La espada de la verdad 2 las cajas del destino

Page 99

Terry Goodkind

Las cajas del destino

Zedd se enderezó bruscamente y le espetó: —¿Por qué se lo has contado? Creí que no querías que él supiera que... —Zedd... yo nunca... La faz del mago se contrajo en una mueca y se volvió lentamente hacia Richard, que, inclinado sobre su cuenco, se dedicaba a llevarse metódicamente a la boca cucharadas de gachas. —Kahlan no me ha dicho nada —dijo el joven, sin alzar la mirada—. Pero tú acabas de hacerlo. Después de tragar la última cucharada de gachas, el joven rebañó la cuchara y la dejó caer en el cuenco de hojalata, provocando un tintineo. Acto seguido, miró con expresión calmada y triunfante a Zedd, que bizqueaba. —La Primera Norma de un mago —anunció el joven con un amago de sonrisa—. Para creer algo, lo primero es querer creer que es verdad... o temer que lo sea. —Ya te lo dije —espetó Kahlan a Zedd, echando chispas—. Te dije que lo acabaría sabiendo. Pero Zedd, los ojos clavados en Richard, no le prestaba atención. —Anoche le estuve dando vueltas y decidí que tenías razón, que debías saber lo que me dijo Shota —explicó Richard, dejando el cuenco sobre la roca—. Después de todo, tú eres mago, y es posible que las palabras de Shota contengan algo que nos ayude a detener a Rahl el Oscuro. Sabía que no descansarías hasta averiguar qué había pasado. Decidí contártelo hoy, pero entonces comprendí que se lo sacarías antes a Kahlan, de un modo u otro. Kahlan se dejó caer en la manta, riendo. Zedd enderezó la espalda y se llevó los puños a las caderas. —¡Cáspita, Richard! ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? —Magia —contestó Richard, sonriendo—. Un truco, si se ejecuta como es debido, es magia. Bueno, eso es lo que me han dicho —agregó, encogiéndose de hombros. —Tienes mucha razón —contestó Zedd, asintiendo con la cabeza. El anciano apuntó al cielo con un enjuto dedo y sus penetrantes ojos color avellana recuperaron la chispa—. Has engañado a un mago con una de sus propias normas. Ninguno de mis magos lo logró nunca. —Zedd se aproximó a Richard con una radiante sonrisa en la cara—. ¡Cáspita, Richard! ¡Lo tienes! ¡Tienes el don, hijo! Puedes ser un mago de Primera Orden, como yo. —Yo no quiero ser mago —replicó el joven, frunciendo el ceño. —Has pasado la primera prueba —declaró Zedd, haciendo caso omiso de la negativa de Richard. —Acabas de decir que ninguno de los demás magos logró hacerlo nunca. ¿Cómo es posible, entonces, que fuesen magos si no pasaron la prueba? —Eran magos de Tercera Orden —contestó Zedd, sonriendo con un solo lado de la boca—. Uno de ellos, Giller, es de Segunda Orden. Ninguno consiguió pasar las pruebas para convertirse en mago de Primera Orden. No poseían el don; sólo la vocación. —No fue más que un truco —objetó Richard con una sonrisita—. No hagas una montaña de un grano de arena. —Fue un truco muy especial. —El anciano entrecerró los ojos de nuevo—. Estoy impresionado y también me siento muy orgulloso de ti. —Si ésta es la primera prueba, ¿cuántas hay? —Oh, pues no lo sé. Un centenar, o más. Pero tú tienes el don, Richard. —Una sombra de preocupación cruzó por los ojos del mago como si no hubiese esperado que Richard lo poseyera—. Debes aprender a controlarlo o... Pero yo te enseñaré. Puedes llegar a ser un mago de Primera Orden —afirmó, de nuevo con ojos brillantes. Richard se dio cuenta de que la idea empezaba a atraerlo un poco, por lo que meneó la cabeza, tratando de aclarársela. 99


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.