tampoco significa que debamos permanecer siempre acomodados en la víctima y lamentándonos todo el tiempo de nuestra condición; eso sería malograr los recursos humanos y persistir en la postura cómoda de que los demás vengan a hacer por nosotr@s lo que a nosotr@s nos corresponde, en tal caso estaríamos tiranizando la vida y ahí también se estaría expresando una medida de la prepotencia humana. El reconocimiento de nuestra fragilidad nos permite tomar consciencia de los propios límites humanos y desde esa consciencia podemos predisponernos a superarlos. Formamos parte de un Todo y necesitamos reconocer nuestra necesidad de ser asistid@s por él. Somos interdependientes y en la aceptación de esa condición intrínseca a la vida subyace nuestro crecimiento y la conquista de nuestra independencia emocional.
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