LAS MANOS PARTE 1/2

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agujeros. (Lidia , con un balde, lava la ropa y saca un calcetín destrozado) Por Dios Bendito… (Sigue lavando) Juan.- Te he traído un regalo… (Saca de entre su carne y su camisa un paquete pequeño de papel marrón, que ofrece a su hermana. Son unas medias) Lidia.- Tú estás tonto. Ya me dirás dónde me voy a poner yo esto. Anda, dame un beso. (tras besar su mejilla se queda mirando la cara de Juan) Estas muy flaco, y no tienes más que ojos… unos ojos muy tristes… Todavía estás enfermo. Juan.- Ya estoy bien. Flojo de remos, pero bien. Lidia.- A lo mejor te podrías quedar mañana durmiendo. Total, a la gente de esta semana ya la tienen contratada, y será mejor que cuando vayas les des buena impresión. Juan.- Paciano sabe que trabajo bien. Lidia.- Nos vendrán bien dos manos de hombre (Al público) porque en el cortijo no quedaban más que Paciano y Cosme y unos cuantos hombres más, y los viejos, y no hay brabanes, ni trilladora, ni segadora. Nos quedaba el arado y la trilla de cuando los abuelos, y el macho, que cualquier día iba a reventar de viejo, el pobre. Habíamos pasado los primeros años de sequía. Juan,. La pertinaz sequía, que decían en el parte. Lidia.- Pero este año hay faena. Más faena que gente. Las mujeres también segábamos, menos las mayores y Berta, que ayudaba en la casa de don Roberto. Juan.- ¿Cómo está Berta? Lidia.- Podrías haberle mandado unas letras cuando lo de Román. Juan.- Escribí una carta, pero ese día me metieron en el calabozo, y para cuando salí me pareció que ya iba a ser de mala sombra andar mandando un pésame. Iré a dárselo en persona. Así que has ido a segar. Lidia.- Todas las mujeres nos cubríamos hasta los ojos, para estar blancas, menos la Queti, que va negra como un tizón. Tenía la piel quemada y arrugas en la cara de mirar al sol de frente. Queti.- (Al público) Las mujeres se tapaban hasta los ojos para que no les diera el sol. Yo no. A mí me decían, ―Pareces una gitana‖, y yo les contestaba que me daba igual, que para lo que me quedaba en este convento… Pensaba irme al pueblo de mi madre. Era mi secreto. Yo era una princesa de las islas canarias, Yaiza, y no lo sabía nadie. Bueno, sólo lo sabían mi padre y mi prima Berta.

ESCENA 3 Nieta12(Queti).- ―Querida amiga: Espero que al recibo de la presente estéis todos bien en tu casa. Yo ando bien aquí…, ando estos días un poco tristona, porque es pensar que se acercan las fiestas y darme la llorera que no hay quien me pare…‖ Nieto13(Cosme).- (Sacando de una caja de latón, o de donde sea el lugar del que se sacan los recuerdos, un atadijo con cartas) Éstas son cartas de mi tía Berta. Se las escribió una amiga que se fue a servir a Madrid.


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