Deseos Velados de Eve Silver

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EVE SILVER

DESEOS VELADOS

consuelo, y ella lo necesitaba en aquel momento. —Ah, ya has vuelto. Darcie se detuvo tambaleante al oír el grave timbre de voz de Damien recibirla al llegar al estudio. Le sorprendía que hubiese regresado antes que ella. Se quedó en el umbral de la puerta mirándolo a los ojos, y se percató de que él la estaba observando con una mirada penetrante. Durante un brevísimo momento, sintió que ellos dos eran los únicos seres en el mundo, y su corazón retumbó de alegría por tenerlo ante ella. La invadió una intensa emoción que hizo desaparecer todos sus miedos y dudas. Damien se puso de pie cuando Darcie entró, y en aquel momento ella se dio cuenta por primera vez de que no estaban solos. Otra persona se levantó de su silla, moviéndose con dificultad debido a su voluminoso tamaño. Era un hombre de mediana edad, de baja estatura y con unas patillas muy espesas que se encrespaban en los ángulos de su mandíbula. Darcie sonrió con aire vacilante, y volvió a dirigir su mirada hacia Damien. —Señorita Finch, permítame presentarle al doctor William Grammercy. Doctor Grammercy, la señorita Darcie Finch, la artista que ha hecho las excelentes ilustraciones de las que hemos estado hablando. —Sus dibujos son extraordinarios, señorita Finch. —Las tupidas cejas del doctor Grammercy se juntaron en su entrecejo para mirarla fijamente—. Es bastante extraño que una mujer logre hacer un trabajo tan excepcional, pero los resultados hablan por sí mismos. Me atrevo a decir que estoy muy complacido con su representación de mi corazón. —¿Mi representación de su corazón? —preguntó Darcie confundida, mirando alternativamente a los dos hombres. —El doctor Grammercy me proporcionó el corazón que diseccionamos el otro día —le aclaró Damien—. Cuando le hablé de la experta artista que empleé para dibujar mis modelos, decidió que el corazón estaría mucho mejor en mis manos que en las suyas. —Y tenía toda la razón. Toda la razón. Excelente trabajo, hija mía. Sublime. Mientras el doctor sacudía la cabeza para enfatizar su efusivo elogio y movía las manos en círculos como si quisiera abarcarlo todo con aquel gesto, Darcie dio un paso atrás, pues temía que en su deseo de expresar el entusiasmo por su trabajo, el doctor Grammercy le diera una palmada en la espalda. Le lanzó una mirada a Damien, y descubrió que él la estaba observando con aire divertido. —Bueno, hijo mío, ahora debo marcharme. Ha sido un placer, querida. —El doctor Grammercy inclinó la cabeza al despedirse de Darcie y de Damien. —No es necesario que me acompañéis hasta la puerta. —Por supuesto que sí —objetó Damien—. Además tengo una última pregunta que hacerle respecto al asunto del que hablamos anteriormente. Los dos hombres se despidieron de Darcie y salieron del estudio. Ella pudo oír el suave murmullo de su conversación y algunas frases entrecortadas que alcanzaron a llegar con claridad a sus oídos: Whitechapel… locura sexual… Bedlam… Gracias por - 125 -


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