicia de lo solar del plexo donde soy las visiones , las formas , los colores y el cabezal del ego puede tensarse, violín, derramando esa música que fabrica la curva de un tiburón en celo cuando se está apareando o sostener de un modo delicado una pera entre los dientes sin romperle la piel al secreto donde la pulpa existe; la energía de Anahata que respira y se mueve junto a mi corazón es como yo, dueña de sí y responde ,hermafroditamente a esa canción del mundo, de los sentidos, la mente , y soy humanidad de pie frente a su historia, inagotable diástole al pulso del Universo; el quinto de mis chakras, plexo de la carótida, el Vishuddha que establece la cósmica consciencia de mis naturalezas, de mi clarividencia, del sentimiento conmigo y con los mundos, comprende los fractales que residen en el Uno y el latido que se fragua dentro de las mareas y los espacios mágicos donde soy la alegría de los corales y de las tintoreras de una orca asesina, de un tigre, de un zorzal, de una tormenta de nieve, de un halcón peregrino y también de una flauta; Ajana libera el marco a mi entrecejo, rompe puertas y cárceles, allí soy el poder ilimitado, el mando,


la autoridad que es aliento sin dualidad alguna; pero el Soma es el sitio y la pasión donde el siete es el número exacto, el Néctar de la Luna, la conexión que tienen: la pituitaria, los Lirios, las orbitas que rigen los planetas, las maravillas que habitan el sabor de tu boca, el fuego en tu cintura, la estructura de tu hombro cuando la roza un beso y toda, tú , te estrenas a un vals inesperado con el inalterable cerebro de lo cósmico, del que soy partitura y eres belleza en el recinto de lo extraordinario donde puedo, de ti, rozar, lo inesperado.

8-15-11


234 Reprogramo el cerebro, lo desvisto, lo dejo respirar sin compañías, sólo el sonido puede sostenerme para que el corazón no pierda su estructura; me vacío los ojos, me vacío la tráquea, me vacío de lugares, me vacío, de mí ,cuando es posible, porque debo vaciarme porque debo simplemente caminar con Alina, dialogar, con Alina, las cosas que jamás pueden rozar el labio; soy una resonancia taladrando el tímpano de un arcángel, de una gladiolo, de una estrella, de un tempano de hielo, taladrando el espacio donde vivir resultaría imposible si no fuera quien soy de cara a la esperanza; hoy que me he muerto un poco más que ayer, como siempre que la muerte me toma de la mano sin prisa y me concede sus rostros igual que alguien pudiese regalarte: un triciclo, un trompo, una escalera, un juego de parchís, un papalote , un deseo , la brevedad de un gesto, quizás una gardenia; comprendo las ausencias que saben sostenerme la cabeza, las comprendo y las amo, porque la luz que soy, la que me vive, existe solamente para darse frente a aquello que aún desconoce su propia luz, la ajena; el insomnio ,me sueña, para lograr descanso también me sueña el llanto para encontrar alivio todo sabe soñarme buscando un atenuante detrás de mi estructura; solo el mar me contiene y sostiene en su incansable tacto a una despierta condición que en mí es inalterable. Mañana es otro instante que ha de venir buscándome el ventrículo izquierdo, otro instante en el ojo de un nube, de un pájaro, otro instante vaciándome sin ningún miramiento, otro instante llenándome de música la médula, otro instante donde ser únicamente Alina. 8-17-8-18-11


235 El perfil del poema lo archivo para siempre. Hay médulas hablando un lenguaje tan alto sobre mi sien izquierda que sus sonoridades como si fuesen un temporal me barren las estepas del corazón y la cabeza diciéndome que puedo echarme a los caminos los que siempre me saben esperar por encima de todos los relojes donde los otros viven marcadas apariencias; mi ojo se estremece, cambia nubes, espectros, cambia también los marcos de los espejos invalida la superficie de los azogues, desarticula puentes y crea la fantástica curva para nuevos espacios calibrando la frente, el sonido de mi hombro, la implícita estrategia para vivir con una abeja reina, el último momento de un gusano de seda antes de transformarse en una mariposa y dejar a medio mundo, quizás a un mundo entero, totalmente perplejo frente a la maravilla de ser otra naturaleza de sí misma y consigo; mi boca es otro sitio donde nombrar la vida, su infinitas formas, el exacto momento cuando Dios es un párpado, una esquina en Manhattan, un aeropuerto, un sable sarraceno, La Gioconda de Ponchielli cantada por Pavarotti o la Scotto incinerando con su extraña belleza el tímpano de un colibrí, de un caballo de mar, de un alacrán, de una cisterna; me muevo entre las letras que ahora estudio, me muevo entre las letras y las letras me devoran las pestañas, me devoran las vísceras, me devoran los sonidos que guardan las presencias para cuando Dios quiera desintegrarlas o hacerlas en mi boca pertenencia; hoy por hoy soy una paradójica contradanza, un raro espacio sobre la mano, la memoria en la pulpa de un higo, una ciruela, el breve instante en el ojo de un cóndor, una extraviada nota de la Serenata Melancólica de Tchaikovsky enajenando el violín en las manos de Ema Alexeeva.

8-20- 8-22-11.


236 Mi ciudad se columpia frente a un temblor de tierra, se columpia sin miedos igual que un trapecista, yo observo la vuelta en gracia de todos su perfiles y la sostengo como un adagio sobre el pecho; mi ciudad es un bolero en la voz de los Panchos que puede ser llevado como una serenata bajo el balcón de una mujer que en su hermosura nos busca la querencia como buscan los nardos la oscura dimensión que habitan los cocuyos, el ojo de los búhos, la simetría de un barco que en altamar persigue las curvas de una estrella, hablando con su quilla los impensados Nortes la arista donde el cielo es una Cruz del Sur enamorando el aire; mi ciudad es un legendario y asimétrico párpado, una ardiente razón en las costillas, un derramado beso rodando por la espalda, una manera implícita de acariciar la vida; mi cuidad supo incinerar a esplendores el cuerpo de Lorca el de Martí, el de Whitman, el de Ayn Rand y otros tantos que supieron: navegarla, devorarla, hacerla cosa suya, vivir en la elocuencia de su letal belleza reubicándole a sus cráneos, el modo de pensar detrás del sentimiento; mi cuidad es la otra partitura que emerge sin piedad, tensando, el lóbulo frontal de manera inequívoca con esa fuerza en único de truenos y relámpagos despertando lo inconcebible de una atmosfera, de un ras de mar cruzando la retina de un Pájaro Fragata Real como si fuese su espejo predilecto reflejando la elipse del Pacífico o el Índigo, el hambre donde habita la retina de un tigre, la implacable pasión que desnuda y proyecta radicales espacios sin conteos regresivos a una salvaje precisión provocando la médula.

8-23-11.


237 La retina sostiene en medio de la tarde un equinoccio en vivo dos curvas en una esquina de Manhattan, un sabor de croissant con queso crema y mermelada de rosas, la risa regalada de una mujer hermosa con todas las distancias que pueden ser posibles entre una luz y el resto de las sonoridades; mi retina, es a ratos, un trapecio sin redes para tres vueltas al vacío que sobresalten el corazón de un modo desquiciante, dejando mis ovarios colgados de un instante que yo no me esperaba; mi retina es también una partida doble de ajedrez asombrando el cerebro de José Raúl Capablanca, conversando con su espectro después de tantos años su magistral jugada con la muerte a la seis de la mañana en el hospital de Mount Sinaí un día ocho de Marzo de 1942 y dejando a los tableros en tanto desamparo que todas las piezas negras, por un nano segundo de puro desconsuelo se vistieron de blanco para llorar su pérdida; mi retina es varillas de abanicos enamorando las venas de las manos a singular romance de tiempos donde los gestos sin palabras decían las suplicas de amantes y las posibles citas para robar los besos o dejarlos rodar por cuellos y pestañas en una orfebrería de pasión y deseo; mi retina es sin duda el lugar donde puede un tiburón sentirse en mar abierto, el lugar donde existen crisantemos, centellas, toda una orquesta filarmónica, la memoria que tienen maderas y marimbas, el inaudito recuerdo que los pies del fantasma de Ekaterina Maxímova se llevaron para siempre cuando la muerte vino a buscarla en esta primavera del 2011 para una última danza sobre el tablado del Bolshói, sin que nadie pudiese verla estremecer con sus piruetas La Catedral de San Basilio y las estepas rusas. 8-25-11.


238 Trece cartas esperando que yo me decida a abrirlas o romperlas trece cartas que respiran sobre mi escritorio sin que yo sienta necesidad alguna de saber lo que contienen, trece cartas que no retienen mi interés, trece cartas que me recuerdan que un olvido trece veces olvidado es tan persistente como una memoria, porque el olvido como la memoria es capaz de existir sin bordes y nos sabe mantener en un sueño-raíz tan pertinaz como un insomnio, tan pertinaz como el hambre o la sed, tan pertinaz como es de pertinaz la palabra Jamás, palabra capaz de eliminar un Sí, de golpe; ahora a las 12:55 de la madrugada me cuelo un café cubano, prendo un tabaco de hojas perfumadas, me niego a dormir, me niego a entretenerme, me niego a ponerme un pijama, me niego a ser razonable porque mañana o un día cualquiera voy a ser el bolero que te rompa las pestañas y te las pinte de un azul Prusia que haga palidecer de deseo al mismo Krishna, porque cualquier noche de cualquier día o mañana voy a ser tu apetito más intransigente, porque la mañana de cualquier día o noche nos despertaremos sabiendo que una noche puede tener, como cualquier día o mañana tanta o más luz que los incontables soles que aún esperan ser revelados y por eso, tan sólo por eso, cualquier mañana o día, de cualquier noche de estas, voy a ser la inigualable nota musical que te haga doblar las rodillas en un gesto de amor irrefutable, un gesto que desnude todos tus espejos, un gesto tan telescópico que un cosmos por entero sepa que soy un imparable descubrimiento frente a tu historia; y son trece las cartas que frente a mi existen como saben coexistir las trece sin razones comiéndose todos los argumentos que la cordura fabrica de cara a lo impensable. 8-29-11.


239 8-31-11 Esta noche es la última luna nueva de agosto de 2011, esta noche resulta irrepetible, esta noche que me dice que sólo quedan 123 días para que se termine el año 123 lunas donde todas las profecías se reúnen y se quiebran sistemáticamente; es un agosto abstracto que emerge intempestivo de los pinceles de Berthe Marie Pauline Morisot, un agosto fractal como tus manos o tu cuerpo, un agosto que enmarca mi corazón aun gusto indefinido quizás porque se marcha sabiendo que se marcha, es un agosto que se marcha para luego regresar vistiendo un aire sibilino un aire que hará temblar las corrientes que llegaran definiendo el 21 de un diciembre del 2012 cuando las uñas de los pies fabricaran otras impertinencias con el cosmos y el conteo de los Mayas terminara de un golpe, fuera de todo tiempo y lagunas o mares comenzaran a crear círculos no antes vistos por pájaros y nubes, por blancos tiburones por alguna que otra criatura inmortal como Safo, como Lorca, como Juana, como Whitman, como Ana Magnani, como Indira Gandhi, Golda Meir, Ruth Saint-Denis o Henrietta de Beaulieu Johnston; Mujeres con un agosto demoledor y efervescente rompiendo en las costillas de su época como puede una Aurora Borealis o Australis apasionar con su danza de los espíritus los cielos de la Antárctica, de Sur América, de Australia; es un agosto sinfónico y extraño, un agosto para ver y sentir la fuerza de la vida, un agosto que va despertando de su largo sueño a todas las emperadoras de la China, las Inmortales Señoras, el aliento incuestionable de la Serpiente de los Cielos, el poder detrás del trono, la canción irrevocable en el alma del Gran Imperio de Catay anunciando la marca del año del Dragón en todas las atmósferas y haciéndonos sentir su inaudita presencia a través del Planeta; este agosto borra cualquier agosto antes tenido porque es un agosto donde el abismo se mira y reconoce sabiendo que comienza un nuevo ciclo en la galaxia que lo desconocido de la Mujer-Dios gesta lo increíble en la magnífica historia de su quántico vientre despertando las otras 10 hebras del código genético a su total conciencia de cara al universo.


240 Walt Whitman para mí sigues siendo la feroz maravilla de una tromba marina de algún jaguar en celo, para mí sigues siendo una mujer que sabía como pocas ser parte de su naturaleza vestir los pantalones, escribir largas cartas o ser la voz en único de soldados tan tristes como es triste una guerra, como es triste que nadie reconociera esa magnífica mujer que fuiste y que aún eres; Manhattan y yo sabemos de tus francas sonrisas de tu amor por los puertos de tu amor que asombraba las curvas de sus calles, calles que aún te sueñan como una flor extraña rompiendo con su tierna y salvaje furia el párpado del cielo; en mí te ama todo hombre que he sido, y la mujer que soy de igual modo te ama, porque en ti los vocablos para el amor existen nutriendo abiertamente con su canción la tierra; eras y eres hermosa mi querido Walt Whitman con la misma hermosura contenida: en una tormenta , en el ojo de un águila, en el perfil espléndido de una pantera, un ciervo de un cachalote en mar abierto; eres y sigues siendo mí querido Walt Whitman una vida que yo amo a pecho descubierto porque energías como tú nos enseñan a ser mucho mejor hermafroditas de cara al universo; por todo esto que hoy te digo mí amadísimo poeta eres entre las resonancias que yo he amado y que amo el largo abrazo fluido que siempre me convoca, el beso inenarrable que me deja la lengua como un brasa ardiente y hace que entre mis dedos vibre la poesía igual que entre mis piernas; yo te canto con todo cuanto soy, cuanto he sido, yo te canto con mi glándula pituitaria, con la pineal, te canto, también con esas otras glándulas que contienen aromas y sabores a máxima locura, te canto entre las fauces de animales inmensos y te canto en la fuerza del viento y las orquídeas,


yo también sé cantarte con todos los silencios que tienen los desiertos, con el silencio errante del río Hudson, del Mississippi, del río Delaware en sus fantásticas rutas a través del Planeta; te canto a ti, mí luminoso poeta, como puedo cantarle a la mujer amada, te canto con todas las canciones de Tagore te canto desde el pecho de Rumí, de Sor Juana, desde el abierto flanco musical de Stravinsky, de Tchaikovsky, y desde el irrepetible violín, el Lady Blunt, ese que fabricara el viviente relámpago de un Antonio Stradivari estremeciendo el tímpano de todas las galaxias. 9-1-11.


241 Demasiado temprano para que Alina Galliano tenga abiertos los ojos pero de todos modos salgo a comprar las flores Manhattan, como yo, se despierta bajo una lluvia fina y el puente de George Washington está envuelto en neblina, fantasma detenido en esta opaca luz de Septiembre donde respiro el aire de un otoño que se pronuncia a vuelta de la esquina; Fort Washington se despereza esta mañana lo mismo que un gran felino, lamiéndose las patas, afinando los bigotes, enviando gatunos telegramas con cada movimiento que tienen sus orejas al cambiante color del río, de los árboles; hoy la tarea fue limpiar la casa preparar el idioma de todos los jarrones, caminar la energía de espíritus, de fuerzas ancestrales, desplegar desde las cuerdas vocales la memoria que tengo del sonido de un violín que habla de Sultanas y secretos jardines, un sonido que sabe poner ritmo a las caderas, al corazón, al sueño que tienen los desiertos cuando la luna es profunda y redonda; hoy también hablo con Oswaldo, con el Dr. Fernández y con Mabel Cuestas, mi médico de lenguas impensadas, Mabel que me habla de Yemayá y me deja sus canciones de aguas en la computadora para cantarle a Ella: la Dueña de los Mares, el vientre inigualable donde todo es posible, Ella, la que diseña caracoles, espumas, animales fantásticos, la que cincela todas las orillas al Planeta, y estremece en su furia o su belleza los párpados de dioses y demonios de arcángeles y faunos, la que sabe el discurso de todas las señales escritas sobre el lomo de cósmicas esferas, la Señora que puede borrar si lo desea perfiles, equinoccios, solsticios, la misma que fabrica sin pensar lo imprevisto a novedad de átomo vistiendo con su marca los mundos que aún no existen; la noche, como yo, se sienta entre las rosas, entre las margaritas, los geranios, los lirios y sin prisa conversa con el cactus, que frente a mí, despliega secretivos espacios de verdes coqueterías al contramarco de todas mis ventanas. 9-7-11.


