Deseos Velados de Eve Silver

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EVE SILVER

DESEOS VELADOS

—El inspector teme que yo huya del país, y que su principal sospechoso logre escapar de sus garras. —¡No! —exclamó Darcie—. Su paciente le ha dicho que es imposible que él sea el responsable del asesinato. No se apartó ni un solo instante de su lado. El inspector inclinó la cabeza. —Eso dice ahora. Pero los seres humanos son falibles. Después de todo, podría darse cuenta de que estaba equivocada. —Hizo un gesto desdeñoso—. Johnson, acompáñalos a la salida. —Gracias, pero podemos encontrar solos el camino —dijo Damien, agarrando a Darcie del brazo y conduciéndola por el corredor. Mientras bajaban las escaleras, ella echó un vistazo atrás para cerciorarse de que estaban solos. —Es un hombre detestable —señaló ella en voz baja. —Es muy hábil en su trabajo. Asombrada por esa inesperada respuesta, Darcie se detuvo tambaleándose al pie de las escaleras. —¿Cómo puedes decir eso después de lo mal que nos lo ha hecho pasar? Damien sonrió, y las líneas de tensión y cansancio desaparecieron de su rostro. —¿Lo mal que nos lo ha hecho pasar? —Sí, que nos lo ha hecho pasar. Yo he estado muy preocupada. Sin importarle que pudieran verlos ni lo que la gente pudiese pensar de su atrevido comportamiento, Darcie le echó los brazos al cuello y lo abrazó con todas sus fuerzas. —Anda, volvamos a casa —dijo él, apoyando sus manos suavemente en su cadera. John abrió los ojos sorprendido al verlos cruzar el vestíbulo del edificio para acercarse a él. Cuando los tuvo delante, le dio un fuerte apretón de manos a Damien. Éste permitió que John disfrutara de aquel efusivo momento antes de sugerir con discreción que le gustaría darse un baño y acostarse. Pocos minutos después, estaban cómodamente instalados en el carruaje. Cuando se encontraron en la intimidad del coche, Darcie se sintió repentinamente cohibida. Agachando la cabeza, le lanzó a Damien una mirada de reojo. Riendo suavemente, él pasó un brazo debajo de sus rodillas dobladas y el otro alrededor de sus hombros, y la alzó para sentarla en su regazo. Luego, la abrazó con fuerza. Ella podía sentir el ritmo regular de su corazón, su cadencia tranquilizadora. —Anoche tuviste visitas —anunció ella—. Robbie y Jack. Retrocediendo ligeramente, Damien agarró la barbilla de Darcie y levantó con cuidado su cabeza para poder mirarla a los ojos. —Normalmente van a medianoche. ¿Cómo supiste que estaban allí? —Los seguí. Él frunció el ceño en señal de preocupación. —¿A medianoche? ¿Sola? —Pensé que eran ladrones de cadáveres —dijo Darcie, apoyando la palma de su - 172 -


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