Revista 94 Cultura de VeracruZ

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Director

Consejo Editorial Edgar Aguilar, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Marco Antonio Acosta, Mario Calderón, Celina Márquez, Mauro Mamani-Macedo, Omar Piña, Silvia Tomasa Rivera, Vicente Francisco Torres, Juan Ventura Sandoval. Ejemplar: $50.00, suscripción: 500 pesos. En el extranjero Dls. 30 €

Raúl Hernández Viveros Subdirector Alberto Hernández Vásquez Administrador Mario Hernández Vázquez REVISTA Cultura de VeracruZ, Año XIX, No. 94, Noviembre / Diciembre de 2015, es una publicación bimestral. www.nuevaepoca.blogspot.com / culturadeveracruz@yahoo.com.mx Editor responsable: Alberto Hernández Vásquez. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2010081613030000-102, ISSN, en trámite. Licitud de Título: (en trámite). Número de Licitud de Contenido (en trámite). Impresa por Ediciones Cultura de VeracruZ, Altamirano No. 35, Col. Centro, C.P. 91000, Xalapa, Ver. Este número se terminó de imprimir el 26 de diciembre de 2015 con un tiraje de 1000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Noviembre/Diciembre de 2015

2 Omar Piña: Torcaza del convento 5 Roberto Williams García Xalapa en el espejo de su escudo 8 Armando Ortíz Un febrero con Guillermo Zúñiga 11 Edgar Aguilar, La música de Solana 13 Rafael Solana, Con Dante en el limbo 16 Irving Ramírez, Once años de Neblina Morada en Diario de Xalapa 18 Cristina Monteoliva Entrevista a Pedro Martínez Domene 21 Carlos Roberto Morán Dos novelas de Richard Ford 26 Gustavo A. Rodríguez El Sentido Astronómico del Yugo 27 Víctor Vázquez Gándara Homenaje a Guillermo Landa

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que en ese momento se le ocurrían. Más calmados los ánimos y frente a los otros restauradores, su madre la sentó en una silla y la ató con un rebozo. -No soy granjera para arrear mulas y tú, no entiendes otro idioma. Algunos aplaudieron. Pasados los minutos, Remedios se cansó de mirarlos a todos con odio; prefirió observar la figura de un Cristo frente al cual, ella estaba inmovilizada. Al cabo de un tiempo, la música de una radio la arrulló y bostezó... Despertó en unos brazos que intentaban acomodarla en un asiento trasero, significaba que se quedaba a solas con su madre y optó hacerse la dormida. Madre e hija estaban cansadas de lo mismo; la mujer, de castigarla y la niña, fastidiada de repetir que no peligraba, que esos lugares los había aprendido junto a su amiga Xóchitl. Cuando llegaron a casa, se celebró una extensa conversación telefónica con el padre, y el asunto había rematado con ultimátum: a la siguiente travesura, la pequeña iría a estar una temporada con él. Remedios tardó para dormir, tenía miedo de soñar lo mismo. Deseaba pensar en cosas bonitas, pero en su imaginación se borraba todo lo que pudiera ser agradable. Ocurría siempre. Abrió los ojos cuando su madre logró despertarla. La misma pesadilla: su amiga Xóchitl corría por el huerto del convento y de pronto, una flecha rompía su nuca y la punta salía por la garganta; su mirada quedaba en blanco y escupía un chorro de agua que manaba sin cesar hasta convertirse en una fuente. La mujer trató de calmarla y al otro día, habló seriamente con sus compañeros de trabajo. Remedios era traviesa, hiperactiva. Pero aquellas historias que le contaban y una imaginación desbordada era lo que provocaba líos en la crianza de la niña. La ayuda consistía en no mentirle. “Ella lo pregunta todo” dijo uno de los restauradores. La mujer resopló y al fin

Omar Piña

Torcaza del

convento Remedios escuchó voces adultas que gritaban su nombre, venían del claustro del convento. El grito más insistente era el de su madre. No pensaba responder y se puso en cuclillas porque se encontraba en un sitio prohibido: el paso de centinela. De allí al suelo, eran más de veinte metros. A sus cinco años comprendía muy bien las explicaciones que se le daban, como la de que caer, era una muerte segura. La niña respiró hondo y se puso en cuatro, ignoraba si la habían descubierto. Como un gato, se dirigió a una escalerilla metálica. Si los adultos la buscaban en el patio no tardarían mucho en advertir dónde se encontraba. Bajó la escalerilla y corrió lo más rápido que pudo hasta que un grito pareció congelarla: “En las cúpulas”. Sabía las indicaciones: se tiró panza abajo y abrió los brazos; cerró los ojos y escuchó los latidos de su corazón, que eran tan intensos como los gritos de su madre. Un hombre llegó al rescate. Le tendió la mano y dijo con rabia: “No soy el único que lo desea, ahora sí, te van a amarrar”. Cuando el cortejo de búsqueda regresó al altar mayor, la pequeña iba custodiada por una madre que para entonces había dicho en voz alta las amenazas posibles Cultura de VeracruZ

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fue a contemplar la limpieza que hacía uno de ellos. Contra el pronóstico esperado, la niña guardó silencio por un tiempo considerable, hasta que preguntó la razón por la cual unos querubines eran más rechonchos que otros. Tronó una voz de reto: “¿quién se atreve a contestar el examen doctoral que propone la niña?” y las risas pudieron ser generales con una excepción, la de su madre, que grito enseguida: -No, no y no. Les prohíbo…- y volteando hacia la niña, ideó: -Porque les faltaban lentes y te callas. Reinó el silencio, Remedios se contuvo hasta no soportarlo: ¿a quién le faltaban lentes, a diosito o a los querubines? Uno de los restauradores dijo que esa niña les había tomado la medida y sólo estaba jugando con ellos. “No respuestas, gracias” vociferó la madre. La niña regresó a la banca y aunque no estaba atada, repitió el juego de deslizarse. En efecto, Remedios no era responsable absoluta de sus pesadillas, pero todo lo quería saber. A su estancia “vacacional” en la restauración se había dedicado a preguntar qué era una conquista. Ninguna explicación, por sencilla que fuera, lograba satisfacer su curiosidad. Fue un tema que trajo enfebrecidos a todos, durante días, pero que tras constantes discusiones, ofensas y burlas entre los restauradores, se decidió no hablar más de ello. Y al poco tiempo, según contaba Remedios, Xóchitl apareció una mañana, otra niña que le mostró los accesos y pasadizos del convento. Para cuando Xóchitl dejó de frecuentar el convento, inició la pesadilla frecuente. Los restauradores la habían buscado y fue en vano. Había unas quince niñas que respondían a ese nombre, pero ninguna coincidía con la descripción que aportaba Remedios: descalza y cubierta con una manta anudada. Nunca la vieron y conforme pasaban los días, los periodos nocturnos se incrementaban con el mismo sueño. La madre se preguntaba dónde estaría

pactó con ellos: “Pues díganle a esa cabrona la realidad de la vida”. La niña regresó al convento y las primeras horas, las pasó con un cordel de algodón, cuyos extremos se ataron a su muñeca y la pata de una banca. No dejaba de sentirse incómoda y lo manifestaba con un constante deslizamiento por la asentadera de la banca; el ceremonial era lento y remarcado; unas veces sentada y otras reptando. No menos de ochenta veces repitió su venganza. A la hora del almuerzo, la jefa del proyecto habló por todos y le dijo que habían decidido liberarla de su castigo por el resto de la tarde; pero que su lugar tenía que estar en la nave central, donde pudieran verla. Entonces Remedios se decidió por algo que también disfrutaba mucho, que era platicar con los restauradores, con excepción de su madre. Y Noviembre/Diciembre de 2015

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aquella Xóchitl. Ese convento siempre estaba lleno de niños, unos evangelizados por franciscanos y otros, matando su tedio con juegos interminables. Y comenzó la pesquisa con sus compañeros de trabajo, cuál de ellos le había platicado la historia de una pequeña que era acribillada con flechas y de sus heridas, surgía un manantial. Dijeron la verdad: se declararon inocentes. A partir de entonces, los temas escabrosos no volvieron a tocarse. Esa mujer sabía que su hija era capaz de desquiciar a cualquiera con sus preguntas, pero que no mentía. Y por más indagaciones que hizo, ni el sacristán ni los vendedores del atrio habían visto jamás a una Xóchitl descalza y con taparrabo. ¿Dónde se había metido Cultura de VeracruZ

aquella pequeña que mostró a Remedios todo el convento? Incluso, los escondrijos y recovecos. Su hija no sabía interpretar planos, cuando veía uno, mostraba su indiferencia. Pronto iba a enmendar la situación, Remedios regresaba a la guardería. Suponía que las pesadillas se irían diluyendo conforme escuchara de muñecas, de colores, de canciones y recobraría a sus compañeritos, hasta que se le ocurriera atosigarlos con sus típicas preguntas. 

