Revista Oficial "Algeciras-entremares" 2014

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tar a la anterior, pero al final producen las dos el mismo efecto, de crear estereotipos, de distorsionar la realidad y promocionar los tópicos de nuestra tierra andaluza, y de nuestro territorio, que conjuntamente con la Serranía de Ronda eran los primeros que aquellos viajeros decimonónicos conocían y admiraron de España; porque aquí es donde nace el desarrollo turístico de los siguientes siglos en nuestros país. Y ese mensaje contrario a lo que sobre aquí escribieron los viajeros románticos y a la vez los mejores turistas que España nunca tuvo, caló hondo, y durante demasiado tiempo hemos sentido ese complejo denigrante de no enseñar demasiado nuestras señas de identidad: lo tópico y típico de España. Tenemos una oportunidad única de rehacer todo esto desde nosotros mismos y potenciar lo nuestro, porque seguimos siendo atractivos y mucho. No solo el clima, no solo las playas, no solo el consumismo desaforado, sino también nuestra cultura, nuestro exotismo, nuestra etnografía, nuestra historia, nuestro paisaje, nuestra naturaleza, nuestra gastronomía, nuestra vestimenta popular, nuestro folklore, nuestro flamenco, nuestro arte, nuestra gente… Todo interesa al viajero actual, al turista moderno, y la mayoría de las veces les mostramos la cáscara, no ahondamos, no prestamos demasiada atención a esto. En un mundo donde la imagen que se da de una empresa, de una institución, de una población, o de nosotros mismos es absolutamente fundamental, es algo en lo que realmente nos sumergimos bien poco e incluso ni siquiera se cuida lo suficiente en el ámbito local. Partiendo de la base, como ya hemos dicho, que lo exclusivo, lo genuino, lo que nadie tiene es lo más que vende, no entendemos cómo las ciudades o los propios territorios históricos y legendarios, como el nuestro, no indagan con profusión para poner en auténtico valor lo que realmente les hace diferentes y los distingue. Vivimos en una cultura global que hacina a los ciudadanos, los desarraiga, los saca de su contexto, contra lo que sin saberlo, a veces, necesitan imperiosamente valores para regir cada día su más estrecha convivencia. Por tanto, la identidad hay que hacerla ver para darla a conocer, como una riqueza cultural que queremos compartir, para que nos conozcan, nos conozcamos también mejor, nos valoren y sepamos valorarnos. Promocionar lo particular, como uno de los grandes atractivos para darnos a conocer, donde siempre cohabite la inte-

Las ciudades, poseen una especie de espíritu protector, propio y único que da vida al lugar y a los que lo habitan y que determina su carácter e identidad. gración con los demás en una sociedad multicultural que demanda aglutinantes simbólicos que mantengan unidas a la personas y no aleje a los pueblos unos de otros. Cualquier cultura siempre deja ver la necesidad de imágenes que sostienen nuestro esfuerzo y anhelo, la pasión de ser hombre de un lugar determinado. Los lugares y sitios, las ciudades, poseen una especie de espíritu protector, el genius o guardián, propio y único que da vida al lugar y a los que lo habitan y que determina su carácter e identidad, manifestándose en todas sus expresiones, y que constituye por tanto el alma del lugar, su esencia, estando vinculado de modo indivisible al paraje vigilante y protector de la vida en el mismo. La nuevas tecnologías han acercado el mundo hasta nuestras propias casas, los relatos de viajes prácticamente han desaparecido, tenemos las imágenes instantáneas. Pero estas nunca podrán sustituir a la realidad, a vivir la experiencia del lugar. Y cada vez más, paradójicamente, hay un visitante que busca la experiencia identitaria, porque el acceso a un mundo

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En tan solo cien años Algeciras se ha convertido en uno de los grandes puertos de Europa. (Trasanlántico Alcántara. Puerto de Algeciras, 1956).


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