HistoriaS Yolo: Encuentros inesperados

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Plaub I

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laub estaba paralizado. Todos sus compañeros habían volado con los cintazos de Ramsus. Fear fue el primero. Slay, el siguiente. Poco pudo hacer más que insultar a su atacante. Mono estaba tan entretenido con el afro de Takagi que ni pudo reaccionar cuando les hizo volar a ambos. Drag intentó protegerse tras Homer, pero Ramsus los lanzó de un cintazo. Mientras Naku recibía un golpe en pleno rostro, Link aprovechó para sacar a Cass de aquel tugurio. Koly, por su parte, intentó usar una pantalla de humo para escapar… Fue inútil. Sólo quedaba él ante Ramsus, estaba perdido. Éste se disponía a darle el golpe de gracia, pero alguien detuvo su brazo. Una imponente belleza nórdica le había salvado. — ¿Qué haces, Terreis?—preguntó Ramsus. —A este no, me gusta su estilo—contestó aquella mujer de ceñida vestimenta verde. Plaub se hallaba anonadado. Sabía que enfrentarse a ellos era una locura, pero unirse a los revolucionarios implicaba no volver a ver a sus amigos… No pudo resistirse al estilo de estos tipos y, con el corazón dividido, decidió acompañarlos sin rechistar.


Yanena I

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ientras estaba retocándose en los camerinos de la “Rosa del Paraíso”, recordó el momento en el que Link la salvó del cintazo de Ramsus.

Ya habían pasado varios meses y su vida se había tornado radicalmente distinta. Link le pidió matrimonio en plena huida, aludiendo que siempre cuidaría de ella. La boda fue preciosa. Acudió gran parte de la marina con la Almirante Sherry junto al retirado Nash a la cabeza. Ningún Yolo asistió… Al principio todo era felicidad en su nuevo hogar, pero Yanena añoraba las aventuras y las borracheras. Una noche, sin que Link se percatara, se escapó directa a un club de striptease. Las luces y el olor a alcohol la embriagaron. Sin darse cuenta, acabó bailando sobre la barra. Dio la casualidad que el dueño de aquello era un viejo conocido, quien le propuso ser la estrella del local. Yanena dudó un instante, pero aquello era más interesante que seguir con su vida de casada. Aceptó la oferta. Se ajustó el vestido mientras Duiken la presentaba: —¡¡¡Salidos de todo Grand Line, dad la bienvenida a Yanena!!!—


Kjas I

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iró los cultivos desde el porche de la granja, la luz del ocaso les daba un tono rojizo que le maravillaba. No se percató de que su benefactora de pelo azul se le acercaba.

—Vamos Kjas, ya está la cena preparada. —le dijo dulcemente. —Kjas —respondió Kjas. Entraron en la cocina, el maíz olía deliciosamente. —No sabes cuánto me alegra que llegaras volando a mi granja. En estos meses me has ayudado tanto…—comentó Peliazul mientras se sentaba. —Aunque me gustaría saber qué guarda tu cabecita. —Kjas, Kjas — rió Kjas. Algo golpeó la ventana, un News Coo había llegado.


Drag I

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quella isla era maravillosa. Cada día llegaban nuevos barcos repletos de lindas señoritas. El pesado de Homer no cesaba en su intento de llevarle a no se sabe

dónde.

—Drag, tenemos que volver con Nakusín —imploraba Homer. —Calla, pesao, ¿no ves qué bellezones? — — ¡Ya nen! Paso de tu mierda…— —Sólo tienes que limpiarla, alelao. — Homer se alejó, ofuscado, pero Drag ni se percató. Su mente ya estaba en otro sitio. Su cuerpo, también. Un grupo de modelos había desfilado por delante de su hocico y no pudo evitar seguirlas. Antes de que lograra alcanzarlas, algo lo frenó. Drag se dispuso a quemarle las cejas al osado que se había interpuesto entre él y las damas, pero no pudo. Ante él se hallaba una exótica belleza: Guapa como ninguna, con una melena azabache, piel bronceada, ojos dulces como la miel… —Nena, ¿quieres ver mi rob…?— —Jijiji, ¿qué robot lagarto malnasido?—