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Roberto Williams García*

Jalapa recibe mayoría de edad cuando se le declara villa en 1791, año en que Carlos IV, por su real voluntad, quiere que el referido pueblo sea llamado Villa de Xalapa y como tal se le respete. La categoría de villa le permite privilegios, como el de jurar el ascenso de un rey y el nombrar un ayuntamiento que la gobierne. Además recibe como joya el escudo de armas que bien compendia la botánica intrínseca del pueblo. En la orla del escudo, en fondo de oro, destacan seis letras, nombre del sitio, intercaladas entre seis tubérculos enunciativos de la purga llamada raíz de Jalapa, que tuvo renombre en la farmacopea internacional. Como parangón cabe mencionar que aquí , alrededor de 1890, a fines del siglo XIX, empezó el envasado de un chile regional que tuvo mucha aceptación por su sabrosura. El chile jalapeño se expandió en todo el territorio sur de Estados Unidos, donde los productos alimenticios con leve sabor picante ostentan etiquetas que dicen jalapa flavor. El reconocimiento de Jalapa como villa en 1791 provino de tardadas diligencias de sus vecinos, que ya desde 1774 habitaban un pueblo próspero surgido del privilegiado comercio mantenido durante más de cincuenta años, contados a partir de 1720 hasta 1776, último año en que Cádiz envió la flota que descargaba en el puerto de Veracruz, de donde la remesa continuaba a Jalapa. Un grabado del señalado año muestra la parroquia de San José, luego otra erecta en la plaza mayor, hoy plaza Lerdo. A un lado del convento de San Francisco se sitúa la iglesia de Santiago y al fondo de la plaza mayor la plaza y casa del Rey, espacio que quedó reducido a plazuela del Carbón, ahora invadida por el llamado “ambulantaje”. También se marcan las garitas de Veracruz y de México, los lejanos molinos en el rumbo de San Bruno y al sur se lee Verros, Ciénega cercana a una alameda y una laguna que bien pudiera identificarse con el actual parque María Enriqueta. Una fuente de

Xalapa

en el espejo de su escudo

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Barra de Tampico, 30 de marzo de 1925-Xalapa, Ver., 25 de junio 2008. Noviembre/Diciembre de 2015

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agua dulce desciende por lo que más tarde sería la avenida Clavijero. Para recordar que el poblado elevado a villa había sido teatro de comercio y ferias de flotas, la parte superior del escudo ostenta el capacete y el caduceo de Mercurio. Les acompaña la cornucopia de Amaltea, alusión a la abundancia de vergeles y flores de la nueva villa, donde se habían construido grandiosas mansiones, como el edificio de dos pisos situado en el inicio de la calle Insurgentes, o la casona que se halla, calle de por medio, como sede del Centro Recreativo, la cual fue posada francesa pintada por Rugendas en 1830. En la cuesta de Alfaro permanece a salvo hermosa casona. Hacia 1839, la marquesa Calderón de la Barca escribe que la ciudad “tiene algunas casas amplias y excelentes”. En esos días de esplendor comercial del pueblo el boato lo constituía el derrame de flores. La marquesa las contempla por doquier como si se vertiese sobre ella la cornucopia representada en el escudo de armas de la villa. Antes de ese período extraordinario de comercio la villa ya tenía prosapia. El poblado se situaba en la ruta de los Virreyes. Esas autoridades desembarcaban en el puerto de Veracruz, y cabalgaban por la costa hasta la Antigua, de donde ascendían hasta llegar al descanso en Jalapa, para de ahí proseguir al lugar donde los aztecas descubrieron el águila, parada sobre un nopal, devorando a la serpiente. El paso por Jalapa lo inauguró Hernán Cortés el 19 de agosto de 1519 en ruta a la conquista de la capital tenochca. La vida cotidiana de la villa transcurre apacible como su clima. La intervención de Diego Leño resulta tibia en los prolegómenos de la Independencia. El nombre de Jalapa no está asociado a ninguna gran batalla. Los jalapeños son reservados, cautelosos, conservadores. Sin embargo, hay sobrada dignidad cuando la invasión norteamericana de 1847. Diversos viajeros contribuyen con sus testimonios. El diplomático inglés Ward, dentro de sus Cultura de VeracruZ

observaciones sobre la vida política del nuevo país, anotadas en su libro México en 1827 exaltó en Jalapa: “Esta en el centro mismo de uno de los más magníficos escenarios montañosos de que se pueda ufanar el mundo”, elogio que comprobó el pintor alemán Rugendas, enamorado del paisaje mexicano, quien captó la imponente presencia del Cofre de Perote visto desde la prominencia en que se asienta la parroquia de San José. También pintó el elevado convento de San Francisco. Y entro en la Posada francesa para registrar su impresión de una tarde voluptuosa. Eso fue en 1830, y en 1839, cuando se reanudaban las relaciones entre España y México, la esposa del ministro plenipotenciario se embelesaba en las flores pero por encima de ellas, con el paisaje, “…por todos lados se contempla uno de los panoramas montañosos 6

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En el escudo de armas al Macuiltépetl, lo timbra un hermoso lucero del cual se especifica “astro que hace a aquel pueblo, o influye un temperamento benigno, apacible y templado”. De manera que el planeta Venus es causa del clima que goza la ciudad. Y Venus viene a ser también una expresión del paisaje jalapeño, pues en ciertas noches derrocha brillantez, que aunada a la blancura de los jazmines y de la luna, han inspirado la canción heráldica de esta ciudad. Es entonces cuando podemos afirmar que hoy 18 de diciembre, aniversario número doscientos diez, del otorgamiento del escudo concedido a Jalapa y del reconocimiento de su categoría política de villa, que el escudo es un documento que transparenta la historia y la belleza de la ciudad, y podemos afirmar también que el temperamento apacible ha dado frutos en las artes. Si bien la ciudad no es famosa por batallas, si lo es por haber sido cuna del movimiento estridentista o sede del Festival Internacional Pablo Casals; y también por su posesión de bienes culturales como la magnífica Orquesta Sinfónica de Xalapa, la más antigua del país; el Museo de Antropología, que a la par del Nacional, son dos instituciones iluminantes; su estadio, inaugurado en 1925, que sobresale por su construcción en una formación natural, con vista a la bella ciudad, sin olvidar que en Jalapa se estableció en 1843 un colegio de segunda enseñanza con carácter nacional: el conocido Colegio Preparatorio; la Escuela Normal, fundada en 1886, que fue cuna de la primera reforma educativa nacional. Característica de la ciudad son sus múltiples centros educativos. Y para el cuidado del entorno aquí se estableció un Instituto de Ecología de orden nacional. En resumen, aquella villa reconocida como tal en 1791, llegó a la categoría de ciudad en 1830 y continúa en una ruta de creación nimbada por la excelencia del paisaje, del clima alabado en su escudo y por la inteligencia de quienes la habitan.

más esplendidos del mundo”. Utilizó la tonante voz mundo, al igual que Ward, y además señalo que por todas partes. Antes, en 1803, Humboldt había contemplado una panorámica circular, trepado en la torre del convento de San Francisco. Con el tiempo el paisaje a la redonda fue mermando, reduciéndole su condición de atalaya al parque Juárez, construido sobre las ruinas del convento. En 1555 los franciscanos lo habían inaugurado en una elevación dominante. La belleza era indiscutible, pues en 1841 el estadounidense Mayer sintió que el mismo efecto causaban Nápoles y Jalapa. El parque Juárez construido en 1886 se convirtió en belvedere. La devoción por la montaña se manifiesta en el escudo de armas. En medio del cuartel principal se alza un racimo de cinco cerros, llamado, en idioma mexicano, Macuiltépetl, emblema de la villa, “a cuyo pie se halla Xalapa” Tal parece que los vecinos promotores del escudo de armas intuyeron que en la ladera oriental se originó la villa, cuando menos un milenio antes de la era cristiana. En el antiguo asentamiento se construyó una pirámide cerca de una caverna de rituales que hoy han denominado Cueva de la Orquídea, nombre sugestivo que evoca la denominación de Ciudad de las flores. Noviembre/Diciembre de 2015

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Armando Ortíz

la colonia Sebastián Lerdo de Tejada en Xalapa. Por supuesto accedí con gusto. Nos acompañó el licenciado Uriel Rosas Martínez, quien durante más de treinta años trabajó cerca de él, ya sea como enlace de prensa o como coordinador de Comunicación Social. La tarde ya dominaba el paisaje, las calles estaban vacías pues, común en domingo, la gente se encontraba descansando las últimas horas de ese fin de semana. Guillermo Zúñiga llevaba un abrigo corto, su paso era firme, su plática amena. Avanzaba erguido, lento, con el garbo de un político que en realidad lo es; sin fingimientos ni poses. Su caminata no pasó desapercibida. Guillermo Zúñiga no era un desconocido, él hizo del servicio público su vocación. Estuvo en la Dirección de Educación Popular antes de que existiera la Secretaría de Educación de Veracruz. Ocupó la titularidad de esa Secretaría hasta en dos ocasiones. Fue también alcalde de Xalapa y presidente del Partido Revolucionario Institucional, el PRI. Fue legislador en el Congreso local y también en el federal; por esos días su hijo, Américo Zúñiga, tenía poco más de un año en la alcaldía de Xalapa. De modo que mientras hacíamos nuestro recorrido con el profesor, algunas personas detenían su quehacer y tomaban un momento para saludarlo. Otros que iban manejando disminuían la velocidad de su auto para ofrecerle un afectuoso saludo. Pero también los jóvenes lo saludaban. En la calle de Chapultepec uno de ellos lo alcanzó para darle la mano y agradecerle. Era un alumno de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, acababa de terminar su carrera universitaria. Tomó su mano y le dijo: «Quiero saludarlo personalmente y decirle que soy un orgulloso egresado de la UPAV», el joven sintió el firme y cálido apretón de manos del rector de la Universidad y continuó su rumbo”. Segundo Momento: “Es por ello que ese 28 de febrero, último día del mes más corto del año, cuando el

