Burke peter formas de hacer historia

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Robert Darnton

una cultura política callejera cica e intensa. Una historia de la lectura debería poder avanzar a grandes pasos desde la pasquinada y la Commedia dell'Arte hasta Moliére, de Moliére a Rousseau y de Rousseau a Robespierre 25, Mi cuarta sugerencia se refiere a la teoría literaria. Estoy de acuerdo en que puede parecer desalentadora, especialmente para el no iniciado. Se presenta arropada en etiquetas imponentes -estructuralismo, deconstrucción, hermenéutica, semiótica, fenomenología_ y se va tan pronto como ha venido, pues las modas se desplazan una a otra con una rapidez desconcertante. Pero todas ellas están recorridas, sin embargo, por un interés que podría llevar a establecer cierta colaboración emee la crítica literaria y la historia del libro: el interés por la lectura. Tanto cuando desentierran estructuras profundas como cuando descomponen sistemas de signos, los críticos han tratado la literatura de forma creciente como una actividad más que como un cuerpo establecido de textos. Insisten en que el significado de un libro no está fijado en sus páginas sino que es construido por sus lectores. De ese modo, la respuesta del lector se ha convertido en el punto clave en torno al cual gira el análisis literario. En Alemania este planteamiento ha conducido a un renacimiento de la historia literaria como Rezeptionsdsthetik bajo la dirección de Hans Robett Jauss y Wolfgang Iser. En Francia ha adquirido un rumbo filosófico en la obra de Roland Barthes, Paul Ricoeur, Tzvetan Todorov y Georges Poulet. En los EE UU se encuentra aún en estadio de formación. Wayne Booth, Paul de Man. Jonathan Culler, Geoffrey Hartmann, ]. Hillis Mille, y Stanley Fish han suministrado los ingredientes para una teoría general, pero de sus debates no ha surgido acuerdo alguno. No obstante, toda esta accividad crítica apunta hacia una nueva textología y todos los crítícos comparten un mismo modo de trabajo al interpretar textos específicos 26. :J Las nOfn$ 01 margen de Adam aparecen citadas en Zoltan Hnraz~ti, John AJa,/u ['" the Propbets 01 Progress (Cambridge, Mass., 1952), pág. 85. Sobre glosas y notas a pie de página, ver lawrenee Lipking, (,The Marginal Gloss¡" Crr"tical ltlqutry 3 (1977), págs. 62ll-.31 y G. W. Bowersock, <,The Art of (he Footnote¡" Tbe Amenám Sebolar 53 (1983-8'1.1, págs. 54·62. Sobre los manuscritos de Prosper Marchand, ver los dos artículos de Christian Berkvens-Stevetinck, «l'Appott de Prosper MarchanJ au ~systeme des libfílries de París"», y «Prosper Marchand, "trait d'union" entre auteur et éditeur», en: De gulden PaSJer 56 (1978), págs. 21-63 y 65-99. 2" Para una visión general y bibliografías de estudios de crítica litemria sobre la respuesta de! lector, ver Susan R. Suleiman e rnge Crosman (eds.), Th(' Reader in ¡he Texi: E.Hays 011. Attdiertce and Interprelcu:ion (Princeton, 1980), y Jane P. Tompkins (cd.),

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Consideremos, por ejemplo, el análisis que hace Walter Ong de las primera frases de Adiós a las armas: Al aeabar el verano de aquel año viviamos en una casa situadn en un pueblo que Illiraba a las mlmtañas, más allá del río y la Ilonura. En el lecho del río había guijarros ,. ca!ltos rodados que el sol secaba y blanqueaba, y el agua eta clara y se movía rápi,Ll Yazuleaba en los conales.

¿Qué úío? ¿Qué tío?, pregunta Ong. Hemingway no lo dice. Al emplear el artículo defínido de forma heterodoxa -«el río», en vez de «un río»- y no menudear los adjetivos, da a entender que el lec ter no necesita una descripción detallada de la escena. Bastará con una alusión, pues Se considera que el lector ya ha estado allí. El autor se dirige a él como si fuera un confidente y un compañero de viaje a quien le basta con un simple recuerdo para rememorar el fuerte destello del sol, el gusto áspero del vino y el hedor de los muertos en la Italia de la Primera Gucrra Mundial. Si el lector pone alguna objeción -y podemos imaginar muchas respuestas como <~soy una abuela de sesenta años y no sé nada sobre ríos italianos»- no podtá «captar» el libro. Pero si acepta el papel que le impone la retórica, su yo de ficción logrará alcanzar las dimensiones del héroe de Hemingway y scrá capaz de avanzar a través del relato como su compañero de armas 27. La antigua retórica funcionaba habitualmente de la manera contraria. Suponía que ellectot no sabía nada acerca del relato y necesitaba ser orientado por pasajes abundantemente descriptivos u observaciones introductorias. Así, por ejemplo, el comienzo de Pride and

Prejudice. Es una verdad universn!mente reconocida que un soltero poseedor de una buena fortuna deberá busc¡¡r mujer. Por muy poco que se conozcan los sentimientos u opiniones de un hombre así cuando entra ¡¡ formar parte de un vecindario, esta verdad está tan bien fijada en las mentes de las familias que 10 rodean que se le considcf13. propiedad legítima de algu na de sus hijas.

R('aJer-Response Cni/mm: lrom Formalum (o POs(-Strueturaltsm (Baltimore, 1980). Una de las obras más influyentes desde esta corriente de la crítica literaria es 'l.;Xrolfgang Iser, Tbe Implted Reader: Pa!terns o/ Communiealion in Pmse Fielion /rom Bunyam 10 Beekett (Baltimore, 1974). ;:7 Walter J. Ong, «The Wtiter's Audience Is Always a Fiction», PML4. 90 (1975), pégs 9-21.


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