El imperio de lo efímero

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menos ritualizada y más libre: los individuos no se comunican «menos» que antes -sin duda, nunca nos hemos comunicado tanto sobre tantas cuestiones con tantas personas—, sino que se comunican de modo más fragmentado, más informal y discontinuo, en consecuencia con el gusto por la autonomía y la rapidez de los temas. Por lo demás, los media no crean un espacio de comunicación semejante al espacio público liberal clásico, tal como lo describe Habermas al evocar los salones, sociedades y clubes donde las personas se ven, discuten e intercambian razones y argumentaciones. Aun cuando esta descripción de la esfera pública esté demasiado idealizada y este tipo de comunicación racional no se haya materializado históricamente sino de un modo muy limitado, podemos aceptar la idea de que la comunicación humana, a ejemplo de la exposición mediática, se parece poco, en efecto, a un intercambio de argumentaciones consecutivas y sistemáticas. Pero ello no autoriza a hablar de desintegración de la esfera pública, si entendemos como tal el espacio en que se forma la opinión y la crítica del público. Es falso considerar los media como aparatos de manipulación con la finalidad del consenso social; la seducción de la información es también un instrumento de la razón individual. Hemos de comprender que el desarrollo del razonamiento individual pasa cada vez menos por la discusión entre las personas privadas y cada vez más por el consumo y los canales seductores de la información. Aun cuando se produjera un declinar de las formas de discusión en sociedad, sería ilegítimo inferir de ello la desaparición del espíritu crítico. La seducción no suprime la práctica de la razón, sino que la amplía y universaliza al tiempo que modifica su ejercicio. De hecho, los media han permitido generalizar la esfera del debate público: primero, permitiendo que un número cada vez mayor de ciudadanos estén más al corriente de los diferentes datos de las opciones políticas y sean cada vez más jueces del juego político. 1 Después, ampliando el espacio de polémica: ¿qué hacen los telediarios, los magazines y los debates, sino provocar una dinámica de interrogación acerca de todos los problemas de la vida colectiva e individual? Prisión, homosexualidad, energía nuclear, eutanasia, bulimia, técnicas de procreación, no hay ni una sola cuestión que no sea objeto de 1. J.-L. Missika, D. Wolton, op. cit., pp. 307-308.

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