revista 041 [3]

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(1948) y el sistema de formación de consorcios de futuros propietarios. Compulsados por la compra sucesiva de tres grandes lotes hasta entonces baldíos, cada edificio se promueve y se proyecta con independencia de los otros en un evidente tanteo de la recepción del nuevo sistema en el mercado local. No perteneciendo a nadie (en última instancia ni siquiera a sus promotores), cada edificio potencialmente debe satisfacer las necesidades de todos en una experiencia inédita en la ciudad10. Casi obviamente, cada edificio se desdibuja al lado del vecino destinado a continuar la operación comercial y si cada uno recibe un nombre, lo es más por necesidades de asiento catastral y de aprobación municipal que por afán de identificación. Las modalidades de la construcción en propiedad horizontal, comparándolas con las destinadas a la renta, se recluyen en el anonimato. Anonimato, y también afasia; y la afasia es la cualidad del que ha perdido la capacidad de hablar. Si en las plantas Fernández Díaz logra soluciones más o menos correctas desde el punto de vista funcional, lo hace a través de aplicar mecánicamente experiencias anteriores mantenidas desde veinticinco años atrás en relación a la compactación de unidades, resoluciones devenidas casi en tipos según se trate de la cantidad por lote, o de sus dimensiones. No atina siquiera a reproducir algunos de sus aciertos anteriores, o, al menos algunos de sus planteos más originales: el receso que vincula el departamento interno con la calle en el edificio de San Lorenzo 2147, de 1939, o la torre de Unione e Benevolenza, con su planteo axial y simétrico aprovechando sus cuatro caras libres, realizado en San Juan y Maipú en 1943. Y esa inercia proyectual, ese acudir a registros sancionados por el uso y la costumbre, se aplica también en las fachadas. En tanto oferta abarcante y generalizada casi naturalmente debió parecer inevitable apelar a las formas exteriores residenciales de procedencia francesa del siglo XVIII, en una evidente remisión al supuesto bon-gôut de la clase media rosarina que lo había practicado durante la década del ’40 en innumerables petit-hôtels y pequeñas casas realizadas indiferentemente por técnicos constructores, ingenieros y arquitectos. Y es allí donde Fernández Díaz perpetra un gesto vacío de significación, quizás el mayor faux-pas de la arquitectura rosarina, al que no debe juzgarse desde los valores de una ética arquitectónica moderna (no expresar la naturaleza de los materiales, ignorar las condicionantes climáticas locales, seguir optando en el baile de máscaras de los estilos que re-presentan la historia de otros…), sino desde los de su propia estética. Distorcionando escalar y dimensionalmente toda referencia a modelos originales, desprecia o ignora toda gramática vinculada con ellos, y utilizando como principal elemento de composición el escandido desigual de pequeñas ventanas de arco rebajado (todas iguales, fabricadas en serie para no entorpecer la marcha de las obras), destruye jerarquizaciones, proporciones o acentuaciones transformando la inmensa fachada resultante en un objeto híbrido que no dice nada, quizás porque nada tenía por decir. Fernández Díaz aparecerá más convincente, y más convencido, cuando más adelante, manejando realmente los elementos seriados, proyecte los edificios para la Cooperativa de la Vivienda. En el polo opuesto a esta experiencia, puede considerarse la de la Casa Couzier, proyectada por Hilarión Hernández Larguía en Alberdi a finales de 1951, la que puede representar a nivel local uno de los inicios de concreción de ideas y búsquedas de ruptura respecto de la arquitectura practicada anteriormente y caracterizada por un estado de crisis semántica. Si a primera vista la casa puede ser adscripta a las búsquedas contemporáneas de Wright y de Neutra, si la imagen de la Casa Kaufmann, en el desierto de Colorado es recurrente, si resulta sintomático que el mismo Neutra fuera llevado a conocerla en su paso por Rosario, considerar la Casa Couzier por sus filiaciones e iconografía, sería desvincularla de toda problemática local y de las necesidades, particularidades y acciones de sus actuantes. Si los elementos gramaticales semejan a los de las arquitecturas citadas, en una

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