13 minute read

Rafael Calderón Concha Urquiza Entre Dos Fuegos

CONCHA URQUIZA ENTRE DOS FUEGOS: LA INTELIGENCIA Y EL FERVOR RELIGIOSO Rafael Calderón

Para recordar a Concha Urquiza, al morir trágicamente, ahogada en el Pacífico, cerca de Ensenada, Baja California, el 20 de junio de 1945, la lectura de su obra en verso y prosa es el mejor homenaje, aun cuando la mayor parte de su poesía quedaba inédita y dispersa en copias que ella misma mandaba a algunos de sus amigos más íntimos y que nunca se preocupó de reunir y ordenar –como hizo saber su editor Gabriel Méndez Plancarte– y tener presente hoy día que su nombre registra hechos que trascienden en el ámbito de la poesía mexicana. Es reconocida por ser una poeta de grandeza, de gran originalidad, dueña de una voz modulada por el efecto del verso. Casi toda su poesía emerge de fuentes clásicas. Para precisar parte de su presencia quiero anotar las coordenadas de su identidad y el lugar que ocupa por su obra. Es la autora que se quemaba entre dos fuegos –como dice Rosario Castellanos–: el de la inteligencia y el del fervor religioso, y como bien sentenciara José Vicente Anaya: es una orquídea en el desierto, ya que si bien ella contaba con la amistad de algunos escritores y críticos de su tiempo, la suya es una obra al margen de cenáculos literarios y, por lo mismo, quien mejor la estudia es Margarita León Vega en su obra De contrarios principios engendrada. Poesía y prosa de Concha Urquiza que publica el año 2009. Sin embargo, en este MMXX se cumplen 75 años de la muerte de Concha Urquiza, una de las mentes más inteligentes y apasionadas que han existido en la tradición la poesía mexicana, ya que empieza a escribir muy joven, siendo aún niña, y publica a edad muy temprana tanto en periódicos como en revistas y Jesús Romero Flores es quien por primera vez la incluye en la antología de Literatura de Michoacán, el año 1923. Antes de los 15 años ya le han publicado la Revista de Yucatán, Revista de Revistas y El Universal Ilustrado; asimismo, Juan de Siena, en 1922 en su columna de El Universal se detiene a comentar sus versos. Pero le sobrevino la muerte a los 35 años. A partir de 1946 empiezan a surgir los análisis de sus poemas que reflejan o exaltan su grandeza, arroja luz sobre su personalidad como parte de una ardiente llamarada entre el amor y el erotismo y los temas religiosos. La obra de Concha Urquiza fue publicada por primera vez por Gabriel Méndez Plancarte con el título Obras. Poemas y prosas (Bajo el signo de Ábside, 1946, es una edición de papel biblia y con pastas de piel e impresa en una fina tipografía. En realidad es muy elegante como casi todas las que publicó el erudito zamorano y las prosas y poemas van acompañados de un prólogo riguroso, con tino filológico y una descripción biográfica que sigue siendo referencia obligada. Esta edición llamada canónica ha tenido varias reimpresiones con algunas variantes: en 1971, en Guadalajara, Rebeca Bucheli de Quintero lanza «Unas palabras de amistad», seguidas del prólogo del zamorano y la presenta como segunda edición y el título es Poesías y prosas; la editorial Jus en 1977 imprime la edición facsimilar, como segunda edición, y reproduce el prólogo, pero las guardas que eran de piel, no; ahora es una cartulina hermosísima, bella y pulcra; la que vendría siendo cuarta edición es tomada de la de Guadalajara, que en 2010 publica la Secretaría de Cultura de Michoacán, Hambre del corazón. Poesía y Prosa, la cual reproduce el prólogo de Méndez Plancarte, las palabras de amistad de Rebeca Bucheli y como novedad lleva presentación a cargo de Margarita León Vega: «Una poesía y un editor de antología». Después de 1946 son varias las antologías que difunden su presencia: la primera es la de Antonio Castro Leal (miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua), con ella inicia la Galería Lírica Americana, primer volumen de la colección «Poesía de América»: incluye el prólogo de Gabriel Méndez Plancarte, el facsímil manuscrito del poema «Al olor de tus aromas»; le sigue la que inaugura la colección Poesía, de editorialJus, presentación de Alejandro Avilés; Nostalgia de Dios seleccionada y editada por Ricardo Garibay, quien inició la leyenda negra pero no aporta poemas ni registra nuevas precisiones biográficas, mucho menos rebasa las aportaciones del erudito zamorano; sigue El corazón preso, la compilación que mayor penetración logra –creo– entre los lectores: dicha recopilación procede de la que realiza Méndez Plancarte, recupera un puñado de poemas dispersos y la presentación es de José Vicente Anaya; la que tiene presencia en Morelia, es aquella que en 1995 fuera un intento de edición entre la Universidad Michoacana y la editorial moreliana jitanjáfora, que finalmente ésta última consolidara en coedición con la Secretaría de Cultura de Michoacán (año 2006), bajo el título de Junio, de lluvia vestido, seleccionada por José

