SMYS_4_AN_desafío

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Apreté los dientes, resoplé y cerré los ojos al volver hacia delante. La excitación me golpeaba en el vientre, se derramaba de mi piel. Era muy evidente, pero se detuvo en cuanto Cristianno me cogió de la mano. Súbitamente me vi arrastrada hacia el interior del hueco de las escaleras de emergencia. Al principio pensé que íbamos a toparnos con alguien y que él se había dado cuenta a tiempo. Pero cuando me apoyó en la pared y cubrió mis labios con los suyos, aquel temor irracional que me atizó por un instante se convirtió en deseo. Cristianno no pudo contener las ganas y yo se lo agradecí dándole la bienvenida a su lengua dentro de mi boca. Se enroscó ávida a la mía mientras sus dedos presionaban mis caderas contra las suyas. Me aferré a su cuello y rodeé su cintura con una pierna. Le necesitaba más cerca… y el gesto me dio la oportunidad de sentir su excitación con bastante definición. Gemí. Esa forma de besarme, de tocarme y de moverse que tenía por poco me envía al clímax. Pero le detuve a tiempo. En realidad me daba igual que me hiciera el amor allí mismo, en pie si hacía falta y a medio desnudar. Pero si iba a quedarse, si había ido hasta allí para darme esa noche, quería saber que le tenía de todas las formas. Debíamos despedirnos de nuestra intimidad como era debido. Por eso tiré de él y me encaminé al ascensor del servicio. Tuve que hacer malabarismos para no lanzarme sobre él y me gustó ver que Cristianno luchaba por lo mismo. Respiraba agitado, se le habían encendido las mejillas y me observaba de reojo, sabiendo que si lo hacía directamente no podría contenerse. Los esbirros obviaron nuestra llegada. Apenas cruzaron una ojeada con nosotros, pero me bastó para ver una sonrisa en los labios de Gio antes de cerrar la puerta. No terminé la maniobra cuando ya tenía las manos de Cristianno en torno a mi cintura y sus labios perfilando mi cuello. Lentamente deshizo el nudo de mi bata y la deslizó por mi cuerpo. No tardó en repetir la maniobra con el camisón, dejándome en ropa interior. Toda la celeridad de la que habíamos gozado en la escalera se había esfumado. Ahora sus movimientos eran intensos en su parsimonia. Cristianno bajó sus manos hasta mis caderas y se retiró un poco. Dejé que me observara un instante, de espaldas a él, mientras me retorcía por el placer que me suscitaban sus miradas recorriendo mi cuerpo. Poco a poco fui dándome la vuelta y me aparté el cabello colocándome a un lado. No era justo que yo estuviera casi desnuda y él ni siquiera se hubiera quitado la


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