Koly I

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jecutivos aburridos, secretarias estresadas… Eso es lo que se encontró cuando llegó Ladrillotown. Cuando supo que el líder de aquel lugar era su antiguo capitán, no tardó en visitar a Oga. Tras ver en qué se había convertido el amante de los ladrillos, no lo dudó, aquella isla necesitaba un cambio radical. Transcurrieron ocho meses espléndidos debido a la apertura de su tetería “La Hoja Verde”. El ambiente en la isla era mucho más despreocupado. Sus galletitas con “Té verde”, el furor entre sus clientes. Era una tarde como otra cualquiera. En la terraza de la tetería un hombre, el cual caminaba rodeado por decenas de conejos, tomó asiento. Junto a él, otro caballero se dispuso a sentarse. Todas las miradas se centraron en su estrambótica figura. Koly, poseído por un deseo irrefrenable, se abalanzó sobre el cilíndrico ser. El hombre de los conejos se interpuso en su camino:

— ¡Insensato! ¿No sabes quién es? ¡Es Gafas! — Exclamó Bob, perplejo. —Melasud, lo que veo es un piti de puta madre. —


Mono I

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espués del incidente con Ramsus, voló con Takagi hasta una isla exótica e inhabitada… O eso creyeron. Allí encontraron a un estrafalario mink comadreja, que resultó ser un excompañero de Takagi: El bueno de Tilver. Akasaru, ansioso por conocer más sobre sus orígenes, no dudó en preguntarle la ubicación de Zou. Tilver, sentado en su montaña de barriles de cerveza, le dijo que jamás volvería a aquel infecto lugar. Ni quería saber dónde se encontraba ahora. Finalmente, gracias a Takagi, consiguieron averiguar quién les pudiera llevar al elefante legendario. Nunca pensó que su búsqueda pudiera llevarles tanto tiempo, pero ya no podían echarse atrás. Tras dejar al loco de Tilver, llegaron a una isla desértica. Un ermitaño Koala había obtenido información muy jugosa durante su estancia con los Perros. Sin embargo, no sacaron nada tras reunirse con él. Después de seguir varias pistas durante diez meses, la última les llevó hasta una extraña isla invernal. El objetivo estaba muy cerca… Estaba observándola desde los tejados nevados de la ciudad, aquella gatita era la clave para llegar a Zou. La Vivre Card que poseía era lo único que necesitaban. El afro asomó por la esquina. El plan estaba en marcha.


Cass II

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o podía más, la espalda la estaba matando. Trabajar en la tetería de Koly no estaba mal, pero echaba de menos ser una streaper y que todos adoraran su cuerpo. Aún maldecía a su marido, Link, por sacarla de aquel lugar donde era la estrella para llevarla a rastras con su tito. Cuando llegaron a Ladrillotown, Koly seguía persiguiendo a Gafas por toda la isla. Link intervino para salvar a su compañero y, con mucho dolor, abandonó el lugar para cumplir con su deber. Junto a su marido, zarpó su pasado. Una lágrima recorrió su rostro… Yanena volvía a ser Cass. Los meses transcurrían, monótonos. Limpiar y servir mesas no era lo suyo: Los clientes lograban acabar con su paciencia, el detergente estropeaba su piel, el té que vendían no iba con su flora intestinal… No podía más. Por suerte, su tito estaba en todo. No pudo ignorar el estado de su sobrina y un día se presentó con la solución para todos sus problemas: Dos billetes para Cipotffo, una de las islas vacacionales más conocidas. Durante el viaje, Koly le confesó destino porque había llegado a sus una pipa legendaria. A Cass no le pensaba tirarse en una tumbona olvidarse de todo…

que había elegido aquel oídos cierto rumor sobre importó lo más mínimo, con un buen copazo y


Homer I

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abía pasado casi un año desde que llegaron a golpe de cinto a Port Ufot. Drag no había parado de buitrear a todas las chicas, quienes acudían a este lugar para labrarse un sitio en las pasarelas de moda más famosa de Grand Line. Homer estaba desesperado. Sabía que tenían que buscar a sus camaradas, seguro que habían vuelto y no los esperarían eternamente. Aunque él había perfeccionado su habilidad con los nunchakus tanto como sus chistes. Si la maldita lagartija no accedía pronto a partir de esa isla, lo dejaría allí y buscaría él solo al resto. Mientras paseaba por la bulliciosa calle principal de la ciudad, tras su última discusión con Drag, algo le llamó la atención. Un gran cartel que rezaba “Concurso de Chistes. Premio: Un millón de berries”. Esta era su gran oportunidad, si ganaba podría pagarse un viaje de vuelta a Sabaody. El nivel era bastante alto. Tras derrotar a un mejillón disfrazado de maíz, se coló en la gran final. Su rival era un pirata conocido como Jal, “el rey del chiste malo”. Homer sabía que podría ganarle. Se dispuso a contar su mejor chiste...