242 Llovido y luminoso anduvo el día colgado de las risas de mis pies, de mis manos, un día tan prestado a ser feliz conmigo que toda consonante atravesaba puentes y sílaba por sílaba las criaturas se iban columpiando entre verdes piruetas de cara a cada árbol; que bueno es ser feliz y saber que uno vive tan felizmente, tanto, que las cosas y los mundos se prestan, junto a uno, a vivir en los sin tiempos de una energía en único donde raíces, sombras, nubes con aguaceros, e inesperados ecos se suman a esa historia de ser tan tenazmente feliz como un leopardo es de feliz cuando sus dientes encuentran el primer cuello de su vida, ser tan feliz como es de feliz un cascanueces cuando la navidad se sienta en sus mandíbulas y rompe nuez por nuez para deleite de lenguas y de dientes; que luminoso estuvo mí tan llovido día con que gusto trepaba los faroles, los bancos de mí parque Central, con que gusto giraba mí día montando el carrusel recordando la voz de la Piaff, la voz de Gianna Nannini, recordando mí pasión por el mar por los convexos de los cóncavos que viven en sus mareas; con que delicia se marchaba este día transformándose en tarde, transformándose en noche, transformándose en mis costillas, con que placer de ser feliz, mi día, cabalgaba mis flancos, la línea de tu rostro y el rostro de tu línea más integra contigo; que tan feliz mí día hablaba su prodigio de ser frente a la atmósfera: un barco, una linterna, una fórmula cuántica el volapié llamando a la imponente casta de un Miura para llenar los ruedos del corazón con su bravura y fuerza con tan blancos pañuelos pidiéndome el indulto frente a tanta nobleza; que día este mí día tan vestido de fiesta, tan vestido del arte de vivir con soltura sus discursos de vientos, sus discursos de aromas, su brillante discurso de luz con el Planeta. 9-8-11.


243 La pasión se sienta en mi mesa y muerde una tostada sus ojos recorren mi perfil en lento juego mientras su dedo suavemente me dibuja los contornos de la boca en su tenaz invitación al hambre; la pasión se suelta los cobrizos cabellos los derrama sobre mi cuello, entre mis manos y me habla sin palabras la ruta más decadente del deseo, yo le digo su nombre en voz muy baja, acaricio sus flancos , la siento sobre mí, piernas abiertas, mirándola a los ojos, cerco su centro entre mis dedos para que la canción de su humedad se eleve por encima del cuarto, de la mesa , del desayuno, de esta mañana errante que desdobla: perfume de azafrán aroma de salitre y un compás que habrá de ser la envidia de Isaac Albéniz, de Joaquín Turina o Manuel de Falla cada vez que sus átomos atraviesen la Vía Láctea en busca del sonido que se les escapase cuando la muerte vino a recogerles dejando pianos y pentagramas en un brusco y atónito silencio; la pasión llena con su presencia el espejo, las paredes, los marcos de ventanas, desordena mi cama, la reinventa, reinventa la lluvia que ligera resbala los cristales, reinventa el río Hudson, cambia la posición de los gobelinos que adornan con su secreta intensidad los claustros; la pasión conoce mis articulaciones y mis huesos sabe como moverse entre mis clavos, sabe como despertar mis dragones y montarlos con todo el furor que se requiere para que las atmosferas conjuguen sus centellas, sus torrenciales canticos de aguas, sus rugidos de truenos y relámpagos incitando las orquídeas y los tigres a un apareamiento insospechado; la pasión está quieta y satisfecha olfateando la mezcla de sudores mientras su pierna izquierda descansa imperturbable y posesiva a lo largo de mi cadera; con su sexo adherido al final de mi espalda la pasión reproduce golpe a golpe los últimos espasmos de mi clítoris. 10-1-11


244 No preciso abrazar ni siquiera preciso hablar con su figura hoy no es preciso intercambiar razones ni es preciso que llegue a mi encuentro; mi ojo izquierdo emprende vuelo junto a los patos salvajes que marchan hacia Canadá, las ventanas prodigan cerebros y cristales descolocando el patio los cuervos ,alguna que otra ardilla y la luz se desenreda entre el deseo y mis sabanas conversando sin prisa la beatitud del día; eso que no eres tú, me busca tenazmente y tenazmente se apropia de mi lengua de mis dedos, se apropia de mi sentido común de mis habituales perezas, se apropia y anticipa mis sonidos, los intercambios de saliva, el sutil paladar donde los besos registran mordidas y chasquidos, el fácil prodigio de una cadera en marcha con toda la cadencia que es posible en un colibrí, en un crisantemo movido por el viento por una ráfaga de lluvia o una cigarra; octubre es como es o como aparenta ser desde pupilas que me miran de modo sostenido invitándome al hambre ,a las cisternas , a los profundos despeñaderos de la piel, invitándome a vivir en un desorden líquido de uñas, de muslos, de gusto por degustar las superficies que se rinden sin pautas, sin preámbulos, superficies comprometidas al instante del verbo y la entrepierna; octubre también guarda un nombre, un nombre, que tiene en mí tendencia irrefutable, un nombre que se sienta en mi garganta por encima del tiempo y de las gentes, un nombre donde el amor es siempre actual e inexorable; octubre es un adagio ,que a ratos, si lo pienso me cambia el corazón y la laringe, me cambia la partitura de los huesos; en octubre me pienso y me des- pienso, en octubre un perfil me devora y me retiene. 10/10/11.


245 Mi amor contiene la belleza de un Duomo florentino la línea de horizontes que vive en las retinas de un Lince Boreal de un Estornino metálico purpúreo de un Tejedor rojo de Zanzíbar, mi amor, es también, un extraño momento en la garganta de un ruiseñor japonés; mi amor, es una ópera, es la nota musical que me despierta a un sentimiento que no tiene razones, es un viaje de aviones o de trenes hacia un lugar que nunca había previsto; mi amor es un comienzo de leyenda y es un interminable movimiento pronunciando el planeta abiertamente; mi amor tiene el encanto de una coral vienesa, la contundente magia que reside en los dedos de Viktoria Mullova cuando Bach o Vivaldi le convocan la vida o Schubert se descuelga intempestivamente de una de sus falanges; mi amor, con sus tormentas apasiona o sorprende el perfil de un demonio, la secreta estructura de arcángeles y espejos, desplaza a las estratosferas esos atemporales donde sus voluntades articulan el éter, el cambio en las mareas, la visión de los búhos; mi amor es tan difícil como una bomba nuclear, como una guerra, como un adiós que nunca debería ser dicho; mi amor es el momento imprevisto que me deja sin aire y muestra que estoy viva, es un disparo en dirección al pecho, es la fuerza innegable donde milagros y pérdidas se miran frente a frente, es el perfecto instante donde todo imposible que vive en mis posibles, transita entre mis dedos reproduciendo el hambre y la naturaleza de sentir un presente que reclama las vértebras de manera inequívoca. 10-16-11.


246 Son las dos de la madrugada y Octubre 31 tiene conmigo su cita de deseos, porque hay dedos convocándome a esta hora tan fuera de relojes y tan inesperada como su hambrienta presencia que ha venido a vivirme a vivirse conmigo sabedora de que puede tocar a mi puerta sin previo aviso despertándome las peculiaridades de huesos y tendones, haciendo de mi cama un diván otomano donde inventar todo el sonido del Zanburak entre el silencio y la comisura de los labios, entre la casi luz de un comienzo de día que tiene toda la implicación de una preciosidad extrema porque una mujer sin rodeos me deletrea en penetrantes respiraciones el tímpano izquierdo, mientras sus dedos escriben en mi vulva todo el encanto contenido en El aprendiz de brujo de Dukas o quizás el Vals No.2 de Shostakovich, movimientos de lujo enajenando las persianas de bambú los caracoles que habitan mi ventana trayendo a mi memoria el singular momento cuando Varvara Ivanova enamoraba el aire a una danza entre las cuerdas de su arpa una noche en Belgrado; ahora satisfecha me hundo en la gatuna pereza que es Alina, toda la cama y yo somos un regodeo delirante donde pueden, por siglos, mirarse como espejo de sí: un parque , un otoño, el subterráneo lago que acaricia las cavernas de Melissani o el otro que corteja la cueva de las flautas de caña en el sudeste de China; sus pasos, cuando se marcha, sobresaltan los escalones despiertan el edificio donde vivo; ella es como un hasta luego suspendido entre mi puerta, la esquina de la calle 181 y Haven Avenue. 10/31/11.


247 Octubre siempre ha roto mis esquemas desarticulando neuronas, esquinas, puentes, válvulas dejándome el corazón insatisfecho, noviembre se vuelve un tanto esquivo para pensar, para sentir lo que queda de otoño aquí en Manhattan; esta noche me resisto a escribir el sentimiento que me embarga me resisto a nombrarlo, a deletrearlo, me resisto a vivir en mi entrepierna, me resisto a vivir en lo itinerante de sus códigos en la causa letal con que me busca la médula; me devoro a mí misma simplemente, soy un puro fractal comiéndose el horizonte atravesando la ideología de un roble, de un ave de presa y soy el insomnio moviéndose en el párpado de Buda, en el párpado de Lorca , en el párpado de Enrique Morente en el de Amón-Ra ,en el de Anpu, en el de Nebet-Het; de todos modos sin escribirla, escribo esta canción de amor la escribo porque ahora soy, como ayer, respiración en la nariz de Sune, respiración en los pulmones de los Dioses de los reinos olvidados, la escribo porque yo pertenezco a la casta de Corelon Larethian de Hanali Celanil, de Erdrie Fenya, de Anghárradh; converso con el viento y escucho el movimiento de los arboles escucho el ritmo que estremece a los océanos durante el parto de una ballena , de un tiburón , de una mantarraya y el espíritu de los corales reproduce la secreta cadencia de la sangre enamorando las corrientes de agua, apasionando los acantilados; los ojos se me anegan de pequeños y rosados claveles, se me anegan con la apasionante visión de Amadeo Modigliani del japonés Kitagawa Ichitaro, de la ucraniana Chana Orloff o de la brasileña Tarsila do Amaral; mis ojos se alimentan de brillantes fisuras, se alimentan del perfil de un flamboyán, de una ceiba, mis ojos que conocen los secretos contornos de la ciudad que amo, la ciudad que siempre me convoca las vísceras y me exige ser su amante categóricamente. 11/6/11.


248 Cuenta una historia que en los tiempos de Gandhi una mujer que había enviudado cuando niña se internó en las aguas del Ganges porque su amor era imposible debido a las reglas de castas de la India, ese día el Ganges respiró el extraordinario verbo de la compasión y lo llevó consigo a todos los lugares del planeta, cuentan también que la flauta de krishna estremeció con su vibración todos los desiertos de la tierra y ellos en respuesta parieron ojos de aguas y palmeras porque la energía del amor es inagotable y siempre encuentra el centro del corazón y lo despierta; yo como el Ganges recuerdo la energía de una mujer que supe cortejar sin palabras frente a otro río, la cortejé con la melodía de mi esencia y le entregué los secretos lugares de mi espíritu; la sombra de su destino vino a buscarle de modo imperativo un enero que aún pesa sin pesar en mi historia, sé que mi propia muerte acompañó la suya aquella tarde, para que no se fuese en una soledad tan desolada; yo, como el Ganges, llevo dentro de mí los pasos y los caminos de toda mujer y soy el pulmón que amorosamente se reconoce en sus respiraciones, soy la infinita boca que guarda para siempre sus silencios ,sus llantos , sus sonrisas , sus besos, soy todas las palabras que nacen en sus cuerdas vocales, soy el temblor apasionado de sus carnes ,sus huesos, soy la amante que nunca se permite un olvido de amor entre sus brazos, soy lo que las llevas dentro de sí como un campo de orquídeas, de flores de azafrán, de rojos crisantemos y amapolas; yo, como el Ganges recojo dentro de mí todas sus transformaciones y las suelto como se suelta un pájaro a la preciosa dimensión del aire en pura libertad y a contra cielo para que marquen desconocidos horizontes y Dios pueda ser Dios en las fauces de un tiburón de una vara de romero, de una encina, de un lirio, de un violín ,de una serpiente cascabel, de un heliotropo, de un nuevo e impensado paradigma. 11-10-11


249 Soy un brazo de mar devorando el paisaje en la respiración de los corales, soy esa consecuencia que le nace a los robles de modo inesperado, la navaja en el cuerpo de una naranja o un higo, también soy esta lluvia que estremece Manhattan, soy el once que cada calendario repite inexorablemente y la perfecta cúpula en el ojo de un cuervo descolocando el aire, la ceja de Morgana el olfato de un ciervo, la membrana de algún albaricoque cuando el hambre se pasea de modo peculiar en las encías; noviembre es una mirada que se mira en sí misma, es un altoparlante en las cuerdas vocales de todas las cornisas y vivir es el simple decreto en los pulmones que me habla de amores en forma contundente; la moja se sonríe de cara a las ventanas de cara a la convexa dimensión de mis dedos y rastrea entre mis dígitos la memoria del mole, la memoria en el rostro del Popocatépetl, en el rostro de Leonor y en los sonidos del Náhuatl que guardo en la laringe, fuma la moja y bebe lo cubano de un café y escucha el Arabesco número uno de Debussy y piensa en las turquesas que rodean sus articulaciones espejeando el color de los océanos de otro sueño en segundas partituras con el ojo; Mariana Branova es otro piano en vivo cortejándome la pasión en el tímpano, cortejándome los pliegues de la entrepierna cortejándome las sintaxis que yo no había previsto este once de noviembre, cortejándome las pautas que tienen los espejos cuando saben mirarnos definitivamente y la Branova con 88 clavijas despierta, sin reparos, la frente de Albéniz, la de Scaraltti. 11-11-11


250 Hoy quedan veinte y un días para que entre el 2012 comiéndome los ojos y las uñas con extrema alegría como si yo fuese su manjar predilecto; en la tercera costilla de mi lado izquierdo crece una extraña orquídea, una orquídea violín, una incinerante orquídea que sabe hablar en lenguas arameas, que sabe componer la partitura original que habita el corazón de un cuásar al liberar energías equivalentes a la de un billón de soles dentro de la métrica expansión del universo haciendo que Dios y las marimbas hablen sabidurías y portentos con todas las mujeres, con las brújulas, el telescopio espacial de Hubble o el de Spitzer con los agujeros negros super- masivos; hoy también mi domingo se mueve entre los poemas de Gabriel Celaya y sus simbologías, se mueve entre los sorbos de mi café cubano entre el incienso de copal que camina la casa paralelamente al humo del tabaco perfumado que sale por mi boca llenándome el paladar de maravillas; el Hudson está quieto este domingo, se expande lentamente entre las piedras que rodean su camino sin fin hacia el Atlántico y Manhattan es mujer en único que sabe convocarme cerebro y entrepierna a puro regodeo; soy lo que soy, lo que en verdad está siendo en estos días de luz visible, de rayos ultravioletas, de rayos gamma, donde la magnitud absoluta es de 26,7 a una distancia de 10 pársec estremeciendo la vía láctea con su inigualable fuerza cercando las formas y los objetos de universos aún desconocidos para que sus perfiles se desnuden frente a los ojos de las constelaciones y los científicos que esperan en asombro ser descubiertos por las zonas del espectro electromagnético cuando ellos saben mirarles detrás de sus catalejos; escucho la flauta japonesa Shakuhachi, escucho el espíritu de Taiko en la resonancia del Kodo los hermosos tamboreros japoneses que saben despertar con sus ritmos el fuego en las entrañas de la tierra; soy el salto espectacular de una ballena azul, definiendo el océano, el canto de un delfín y la melodía de Mussorgsky que reside en el hambre de un blanco tiburón frente a su presa. 12-11-11


