esta tarea de buscar la propia identidad no es un trabajo individual sino que depende en gran medida de la sociedad de la cual formamos parte. Una de las mejores definiciones de la Filosofía es aquella que la considera “la autoconsciencia de la especie”. En palabras más sencillas, cómo nos vemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Podemos ahora repetir la pregunta del título: ¿sirve para algo la Filosofía? Por supuesto, el estudio sistemático de los problemas filosóficos no es indispensable. Uno puede construir su propia identidad de muchas maneras, sin necesidad de leer a Platón o a Kant. Pero, como sucede con tantas otras actividades humanas –la música, la literatura, el arte en general- atreverse a pensar esos viejos problemas que nos acompañan desde hace miles de años aporta a quien lo hace una riqueza que le ayuda a construir esa identidad de que hablábamos antes. Los viejos griegos, inventores de la Filosofía, no la entendían como una actividad académica propia de eruditos sino como una manera de ayudarnos a dirigir nuestra vida. La comparaban con los conocimientos que necesita el timonel de un barco para llevarlo a buen puerto. Y creo que en estos momentos, en que la educación de los jóvenes se orienta cada vez más a formar trabajadores eficientes, laboralmente rentables y en lo posible disciplinados ante las exigencias del mercado, la Filosofía puede aportarles una mirada consciente y crítica ante la historia que les toca vivir. Puede ayudarles a que la educación no consista solo en conocimientos sino también en sabiduría. No es la única manera, pero es una de ellas y creo que muy enriquecedora. Y si alguien insiste en preguntar para qué sirve la Filosofía, habrá que responderle con las palabras de Niels Bohr cuando le preguntaron para qué servía la nueva física que proponía: ¿Y para qué sirven los recién nacidos?
Augusto Klappenbachw
Ilustraciones: Gustavo Taboada
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