Advertisement

Antonio Alvarado; la más reciente, con el título ya imponente El corazón preso, figura en la segunda serie del Archivo Negro de la Poesía Mexicana de Malpaís Ediciones que dirige Iván Cruz Osorio. En el catálogo de jitanjáfora la poesía de Concha tiene una larga presencia. Esto se debe a la complicidad del poeta y editor José Mendoza Lara. Por mi parte, en 2013 coordiné para esta editorial, la compilación de sus poemas conocidos en el título Nostalgia de lo Presente. Poemas 1921-1945 (jitanjáfora Mºrelia Editorial, 2013). Esta edición recupera los que dio a conocer Méndez Plancarte; los poemas dispersos que organiza Anaya; los poemas juveniles que estudia Margarita León Vega; se incluye el que llama «Narciso», publicado en diciembre de 2010 por el suplemento Laberinto, y por primera vez completo el poema El reintegro, que en partes y separadamente estudian Margarita León Vega y María Teresa Perdomo, y se incluyen otros poemas, igualmente valiosos. Los estudios sobre Concha han fluido y son una novedad crítica. La revista El Centavo es pionera y se vuelve memorable por los textos recuperados sobre la poeta y así conocer con mejor precisión lo que se ha comentado de su poesía por varios estudiosos; y le siguen los estudios de María Teresa Perdomo (Concha Urquiza y su obra), Margarita León Vega (De contrarios principios engendrada. Poesía y prosa de Concha Urquiza), finalmente esta la edición coordinada por Luz Elena Zamudio y Margarita Tapia Arizmendi que salió el año del centenario: Concha Urquiza. Entre lo místico y lo mítico donde recuperan estudios iluminadores que refrescan la novelad de su poética entre verso y prosa. El grupo de la tradición lírica donde confluye su nombre es entre los poetas religiosos. Éstos se llevan el reconocimiento en el ámbito nacional. Es una generación, por decir lo menos, excepcional, única, brillante. Estos poetas han dado el salto y a su manera confirman esa originalidad de la poesía, revelan su encuentro con autores clásicos castellanos; entre uno y otro autor no se repiten, aun cuando su tema principal es la poesía religiosa; al contrario, contribuyen a renovarla, reinventan, confirman el alto rigor de su poesía. Veamos una muestra sucinta de algunos de estos: José Luz Ojeda: «Me aparto de tu rigor/ y voy tras de tus dulzuras;/ y no comprendo, Señor,/ que rigor es amor/ mas, quizá, que tus ternuras». Gabriel Méndez Placarte es autor del clásico Horacio en México y sus poemas son perfecta metáfora, joyas y endemoniadas imágenes de renovación: «Le vi pasar… Llevaba en la pupila el extraño fulgor de una turquesa/ y en su mirada, como el mar tranquila,/ palpitaban abismos de tristeza». Alfonso Méndez Plancarte, por XL Odas selectas pasa a la inmortalidad si de las traducciones de Horacio se habla, pero sus poemas imponen trascendencia: ¡Suave/ Febe/ y Hebe/ ave!// ¡Nave,/ nieve,/ breve,/ llave!// ¡Llueve/ leve/ nube!// Eva,/ nueva,/ ¡sube!». Manuel Ponce con su ¡Ay muerte más florida…!, sin embargo escribe en otro poema: ¡Qué taller/ del Pintor/ de Belén!// El alma/ de los hombres/ ¡qué mural!// En sus dedos/ de luna/ ¡qué pincel!// Restaurar/ el rostro/ divinal:// ¡Qué labor/ del Pintor/ de Belén!//. Francisco Elizalde García es por Ángeles de la Muerte una presencia comparable a los mejores poemas de la tradición mexicana: «Voy descendiendo a mi alma diariamente/ por estas escaleras hurañas de mi sangre,/ como si el alma fuera mi sepulcro.../ Es decir: pacto, vértice, puerta, círculo, imagen.// De río en río, de tierra en tierra, mi garganta busca…». Estas referencias indirectamente son las que nos acercan a Concha Urquiza y resaltar que ella es única: su precocidad literaria inicia con los clásicos griegos y latinos, pasando por los clásicos en lengua española y autores del siglo de Oro: San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Santa Teresa; traduce la Égloga V de Virgilio; lee con pasión la Ilíada y la Odisea; de Cervantes se apasiona con El Quijote y esta obra es la que le gusta obsequiar entre sus amigos y conocidos, y en este ambiente emerge su voz sin corriente literaria, ni escuela o grupo generacional. Es un torrente desde la poesía: escribe sonetos, romances y canciones, tercetos, liras y otras combinaciones estróficas, y explora temas como el amor, los paisajes michoacanos y el retorno a la ciudad, pues «Concha maneja con extraordinaria maestría y en las que supo volcar –con arte exquisito– su tesoro poético: todo el amor doloroso y todas las angustias llameante de su alma lacerada por la quemadura incurable de Belleza» sentencia Méndez Plancarte. Escribe sobre la noche y el erotismo con una seducción que se convierte en una prolongada búsqueda hasta llegar a explorar con pasión descarnada temas religiosos. Es imposible citar todos los versos y reconocer su personalidad pero hay que traer aquí por lo menos un fragmento del amor doloroso: «Yo soy como la sierva que en las corrientes brama./ Sed y polvo su lengua paraliza,/ y en salvaje carrera, con las astas en llama,/ sobre la piedra el casco golpea y se desliza». ¿En verdad que Concha Urquiza escribía a los once años? El poema «Noche azul» tiene esa suerte de ser el ejemplo más temprano que se conserva de su escritura: «Vierte el ensueño su ánfora sagrada/ en la mágica copa de la noche.// Palidece un lucero en el oriente/ y nace en el jardín una gardenia.// Y vive entre los cantos de la fuente/ la interminable angustia…». Este fue publicado en el Universal Ilustrado precisamente el 20 de junio de 1922. Si creemos