251 Las palabras caminan por mi espina dorsal sin miramientos rompen esquemas a las neuronas del cerebro, crean el fuego de la música, las coordinadas donde el hambre se mide abiertamente con todo aquello, que por letal, nos llena de hermosura bebiendo los latidos que agitan el ventrículo izquierdo o el derecho; la vida se pronuncia eléctrica, brillante, detrás del arte donde el rostro es un ardiente reverso de cristales y orquídeas, de ciudades que sienten su eternidad en el párpado del tercer ojo en el perfil de Brahma, de Vishnu ,en el de Shiva, allí donde Karalatri, la suprema energía primordial ,teje y desteje el tiempo cambiando las arterias de cosmos e infinitos, estableciendo el interno lenguaje del corazón, la partitura en único donde el origen no tiene referencias porque ella, elimina, lo que otros llaman: muerte; el Shakti de mi espíritu aun no manifiesto conversa sus potenciales sobre los labios de Adi-Shakti porque, Ella, la creadora de Universos, es también la fuerza que los alimenta y protege; soy la resonancia del Bhagavad Gita que escapó de la lengua de Krishna, soy la oreja de Arjuna reclamando conocimiento, soy la tradición oral de los que se sientan más bajo que otro para escuchar las enseñanzas desde donde la corriente de la poesía es establecida por Aquello que según el segundo de los libros del Upanishad es: como una terrón de sal que se disuelve en el agua y no hay manera de retenerlo en las manos; pero que si se extrae el agua, la sal queda ahí; porque lo insondable, eso que carece de atributos, de marcas de pronunciación, lo que a su vez permea toda forma o todo arpegio, lo que despierta la córnea de los pueden y saben leer en la naturaleza del dharma el verbo de lo inaudito, esa profunda compasión que nos asigna una zona de luz dentro de esos espacios que existen entre las vivas letras de sus manifestaciones. 12-16-11


252 Toda la luz de este invierno irrumpe en la ventana norte que tiene mi apartamento; Dios conmigo intercambia una pestaña, el pájaro de fuego que vive entre sus córneas, la mañana de un junio en el 2012 donde serás un desordenado beso, una espera en la nota musical de un bolero o un adagio el comienzo de un cuento de los hermanos Grimm quizás de un cataclismo en el pico de un búho; reconozco que hay gestos colgando en mis espejos reconozco que existen ciertos olvidos entre las turquesas reconozco que hay fantasmas tan vivos cortejándome las palmas de las manos como si yo fuese un haz de cartas acariciando un tapete en Hungría o en Polonia; todo se mueve a un ritmo inquebrantable y bello un ritmo que conoce clorofila a secretos detrás de las raíces donde cada árbol puede nombrar a sus generaciones sin que existan equívocos en medio del paisaje; hoy la boca de la caligrafía es un mapa en la pulpa de los albaricoques, es un tierno receso de chocolate caminando mis encías, un vuelta de aire acariciando los chapiteles de una iglesia en Holanda, tal vez una mirada detenida en un cuadro del Greco o de Siqueiros la memoria que Italia guarda de la voz de Anna Magnani cuando el amor le acaricio las cejas y Roma tembló de gusto frente a la exuberancia de una preciosidad tan irrebatible que fue capaz de enamorar el enamoramiento que posee Toscana con su luz y sus campos; el colmillo de un tigre casi siempre conversa las extrañas ciudades de los cuellos y el hambre donde vivir es el lujo de saber devorar todo lo que respira porque, simplemente respira, para ser devorado; mis hombros se estremecen bajo el frío bostezo de Manhattan se estremecen frente al perfil del puente de George Washington, mis hombros de repente trastornan los violines y los peces del Hudson trastornan sin pensar alguna calle en San Petersburgo y el último paragua que acompaño a Stravisnky antes que la muerte lo encontrase un seis de Abril en New York city y Venecia le reconociera su condición de góndola acariciando el aire. 12-28-11


253 La música camina entre mis párpados y mi retina es el otro pentágrama en directo que tiembla en mi laringe acariciando las cuerdas vocales al silencio; un raíz y un topo hablan el mismo idioma con todas las frecuencias que mueven el planeta, con todas las frecuencias que habitan en tus dedos, con todas las costumbres que tienes de tocarme desde la parte más aguda que habitan tus deseos; yo demoro el poema porque puedo vivir entre sus vertebras sin perder un instante con el abierto soliloquio que simplemente ocurre con mi glándula pineal o pituitaria; la Wanderer-Fantasie de Schubert navega entre mis huesos e igual que tú bordea de insólita manera la innegable resaca que mueve mi cerebro; respiro la franquicia de espacios imprevistos: el arco de los puentes ,una naranja, un tren, el filo de tu boca, las discrepancias que tienen esquinas y faroles con la errante palabra que hace temblar el bosque de Fort Tyron, con las otras molduras de catedrales góticas cuando el fulgor las ciñe de modo irreversible; quién es capaz de sostener la Sonata de Domenico Scaraltti en el centro del pecho sin que la pasión nos haga sollozar rotundamente como nos puede hacer sollozar la belleza de un zorzal o una Boa, de un arrecife sosteniendo todo el golpe del mar y sus tormentas; Dios siempre me descalza y me desnuda frente a aquello que sabe transformar el verbo del corazón a una brillante razón donde el amor es causa comiéndome las vísceras , donde el amor es música en barroco consumiendo la arteria con esa singularidad que tiene el ojo de un petirrojo cuando se mira en un rosal silvestre a espejo de sus propios movimientos con las ráfagas del viento o con las moras. 1-2-12


254 La noche me entretiene la cabeza, me entretiene la forma de pensar con los dedos; la noche me sostiene detrás de los espacios donde el silencio puede ser mi escalera de incendio, una imprevista gotera en la cocina, el baño, una imprevista zona para un desplazamiento con tu boca o tu vientre; esta noche de enero a las siete y diecinueve de la tarde Pierre Auguste Renoir me descuartiza el ojo con su innegable magia, de la misma manera que lo hace Maya Plisétskaya cuando el soberbio port-des-bras de su cuerpo interpretaba a Odette-Odile y la muerte del cisne rompía los esquemas en la Rusia de 1947, adagio y allegro en una mujer judía que sabía enamorar las superficies del teatro Bolshoi desafiando el antisemitismo de la época Stalinista; este nueve de enero me busca las coordinadas en todos los cristales que componen mis costillas, en todas las memorias que residen en las varillas de los paraguas, en todos los olvidos que saben esperarme en los diversos puentes de mi ciudad, en las disímiles marmotas y luciérnagas que viven inmutables entre las piedras y contornos de Fort Tyron; me humaniza este invierno que viene con su marca de profecías, con su marca de fuentes y luminosos zócalos donde se puede de modo ininterrumpido rescatar las inminentes voracidades que contienen los besos o las respiraciones si el cuerpo nos convoca a vivir plenamente; mañana es este oficio de estar tan en presente que ser Alina es hablar con un pelicano, es conversar de pronto con todas las corrientes de ríos y de océanos las teorías de Hawking, de Tesla, de Shen Kuo, adentrarme de lleno en el Libro del maestro del valle del diablo escrito en el siglo cuarto donde la literatura china hacía referencia por vez primera a los campos magnéticos, ser lo que ya estoy siendo es también adentrarme en el maravilloso Libro de los cambios de Yi jing, en El clásico de la poesía de Shi Jing cuya recopilación se le atribuye al propio Confucio o en libro perdido desde los tiempos de la dinastía Han: El clásico de la música, considerado por algunos como el sexto de los Cinco textos Clásicos nacidos de las pensantes entrañas de los hijos de Catay; esta noche de enero respiro dentro del Movimiento por la lengua antigua entre las letras de los ocho inigualables maestros de la época Tang de la mano Li Bai, de Du Fu , de Bai Juyi y también me respiro dentro de tus frecuencias. 1-9-12


255 Días en ti y contigo caminan mis insomnios sin ningún remitente, días en los que a ratos soy un largo silencio acariciando bordes y ausencias tan presentes de tu vida que algunos heliotropos pierden color y hechura; días en los que a veces me encuentran los paréntesis por encima de esos exactos crucigramas que tus manos despliegan de frente a mi figura; para que no se pierdan ciertos adagios tuyos te olvido tan profundo que toda mi cabeza recuerda la importancia que tienen esos olvidos de las cosas que siempre son la extraña querencia del deseo en pretérito de sí mismo y consigo; me muevo entre la lluvia de esta tarde de enero con una gran ternura, me muevo en la conciencia inenarrable y cierta, de que un día de estos, mi ausencia será sobre tu boca una desorientada campana quizá la inaceptable obcecación de un catalejo que mira el horizonte desde el ojo de un ciego; vivir es deletrear al sentimiento todas sus consonantes, es abrazar el aire como saben abrazarlo el perfume de todas las orquídeas ,los álamos, la reminiscencia donde habitan las cosas más queridas, aquellas que nos llenan de alegres sobresaltos el centro de la médula; hablar de amor me sobra porque en amores vivo porque soy esta veta, profunda, enamorada, donde Dios y el Planeta vibran de puro gusto en las fuertes tormentas que tiene mi entrepierna cuando al deseo se rinde y mi naturaleza es una sinfonía rompiendo por la dermis, moviéndose en las teclas de los pianos, las cuerdas de los violoncelos, los tiburones , las naranjas, los higos, las frambuesas ; no quiero, nunca, nunca, mirarte con tristeza ni quiero que mis palabras dejen de hablar contigo porque en verdad te quedarías en una soledad tan sola de tu propia belleza que llorarían de pena las veletas, los trompos, los azulejos de un patio granadino, los espejos que a veces sorprenden tu figura y Damasco perdería de un golpe sus jazmines. . 1-12-12


256 Glazunov con su partitura para cuarteto de cuerdas en C mayor se mueve entre mis vertebras y mi clavícula aliviando la conversación de mis huesos y el frío que esta tarde de enero cohabita con todos los rascacielos y Manhattan semeja una mujer envuelta en profundos temblores; Gladys llega mañana después de tanto tiempo, yo la espero y dialogó con ella en mi cabeza; pienso en ciertos lugares donde crecen a novedad los albaricoques con la misma conciencia que tienen los prodigios al cambiar estructuras sobre las superficies de los bancos, las mesas, los zaguanes, las curvas que el ojo redescubre inesperadamente; tu lengua es el más certero compás que tienes cuerpo adentro, es intención en boca de tus deseos conmigo y es la quinta destreza de hablar lo que no dices; Kodaris recrea las Danzas de Marosszek entre mis hombros , detrás de mis cutículas, en esa antepenúltima manera de tocarme sin querer y queriendo cuando estás a mi lado y la vida es un acto de natural querencia moviéndose en tus dedos; el copal es otra lengua de humo rastreando paredes, techos, libros, espejuelos, teléfonos, computadora, cartas , flores, linternas, flautas, tijeras estanterías, las líneas que en mi frente pueden ser largos viajes dando la vuelta al mundo en 80 nano segundos dejando estupefactos a Julio Gabriel Verne, al campanario de Giotto, a Giovanna de Candia, contessa dei Cattanei la principal amante del papa Alejandro VI y cuya relación con el cardenal Rodrigo Borgia a partir del 1470 estableció la tumultuosa casta de los Borgia de Roma. 1-16-12.


257 La atmosfera es de un gris tan complejo como un gato y mi ciudad respira su propia idiosincrasia; Manhattan podría ser hoy una Overture de Rossini, una barroca nota de Alessandro Scaraltti caminando todos sus rascacielos, el distante reflejo de un canal en Holanda o Venecia, el más inesperado tranvía que me lleve a una pestaña tuya para ver lo que miras detrás de su reverso; Manhattan es el diluvio en el ojo de algún pequeño pájaro que aún no ha ensayado volar a contra lluvia, es un violín pidiendo que lo estrenen al aire de las esquinas, a los oídos de los mancos , al tacto de los sordos, al impensado eco que vive entre los mundos, a ese breve minuto de labios y de lenguas que nos hace cantar todas las vísceras llenándonos la frente de puro regocijo; yo amo a los poetas que hablan sin preámbulos cuando el amor se sienta en cada consonante o esdrújula que escriben a cuerpo de precisas distancias o presencias, yo los amo de la única forma que me es posible churriguerescamente y a pecho descubierto; Manhattan es la silaba que me compone el tímpano, que me compone el arte de estar alegremente triste cuando de ti me acuerdo, Manhattan es un letal piano forte llamando las huellas digitales de Haydn, de Mozart, de Beethoven, es un lugar o espacio para amar de manera deslumbrante las cornisas, los barcos, las cigarras, el arco de tus rodillas, la absoluta delicia de tu espalada, tus pechos, la escritura que sitúa tu calcañal, tu ombligo para hambrientas lecturas con mis manos, mis dientes; Manhattan es también ésa amante con la cual me compartes, la otra mujer que en ti me ama sin reservas, la que vive conmigo por encina de todas tus variantes, la que implícitamente detrás de tus formas me corteja y hace del hábito que tienes por desearme espacio indiscutible en tu boca y tu frente. 1-19-12.


258 En la cuántica mente de Tchaikovsky soy a determinante: un Enero a romance, respirando inesperadamente las notas de un Febrero el prodigio de un Marzo inenarrable entre los albaricoques, soy la estación más constante de ese su Abril en único, el Mayo de una noche con todas las estrellas caminando sus dedos, la Barcarolle de un Junio prendiendo en su casaca un mar íntimo al tacto, el extraño momento de un Julio en su cabeza, las diversas canciones del trigo en un Agosto quemándole los ojos, esa lenta caricia detenida en un Septiembre, un Octubre en los abrazos de aquello que más quiso, el Noviembre pulsando a un júbilo perfecto todos los cascabeles de las estepas Rusas y el espeso silencio de un Diciembre en los bosques de Udmurtia; estoy a Enero 20 que estar columpiándome el lujo de estar viva, el lujo de saber que hoy por hoy atravieso de modo contundente todo el alineamiento que mueve la Vía Láctea y que por eso mismo yo también soy consciencia enardeciendo el corazón de todo el universo, rompiendo con mi alegría el secreto en pro-nombres que guardan las gargantas: de un Enebro, de un Alhelí amarillo, de un Geranio trepador, de un Junquillo oloroso, de un trébol de cuatro hojas, de un rojo Tulipán, de un Mirto, de un Membrillo; ay Amor, como dicen las canciones, que se cantan al pie de las ventanas: escalo las endechas de tus hombros para ver si recuerdas que estás viva, para ver si en lo izquierdo de tus sienes existe la elocuencia de un Loto, una lunaria de sinceridad, el encanto de una recién nacida verbena, una Glicinia, que sin voz me diga, que tú siempre me piensas, un capricho de Hortensia que colgando de tus manos me ofrezca ese amor de mujer como un Clavel silvestre.

1-20-12.


