Revista 60

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Jorge León Escudero, tetrapléjico

Foto cedida por el diario El País

“ Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía (Albert Camus) obligado a adelantar su muerte porque la vida que le toca soportar no merece la pena ser vivida. Y a este proceso de morir y muerte le llamamos autoliberación. El suicidio no es delito, y por ello cualquier persona puede acogerse a él si considera que le conviene. Pero, aunque en nuestra legislación sea lícito, sin embargo el imaginario colectivo está cargado de aspectos y connotaciones negativas, dramáticas, y se percibe como producto o consecuencia de una crisis vital o un trastorno mental, una decisión equivocada en un momento de desesperación, que debe ser evitado en todos los casos, como salida y producto de una depresión psíquica o social propia de personas que a veces viven en situaciones marginadas o rozando con el límite de la ley.

La carga ancestral del suicidio Oir hablar de que tal persona se ha suicidado o que ha intentando hacerlo produce por lo general cierto escalofrío social. Suicidio, suicida son términos

que muchas veces en la conversación conllevan un desprecio o un desprestigio. El suicidio, el suicida siempre han llevado una carga ancestral peyorativa. A pocos se les escapa el que la iglesia y la buena sociedad han tenido siempre a flor de boca una amplia literatura y retórica contra el suicidio. El suicida o quien lo intentaba era un excomulgado de la iglesia, un marginado, excluido de la sociedad. Es significativo que en ocasiones mentes benevolentes, más piadosas, para no caer en la condena que hacia la sociedad pensaban y manifestaban que quien se suicidaba era un demenciado o un enloquecido, pues tal es la fuerza del instinto de conservación que necesariamente había que estar trastornado para afrontar quitarse la vida. Dada esta interpretación propia de la cultura religiosa, los juristas actuaban en paralelo con gestos que indicaban parecido rechazo. Así, por ejemplo, en un repertorio de jurisprudencia del siglo XVIII se puede leer que los cadáveres de los suicidas eran condenados a DMD | 9


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