Un febrero

con

Guillermo

Zúñiga Diciembre 20, 2015

El día viernes 18 de diciembre de 1942 nació Guillermo Zúñiga Martínez. Sus familiares y amigos celebraron una misa en su honor en la iglesia del Dique. El profesor Zúñiga hubiera cumplido 73 años. Hace unos meses entregué un texto que me pidieron para un libro conmemorativo que se está preparando. Como un homenaje a su memoria ofrezco a los lectores dos momentos del texto que entregué: Primer momento: “El primer día de febrero de 2015, un domingo atípico en ese invierno de Xalapa; soleado desde la mañana, pero lleno de nubes por la tarde, después de la conferencia sobre poesía Catalana que dictara el poeta Orlando Guillén en Xalapa, se organizó una comida amena en la que compartí mesa con el profesor Guillermo Zúñiga Martínez. Después de la comida y la acostumbrada charla, ya camino a mi auto, el maestro Zúñiga me pidió que lo acompañara a caminar un poco por las calles de Cultura de VeracruZ

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profesor Zúñiga me invitó a regresar con él a Xalapa (después de una comida con José Woldenberg en Boca del Río) no lo pensé mucho y me subí con él a su camioneta. El viaje de regreso a Xalapa resultó de lo más aleccionador. No quisiera ser arrogante y decir que tenía toda la confianza del maestro Zúñiga. Yo era una persona que tenía muy pocos años de conocerlo. Siempre fue muy afectuoso y deferente conmigo; siempre me ofreció el apoyo para sacar adelante el proyecto editorial de la UPAV; sobre todo siempre fue muy respetuoso de mi trabajo como periodista. Ni una sola vez me recriminó por algo que hubiera escrito sobre algún amigo suyo, nunca me dio línea, ni siquiera me sugirió sobre lo que debía escribir. A veces, cuando me quedaba a solas con él, en su escritorio oval, con las puertas abiertas de su oficina, después de haber atendido a todos los que habían acudido a verlo, sólo pedía sus medicinas. «Quédese», me decía. Yo tenía que preguntarle cómo se sentía y él me hablaba de todas las medicinas que estaba tomando y de los efectos secundarios que en el cuerpo le causaban. A veces los medicamentos afectaban su voz, a veces se le veía cansado, en ocasiones, cuando regresaba de México, de los chequeos de rutina, su estado de salud mermaba mucho. Pero había días en que me daba mucho gusto verlo, con ese humor que era un síntoma de que los efectos secundarios se borraban de su cuerpo y entonces emergía el Guillermo Zúñiga de siempre, lleno de vitalidad, de energía, de firmeza. Mientras atendía a las personas en su oficina de puertas abiertas, nos daba lecciones de historia, de literatura, de política; nos recitaba poemas completos y nos contaba sus anécdotas del barrio bravo donde creció. Ese barrio en el que fue campeón de rayuela, en el que no había muro suficientemente grande, o terreno suficientemente agreste que le impidiera encontrarse con los árboles frutales que él y sus amigos disfrutaban: Noviembre/Diciembre de 2015

«Fíjese usted que en mis recuerdos mozos, imagino todavía que hacia el lado derecho estaba una loma donde había un naranjal y una casa de dos pisos; la verdad es que a la chiquillada se le impedía penetrar a esos terrenos para que no robaran los frutos, pero a los niños nos gustaba jugar ahí porque los caminos eran de tierra y para llegar a aquella pasarela, había que enlodarse a fin de empezar a caminar sobre ella para salir a lo que hoy es la avenida Ruiz Cortines». Fui editor de parte de la obra de Guillermo Zúñiga. Fui lector de la columna que semana a semana, sin falta, escribía. En los últimos días de su vida la tendencia de su escritura era hacia la anécdota. Surgió en él una urgente necesidad por recordar cosas de su pasado, personas que habían sido injustamente arrojadas al olvido, pero que él, con un gran mérito literario, rescataba de esas sombras: «Cuando mis recuerdos me llevan hacia el interés de mi hermosa hermana Dora María, aprecio que desde que era un chiquillo deseaba que me preparara, pero preferí ir a realizar tareas de carácter manual y luego ejercer trabajo en la tienda de don Víctor Landa López, oriundo de Tepetlán, establecida en la calle de Revolución número 56 donde crecí como joven, pero dedicado a ejercer la fuerza física todos los días». Sus últimos artículos estuvieron dedicados a la memoria de sus amigos: María Dolores Flores Morales, Delfino Trujillo, Fidela García Rivera y Julián Yunes Suárez. De estos últimos cuatro personajes, dos llamaron mucho mi atención, sobre todo porque murieron en circunstancias similares: María Dolores Flores Morales y Delfino Trujillo murieron en accidentes de auto. El profesor Zúñiga recordaba detalles precisos de esos accidentes, los recordaba como una injusticia, pues circunstancias ajenas a ellos les habían arrebatado la vida.

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«Recuerdo al maestro Delfino Trujillo González porque se vio dedicado a servir a los jóvenes y adultos, porque él mismo era un especialista en apropiarse del conocimiento. Me parece que esas fueron sus características principales; hablando con sinceridad sus alumnos nunca pensaron que muriera por un accidente del que nadie se responsabilizó». Decía Guillermo Zúñiga que la existencia hay que entenderla para saber sus motivos. Los últimos esfuerzos literarios del profesor los ocupó para recordar a esas personas que por sus méritos se habían ganado el privilegio de mantenerlos vivos en nuestra memoria. Hoy vuelvo a recordar esa caminata por las calles de Coyoacán, Enrique Z. Mercado y Chapultepec. Era domingo e iniciaba febrero. En la lejanía se podía ver el puente Chedraui Caram, ya el sol se ocultaba. A esa misma hora, el 28 de Cultura de VeracruZ

febrero regresaba de Boca del Río con Guillermo Zúñiga. Sabía que el maestro estaba enfermo. Pero había algo en él que nos impedía pensar en la muerte. Me pasaba lo mismo con mi amigo Roberto Williams. Hay hombres que son como árboles gigantes que dan sombra, que dan frutos; como árboles gigantes a los que acudimos para buscar refugio y alimento. Nos es difícil imaginar que algún día esos árboles enormes dejen de dar sombra, dejen de dar frutos. El profesor Guillermo Zúñiga murió el 23 de abril de 2015, el mismo día que lo hizo Cervantes. Pero la sombra refrescante de Guillermo Zúñiga todavía nos cubre; sus frutos todavía nos nutren.

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Con motivo del centenario de Rafael Solana (Veracruz, 1915-Ciudad de México, 1992), recientemente ha salido una nueva edición (La trompeta y otros cuentos, Universidad Veracruzana, México, 2015) de algunos de los cuentos más deleitables del autor veracruzano, aunque cosmopolita en su recorrido por el mundo y universal en sus múltiples creaciones, aún por redescubrir. Edición que quiere parecerse a la publicada originalmente por la editorial Géminis en 1943, La música por dentro, pero de igual forma distinta y particular. Así, el presente volumen se compone de ocho cuentos, de los cuales cinco, a saber, “La trompeta”, “El concerto”, “La décima”, “El director” y El “oficleido” son los relativos al noble arte de Orfeo, y que son los que abordaremos. Y como la selección –así como el prólogo– a cargo de Claudio R. Delgado, estudioso de la obra de Solana, obedece a “una primera aproximación a este autor por parte de las actuales generaciones”, nos atrevemos por lo tanto a decir que el antólogo halló, quizá sin proponérselo, una suerte de leitmotiv en los registros textuales de los ingeniosos y espléndidamente narrados cuentos de Solana. De este modo, la suplantación, la usurpación o falsificación operan como temas recurrentes en La trompeta y otros cuentos. En “La trompeta”, asistimos a un día de solaz en casa del distinguido director de orquesta Charles Claves (léase Carlos Chaves). Entre su colección de instrumentos primitivos, dará de pronto con una trompeta de bronce, comprada en Palestina. La tocará “encendidamente” y aparecerá en el jardín Beethoven. El genio de Bonn confundirá el estruendo que produce la vetusta trompeta con el llamado al Juicio Final, cuando en realidad Charles Claves, en un arrebato o delirio lírico, invocaba al hosco compositor. Este cuento, sin embargo, no es precisamente el mejor de la serie.