259 Siete días con el poema comiéndome las vísceras, el cerebro, las uñas, los contornos que deambulan, espectros de mis propias retinas; siete días con esta irrefutable conexión de palabras con esta incontestable respiración entre pecho y espalda; siete días donde el poema y la respiración son una misma cosa sentadas en mis costillas, en mi laringe; siete días, en los que como Luis Braille, mis manos reconocen lecturas imposibles para el ojo; siete días tensando las arterias que reubican al tímpano un preludio para piano de Chopin, una sonata de Domenico Scarlatti, el fuego caminando las coyunturas de Manuel Falla, el erótico movimiento de Maurice Ravel enamorando el cielo parisino; siete feroces días sosteniéndome la vagina a Mezzo Forte sin términos que indiquen cambios a esta dinámica que me devora la frente, la presencia de olvido con que pienso todo el azul del mar, toda la oscura dimensión que tienen los cocuyos, las alas de un murciélago, el camino entre el Monte Carmelo y Ugarti, los fantasmas de cedros libaneses y el color extraído de múrice para que los fenicios tiñeran sus tejidos de lana con púrpura de Tiro y la costa africana desde Tangis, Mogador y Lixus fuesen un extraño legado de su hambre de conquista como también lo fueron las Islas del Mediterráneo Occidental, la península Ibérica, las colonias de tirias, las sidonias; me doy cuenta que soy parte de veintidós signos para otras consonantes y que a ratos me quedo sin vocales, me doy cuenta que soy alfabeto de orígenes y sabores, un alfabeto que se descubre y escribe sin esfuerzos, como los besos y las canciones que la tierra produce a solsticios o equinoccios entre sus vertebras. 1-28-12


.260 Como una Habanera de Ernesto Halffter convocas el contorno al tacto de besar donde se piensan: el erotismo de los tiburones, las gardenias, los zaguanes humedecidos por la lluvia, el incinerante espacio de un Febrero colgando de tus pies, de tu rostro; yo vivo en habaneras tan inusuales como el mar de Cádiz, como el mar que corteja el triangulo de la Bahamas las secretas tormentas en las costas de Irlanda los cúmulos de fuego saturando la atmósfera australiana llenando el horizonte de Nápoles con nubes inexplicables, diversificando el aire con el vuelo de pelícanos, de albatros, de págalos, de picotijeras, porque saben mejor que cualquier criatura conversar con la línea de mis hombros la secreta melodía contenida en Los juegos de olas creado por Debussy; el amor es un corte transversal sobre el pecho, es una mandolina sorprendiéndole el tímpano a la noche, los búhos, al Trópico de Cáncer, al eje de rotación de algún planeta o al décimo sur paralelo del plano ecuatorial donde la tierra platica todas las longitudes a partir del meridiano cero; soy esa medianoche de tus días más náuticos y astronómicos, soy ese sistema métrico decimal donde sabes multiplicarte en la suma y los tiempos de todos mis espacios, siendo dueña absoluta de los interminables archipiélagos que viven y respiran la geología mi vientre; mi paladar sabe devorarte como un suculento manjar de ostras, de mejillones y el cielo de la boca se enamora detrás de los azogues de tu sexo, en el húmedo rapto de temblores que hablan sin censura un absoluto idioma de conquistas y entregas; hay claveles tan rojos moviéndose en tus senos, moviéndose en la curva de tu espalda, moviéndose en el arco de tus cejas, moviéndome las partes más sonoras que tengo como una ardiente sinfonía con el enigma que tienen tus cabellos, tus muslos, con la elocuente gracia de tus nalgas, tu clítoris y sé que Dios existe porque tú estás en presente ecuación con el álgebra de mi cuerpo, mi espíritu, soberbio coeficiente en el lenguaje de todas mis palabras; brújula soy, para tiempos que existen sin cartografías o confines relampagueando con inesperados vitrales las niñas de tus ojos, inundando tu frente de puentes y cristales, fabricando los nombres que todavía te esperan en los subterráneos ríos de mis cuerdas vocales. 1-28-12


261 Me transformo en un pájaro, en la lidia despierta de la casta de un Miura, en el galáctico bulbo de una Amarillys Belladona, me transformo en la canción de un cachalote cruzando con soltura el Océano Pacífico; sigo siendo el origen del centelleante trazo que temblaba en los dedos de Prieto Perugino, del viviente pigmento transfigurando los ojos de Domenico Bigordi, de la pasión absoluta de Fra Filippo por Lucrezia Buti una noche en Toscana para crear la frente de un Filippo Lippi que pensara los frescos del Palazzo Vecchio a líquidos portentos sobre canvas o muros deslumbrando el corazón de Italia con toda esa belleza; ayer La Sonata en B Menor de Liszt tocada por Adam Gyorgy fue ese regalo compartido con la tierna presencia de una mujer preciosa que supo conmoverme hasta las lágrimas; la belleza es un acto de humedades y ritmos electrizando el pecho, electrizando la zona donde la frente sabe conectarse detrás de las palabras, es, a ojos cerrados, tocar con los oídos la cadencia del mundo y sostener la arteria a una fragancia en único; hoy la noche me habla a través del silencio a través de los copos de nieve a través de los temblores que caminan Manhattan, me habla desde la cúpula de sus rascacielos y me habla con las internas corrientes del río Hudson ese extraño lenguaje donde el amor atraviesa mi cuerpo como si fuese un puente, como si yo fuera un arco de cinturas y espaldas o una filarmónica de piel sorprendiendo el párpado de la noche, sorprendiendo las curvas de todas las estrellas; respiro abiertamente los amados perfiles de mi arrebatadora Isla-Ciudad, los respiro de modo singular y consciente, los respiro en la misma medida que ella a mi me respira, yo consiento a ser suya simple y sencillamente, consiento a que me nombre desde todas las sílabas que saben componerla, consiento a ser el hambre de su boca, a ser, ese concierto en vivo, que tienen sus atmósferas. 1-29-30-12.


262 Hoy escribo el poema sólo para mis muertos mis muertos que me viven tan llenos de esperanzas pues no tengo tristezas caminándome el pecho; hoy, sólo para mis muertos me muevo entre palabras que de por sí son tiernas, porque el amor, como la memoria, habita la ternura irremediablemente: en medio de mi ojo, al final de mis párpados, detrás de mis rodillas, en el hueco del cuello, en algunas falanges donde mi mano izquierda sabe como se siente el interior de una boca reproduciendo cartografías de besos y húmedas señales para estrenar la fiebre de un domingo o un martes colgados de mi clavícula cono una sorprendente e intempestiva nota musical después que el hambre de querer me queda satisfecha y soy un prefecto y precioso animal recostado en su vientre, un conmovido animal acariciando el extraño color de sus cabellos; mis muertos son como una pintura de Chagall, como un día que se derrama sobre los rascacielos de Manhattan estrenando las azules atmósferas, el sol, las estaciones de trenes, los parques, las mujeres que saben sentirme sobre la piel, las que saben y se prestan a saborearme de modo generoso; mis muertos son tan combativos como lo fue la primera guerra de los Balcanes, como lo fue el primer árbol de Arrayán, el primer pistilo de una flor de azafrán sobre el planeta; mis muertos son como canciones que giran en mi frente a manera de trompos, de tiovivos, de tiempos tan sin límites que toda la cabeza florece como un río bajo el arco de un puente camino a los océanos; mis muertos son tan vivos como esa interminable genética que tienen las garzas, los zorzales, un patio de jazmines, una estrella con alma de cocuyo, una champola de guanábana o mango, un tabaco fumado con placer por el gusto de fumar, porque quiero fumarme la mañana, la noche o todo el mediodía que me sale al encuentro del corazón sin prisas.

2-7-12


263 A ti te escribo, sí, a ti te escribo. Te escribo por si acaso un día te das cuenta que puedes ser conmigo el líquido portento de un resaca de mar, de un mar tan fiero y tan profundo que tiene nombre propio sobre la piel de tus labios y las distancias que en ellos viven siempre; a ti te escribo, sí, para que sepas que existió y aún existe para tu vida un espacio de luz sobre mi frente, un nicho extraño y lírico en lo izquierdo de pecho que te sabe nombrar veraz, verticalmente, en medio de tu propio desarraigo; hay cosas que por mujer jamás se dicen y cosas que por mujer siempre se hacen pero ten por seguro que comprendo mejor que tú la zona del silencio pues por no hablar o hacer se dice a voz en cuello aquello que se piensa sin traspasar el cielo de la boca; te escribo, sí, te escribo porque debo ser yo quien diga lo que no cabe en palabras para poder ser dicho, yo debo de ser un repetido azogue que te llene el espejo de presencias evitando que luego estés tan sola, yo quiero que en tus espejos se condense todo ese mar que estuvo rozándote las puntas de los dedos, todo ese mar que alimentó un horario de arrebatantes y tiernas perfecciones; te escribo desde el color de una amapola recién nacida al aire, te escribo desde el color que tienen los almendros cuando hay primaveras cortejando el vientre de la tierra en repetido verbo; te escribo, sí, te escribo, desde todos los poetas que aún muertos saben que siguen vivos porque arrastraban cuerpo adentro todo el enamoramiento de los que saben querer sin restricciones y cantan al amor con alma de truenos y relámpagos, con alma de centelleantes caracoles, con alma de volcanes, de tigres, con el alma de un pura sangre comiéndose a galope el verde y el azul de los paisajes; te escribo, mujer, de un modo tan rotundo que tú al leerme comprendas que te estoy escribiendo, que hoy eres el poema, la pura poesía que nace con mis palabras en texto y en contexto un ocho de Febrero en este 2012 siendo ya el referente detrás de mis palabras. 2-8-12


264 Los ojos de Tiziano eran y siguen siendo un vientre ilimitado comiéndose el color del cielo veneciano, era: un sol entre estrellas, con dedos donde el arte de la cromática hablaba delicadamente con todos los estratos de luz y de pinceles; Sebastiano Zuccato le regaló el misterio que habitan los mosaicos y Giovanni Palma da Serinalta le dejo ver las otras líneas donde sus coyunturas distinguían las zonas donde el ojo revierte apariencias al sedimento; Tiziano reprodujo los secretos perfiles de la casa de Mantua, de Ferrara, de Urbino, fue un veneciano de acuáticas pupilas, un retratista tan fino como Rembrandt o Velázquez y su Venus de Urbino habla de una mujer desnuda y orgullosa una mujer encantada de su propia erótica belleza; de vez en vez penetro la visión de Andrea Mantenga, un isleño de Carturo que enloqueció los lienzos y las paredes con su Epifanía, con su mural de La cámara de los esposos, con su San Sebastián o el retrato de Carlos de Médicis; sé que existen dentro de mis retinas esas reminiscencias de pintores cuatrocentistas italianos, sé que a ratos me asalta lo gótico de un Gentile da Fabriano, el legado de fuego que fueron para Siena Duccio di Buoninsegna, los hermanos Lorenzetti o Simone Martini; Italia estrenó la escondida oscuridad de un claro que arrebató los pulsos de Michelangelo Merisi da Caravaggio y desde estas bellezas que mis ojos reconocen te envío la pasión que existe en mi corazón por tu presencia, te la envío junto al canto de apareamiento que las ballenas azules reproducen en alta mar en medio de las templadas aguas donde los océanos son un profundo e interminable espacio marcando las consonancias que despliega la vida. 2-23-12,


265 Garganta gris, cabeza de amaranto, resides francamente en mis pupilas, eres dentro de ellas, en igual proporciones, el viaje que enajenó el corazón de Marco Polo cuando atravesó la incomparable ruta de la seda y percibió por vez primera las bastas dimensiones de las planicies Chinas; eres esa cartografía que descubre mi frente: geografía de tigres, de cuervos tan extraños que pueden confundirse con los perfiles de Kublai Khan, con los cinco sonidos que conforman la escala pentatónica, con los trazos de azules que pensaba Marc Chagall mirándose los dedos, con el oro profundo que vivía en las cutículas de Gustav Klimt, con el impresionismo de Lilla Cabot-Perry desde un verde sombrero, con la imponente magia del pincel de una Joanna Boyce cantando entre las ruinas del territorio inglés entre los bombardeos de la segunda guerra mundial hasta inundar la atmósfera con colores espléndidos en medio del horror y de la muerte; eres también la imprevisible marca deletreando mi laringe, el golpe de la sangre restructurando el corazón, las vísceras, estructurando mi humanidad como si fueses el otro líquido y medular lenguaje entre mis huesos; eres un femenino fauno que sabe como nadie el secreto para invocar los antiguos relámpagos que tiene mi estructura para decirme en verso saturniano desde el sueño y las voces los insólitos orígenes de toda profecía; cabeza de amaranto, gris garganta entre tus labios soy un sonido de flautas electrizando las hojas de los árboles, estremeciendo el campo, las llanuras, la fuente de Albunea, el monte de Aventino la viviente serpiente del río Tiber cuando penetra apasionadamente los 3.731 metros de profundidad que tiene el mar Tirreno para poderse enamorar con Córcega, Cerdeña, Toscana, Lacio, Calabria y Campania entre el estrecho de Messina y las divisorias pautas de la isla de Elba. 3-7-2012


266 Aún en los desencuentros que tengo con la historia que entre nosotras vive, resulta hermosa mía, mi tesoro, mi pájaro, que siempre voy camino de esas analogías que tengo con tu boca, con la líquida niebla que te consume las pupilas, con el exacto espacio que tienen las caricias cuando se van moviendo entre los apetitos de mi espalda y tus manos buscándome la espina dorsal lo mismo que un milagro; resulta que me quieres de maneras concretas y que también me quieres con todas las abstractas maneras que poseen tus espejos, las curvas de tu olvido, la radiante memoria que existe en tu entrecejo cuando quieres gozarme inequívocamente; a veces en ti, ocurro, igual que una Habanera y soy en tus oídos esa escala descendente y cromática que enamorase el duende de Bizet la tarde de un verano bajo cielos franceses; hoy a escasos días para esta primavera que llega en 2012 rescribo en tus caderas las primeras palabras que hablarán las orquídeas con el viento y las aguas del río Hudson, las primeras palabras que los bosques de Fort Tyron platicarán con las piedras de los Claustros y el arte contenido entre sus muros; hoy 14 de marzo, te beso con los besos, que todavía no he dado porque eran besos que sólo podían moverse en tus perfiles para que lo sordo-mudo de tu amor despertase sonidos y estructuras que quedaron pendientes dentro de tus arterias para ser descubiertos entre las luminosas costillas de dioses y universos como un regalo en único asombrando lo esdrújulo del secreto paisaje que reside: en las algas marinas, en la garganta de los búhos, en las verdes colinas de Irlanda, en el extraordinario verbo de los tsunamis que saben de modo alucinante ocurrirle al planeta o en el temible vientre de todos los volcanes cuando paren el fuego y devoran aquello que les obstruye el paso sin culpabilidades; hoy el amor que soy entre cuerpos y espacios de sonoras mujeres te habla tiernamente desde ellas y con ellas para que sepas que yo jamás me olvido de quererte con ganas de quererte la vida. 3-14-12


267 En el centro del pecho se sienta este poema, se sienta con la fuerza que una sonata en fuga surgía de las falanges de Bach sin precedentes, estremeciendo ábacos, estremeciendo órganos, clavicordios, flautas, trenes, violines, los conjugados cielos de algunas tierras prometidas; yo todavía guardo esa música nómada que vivía entre tus vísceras, esas errantes notas enajenando tus arterias, tus pulmones, tu tráquea para que el universo siga escuchando la inenarrable magia de tu entregado cuerpo; yo también sé guardarte desde esas simetrías que saben habitar: sicomoros, frambuesas, lagunas que confunden los espejos, los mares, las diversas maneras en las cuales el ojo de una tortuga es capaz de disolver horizontes o repentinamente fabricarlos en una ráfaga de viento, en los ojos de los escorpiones, en ventiscas que llegan de otros tiempos; mi corazón contiene a manera de cofre: algunas latitudes de tus hombros, el punto más flexible de tu espalda, el color de la luz reflejando los leves movimientos de tus cabellos, tus pestañas; contigo cualquier día era un viaje imprevisto devolviendo al planeta sus vastas geografías de pájaros-caimanes, de cafetales, de hojas de tabaco, de ceibas, de elocuentes sabores donde tocar lo insólito y sentirlo asombrosamente común, como es de común un mantel sobre la mesa, una claraboya, una abanico, un zaguán, un dulce de membrillo o el silencio en los labios que se abren para hablar un boca a boca sin que tercien palabras; no existen los poetas donde yo no te encuentre porque la poesía sigue siendo, eco del contralto, mujer, de tu estructura, Tagore, Whitman, Safo, Juana Inés, Lorca, Scarlatti, la pasión de los duendes de una Carmen Amaya, las ardientes verónicas de un José Gómez Ortega y su danza de muerte con Bailador en Talavera de la Reina porque, Caprichosa, en verdad fue aquella plaza, donde lloró la Virgen Macarena un diez y seis de mayo de 1920 como llorase yo, aquel Enero, cuando sin previo aviso te marchaste y contigo marcharon la mitad de todas las lámparas que en ese entonces sabían iluminarme el centro de los huesos; qué campanario gótico puede llamarse gótico, si no copia, a reverso de ausencias, la espiral de tus dedos,


la distracción en curva de tus pies, tus caderas, los precisos momentos de tu sonrisa fabricando temblores sobre mi oído o cuello; comprendo que te extraño desde esos otros verbos que existen ya sin formas, que existen porque existen tan peregrinamente como existe el camino de Santiago, como existe el retrato de Lisa Gherardini, el de la condesa del Carpio, como existen mis claustros, aquí mismo en Manhattan. 3-18-12.