Kjas II

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eliazul estaba leyendo el periódico.

—Vaya parece que hay un nuevo Rey de los chistes, Homer D Spriengfield se llama — comentó. — ¿Kjas? — dudó Kjas. —Mira que chica tan mona. Parece que desapareció hace algún tiempo... Ni su marido, el Almirante, pudo encontrarla — dijo Peliazul mientras le pasaba el periódico a Kjas. —Kjas, kja... Cas... Cass... Hoju... Chicos...— balbuceó Kjas. La ira lo inundó, un aluvión de recuerdos llegaron a su mente. Ahora sabía quién era, Fear, y tenía claro cuál era su objetivo. —¡¡¡AAAAAAAAAAAA!!!— gritó Fear— ¡¡¡Voy a matar a Ramsus!!!


Plaub II

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a experiencia con los revolucionarios no fue como creyó. Tras casi año y medio en su base, estaba harto de ser la mascota de Terreis. Le obligaba a poner poses imposibles, si no lo conseguía, Ramsus le azotaba con el cinto. Los trolleos de crushing cada día eran más insoportables, los fantasmas de Natthy no paraban de martirizarlo, Javisba jugaba con su mente y xoDet intentaba sacarle sus muelas. Su única válvula de escape era Poli. Éste le enseñó trucos de maquillaje, capaces de impresionar a cualquiera. La verdad es que no le costó mucho dominar la habilidad de Poli, incluso investigó mucho más de lo que éste le enseñaba. Pero esto no podía seguir así, no podía seguir con los revolucionarios. Tenía que volver con los Yolos. Tras pensarlo bastante había ideado un plan: Quitarle el cinto a Ramsus mientras dormía y dejárselo en la cama de Javisba. El caos le permitiría escapar. El día había llegado, Ramsus estaba profundamente dormido después de haber aniquilado cinco barcos marines. Hoy iba a dormir mucho. Plaub entró en su cuarto en busca del cinto y… ¡el muy cabrón dormía con el cinto! Aún podía intentar quitárselo, no estaba todo perdido. —¡¡¡RAMSUS CABRÓN VOY A MATARTE!!! —Gritó Fear, mientras atravesaba la pared. Vale sí, ahora sí estaba todo perdido.


Slay I

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se maldito cabrón de Ramsus me ha dado tal cintazo que hemos dado la vuelta al mundo… ¡Dos veces! Seguro que no se contuvo conmigo porque soy negro —se quejaba Slay. Había llegado a Cipotffo, la extraña isla que atraía sobre todo a los piratas más veteranos. Desconocía el motivo para acabar ahí, pero esa isla tenía de todo. Durante su estancia descubrió: Una silla muy curiosa, a todo aquel que se sentaba era preguntado, una biblioteca que recogía toda la Historia de los sietes mares… ¡Esta isla era la hostia! Después de unos tranquilos y relajantes meses en la isla, todo se torció. Llegaron Brabong, Nash y Sherry, estos últimos aún estaban de resaca tras la boda de Cass con Link17. En fin, Slay sabía perfectamente que esa relación tenía fecha de caducidad… Y un claro inconveniente: El alcohol. Nash, Sherry y Brabong estaban por allí pululando, haciendo la conga. El trío marine llamaba a este baile “el trenecito”. A Slay le pareció que se arrimaban demasiado. —Menuda panda de gays —pensó desde su tumbona. Sin pretenderlo, su cuerpo se tornó negro y se puso en pie. Corrió para apuntarse a hacer el trenecito con sus viejos rivales, ¡qué entretenida era esta isla!


