Libros una apuesta peligrosa isabel sharpe

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—Nadie que pruebe su comida se preocuparía por las calorías. —Arrivederci, Giacomo. Vuelve a traer pronto a esta mujer. Encaja perfectamente en nuestra familia. —Adiós, mamá. Jack dio otro abrazo a su madre y a Heather se le hizo un nudo en la garganta. Su madre, como mucho, salía a la puerta de la casa y la despedía con la mano. Parpadeó con furia. ¿Qué estaba pasándole? Tenía el equilibrio emocional de una niña de dos años. Jack la acompañó hasta el coche y la ayudó a sentarse. Ella se despidió con la mano de la señora Fortunato, se recostó en el asiento y suspiró. Había sido una reunión familiar perfecta. Todos comieron hasta que ya no podían moverse. La madre de Jack puso discos de Mario Lanza y todos se reunieron a tomar café y charlar. En un momento dado, Jack tomó su mano y se la acarició levemente. A esas alturas, Marsha estaba tan inmersa en la vorágine de la reunión que no fue capaz de desplegar las armas de defensa. Estuvieron sentados en el sofá lo que a ella le parecieron horas. Heather se puso el cinturón de seguridad, suspiró y se estiró. —No recuerdo habérmelo pasado tan bien jamás. Tu familia es maravillosa. ¿La tuya no lo es? —Jack desaparcó. —Digamos que no pasamos mucho tiempo gozando con la «familiaridad». Jack la miró con preocupación. —Parece una existencia muy solitaria. —Ya no me importa mucho —Heather miró el ambiente gris de la ciudad—. Sin embargo, mi infancia fue todo un tratado de soledad. —Puede parecerte un disparate, pero yo también tuve una infancia solitaria — sonrió ante la mirada incrédula de ella—. No me trataba mucho con Roger y Stellie cuando éramos pequeños. Yo era mayor, serio, ordenado... —se rió—. Ellos eran unos inconscientes, chapuceros y un disparate cuando estaban juntos. Luego... —miró por encima del hombro para cambiar de carril y esquivar un coche que estaba parado. —Luego, ¿qué? Ella contuvo la respiración convencida de que iba a hacer una confidencia a Marsha y que no era aficionado a hacer confidencias. —Es difícil explicarlo sin parecer vanidoso, en el colegio lo pasé mal por... Heather se sintió dominada por la solidaridad y comprensión. —Porque eras guapo. La miró sorprendido. Naturalmente, él no había esperado que Marsha pudiera comprender la maldición que suponía ser guapo. Sin embargo, Heather lo sabia hasta el más mínimo detalle. Ella se agitó en el asiento, la adrenalina no le permitía estarse quieta. —Yo... sé lo que quieres decir. Puedo lo que sentías. Como un pececillo de colores en un tanque de los tiburones. —Exactamente.


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