I. VISIBILIZACIÓN DE LAS MUJERES
Invisibilizar significa no nombrar, no tener identidad, no ser, estar ausente. Visibilizar, por su parte, implica incluir, dar identidad, reconocer y hacer notorio lo que existe, hacerlo evidente y manifiesto. En situaciones de dominación y sometimiento, la invisibilización de los oprimidos y oprimidas ha sido uno de los recursos más socorridos por los/las que dominan. Ese recurso ha permitido que grupos reducidos de individuos puedan controlar a todos los demás, control que se ejerce de múltiples maneras, en disímiles espacios y fundamentado en una hegemonía sobre la producción y distribución diferencial de elementos económicos y extraeconómicos. La invisibilización ha servido para excluir a las grandes mayorías (mujeres y hombres) de la toma de decisiones, de la participación política, del disfrute de una vida digna, del bienestar social; en suma, del respeto a su condición misma de personas. En el caso de la dominación ejercida sobre las mujeres no se trata de pequeños grupos que controlan a otros pequeños grupos, sino exactamente de la mitad de la humanidad: la masculina, que controla a la otra mitad: la femenina. Las mujeres hemos sufrido la condición de invisibilización a lo largo de la historia; hemos sentido como permanente lo que pudiera ser calificado como una violencia simbólica que, como bien la definiera Bourdieu (2000:12), es una “violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación