El búho que no podía ulular

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Los primeros rayos del día despertaron a Tallulah, la Cuclilla. Abrió los ojos, batió las alas e inspiró profundamente. Luego, como había hecho durante toda su vida, entonó su canción de buenos días. «Cucú, Cucú», canto alegremente desde su árbol. Después emprendió el vuelo para dedicarse a la tarea matinal de extraer un gusano del suelo para desayunar. Al hacerlo, percibió que una nueva ardilla se había mudado al barrio. Tallulah observó cómo la ardilla enterraba una nuez en un agujero que había cavado bajo el árbol. De repente, al darse cuenta de que la estaban observando de cerca, la

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