Transitar la huella. Una colección de apuntes cinematográficos.

Page 1

Transitar la huella Una colecciรณn de apuntes cinematogrรกficos

Collage sobre el proceso creativo, por Marta Juliana Abril


Por Cristina Juliana Abril y Alejandra Meneses Reyes

Sinopsis

Escribimos este diario durante el proceso de creación de nuestro documental. Entretanto es una película que abarca las múltiples fases de creación, de directoras y directores de cine en Colombia, que conducen al nacimiento de una segunda película. El cine dentro del cine. Nuestros pensamientos se entrelazan con sus incertidumbres y pasiones dispersas. Su deseo -como el nuestro- es el de asentar una voz en el mundo, de transitar la propia huella a través de imágenes y sonidos; las ansias de condensar un universo, a pesar de la monstruosa dimensión de las circunstancias que enfrenta un cine en construcción.

Este diario está caprichosamente escrito en primera persona Una escritura a cuatro manos Un diario metacinematográfico Hacer cine sobre el quehacer del cine

2


Biblioteca Luis Ángel Arango 13 de febrero 2020

El impulso Mensajes, llamadas, mensajes, audios, llamada; llamadas. Voy en búsqueda de proyectos en construcción, de directoras y directores en construcción. ¿Por dónde empezar? Quisiera ser por unos días la sombra de aquellas y aquellos que alcanzaron una historia, que construyen o intentan construir su identidad en el cine. Se ha hablado mucho de los rodajes, ese proceso desquiciante, esa sucesión de pausas y aceleres; un delirio a contrarreloj. Pero, ¿y todo lo demás? ¿Qué hay del nacimiento de una idea? ¿Qué hay del acontecer del cine fuera del cine? ¿Qué hay del cine sin cámara? ¿Qué hay del impulso, de los vagos intentos y las frustraciones? ¿Qué hay de la posibilidad del cine, de su imposibilidad? ¿Qué hay de las ganas de hacer?

Transmilenio L82 - Dirección Sur-Norte 13 febrero 2020

La platica Me interesa mucho la primera fase de una película. Es, tal vez, cuando hay más libertad, cuando el dinero aún no ha llegado a estrangular los deseos. El cine es terriblemente caro. El cine es, también, una industria. ¿Hay, habrá o queremos que haya industria en el cine colombiano? El dinero da miedo, quita el sueño y puedo ver a directoras y directores sumidos en una locura irreversible, perdidos por las esquinas vendiendo los muebles de la abuela, aprendiendo a hacer artesanías, trabajando en bares cochambrosos o armando crowdfundings, o lo que es lo mismo, pidiendo limosna a familiares y amigos. ¡Qué bella la primera fase de una película! ¡Cuánta libertad! Quiero acompañar a estos creadores, a estas creadoras, ver cómo dialogan con los lugares que quisieran filmar, cómo buscan los rostros, los gestos de sus películas. Entender de dónde nace la necesidad de embarcarse en una gesta de estas características.

Interior casa. Habitación. 14 febrero 2020

Hay quien Les explico mi proyecto a los directores y directoras de Colombia que se encuentran en su segundo largometraje. Es interesante ver las reacciones. Se podría armar un Excel con sus respuestas y desarrollar un análisis psicológico para entender las fobias y entusiasmos del creador. Observo que el estrés suele predominar por encima de todo. Aún así, hay quien me responde en un audio amable, con una suave voz y unos pajaritos de fondo; qué apacible puede llegar a ser el cine. Hay quien, con cierta reticencia, me asegura que me va a abrir las puertas de su casa para que le cuente mejor de qué va todo esto. “Pero sin cámaras, sin cámaras por favor. Charlemos y me cuentas”. Hay quien, entusiasmado, me quiere enviar todo el material que tiene, todo. Como si hasta ese momento hubiese deseado que llegara alguien para mostrarle un gran interés por su proceso, que por favor, sacie su sed de compartir. Hay quien, resignado, habla del cine y de sus procesos como un pequeño monstruo al que hemos romantizado ingenuamente. Hay quien no tiene tiempo para mi modesto proyecto. Hay quien no le apetece hacerme el favor de

3


regalarme su tiempo. Intento explicar que no es un favor, que es un ejercicio que nos va a nutrir a todos, un acto de amor al cine, que hay que visibilizar, que necesitamos hacer una pausa y entender qué se está haciendo en este país, cómo se está haciendo y con qué herramientas, con qué motivaciones. Insiste en que no tiene tiempo para mi modesto proyecto. Desisto. Hay quienes viajan sin parar, por todo el país y no entiendo bien dónde es que viven, dónde es que trabajan, y no sé adonde tengo que ir a encontrarlos, a encontrarlas. Hay quien está en todas las fases de la película a la vez, escribiendo cinco guiones, editando dos largos, rodando escenas que faltaron, trabajando en la tele para comer y cuidando a algunos perros moribundos. Hay quien, simplemente, no me contesta.

Interior casa. Ducha. 15 de febrero 2020

Jonás Pienso en Jonás Trueba y en su maravillosa película Los ilusos, sobre el el cine en la vida, la vida en el cine; una bella declaración de amor al cine.

Interior casa. Sala. 15 de febrero 2020

¿Dónde están? Jonás Trueba escribió Las ilusiones mientras pensaba su segunda película (Los ilusos). En Las ilusiones reunió sus pensamientos, apuntes sueltos, algunos anhelos, ideas, observaciones cotidianas. La vida aconteciendo, el proceso mismo, así como en su película. Y en su proceso, Jonás anuncia: ¿Y todas esas cosas que oigo, o que me cuentan, esas anécdotas que siempre me digo que hay que meter en la película? ¿Dónde están? ¿Por qué no recuerdo ahora ninguna?