Edgar Aguilar La música de Solana

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“El concerto” es un hermoso cuento que nos recuerda los cuentos circulares de O’Henry. A raíz del “enamoramiento” de las ediciones de los Preludios de Chopin y el Concerto para piano y orquesta número 4 de Beethoven, exhibidas por separado (una frente a la otra) en dos escaparates en La rue du Port Royal, en el Barrio Latino de París, un profesor italiano, Andrea Sanguigno, y una joven estudiantes colombiana, Celeste Goríbar, se enamoran perdidamente luego de adquirir cada uno su respectiva edición. Sanguigno, para obtener la codiciada “láurea”, imprimirá “tan grande y tan bella ternura, tan exquisita dulzura y tan honda humanidad a Beethoven” al ejecutar el Concerto, que los Preludios, evocándole inevitablemente a su amada, parecerán estar suplantando el “tono beethoveniano” que le corresponde al Concerto. De nuevo Beethoven hace acto de presencia. En “La décima”, el más grande ingeniero de Nueva York, después de haber construido “el puente más grande del mundo para unir la isla de Manhattan con la tierra firme” (la cita y la reiteración a lo “más grande” no son ociosas), lanza al “ídolo musical del momento”, durante una lujosa cena entre un selecto grupo de amigos, el reto de escribir él mismo una sinfonía a base de estudio y trabajo, dejando a un lado la inspiración. Es interesante cómo Solana, por medio del ingeniero MacGurrin, resuelve este colosal dilema a través de la creación de una obra “falsificada”. “El director” es un cuento estupendo. Aquí es donde se percibe con toda claridad la suplantación y/o falsificación. Un viejo director de orquesta, acongojado por el escaso público en sus conciertos, decide “contratar” a un joven húngaro de la puszta, y así llevar gente a la sala de teatro. El joven se convertirá de la noche a la mañana, de vulgar titiritero, en el brillante director de orquesta Leobardo Spadawski, “el genio lituano, uno de los más sólidos de Europa”. Solana se divierte sabrosamente con este cuento repleto de humor y sarcasmo hacia un público Cultura de VeracruZ

melómano ávido de sorpresas. No obstante, la sorpresa mayor se la reservará al ilustre profesor Jenó Szabó. Aunque “El oficleido” busca retratar cómica y un tanto amargamente la vida de un músico provinciano, Sayas, dotado de un talento excepcional para tocar casi cualquier instrumento, pero que intenta sin fortuna ingresar a la Orquesta Nacional en la época de Su Alteza Serenísima, es un cuento que no logra del todo su objetivo, como el propio protagonista. Y otra vez la usurpación: para conseguir tocar, Sayas querrá “suplir” a como dé lugar a cualquier músico de la orquesta que no se encuentre en condiciones de hacerlo. El final, cabe suponer, es bastante predecible. Como dato adicional: La música por dentro, de donde se tomaron, como se ha referido, algunos de los cuentos aquí esbozados para esta edición, fue premiada en 1943 como “la mejor creación aparecida en México ese año”. Entre el jurado figuraron: Alfonso Reyes, Julio Jiménez Rueda y Alí Chumacero. 

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Rafael Solana

Conmemora el mundo entero en este año el sesquisemimilenario (eso quiere decir: la mitad de un milenio, más la mitad de esa mitad; más claro: setecientos años) del nacimiento del más alto Poeta de la Cristiandad: Dante Alighieri, que vio la luz primera en Florencia, en mayo (el mayo florentino es desde entonces famoso) de 1265, año del Señor. Con objeto de estar preparado para dar, mediante estipendio, alguna conferencia sobre este autor ilustrísimo, que a todo hay que hacerle en tiempos de necesidad, me he pasado estas noches velando sobre algunas biografías de Dante, y sobre los sonetos de su “Vita Nuova” y los medievales conceptos filosóficos de su

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CON DANTE EN EL LIMBO! *

Siempre!, No. 606, febrero 3, 1965, p. 18

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“convivio”, y sobre la ideal concepción política de su “De Monarchia”, y sobre la curiosa charla que en Verona dio el vate, en 1320, para explicar cómo no es posible que el nivel del agua de los mares se eleve por encima del nivel de las tierras vecinas; pero, más detenida y deliciosamente, sobre los tercetos inmortales de su “Commedia”, la obra cumbre de toda una edad, y sin duda uno de los poemas más admirables, más profundos y más bellos que una mente humana haya concebido jamás. Quizás alguna de esas noches me venció el sueño, y quedé dormido sobre los versos divinos; no encuentro otra explicación para lo que me sucedió, y que paso a relatar en seguida: Era en el peso de la madrugada; todo estaba en silencio y a oscuras, a lo lejos; sólo brillaba la lámpara de mi mesa, cuya luz fue disminuyendo y opacándose; oí un rumor, que sólo puedo describir como el de un avión musical que se acercase, parecido al efecto sonoro que se usa en ciertas películas para advertir de la proximidad de un fantasma; sentí a mi espalda la presencia de alguien, y que una mano sin peso se posaba en mi hombro; volví el rostro, y reconocí, con su traje colorado y su nariz y su gorro picudos, como lo retrató el Giotto, a Dante, que me habló de esta manera: -Porque veo que me conoces, y que me amas, te he elegido a ti, miserable mortal, para hacerte un gravísimo encargo… -¿Cómo, señor? ¿No estás en el Paraíso, al lado de Beatriz, en eterno reposo? -Ya ves que no. Peno, porque olvidé algo, y tú vas a ayudarme a reparar mi olvido. No podemos las almas, por gloriosas que seamos, entrar en el Paraíso, mientras no reparemos todos nuestros olvidos. -Manda y obedeceré como un fiel esclavo, Poeta altísimo. Me acompañarás a … ¿Al infierno? –confieso que no dejé de asustarme un poco. Cultura de VeracruZ

-Sí... y no. Al componer ese libro por el que tanto me alaban, olvidé una parte importante, un cuarto tomo; hablé del Infierno, del Purgatorio, del Paraíso; pero no del Limbo. Cómo no, señor, aquí está, mira…. -¡No! Ese que dices el seno de Abraham, donde está los varones justos que no verán a Dios porque nacieron antes del tiempo; el Limbo es donde están los que sí lo verán, y si lo conocen y lo adoran, pero todavía no consiguen ficha …¿Fecha? -No, ficha. Esto es una burocracia, como el ISSSTE, y a veces hay que esperar. Tú escribirás sobre lo que allí veas, y así descansará mi alma. Pero para llegar allá tenemos que atravesar el Infierno, pues el Limbo es una especie de mezzanine, entre ese lugar y el Purgatorio. ¿No te da miedo? -Si tú me llevas de la mano, Altísimo, no me da -me hice el valiente. -Pero tienes que jurarme que sobre lo que allí veas, nada preguntarás ni nada dirás. Eso ya lo escribí yo y no quiero adiciones. Y sin esperar respuesta, me levantó en vilo; atravesamos la ventana como si no tuviese vidrio, volamos sobre la somnolienta ciudad, sobre los dormidos campos, sobre los friolentos astros, y llegamos al fin al sitio del horror a cuya entrada hay que perder toda esperanza. Comenzamos a atravesar apretadas multitudes, que a veces tenían el aspecto de un cuadro de Miguel Ángel, y otras, por los rostros que era posible reconocer, el de una recepción de 15 de septiembre en el Palacio Nacional. Olvidando mi juramento no pude menos que preguntar: ¿Quién es aquel, poeta altísimo, que se sofoca y se ahoga bajo un monte de polvosos y fétidos huaraches, que se asfixia? -Son los huaraches de campesinos que dieron mil inútiles vueltas y sufrieron vejaciones y dilaciones para arreglar algún asunto agrario; pero recuerda que a nadie te mencionare.

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-¿Y aquel que se ahoga en un charco de leche pasteurizada, y ya nada más saca una mano, como si hiciera una señal de tránsito? Nada…. No, no nada, se hunde, naufraga…. Nada te diré. Adelante. -¿Y aquel enorme frigorífico… ? -¡Calla, insensato! Allí no hay nadie, ¿no ves que está vacío? Tres enormes peroles vimos, como para hacer carnitas; uno, en plena ebullición, y muy populoso, decía: “Ferrocarrileros”; otros, para el que apenas estaban encendiendo lumbre, decía “Médicos”, y otro más lejos, que preparaban para más tarde, decía “Maestros”. Nada dije; pero, un momento más tarde, exclamé: Nos acercamos al fin, Maestro; allá, tras aquella como frontera, veo a un hombre muerto de risa, sobre unas barriles de gasolina, y con una orden de extradición en la mano; y a otro que, tal una Walkiria, salta y salta sobre un caballo tuerto, seguido por una jauría de alegres pekineses que mueven la cola, como en una alegre cacería; eso ya no parece del Infierno, sino casi el Paraíso. Sin embargo, técnicamente, se trata de condenados… -¡Ah, ya estamos en el Cielo! Veo allí, en todo el resplandor de su gloria, a los Justos, sentados a la diestra de Dios Padre. Calla, tonto, eso que ves es la fotografía oficial de nuevo gabinete; la envían aquí para su clasificación; pero ese estudio tardará seis años. Llegamos, al final, al término de nuestro viaje; una enorme inmensa, infinita sala de espera, o sala de espera infinita, sumida en uno como vapor azulenco, que era en realidad el humazo de los mil cigarros que nerviosamente chupaban los congregados; comencé a ver allí con tremendo asombro, algunos rostros muy conocidos. -¡Cómo, Maestro! ¿Hacen antesala quienes en vida no la tuvieron, sino atendieron diligentes y eficaces todos sus asuntos? Noviembre/Diciembre de 2015

Ahora esperan, en este éxtasis; están en conserva. Esto es lo que me faltó imaginar, y quiero que tú lo describas. ¡Pero cómo es posible! Aquel que miro allí… ¡no es posible! Sí, ese, y aquel otro, y el de más allá… ¿Deberían estar en la Gloria, no es así? Pues no, aquí están, refrigerándose, aguardando, hasta que sean llamados para pasar aquella puerta, que es la puerta de la Historia. -Pero, entretanto, ¿no les van a dar ni en qué entretenerse? -No. Sólo esperan. Esperan a Godot. Tú has leído a Balzac, naturalmente. Sí, a Balzac y a Beckett. Pero no me cabe en la cabeza… Vamos, toma tu lápiz, y apunta; quiero que escribas esto al regresar a la Tierra. En este momento, un timbre telefónico sonó. Me acogotó una duda angustiosa. ¿Despertaré? ¿No despertaré? ¿Seguiré aquí, con Dante, y con tanta gente ilustre, o contestare? ¡Contestaré! ¡Podría ser aquella llamada! Aunque… tan tarde… En fin… desperté… ¡Número equivocado!