Fear I

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odía oler a su presa, estaba cerca. El ensordecedor latido de su corazón le impedía pensar con claridad. No podía resistir la furia asesina que le invadía, llegó a la estancia que buscaba y entró destrozando la pared, vociferando el nombre de su némesis. — ¡¡¡RAMSUS CABRÓN VOY A MATARTE!!! Plaub observó todo sin dar crédito. Fear ni se molestó en percatarse de su presencia, no apartó la vista de Ramsus ni un instante. El revolucionario alzó su cinto, dispuesto a noquear de nuevo al malhablado pirata, pero esta vez Fear no estaba desprevenido. Placó a Ramsus y comenzó a golpearle con todo lo que tenía. La sangre brotó como si de un grifo se tratara, manchando a Fear de un tono carmesí casi tan inolvidable como el hedor que comenzó a apoderarse de la sala. Sus nudillos ya estaban más que ajados tras tantos golpes, pero no era suficiente. Colocó sus dos manazas, totalmente impregnadas en sangre, sobre el cráneo de Homer. Tras susurrar algunas palabras como “maricona” o “venganza”, le reventó el cráneo a Ramsus sin despeinarse. La sangre se extendió por toda la estancia. Fear se levantó entre carcajadas, no podía dejar de reír ante tal situación. Miró a Plaub y le guiñó un ojo: — Todo irá bien.


Drag II

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sa maldita Eli de los Dogsquad le había pillado con la guardia baja y le había robado la chupa. Daba igual las tetas que tuviera, esto no se la iba a perdonar.

— ¿Dónde se mete Hoju? ¡¿Por qué dejaría el robot en piloto automático?! —Gritó enfurecido Drag. No le quedó otra que buscar a su compañero. Tras un rato vio el cartel del concurso de chistes, ya sabía dónde encontrar a ese idiota. No le costó mucho encontrar a Hoju, tenía una gran bolsa de ¿dinero? con él. Seguro que había ganado. —Tú, cabeza hueca, tenemos que encontrar a Eli, ¡me ha robado la chupa! —Ordenó Drag. —¿La chupa? —¡Sí, me la ha robado! — No, no me has entendido… —… Eso es lo que dijo ella — respondió, para regocijo de Homer. Tras indagar en los muelles, descubrieron que una chica como Eli había cogido un barco hacia Cipotffo. Decidieron tomar el siguiente barco para ir tras ella. No fue un viaje muy largo. Cuando llegaron descubrieron que la isla… ¡Era un harem de chicas! —Otra vez no… —Se desesperó Hoju. —Tranquilo, primero la chupa, luego las mujeres. Decidieron separarse para peinar la isla. Una jauría de perros llorones estaba generando un tremendo alboroto cerca, Drag se dirigió allí. Rodeada por los canes, Eli no sabía qué hacer.


Desesperada, miró en todas direcciones en busca de auxilio. Su mirada se cruzó con la del dragoncito. — ¡Ayuda! —Imploró. Drag se lanzó hacia ella. Dio un brinco, estiró la garra y recuperó su chupa.


Takagi I

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ras meses investigando junto a su querido Mono, al fin se hallaba ante la pista definitiva. La ventisca arreciaba con violencia, pero su afro le mantenía caliente. Aquella mink se acercó a su posición, tenía que actuar. Abandonó su escondite para chocar, de forma fortuita, con ella. Todo fue como lo planeó, el encontronazo derivó en una agradable charla y ésta, en un paseo romántico…. Un momento, eso no estaba planeado. Podía notar la incisiva mirada de Mono desde lo lejos… Tenía que centrarse en la misión. Se armó de valor, dejó a un lado sus recién despertados sentimientos y actuó. Con un rápido movimiento de manos, sustrajo la vivre card de su bolsillo sin que se enterara. Mono pasó raudo a su lado, mientras ambos se besaban, y cogió el ansiado objeto de la mano libre de su compañero. Antes de que Mono pudiera escabullirse, una potente energía inundó la zona. Los tres se giraron hacia su fuente: Una esbelta figura flotante. Takagi no daba crédito: — ¡¿Natthy?! ¡¿Pero qué…?!— — Anty, tenemos un problema con Fear…—


Naku I

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o único que logró exclamar antes de recibir un sonoro cintazo en su bello rostro, Fue:

—No, ¡en la cara no! — El golpe fue tan poderoso que Naku estuvo surcando los cielos durante horas. Cuando ya pensaba que aquello sería su nueva rutina, frenó en seco. Trató de ubicarse, la sacudida le había dejado un tanto noqueado: Luces intensas por doquier, ruidos estridentes, gente yendo y viniendo, un fuerte olor a alcohol y humo, una mujer que le pasaba el brazo por encima del hombro… — ¿D-Dónde estoy? — Preguntó mientras se frotaba la sien. — Oh, cariño, en el casino “El Dorado”, ¿tanto has bebido? Los ojos de Naku cambiaron al instante. Se olvidó del dolor de la misma forma que la gente de aquel lugar ignoró que un hombre hubiera llegado atravesando el techo. A la carrera, recorrió la sala en busca de un juego de su agrado. No tardó en encontrarlo: Marinestone. Disimuló su tremenda emoción, se colocó lo mejor que pudo el pelo, pidió una copa (bien cargada) mientras se acercaba a la mesa y tomó asiento. — Bueno, caballeros, ¿jugamos?


