Partholon 02

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P.C. CAST

SANGRE DE CHAMÁN

y así aceptó la locura de nuestro pueblo. A través del poder de Epona ha vencido a la oscuridad de nuestros padres, pero vive dentro de su sangre. —¿Lochlan? ¿Sobrevivió? —preguntó ella. —Sí. Está unido a Elphame —respondió Nevin. —¿Y Keir y Fallon? —Ellos han elegido otro camino —dijo rápidamente Nevin. Cuchulainn sintió algo como una puñalada de hielo. Fallon había elegido el camino de la locura, y había asesinado a Brenna. Sin embargo, antes de que pudiera ser ejecutada por su crimen había anunciado que estaba encinta. Elphame la había encarcelado en el Castillo de la Guardia a la espera del nacimiento de su hijo. Keir era su compañero, y había elegido permanecer a su lado. Ciara observó el rostro del guerrero humano con suma atención. Reconoció la mirada de entumecimiento y de desesperanza que había tras una horrible pérdida. No había perdido a su hermana, pero sí padecía una tristeza terrible. Habían pasado muchas cosas que necesitaban saber, pero no en aquel momento. Más tarde. Más tarde descubriría lo que podía hacerse para aliviar el dolor del guerrero, y se enteraría de lo que les había ocurrido a Fallon y a Keir. En aquel momento tenían delante al hermano de su salvadora. Por eso sólo, tenían una gran deuda de gratitud con él. Ciara sonrió y habló con alegría. —Entonces, le agradeceremos a Epona que tu hermana siga con vida, Cuchulainn. —Haced lo que debáis —dijo él con su voz vacía—. Mi hermana me ha pedido que os lleve a Partholon, al castillo de nuestro clan. ¿Crees que tu gente estará dispuesta a venir conmigo? Ella se tapó la boca con ambas manos. A su alrededor, oyó jadeos de felicidad y de sorpresa. Ciara no podía hablar. Estaba eufórica. ¡Aquélla era la realización del sueño de sus madres y de sus abuelas! Ellas se lo habían traspasado, y los Nuevos Fomorians lo mantenían vivo. Entonces, de entre el grupo de adultos arrodillados salió un grupo de niños, que ya no podían contener su alegría, y corrieron hacia el guerrero y su caballo. Los adultos se pusieron en pie y se adelantaron para intentar, en vano, retener a los pequeños y restaurar algo de orden y dignidad en la bienvenida del guerrero. —¡Partholon! ¡Vamos a Partholon! —¡Vamos a conocer a la Diosa! —¿De verdad es una tierra verde y cálida? —¿De verdad no tienes alas? —¿Puedo acariciar a tu caballo? El gran caballo de Cuchulainn relinchó y dio dos pasos temblorosos hacia atrás para alejarse de una niña pequeña que se había puesto de puntillas y estaba intentando acariciarle el hocico. —¡Niños, ya basta! —exclamó la mujer alada, pero aunque su voz fuera severa, sus ojos brillaban, y estaba sonriendo—. Cuchulainn va a creer que habéis olvidado - 16 -


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