Carlos cuauhtemoc volar sobre el pantano

Page 12

-El sobre no tiene remitente -comenté desconcertado-; al reverso únicamente están escritas tres palabras: “Hospital San Juan” Jugueteé con el pliego sin decir más. Había llegado a la conclusión de que sólo podía tratarse de un sanatorio de traumatología, pues ella decía haber perdido, como yo, algo irrecuperable... O, tal vez... uno de psiquiatría... -¿Perdiste el ojo por defender a tu hermana? Me puse de pie y caminé por la sala. Seguramente el origen de mis pesadillas era precisamente el haber mantenido muchas cosas en secreto. -Alma estuvo acompañándome día y noche junto a mi cama en aquella ocasión -comencé deshilvanado, tratando de evadir la pregunta-, se sentía culpable... También admirada y agradecida. Su autovaloración estaba por los suelos -la tétrica pesadumbre me invadió-. No sabes cómo me dolió cuando supe que se fue con aquel hombre... Un pelícano cayó repentinamente en la terraza y nos observó moviendo su enorme y deforme pico detrás del cristal. Dejarnos de hablar observando a nuestra vez al confundido forastero. -En la carta, Alma dice que tu dolor fue conocido por todos y que el de ella en cambio era secreto, ¿a qué se refiere? -Lo desconozco. Era muy introvertido. Yo quise ayudarla muchas veces. Cuando me fui becado a la Universidad, le escribía cada mes, le envié decenas de libros de superación e invitaciones a cursos. Realmente me preocupaba por ella, pero jamás descifré el enigma de su aislamiento. Nuestra juventud fue dura. Las heridas de un hogar en el que el padre es alcohólico y la madre neurótica son muy profundas. -¿Sabes? -me dijo con seriedad-, efectivamente he detectado algo muy grave en su carta... -¿Qué? El pelícano aleteó con torpeza y emprendió el vuelo nuevamente rumbo a la playa. -Necesita ayuda urgente. Miré el reloj. Eran las seis y cuarto. A las siete despegaba el último vuelo directo a la Capital. Corrí a buscar el libro telefónico. Protesté en voz alta por no hallar más que el pequeño directorio local. Teníamos viviendo en esa ciudad de la costa apenas dos meses y aún no me acostumbraba a la lejanía. Marqué por larga distancia directa el número de mis padres. Mamá descolgó. -Hola, soy Zahid, ¿cómo están? -Bien, hijo, qué gusto oírte. -Gracias, disculpa la prisa, pero, ¿sabes el domicilio de mi hermana Alma? Mi madre enmudeció unos instantes. -Lo ignoro -replicó al fin-, desde que decidió "juntarse" con aquel hombre, cambió mucho. Hace un año que no la vemos. Me dijeron que se había separado del fulano, pero ignoro dónde puede haber ido. La hemos buscado, pero se esconde. ¿Tienes noticias de ella? Dudé por un momento... Yo también le había perdido la pista.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.