miembro, y el hecho de que las protecciones corporales fueran cuanto menos precarias hacía que en las batallas se dieran muchas bajas. Esa es la razón de los relevos: si los guerreros mexicas hubieran permanecido en primera línea más de unos minutos, no habrían aguantado el estrés psicológico del combate. Además de ello, y debido a las prácticas de sacrificios humanos empleadas para la ejecución de los enemigos capturados, el suicidio era muchas veces el destino final de los perdedores, que sabían que la muerte era el precio que pagarían por ser aprisionados. En cuanto a las técnicas poliorcéticas aztecas eran muy diferentes a las que se puedan encontrar en otros continentes. La precariedad de las rutas de comunicación impedía la creación de sistemas de asedio eficaces, y era imposible mantener a las tropas sitiadoras más que un relativo periodo de tiempo frente a las ciudades rivales, dado que existían dificultades logísticas para proveer de alimentos a un numeroso grupo de combatientes. Así pues, tampoco existían grandes murallas, y lo corriente era que se combatiera al atacante cuando este había entrado en la zona urbana. Las calles de una ciudad eran tortuosas y laberínticas de manera expresa, y era fácil que un enemigo que no las conociera se perdiera y fuera víctima de emboscadas realizadas desde los tejados de las casas circundantes. Así, en lugar de defender las ciudades mediante grandes murallas que evitaran el asedio, los aztecas podían permitirse que el atacante se internara por la ciudad para aniquilarlo poco a poco, una vez desorientado. El otro gran Imperio americano anterior a la época de los conquistadores españoles fue el inca. Cusco, su capital, fundada hacia el siglo XIV, y localizada en el sureste del Perú actual, era el centro de poder de esta sociedad guerrera, que bajo el mandato de su emperador, de supuesto origen divino (llamado Sapa Inca), inició una expansión acelerada a mediados del siglo XV. Pronto, la mayor parte occidental de Sudamérica fue conquistada por ellos, incluyendo extensas zonas de la sierra de los Andes, así como los actuales Perú, Ecuador, Chile y algunas zonas de Argentina. Debido a su tradición militarista, parecida a la de los mexicas, los incas crearon un ejército muy potente, que pudo llegar a tener hasta cien mil combatientes. Se componía de unidades creadas en base a grupos étnicos, cada uno era constituido de acuerdo a un sistema de servicio de trabajos obligatorio, llamado mita, que podía llegar a durar siete años. Los oficiales al mando de cada unidad eran profesionales pagados por el Estado, que también mantenía una guardia imperial de élite. Esta se componía, básicamente, de