Capítulo 7: El Caballero del Cisne

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En Siberia Oriental existe una región especialmente castigada por el frío más extremo en un invierno permanente. Allí el clima es un auténtico infierno helado. Tanto es así, que el simple hecho de nevar es un peligro para sus habitantes, ya que la nieve cae tan afilada que puede matar a cualquier ser vivo del lugar. Esta nieve es tan preciosa como mortal, al igual que el nombre dado por sus habitantes a este fenómeno atmosférico: “polvo de diamantes”. En este lugar hay una persona que desafía las leyes de la naturaleza, y es capaz de soportar tan aterrador clima. Es conocido como el “Mago del Hielo”, y es a esta persona a quien le asignaron dos alumnos para ser entrenados y ser convertidos en caballeros. - ¿Cómo? ¿Otro discípulo? – una cálida cabaña acogedora en medio de la nieve se hacía eco de estas palabras del Mago del Hielo. A su lado, se encontraba un enviado especial de la Fundación Grad. - ¡Achís! ¡Así es! – le respondía Tatsumi entre estornudos - . El Santuario desea que entrenes a un nuevo caballero. - No sé quién eres, pero está claro que no eres un enviado del Santuario – dijo tajantemente el Mago del Hielo - . El Santuario nunca envía aquí a un hombre vestido de etiqueta para darme órdenes; de hecho ni si quiera suelen molestarse en venir, salvo que traiga el mensaje otro caballero. - ¡Señor Camus! – exclamó Tatsumi suplicándole - ¡Achís! Somos conocedores de su poder. Usted es uno de los doce caballeros de oro, y pensamos que usted sería un maestro ideal para entrenar a un nuevo caballero de bronce. ¡Achís! - Sé que mientes – seguía insistiendo Camus -, pero aun así, aceptaré ese nuevo alumno. - ¿Cómo? – preguntó sorprendido Tatsumi. - ¡Vamos, véte! ¡Ya tienes mi afirmación! ¡Trae a ese chico y déjame en paz! – gritó Camus a Tatsumi. - ¡Sí, señor Camus! ¡Graciaaachís! – dijo Tatsumi a la vez que salía corriendo por la puerta. - ¿Quiénes son los que realmente desean que forme a un nuevo caballero? – se preguntaba a sí mismo Camus - . Del Santuario ya no puedo fiarme mucho. Ese nuevo Patriarca, llamado Arles, y hermano del antiguo Shion, no me inspira mucha confianza y sus actos no parecen convencer mucho entre la propia gente del Santuario. Mi otro alumno, Isaac, es un buen pupilo. Ambos deberán luchar por la Armadura del Cisne. Si este nuevo alumno es el digno portador de la Armadura del Cisne o no, será algo que la propia Armadura reconocerá como su legítimo portador o no. En la Fundación Grad ya estaba realizándose el sorteo para decidir el futuro de los cién niños huérfanos de la Fundación. Era el turno de Hyoga, quien sacó el papel para que lo leyera Tatsumi en voz alta. - ¡Hyoga! ¡Tú irás a Siberia Oriental! – exclamó Tatsumi.


