Diosas de partholon 02

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P.C. CAST

DIOSA POR ELECCIÓN

del toro, y varios amantes abandonados me habían reprochado mi obstinación, pero ¿quién escucha a un tipo después de haberlo dejado? Nunca le había prestado demasiada atención a los horóscopos y a ese tipo de cosas. Bueno, hasta seis meses antes. Alanna estaba asintiendo felizmente. —Bien, me alegro de saberlo —comenté torpemente. El sonido de unos cascos me anunció la llegada de un centauro, uno de los mensajeros de mi esposo. —Lady Rhea... —dijo, e hizo una elegante reverencia—. ClanFintan os pide que os reunáis con él en los establos. —¿Está bien Epi? —pregunté con una punzada de preocupación. —Está muy inquieta, y el Sumo Chamán cree que vuestra presencia la calmará. —Dile que iré enseguida —respondí. Después me volví hacia Kai—. Gracias por compartir tu magia conmigo. —Ha sido verdadero placer, mi señora —respondió el chico con una sonrisa. Yo me di la vuelta para alejarme, pero antes me detuve y le di un suave golpecito a la piedra, a modo de despedida. Todavía estaba caliente. —Rhea —me dijo Alanna mientras salíamos del laberinto de la construcción—. Tengo que ir a supervisar los preparativos de la fiesta de Samhain. Hay mucho que hacer, y no creo que tú quieras encargarte de la elección de los menús. —Aj —dije—. Adelante. Sólo tienes que asegurarte de que haya muchas magdalenas integrales y un poco de arroz hervido. Ahora voy a ver a Epi; me reuniré con Carolan y contigo al mediodía para comer —después, añadí con una sonrisa—: Es decir, si todavía quieres arriesgarte a comer conmigo. —Me arriesgaré —dijo ella con otra sonrisa—. Pero no me sentaré cerca de ti. —Listilla —murmuré. Después recordé que tenía que hacerle una pregunta—: Eh, ¿cómo sabías que mi cumpleaños es el treinta de abril? —También es el cumpleaños de lady Rhiannon —respondió ella con una sonrisa irónica. —Qué coincidencia más extraña —dije yo. —Una de tantas —respondió ella pensativamente. —Sí —dije. Después me volví hacia el mensajero—. Adelante —le indiqué, y nos dirigimos a buen paso hacia los establos. El establo de Epona era un edificio increíble, como yo nunca había visto antes. También estaba construido de mármol luminoso, tallado y encajado por maestros mamposteros. Con ojos recién educados, miré las enormes columnas en las que se apoyaba el bello edificio, y me pregunté si la serenidad y aceptación que había sentido desde el primer momento que entré en aquel edificio habían tenido su origen en algo más que en la presencia de los maravillosos caballos. Tomé nota de que debía volver y sentir el mármol después de haber calmado un poco a Epi. El pasillo central era ancho y largo. A ambos lados había boxes espaciosos e inmaculados, cada uno de ellos ocupado por una yegua única en belleza y temperamento. A medida que recorría el pasillo, recibí el saludo de los animales.

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