Mono II

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urante el viaje Natthy les explico: —Vuestro compañero Fear está intentando destruir una ilusión de Javisba que él piensa que es Ramsus —. —Gracias por este favor, Natthy —agradeció Takagi a su excompañera. —Mientras os lo llevéis de nuestra base todo estará bien —dijo Natthy—. Por cierto, Plaub está deseando veros. Tras el incidente, Ramsus lo quiere fuera. Dice que ya tiene suficientes locos en su grupo —sentenció. Cuando llegaron Fear aún estaba peleando con la ilusión creada por Javisba. Al entrar en el patio de la base revolucionaria, reconoció a sus viejos amigos xoDet y Javisba que charlaban distendidamente con Plaub. — ¿Dónde están los jefes? —preguntó Natthy. — Se marcharon esta mañana, tal vez nos avisen pronto — contestó Javisba. — ¿Mono? ¿Eres tú? —Dijo dubitativa xoDet. —Sep… Veo que mantienes tus viejas aficiones… —Comentó Akasaru, mirando el gran diente. Entonces, xoDet se lanzó hacia el mono y le dio un fuerte abrazo. —Bueno, ¿y qué vais a hacer con este? —Interrumpió Natthy —Lo mejor será dormirlo... Pero no sé cómo nos iremos de aquí sin un barco —dijo Takagi. Sonó un Den Den Mushi. —Ramsus quiere que vayamos a Cipotffo, parece que hay gresca. Os podemos dejar allí —propuso Javisba.


Homer II

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omó el camino opuesto a su compañero Drag. Atravesó una de las paradisiacas playas de arena blanca y aguas cristalinas como pudo, la ingente cantidad de personas le dificultaba el movimiento. Por si fuera poco, el bullicio que generaban le provocaba dolor de cabeza. Entre la marabunta de bañistas, algo llamó su atención. Un negro a lomos de un perricentauro galopaba por orilla. Curiosamente, el negro se volvió blanco y, de golpe, negro otra vez. Homer no pudo contener las lágrimas y fue a su encuentro gritando y con los brazos abiertos. Justo cuando se disponía a saludar a su subcapitán, un borrón verde lo adelantó para derribar a la extraña montura. Junto al animal caído, se alzó Terreis, mofándose del funesto destino de Galan.

— Ay diosito… Otra vez los revolucionarios — pensó Homer—, tengo que hacer algo. Para socorrer a Slay, el joven bufón tuvo que recurrir a uno de sus mejores chistes. Cogió aire y gritó a pleno pulmón: — ¡Eh, Terreis! Si Doflamingo se desconcentra… ¿Es porque ha perdido el hilo? Tras un breve silencio, tanto la revolucionaria como el resto de la playa rompieron en sonoras carcajadas. Homer aprovechó la situación y sacó a Slay de allí.


Koly II

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ue una parada obligada antes de llegar a Cipotffo. Cass lo maldijo una y otra vez cuando la obligó a bajarse del barco. Ella sólo quería descansar. Aquella isla primaveral ocultaba la gran pipa legendaria. Se dice que quien fumara de ella obtendría poderes inimaginables. Pero Koly tenía otros planes para ella. La pipa se encontraba en el castillo del Opio. ElFiestas la custodiaba y aquí era donde su sobrina entraba en juego. Nada podía fallar. Realizando uno de sus sensuales bailes, lo distrajo el tiempo suficiente como para que Koly se hiciera con la majestuosa pipa. Pero no contó con que Shiza estaría por allí, éste dio la voz de alarma. Usando la pipa como martillo, Koly lo noqueó, pero los demás fumetas se acercaban. Creando la mayor pantalla de humo que jamás había visto, agarró a Cass y lograron escabullirse sin ser capturados. Cuando llegaron al puerto, el barco que les llevaba a Cipotffo aún no había zarpado. Respiraron aliviados al llegar a su camarote con su nueva adquisición. Ahora ya solo les quedaba disfrutar de unas merecidas vacaciones. Al llegar a Cipotffo, descubrieron que era un lugar bastante peculiar. Aunque era un sitio para relajarse, la gente discutía mucho sobre temas de actualidad. Tomando el sol junto la piscina, oyeron un chiste horrible. Miró a Cass para ver si pensaba lo mismo: —¡¡¡Hoju!!! —Exclamaron ambos.


