La palabra amenazada

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LA

PALABRA AMENAZADA

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implicaciones para todos los que aspiramos a entender algo más acerca de la mente y la vida humana y a esto quisiera ahora referirme con cierto detalle. Por ejemplo, cuando decimos palabras tan distintas materialmente como jefe, capataz o capitán, estamos evocando en todos estos casos, a partir de una larga evolución lingüística, un solo término, la cabeza, caput en latín, porque es la cabeza la que gobierna y se encuentra en la zona más prominente en nuestro cuerpo. Lo mismo ocurre con cabecilla, que es también caudillo. Estos valores metafóricos se han embotado en nuestra percepción debido al tiempo y al empleo cotidiano; ya nadie imagina la conexión entre estos términos, bien atestiguada en los diccionarios y en los textos de filología. Pero sobre todo, hay que resaltar que estos puentes de sentido se han perdido por nuestra incapacidad de ver en la lengua algo más que un instrumento de comunicación y por el modo en que violentamos nuestro contacto profundo y natural con ella. El cuerpo diminutivo

Acaso aquello que mejor se opone a la violencia no sea meramente el sosiego, la serenidad de la paz interior, sino la ternura -es decir, la paz que se apoya y se envuelve en la ternura. Así como la violencia es el filo de la agresividad, la ternura es la medida protectora del amor. Muchas de las palabras que designan en español los órganos o partes del cuerpo provienen de nombres que en latín llevan un diminutivo: en nuestro lenguaje hay algo así como una conciencia maternal del cuerpo. Es como si


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