268 Es Abril en mi Isla- Ciudad, mi deslumbrante Isla-Río. Es Abril simplemente rondando mis costillas. En días como estos y en un mes como este, te beso sin besarte, te abrazo de igual modo que te beso; me han pintado la casa paredes por paredes, se han repellado todos los marcos de ventanas porque la casa y yo estamos te estamos esperando como esperan las raíces de los árboles la progresión del verde subiendo por sus troncos, enajenando sus cortezas; hoy soy un claviórgano para que en mi despliegues la rapsodia que vive arrebatadamente entre las yemas de tus dedos, soy un espejo tan próximo a tu rosto que tus respiraciones registran sobre mi azogue la itinerante rúbrica de todos tus deseos; este Abril junto a ti me mueve y me conmueve y tiene un absoluto concierto con tu espacio, con la elocuente forma que tienes de mirarme y mimarme los perfiles cuando piensas que nadie, ni yo misma me doy cuenta de que me estás mirando tan atrevidamente; Abril es un pro-nombre que en tu boca, sin decir, me corteja los hombros, las pestañas, el punto G, la escalera de incendios y el patio donde vivo, es andar con certeza la curva de tu ombligo, el peligroso giro que tienen tus caderas cuando vas a mi encuentro y la cuidad te copia o despliega sobre los edificios el innegable aroma de tu sexo en medio de la tarde; Abril sabe vestirse con el claro castaño que tienen tus cabellos, y también se desviste con color de tus ojos después que me has gozado deliberadamente para que el universo se enamore de nuevo con cada superficie que fue o será creada orgasmo por orgasmo cada vez que me tienes o retienes y a mi pasión te entregas premeditadamente. 4-3-12.


269 Quiero ser el secreto moviéndose en tus dientes, quiero ser ese gusto que trasforme ováricas paredes a la flora o la fauna de esas respiraciones que tiene tu entrepierna y masticar los delgados epicarpios de tus pezones como si fueran bayas; hoy es Pascua Florida, la ciudad toda estuvo azulmente soleada asombrando los pájaros que habitan mis retinas, asombrando las lunas de mis cutículas, asombrando los exóticos andenes de mí ombligo, esos que reconocen la propiedad en fuga de ciudades y gentes; esta noche que contiene resurrecciones al máximo, desvirtuando la muerte, es una noche que habla de ti conscientemente, una noche que sabe deletrearte por encima de calendarios, de relojes o brújulas, de todo aquello que fuera de ti, resulta innecesario; mi frente es un caracol de mar pulsado por la boca de los concheros en mi antigua ciudad de Amecameca para que la serpiente cascabel derrame el fuego de su temible danza conjugando el vientre de Tonantzin sobre la faz del mundo; en las hojas de mi tabaco me fumo la raíz de las estrellas y los peyotes, me fumo la simbólica nobleza de los albaricoques, del bambú, de las orquídeas me fumo la sabiduría existente en la misteriosa cabeza de los crisantemos; la noche de la primera luna llena, según las tradiciones de mis ancestros yo solté la canción de los tiburones que viven en mis costillas para dar comienzo a la Fiesta de los Faroles, y le ofrecí a Leizu, la diosa de los gusanos de seda, el sacrificio de tres mil quinientas bolas de arroz glutinoso con relleno de dulce para asegurar una buena cosecha de compasión dentro de cada ser viviente; mi corazón es un salvaje árbol de morera que en su interior contiene ocultos mapas de tiernas consistencias como único alimento para que las palabras jamás pierdan su esencia. 4-8-12.


270

Luna nueva pulsa el corazón de Abril en este sábado, un sábado tan terso y dulce como un albaricoque, tan extraordinario como las compañías que me son queridas, tan melódico como una de las falanges de Bach estremeciendo los pianos, las estrellas, los átomos de las orquídeas, las resacas de los litorales y las invisibles brújulas de los acantilados; hoy el arte de besar me conjuga la línea de los hombros, el más ardiente trazo de los flancos desde el claro portento de este perfecto día donde ardillas y puentes son una misma cosa conversando los parques y las fuentes desde esa inverosímil poética que es parte de Manhattan; mi ciudad que contiene el perfil de los halcones, la salvaje hermosura de los olmos, las encinas, los tulipanes, las hiedras, los cocuyos, el gótico profundo de algunas catedrales y el elocuente relámpago que vive en sus cornisas; hoy, la pasión de ser quien soy, me reconoce, me llama desde el origen de ese primer latido que hizo de mi aorta un manantial de lumbre reproduciendo el centro de galaxias, de espejos, reproduciendo el verbo a su infinito esdrújulo momento de tormentas solares, de arrebatantes canciones despertando la columna vertebral, despertando la glándula pineal, la pituitaria; Whitman y yo nos sentamos en nuestro banco favorito a ver pasar el Hudson, a ver como sus aguas se rizan alegremente entre las quillas de los barcos, a ver como mi río devora todo el reflejo del puente George Washington camino del Atlántico y como una líquida fotografía lo deja en las retinas del planeta alimentando el viaje de lo interminable, alimentando a presente toda su maravilla; yo pienso en ti, mujer, de una manera implícita, te pienso sin pensarte y sin pensarte te guardo en la presencia de mis nocturnos días, te guardo en el soliloquio que adquieren las acacias y los perales cuando la trasparencia de vivir es fortuita entre las raíces y el aliento creativo de la tierra y sus mares. 4/21/12


271 Leo sobre la vida de Sor Juana, leo también algunos libros de poesía sufí, de poesía egipcia; la ausencia de la luz en este jueves es fulminantemente consecuente con todo lo que se quiebra en mis retinas, es fulminantemente apasionada cuando en su furia rompe los itinerantes cristales de mis párpados, cuando barre todas las ecuaciones que no son necesarias entre mi corazón y mi cabeza; llevo, hoy, dos días sin salir de casa, dos días alimentándome de mis silencios, dos días de estar presente conmigo misma, dos días de sentirme en cuerpo y alma adagio de mi propia arquitectura con el presente donde me respiro con propósito en grandes bocanadas de aire fresco, dos días en los que Federico toca el piano y me habla de Granada y de Santiago, dos días en los cuales kavafis también se une a la tertulia como lo hace de igual modo Ballagas, José Raúl Capablanca, María Calla o Pepecito el loco porque Ítaca o Campechuela son un destinatario al que se ha de llegar, cuando se llegue, con todo el viaje alucinándote la parte más compleja del esternón o el labio; donde a otros aún les faltan cuatro días para que termine Abril yo ya estoy en el puro mes de Mayo y he ido varias veces al Central Park, a caminar mis Claustros, yo he comenzado a darle a los amigos y amantes todo el Mayo de mis abrazos y mis besos, ya he comenzado a dar todo un Mayo de conversaciones, de ausencias, de presencias, de crecientes y menguantes, de noches tan soleadas que los búhos han confundido sus nocturnales diásporas y los galanes de noche despliegan su perfume en pleno día; la memoria me mastica como si yo fuese peyote, me mastica y se mueve en mis otras realidades como si yo fuese su profecía, el lugar donde el mezcal nos permite platicar con la parte más antigua del cerebelo, recalibrando el eje al universo de los pensamientos y las visiones, soy la puerta en el ojo de la casa de los jaguares, el sito donde aún se hablan las 44 lenguas mayas y el tiempo deja de ser lineal, soy la pintura en el aire, soy humo en el espejo, lo que conoce la raíz de las antiguas palabras y el sonido que las fabrica en el vientre del que llaman el Doble Precioso, la Gema de los Ciclos. 4-26-12


272 Conversas con mis sueños en medio de la noche, tu corazón me habla con las lenguas del fuego con las arrebatadas corrientes de los mares que conforman tu espíritu, la gracia inenarrable de tu cuerpo y tu boca cuando me estas queriendo y la vida es un maravilloso desliz detrás de tus pestañas, en el arco que guarda la línea de tu cuello cuando a mi amor te rindes inesperadamente; todos los caracoles que viven en mis ventanas reclaman en alta voz: los mimos que guardan tus cutículas, las reseñas de paisajes que contienen tus ojos, tus papilas gustativas, el bostezo que un domingo como hoy dejaste en las almohadas a modo de regalo para empezar mi día; hay gestos exclusivos que tienes tú conmigo, tan exigentes, tanto, que tu misma te asombras de dármelos sin luchas y luego te sonrojas como sólo es posible que sepan sonrojarse los galanes de noche cuando la oscuridad arranca su secreto perfume y lo suelta a los vientos para que las atmosferas sepan que la pasión se mira y se despliega sin mediar restricciones; tus inversos soliloquios me buscan con fiereza y con fiereza ocupan territorios al tímpano, entonces tú me sabes llamar: tu amor, tu espejo, tu violín y también la humedad que baña tu entrepierna; yo conozco las pautas sonoras donde piensas la inherente textura de peras y azafranes, de tigres y libélulas, de criaturas que se sienten inesperadamente una naturaleza de hambrientos tiburones; mi alegría es la otra raíz donde respiras un diferente oxigeno, una nueva manera de mirarte y saberte dueña de esos aspectos que tienen: mi corazón, mi tráquea, el calor de mi nuca, las silabas con las cuales te buscan mis pezones, la curva de mi espalda, la sin razón ardiente de amarte como te amo. FY 5-6-12


273 Te respiro, inevitablemente te respiro. Todo el oxigeno se concentra en tu forma, se concentra en tus uñas, en tus hombros, se concentra de modo inadmisible en el pulmón de todos mis deseos desde donde me saben esperar tus sonrisas, el extraño momento de tus ojos que al mirarme se cierran devorándome todos los perfiles; te respiran mis hambres, mis perezas, mis olvidos ya saben respirarte desde un nivel de ausencias tan agudo que los subterráneos ríos del planeta entienden la humedad a partir de una protesta en multitud entre los espejos y los clavicordios, entre ciudades y atmosferas, entre la sequedad de una lengua cuando detrás de todas las desapariciones recuerda y piensa lo que aún se ama sin poderse explicar el sentimiento; yo que he borrado todos mis pasados con la misma intención que mis futuros para poder vivirte, respirarte, en un presente tan interminable que lo aromático de plantas, lluvias, caracoles, llanuras o montañas te puedan describir con precisiones para que juncos, heliotropos, las mariposas vegetales, el pensamiento, la violeta que existe entre los pirineos catalanes, puedan decirle a un limonero, quizás a una lavanda lo que el clavo de olor de ti conoce a ciencia cierta; mis noches y mis días se entrelazan con la albahaca que camina tus cutículas, se entrelazan con ese barroquismo que cincela la dureza de tus pezones en una recta línea con tu clítoris, con tu manera de querer queriéndome, con tu manera de decir mi nombre en las interioridades de tu boca, en esos entreactos de tus dedos contigo cunado estoy lejos y me sabes tan ciertamente cerca de tu historia que las bibliotecas son leyendas de cosas por decir o de cosas que a sabiendas se han dicho entre nosotras. 5-9-12


274 Mi entrecejo contiene fenicias estructuras reconstruyendo antiguos mapas a mi espalda, a los huesos que sostienen mi cráneo como única presencia de lo que ya no existe; yo fui esa imperativa carta escrita desde Dor por los dedos de una mujer enamorada para que su amante, la que vivió en la tierra de Arwad, la tenía un nombre tan sonoro que aún el desierto de Argelia y los fantasmas de los cedros del Líbano repiten y recuerdan, supiera de puño y letra que olvidarse de ella jamás sería posible; el fractal de mi tráquea es un paisaje sufí, una vuelta de agua escapada del aliento al centro de un suiseki , el poema engarzado en las piedras de los muros de Kaaba, un interno lenguaje escondido en El libro de las canciones, la línea inenarrable que le crecía la pecho de Abú Nuwás cuando la luz de la cuidad de Basora le besaba la frente y los cabellos hasta el día en que Waliba ibn al-Hubab se lo llevó a Kufa para enseñarle el arte de la caligrafía a través de su cuerpo; el número 18 alienta entre mis vísceras es un testigo exacto del árbol de la vida, desde sus resonancias pueden reconocerse algunos supra- átomos cuyas asignaciones aún no ha sido descubiertas por Harut o Marut los alados señores de la magia y cuyas dimensiones no caben en los libros de las generaciones; por cada alma justa que habita este planeta existe una marea de compasión sin limites y la radiante esencia convoca el corazón a otras sabidurías; yo he visto esos espacios donde la voz es una extraña música tejiendo con sus ritmos las galaxias a presente de sus propios futuros y he visto resplandecientes rostros hablar con las esferas el lenguaje de lo íntimo, también he contemplado las ardientes palabras que respiran los cedros, el compás absoluto que habita en las granadas, las panteras, los bosques de abedules, los truenos y la indeleble marca que vive sin esfuerzos despertando vísceras al lóbulo frontal de todo cuanto es vivo.

5-11-12


TERCERA PARTE.

EL SECRETO LENGUAJE DE LAS FORMAS.

TE DESEO.

ALINA GALLIANO.

EXISTE UN SORPRENDENTE ESPACIO ENTRE MIS FORMAS Y EL SECRETO LENGUAJE DE TU CUERPO, ES UN LUGAR DONDE ERES LA TRAVESÍA Y DONDE TE FABRICAS AL INSÓLITO HORIZONTE DE MIS DESEOS. A.G.


