Al borde 194 web

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inexistente, de madera y cañas. Como mudos testigos de sus antiguos moradores aparecen varias inscripciones llegando hasta el lejano 1919. Mientras el sol se iba, las nubes alrededor del Cerro de la Fortuna 4476 msnm parecían incendiarse. Pronto cayó la noche, el cielo sanjuanino desplegando sus millones de estrellas. Un suculento asado y luego una charla alrededor del fogón hizo que nos acostáramos tarde. Muy bien no dormimos, las ráfagas eran violentas, incluso para las carpas guarnecidas por las antiguas construcciones. Hacia las galerías Al día siguiente partimos hacia las galerías y el complejo minero situado en los flancos del Cerro El Bronce (4033 msnm). Seguimos el antiguo camino por una altiplanicie. Cerca del mediodía el sol apretaba. A lo lejos observábamos las minas y la gran acumulación de material extraído. Poco después de las 13 nos topamos con las primeras construcciones enclavadas en la

ladera. Varias eran viviendas de los sufridos mineros, otros edificios tenían funciones ligadas a la actividad económica. Una surgente de agua daba vida al lugar situado a 3400 msnm. Como congelados en el tiempo se encontraban desparramados antiguos zapatos, latas y utensilios de cocina. Parte de los techos aun permanecían en su lugar. La vida debe haber sido muy complicada para los mineros y sus familias, más aún las que habitaban las ruinas más altas, a 3700 msnm. Estas minas de wolframio o tungsteno fueron explotadas, según comentan antiguos trascendidos, por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. El wolframio era utilizado para darle más dureza a los proyectiles. Precisamente, como probando esta teoría, encontramos la inscripción E. P. 1-17-43 y un círculo perfecto con una equis. 17 de enero de 1943, plena segunda guerra. Pocos metros hacia arriba se encuentran las bocaminas. Llegamos justo cuando pasaba un gran cóndor. El

paisaje desde este punto es espectacular. Las galerías son grandes y profundas, se bifurcan, angostan. La oscuridad devoraba el haz de luz de nuestra linterna, un mineral (quizás malaquita) brillaba con colores azulados. Aquí y allá algunos ramales estaban anulados por paredes. Al salir, el fuerte sol nos hirió la vista. El resplandor de los neveros del Pata de Indio nos cegaban. Desde allí se lo observaba magnífico. Pensaba en los mineros de la mina de fluorita en sus laderas, ellos vivían y trabajaban a una altura bastante mayor a los del Bronce. Habían sufrido incluso los grandes sismos de la provincia, las grandes nevadas, los calores, todo por una mísera paga. Meditando y observando el paisaje volvimos a nuestro campamento. Esa noche el viento resultó aun más inclemente, hasta prender un fogón resultó en sumo complicado. Unas fetas de queso calentadas en la roca precedió el resto del asado animando la fría noche.


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