- ¿Siberia Oriental? – se preguntaba Hyoga a sí mismo - ¡Allí es donde reposan los restos de mi madre! ¡Podré verla todos los días! - ¡Enhorabuena, Hyoga! – le felicitaba Jabu por su destino de entrenamiento. - ¡Gracias, Jabu! – le agradeció Hyoga. Pero no había tiempo para despedidas. Tras el sorteo, todos los niños del orfanato debían coger sus pertenencias y dirigirse al coche que les llevaría al aeropuerto o al lugar en cuestión desde el que se iniciara su viaje a su lugar de entrenamiento. Ya en Siberia Oriental, Camus recogió a Hyoga, y le presentó a quien sería su compañero de entrenamiento: - ¡Hyoga! Éste es Isaac, discípulo mío, y por consiguiente, tu compañero de entrenamiento – le informó Camus - . Él ya lleva un año entrenándose en estas tierras. Por lo tanto, tiene cierta ventaja sobre ti. Tal como puedes observar, está en manga corta. Si quieres convertirte en un caballero de los hielos, también deberás hacerlo en manga corta y acostumbrar tu cuerpo a estas gélidas temperaturas. - ¿En manga corta? ¡Podría morirme de frío! – reprochó el joven Hyoga. - Lo sé – afirmó Camus en un tono frío - , pero que sobrevivas a estas temperaturas o no, será algo que dependerá de la voluntad de la propia Atenea. El entrenamiento para convertirse en un caballero de los hielos no es sencillo. Para ello, Hyoga tuvo que sostener con ambas manos gigantescos témpanos de hielo, golpear grandes muros de hielo con el puño desnudo, bucear bajo las gélidas aguas siberianas, o aguantar con ambas piernas congeladas bajo una inmensa tormenta de nieve. Un día, Camus quiso enseñarles un lugar muy especial a sus dos discípulos. - ¡Prestad atención a lo que os voy a enseñar! – dijo Camus en un tono serio - . Este muro de hielo perpetuo que tenéis delante de vosotros fue alzado durante la lejana Era Mitológica. En su interior se encuentra la Armadura Sagrada del Cisne. Es una armadura de bronce, por lo que está compuesta de cobre, estaño, oricalco, gammanium y polvo estelar. Además, esta armadura también está compuesta por trozos de hielo perpetuo, lo que le otorga una resistencia superior a la de cualquier armadura de bronce, a excepción de la Armadura del Fénix, que aun siendo de bronce, es superior incluso a las armaduras de oro. Como armadura de bronce que es, la Armadura del Cisne puede aguantar hasta 150 grados bajo cero. Tal como os he comentado, este muro de hielo lleva en pié desde la Era Mitológica, pero aun así debería poder ser derribado por cualquier caballero de cualquier nivel. Por lo tanto, el primero de vosotros dos que logre derribar el muro será el digno merecedor de portar la Sagrada Armadura del Cisne. Ambos aprendices se sorprendieron al escuchar la historia que les comentó su maestro, y a diario intentaron dar su mejor golpe para derribar el muro de hielo eterno, pero sin éxito alguno.


Un día, Hyoga e Isaac estaban descansando tras su duro entrenamiento. Isaac le contó una curiosa historia sobre una legendaria criatura… - Hyoga, a veces tengo un extraño sueño que se repite constantemente muchas noches – le comentó Isaac - . Sueño con una especie de calamar gigante. ¡Es una criatura increíble! ¡Envidio su fuerza! Con sus tentáculos atrapa a los barcos y devora a sus tripulantes, y cuando se sumerge en las profundidades, forma un remolino tan grande y con unas corrientes tan poderosas, que arrastra todo lo que haya en la superficie. ¡Por eso quiero convertirme en caballero! ¡Para ser tan poderoso como el kraken! ¡Hyoga! ¿Tú por qué quieres ser caballero? - Cuando todavía era un crío, realicé un viaje en barco junto a mi madre – comenzó a narrarle Hyoga - . Mi madre es rusa, pero mi padre es japonés. Íbamos a realizar ese viaje para que yo pudiera conocer a mi padre. Sin embargo, el destino quiso que el barco sufriera un accidente inesperado. Parece ser que chocamos contra un iceberg. El choque provocó que el barco se hundiese en las profundidades. A mí me rescataron y me llevaron a tierra firme en un bote salvavidas; sin embargo, mi madre no pudo ser rescatada, y se hundió en las profundidades junto con el barco. - ¡Oh, vaya! ¡Lo siento…! – le interrumpió Isaac. - Gracias, Isaac – le agradeció Hyoga, a la vez que caía una lágrima por su mejilla - . El barco quedó atrapado bajo estos hielos que estamos pisando. Si me convierto en caballero, seré lo suficientemente fuerte como para destruirlos y poder bucear hasta donde se encuentra mi madre y poder visitarla siempre que quiera. Acto seguido Isaac dirigió una mirada de odio a Hyoga y le propinó una bofetada en la cara, lanzándole contra el suelo. - ¡¿Para eso quieres convertirte en caballero?! ¿Para ver el cadáver de tu madre? – le preguntó enfadado Isaac - ¡Un caballero no debe no debe obtener su armadura sólo por motivos personales! Si de verdad eso es lo que deseas, debes saber que eso significará tu muerte. Estas capas de hielo no son tan duras como el muro de hielo eterno en el que se encuentra encerrada la Armadura del Cisne. Eso significa que podrás destruir esta capa de hielo mucho antes de convertirte en caballero. Pero si lo haces, e intentas bucear hasta el barco, puedes ser atrapado por una corriente submarina que será invisible a tu vista, y serás arrastrado por ella y no lograrás volver a la superficie. En mal momento le dio esa información Isaac a Hyoga, porque a partir de entonces, el aprendiz de caballero empezó a intentar romper el suelo helado todos los días, hasta que un día Hyoga adquirió la suficiente fuerza como para romperlo. Hyoga se sintió orgulloso de la fuerza que acababa de adquirir, y se tiró sin pensarlo a las gélidas aguas, haciendo caso omiso a las palabras de su compañero Isaac. Ya podía ver en el fondo los restos del barco en el que reposaba el cuerpo de su madre, y Hyoga ya estaba empezando a ilusionarse por ello. Pero tal como Isaac le dijo, las corrientes submarinas eran un importante peligro, y sin poder esquivarlas, Hyoga fue atrapado por una de ellas.