en las coincidencias, su muerte sucedió un 20 de junio, pero de 1945. En ese periodo de 23 años escribe toda su obra. En el poema «Nostalgia de lo Presente» dice: «Suspiro por las cosas presentísimas,/ y no por lo que están en lontananza:/ por tu amor que me cerca,/ tu vida que me abraza,/ por la escondida esencia/ que por todos mis átomos embriaga…». Como anotaba, una parte de sus poemas y prosas se reunieron en un tomo inmediatamente después de que se ahoga y desde entonces se han publicado muestras de éstos y la han incluido en antologías, de igual manera, estudiosos siguen buscado que su obra esté presente, labor que continúa, no cesa ni cesará, afortunadamente. Y como parte de esa línea central hoy día se cuenta con la edición Nostalgia de lo Presente. Poemas 1921- 1945, compilada por quien esto escribe. Es una edición que reúne todos sus poemas conocidos e inéditos. Primero, fue una edición especial, para rendirle homenaje en el año del centenario de su nacimiento; después ya como versión definitiva, salió en agosto de 2013. La unidad de este volumen reúne las siguientes características: contiene 14 apartados. Hay que señalar que los numerales III-XIII corresponden a la compilación que realizó el erudito michoacano Gabriel Méndez Plancarte con el título Obras: poemas y prosas, que dio a conocer bajo el signo de Ábside en 1946; el número II es la reunión de poemas dispersos que organiza José Vicente: Apéndice: «Poemas dispersos»; el número I es un apartado totalmente inédito, integrado por poemas juveniles: aquellos que fecha la autora entre 1921-1923, es decir, los que escribe entre los 11 y antes de los 15 años; finalmente, el XIV es un apartado especial: se compone por poemas de diferentes fechas pero que han sido publicados o son un hallazgo y donde se incluye por primera vez El reintegro, que se compone de tres estrofas de 4, 5 y 36 versos cada una y sumar un total 45 versos.