Interior casa. Sala. 16 de febrero 2020

En medio del día a día Resulta complejo hacer una película en medio de los demás acontecimientos de la vida: pagar el arriendo, preparar laboratorios, amar, dejar de amar. Pero el deseo sobrepasa las circunstancias. Una vez se ha entrado en un proyecto así, es imposible detenerlo. Como si quisiera empezar a andar solo. Van apareciendo en la mente posibles imágenes; empiezan a escucharse las voces de directores y directoras en este mismo embrollo. Les veo caminando por las calles, los campos, los barrios, dentro de sus casas y oficinas. Me pregunto cómo sonarán sus pensamientos. Quizás también estarán aturdidos en medio del ruido del acontecer cotidiano. Si para mí este camino parece abismal y extraordinario a la vez, para ellas y ellos debe verse como un acantilado, toda la belleza y toda la incertidumbre que cobija una idea aún sin desarrollo. Resuena una frase en mi mente… “El arte sólo es conocimiento en la medida en que es creación…”

4


Interior casa. Comedor. 17 de febrero 2020

Es necesario viajar He pasado los últimos días hablando con varias personas sobre esta idea. A veces hablándome en solitario. Un mapa del quehacer cinematográfico en Colombia. Un diario que pueda exponer este caótico paso a paso de una primera película al sendero incierto de un segundo proyecto. Luego de mucho pensarlo compro tiquetes y empiezo a empacar maletas. La única manera de mover las cosas es tener el coraje del salto. Emprender el viaje. Ir a caminar calles desconocidas. Entrar en el mundo incierto de otras personas. No hay una ruta prevista. La gravidez del azar.

Bogotá.Parkway. 18 de febrero 2020

Un primer encuentro Por fin he logrado un primer encuentro. De camino voy pensando en una frase que se ha vuelto cotidiana cuando hablo con algunos directores y directoras en correos o mensajes telefónicos: “Hola, ¿cómo estás? Me encantaría ayudarte, pero estoy en proceso de escritura, un momento nada atractivo para tu proyecto”. Estas palabras hacen un enredo en mi cabeza. A mí, al contrario, me resulta tremendamente atractivo aquel instante: el origen de un universo. La posibilidad de hacer de ese momento una imagen. El director abre la puerta de su casa-oficina y allí las cosas empiezan a coincidir. Dice sentirse desilusionado luego de hacer una primera película. ¡Mil millones invertidos, de lo cual recuperas cien y además casi nadie la ve! ¡Casi nadie comenta nada! ¿Qué tipo de locura es esta? ¿Cómo sobrevivir a esto? “Me sentí como parte de un club absurdo de niños despilfarradores”. Sintió que no valía la pena seguir haciendo cine, quizás mejor cortometrajes o series. Luego me dice -y su voz parece un boomerang-: “estoy en un momento de escritura que quizás no sea nada atractivo para ti”... y más tarde… “cuando ando en ese momento, sólo quiero estar en mi pueblo, salir a andar bicicleta, quizás encontrarme en el camino con alguno de los actores, contarle mi delirio. Tengo una oficina pequeña en medio de un campo, un espacio alejado un poco de todo, rodeado de plantas”. Lo escucho y voy pensando: ahí están las imágenes. Recuerdo de nuevo a Jonás Trueba: Una película sobre el cine debería tener todas esas cosas. Mucho de la vida, poco del cine. El cine es sobre todo esa vida. Mientras toca el acordeón -cuando llegan las horas de la tarde… /mis recuerdos son aquellos paisajes/ y los estoy pintando exactos como sonacordamos ir juntos al pueblo. Panela y cine.

Avión. Algún lugar en medio de las nubes. Mañana. 20 de febrero 2020

Sin nombre Empiezo a pensar cómo se llamará esta película. Cómo renombrar el abismo de la creación. ¿Cómo empezará? ¿Cuál será el final?

5


Medellín. Parque Bolívar. Tarde-noche. 20 de febrero 2020

La roya El Edificio Santa Clara fue construido en 1932. Queda a una cuadra del Parque Bolívar, frente a La Polonesa. Un grupo de amigos alquilaron allí un apartamento para trabajar. Luego, otros rentaron el de al lado. Y así. Ahora el edificio es una vecindad. Todos se conocen. Una vieja construcción habitada por jóvenes haciendo cine y otras variedades. El paso de Los Nadie a La roya ha sido uno agigantado para Juan Sebastián Mesa, quizás todo ha pasado muy rápido, pero se siente tan vital. ¡Eso es!, comienzo a comprenderlo, el cine como vitalidad. Kiwi se pasea en la mesa en medio de las reuniones de producción. Sus ojos verdes y su pelo gris. Se sienta junto al computador mientras Juan lee unas líneas del guion. Quizás ésta es una historia de búsqueda, un viaje de retorno a un lugar con el que en realidad no se ha perdido conexión. “La roya nos arrolló”, dice. “La roya nos arrolló”, repite luego en La Polonesa. En todos los sentidos. La calle está permeada por múltiples historias. Salimos a tomar unas polas y empiezo a cuestionar mi propio quehacer.

Foto por Alejandro Pérez. Rodaje: La Roya, de Juan Sebastián Mesa.

Medellín. Laureles. 21 de febrero 2020

Los reyes del mundo Antes de llegar a casa de Laura Mora me encontré curioseando otra casa en el barrio Prado. Una en forma de barco, lozas que simulan olas, escaleras

6


de caracol y caballitos de mar dorados, incrustados en el suelo. Un polaco se ha interesado por este lugar para grabar una película de época, seguramente. La época en la que el barco ha quedado anclado. Medellín parece estar lleno de estos lugares cinematográficos. Laura vive en otro edificio de época, ¿años 70, quizá?. Allí vive hace poco, pero llevaba añorándolo un par de décadas. Un espacio cargado de sus influencias cinematográficas: el padre, el hermano, la madre; Thoreau y la búsqueda de uno mismo; las lecciones de cine de Tarkovsky. La primera hoja de vida de Victor Gaviria. Una casa llena de plantas y el nuevo amigo peludo Pambelé. Los reyes del mundo apareció sin ser llamada conscientemente, en medio de una carretera, tratando de escapar del agobio de la distribución de la primera película. El cine como vitalidad. “Si no hago cine me muero” dice Laura. Imágenes para resistir.

Medellín. Algunas calles. 22 de febrero 2020 Las calles

Tras el acontecer de un encuentro fallido pienso en las calles de Medellín, las calles como locaciones comunes de las historias de los jóvenes que se cuentan en el cine. Las calles y sus sonidos. Salgo a registrarlas. Calles vacías bajo los puentes. Calles atascadas con el tráfico. La Oriental. La Playa. Calles concurridas. Semáforos, policías de tránsito. El caos bajo el metro elevado. Los murales. Una voz que se hace eco en el Parque de los Deseos.

Alguna calle de Medellín

7


Interior casa. Habitación. 24 de febrero de 2020

Llámame Nora Hay una cierta necesidad de sacar el mundo que llevamos adentro, de desenredarlo y tratar de organizarlo para tal vez poder comprenderlo, o simplemente, convivir con él con algo más de sosiego. El mundo que llevamos adentro es todo aquello que somos y, en gran medida, la herencia de todo aquello que fueron las y los que nos antecedieron. Daniela Castro me abre las puertas de su cálida oficina y sin reparo, confiesa que se encuentra en un estado delirante. Su oficina no debería llamarse oficina. Es un pequeño gran universo de archivos, recortes de periódicos, objetos de la nostalgia y diarios repletos de una bellísima caligrafía que me hace pensar que el mundo antes era otra cosa. Daniela también ha recuperado muchas cartas de su familia y, como casi siempre, son cartas de amor y desamor. Son archivos familiares que vienen de un tiempo en el que el mundo le daba permiso a la pausa y la(s) espera(s) no tenía(n) por qué ser un tormento. Daniela bucea entre retazos familiares en busca de una narración que esté a la altura de la propia realidad, a la altura de lo que fue, o quizás, a la altura de la construcción de un posible recuerdo. A Daniela le gusta confesar sus miedos, vicios y anhelos. Está lloviendo en Bogotá y ella fuma mucho. La abuela de Daniela le pidió en un sueño que la llamara Nora en la película. Creo que los directores, las directoras que recuperan su vida familiar para desarrollar un relato íntimo (documental o ficcional), habitan la urgencia de escuchar con atención el sentir del personaje en cuestión. Su sentir frente a la película, así esté vivo, así esté muerto. ¿La abuela de Daniela se llamará Nora en la película que está por llegar?

Interior casa. Cocina. 25 de febrero de 2020

La demasía Pienso en los muebles que tiene Daniela en su no-oficina. Me dijo que los encontró casi inservibles y los restauró, los arregló, los pintó. Tal vez de eso se trate su proceso: un acto de carpintería. Dar vida, pulir y entrelazar letras y papeles que, de otra manera, estarían acumulando polvo en algún rincón olvidado. Es un acto de reciclaje poético. O tal vez, su hazaña se acerque más al arte de la escultura, y como decía Fernando González, tal vez se trate de prescindir de la demasía para llegar al hueso.

Exterior casa. Terraza. 26 de febrero de 2020

El método Me gustaría tener unas mesas como las de Daniela en mi casa. Creo que me gustaría vivir en su no-oficina, o al menos, trabajar allí. Ha sabido crear un espacio agradable.

8


Daniela pone en práctica ciertas técnicas de resistencia ante la maraña infinita de posibilidades en las que se despliega una película. Apuesta por los post-it de colores para ordenar secuencias de un guion que pareciera no tener fin. Los archivos familiares los guarda con un cariño y un cuidado que son dignos de contemplar. Habla con detenimiento, fuma con método.

Algún corrientazo de Chapinero. 27 de febrero de 2020

Irse de la ciudad Otra vez pienso en la dificultad de hacer cine entre el fragor de la vida diaria. Muchos directores y directoras me cuentan que se van al campo, a los pueblos y las fincas a desarrollar sus guiones, sus proyectos. “En Bogotá hay muchos estímulos, demasiadas cosas por hacer” me dicen. Es cierto, es difícil encontrar la calma entre tanto conductor enervado, tanta necesidad de pagar facturas, preparar clases, tramitar visas, socializar fundaciones artísticas, trazar la ruta de una performance o gestionar un amor que no se va. No es sencillo. La gran ciudad ensordece y puede llegar a taponar las aberturas de la sensibilidad.

Exterior calle 28 febrero 2020

Explorar o acaso ¿Cómo va a ser esta película? Le cuento el proyecto a mi hermana y me dice que en portugués, lo que estoy haciendo se llamaría explorar o acaso (explorar el azar).

Plantilla de letras hecha por Raquel Aruna en Brasil

9


Interior casa. Sala. 28 de febrero de 2020

Lo que imaginé y lo que quiero Hoy me imaginé que la película podría ser una serie. Me arrepentí en seguida. No quiero una sucesión, quiero una amalgama, quiero un diálogo de principio a fin. Interior casa. Sala. 01 de marzo 2020

Entre el cansancio y la vehemencia Ayer entendí que hay muchas maneras de hacer cine, de aproximarse a él. Creo que ya lo sabía, o lo intuía, pero ayer lo pude constatar, lo vi encarnado en tres mujeres. El cine también es la libertad de coger una cámara, atrapar algunos amigos, amigas e irse a contar historias propias o ajenas. Voy a casa de Aseneth Suárez siguiendo la misma dinámica de los encuentros anteriores, un adentrarse en el espacio de las otras - casi sin previo aviso - y captar su instante cinematográfico. La búsqueda de la búsqueda. Aseneth vive en una dirección complicada de encontrar. Un sinfín de diagonales, bises, transversales, aes, bes y ces me hacen pensar que me encuentro ante la casa equivocada. Decido grabar la fachada mientras espero una respuesta. Concentrada en el encuadre y el trípode que no bloquea bien, veo a una chica que parece querer entrar al edificio. Tras un impulso, me lanzo corriendo hacia ella y le pregunto si conoce a Aseneth. Me responde con un sí enfático. Veo su rostro y creo que la conozco. “¿Eres Andrea?” Vuelve a asentir con la misma fuerza. A Andrea Said la había visto buscando a su padre por Londres, la había visto en planos cerrados, inestables. La había visto siempre rastreando; Looking for. El cine del cine. A ella también la había contactado para el proyecto, pero no la noté muy convencida; una vez más, el boomerang: “estoy en un momento de escritura que quizás no sea nada atractivo para ti”. Andrea, Aseneth y Dafna son amigas y trabajan juntas en todos sus proyectos. Es sábado y Aseneth me invita a entrar a su pequeño apartamento repleto de cosas, pequeños objetos simbólicos, zapatos de niña y ropa colgada. Parece cansada, me pide que le de un tiempo para tomarse un café y lavarse los dientes. Me fascina la despreocupación con la que se desenvuelve. Siento que soy parte de su pequeño apartamento junto a otras tres mujeres, que parecen querer habitar un domingo, mitad en sudadera, mitad en pijama. Las escucho hablar sobre hogares pasajeros, separaciones, sobrinas y diatribas familiares. Me siento cómoda y creo que ellas también. Aseneth me habla de su película, de su madre, de la película sobre su madre, de su necesaria aprobación y, mientras llora, manifiesta un agotamiento obstinado. Me dice que el proceso ha sido un ahondar en las profundidades de una manera muy personal. Me gustaría grabarla, pero no lo hago, no sería ético. Nos acabamos de conocer y todavía no le he contado bien qué es lo que he venido a hacer a su casa. Siento que a Aseneth también la ha arrollado su película. Se advierte en su tono una cierta extenuación y descreimiento hacia el hacer cine. Mientras habla, observo a Patrick - su compañero - hablando por teléfono en la terraza. Patrick es el mismo Patrick de Parador Húngaro. Hablamos de Hungría y de las raíces.

10


Sin tener que hacer ningún esfuerzo, la cámara se torna invisible para Andrea, Aseneth y Dafna. Discuten en la cocina sobre los colores de los créditos, las velocidades y las imágenes. Despojadas de cualquier pretensión, olvidan micrófonos, trípodes y lentes. Al final, Andrea se entusiasma con el proyecto y la convenzo o se convence de participar. Patrick también está allí y ha desenchufado la nevera para que no se cuele el ruido en la grabación. Como en el camarote de los hermanos Marx, llega una pareja amiga de todos; un mexicano muy lindo y su compañera que reside en México. “¡Las estrellas del cine!” repite ella entre abrazos. Me despido y veo a otra Aseneth. Una mujer que, de repente, me cuenta con entusiasmo los numerosos proyectos en los que está trabajando y los que están por venir. Como si, de alguna manera, hubiera vuelto a creer en la posibilidad de hacer cine tras una reunión donde se materializaba el final de su película.

Foto fija por Kuba Markievitch de la película Clara, de Aseneth Suárez

Interior casa. Sala. 03 de marzo de 2020

Las circunstancias Un tropiezo de último minuto con la cámara me llevó al soporte técnico. Ya tenía la maleta lista y el fragmento de road movie imaginado. El lente sonaba como una maraca. La tapa estaba hundida y el filtro UV hecho pedazos, pero la magia del técnico logró que el lente se salvara. Volví a respirar. Recordé camino al soporte cómo había conseguido la cámara en un momento de crisis. En ese entonces me había convencido de que lo que necesitaba era una cámara, una grabadora, un tiquete al mar y salir corriendo a cumplir el sueño de otra película. El filtro, en cambio, había sido un regalo de un amor ya pasado de moda. Lo tiré y volví a respirar. En ese trayecto me había olvidado del celular. Un mensaje de voz en el whatsapp. El director ha sido nominado para un premio y ya no nos vamos de

11


viaje. Me alegré mucho por él y sufrí un poco por mí. Se desdibujó la road movie, el paseo en bicicleta, los actores del pueblo, la casita en medio de un bosque y las horas de acordeón; las circunstancias no nos dieron.

Interior casa. Habitación. 05 de marzo de 2020

Entre la desobediencia y el arrullo Tuchí Ortiz me ha enviado un material increíble. Sin duda una muestra de su acontecer cinematográfico desde dentro. Lo voy explorando lentamente y empiezo a comprender esa dualidad que lo integra todo para él. La cadencia de su voz pacífica me habla de las comunidades que viven día a día entre el dolor y el amor, la desobediencia y el arrullo. Su cine es uno colectivo. El making of revela la resistencia y la conjugación de los poderes de todas y todos detrás de la creación. El cine, de nuevo, como vitalidad. La importancia de crear a pesar de todo, a pesar del mercado, a pesar de las dificultades, a pesar de las vicisitudes de la industria. Su rostro en primer plano se conecta con la tierra.