- ¡Hyoga! – exclamaba Isaac en la superficie al ver la brecha que había hecho su compañero en el hielo y no verle por ningún lado - ¡¿Estás loco?! ¡Eso será tu muerte! Acto seguido, Isaac se lanzó de cabeza al agua para intentar rescatarle. Afortunadamente logró localizarle en un estado inconsciente enredado en las redes del barco de su madre. Isaac logró desenredarle y lo agarró para traerlo de vuelta a la superficie, pero de camino al exterior, ambos fueron atrapados de nuevo por otra corriente submarina. Estaba claro que sólo podía salvarse uno de los dos. Hyoga quería soltarse, pues se sentía culpable de lo ocurrido, pero Isaac no estaba dispuesto a dejarle morir de esa manera. Por desgracia, las corrientes llevaron a Isaac a clavarse un témpano de hielo en su ojo izquierdo, provocándole una angustia todavía mayor bajo el agua. Después Isaac empezó a golpear con su puño derecho el grueso muro de hielo que había sobre ellos hasta lograr romperlo, y lanzó al exterior a su compañero Hyoga, quien cayó inconsciente. Sin embargo, Isaac no logró salir a la superficie y fue atrapado por la corriente submarina, por lo que se le dio por muerto… Cuando Hyoga se despertó, se encontró a su maestro, quien le estaba dirigiendo una mirada que parecía atravesarle la mente. - ¡Hyoga, ¿qué ha pasado?! – preguntó alarmado Camus. En un principio, Hyoga se quedó mudo, incapaz de poder hablar. Pero Camus le agarró de ambos hombros y le agitó todo el cuerpo. - ¡¡Hyoga, ¿qué ha pasado?!! – volvió a preguntarle Camus atravesándole con la mirada. - ¡Yo soy el responsable de todo esto! – por fín logró responderle Hyoga, a la vez que tartamudeaba – Logré hacer una brecha sobre el hielo, y me lancé al agua para poder visitar a mi difunta madre. Pero fui atrapado por una corriente submarina, e Isaac se lanzó al agua para rescatarme… - ¿Dónde está Isaac? – le preguntó Camus con un tono grave de preocupación. Esta vez, Hyoga se quedó pálido, y no precisamente por el frío que estaba pasando. Una vez más, el silencio de apoderó de Hyoga y se sentía incapaz de pronunciar una sóla palabra. - ¡¿Dónde está Isaac?! – le preguntó Camus en un tono alarmante a la vez que volvió a agitarle el cuerpo para que reaccione ante sus preguntas. La respuesta de Hyoga era clara. Giraba la cabeza hacia ambos lados a la vez que derramaba una lágrima con los ojos cerrados. - ¡¿Quién eres tú?! – le preguntó alarmado Camus - ¡¿quién te ha enviado a entrenar a estas tierras?! - ¡¿Cómo?! – preguntaba sorprendido Hyoga. - ¡Responde! – le gritó Camus.