275 Me condenso en tu boca como si yo fuese una antigua palabra escrita solamente con tu lengua, en ella soy todos los sabores que todavía te esperan, el movimiento de tu laringe cuando los sonidos escapan de tu boca otorgando a las cosas o la gente esas otras señales de identidad que las transforman a inesperadas presencias entre el ojo y las manos; me muevo sin descanso en las respiraciones de tu piel en la devoradora estructura de tus miradas y repentinamente comprendo el significado de buscarte, porque mi búsqueda es ese otro fractal acumulándote en mi memoria, esa otra manera de decirte que estás presente; los pájaros tienen , como yo, hambre por los espacios imprevistos, por las ráfagas de vientos y las tormentas que saben acumular la belleza y sus impredecibles volcanes dentro de toda estructura, reproduciendo el hambriento secreto de esa luz que vive detrás del párpado de dioses y de faunos alimentando el corazón del planeta; hay soles en tus uñas que estructuran los espejos galácticos y hacen de las novas fragantes laberintos de fucsias ,de majuelos para que yo deliberadamente descubra las ciudades que saben componerte en medio de esos lugares tan inusuales en los que vivo, lugares que tú constantemente llenas con tus risas con las variables de tus pasos cortejando mis paisajes de modo tan repentino que mis olvidos no tienen tiempo olvidarte y toda mi cabeza registra tus idas y venidas o tus tantas maneras de mudar mis realidades marcándome el centro del pecho con tus preferencias y sus naturalezas; me condenso también en tus debilidades por las guindas, las fresas el delicado punto donde el sabor del tamarindo despierta tu paladar y lo trastorna, la inequívoca forma que tienes de saborear la pulpa de los albaricoques, de las aceitunas y los berberechos cada vez que los paladeas apasionadamente y el interior de tu boca es el otro espléndido abecedario del deseo que como yo, cohabita entre tus dientes.

5-20-12


276 El agua es una presencia inevitable desde hace cuatro días irrumpiendo con sus truenos y relámpagos el corazón, el verbo de mis huesos y de mi clítoris; el agua es un concierto en el interno mar que hoy es Manhattan, es una pieza de Mozart, de Vivaldi, un extraño preludio en los ojos de una jicotea, de un caballo a galope, un temblor en el pétalo de una vicaria, el luminoso contratiempo de un abedul que se desintegra en azules deseos sobre el paisaje Ruso; hoy te quiero querer de modo fulminante, quiero quererte desde donde nunca te he querido hasta ahora, quiero, deseo quererte, con todas las incongruencias que me sean posibles y olvidarte también intempestivamente en otras simetrías de espacios y de cuerpos; el agua es hoy ese perfil sin tiempo, es, la boca de una monja que habla desde un lenguaje Náhuatl las consonantes del amor y las pérdidas que saben ocurrir entre los dedos y las estanterías de libros o de labios; mañana ese día que ya está viviéndome el marco de los ojos, que ya está viviéndome a presencias de mujer las costillas, que ya está viviéndome como un sol, los hombros, las caderas; abro el recinto voraz de mi saliva al hambre que tengo por las formas, me trago sus sonidos, sus claras o terribles exigencias, esas que saben transformarme en la hermosa caníbal que soy constantemente para que el discurso de mi avidez sepa perderse y regodearse entre pieles y espasmos, entre las pinturas rupestres de baja california, de México, de España, entre el levantino arte que irremediablemente conversa los secretos chapiteles contenidos en las vaginas, el dulce de membrillo, los mapas conceptuales, los mentales o esos mapas que solo existen en las papilas gustativas para que el deseo jamás nos desatienda y sepa llamarnos las zonas más dispares del cerebro a un constante momento de salvaje presencia con los abismos y las conmovedoras alturas que nos definen el ímpetu de amar entre pecho y caderas.

5-24-12.


277 El poema respira vivamente en mi cráneo; otra forma del deseo que me llama a pensar y a querer despreocupadamente; mi cielo se pronuncia con hambre de sentirse diluvio, de sentirse ese apasionamiento que tienen las ráfagas de viento por toquetear las cosas, las gentes, los espacios que aún se desconocen entre labios y cuellos; Manhattan es una larga canción en la garganta, es un fortuito gesto de amor en las cutículas, es ese movimiento que tienen los propósitos cuando van a tu encuentro y la vida es un parque, un carrusel, un gelato de chocolate por compartir, el sonido de la noche moviéndose en mis claustros; el poema resbala sobre la piel, se sienta en los espejos de la casa como un solsticio de primavera anunciando esos íntimos abecedarios que saben coleccionar las hormas de los zapatos, un lápiz de labios, la almohada favorita o ese itinerario de los peines creando estaciones y andenes, estableciendo lo singular de un viaje en el cual los dedos se inscriben libremente a ese geográfico éxodo que existe entre las revueltas ciudades de los cabellos o del imperativo tú que camina los códigos, lo que siempre se encuentra al pie del corazón, al pie de la devastadora belleza contenida en las fauces de una orquídea, de un lobo o en la letal explosión de una supernova que es capaz de alterar el universo entero con su pasión de luz al rasgar las esferas de modo fulminante; pero hoy, el poema de los cuerpos me respiran y me llaman a vivir entre sus vórtices a tararear esa música donde el sexo compone: sonidos y silencios, contrapuntos, acordes de esa métrica en vivo que entre las formas y el amor ocurre. 6/1/12.


278 Salgo a pasear del brazo con mis besos, contamos en las fuentes tres mil quinientas gotas de agua entre las otras incontables gotas, un acordeón camina con nosotros, dos canciones se beben los espejos y el carrusel del parque central espera que la alegría de mis zapatos se pronuncie despacio entre sus vueltas; mis besos se transforman en violines cuando recuerdo a Marc Chagall cuando de pronto , recuerdo , que el perfil de una sonrisa puede y sabe cambiar todo el espectro del hambre y el color que camina también junto conmigo esta tarde de un junio tan disuelto tan perezoso como mis bostezos cuando quiero dormir pero no quiero que el sueño me desplace del momento; la música atraviesa mis costillas, enamora mis dedos, conquista las paredes de mi ombligo, rehúsa conversarme todo el tímpano y hace temblar de pronto mi vagina porque sabe el secreto permanente de poder escuchar la melodía que envuelve este planeta con mi clítoris para que el ritmo de amantes y silencios no se pierda de modo repentino; mis besos reconocen que son besos porque han sido besados simplemente por inauditas formas, por abismos , caballos, fresas , peras por espacios de bocas previstas e imprevistas, por cabelleras, adioses o elocuencias de pronunciados vértigos y espasmos en medio de las noches y los días que tienen mis inexistentes relojes; mis besos son esa otra Carta Magna con su itinerante política donde cuellos, labios, orquídeas y caderas contienen irreverencias desde una libertad inexplicable; mis besos, como yo, desconocen las ausencias donde otra gente vive sin verdes esperanzas a ras de lengua, sin gamas de sabores y texturas para que el espíritu comprenda que es espíritu a medida que sabe que es un cuerpo sujeto a las mareas y los cambios que tienen la ojeras de otras hermosas formas de energías donde el amor es la ultima y única bajara que puede desenterrar al corazón sus símbolos 6-13-12


279 Transito los imaginarios que tiene mi cerebro allí encuentro extraños logaritmos, espejos que respiran otros aires, ardientes caléndulas , el verde rugido de los leopardos, la sonrisa de Alessandro Volta, eléctrica y sencilla, multiplicando filamentos y pájaros, allí también encuentro entre los dedos de Jabir al-Kufi una estrategia de ajedrez que nunca se había pensado de cara a los tableros rigiendo el lugar más sutil de mi estrategia, allí también encuentro un juego de parchís, ocho manzanas, la voz de Marguerite Yourcenar enamorando el oído de Grace Frick una tarde de agosto en 1937; los binarios espacios que tiene mi cabeza se entrelazan con mi ventrículo izquierdo y todos los países donde residen Alicias y conejos me invitan a re-tomar nuevas formas de trenes y paisajes descentralizando la manera en que el ojo que soy percibe , huele o mastica la vida entre mis manos, entre las manos de las otras mujeres que también me acompañan; hoy es domingo y porque es domingo de cara al calendario he puesto flores frescas, he limpiado la casa, me dado un largo baño hecho de muchas yerbas mezcladas con pétalos de insolentes orquídeas y la perfecta intriga de algunos alacranes que saben aparearse para alegrar la bañadera y las claras ventanas que enmarcan todo el patio; la miniatura en rosa de un ramo de claveles me recuerdan las bailarinas de Laura Knight , lo ingrávido que puede moverse entre un segundo y otro cuando bebo el expreso de un café cotidiano mientras fumo mi tabaco deliberadamente; el domingo de mi hoy , comprende los aislamientos donde otros seres viven porque no tienen capacidad de llenar las ausencias con cercanías que resultan tan superlativamente bellas como resulta un charco donde tiemblan los peces , las ranas, o las lunas, cuando sus faces recalibran todo el cuerpo al agua del planeta y ser mujer implica un cambio de mareas cantando en tu vagina en tu espalda, en tus hombros , en los besos que tienes rondándote los dientes, navegando la fauna de la pasión que sostiene la ingle sobre de los rascacielos donde se columpia el corazón de Manhattan, la garganta de Walt Whitman, el violín de José Silvestre White, el de Claudio José Brindis o el incandescente piano de José Manuel Jiménez. 6-17-12


280 El calor es tan intenso que puede fabricarle a mis retinas las alucinaciones que residen en todos los desiertos del planeta, la otra alucinación que comparece por encima de esta ola de calor, por encima de los desguarnecidos tiempos que habitan la ciudad donde me vivo y soy doblemente vivida a cal y canto, es la presencia de ti desde esa ausencia donde sin previo aviso apareces en mis respiraciones, en los modos que tengo también de levantarme en pura soñolencia detrás del nervio óptico, despertar, que define el descuido de una inútil caída en este día ; hoy es un siete de este julio dolorosamente impertinente como es de impertinente un helado de chocolate derritiéndose entre mis dedos antes de que mi lengua pueda saborear el efecto de sus frialdades enamorándome el paladar de plano como tú has aprendido a enamorármelo desde el concreto lugar del deseo con el que sabes vestirme y desvestirme a esa radical plenitud de ser simplemente mujer, contigo, entre tus brazos, de ser un femenino, amoroso animal, oliéndote, buscándote, lamiéndote con gusto el relieve de los huesos, la parte más austera que tienen tu cerebro, tu garganta, las digitales huellas de tus pies o tus manos, el extremo desplante de ti contigo misma de cara a los espejos para no verme en ellos de un modo tan directo que azogue y entrepierna conversen sin tapujos tu gana de quererme tan fulminantemente, como es de fulminante una pantera en celo, un tiburón con hambre surcando los océanos, el rojo coloquial de un marpacífico, la feroz elocuencia que tienen la orquídeas, las balas, los anones, la pulpa de guanábana el redondo e invitante cuerpo de las grosellas, la ardiente simetría que tiene las mezquitas o el sonido del nombre de Dios cuando se esparce entre lenguas y dientes a través del planeta. 7-7-12


281 En los internos mares del recuerdo eres la otra sumergida Pavlopietri. Alucinante fantasma transitando las islas del cerebro. Yo me sumerjo como una mantarraya Águila Real en las memorias que de ti me asaltan, me doy cuenta que fuiste y sigues siendo la edad de bronce donde se forjaron: las caricias, los besos, los primeros arrebatos de mis caderas, los enamorados silencios de mi garganta cuando el arte de amar carece de palabras y la vida se define a perfecto sonido entre la piel y el hueso; hoy camino a cacofonía esas irrealidades desde donde mi corazón sostiene el eco de tus pasos, la curva de tu cuello, la luz que se filtraba en tus retinas, el oscuro color de tus cabellos, la pasión de tu boca y de tus manos, el inenarrable segundo que inundaba el espacio cuando tus risas se derramaban sobre las cosas y las calles igual que una tormenta de verano; hay momentos en los que no puedo recordarte de modo tan concreto sin que la emoción de pensarte haga de los perfiles de mis ojos una humedad comiéndome las vísceras y vuelvo a reaprender a convivir las distancias que marcan estos mis tiempos con el interminable espejo que es tu historia en el propio engranaje de la mía; ah, mi hermosa ciudad, mi ciudad fábula, mi alegórico asentamiento de ternuras, mi interminable asalto de caricias que esperan por ser dadas cuando volvamos a reconocernos con otros apellidos y otros nombres desde la novedad que es en mí siempre, encontrarme inesperadamente en las inusuales caligrafías que contienen tus formas. 7-8-12.


282 Llegas inesperadamente, recorres mi cuerpo, queriendo cerciórate de que estoy bien, queriendo asegurarte que la caída no me ha roto las costillas; sin palabras preparas la bañera me despojas de la ropa, de las fajas que sostienen mi espalda, mi cintura y me sumerges en agua caliente para relajarme los músculos, me enjabonas , me lavas la cabeza, me recuestas contra tu pecho, sin palabras me mimas la marca de los golpes, alivias el dolor, la pesadilla de no sentirme bien como deseo, luego secas mi cuerpo, lo ciñes nuevamente, me acuestas en la cama y comienzas a acariciarme los dedos de los pies las pantorrillas, tierna y certera te detienes para oler mi sexo, lo abres levemente con los dedos mientras tu boca trasformas las caricias sobre mis párpados ,mi cuello, dejando pequeños besos en toda mi estructura, entonces la maga que eres inicia el canto de la hermosura sobre mi cuerpo me llevas al orgasmo de una manera lenta acelerando mi recuperación entre tus brazos y eres una entregada mujer buscándome la vida con toda la pasión que pudiese existir dentro de una camelia, dentro de una canasta de peras o de frambuesas, dentro de esos espacios donde tu lengua fabrica entre mis huesos su electrizante caligrafía de salivas y tactos, así me conviertes en la canción que nace de tus voracidades, en la canción que vive dentro de tus cabellos dentro de la elocuencia de tus manos, dentro del absoluto misterio de la formidable criatura que eres en mi historia; hoy el dolor es menos porque tú lo decides porque tú estableces un ángulo amorosamente sencillo en toda mi estructura, recomponiendo mis internos y sosteniéndome en esa extraordinaria perfección que siempre te sustenta el acto de quererme con corazón y vísceras . 7-13-12.


283 El dolor es un animal que se acuesta en mi cama acariciando bestialmente mis músculos , mis huesos o mis memorias sin poder yo evitarlo, el dolor es la otra partitura que tengo moviéndose en mi cráneo en continuas piruetas de un imprevisto vals, un vals que me reclama las pautas y los inexistentes horarios donde vivo en medio de las hermosas mujeres que saben despertar entre sus piernas el fuego del kundalini, esa extraordinaria medicina con la cual pueden y saben aliviarme a cuerpo descubierto; el calor es la otra tempestad que devora la cuidad de Manhattan, el calor es la otra dimensión que carece de un instante de tregua entre techo y ventanas, entre cerrar los ojos y pensarme en invierno y pensarme cisterna o pensar un pedazo de hielo rodando por mi espalda, una jarro de agua fría refrescándome la garganta ,la boca, el calor de mi sexo; soy una errante caligrafía escribiéndose en los ojos de los tiburones, de los catalejos, de algunas mujeres que todavía me son tan desconocidas como Dios , como los bosques vírgenes de Komi en la Rusia profunda, como una calle de Hamburgo que nunca estará abierta a los turistas, como un otoño en Mykonos donde se puede entrar en un delirante e inesperado abrazo detrás de cualquier puerta; me molestan las dos fajas que me ciñen la espalda, el vientre, el ombligo, las costillas, que me ciñen lo complejo del dolor y el alivio que con ellas consigo porque estoy de una malcriadez espeluznante conmigo con la silla donde me siento, con tener que sentarme a escribir el poema porque el poema como el calor y el dolor son en mí los continuos de este día y esta noche que también se aproxima con igual calentura desprogramándome el sueño, desprogramando los supuestos relojes que existen en los floreros de mi casa anunciando las horas que están fuera del tiempo, las horas que se mueven de cara a mis caderas y al pulso itinerante que tiene el instinto de un cachalote asesino en medio de los mares. 7-17-12.