Naku II

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os días parecían horas. Los meses, segundos. La constante atmósfera del lugar jugaba con los visitantes del casino tanto como Naku con sus pobres rivales. Cuando se quiso dar cuenta, atesoraba tanta fortuna como para comprar El Dorado, varias veces. En un acto impulsivo, adquirió el casino para después venderlo inflando el precio. Sólo puso una condición antes de firmar el contrato de venta: — A partir de ahora debe llamarse “TopKek” — sentenció entre risotadas. Con la fortuna amasada podría al fin cumplir con su plan, era bien sencillo: Recuperar a los suyos. Antes de partir se despidió del nuevo dueño: —Gracias por enseñarme el dominio de la flor anal, Heracles III — dijo Naku, estrechándole la mano. —La necesitarás, pequeño – respondió, alegre por el trato. —Marcho ya, estos días sin mí habrán sido duros para mis chicos… ¡Adiós! — Gritó mientras se alejaba hacia el puerto. — ¿Días? — Se preguntó, extrañado. Llegó a Sabaody, al fin. El viaje no fue sencillo, tuvo que superar el trauma de ser rechazado por los mejores y más reputados logopedas de los siete mares. No había nada que hacer, era un caso perdido. Aunque no pudo conseguir ese regalo para los suyos, aún contaba con la otra opción: Gastaría su fortuna en transformar el Naked Samurai en un barco volador. — ¡Seré el rey de los piratas!—


Takagi II

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a travesía con xoDet, Natthy y Javisba fue una auténtica maravilla. Desembarcó en aquella soleada isla y, antes de abandonar el puerto, se encontró con un viejo conocido: — ¡NAKU! —Exclamó lleno de júbilo. — Oh, hola, querido amigo de piel morena, ¿qué acontece? — Respondió el orondo caballero. — Eh… ¿Naku? —Contestó perplejo. Indudablemente aquel hombre no era Naku. Vale que ahora llevara gafas, vale que hubiera engordado ochenta kilos… Pero ese hombre sabía hablar, no podía ser su capitán. Resulta que se trataba de otro revolucionario, un tal crushing, según comentó al desembarcar Natthy. Llegó el momento de la despedida. Entre lágrimas y abrazos se despidieron: — Adiozzzzzz, ¡querida hormiga! —Vociferó Javisba. — ¡Cuidad a Plaub! —Pidió Natthy. — ¡Mono te quiero! —Añadió xoDet. Mono y él encabezaron la marcha. Plaub ayudaba a andar al aún somnoliento Fear. Tras una breve caminata, observaron una columna de humo inmensa a lo lejos. Se dirigieron allí, muertos de curiosidad. Su sorpresa fue mayúscula, resulta que el origen de tal humareda era la legendaria pipa de Koly. Junto a él, el resto de la banda: Cass tirada en la arena, rodeada de botellas; Drag estaba limpiando con cariño su chupa; Homer contándole chistes a un Slay que no podía más… Al fin estaban todos. Ante tal situación, Slay se levantó y dijo: — ¡Yolovacaciones, es una orden! —Exclamó para regocijo de todos.


Slay II

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an pasado ya dos años desde el fatídico día en el que el cinto los separó. Pasaron muchas desventuras antes de poder juntarse de nuevo, así que decidieron darse unas merecidas vacaciones. Slay, autonombrado capitán, fue quién dio la orden. De la misma forma que cinco meses atrás, intervino: —Chicos, ha llegado la hora de moverse, ¡salgamos a comernos el mundo! Antes de que acabara de dirigirse a los suyos, el sol se ocultó. Miraron todos arriba, sorprendidos, no solían tener muchos días nublados en Cipotffo. Lo que vieron fue un buque flotando sobre sus cabezas. Más raro que aquello fue descubrir que en el navío viajaba Naku, su verdadero capitán. Tras una charla sobre algo de volar y conquistar los cielos, el recién llegado se dirigió a Slay: —Gracias por cuidar de ellos, Slay. Ya puedes descansar, el capitán ha vuelto — dijo poniéndole la mano en el hombro. — ¿Y tú quién eres? —Respondió Slay de forma cortante.


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