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amabilidad esta relación periodística literaria. Mi columna habla de muchos temas, principalmente literarios, pero también musicales, cinematográficos, filosóficos y de cualquier tópico cultural y artístico. En medio de ellas, hay una sección que publico a veces que se llama Diario Divagatorio, se trata de un recuento imaginario de un personaje literario en medio del caos contemporáneo, y que, por medio de prosa poética, deja constancia de su paso por el mundo. Entre varios autores que he abordado están mis favoritos, por mi filiación austrofílica: Hermann Broch, Robert Musil, Karl Kraus, Joseph Roth, Weininger, Wittgenstein, entre otros. Y Hemingway, Salinger, Cioran, Nietzsche, Flaubert, Balzac, Stendhal, Sartre, Mandiargues, Pessoa, Perse, Trakl, Celan, Mc Cullers, José Carlos Becerra, Francisco Tario, el rock progresivo, el new wave, y muchos muchísimos más. He tenido contacto con mis lectores, que han discutido conmigo, han dialogado, me han felicitado, y muchos ya son asiduos. Tengo anécdotas: una vez hace unos años, fui a comprar verduras a un local en el mercado de La Rotonda, y el señor que atiende se me quedó viendo y me dijo "¿usted es escritor, verdad?", "yo leo su columna en el periódico y ahí sale su foto". No es el único. Por mi columna llegan a mi escuela de escritores de la SOGEM Veracruz varios; muchos comentan que aprenden, que conocen autores, que es una forma de estar al día. No siempre están de acuerdo con lo que escribo. Ni modo. Por ejemplo, un ex alumno que es cura, muy abierto y gran lector, siempre que lo veo me comenta mi columna, y a veces le irrita, me lo dice de frente. Reímos mucho.

Irving Ramírez Once años de Neblina Morada en Diario de Xalapa Me ausenté por más de diez años de mi ciudad natal, Xalapa. Cuando volví, en el 2004, la hallé distinta. Era yo un perfecto desconocido; de haber sido protagonista en el mundo de las letras y en la política independiente como activista social, entre otras cosas, regresé como un forastero. Volví para reconstruirme y reconstruir mi paso por mi estado: viví en el DF y en Torreón, Coahuila. Seguí escribiendo, y mi vida adquirió rumbos extraños: un poeta como funcionario federal del SAT, antes también así en la Semarnat, pero con muchas lecturas, presentaciones, publicación de libros en mi haber, en el DF; además de amistades literarias ya fuertes desde entonces. Llegué a mi ciudad con el ansia de revancha. Tuve que empezar desde cero. Gracias a Celia Álvarez, que entonces estaba en la sección de Cultura, inicié este periplo con mi columna Neblina Morada. Recuerdo que mi primer texto fue una reseña por encargo de un libro que no me gusta: Memoria de mis putas tristes de García Márquez, pero lo hice profesionalmente. A partir de ahí, pocas veces he dejado de publicar. He sido constante. Y mi columna es la más antigua en términos culturales en el estado de Veracruz. Luego pasaron otras coordinadoras, hasta llegar a Celia Gayosso, quien ha continuado con Cultura de VeracruZ

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Como llevo tantos años, a veces se me seca el coco, y no tengo tema y temo repetirme, así que pido ayuda de mis compas del face que me sugieran. Hay algunas que son mis preferidas: una sobre los cafés, otra sobre las casualidades, otra sobre el Déja Vú, alguna sobre el amor loco de los surrealistas, otra sobre la máscara que me valió la primera plana de cultura (no es frecuente esto), con una amplia investigación detrás. Y ufff, en fin, ¡hartas¡ Mi columna debe su nombre a la mítica canción de Jimmy Hendrix, Neblina Morada, y también se refiere a la niebla sempiterna de Xalapa, y a que es una morada entrañable y hospitalaria. Saludo, pues a mis lectores fieles, y agradezco estos años, así como a Diario de Xalapa, mi casa. Y seguiré como el conejo de Energizeer, con mi tambor, escribiendo... 3 de febrero de 2015

Las cartas que he recibido son en verdad edificantes. Mi columna es crítica, y trata de dar una óptica distinta a la usual; escribo sobre mis preferencias, no sigo modas. Y me he sostenido con tesón y disciplina. La paciencia de mis editores es encomiable, les cambio las versiones varias veces, corrijo casi al final, y otras cosas... Once años se dice fácil, no hay otra así en mi estado y pocas a nivel nacional que traten de sostener la misma calidad. Nunca me censuro. He logrado reunir algunas columnas en un libro, pero sé que salen varios más. Todas las conservo publicadas y en archivo. El que ya existe es uno sobre Viena, donde hay ensayos breves, y no tanto, de esos autores mencionados arriba. Y ya espera editor. Me han pedido que las publique, creo que lo haré. En las primeras, sobre todo, hablo mucho de mí, y me han servido incluso para formar parte de mis novelas; en las últimas, tengo ya poco tiempo para investigar y sale todo de mi tatema. Para esto tengo una gran memoria. Disfruto escribirla, a pesar que me roba gran parte de los domingos. Noviembre/Diciembre de 2015

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Entrevista

de

Cristina

veinticinco años. Además de ser escritor, reseñas libros en numerosos medios y te encargas de tu propio blog. ¿Cómo consigues sacar tanto trabajo adelante? La cuestión del tiempo se concreta en una buena organización, y sobre todo en medirlo en tanto las posibilidades que ofrece; es decir, no perderlo y aprovechar, en la medida de lo posible del que dispongamos; luego está el sacrificio que uno hace, tanto familiar como personal y tener muy claro que uno se sienta y debe trabajar y nunca aparentar. Suelo concentrarme fácilmente, siempre llevo varias cosas en danza y poco a poco van saliendo: colaboraciones, críticas, novelas, entrevistas… y luego, la lectura que sigue apasionándome. Uno

Monteoliva ¿Cuándo comenzaste a escribir? Debo remontarme a mi etapa universitaria, allá por 3º o 4º de carrera, algo muy incipiente, alguna colaboración en revistas, la primera la recuerdo muy bien, una mexicana, Cosmos, y luego poco después, el periodismo, tanto de crónica o reportaje como el cultural, primero en Ideal, en las delegaciones tanto de Granada y de Almería, y luego en el Diario Córdoba, fundamentalmente en el suplemento “Cuadernos del Sur”, donde colaboro hace casi

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descubre autores y obras a media que aumentan las lecturas propias. Has publicado tanto ensayo como literatura juvenil. ¿Seguirás en el futuro moviéndote entre estos dos géneros o te interesarás por algún otro? Una cosa lleva a la otra, he sido y sigo siendo crítico literario por devoción y casi profesión, colaboro en varios medios en papel y en digital, y los ensayos se plantean cuando uno ha escrito algo que debe quedar en forma de libro, para que no se pierda en las páginas de un periódico o revistas que se olvidan en bibliotecas; lo de la literatura juvenil fue en realidad un reto propio, cuestionarme a mí mismo si era capaz empezar y terminar una novela con esas características. No olvides que siempre he estado rodeado, por profesión, de niños y jóvenes por mi condición docente. ¿Por qué escribir literatura juvenil? Quizá para intentar llegar o transmitir ciertos valores esenciales a unos jóvenes lectores y someterme a un sumarísimo juicio, el suyo, y porque la literatura juvenil da pie a muchas interpretaciones, y exige lectores muy atentos que saben muy bien lo que quieren. El planteamiento de un relato juvenil es igual o muy parecido al de un adulto, aunque exige una selección distinta de los temas a elegir. Hasta ahora lo he hecho en tres ocasiones, y tampoco me ha ido mal del todo. Primero fue Después de Praga nada fue igual (2004), Conexión Helsinki (2009) y Las ratas del Titanic (2014). Lo importante es que me divierto mucho, y si luego consigo al menos alguno de los propósitos, como hacer reflexionar a esos jóvenes lectores, o divertirlos a ellos, este tipo de relato ha conseguido su fin. Y, como lector, ¿qué lecturas prefieres? Esta pregunta daría pie a una respuesta muy extensa; he sido profesor de Lengua y Literatura durante muchos años, y la (de) formación profesional me ha llevado a leer toda nuestra literatura española, desde los clásicos a Noviembre/Diciembre de 2015