284 Dos mujeres queridas y preciosas se sientan a mi mesa, compartiendo ese alimento que solo ocurre cuando lo tierno nos convoca el alma y los antiguos relojes de la presencia son tersos pentagramas que con amor fabrican los rituales de un itinerario tan atemporal como es de atemporal el sonido del mar, el color estrenando la pupila de Chagall, el silencio al preludio de una pieza de Schubert o la voz de Elvira Ríos cantándome un bolero; mañana es la distancia más corta que me espera detrás de las cortinas de bambú, detrás de las espigas de trigo que pueblan mi ventana, detrás de lo que nunca me dices pero sientes; esta noche es un cocuyo incinerando el cielo de mi boca con un deseo tan único, como es de único un tomeguín en medio de Manhattan, como es de único que de pronto dos dedos de mi mano derecha recuerden las paredes de mi vagina cerrándose o abriéndose en fieras pulsaciones; tengo hambre de caminar las calles de la ciudad que eres de visitar los puentes que habitan en tus ojos de hundirme en las mareas que marcan a tus caderas, ritmos que harían palidecer las canciones que se derraman a través de la garganta del Gran Cañón, a través de las ráfagas de vientos que cruzan apasionadamente la cima del Himalaya estremeciendo la lejanía implícita que guardan en sus picos las Gaviotas Reidoras , el Piquero de patas azules, el Rabijunco Piquirrojo, el Albatros Ondulado o la Golondrina de la Tempestad; mi corazón es hoy una marimba tocada por las manos de mujeres veracruzanas, tocada por las manos de la nicaragüense María José Ocarina, también soy una improvisada decima en la voz de Graciana Silva un platillo exquisito creado por las manos y la maestría de Carmen Ruscalleda en su afán inconformistamente autodidacta; mis ventrículo izquierdo y el espejo que existe en mitad de mi cráneo apuestan esta noche para ver cual de ellos arrebata a los siglos la atemporal metáfora de los huesos de Rumí. 7-20-12.


285 El calor es una abrumadora presencia aquí en Manhattan, una presencia tan abrumadora como puedes, tú, serlo cuando inopinadamente caminas mis recuerdos, las presencias que encuentro que de ti, las que aún no tengo comiéndome lo inútil de no querer sentirte en abstracto o concreto de esas partes que siempre me emocionan el ojo si al des-pensarte el arte de lo deliberado que tirita en mis cutículas regresa en simultáneos espasmos al principio de todas las caricias que compartidamente estrenamos u obviamos de cara a los espacios que entre bocas y manos ocurren simplemente como ocurren las cartas hechas de puño y letra sorprendiendo carteros, esquinas , sellos postales, un buzón que de pronto se abre a la esperanza de signos y salivas de viajes alrededor del mundo donde existen tu cara y tus respiraciones, donde el aire conoce tus marcos de ventanas la tallada madera de tu mesa o tus sillas y el perfecto momento de tus dedos recogiendo alguna errante mecha que escapa hacia tu rostro y que se ruboriza a rozarte los labios o quizás la mejilla; mañana es un catalejo que se escribe a sí mismo detrás de mis retinas, es una filarmónica coqueteando con tus caderas, un Grand Pilé trastornando tus muslos ,tus rodillas es el un bailar en puntas de modo continuado igual que Marie Taglioni cuando bailó La Sylphyde desafiando las leyes de gravedad y cautivando en 1832 a la gente, a las paredes de la Opera de Paris ,al mundo entero; mi amor hoy sabe amarte en las cosas sencillas, sabe amarte en el gesto de fumarme un tabaco, en las tersas maneras de caminar las calles de mi ciudad, de admirar los faroles que incendian noche a noche mi parque de Fort Tyron, mi amor , hoy puede amarte, en los luminosos grises que emanan mis días de tormenta, en los errantes colores que estremecen los rascacielos, las góticas columnas de San Juan el Divino, la miniatura en rapto que tienen dentro de sí el rosa diminuto de arrebatados claveles que enamoran mi computadora con infinita gracia, mi amor que sabe amarte despreocupadamente y que despreocupadamente también sabe olvidarte. 7-27-12.


286 Tengo que atravesar todo un Agosto con su lunares días comiéndome el paisaje de las uñas , los ojos, comiéndome la gana de que llegue el invierno de que llegue un alivio a tanta calentura sufrida este verano, de por sí, interminable; hoy porque es luna llena se desprograman los cielos se desprograman los cocuyos , los búhos, las caléndulas algunas buganvilias, un puerto en cualquier parte de Marruecos o de Italia, un Lamborghini murciélago, la casa de la Ópera en Sídney y también es posible desprogramar la canción más antigua que tiene el océano Pacífico cuando rodea la Isla de Borneo y coquetea de frente con las islas de Tambelan o la costa de Sumatra; yo soy ese otro océano rodeando tus perezas, lamiendo los contornos de tus acantilados, llenándote la cabeza con otras calenturas, con otras formidable maneras de existencias que pueden sorprenderte la espalda, las suelas de los zapatos, las naranjas que ahora viven sobre la mesa creando tentaciones al paladar y el ojo; mañana me secuestro contigo en una cama, sin que medie un semáforo ,un reloj o las palabras, me secuestro de todo lo que no sea tu forma , el olor de tu cuerpo, las rebeldes piruetas que contiene tu pelo, la luz que se derrama detrás de tus rodillas, el extraño reflejo que tienen tus pestañas cuando el deseo es el único imperativo que sostiene tus hombros o tus caderas escuchando la música de Bizet en mis brazos y Puccini es una pieza que se forja en directo con tu espalda con la perfecta hambre que te domina y te humedece de modo irrefutable; es simplemente Agosto en todo el calendario que camina mi cráneo , los marcos de las ventanas, la puerta de la calle, el océano de un oporto contenido en mi copa favorita con la misma soltura con que tú me incineras cada vez que degusto los desquiciantes sabores de tu lengua en mi boca. 8-3-12.


287 Esta noche camina a filo de navaja lo izquierdo de mi ojo. Allí encuentro el fantasma de todo un archipiélago, geografía febril donde los rostros que recuerdo de manera inequívoca me convidan de pronto a mirar sus espejos, a enfrentar la memoria de algunos canisteles, de la voz de mi abuela Blanca Iglesias y Góngora de mi abuelo Simón Galliano Cancio; tantos muertos que llaman esta noche a mi puerta buscándome la ausencia que llevo en mis adentros, tantos muertos tan vivos, transitando conmigo la ciudad de Manhattan, sentándose en mi mesa; soy por naturaleza una Isla en creciente condición de sí misma por encima de todo el menguante que invade la garganta evitando las ráfagas de olvido que también a traviesan la medula del hueso; hay mareas espejeando las otras dimensiones donde soy un País, una hemeroteca, un instante quemando las pupilas de un gato sibarita, el hambre que conecta depredador y presa a la única estrategia de esas satisfacciones que ocurren entre colmillo y cuello cuando la vida es una comestible y deliciosa presencia invitándote con voraz alegría a devorar los necesarios cuerpos; tu fantasma también recorre mi entrecejo, haciéndome tu imposible ciudad, lugar donde tus pasos son el alucinante eco rompiendo mis costillas, estrenándole a mi corazón nuevas arritmias para poder pensarte sin un traspiés de éxodos, sin equivocaciones que me impidan dormir detrás de las pestañas; el Popocatépetl me canta detrás de los oídos su antigua serenata en lengua Náhuatl porque tampoco quiere que yo olvide lo de Juana que tengo habitándome el cráneo, la gandula pineal , el cerebelo, la Alina en esta historia que hoy por hoy es factible de cara a este milenio. 8-10-12.


288 Mi ventana es el largo rugido de un leopardo sorprendiendo las aceras en este mediodía donde mi anglosajona isla es un reflejo visceral caminando Fort Tyron , caminando la tráquea del primer rascacielo que se creó en Manhattan, caminando la calle Delancey , la calle Rivington , observando el prodigioso perfil del puente Williamsburg; mi ciudad, que comienza a transformar el mes de agosto en una contradanza para un temprano otoño soñando su fragancia de ocres y de oros moviéndose en mis manos; yo cubro las distancias donde mi ojo improvisa la magia de Manuel Falla, el certero arrebato que enloquecía las caderas de una Carmen Amaya, la poderosa elocuencia que atravesase el pincel de la impresionista y poeta Lilla Cabot Perry en un lugar de Boston a principios del pasado siglo; Bach es siempre un referente de la mujer que amo, de las otras mujeres que con sus bocas hacen de mi organismo un piano el otro referente es quizás Scarlatti tal vez una pieza escapada de Bizet, los sonoros ladrillos de aquella casa en Múnich en la que Strauss naciera, un preludio de puentes ,de clavicordios, una ópera o una extraña marquesina conversándole a Broadway bombillos y piruetas; Tú también apareces y te desapareces con todos los antónimos que habitan tu entrecejo donde amarme es una transferencia de deseos y alturas ocurriendo en tu pecho, como ocurren las ráfagas de viento o las grandes tempestades marinas sin que nada ni nadie sea capaz de ignorar o detener el ímpetu de sus atmosferas, las imprevistas ecuaciones de pájaros y espacios que atraviesan los cuerpos intercambiando paradigmas; existen eufemismos que sólo en la columna vertebral de estos tiempos pueden ser transitados sin perder la pasión de cara a tanta incertidumbre que la gente respira como si fuese oxigeno; hoy soy ese temblor que arrebató las sienes de un monje budista llamado Fa-hsien llenándole la cabeza de improbables lugares, soy la soltura que sabe electrizar las raíces de una higuera o un damasco, el escalón que lleva a una ciudad que no se a descubierto entre el mar de Alborán y el mar Tirreno, la canción más bonita que humedece tus ojos una tarde cualquiera cuando querer de veras es pronunciar mi nombre con todos los silencios que son ineludibles cuando el amor es el único idioma que te llueve por dentro 8-21-12.


289 De todos los poetas que he leído y que leo los que yo más recuerdo son aquellos que saben pronunciar el amor como en verdad se siente el enamoramiento: orgánico y sencillo, serenata trepando el marco a la ventana de la mujer que quieres para poder decírselo de modo irrefutable y que todos se enteren que esa mujer te rompe los esquemas que con ella te vuelves adolescente en esdrújulas de ti ,contigo misma; querer es esa marca que sabe eliminarnos de los vocabularios: la palabra vergüenza, la palabra cautela y nos lanza a vivir en esos imprevistos que el corazón contiene para tocar los flancos de lo desconocido y convertirte en los espacios donde un papalote puede ser un canistel , una estrella la flauta de un femenino fauno un poema de Safo, de Juana Inés, de José Antonio Ochaita, de Manuel Benítez Carrasco, un poema de esos que ya nadie repite por no hacer el ridículo frente a tanto y tan marcado intelecto que hoy nos cobra la vida; pero esto de amar es como ser cocuyo, te iluminas y basta, es como ser alberca, entregando humedades sin pensarlo siquiera, es como ser turrón en una nochebuena, o ser un seis de enero esperando a los magos debajo de las sabanas, es saborear la sobremesa de las conversaciones en compañía extrema y ver desperezarse la mañana en invierno con ésa, a quien tu amas simple y naturalmente, duplicando sin prisas aquellas maravillas que nos visten la boca de un lujo sorprendente como cuando la pulpa de un anón nos abre el paladar de cuerpo entero o descubrimos la transparencia exacta de las gardenias , los geranios, de un poeta como Gabriel Celaya, de la inaudita luz que rige Andalucía , las calles de Granada o la frente de Lorca. 8-21-12.


290 El pescador en un día nevado cincela en mis pupila sus mil doscientos años de cara a mi presente entonces habito todo el invierno de la dinastía Tang arqueando las ramas de un bambú, resbalando sobre una caña de pescar, sobre un sombreo; Liu-Zong-Yuan susurra en mis oídos su atemporal poema tan errante y espléndido como el viejo que pesca todo el silencio al río; mi corazón es un largo paseo nocturno entre lámparas de papel, es un lugar donde el galope de los caballos es el otro perfume del vértigo y las abiertas llanuras, es la tercera perfección de la caligrafía, un insostenible campo de arroz acariciándome los dedos de los pies, una humeante taza de té de crisantemos, una unidad sin límites abriéndose al Aliento-Sonoro, un traspiés, cuando observo una mujer consciente de su propia hermosura, una mujer que me permite el viaje de los arroyos y montañas que dentro de ella existen con absoluta certeza en los diez mil millones de exhalaciones que se producen entre sus respiraciones y las mías como si fuésemos otro poema- pintura paisajista entre los dedos de Meng Jiao; Manhattan es una Isla donde todos los países navegan al unísono, donde todos los países se miran entre sí con gran asombro, una isla medular ,un ojo de huracán , un insólito momento electrizando los rascacielos, una esquina repleta de flores o de frutas, es el hambre irracional e interminable con la cual la belleza nos sorprende la dermis y también la epidermis cuando nos llega al alma: el perfil de unos ojos, la luminosidad de los heliotropos, o ese otro, incansable perfil diluyéndose hacia el océano Atlántico besando ardientemente las quillas de los barcos, repitiendo a vehemencia el erótico compás que vive entre sus aguas . 8-28-12.


291 Septiembre es lo que es entre mis párpados. Septiembre es esa otra analogía que surge intempestivamente entre los rascacielos de mi ciudad y esta necesidad de mar comiéndome los pulsos, comiéndome la paciencia, comiéndose de plano mis ventanas, la fragancia del patio ,el mantel de la mesa, los hermosos fantasmas que viven en un galán de noche, en el extraño rumor que habita el puente de George Washington, o en las electrizantes estructuras de impensados vitrales que saben y pueden iluminar mi vagina de modo contundente; el mar me busca siempre detrás de aquellas cosas donde mi corazón es un errante momento, un arte de verónicas en medio del paisaje donde querer lo que deseo querer, es estrictamente eso; mi frente es una tormenta pronunciando a perfecto sonido de atómica explosión los movimientos que fabrican esos letales espacios entre uñas o dientes, el preciso relámpago cuando el hambre me incinera la boca, los huecos que conforman mi cuerpo, la inevitable conciencia de ser mujer y amarte; hay zonas tan improbables definiéndome el cráneo, definiéndome las vertebras, definiéndome la antepenúltima silaba que vibra en mi presente igual que una habanera, igual que una resaca rompiendo en mis costillas con esa contundencia que tienen las ausencias, las estaciones de trenes , los aeropuertos, el instante donde el rostro que has amado de pronto se disuelve vaciando sin preámbulos el horario en todos los relojes donde ese perfil sabía convocarnos a fuerza de pasión la vida misma; Dios es un concierto que escribo con mi cuerpo, con los cuerpos que conmigo se rinden de manera inequívoca alterando los remolinos del agua que rodean el planeta cuando, como yo, acarician espléndidas criaturas simple y sencillamente. 9-5-12.


