Breve Historia de las Cruzadas

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Este es el relato oficial, pero de nuevo la cronista Anna Comneno nos cuenta una anécdota algo distinta: «Un cruzado, especialmente maleducado y soberbio, del que no conocemos el nombre, pero sí que era un jefe, se sentó indebidamente en el trono de Alejo. El diplomático, Bohemundo, le recriminó su actitud, con lo que se sintió muy molesto y empezó a insultar a todos y a decir fanfarronadas. El basileus le recordó que más adelante, en el camino, tendría ocasión de probar que sus palabras eran ciertas. Llegado a Dorilea, lanzó las tropas imprudentemente contra un grupo pequeño de soldados en busca de notoriedad fácil. Pero era una trampa que costó la vida a muchos francos. El jefe perdió los nervios y estuvo a punto de morir. La suerte quiso que apareciera el grueso del ejército y le rescatara. Los turcos perdieron, pero sus enemigos tuvieron muchas bajas.» Terminada esta batalla, siguieron camino de Jerusalén atravesando los montes Taurus. Tancredo se desvió con parte de sus tropas para conquistar algunos enclaves de la costa de Cilicia, que se negó a devolver al emperador. El grueso del ejército emprendió el sitio de Antioquía. Su emir Yaghi Siyán sabía que los cruzados tendrían muchas dificultades para asediarla, por la notable longitud de las murallas, de casi doce kilómetros, y el inconveniente de que estaban protegidas en parte por el río Orontes. Las provisiones empezaban a escasear y la moral de los soldados era muy baja. Además, los siete mil soldados turcos se defendían con uñas y dientes y no parecían dispuestos a rendirse fácilmente. Hubo que pedir provisiones, que llegaron desde Chipre en navíos fletados para la ocasión. Durante el desembarco fueron atacados por los sitiados y perdieron casi todo lo que traían. Además, en el seno de las tropas invasoras crecían las intrigas y sospechas de que el emperador les había traicionado. Bohemundo comunicó al general imperial Taticio que le iban a asesinar, así que éste se retiró prudentemente y los dejó abandonados a su suerte. Yaghi buscó el apoyo de Ridwan de Alepo y de Dukak de Damasco, pero sus intentos de ayuda fracasaron por las luchas intestinas entre los propios árabes. El primero fue derrotado el 10 de febrero del 1098, aunque estuvo a punto de romper el cerco. En venganza, los cruzados arrojaron por encima de las murallas los despojos de los turcos muertos, que cayeron en el interior de la ciudad. Llegaban malas noticias. El conde Stephen de Blois se volvía con sus tropas a Francia, cansado de una aventura que le significaba muchas más pérdidas que beneficios. Cuando llegó a Constantinopla, se lo comunicó a Alejo


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