los más actuales, géneros, tendencias, movimientos estéticos, y luego pensando que soy un lector “apasionado” a lo largo de mi vida he ido haciendo calas, literatura alemana, francesa, italiana, inglesa, norteamericana, rusa…, y un largo etcétera; tengo una gran biblioteca (modestia aparte) que da fe de mis gustos, y luego hay que pensar que llevo más de media vida leyendo, y aún sigo con el mismo entusiasmo, y la misma curiosidad. He leído toda la narrativa española y extranjera d mi generación, hablo de finales de los 70, los 80 y 90, esencialmente narrativa y preferentemente cuento, aunque eso sí, no faltan otros géneros, lírica, ensayo o teatro. Volviendo al tema de tu escritura, cuéntanos cómo se te ocurrió escribir Las ratas del Titanic. Es una historia curiosa porque sobre el Titanic abunda la bibliografía, así que se me ocurrió que otra forma sería contar lo que ocurrió en esa breve travesía pero protagonizada por ratas, es decir, una historia con las mismas grandezas o las miserias humanas, pero contada por estos simpáticos roedores. En este libro, Las ratas del Titanic, se nota no solo que estás muy puesto en el tema del famoso barco, sino que, además, es algo que te apasiona. ¿Estoy en lo cierto? En parte, el interés es algo que me viene de forma indirecta. Lo cuento: tengo dos hijas, una de ellas, siendo muy niña se apasionó por el Titanic y su mundo y entonces le regalé todo tipo de libros sobre el famoso barco, ilustrados, con fotos, maquetas, y así poco a poco ella se convirtió en la auténtica experta. Yo lo he tenido muy fácil, mirar, aprender e hilvanar una historia con todos esos materiales; toda su historia, datos técnicos, tripulación, personajes curiosos. ¿Qué esperas que encuentren los lectores de Las ratas del Titanic en este libro? Como se trata de lectores muy jovencitos, casi niños, algo divertido, que les llame la atención, ciertos valores como la amistad, el 19

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inmediata, necesita de una actualidad y lo mismo ocurre con las entrevistas, y últimamente he tenido suerte, he hecho algunas interesantes y leído libros que me reconcilian con la buena literatura, tato española como extranjera. ¿Hay algo que te gustaría contar antes de dar por finalizada esta entrevista? En primer lugar mi agradecimiento, y subrayar el buen papel de los blog en estos últimos tiempos tan digitalizados, quizá por su rapidez y difusión. Me declaro un enfermo de la literatura y, por consiguiente, cualquier medio me sirve para dar fe de esta pasión y de cuanto he aprendido a lo largo de tantos años. Muchas gracias a ti, Pedro, por tu tiempo, tus respuestas y tus fotos personales. Esperemos que tu enfermedad literaria no se cure nunca y pronto nos ofrezcas nuevas obras literarias de tu puño y letras. 

amor, el esfuerzo, la bondad y humanidad aunque se trata de ratitas, y al margen de toda esa fantasía, descubrir como el hombre era capaz hace más de cien años de construir un barco semejante, aunque luego la mala suerte y el destino lo llevaron al fondo del mar. ¿Escribirías una segunda parte contando las aventuras de las ratas en el nuevo mundo? Pues, es una pregunta que yo mismo me he hecho alguna vez. Y he sentido la tentación, lo que ocurre es que las historias de alguna manera te llevan para un lado y otro y en este tiempo, desde que escribí Las ratas… que no coincide con su publicación, sino mucho antes, he estado haciendo otras cosas, y quizá no ha llegado el momento, y no sé bien si llegará, pero alguna idea sí me ronda por la cabeza, pero de los proyectos no se habla hasta que realmente están escritos, entre otras cosas porque da mala suerte, ¿verdad? ¿Qué nuevos proyectos literarios tienes en marcha? Ahora, la verdad dispongo de más tiempo, y aunque en estos últimos meses he ido leyendo y escribiendo más, siempre me ronda la trama para alguna nueva novela y otros proyectos. Algunas revistas como Turia (Teruel) o Narrativas (Zaragoza) me encargan ensayos de más envergadura y eso me ocupa algún tiempo más; la crítica de periódico o suplemento es más Cultura de VeracruZ

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Francamente, Frank (Let Me Be Frank With You)*

Carlos Roberto Morán

Quería mostrar que más allá del impacto de una calamidad hay que prestar más atención a lo que ésta deja en las personas, en el cambio súbito a que se ve sometida su cotidianidad”, comentó recientemente el escritor norteamericano Richard Ford al periodista Winston Manrique Sabogal, de “El País” de España, refiriéndose a los cuatro episodios que integran su más recientemente libro, Francamente, Frank, en el que regresa con su personaje más conocido, el ex periodista deportivo Frank Bascombe.

Dos novelas de

Richard Ford

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Anagrama, Barcelona-Buenos Aires, 2015, 227 páginas, Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Noviembre/Diciembre de 2015

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Bascombe ha sido protagonista de tres novelas capitales de Ford: El periodista deportivo (1986), El Día de la Independencia (1995) y Acción de Gracias (2006). Nunca quiso escribir una saga, pero Bascombe, su voz, sus puntos de vista, sus costumbres, su historia personal, regresó a él cuando comenzaba a vislumbrar El Día de la Independencia y se le terminó imponiendo como protagonista. Lo mismo le ocurrió once años más tarde. Ahora, al comentar las consecuencias – más emocionales que materiales- que ha dejado en diversas personas el huracán Sandy (que se abatió sobre las costas de Nueva Jersey en 2012), Bascombe, ya jubilado, vuelve a ser protagonista insoslayable de las historias. El título original juega con el nombre del personaje, Frank, franco, y de ahí que pueda ser traducido algo así como “Déjame ser franco contigo”. De ahí lo de Francamente, Frank, elegido para su versión en nuestro idioma. Y quienes son francos, más de lo que hubiera querido el protagonista, resultan ser los interlocutores de Bascombe, a quien encuentran ya jubilado, viviendo con su segunda esposa, Sally, de regreso en Hammond, población que había abandonado luego de su primer divorcio y de la muerte de su hijo mayor, Ralph, cuando éste era aún un niño. Ford, lo ha dicho varias veces y lo ha vuelto a reiterar en los recientes días en que visitó Barcelona, no desea que se lo vea a Bascombe como su alter ego porque, afirma, tienen pensamientos distintos, han tenido vidas muy diferentes y no siempre lo que piensa y dice su personaje (lo políticamente incorrecto es su marca) coincide con el ideario de Ford. Aunque sí tiene otras coincidencias: es demócrata, suele apoyar, aunque de manera indirecta, sesgada, a los presidentes demócratas y confronta en cambio con los republicanos. Y tiene una visión cada vez más desencantada de su país y de su gente: “Quiero mucho a mi país, pero cada vez es más difícil quererlo”. Lo ha dicho Ford, pero bien podría haberlo expresado Frank. Cultura de VeracruZ

En cada una de las “apariciones” de Bascombe, mientras contaba in extenso sus peripecias personales y las de su entorno, Ford reflexionaba, como al pasar, sobre la realidad histórica de los Estados Unidos de cada década. Década de 1980 en El periodista deportivo, década de 1990 en El Día de la Independencia, década de comienzos de siglo en Acción de Gracias. Ocurre puntualmente en Francamente, Frank respecto de estos años últimos que nos tocan vivir. En esos libros Clinton y Obama, pese a sus críticas, “se salvan” en tanto que los Bush son las “bestias negras” de su ideario personal. Del ideario personal de Bascombe, cada vez más escéptico ante las crisis reiteradas que vive su país y fatigado de ver cómo los ricos se hacen cada vez más ricos e intolerantes y los pobres cada vez más marginados y excluidos. Sandy dejó una fuerte herida en la vida en general muy llevadera de los habitantes de Nueva Jersey, donde el propio Ford vive con su esposa Kristina (con la que se casó en 1968). Arrasó con pueblos enteros, causó pérdidas multimillonarias y dejó cientos de muertos y heridos. Esas “heridas” sin cicatrizar son las que intenta captar y plasmar en los cuentos o relatos largos que integran Francamente, Frank, situados poco después de producido el fenómeno climático que, por otra parte, no afectó a Hammond, el lugar donde vive, pero sí a Sea-Clift, población en la que residió hasta jubilarse como agente inmobiliario. Todos quieren hablar “francamente” con Bascombe en las cuatro historias que constituyen el libro, pero a esta altura de su vida, cuando se ha colocado definitivamente al margen de todo y cuando poco espera porque ha ingresado a la vejez y ha dejado de lado cualquier tipo de lucha o de acción, es el protagonista quien no siente el interés de la reciprocidad. Más bien no quiere escuchar eso que está ahí, omnipresente: el mismo “latido” de la vida. 22

