Aikido O la armonía de la naturaleza. Mitsugui Saotome

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Aikido: O la armonía de la natu r a l ez a

La noción de un kami a la vez múltiple y único puede parecer paradójica y las mentes científicas difícilmente admitirán que gobierne la Naturaleza. Pero si reemplazamos al kami por las leyes físicas, las leyes que gobiernan los fenómenos naturales, puede observarse con claridad que el universo es una amalgama de fenómenos interdependientes. El kami y las leyes físicas no pueden existir separadamente. En una ocasión Einstein habló de la existencia de una Voluntad Suprema en el universo, no cognoscible para la ciencia, que gobernaba las leyes de la física. Se refería, de hecho, a una Consciencia Universal. Con una tendencia creciente, la ciencia moderna verifica los fundamentos de la sabiduría intuitiva de las filosofías orientales. Toda la materia existente en el universo posee la misma composición, la misma energía que el cuerpo humano o que una montaña y la masa es la expresión física de esta energía formada por la fusión de átomos y moléculas. Las leyes del universo han estado rigiendo desde el comienzo de los tiempos, miles de millones de años antes de que aparecieran los primeros signos de la humanidad. En este sentido, hemos de comprender que la ciencia sólo analiza y utiliza tales leyes universales. Desde tiempos muy remotos, la humanidad ha percibido un poder misterioso que controla estas leyes y denomina “Dios” a este poder. O Sensei lo llamó “función milagrosa del Ki”, En su enseñanza, el Aikido era la Vía de la armonía con las leyes de la naturaleza. El Aikido comprende el amor y la protección de todo lo existente. Estas enseñanzas se

desarrollaron naturalmente a partir de la idea de una energía original creadora común a todas las cosas. Cuando llega el calor del verano, la rosa desvela lentamente los secretos de su belleza pero en invierno, cuando se erige sólo como un matorral desnudo, ¿dónde esconde todas sus flores? ¿De dónde vienen su forma, su color, su perfume tan dulce? Al observar una rosa O Sensei encontraba una única respuesta a sus preguntas: el amor de Dios es el creador de esta flor, esta misma energía es la que fluye y alimenta a todo el universo. Hablamos de amor en términos abstractos, pero el amor no es una idea abstracta. Si aunque sólo por un segundo no hubiera amor, no habría vida, ni aire, ni agua, ni alimentos. El amor es realidad. Vivimos en este planeta en virtud del amor del Dios. No se trata de un amor abstracto o sentimental sino de un amor estricto y vital como la misma creación. Dios no es una expresión de la lógica o la filosofía, Dios es amor. La armonía y la unidad son la esencia del amor. El amor universal no es un amor egoísta. Está libre de prejuicios y acoge en su seno a todo lo creado. El amor no tiene expectativas. Penetra y llena su objeto y los opuestos dinámicos devienen una unidad y crecen juntos. Los nervios de Dios llenan el vacío. Su consciencia sensorial reverbera en el mundo oculto donde toda acción o fenómeno tiene su origen. El mundo invisible de la vibración, el vacío entre las estrellas y el vacío dentro de la órbita de los electrones, está cargado con su pulso. Éste es el mundo espiritual, cuya en-


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