Deseos Velados de Eve Silver

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EVE SILVER

DESEOS VELADOS

un dibujo en la página sesenta y tres. Esta noche he encontrado, no uno, sino dos dibujos. Sus palabras fueron recibidas con un silencio sepulcral. Darcie apretó los labios, intentando acallar el pánico cada vez mayor que se apoderaba de ella, sin apartar la vista del suelo de baldosas. Los primeros rayos del amanecer entraban por la pequeña ventana del vestíbulo, acariciando lentamente el pavimento. Densa y pesada, la tensión flotaba en el aire, oprimiéndolos a todos con su intensidad. Los demás criados no hacían ruido alguno, no carraspeaban ni arrastraban los pies. El silencio era tan impresionante que Darcie imaginó que podía oír el sonido de la luz deslizándose por el suelo. —¿Alguno de los aquí presentes tiene alguna idea de cómo un segundo dibujo pudo haber aparecido milagrosamente en la página? El doctor Cole hablaba suavemente, en voz baja. No había ningún tipo de censura en su tono, ninguna amenaza. De hecho, Darcie creyó percibir un tono de entusiasmo contenido de manera rigurosa. Ninguno de los criados se movió. Alzando la vista, Darcie miró al doctor Cole, y descubrió que la estaba observando con una expresión serena e inquisidora. Aquella misma noche, mientras lo miraba desde la ventana del estudio, habría podido jurar que se lo habían tragado las sombras, como si él mismo estuviera hecho de tinieblas. En aquel momento, el suave resplandor del amanecer lo acariciaba, rodeándolo de un reluciente halo de oro y luz. La muchacha se percató de que llevaba la misma ropa que le había visto la noche anterior. Tenía unas tenues ojeras y el pelo desgreñado y sucio, como si se hubiera pasado los dedos por él repetidamente durante la interminable noche. Por su aspecto, podía deducir que no había dormido. Pensar en eso le producía una extraña tristeza, aunque no tenía tiempo de preguntarse por qué lamentaba la falta de reposo de aquel hombre, cuando toda su vida estaba en sus manos. Plenamente consciente de que su trasgresión era la causa de la inquietud y el miedo de todos los que se encontraban en aquel vestíbulo, la razón por la que los habían sacado de la cama, comprendió que no tenía alternativa. No era necesario hacer sufrir a los demás por el error que ella había cometido. Tragando saliva dolorosamente en su garganta cerrada, Darcie dio un paso adelante para salir de la fila. Levantó la cabeza, mirando primero a Poole, cuyas facciones estaban perfectamente inmóviles en una inexpresiva máscara, y luego a Mary, que le lanzó una mirada de lástima antes de volver a centrar su atención en las baldosas de mármol del suelo. Finalmente, no tuvo más remedio que enfrentarse a los plateados y penetrantes ojos de Damien Cole. Trató de tranquilizarse diciéndose en silencio que era un hombre bueno y amable; que él le había dado una oportunidad. Luego recordó al muerto que los había acompañado en el carruaje cuando el doctor Cole la había conducido a su casa aquella primera mañana. La chispa de esperanza que había logrado levantarle el ánimo se apagó súbitamente. Por supuesto que era un hombre bueno y amable. Era - 40 -


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