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Sin embargo, pese a sus remilgos, debe escuchar, ver, volver a sentir, conmoverse. Y terminar muy descolocado. En Aquí estoy yo se siente en la obligación de retornar a la devastada Sea-Clift, donde se alzaba la casa que vendió antes de volver a Hammond para encontrarse, precisamente, con quien compró esa misma vivienda arrebatada por Sandy. Hace el viaje a regañadientes y hasta con temor, porque no sabe cuál será la reacción de Andy Urquhart, el comprador, que lo convoca. La historia no derivará sin embargo en enfrentamientos, sino en cuestiones más sutiles, que tienen que ver con las emociones, las mismas que Bascombe habitualmente trata de esconder. Pero, pese a todas sus reticencias, Frank volverá ser reclamado en ese campo para él minado, en las tres historias que le siguen. Así, en “Todo podría ser peor” conoce a Charlotte Pines, una mujer negra, profesora de historia, alcanzada también por Sandy –que le obligó a dejar su lugar de residencia para buscar en Hammond un lugar provisorio para vivir. Ella pide visitar y recorrer su casa de Hammond porque vivió allí con su familia cuando era joven, y los motivos por las cuales debió abandonar esa casa refieren a un hecho personal, conmovedor y terrible. En “La nueva normalidad”, Frank se traslada a pocos kilómetros bajo la lluvia y el frío pues tiene que llevar una almohada ortopédica a quien fuera su primera mujer, Ann, refugiada en un geriátrico de primer nivel pues comienza a estar afectada por los primeros síntomas de Parkinson. Las tensiones que siempre han surgido cada vez que se encuentran Bascombe y su ex esposa (con el fantasma del hijo muerto rondando en forma permanente), se reiteran en este relato que se corresponde con la hostilidad del clima reinante. Por fin, en “Muertes de otros”, visita a Eddy Medley, más que amigo, un conocido que está muy enfermo y que pide reunirse con él para conversar. De nuevo, a regañadientes, Noviembre/Diciembre de 2015

acepta visitarlo con el saldo de tener de Eddy una confesión tardía, que lo afecta, pero que no puede remediarse. Cada uno de los personajes ha sido “franco” con Frank y éste soporta las embestidas aunque, claro, al precio de haberse encontrado con reflejos especulares que lo devuelven a su actual realidad. “Especie de elegía del luminoso mundo de Frank Bascombe que en la actualidad se desploma”, define Matías Néspolo, de “El Mundo” de Madrid. Noticias sobre la vida, podría decir Ford, lo agridulce del vivir. Notables relatos. “Sea-Clift, cuando voy hacia el sur por Central Avenue, ofrece al mundo el triste aspecto de haber recibido un puñetazo casi mortal en la nariz. Los postes de electricidad siguen en pie en su mayoría, pero les faltan los cables. La arena se ha arremolinado sobre todo lo que se encuentra a baja altura. Las casas –incluso las que surgen sanas y salvas de vez en cuando- parecen atónitas, reducidas al silencio. Tejados, ventanas, escalones de entrada, muros exteriores, garajes, embarcaciones envueltas en polipropileno azul: es como si un gigante hubiera salido a grandes zancadas del grisáceo mar y se hubiera liado con todo. En todas esas casas vivía gente”.

Canadá, (Canada)

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“Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no contase esto antes que nada”. Tal el comienzo, movilizador e inquietante, de la última novela del norteamericano Richard Ford, uno de los

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Anagrama, Barcelona, 2013, Traducción de Jesús Zulaika. Cultura de VeracruZ


grandes narradores contemporáneos. Esta novela de iniciación se muestra macerada, pensada hasta los últimos detalles, como son esas líneas inaugurales, infrecuentes por su originalidad y por su capacidad de cautivar al lector desde el primer momento. Canadá es narrada en primera persona por Dell Parsons, un chico de 15 años que vive la experiencia límite de tener que dejar su país y trasladarse de súbito a la nación que da título a la novela, un territorio tan vasto como desconocido para el adolescente que es sacado de la noche a la mañana de un mundo previsible para sumergirlo en (lo que para él resulta) un verdadero caos. Con todo, la vida familiar de Dell no se presenta como un paraíso, porque sus padres son muy conflictuados y no tienen claro cómo vivir, cómo proyectar el futuro. Tampoco le es fácil la convivencia con su hermana gemela Berner, pero pese a todo cada uno de ellos le brindan amor y aunque los padres parecen estar en huida permanente, el adolescente protagonista se siente contenido, comprendido en el hogar. Por eso, el brusco cambio de vida le resultará tan traumático. La novela está dividida en tres partes muy diferenciadas. En la primera, la más extensa, Dell recuerda la vida vivida con sus padres y su hermana en los comienzos de la década de 1960, en Great Falls, Montana, estado lindante con Canadá. La segunda parte refiere a su breve pero fundamental estancia en el territorio canadiense de Saskatchewan y la tercera y última lo muestra ya anciano recordando esos acontecimientos que marcaron su vida. El autor ha aclarado que en este relato hay escasísimos aportes autobiográficos, aunque ha hecho que Dell tenga aproximadamente su misma edad, quizás para que los recuerdos del adolescente sean los correctos, más allá de que la vida de autor y la del personaje protagónico discurrieran por senderos muy diferentes. Cultura de VeracruZ

Ford ha vivido también en Montana, donde se inicia el relato, pero nunca residió en Great Falls, una población relativamente pequeña en los ’60 del siglo pasado, en la que también transcurre otra de sus novelas, Incendios. El narrador ha aclarado que “su” Great Falls poco y nada tiene que ver con el real pero que éste, aunque mitificado, sigue siendo para él “un territorio provocador”. Resultan fascinantes los personajes de los progenitores de Dell, especialmente Bev, el padre, veterano de la Segunda Guerra Mundial quien, alejado de las Fuerzas Armadas, ignora cómo hacer pie en la vida civil y por consiguiente comete una serie de errores que lo llevan a idear el mencionado asalto al banco para salir de la encerrona. Su mujer, Neeva, con la que se lleva muy mal, se suma al proyecto con la intención de que Bev no haga disparates. Por supuesto, ella, absolutamente ajena al mundo del delito, sólo acentúa los problemas. Ford padece una ligera dislexia, por lo que siempre ha tenido dificultades para leer y escribir, sin afectar su inteligencia. Él sostiene que de dicho trastorno ha sacado ventajas: “A consecuencia de mi lentitud en la escritura y la lectura, mis libros son más pacientes y profundos que acelerados y superficiales”, aseguró Ford a Alex Vicente, periodista de “El País” de España. Es lenta, pero profunda, la comprensión de Dell respecto del “nuevo mundo” que lo espera allende la frontera. Al lugar llega conducido por Mildred, una amiga de su madre, que lo traslada para evitar que el chico sea recluido en un reformatorio. Lo pone en manos de su hermano, Arthur Remlinger, personaje complejo, contradictorio, un norteamericano que ha buscado refugio en Canadá por cuestiones criminales que el adolescente tardará mucho en conocer. Cuando las conozca se verá involucrado en episodios violentos que nunca podrá olvidar.

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La vida marginal propia de esa zona fronteriza, casi salvaje, confunde a Dell y más lo confunde el mestizo Charley Quarters, un hombre de difícil trato, sucio y ambiguo, con el que tendrá que convivir y al que siempre temerá. Le cuesta mucho al protagonista comprender y aprehender su entorno, tan distinto a lo que dejó en Montana. Pero más le cuesta asumir su absoluta soledad, puesto que su hermana Berner se había escapado poco antes de que llegara Mildred para buscarlos, y perderá de vista a sus padres. El poder volver a empezar, el “intentarlo” siempre, como propone Ford, los lazos complejos entre padres e hijos, el amor, el desamor, constantes en la obra del norteamericano, se reiteran acá narrados, como expresó Rodrigo Fresán, con “esa prosa áspera, propia de Montana”. La novela cerrará con los recuerdos de Dell ya anciano y que incluye el último y melancólico encuentro de los hermanos. “Mi madre me dijo –reflexiona el Dell ancianoque tendría miles de mañanas para despertar y pensar en todo esto cuando ya no hubiera nadie para decirme cómo sentirme. He tenido ya varios miles”. Por lo tanto, es la hora de hacer balance. La hora de contar su difícil pero fascinante historia.

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Datos para una biografía: Richard Ford (1944, Jackson, Mississippi, Estados Unidos) ha publicado siete novelas: Un trozo de mi corazón (1976), La última oportunidad (1981), Incendios (1990), Canadá (2012) y la trilogía protagonizada por el personaje Frank Bascombe: El periodista deportivo (1986), El Día de la Independencia (1995; premios Pulitzer y PEN/Faulkner) y Acción de Gracias (2006), cuatro libro de relatos: Rock Springs (1987), De mujeres con hombres (1997), Pecados sin cuento (2002) y Francamente, Frank (2014), el libro de memorias Mi madre (1998) y Flores en las grietas, selección de ensayos (2012). Está casado desde 1968 con Kristina Hensey. Es autor del guión de El despertar de un ángel (Bright Angel) película de 1990 dirigida por Michael Fields. Ha sido responsable de varias antologías, especialmente las editadas por la revista Granta. Colabora con diversos periódicos de su país. Es profesor de Escritura en la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia y fue galardonado varias veces con los principales premios literarios de Estados Unidos. Su reciente novela Francamente, Frank, apareció el año pasado.

