SMYS_4_AN_desafío

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Minutos más tarde estábamos todos en el salón. Todos se observaban los unos a los otros y seguramente se preguntaba por qué demonios yo no hacía lo mismo. Lo que les indicó el grado de implicación que tenía en el tema que estaba a punto de sacar mi padre. Sin necesidad de mirarle, supe que mi tío ya sabía de qué iba todo aquello, tan bien como lo sabía mi abuelo. Mi padre se sentó en el sillón y se cruzó de piernas. Cada uno de sus gestos buscaba provocar. Sabía que tenía la situación completamente controlada, que todos los que estábamos allí seríamos sometidos por el ritmo que él impusiera. Joder, estaba muy nervioso. —Mi hermano, el gran Silvano Gabbana. —¿Por qué demonios tuvo que empezar con una ironía?—. ¿Qué tal te sientes hoy para una confesión? —Alessio, no vayas por ahí… —Silvano le instaba a hablar con calma. Pero no sirvió de nada. Mi padre se levantó de golpe y retó con la mirada a su hermano. —Te sugiero que empieces por explicarles a tus hijos que Cristianno no está enterrado… —Escupió cada palabra con gran saña. Diego fue el primero en reaccionar. —¡¿Alguien puede decirme qué coño está ocurriendo?! —exclamó con brusquedad. Valerio en cambio prefirió dirigirse a su padre con algo más de calma. —¿Qué ha querido decir, papá? Mi padre sonrió abiertamente y torció el gesto sin dejar de mirar a su hermano. —Tu turno, Silvano —le instó. Silvano cerró los ojos, cogió aire hondamente y miró a sus hijos. —Nunca hemos perdido Roma…


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