292 Me provoca quererte porque pides derramarte en pasiones con mi vida, tu deseo me busca abiertamente y me dices que puedo hacerte mía, con gestos o sin palabras me reclamas las ganas que te asaltan por sentir mi avaricia entre tus piernas por imaginar cómo se estrenaría tu garganta mientras gritas mi nombre y te pierdes en la profunda resaca de tu orgasmo haciendo de ti una eléctrica y franca mujer ávida de entregarse a mi apetencia, una mujer que se me da sin límites, una febril mujer rompiéndome de plano los exóticos espacios del cerebro, una mujer reclamando toda el hambre que soy frente a la vida, una hermosa mujer que sabe convocar lo de caníbal que llevo entre el sexo y la espalda, la terrible y preciosa sinrazón de vivir como yo vivo en el puro apetito de frente a mi conciencia; Dios conmigo se siente satisfecha, habla desde su incandescente zarza ardiendo rescribiendo conmigo versículos de amor a envidiables sabores de higos frescos, a un goce de mareas desquiciando las rutas de los océanos que como yo, despiertan orillas y vocablos al planeta; me ubico en la fiereza de tu antojo, me decido a estrenarte esos caprichos que tu boca me pide de modo tan explicito y me decido mujer porque soy esa naturaleza capaz de cambiar las ecuaciones que habitan en los vivientes fractales de cada célula; el amor ,es en mí ,un ritmo sin treguas despertándome a libertades, despertándome el cerebelo, despertándome el insomnio a otra condición sobre el lóbulo frontal, sobre las partes más hermafroditas donde soy lo que soy y soy Alina. 9-7-12.


293 La poesía se alimenta de mis vísceras, atraviesa uno a uno mis espejos, como tú, me reclama las arterias ,llenándome de voces y deseos las partes más ausentes donde aprendo a soñar espacios inimaginables estremeciendo el cauce de mi vida; hoy llueve en mi ciudad tan contundentemente que todo es un líquido espejismo acariciando ladrillos y semáforos, acariciando calles, taxis, parques, acariciando a cada ser viviente sus perfiles, las sombrillas se hablan entre ellas las anécdotas que algunos dedos guardan, los besos que se pueden y saben robar detrás de sus varillas detrás de las curvas de los relojes, detrás de la canción del río Hudson cuando lame las quillas de los barcos, detrás de los apasionados silencios que ocurren entre amantes simplemente; Tchaikovsky me penetra todo el tímpano igual como yo quiero penetrarte, profunda, lentamente, sin medidas, para aprender como conmigo te abres al deseo de ser entre mis dígitos una marea en toda su fiereza arrebatante, mi boca te reconoce palmo a palmo con la misma soltura que tienen las ráfagas de viento, con la misma maestría de hambre que habita entre mis dientes, con la misma destreza que reside en la punta de la lengua cuando va perfilando sobre el cuerpo la incinerante caligrafía de la gana , el extraño vocablo de las incoherencias que nos permite hablar con Dios y ser Dios mismo sobre la piel que se ama y que nos ama; tú y la lluvia son ya mi compromiso, mi autentica manera, de andar despierta frente a mi corazón y mi cabeza, la lluvia y tú, sin dudas , me cortejan a sueño y a vigilia: abismos, tiburones, las panteras, los océanos, las tormentas solares, las orquídeas y los galanes de noche que rigen totalmente mi entrepierna. 9-18-12.


294 Mi padre habla conmigo sin ambages de la última estación que alimentó su ojo cuando la muerte con su cuarto de hora le sorprendió la vida a cuerpo entero con esa exótica y extraña canción detrás del tímpano; mi padre es una filarmónica moviéndose entre las hojas de los arboles, rompiéndole el esquema a las ardillas, a los quietos hurones que hoy viven en Fort Tyron; mi padre a ratos se apropia de mi silla favorita, de algunos libros esotéricos, del tabaco que fumo a medianoche y el sorbo de café que persistentemente cuelo y me tomo despacio junto al día; cuando me hundo en el mar mi padre casi siempre me acompaña en lo arrítmico de esas contradanzas que viven repitiéndose en las olas del mar de los recuerdos y que me asaltan esos acantilados a mitad del pecho; mi padre, reside en la ternura de todo aquello que me busca el alma ensanchando la parte más antigua del querer que en mí sostiene el lóbulo parietal, lo pituitario donde mi corazón respira y es un pez enamorando el agua de lagunas y ríos de imprevistos océanos, enamorando el aromático centro de las gardenias, los hambrientos colmillos de una vicaria, de un lirio , un heliotropo, un filo de navaja o un crisantemo; mi padre es esa larga melodía que camina mi aorta simplemente como caminan los sonidos de dioses y luciérnagas sus lenguajes de truenos y relámpagos a medida que pienso este poema; mi padre es un zaguán con sus balances moviéndose al compás de rutilantes grillos y verdes lagartijas cuando la noche es la parpadeante luz del silencio devorándome el cráneo a tiempo íntegro; mi padre es esa otra geografía donde el amor es punto y es constante de su propia ecuación en mis costillas, allí donde la memoria no es reminiscencia sino ese siempre y letal presente de ser quien soy, conmigo y con la vida. 9-18-12.


295 El amor hoy por hoy tiene en mi vida esas específicas señales de ojos, caderas, manos, sexo, espaldas, sabores, respiraciones y texturas en un explícito perfil de mujer, a quien yo amo; tiene este amor la belleza de la isla de Nísiro, la riqueza insondable de tierras macedónicas, es una antigua canción escrita en náhuatl, el ritmo del corazón implícito en el Popocatépetl y la implicada pasión donde Dios también ama desde el contexto humano que rige las estructuras de planetas y galaxias; este amor tiene el acento de una tierra que he amado a través de los siglos, una tierra que siempre ha sabido sentirme como su voz interna, una tierra que ha soñado y aún delira, incorporando mis sueños: el Primero y los Últimos que continúo soñando; este amor tiene a intimidades y lejanías toda la luz que puede caber dentro del pecho de un jaguar o de una guacamaya, de un crisantemo, de un higo o de un balcón donde colgar los besos, los abrazos y el deseo que sabe hacer temblar mi cuerpo cuando este amor me deja saber sus apetitos mientras escucho el incesante sonido de su medula; es un amor que trasfigura el aire de mi tráquea, me cambia la manera de sentir los equinoccios o solsticios que pueden ocurrir en sus pestañas, debajo de sus senos, entre sus nalgas; es un amor tan esencialmente delicioso como un baklavá, como un helado de pétalos de rosa, como un huitlacoche con crema, como una plato de nopalitos tiernos o una divina sopa de aguacate y por qué no, una taza de chocolate Oaxaqueño; es esa dimensión del mar que llevo dentro, los caracoles que cantan en mi oído, la extraña arquitectura que me transforma el ojo, la región coralina que vive entre mis cejas, la mayor del planeta; es un amor, que también sabe amarme, deliberadamente, es el origen de todas las orquídeas es un huapango, un bolero ranchero, la nota más ardiente que tiene una Habanera y el hambre de belleza que siento por la vida. 9-23-12.


296 Hay adioses que llegan de modo fortuito por bocas tan ajenas a todo sentimiento que dejan ese rastro de perpleja textura sobre la ceja izquierda; el adiós cuando ocurre debería ser dicho de frente y sin rodeos porque de otra manera quien debería decirlo le resta a su conciencia las rutas de ternura que a corazón contiene; yo respeto los ritmos de cada ser viviente los acepto lo mismo que si fuesen regalos, al final es sabido que todas las mareas igual que llegan marchan; yo por poeta y por mujer comprendo la delicada esencia que tienen los adioses en la mitad del pecho; cuando un adiós te encuentra es mirar un espejo de inopinado azogue donde otro ser decide eliminarse puertas, ventanas, tiovivos, papalotes y algunas sensaciones que resultan temibles porque no se controlan; allí residen todos los éxodos habidos y por haber, las rutas donde alguien decide simplemente prescindir de faroles, de una calle caminada y querida, del reflejo que dejan los puentes sobre el agua, de esas horas que habitan más allá de relojes, de algunas convivencias tan aromáticamente hermosas como pueden ser de hermosas, las jicoteas, los lirios, la voz de María Callas o un dulce de membrillo; un adiós, aunque nadie lo crea, jamás es personal, solamente te indica que un ser humano descarta de su propia belleza los precisos instantes que han sostenido su alma lo mismo que un adagio y han hecho de esas cosas que parecían inútiles un espacio de mágicos cocuyos, un espacio sonoro como puede ser de sonora alguna carta escrita a mitad de la frente; yo nunca los retengo, con cada adiós me hago un barco de papel que puede ser soltado en medio de las fuentes, en parajes tan líquidos como pueden ser de líquidos el cuerpo de los peces, el borde de una rosa, el pico de los gavilanes, las sombrillas, los trenes la antepenúltima risa que abriese sobre la línea de unos ojos esa distante zona, que sin querer ni hablar, en silencio nos mira. 9-23-12.


297 Comprendo que es preciso vivir como yo vivo de cara a este momento donde el presente rige rotunda y llanamente el centro de mi frente; vivir es otro paradigma resonando en el pecho, resonando en mi espíritu, resonando de plano en mi vagina, en las mareas que conforman mi sentimiento y mi estructura; yo no sabría existir como existen los otros, sin hablar con los átomos que persistentemente continúan naciendo de la frente de Whitman, entre las plumas y piruetas de un pájaro carpintero, de un cardo azul o en la fantasía de un capullo de dalia, en la inherente ópera que tienen las raíces de los cedros, las papayas , los mangos, los besos que sorprenden las huellas digitales, los sonoros silencios entre un ras de mar y un cachalote, la alquimia contenida entre el paladar y un higo dulce, los poemas de Frost , de Milton , de Sor Juana, los poemas que escribiesen los pies de Carmen Amaya, la nobleza contenida en la raza de los Miura tan letal y preciosa como un verso de Rumí, o en el minuto exacto que definiese la torrencial entrega entre las ingles de Salomón y la Reina de Saba en medio del desierto; mi cerebro contiene a imponentes paisajes: trinitarias orquídeas, el aroma que tiene una tinaja de agua de lluvia, los vivientes espejos que habitan los ojos de las tortugas y las buganvilias, los ojos de jazmineros, los tallos de lavanda y las mandrágoras, los ojos del amor que en mí se mira reconocidamente en estos tiempos donde tengo rodillas y corazón enamorados y las ganas de querer lloviéndome por dentro de modo contundente. 9-29-12.


298 Decir octubre ,hora, a final de septiembre, es vivir ya en octubre y octubre significa que llegaras a vestirme de noviembres todos los eufemismos de andar enamorada, de andar las humedades que cantan entre tus piernas, que cantan la inexperiencia de todas esa cosas que te faltan por estrenar en la bilógica mujer desde donde respiras los deseos mas simples y los más laberinticos que tiene en tu cabeza; octubre será entonces un sutil domingueo quebrando las coordenadas, las simples y las compuestas de cara a mi colchón, de cara a mis almohadas, de cara a la silla de la que hemos hablado, de cara a bailar juntas intercambiando desnudeces y cuerpos al son de algún bolero ,de alguna pieza clásica; octubre nunca ha sido tan claramente octubre debajo de mis párpados, no ha sido , nunca, nunca, esa perfecta diferencia de los sinónimos más antónimos que habitan mis caderas; octubre simboliza el lugar de las que cosas que han esperado por siglos para poder mirarse y pensarse parte de esa rara maravilla que viaja entre los ojos de las tortugas, entre los desquiciantes dedos de Mahler, de Kandinsky, de Leonardo Da Vinci, en los perfiles de Ana Magnani, de Frida Kahlo, de Cecilia Gallenani, en los perfiles que de ti necesito descubrir poco a poco desde la ceguedad de un ciego que ve por vez primera el contorno y las luces que construyen un cuerpo detrás de las retinas a milagrosas alucinaciones; octubre es un parafraseo entre mis dientes y tus pezones, es un ardiente argumento entre tu lengua y mi vagina, entre las explicitas ternuras de andar cuerpo con cuerpo y pronunciar tu nombre en las partes más intimas que tienes tú por dentro y sabernos amantes simple y sencillamente; octubre es el comienzo de todos esos pasos que te traen al espacio de mi puerta y mi vida. 9-29-12.


299 Las paredes de mi casa se estremecen con la voz de María Calla bajo esta luna llena al final de septiembre; toda la incandescencia que ilumino a Puccini fue devorada y devuelta en todos los oídos desde las cuerdas vocales desde esta criatura de un griego tan planetario que las tierras dejaban de ser específicos países tan solo por su canto; hay óperas capaces de devolverle a un ciego la mirada, de devolverle a un sordomudo el habla y los sonidos que jamás traspasaron el tímpano a su historia de silencios sin pautas, hay óperas que pueden lo mismo que Moisés sacar agua a las piedras o partir el mar rojo del corazón sin esfuerzo ninguno; hay notas en las partituras donde un aria de Mozart vibrando en la garganta de Elina Garanca son capaces de detener a un colibrí el hambre de su vuelo en medio de una orgia de flores con un rojo tan electrizante que los ojos se quiebran frente a tanta belleza; tu labio es un contrato que tengo con la vida una incomparable fuga de Bach sobre mi boca, o el distintivo espacio para una sonatina dejada por los besos sobre cuello y espaldas, sobre esas partes tuyas que de ti me conversan inequívocamente; también existen arias detrás de mis rodillas donde El Sueño de Bizet compone esa otra devastadora y lirica conciencia que surge dentro de ellas cuando el amor me cobra una a una sus cuentas sosteniéndome en firme a nota de placer con tu presencia; Manhattan es otra ópera despertando mi frente incuestionablemente, Manhattan es el espacio donde todas las islas se reúnen a siglas asombrando los fractales que viven en las estratosferas en el nervioso giro de una yegua andaluza bailando sobre el ruedo, enamorando el polvo que sus cascos levantan con una gracia en único; mis pestañas contienen azogues y distancias conversando la extraña cadencia de los puertos, de las exuberancias que son naturalezas de tiburones o higos, de pequeños o grandes disparos sobre el pecho, de ingeniosas plazoletas genovesas, del color producido por Chagall o Bronzino. 9-29-12.


300 He caminado y camino esos extraños abecedarios que forjan el fuego demoledor de mi cerebro, los camino sin pautas ni recelos, los camino y acepto las incineraciones desbaratando los ojos y sus regiones cristalinas; Dios me rompe uno a uno los esquemas, no me deja colgarme a las mediocridades que otros me ofrecen como si fueran un manjar para el alma, un punto instigándome a ignorar las voces donde mi corazón sabe hablar y escuchar la melodía del mundo, sus magnificas partituras de letales nacimientos, entregas e iluminadas muertes; hoy comprendo que estos mis días jamás dejarán de ser escritos, que estos mis días son esa viva letra de las transformaciones de las grandes conquistas junto a la feroz Guerrera que habita mi costilla, hoy comprendo que este libro como la energía del amor no tiene dentro de mí, finales, ni comienzos, que es una naturaleza dentro de mi naturaleza, que soy esta a continua escribanía irrumpiendo entre los cuerpos de otros poemarios, entres los cuerpos donde se componen los adioses, los abrazos, o ese terrible y generoso rayo que estalla en mi cerebelo, en mi glándula pineal y pituitaria sin pautas, sin miedos, porque soy un ecosistema en metamorfosis de sí, un hábitat devorando las sutilezas y los rebordes donde el arte de ser, aprecia el imprevisto, de alturas o de abismos trastocando el paladar de los melocotones con igual intención que se acepta y se ama el hambre de los depredadores, la extraordinaria frecuencia que nos dejara Schumann cuando descubrió entre las matemáticas la indescriptible canción de este planeta y el romance que tiene con el cosmos, con el oído de las mujeres y las otras formas que lo conforman entre sus verdes y arrebatantes azules; una parte de mi se queda sin palabras, la otra parte respira el inextinguible vientre de las esferas y sus causas, el lugar donde residen todos los crisantemos y las orquídeas, el sabor de los azafranes, las mareas, los contornos de los azulejos y las aljamas, la voces de mi padre, de mi abuela, de María Callas de un bosque siberiano, de una fuente de nísperos de la sensualidad que viste de lujo los mapas que delinean tierras tan esplendidas como las tierras de Toscana, como la luz intransigente que rige Andalucía y a todos los poetas, que por poetas, aman abierta y simplemente su conexión de vida. 9-30-12.



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