yo Catalano y éste Loderingo llamados, y elegidos en tu tierra,
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como suele nombrarse a un imparcial por conservar la paz; y fuimos tales que en torno del Gardingo aún puede verse.»
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Yo comencé: «Oh hermanos, vuestros males » No dije más, porque vi por el suelo a uno crucificado con tres palos.
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Al verme, por entero se agitaba, soplándose en la barba con suspiros; y el fraile Catalán que lo advirtió,
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me dijo: «El condenado que tú miras, dijo a los fariseos que era justo ajusticiar a un hombre por el pueblo. Desnudo está y clavado en el camino como ves, y que sienta es necesario el peso del que pasa por encima;
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y en tal modo se encuentra aquí su suegro en este foso, y los de aquel concilio que a los judíos fue mala semilla.»
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Vi que Virgilio entonces se asombraba por quien se hallaba allí crucificado, en el eterno exilio tan vilmente.
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Después dirigió al fraile estas palabras: «No os desagrade, si podéis, decirnos si existe alguna trocha a la derecha,
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por la cual ambos dos salir podamos, sin obligar a los ángeles negros, a que nos saquen de este triste foso.»
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Repuso entonces: «Antes que lo esperes, hay un peñasco, que de la gran roca sale, y que cruza los terribles valles,
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salvo aquí que está roto y no lo salva. Subir podréis arriba por la ruina que yace al lado y el fondo recubre.»
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El guía inclinó un poco la cabeza: dijo después: « Contaba mal el caso