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A la Sociedad de Cazadores

Ala edad de jubilado sorpresas voy coleccionando. Once años hace que los sesenta y cinco cumplí. Ahora me sorprenden las cosas que con las prisas de la vida laboral nos perdemos por el afán de hacer y prosperar, pues a menudo nos olvidamos hasta de vivir. Desde toda mi vida los pájaros con los cuales más cerca había convivido son: las golondrinas en verano, hasta trece nidos en activo en la cuadra de las caballerías llegué a contar. La abubilla, la que cuando está tranquila con su bup, bup, bup, se pone a cantar. Y cuando acecha el peligro, saca su cresta de colores y con sus alas y cola blanca y negra y su ondulado vuelo van surcando los cielos para el peligro despistar. Un nido desde siempre en nuestra torre yo he visto y en algunos años dos, hasta que por renovación del tejado, la teja árabe por otras más modernas las cambiamos y las abubillas no pudieron volver a anidar. Esta abubilla, (upupa epops) en primavera viene y en otoño vuelve a emigrar. El otro es, el típico y picaresco gorrión, (passer domesticus) estos muy simpáticos no son es porque tienen muchos depredadores, desde la puesta de los huevos para toda su vida les sigue su maldición. Un dicho de los gorriones cuando era niño mi abuela Antonia me contaba; así ella decía y yo escuchaba. “Cuando veáis que una persona se agacha”, salir a prisa volando porque una piedra están buscando. Sus hijos contestaban, ¡mamá! ¿y si ya la tienen en la mano…? Para las culebras y todas las aves de rapiña manjar exquisito son. Ahora tres casos que no acabo de entender. Una finca con una torre tenemos cerca de la carretera entre Albelda y Alfarrás, donde según me han contado mis padres, el dos de julio del cuarenta y uno la cigüeña a mí me dejó, desde entonces he vivido y hasta el final de mis días quería continuar. Desde esta primavera; la tórtola, la paloma torcaz y la perdiz roja, me dan mucho que pensar, porque desde que hay menos actividad en la torre parece como si quisieran ofrecerme su amistad. Hasta el año pasado en nuestra torre siempre había habido mucha actividad, pero este año se ha limitado a un pequeño huerto, un bonito jardín y seis gallinas en el corral. Las tórtolas montaron su nido en una ventana con la protección del cristal y muy tranquilas incubaron sus huevos hasta que los polluelos supieron volar. En cuanto a la paloma torcaz, (columba palumbus) entre las tupidas ramas de un carpes (carpinos) del jardín dos veces han incubado, cuatro pichones en total, a veces nace uno pero casi siempre son dos. Diez metros separan la puerta de la torre de este árbol en cuestión, al principio con los padres y después con los hijos cuando me apetece apartando dos ramitas nos miramos y tenemos nuestra conversación. Las tórtolas, (Streptopelia turtur) no volvieron a anidar porque un día abrimos la ventana y nos olvidamos de cerrar. Con la ventana cerrada al árbol que da paso al huerto en la rama más baja volvieron a anidar, solo poniéndome de puntillas lo habría podido tocar. Pero lo que sí muy mucho me sorprendió, la perdiz roja, (aléctoris rufa) eran una familia, digo que eran familia porque estaban los padres y ocho eran los hijos, diez en total, cinco igualitas y los otros tres eran machos tienen el plumaje del cuello rojo y también más gorditos son. Cuando estaba cuidando a las gallinas un “Cochec-chec checc-cheeeec...” en el jardín oí cantar, lentamente a la puerta del corral me asomé. Los padres muy atentos y vigilantes con ellos al lado del jardín estaban hasta que el padre decidió marchar y la madre vigilando la manada detrás y yo en la puerta del corral. Hasta llegué a creer que nos entendíamos solamente con mirar. Una cosa sí os puedo asegurar, que esa charla unos cuatro minutos duró y después cuando se marcharon veintitrés pasos medí, desde donde estaban las perdices y la puerta del corral. Y sin más preámbulos tranquilamente andando al rastrojo del vecino cruzaron sin el vuelo levantar; porque supongo que sería su hora de almorzar. Hasta aquí las preguntas que hoy quería preguntar. ¿Por qué esas diferencia?, ¿no será que a los animales también les va la tranquilidad? Después de leer y releer este relato, un proverbio le he visto y lo quiero apuntar. Este proverbio dice así: “Las cosas que nos perdemos por no saberlas apreciar” . Observaciones observadas después de mi vida laboral.

José Luis Sancho Colomina

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