Aquella matriz ideal debía ser necesariamente neutra y mostrarse de manera abstracta; el edificio todo, hasta en sus menores resoluciones debía obedecer al mismo registro, de ahí la reducción del cromatismo al blanco y al negro, el riguroso empleo de la ortogonalidad, el apelar a elementos seriados (de los que las carpinterías URMAC, diseñadas y fabricadas en Rosario por los Hnos. De la Riestra ofrecían la ilusión y un remedo de industrialización), y el abandono de los materiales naturales. El edificio todo como forma artificial y en el pallier de entrada un mural matérico de Rubén Naranjo contraponía polémicamente sus formas, texturas e indeterminación, a la absoluta terminación del resto. Todo acerca al edificio de La segunda a las búsquedas y realizaciones de entonces de Mies van der Rohe, vinculación explícitamente admitida por sus autores, pero también lo aceraca a ciertas lecturas críticas realizadas sobre aquellas obras en Chicago. Y no resulta descontextualizado incluir la cita de Tafuri: Ya no más una pluralidad de signos, sino todo el edificio como símbolo neutro; la voluntad de dominio sobre el caos está totalmente contenida en el acto intelectual que se distancia de lo real para afirmar su propia presencia…12. …y a pesar que Molteni siempre se haya referido a los Lake Shore Drive y a los Promontory Apartments como sostenedores de una idea13, es posible buscar la verdadera filiación, aún habiendo actuado de manera subliminal, no ya en las imágenes de los edificios sino en la base conceptual del Campus del I.I.T., una trama espacial pero virtual que regula el desorden urbano y otorga orden a los edificios por ella generados. Dentro de aquel desorden, el silencio perfecto es inquietante e introduce rupturas polémicas al distanciarse el objeto del conjunto. Distanciarse del conjunto es distanciarse del desorden de la ciu-aluvional, la del crecimiento desordenado, la que aún mantenía la traza decimonónica y el tejido superpuesto generado en el siglo XX, pero es distanciarse también de las leyes morfológicas y arquitectónicas que la generaron. Casi a manera de símbolo el edificio de La Segunda se levanta sobre las ruinas de una construcción de la década de 1890 destruida por su propia obsolencia. Por ese olímpico desprecio el edificio no busca respetar los límites del lote (salvo aquellos que fija la propiedad privada del suelo) para adscribir a lo existente, no le interesa exaltar la esquina de la manzana cuadricular; adquiriendo el edificio su propia espacialidad asume una gran capacidad de ubicuidad y repetibilidad (ya sea en unidades menores como en el pequeño edificio de Dorrego y Catamarca, ya sea en grandes determinadores especiales como el gran techo de la Feria Modelo), proponiendo una ciudad virtual alternativa regenerada, lo cual representa, quizás, la más lúcida re-lectura de Mies van der Rohe, alejándose de las seducciones y encandilamientos adscriptos al curtain wall. Quizás también la experiencia de La Segunda constituye una experiencia extrema para sus propios proyectistas y para la cultura arquitectónica rosarina en la segunda mitad de la década del ’50 pero implica la dirección y las apetencias (incluyendo las falencias y los vacíos formativos). La reorganización de la Escuela de Arquitectura a partir de 1956, orientará direcciones y expectativas a partir del intento de superar falencias y vacíos con nuevas actitudes operativas y críticas.
(1) Edilicia fue, hasta bien entrada la década del ’50 el órgano local de la Asociación de Ingenieros, Arquitectos, Técnicos Constructores de Obras y Anexos, de Rosario; una de sus tareas era difundir las arquitecturas ejecutadas en la ciudad. (2) Yaqüinto, Ernesto N. et altrii. «La arquitectura racionalista en Rosario», Revista Summa, 1976. (3) Borges, Jorge Luis. «Epílogo», en «El hacedor», Emecé, 1960. (4) Yaqüinto, Ernesto N. «El recorrido de una bola de nieve», en «Gaceta del Colegio de Arquitectos, Distrito 2», diciembre 1992.
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(5) Yaqüinto, Ernesto N. «Rosario: comienzos de una moderna arquitectura», A&P, 1992. (6) Que es el carácter que tiene el edificio de La Comercial de Rosario, sin por ello demeritar sus valores arquitectónicos sino circunscribirlo a sus circunstancias históricas. cf., al respecto: Yaqüinto, Ernesto N. / Pampinella, Silvia. «La Comercial de Rosario», en «La Gacetilla del Centro de Arquitectos de Rosario», Nº 25, noviembre 1983. (7) Ciucci, E. «Sant’Elia y nosotros», en «Edilicia» Nº 11, 1943.