- Me envía Mitsumasa Kido, el propietario de la Fundación Grad – le respondió Hyoga en un tono nervioso. - ¿El propio Mitsumasa Kido, ese multimillonario japonés? – le preguntó Camus. - ¿A caso desconocía quién me mandaba? – preguntó Hyoga muy sorprendido. Camus por fín soltó a Hyoga y empezó a divagar consigo mismo sobre qué hacer a partir de ahora con su único discípulo. - ¿El señor Kido formando caballeros? – se preguntaba a sí mismo Camus - ¿Qué planeará ese viejo? Será mejor que investigue sobre el tema. En cualquier caso, no informaré al Santuario, pues tampoco me fío de ellos y el Santuario no sabe que he tenido dos discípulos. A continuación Camus volvió a dirigir su mirada a Hyoga y le habló con un tono tan severo que Hyoga se cayó al suelo de espaldas. - ¡Hyoga, escúchame bién! – gritó Camus a Hyoga, quien enderezó su cuerpo para poder prestarle atención – Si has logrado hacer una brecha en el hielo que hay bajo nuestros piés, eso significa que ya falta poco para que adquieras el poder de los legendarios caballeros. A partir de ahora, tu entrenamiento será todavía más duro, y sufrirás el frío más gélido hasta que logres romper la pared de hielo eterno. Y así fue como sucedió. Día a día, Hyoga siguió haciendo brechas en el suelo, cada vez de mayor tamaño, pero bajo la atenta mirada de su maestro, quien no le permitía que volviese a saltar al agua. Hasta que llegó el día. Hyoga concentró toda su energía cósmica en su puño derecho y logró empotrarlo en la pared de hielo eterno, consiguiendo que la pared se derrumbara y apareciese en su interior la Armadura Sagrada del Cisne. La caja de Pandora del Cisne se abrió y se desarmó para acoplarse por primera vez en el cuerpo de su propietario. Las botas, las rodilleras, el cinturón, los guantes, el escudo, la pechera y finalmente la diadema. - ¡Bravo, Hyoga! ¡Por fín eres el Caballero del Cisne! – le felicitaba Camus – Pero eso no significa que tengas tiempo para descansar. Un enviado del Santuario acaba de traerme esta carta para el portador de la Armadura del Cisne. Yo desconozco su contenido; así que debes abrirla y cumplir las órdenes provenientes del Patriarca. Camus extendió la carta a Hyoga y Camus la recogió con ambas manos. A continuación procedió a abrirla con mucho cuidado y empezó a leerla para sí mismo. Cisne, La famosa Fundación Grad está dando a conocer por todo el mundo una competición en la que lucharán entre sí diversos caballeros de bronce. A esta competición le han dado el nombre de “Torneo Galáctico”, y otorgan como premio la Armadura de Oro de Sagitario. La lucha entre caballeros por motivos personales está prohibida, y por eso yo, Arles, como Patriarca del Santuario, te ordeno que te infiltres


en ese torneo como un participante más, y que acabes con la vida de todos los demás caballeros que participen en esa competición y traigas la Armadura de Sagitario de vuelta al Santuario. De momento, éstos son los participantes confirmados por orden de inscripción -

Jabu del Unicornio. Shiryu de Dragón. Shun de Andrómeda. Ban del León Menor. Geki del Oso. Ichi de la Hidra. Nachi del Lobo.

Acaba con la vida de todos ellos y demás participantes que se inscriban en dicho torneo. Que Atenea te acompañe en tu primera misión, Arles. - Así que mis antiguos compañeros del orfanato van a luchar por motivos personales – empezó a pensar Hyoga para sí mismo - . ¡Y Jabu fue el primero que se apuntó a este torneo! ¡Acabaré con tu vida, Jabu! Y de paso, acabaré con la vida de… ¡Atenea!


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