Fotograma Rodaje: Desobediencia o cómo entrenar gallos de pelea, de Tuchí Ortiz

Interior casa. Sala. 07 de marzo de 2020

¿Qué estamos haciendo? Me he dado un tiempo para revisar el material ya grabado. Vuelvo a él pensando en un primer filtro que me devuelva al ejercicio de prescindir de la demasía. Escucho atentamente la voz de las directoras y directores, observo sus objetos y sus gestos buscando conexiones en sus relatos. Me siento como Daniela Castro, una consteladora en un proceso detectivesco “a

12


la Sherlock Holmes” ante las imágenes y los sonidos. Aparece una primera idea: esta película podría desplegarse en capítulos o fragmentos que a su vez reflejen el adentro de la creación. Lanzo algunas primeras palabras o frases claves: la búsqueda, la incertidumbre, el delirio, el silencio, el juego (o acaso, el juego del azar), el descubrimiento de una historia, la vida en una película, un puente entre dos películas, la libertad de la escritura, ¿qué estamos haciendo?, la angustia de la platica, el pánico, la desesperanza, ¿qué hago mientras?, el algo que surge, el impulso, el cierre momentáneo. Armo una imagen, una lluvia de imágenes de la posible estructura:

Dibujo abstracto del guion

Interior casa. Sala. 07 de marzo de 2020

Del regreso tras la huida Otro enuncia las palabras que resuenan en mi propio proceso… “Aún no tengo claro si quiero contar el proceso de una película en concreto. En todo caso, sería la excusa, una manera de puntuar el paso del tiempo y una manera de mostrar la vida de unas personas. De la necesidad de hacer cine. Y su contrario. De la necesidad de alejarse del cine. Esto se ha mostrado aún menos. Pero la necesidad de alejarse puede contar mejor la necesidad de hacer cine, de vuelta, como una especie de regreso tras la huida”. J. Trueba.

13


Interior casa. Sala. 08 de marzo de 2020

Un guion imaginario Reviso de nuevo las palabras y frases claves. Algunas parecen ser atravesadas por otras. Pienso en cómo darle un orden a todo esto. Un guion imaginario. No quiero caer en las formas tradicionales de la narración. El material que tengo me convoca a la exploración, a la experimentación. Abro el Premiere y empiezo una línea de tiempo que me vaya dando pistas. Monto mis propios colores al estilo de los post its en la pared. Hay que hacer algo para condensar el tránsito de una película a la otra; eso antes que todo: un puente entre dos películas. Dentro de ese tránsito se conjuran cualquier cantidad de emociones: agotamientos, desilusiones, desesperanzas, azares, descubrimientos. Se filtra en todo ello la vida personal de las directoras y directores. Llega el delirio y sus potencias: la extraña sensación que aparece cuando el proceso se aleja de las razones y se debate con las sensaciones. Cuando la emoción se cuela por los muros, tarde o temprano, no queda más que entregarse a la libertad delirante. Los elementos constelan entre sí. Luego la pregunta fatal: ¿cuánto dinero y cuántas manos se necesitan en el intento? ¿Cuánto tiempo? Algo habrá de surgir, aunque en medio de todo ello se atraviese la cotidianidad halándonos los pies. La locura forma parte del proceso artístico. Es necesario seguir su latido.

Interior casa. Habitación. 09 de marzo de 2020

En busca del acordeón Hoy iba a poder ver, por fin, al director de la nominación, el del pueblo y el acordeón. El mismo del viaje fallido, cancelado a última hora. La idea era ir a su oficina en Bogotá y dejar que su espontaneidad fluyera. Llego a su oficina pero el director está en el banco y probablemente se demore un tiempo inestimable, el lapso inherente a los trámites financieros. Vuelvo triste a mi casa. Intento volver a agendar para las nueve de la noche, pero la cita tampoco resulta ya que son horas algo intempestivas para ponerse a pensar en voz alta y exorcizar al cine. El director del acordeón se convierte, entonces, en una pieza necesaria y ansiada para el documental. El anhelo de lo imposible.

Exterior terraza. Barranquilla. 10 de marzo de 2020

Las películas que no fueron Sara Harb derrocha autenticidad. No estoy segura de definirla como un personaje de Almodóvar. Creo, más bien, que aún no hay director, directora o guionista que haya construido un personaje a su altura. Es la primera vez que la veo, dispone de unas dos o tres horas para que pueda estar con ella y filmarla. Llego a su apartamento de Barranquilla con los equipos y con una gran maleta en la espalda; “la casa encima” me dice ella. Me justifico y le explico que he tenido unos problemas con el hospedaje, pero que ya está resuelto, una buena amiga me va a acoger.

14


Tomada de: Atlas subjetivo de Colombia, editado por Hugo Herrera, Moniek Driesse y Annelys de Vet

Sara me dice que no quiere que la grabe, que solo el audio, sin imagen. Me sugiere que grabe sus plantas, el escritorio o las vistas de su terraza, pero que no la filme a ella. Me dice, con algo de malicia, que puede quedar muy postmoderno. La vitalidad de Sara Harb es incalculable. Habla sin parar y me muero de ganas de sacar la cámara. Aflora otra vez el dilema ético de los primeros encuentros. Nos acabamos de conocer y ya me está contando su relación con el cine e inevitablemente, su relación con el mundo. Revela una profunda decepción ante el cine y su industria. Prepara un café con gran dedicación y le cae una luz muy bella en el rostro. Mientras la escucho, la miro encuadrada, la imagino a través del visor. Sara siempre ha querido hacer cine. Vive en el arte y lo hace a su manera, habita el arte desde una generosa entrega que, por momentos, se cruza con un enfado poético. Parece no querer resignarse. Tiene muchos guiones escritos sin poder producir, pero no abandona el empeño, su apego a la belleza parece estar por encima de las vicisitudes. Sara escribe cuentos, poemas, conoce bien el mundo y está aprendiendo a tocar el piano para activar otras partes del cerebro. Impetuosa, me lee algunos de sus poemas y es la confirmación de que el arte, las letras, las imágenes, pueden rozar todo aquello que creíamos inaccesible. La cámara lleva rato filmándola y sé que ella está cómoda. Me pide constantemente que no la grabe más, lo verbaliza, pero su gesto y su mirada revelan, en realidad, que la filme un poco más: otra confesión, otro poema, un cigarro en la terraza. Creo que se siente a gusto contándome sus luchas cinematográficas, la falta de financiación, la estructura viciada del cine, todo lo que vendió en nombre de la ilusión, su amor por Carlos Mayolo y por tanta otra gente, por el cine y la historia del Caribe, su origen libanés, el negocio con la albahaca y el pesto para intentar pagarse las películas… La suma de renuncias hacen una obra magnífica, decía Truffaut.

15


Sara Harb en su casa en Barranquilla

No quiero dejar de grabar a Sara Harb. Al despedirme, me regala un libro de poemas firmado y una caracola de Venezuela. Cuando vuelva a Barranquilla la visitaré de nuevo.

Interior habitación hostal. Cartagena. 11 de marzo de 2020

El faranduleo Hoy empieza la 60ª edición del FICCI en Cartagena. Me gustaría poder filmar a algún director o directora estos días. El quehacer cinematográfico también puede implicar ponerse un vestido bonito y pasearse por la burbuja amurallada de Cartagena en busca de alguien que produzca las películas que se están incubando. No logro entrar a la proyección de inauguración porque mi acreditación no alcanza para penetrar en las altas esferas. Intento colarme, pero hay miradas que aguardan una potencial denuncia. Abandono y puedo observar cómo, de repente, evacuan la fila por el peligro de contagio de un virus que recorre el mundo entero. En los alrededores de la fila conozco a Tiago y a Claudio, director y montajista brasileños. Me voy con ellos a tomar y a bailar, otro quehacer cinematográfico.

16


Interior habitación hostal. Cartagena. 12 de marzo de 2020

Cinefilia irresponsable He armado un cronograma con las películas del festival. Las películas están organizadas en secciones delirantes: hace calor; aquí, allá y acullá; criando audiencias; deriva cósmica, etc. No creo que estas filmografías se merezcan tal despropósito. ¿Cómo encasillar una película? ¿Cómo nombrarlas, cómo agruparlas? ¿Cómo se normativiza el cine? Hay un ambiente extraño en el festival, el virus acecha con contingencia y va sembrando vulnerabilidad e incertidumbre. Veo una maravillosa película de Patricio Guzmán, las ruinas de su infancia, un Chile con una permanente deuda histórica, su necesidad de memoria tras una cordillera que siente, padece, separa y protege. Voy a ver también O reflexo do lago, de Fernando Segtowick, esperando encontrar destellos para mi documental, el cine dentro del cine. Salgo decepcionada y confieso algunos micro sueños durante la proyección. Voy corriendo a ver Salvador, un desatino (y nada más que añadir). Por último, entro en Cinema Pameer, que se convierte en la experiencia que da mayor sentido a este misterioso viaje a Cartagena. Al final del día siento cierta culpabilidad por haber absorbido tanta gran pantalla, mi amigo crespo lo denomina cinefilia irresponsable. Hoy no he grabado nada, ¿dónde están los directores, las directoras? Flota por mi cabeza un nudo de imágenes acumuladas. Recuerdo que entre proyección y proyección me he cruzado con el director del acordeón, hemos vuelto a plantear un posible viaje a su pueblo. Un enésimo intento que ya presiento frustrado.

Interior habitación hostal. Cartagena. 13 de marzo de 2020

Anunciaron tormenta El director del acordeón me dijo ayer que hoy estaría en unos encuentros con productores y directoras del festival. No lo encontré. ¿Estaré enloqueciendo? ¿Caí en un espejismo? ¿Es imprescindible para el documental? ¿Estaré viviendo el mismo delirio de los directores y directoras a las que estoy filmando? Con cámara, sonido y trípode corro a ver Anunciaron tormenta, un documental español que denuncia las atrocidades del colonialismo y cuestiona la historia oficial. Un experimento audiovisual interesante y, por qué no, difícil de ver. Al salir de la proyección, anuncian la tormenta y el festival se cancela. El virus está siendo devastador en otras partes del mundo y no tardará en serlo también aquí. Nos encontramos en el mayor foco turístico del país y los viajeros extranjeros empiezan a percibirse como entes sospechosos de contagio. El virus llegó sazonado con xenofobia. Nos quitaron el cine y nos vemos obligados a mirar la realidad, un mundo que, con seguridad, ya no va a ser el que hemos conocido hasta ahora. ¿Qué pasará con todas las películas en curso? ¿Será el principio de un nuevo cine en cuarentena? Anuncian el cierre de todas las salas del país. Filmo a los trabajadores del FICCI recogiendo las sillas del festival, una a una.

17


Empacando la 60ª edición del Ficci

Interior Aeropuerto. Cartagena. 14 de marzo de 2020

Los días que vendrán Ayer, justo una hora antes de que cancelaran el festival, íbamos a lanzar una exquisita revista de cine en el festival. Dadas las circunstancias, nos dedicamos a la venta informal y ambulante. Tiago y Claudio, los brasileños, habían venido a presentar su película al FICCI y adelantaron sus vuelos a Brasil. Aprovechamos la última noche y armamos una sesión alternativa de pequeño formato en el hostal. Proyectamos su película, O indio cor de rosa contra a fera invisível: a peleja de Noel Nutels, lanzamos la revista y ofrecimos tortilla española. El cine sigue y resiste en un último acto colectivo hasta dentro de un tiempo impreciso. Mientras, el virus genera grandes dosis de histeria, perplejidad, miedo y olvido, obsesión numérica, fiebres de conspiración, escepticismo negacionista y una cómplice conciencia colectiva de lo finito y lo azaroso. Hay toque de queda en Cartagena. Vuelvo a Bogotá y me preparo para un confinamiento voluntario y dos semanas de montaje. Vienen días inciertos que dedicaré a constelar entusiasmos, angustias y deseos de un grupo de creadores, de creadoras que creen en el arte como ilusión de inmortalidad.

18


Proyección: O indio cor de rosa contra a fera invisível: a peleja de Noel Nutels, de Tiago Carvalho. Charla con el montajista Claudio Tammela. Lanzamiento #8 Revista Cero en Conducta

Interior casa. Habitación. 17 de marzo de 2020

¿Qué hago mientras? Los días se han tornado muy extraños. La casa se hace un poco más pequeña aunque la he llenado de cosas para hacer: ejercicios matutinos, reuniones y clases virtuales, lecturas y escritos, y unas sesiones intensas de premontaje. A pesar de mi pujante calendario, el virus extraño se sigue extendiendo por las calles. La realidad nos acecha como jamás la habíamos vivido. Procuro mantener el ánimo a bordo, pero las noches se tornan insomnes o sueños bizarros configuran una nueva mezcla de todo lo visto, leído, escuchado y vivido por estos días; trayendo consigo visiones futuristas con tono apocalíptico. Hablo con algunos directores y directoras pensando que quizás tengan más tiempo ahora para enviar algún material -y de paso escaparnos juntas y juntos, por un rato, de pensamientos extremos-. Algunas y algunos responden finalmente al llamado -compruebo entonces que antes no tenían tiempo-, otros andan sumidos en confusiones o angustias y han decidido, implícitamente, dejar el barco de esta película. Todas y todos nos preguntamos a diario: ¿cómo se es artista por estas épocas sin morir en el intento?

19


Interior casa. Sala. 18 de marzo de 2020

El vaivén Le ha entrado un virus al computador. O algo le ha pasado, pero lo más probable es que haya sido un virus que no permite por nada avanzar con el Premiere. Tenía una versión antigua y decido comprar una más actualizada para ver si la cosa mejora. Entre la desactualización y la nueva actualización pasan horas. Cocino, ando un poco por la casa, leo noticias y posts incansablemente, escucho algo de música, voy y vengo del balcón en un incansable vaivén. La gente saca cacerolas y las hace sonar desde sus ventanas. La gente aplaude y silba desde sus casas. Me siento demasiado cansada para volver al Premiere hoy. Ver una película quizás.

Interior casa. Sala. 19 de marzo de 2020. Mañana.

Algo pasa con el audio Me levanto temprano y hago un poco de ejercicio. Algo bueno de todo esto será sin duda mi condición física mejorada. De nuevo al Premiere ya actualizado. El video corre, pero el audio ha entrado en una especie de ruido craqueante agudo. ¿Incompatibilidad entre versiones? Imposible avanzar, las voces de Juan Sebastián Mesa, Laura Mora, Sara Harb y Daniela Castro se escuchan entre un tubo. Pienso en ir a algún soporte técnico e inmediatamente me arrepiento. No se puede ir muy lejos por estos días. Pongo un video de Youtube y suena bien. Todo es muy confuso. Luego de un rato en el que casi pierdo la paciencia, el Premiere vuelve a funcionar sin explicación y las voces se escuchan nuevamente. Hay muchas cosas que no entiendo por estos días. Siento que he perdido una cantidad de tiempo significativa, pero poco a poco la idea del tiempo se transfigura. Después de unas horas el material finalmente está clasificado. Para cada capítulo, un color. Fragmentos de la vida cinematográfica en 9 colores. Ya puedo empezar el montaje.

Un corto viaje al supermercado. 19 de marzo de 2020. Tarde.

Think fast Necesito arriesgarme a salir a comprar algunas cosas de aseo -y de paso quizás darme una rápida vuelta por el parque-. Necesito imaginarme que me encuentro con mi hermana por la calle, y con algunas amigas extranjeras que andan por aquí y no he logrado ver. Imaginar que vamos a dar un paseo, a buscar helados. Luego fantasear con que paso por la calle de una amiga, la llamo a gritos desde afuera y me abre la puerta con un abrazo. Me siento en su terraza con un grupo de amigos, hablamos de cine y de la vida, mientras nos tomamos unas cervezas y nos reímos de toda esta situación delirante de la reclusión hogareña. Vuelvo a casa con las pocas cosas que logré encontrar en el supermercado. Me pregunto por las múltiples películas que podría hacer desde casa. Pienso en el poco dinero que desde aquí lograría ganar. Prometo concentrarme en el ahora.

20


Interior casa. Sala. 21 de marzo de 2020

Entre la realidad y la ficción El simulacro o la cuarentena al final terminarán siendo lo mismo. El eterno dilema entre la realidad y la ficción. Pienso de manera optimista en que de todos modos tengo mucho que editar, muchas películas que ver y mucho que escribir. Pienso en que tengo que reinventarme las clases de cine de la Universidad. Vuelvo al pensamiento de la creación casera. El documental posee en sí mismo una libertad ilimitada, puedo hacer una película de las horas que transcurren, de la gente desde las ventanas, de las dinámicas en casa, de los sonidos. Puedo hacer de la cotidianidad un diario cinematográfico. Recitar poemas por la terraza amplificando el sonido con una cabina. Veo en las noticias que la gente empieza a reinventarse también. La naturaleza seguro se siente aliviada. Los animales empiezan a salir de sus escondites y a habitar los espacios urbanos. Todo lo vemos por televisión o por internet. Mi padre me envía un poema. Algunos dicen que fue escrito durante la peste en 1800, otras señalan que fue escrito hace una semana. Da igual. La real realidad es ficcionalidad atemporal.

La gente se quedó en casa. Y leyó libros y escuchó. Y descansó y se ejercitó. E hizo arte y jugó. Y aprendió nuevas formas de ser. Y se detuvo. Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba. Alguno rezaba. Alguno bailaba. Alguno se encontró con su propia sombra. Y la gente empezó a pensar de forma diferente. Y la gente se curó. Y en ausencia de personas que viven de manera ignorante. Peligrosos. Sin sentido y sin corazón. Incluso la tierra comenzó a sanar. Y cuando el peligro terminó. Y la gente se encontró de nuevo. Lloraron por los muertos. Y tomaron nuevas decisiones. Y soñaron nuevas visiones. Y crearon nuevas formas de vida. Y sanaron la tierra completamente. Tal y como ellos fueron curados.

21


Interior (ya siempre interior) casa. Sala. Mañana. 28 de marzo de 2020

Serán ocho o nueve y no diez Una semana sin escribir. El virus ha dejado un mundo en suspensión, la productividad será resignificada o no será. Me muevo entre la euforia y la ansiedad. Editar este proyecto está, sin duda, mucho más cerca de la euforia. Hace un mes, hace exactamente un mes, - el 28 de febrero - pensé en hacer de este documental una serie. Me arrepentí enseguida, lo descarté. En un mes pueden pasar muchas cosas (¡tantas cosas!) El documental será una serie. Tengo mucho material valioso que no merece ser descartado tan solo por cumplir un metraje preconcebido. Es cierto que es importante el desapego con el material en el momento de editar. Es esencial poder soltarlo y saber abandonar las debilidades caprichosas y los afectos demasiado subjetivos. Me cuesta deshacerme de una risa, de cierta frase, de tal imagen… tal vez estén fuera del discurso, pero me cautivaron cuando las filmé. Intento concentrarme en identificar qué nutre y qué excede. ¿Qué quiero contar? ¿Dónde está la demasía? ¿Encontraré el hueso? Voy esculpiendo. La pantalla es un mar de colores, cada capítulo un color. El delirio, por ejemplo, es morado (purple, en mi Premiere anglosajón). Poco a poco, va emergiendo alguna figura definida: un discurso, un diálogo, una constelación. Ocho o nueve capítulos sobre el quehacer cinematográfico. Podrían ser diez, pero me parece un número excesivamente redondo, un número que sirve para hacer listas. Son ocho o nueve capítulos sobre el sentir cinematográfico.

Interior casa (ya siempre interior). Sala. Tarde. 28 de marzo de 2020

Imágenes para resistir Los ojos se me secan de tanto editar. Cuando me canso, reviso mis apuntes y leo el tiempo que pasa. El tiempo es una sensación. Me hago consciente de mi propia transformación y del contexto de una vida. Vuelvo al diario: “necesitamos hacer una pausa y entender qué se está haciendo en este país”, “quizás los directores y directoras también estarán aturdidas en medio del ruido del acontecer cotidiano”. Llegué a sentir nostalgia por aquellos tiempos de otras épocas –que hoy llamamos archivo- en los que la espera no parecía ser un tormento. Hoy todos los acontecimientos se han trasladado a la casa. El tiempo adentro está lleno de pensamientos que referencian incansablemente al tiempo afuera. Procuro no ocuparme mucho en ese ir y venir. Un mes y medio después, aquí estamos, en una pausa obligada de muchas cosas, en ocasiones, en medio de mucho, mucho silencio. Quisiera que el silencio afuera se integrara con el adentro, a veces tan ruidoso. Emprendo

22


otro proyecto que condense la escucha y el diálogo con mis vecinas y vecinos: Poemas de balcón. El cine sigue siendo vitalidad. Cineastas y otros artistas empiezan a gritar desde los muros de sus redes sociales: “los invito a hacer una obra… un proyecto a varias voces… una creación colectiva… un video con sensaciones… un video-diario de cuarentena… cuéntanos quién eres… es el momento de percibir nuestro entorno, es el tiempo de escuchar… Fecha límite para enviar tus proyectos: hasta que podamos salir a las calles”. Explorando el azar nos hemos dado cuenta finalmente de nuestros excesos. El silencio nos ha demandado la escucha, deseamos recuperar cosas que hemos dejado empolvándose en algún rincón de la casa, y las paredes susurran en eco la importancia de volver al instante de la contemplación. Todos estos proyectos son una sumatoria de imágenes para resistir. El cine vital sin fecha de caducidad. No sé qué pasará con las películas en proceso que he ido siguiendo estos meses. De todos modos, el cine sólo tiende a transformarse según su propia necesidad.

23


Poemas de balcรณn 2020

24


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.