Los que al fondo llegaron razonando, se dieron cuenta de esta libertad; y al mundo le dejaron sus morales.
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Aun suponiendo que obligadamente surja el amor que dentro se os encienda, la potestad tenéis de refrenarlo.
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A esta noble virtud Beatriz la llama libre albedrío, y procurar debieras recordarlo por si ella te habla de esto.»
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La luna, casi a media noche tarda, más raras las estrellas nos hacía, como un caldero ardiendo por completo;
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corriendo por el cielo los caminos que el sol inflama cuando los de Roma lo ven caer entre Corsos y Sardos.
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Y la sombra gentil, por quien a Piétola más que a la propia Mantua se celebra me había liberado de mi peso;
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y yo, que la razón abierta y llana tenía ya después de mis preguntas, divagaba cual hombre adormilado;
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mas fue esta soñolencia interrumpida súbitamente por gentes que a espaldas nuestras, hacia nosotros caminaban.
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Como el Ismeno y el Asopo vieron furia y turbas de noche en sus orillas, cuando a Baco imploraban los tebanos,
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así por aquel círculo avanzaban, por lo que pude ver, quienes venían del buen querer y justo amor llevados.
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Enseguida llegaron, pues corriendo aquella magna turba se movía, y dos gritaban llorando delante:
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«Corrió María apresurada al monte; y para sojuzgar Lérida César, tocó en Marsella y luego corrió a España.»
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