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Decimos intuición, porque nada más le brotó al arqueólogo esa inspiración “por su forma de U o en collera”, pero sin aducir ningún fundamento científico, lo que nosotros, sin alarde de originalidad, creemos haber logrado. Mas antes de desarrollar nuestras tesis y lanzar al sector arqueológico esta teoría audaz, para que sea pasada por el tamiz de la crítica, sentaremos —lo que no necesita demostración— que los aborígenes del Anáhuac, y en particular los mexicanos, tuvieron grandes conocimientos en Astronomía, la encantadora ciencia de los cielos y que, por lo tanto, nada tiene de raro nuestra hipótesis sobre la profunda significación cosmográfica del YUGO. Sólo diremos que los arqueólogos que han estudiado nuestras ruinosas pirámides, han sufrido la desconcertante sorpresa de la orientación astronómica, y tanto que pensamos, que viene de perlas .que se les aplique a nuestros aborígenes lo que Tisserand y Andoyer, afirman de los egipcios: ”orientation de Ieurs pyramides et de leurs temples, mostré qu’ils avaient des connaisances” en Cosmografía. Además, las opiniones de muchos sabios, en la interesante ciencia de descifrar los enigmas de las piedras, corroboran nuestra idea de que los conocimientos de los Astros, en los indígenas mexicanos, eran muy interesantes y profundos. Bástenos recordar su calendario. Se puede asegurar categóricamente que los aborígenes mexicanos, totonacos y mayas, tenían grandes conocimientos en Astronomía, y sus observaciones las hacían ya a la simple vista, ya mediante artificios, como el señalado por Nebel. Lo primero no tiene nada de extraño. El gran Tycho-Brahé, protegido de Federico II, en su Observatorio de Uramburgo, en !a isla de Huene, hizo a la simple vista, sus notabilísimas observaciones que sirvieran a su discípulo Kepler para descubrir sus seis famosas leyes, la primera de las cuales afirma que: “Los astros giran alrededor del sol, siguiendo una trayectoria

Gustavo A. Rodríguez El Sentido Astronómico del Yugo 1 El señor Doctor Gustavo A. Rodríguez, Catedrático de Medicina Legal en Facultad Jurídica de Jalapa, posee la colección Yugos Totonacos más importante del mundo. El distinguido Yugólogo da a conocer por conducto de “Momento” una importante interpretación de estas piezas que interesará a todos los que se ocupan de arqueología.

Hasta hoy, ningún investigador en los campos de la Arqueología, ha sospechado que el YUGO pudiera tener un significado astronómico; sólo el Sr. Lic. Don. Ramón Mena, tuvo acaso esta intuición sutil, al escribir: “Yo los estimo (a los YUGOS) monumentos cosmogónicos, bien por su forma de U, bien cerrados en forma de collera”.

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Publicado en “Momento”, revista intelectual de los trabajadores intelectuales de Veracruz, enero, 1950, pp. 5154. Nació en Xalapa, 1888, obras: Doña Marina, Historia precortesiana de Xalapa, Leyendas de las calles de Xalapa, Vida, amor y odio, y Test de Color Verde. Cultura de VeracruZ

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elíptica, uno de cuyos focos ocupa dicho astro”. Tlaltecutli Nosotros hemos calculado las curvas de nuestros YUGOS cerrados, dos de los cuales son enteramente iguales; uno de piedra corriente y otro jaspeado, y dichas curvas inscriptas en las piedras yugales, responden a una elipse. ¿Es que ya conocían los antiguos mexicanos la primera ley de Kepler? Indudablemente sí, teniendo en cuenta los conocimientos astronómicos que poseían. En artículo publicado en una gran Revista, describíamos el “YUGO de Atzalan”, que creemos con firmeza, no tenía otro empleo que ser un instrumento astronómico, lo que corrobora nuestra tesis. El YUGO cerrado, en su mayoría tenía un uso astronómico. ¿Cuál? No lo sabemos con certeza. Quizá, y ya este esto es una atrevidísima hipótesis, para enseñar a los alumnos en astronomía, la carrera de los astros, alrededor del gran tonatio. En nuestra colección de YUGOS, tenemos siete cerrados, y todos los hemos estudiado con acuciosidad y cariño profundo, lo que nos ha llevado, aparte de otras muchas cosas, a creer que el gran arqueólogo Spinden, comete un error —perdón al Maestro— al escribir: que los YUGOS encontrados en el Totonacapan, son generalmente abiertos, en tanto que los encontrados en Puerto Rico, son cerrados. “In size and shape these resembie horse collars, but in contrast to somewhnat similar objects from Porto Rico they are usually open while the latter are closed”.

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Victor Vázquez Gándara

Homenaje a Guillermo Landa Al cuarto para las doce (menos) la mampara del cartel con la imagen de Guillermo Landa estaba siendo colocada por cuatro asistentes de logística, en medio del foro de la Galería de Arte Contemporáneo de la capital veracruzana. Para su fortuna ni las moscas hacían acto de presencia. Tres sillones forrados de piel, al parecer, dos micrófonos dispuestos a recibir al homenajeado con sus anfitriones. Y comentaristas. Agua, iluminación directa. Todo un escenario digno. La hora programada: 12:00. El día, viernes 13 de noviembre del año dos mil quince. Dejé apartado mi lugar en la segunda fila de butacas del costado derecho en relación a acceso, creí estaría atiborrado de gente. Salí y en el patio ya se encontraba don Guillermo, Raúl Hernández Viveros quien me invitó y Miguel Alcázar, esperando a la audiencia. Transcurridos los minutos decidieron dirigirse al interior del auditorio para dar comienzo. Unos cuantos amigos y otros jóvenes "desorientados" ocuparon lugares dispersos, como huyendo unos de otros. De inmediato, aún acomodándose los protagonistas, el conductor dio la bienvenida en nombre de la institución y del gobierno del estado cediendo la palabra a quien la tomara. Habló breve Raúl Hernández Viveros ante el 27

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desconcierto, luego el poeta Guillermo Landa, y por fin sin cruzar palabras acordaron el turno. Raúl me había informado y publiqué una columna en Diario de Xalapa y Tlanestli sobre el evento en el que se homenajearía al poeta bilingüe. De inmediato pensé en los protocolos fastuosos con la presencia de las altos funcionarios del gobierno estatal, municipal y por el personaje de que se trataba de directivos de educación y cultura. Cámaras de televisión y medios de toda índole. Por fortuna todo se concretó a una charla entre amigos testificada por curiosos literarios. La foto institucional del recinto cede y lo demás, la paranoica andanada de fotografías con celulares. Un homenaje tal y como debieran ser todos. Contar con la presencia de aquellos que lo sienten, sin acarreados innecesarios. El diálogo fue un recorrido recordatorio de una parte de la vida del poeta huatusqueño relatando aquello que brotaba en el momento, de convivencias mutuas. Raúl específicamente citaba "haberle seguido la pista" y en ese seguimiento surgió Pitol, Premio Cervantes, e implícita, la amistad que une al trio, debido a las vivencias y convivencias. Praga, Checoslovaquia, matanza del 68, Pitol, El Caracol marino, Rafael Delgado, Orizaba, Huatusco Estoy a dos fuegos, expresó el poeta: mi editor y musicalizador. Raúl Hernández Viveros dijo haber seguido los pasos de Guillermo Landa por Europa y llegó a concluir que la obra del homenajeado serviría para un curso de varios semestres para alguna universidad. Expresó tambien "siento que es un homenaje que le debíamos desde hace años". Creado el ambiente propicio las ideas y recuerdos fueron fluyendo. Como buen escritor Raúl retomó la charla subrayando iniciar con los antecedentes: "En su poesía no sólo se nota la presencia de Netzahualcóyotl". Refirió sobre “la creación por José María Vigil, de la primera biblioteca en México, los primeros cantores mexicanos. Las crónicas de Diego Durán, Cantares, bailables, Cultura de VeracruZ

metáforas incomprensibles, y todo eso qué tiene que ver con Guillermo Landa. Son sus fuentes y ya después Sor Juana Inés de la Cruz. Ya situado el personaje -Guillermo Landa-, su lugar natal, muy cerca de Córdoba, Huatusco. El propósito de Porfirio Díaz de blanquear el país con colonias de italianos, la iglesia... hasta llegar a los años 60. 1964 sus primeros poemas, en el Caracol marino de Librado Basilio, La Palabra y el Hombre, y la ruta critica de la CIA, auténtica originalidad shakesperiana... Surge la beca a raíz del 68...Polonia. Varsovia, Paris, Belgrado. Descubrir al grupo templario que los andaban persiguiendo”. Alcázar recordó: "Llegué a Belgrado dando conciertos". Relaciones publicas contacta con el compositor. Hablábamos él (Guillermo Landa) de una cosa yo de otra. Me enteré que era un poeta. Hubo coincidencias. Lo que pasaba en el mundo occidental. Me mandó un manuscrito del libro. Estrené una ópera... Retomó Raúl señalando que Guillermo habla náhuatl, polaco surgiendo el chascarrillo de la invasión de Polonia por mexicanos y de México por polacos, esto último aquí en Xalapa. Se habló del amor, Agustín Lara, José Emilio Pacheco, del golem, Resultado de imagen para Ryszard Kapuścioski, desarrollo cultural, noventa mil muertos, letras Palmer, entrar por la bartolina, La charla entre amigos concluyó sin la tradicional entrega de pergamino, medalla alguno de esos fetiches inventados para eso. El poeta procedió a firmar los cinco o seis libros adquiridos por el selecto publicó, toma de fotografías del recuerdo y la invitación a visitarle en Huatusco, en su casa museo, despidiéndose como cualquier mortal, sin aspavientos, solo acompañado cargando su extraordinaria trayectoria literaria. Esto sucedió durante una parte del homenaje al autor de Frutero y yo, ediciones Cultura de VeracruZ, y Filanta, Instituto Veracruzano de Cultura, 2015. 

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