Concha Urquiza Izquierda.- apunte de Salvador Pruneda. Derecha: La Jornada Semanal, 16 de diciembre del 2001.

Pero ¿cómo presentarla en la tradición de la poesía mexicana del siglo XXI? Por su condición, por su lírica encantadora, es naturalmente nuestra abuela soltera de la poesía mexicana. Sus poemas, además, siguen la senda y hay que preguntar a la manera de Homero, con un verso de la Odisea: «¿Quién te ha herido en la divina noche?». Es una «orquídea en el desierto», como acuñará José Vicente Anaya. Generacionalmente es parte de los autores que nacieron en el periodo de la Revolución Mexicana, apenas terminada ésta, son los que coinciden, al empezar ella a escribir y publicar sus poemas. La búsqueda lírica de Concha sin duda coincide con el grupo de los Contemporáneos y el Estridentismo, que inicia la renovación más drástica y escandalosa de la historia de la poesía y de la literatura mexicana en los primeros días del inicio de la década de los veinte, como se afirma de estos y del tiempo vivo en la poesía mexicana. Y un poema descubierto tardíamente, llamado «El reintegro», fechado en 1933, cuando Concha solamente tiene 23 años, es el que está llamado a ser parte de ese conjunto de poemas que se escriben para ser parte de los más notables de la tradición de la poesía mexicana. Por primera vez se puede leer en Nostalgia de lo Presente: donde agraciadamente se incluye toda la poesía; y «El reintegro» es el que completa la travesía, porque responde en parte a las interrogantes de esa originalidad profunda y apreciada por el verso de formas clásicas. Ya que escribe colindando con el tema religioso, con la fuerza de un erotismo endemoniado y trasmite una profunda personalidad que bebe de san Juan de la Cruz y fray Luis de León; aspira al encuentro de la profundidad mística, pero sabiéndose que es dueña de un erotismo que confunde o eleva a enamoramiento o desengaño.

Elreintegro Concha Urquiza

«¡Ah, por los curvos pechos de una mujer morena!» Entre el obscuro grupo se lamentó una voz; «¡por los trémulos pechos, y por la cabellera trémula, y la garganta ceñida de temor!»

Sobre el silencio breve. –¡Y como una mujer tendida! En el recuerdo, y en la esperanza, y en augurio tendí mi voz; ¡ah, por los curvos pechos de una mujer morena, por la garganta obscura, ceñida de temor!

Tal vez vagaba, ¡oh dioses! Tal vez vagaba un día por húmedas callejas, detrás del claro sol. Más allá de los vientos, más allá de la ría, Más allá de los ecos que desflora el dolor. O tal vez en la fresca luz del alba tendida, en un pueblo iracundo, detrás del claro sol; o en el joven regazo de la noche, una vida que dispersara, aún joven, un viento de dolor. Con los ojos abiertos en el seno estrellado de la noche, vagaba, vagaba como un eco la paz del corazón; y así por vez primera la ví ¡divina hora que nunca fue en la tierra, que será para siempre dentro de mí! Ancló en ella la paz del corazón… Lacio el cabello, sobrio el gesto, virgen la vida; entre el dorado hechizo de su rostro, la boca, pálida, se apagaba como la tierra llama de una lámpara bajo el fuego del sol; y se inmortalizaba, castaños, encendidos, los ojos –tibias mieles de un lánguido panal. Ojos tristes, y manos estrechas, virginales, Convulsivas, sensuales,

¡y mías!, ¡oh, manos de Ruth, que espiga obscuro espigar! Manos apocalípticas que clavan en el muro el «mate, thecel, phares» que tronchara las frentes pálidas de pecar. Dulce mujer humilde, morena, triste, mía, déjame que en la sombra te estreche todavía, y que lloren mis ojos, ¡y que te hagan llorar! «¡Nada existe en el mundo sino tus curvos senos cuando abriendo los brazos, fecundos y serenos, hacen que ellos me invadan y me ahoguen como un mar!».

15 y 18 de octubre de 1933. Nostalgia de lo Presente. Poemas, 1921-1945.

This article is from: