Otra Manera De Ganar - Pep Guardiola

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jugador, y no se sentía correspondido. Pep nunca llegó a sacar ese pasaje a París. Eso es lo que más le dolió a Eto’o: «Además de Guardiola y Laporta, hay muchas otras personas que me han decepcionado».

Ibrahimović y Pep en distinta onda Ibrahimović llegó al equipo en el intercambio con Eto’o entre el Inter de Milán y el Barcelona. Le tocó llenar el hueco dejado por Samuel y la estrella sueca tuvo un inicio espectacular: marcó en los primeros cinco partidos en los que jugó. También aportó a Guardiola importantes alternativas. «Tácticamente, es muy bueno; físicamente fuerte, veloz a la hora de zafarse de los defensas, y juega bien de espaldas, así que nos permite jugar con un delantero alrededor suyo», señaló el entrenador en una de las primeras ruedas de prensa de la temporada. La primera parte de la campaña fue más que aceptable, pero en la segunda mitad el sueco fue menos que eficiente. Daba la impresión de que apenas comprendía su papel en el club, y que estorbaba cuando estaba en el terreno de juego, como si fuera otro defensa al que Messi debía regatear. No tardaron en aparecer divergencias, desacuerdos que partían del modo en el que Ibrahimović mostraba su fuerte temperamento. Otros gestos avecinaban una temporada difícil. En un encuentro de Liga entre el Barcelona y el Mallorca (4-2), el árbitro pitó un penalti tras una falta a Ibra, que había jugado de forma excelente, pero no había marcado. Messi lanzó y marcó. La airada reacción del sueco fue sorprendente. «¡Ese penalti era mío!», le gritó al entrenador. A esos incidentes les siguieron otros parecidos. Antes de jugar contra el Madrid en un partido de Liga en el Camp Nou, Ibra sufrió una lesión muscular y sus ecografías no eran concluyentes en cuanto a su recuperación definitiva. Pep no quería asumir ningún riesgo. Zlatan estaba desesperado por jugar su primer clásico. «Estaré en plena forma para el partido», repetía sin parar. Se mostraba tan tenso que un día se ensañó con Lorenzo Buenaventura, el preparador físico del Barça, e intentó agarrarlo por el cuello. Ibra oyó rumores que atribuían a Buenaventura un doble juego, diciéndole al jugador que estaría en forma para el encuentro y todo lo contrario a Pep. «¡Conmigo no juegues o te arranco la cabeza!», le gritó Ibrahimović furibundo. Al final, no participó en el clásico desde el inicio, pero salió desde el banquillo y marcó el gol del triunfo. El equipo seguía canalizando el balón hacia Messi durante los partidos, e Ibrahimović no comprendía cuál era su papel. Existe una percepción pública de la estrella sueca, respaldada por su reveladora autobiografía (Yo soy Zlatan Ibrahimović ) y su comportamiento en determinadas ocasiones, de que es un tipo arrogante y testarudo, sin una pizca de humildad. Sin embargo, el Ibra real no es tan monocromático. Antes de Navidad, Ibrahimović quería hablar acerca de su papel en el equipo, se reunió con Pep y con el director deportivo Txiki Begiristain y les dijo: «Tanto Messi como yo rendiríamos más con un poco de apoyo por parte del resto de la plantilla, pero no tengo la impresión de que intenten ayudarme en el campo. Necesito que Xavi e Iniesta me pasen el balón, pero es como si solo vieran a Messi… ¡Y eso que yo mido el doble que él!». Pep pensó que podría hablar con los dos centrocampistas y reconducir la situación. Sin embargo, eso potencialmente significaría dirigir al equipo hacia una dirección que difería de la que él había planeado. Aun así, Guardiola intentó mantener la armonía entre Ibra y el resto del equipo. Txiki Begiristain descubrió que el jugador se sentía cada vez más frustrado y, peor aún, que lo demostraba delante del resto de la plantilla. A la mañana siguiente se lo contó a Pep, y esa misma tarde, Pep invitó a Ibrahimović a comer. El entrenador intentó explicarle lo que quería de él, que el equipo le necesitaba mucho, que debían trabajar en la misma dirección. Le pidió a Ibra que no tirara la


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